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Revista mexicana de ciencias políticas y sociales

versión impresa ISSN 0185-1918

Rev. mex. cienc. polít. soc vol.66 no.241 Ciudad de México ene./abr. 2021  Epub 19-Mar-2021

https://doi.org/10.22201/fcpys.2448492xe.2020.241.70739 

Reseñas/Notas de investigación

Campo y habitus en el análisis de microcosmos políticos: el caso del lopezobradorismo

Field and Habitus in Political Microcosm Analysis: The Case of Lopezobradorism

Daniel Arturo Sánchez Díaz* 

*Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Nacional Autónoma de México, México. Correo electrónico: <daniel.sd@politicas.unam.mx>.


Introducción

En esta nota se presentan los resultados preliminares de una investigación doctoral en la que se analiza la configuración de subjetividades políticas al interior del lopezobradorismo. De manera particular, me interesa observar cómo los elementos del discurso lopezobradorista se insertan en los esquemas de percepción y acción que los actores (militantes de este partido/movimiento) involucran en su relación con la política.

El trabajo etnográfico, basado en observaciones, fue realizado durante manifestaciones y movilizaciones en apoyo a Andrés Manuel López Obrador (AMLO), así como con grupos de militantes del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) en la Ciudad de México, lo que permitió detectar distintas orientaciones e interpretaciones de estos hacia el discurso lopezobradorista y una disputa entre actores hegemónicos y subalternos sobre el sentido que debía de tener la Cuarta Transformación (4T), término empleado en referencia al proyecto político articulado en torno a la figura de AMLO. Así, la investigación busca reconstruir la lógica que estructura las diferentes disposiciones de los militantes.

Partiendo de una reconstrucción sociológica que permite articular la dimensión simbólica y los efectos subjetivos del discurso lopezobradorista, exploramos los mecanismos por los cuales dicho discurso es asimilado, socializado e interiorizado por integrantes de este partido-movimiento -articulado en torno a la figura de AMLO-. De igual manera, analizamos las variaciones interpretativas sobre este discurso, así como los conflictos entre militantes sobre el sentido de la 4T. Para ello, se integraron algunas herramientas analíticas provenientes de la teoría de Pierre Bourdieu.

En ese contexto, este escrito discute la pertinencia y posibilidades del uso de las categorías bourdianas para el análisis de microcosmos políticos, como es el caso del lopezobradorismo. El objetivo de esta nota es presentar la construcción metodológica de campo y habitus en el estudio del movimiento lopezobradorista y determinar cuáles serían las ventajas analíticas que brindan.

Inicio discutiendo cómo Bourdieu y otros autores han empleado las categorías campo y habitus en el estudio de la política. En un segundo momento presento la construcción metodológica de esas herramientas en la investigación realizada sobre el caso lopezobradorista. Finalmente, discuto las implicaciones analíticas del trabajo con las categorías señaladas.

Campo y habitus en el estudio de la política

Al igual que en otras esferas de acción humana, Pierre Bourdieu dedica algunos escritos a indagar sobre la política empleando sus principales conceptos: campo, capitales y habitus. De acuerdo con este autor, el campo político es un microcosmos relativamente autónomo en el cual las luchas se establecen para imponer legítimamente ciertos principios de visión y división del mundo social. “El juego propiamente político donde se juegan por una parte el monopolio de la elaboración y de la difusión del principio de división legítimo en el mundo social y, de ese modo la movilización de los grupos, y por otra parte el monopolio de utilización de los instrumentos de poder objetivados” (Bourdieu, 1981: 8).

El monopolio de los principios de división del mundo social -objeto de disputa en el campo político- permite establecer qué es pensable políticamente y quiénes son los actores competentes para hablar de ello; establece un significado sobre el mundo social a partir de ciertas oposiciones (por ejemplo ricos/pobres, liberales/conservadores, izquierda/derecha, nacionales/extranjeros) y produce un habitus, que se plantea como esquemas de percepción, concepción y acción, a través de los cuales los agentes profanos interpretan la realidad social y son principios generadores de posiciones, orientaciones, opiniones e intereses políticos.

De acuerdo con Bourdieu, la autonomización del campo político se funda en la separación entre profesionales y profanos, en donde los primeros compiten por el monopolio del derecho a hablar en nombre de una parte o de la totalidad de los profanos (Bourdieu, 1981: 14). Para lograr este monopolio, los profesionales producen y ofertan formas de percepción y expresión del mundo social capaces de obtener la adhesión de un mayor número de ciudadanos y, a partir de ello, conquistar puestos que les aseguren la imposición de los principios de división y de la producción de intereses políticos.

La autonomía relativa del campo, producto de la separación entre profesionales y profanos, implica que los intereses de los actores políticos se encuentran cada vez más ligados al juego interno de este microcosmos que a los intereses de los ciudadanos. Se puede considerar que un actor político es aquel con capacidad de imponer cierta perspectiva de los hechos o ciertos temas de discusión (Meichsner, 2007: 13). La autonomía o cierre del campo político es relativa porque los límites del campo son también objeto de disputa por parte de actores externos, quienes luchan por una ampliación del campo político y cuya acción genera efectos dentro del mismo (Bourdieu, 2000: 20-21 ).

El ingreso de los actores al campo político requiere de una competencia política, lo que supone la “posesión de ciertos conocimientos eruditos, para producir unas acciones y unos juicios propiamente políticos y sobre todo quizá, del dominio del lenguaje propiamente político” (Bourdieu, 1998: 416-417 ). El ingreso al campo configura un habitus político que supone el conocimiento de saberes específicos (conceptos y problemáticas) y el dominio de ciertas disposiciones corporales expresadas en el lenguaje y la retórica, así como en ciertas posturas (Bourdieu, 1981: 4). El habitus político configurado en el campo conlleva también la adquisición de saberes prácticos sobre las jerarquías, relaciones de fuerza, cómo tratar con adversarios, coacciones, prácticas, trucos para la movilización de personas, etcétera, que permiten a los actores desenvolverse dentro de este campo y ascender dentro de la jerarquía de posiciones.

Las posiciones de los actores al interior del campo político se encuentran definidas por el volumen de capital político que estos poseen. De acuerdo con Bourdieu, el capital político “es una forma de capital simbólico, crédito fundado en la creencia y reconocimiento” (Bourdieu, 1981: 15), una especie de capital reputacional vinculado a la forma de ser percibido (Bourdieu, 2000: 16). El volumen de capital político de un actor depende de su peso político, la fuerza de movilización que posee a título personal, por delegación o en tanto mandatario de alguna organización, sea ésta un partido o sindicato (Bourdieu, 1981:17).

Bourdieu establece diferentes especies de capital político, relacionados con cualidades de los actores o producto de la transmisión de una institución hacia el actor. El capital personal de popularidad se deriva de ser conocido y reconocido en su persona por la posesión de ciertas cualidades o capacidades (Bourdieu, 1981: 17). Este tipo de capital es producto de la conversión de capitales adquiridos en otros terrenos y profesiones. Un segundo tipo de capital es el personal heroico o profético, producto de la intervención del actor en una situación crítica (Bourdieu, 1981).

El capital delegado de autoridad o función es producto de una transferencia limitada hacia la persona de un capital detentado y acumulado por una institución (como puede ser un partido político). Las instituciones acumulan estos capitales fruto del reconocimiento, fidelidad y capacidad de movilización sobre militantes y simpatizantes. Es a través de la investidura que este capital es transmitido de la institución a la persona (Bourdieu, 1981: 17-19 ). El capital acumulado por las instituciones y materializado en máquinas políticas, aparatos de movilización, entre otros, es lo que Bourdieu denomina capital político objetivado y que permite a estas instituciones sobrevivir incluso a las sanciones electorales (Bourdieu, 1981: 21).

Bourdieu emplea campo, habitus y capital para analizar la política institucional, aquella que tiene lugar entre partidos y cuyos actores son políticos profesionales. Sin embargo, como el propio autor ha señalado, los conceptos no deben ser entendidos como definiciones canónicas sino como herramientas analíticas, por ello el trabajo empírico debe mostrarnos su pertinencia explicativa y significados (Bourdieu y Wacquant, 2005: 152; Castro y Suárez, 2018: 18 ; Wacquant, 2018).

Bajo este principio metodológico, algunos autores han trabajado con estas herramientas para estudiar espacios políticos específicos. Es el caso de Luis Miguel Rodrigo (2016) , quien analiza la configuración de habitus políticos en la región Antofagasta en Chile a partir de 30 relatos de vida. Este autor define el habitus político como una serie de “disposiciones subjetivas que los agentes utilizan para relacionarse, ya sea de forma crítica, adaptativa o regresiva, con el orden social y el conjunto de experiencias objetivas que lo han generado” (Rodrigo, 2016: 104). Asimismo, este autor construye los habitus políticos como tipologías que vinculan las disposiciones políticas con una serie de posiciones o experiencias sociales que las estructuran. En el caso de la región chilena analizada por Rodrigo, el autor identifica los siguientes elementos estructuradores de la subjetividad política: experiencias de socialización política, clase social, trayectoria social y trayectoria espacial (Rodrigo, 2016: 121).

En cuanto al habitus político, Luis Miguel Rodrigo identifica ocho dimensiones constitutivas: 1) identificación política, 2) disposición discursiva (a reproducir determinados discursos), 3) preocupación social (sobre ciertos temas), 4) autovaloración, 5) autonomía subjetiva, 6) posición ante la dominación, 7) sentimiento social (pesimismo u optimismo hacia el futuro) y 8) valoración territorial (Rodrigo, 2016: 121-123).

La noción de habitus político también ha sido trabajada por Auyero y Benzecry (2017), quienes estudian la configuración de un habitus clientelista producto de la participación de los agentes (pertenecientes a los círculos íntimos de los mediadores) en las prácticas e interacciones de la política clientelista. Basado en el trabajo de campo realizado en barrios trabajadores en la zona de Buenos Aires, los autores dan cuenta de la producción de un habitus -definido como una serie de disposiciones cognitivas y afectivas- desde el cual la política se entiende como una forma de resolución de problemas cotidianos a los que se enfrentan los pobladores de estos barrios.

A diferencia del trabajo de Luis Miguel Rodrigo, Auyero y Benzecry (2017) no sólo analizan la dimensión cognitiva de estos habitus políticos, sino que estudian la dimensión práctica de estos esquemas o disposiciones. El habitus clientelista produce un horizonte de inteligibilidad para la mayoría de las prácticas sociales en estos contextos y acceso a servicios de salud, alimentación, empleo, prestaciones sociales.

Dentro de este mundo, la política es menos una lucha colectiva por el poder del estado o una sucia o poco ética actividad, sino una actividad provechosa o útil. La política es vista como un acceso potencial a los recursos del estado, a través de la figura del mediador. (Auyero y Benzecry, 2017: 182 )

Metodología: la construcción de las categorías

Como he establecido previamente, el trabajo de campo realizado brindó hallazgos sustanciales, particularmente las observaciones al interior de grupos de militantes de Morena en la Ciudad de México durante un periodo de 5 meses. El primero de estos hallazgos fue la variación de orientaciones hacia el discurso lopezobradorista y la forma en que los militantes lo interiorizan. Mientras que algunos de ellos reproducen de manera invariada los elementos de este discurso en sus interpretaciones sobre la política, otros mantienen posiciones críticas ante el discurso.

Otro de los descubrimientos ha sido la presencia de una disputa sobre el sentido de la Cuarta Transformación. Para algunos actores, se trata de un proyecto que impulsa un cambio en la política mexicana, el cual debe ser defendido ante enemigos externos que buscan terminar con dicho proyecto. En el caso de otros actores, es también una oportunidad para transformar las prácticas hacia el interior del partido. Así, la definición del sentido de la 4T no sólo supone la capacidad de imponer esquemas interpretativos de la realidad política, sino también de establecer cuáles son las reglas vinculadas a la distribución de posiciones dentro de la estructura partidista.

El último hallazgo de estas observaciones fue la presencia de dos marcos interpretativos articulados en la narrativa de los actores, en ocasiones produciendo una tensión. El primero de estos marcos se configura en torno al principio de transformación del orden político y social en México. Bajo esta perspectiva, la política para los militantes de Morena supone un cambio en las prácticas y relaciones políticas (entre gobernantes y gobernados, entre élites y bases). La socialización de estos esquemas se da en los performances en actos masivos y por la participación e interacción al interior del partido/movimiento.

El segundo de estos marcos se socializa a través de la participación en las prácticas autoritarias y clientelares que tienen lugar al interior del partido. Estas prácticas son el trabajo cotidiano a través del cual algunos militantes construyen una base de apoyo que puede traducirse en un ascenso dentro de la estructura política. La construcción de apoyo entre militantes y simpatizantes se da por medio de promesas de acceso a cargos o a bienes materiales y servicios. Durante periodos electorales estas prácticas se extienden al resto de la ciudadanía para asegurar votos hacia el partido. La exposición al tipo de relaciones, las prácticas y mecanismos de toma de decisión dentro del partido configuran un “sentido común” que se articula en los esquemas interpretativos de los actores y desde donde se considera que estas prácticas son necesarias para hacer política al interior o fuera del partido.

A partir de estos hallazgos consideré la pertinencia de utilizar las categorías bourdianas para la construcción de un esquema analítico que permita comprender sociológicamente las diferentes orientaciones de los actores hacia el discurso lopezobradorista, los conflictos y disputas y la configuración de esquemas interpretativos de la política.

Siguiendo los señalamientos metodológicos del propio Bourdieu (Bourdieu y Wacquant, 2005: 159-160) , de Hilgers y Mangez (2015: 18-22) y de Castro y Suárez (2018: 20) defino el campo a partir de las siguientes dimensiones que me permiten una reconstrucción desde el trabajo empírico: el grado de autonomía, los límites del campo, lo que está en disputa, el orden simbólico y la jerarquía de capitales (para reconstruir la estructura de posiciones). En cuanto a la categoría habitus, se partió de una definición de habitus político como un conjunto de disposiciones cognitivas, afectivas, corporales y saberes prácticos a través de los cuales los actores se relacionan con la política, y que son configurados a partir de su posición en el espacio social y sus trayectorias sociales y políticas, así como a través de sus interacciones en microcosmos políticos específicos.

Para analizar el grado de autonomía del lopezobradorismo respecto a otros partidos políticos y la lógica general del campo político, consideré el desarrollo de un orden simbólico propio, que se traduce en esquemas de percepción de los actores que forman parte de este campo, y de una lógica propia a partir de un objeto de disputa. La reconstrucción de esta dimensión se hizo a partir de la revisión de los documentos básicos de Morena, las observaciones en eventos masivos y de sus interacciones, así como conversaciones informales con militantes. Respecto al orden simbólico, se establecieron como indicadores el sistema de oposiciones y antagonismos y los sistemas clasificatorios internos. El orden simbólico de este microcosmos está constituido por un diagnóstico de la realidad mexicana a la que se considera marcada por la corrupción y el autoritarismo y por un sistema de clasificación que opone el “pueblo” a la “mafia” o a los “fifís”. El primer término es empleado para referirse a las élites políticas y empresariales quienes concentran el poder político y económico en México y que han utilizado las instituciones estatales en su beneficio, en tanto que el segundo ha sido recuperado para etiquetar a los grupos conservadores quienes adoptan posiciones clasistas para criticar el proyecto de AMLO. El objeto en disputa es la definición del sentido de la Cuarta Transformación y de los mecanismos de distribución de capital político dentro de esta estructura.

La definición de los límites del lopezobradorismo se ha construido a partir de conversaciones con asistentes a eventos masivos y a reuniones organizadas por el partido. Esto permitió observar que los efectos estructurantes del orden simbólico lopezobradorista no se restringen a los militantes, sino que comprende un rango de simpatizantes, algunos con posiciones más críticas que otros.

La reconstrucción de los capitales relevantes en este microcosmos se ha realizado a través de la observación de las interacciones, conversaciones informales con militantes y del análisis de trayectorias de militantes al interior del movimiento/partido. Esto permitió definir las propiedades de estos capitales y su jerarquía, a saber, cuáles de ellos tienen mayor peso en la constitución de posiciones que permiten imponer esquemas de percepción y reglas del juego dentro del lopezobradorismo.

La reconstrucción de la estructura de posiciones siguió los principios metodológicos aplicados para definir los capitales implicados, lo que permite complejizar el análisis de la estructura más allá de la diferencia entre simpatizantes, militantes de base y líderes, y definir qué otros elementos o dimensiones determinan las posiciones en este movimiento.

Respecto a los habitus o disposiciones, consideré las interpretaciones y orientaciones de los informantes hacia el lopezobradorismo (reproducción o crítica frente a los elementos discursivos del lopezobradorismo) y, en general, los esquemas con los que definen la política e interpretan su propia experiencia política (dimensión cognitiva), así como aquellos saberes prácticos que adquieren a partir de su socialización dentro de este microcosmos político. La reconstrucción de las dimensiones del habitus político se ha realizado a través de observación de prácticas e interacciones, así como a través de entrevistas etnográficas.

Tabla 1 Matriz de conceptos/métodos de reconstrucción 

Concepto Dimensión Indicador Método de reconstrucción
Campo Grado de autonomía Desarrollo de un orden simbólico propio Objeto en disputa
Lógica propia
Revisión de documentos básicos de Morena Observaciones en eventos masivos Entrevistas etnográficas
Límites del campo Diferentes grados de participación en las actividades de Morena
Referencias a los elementos discursivos de Morena en las narrativas de los actores
Entrevistas etnográficas
Orden simbólico Sistema de oposiciones y antagonismos
Sistemas clasificatorios internos
Revisión de documentos de Morena Observaciones en eventos masivos Entrevistas etnográficas
Capitales Tipo de capitales en juego
Jerarquía de capitales
Entrevistas etnográficas Reconstrucción de trayectorias de militantes
Estructura de posiciones Volumen y estructura de capitales Entrevistas etnográficas Reconstrucción de trayectorias de militantes
Habitus Cognitiva Esquemas interpretativos de la política Disposiciones discursivas (incorporación de los esquemas cognitivos en las interpretaciones sobre la política)
Orientación política Orientación hacia el proyecto y discurso lopezobradorista
Saberes prácticos Reglas de juego Doxa sobre el campo

Fuente: Elaboración propia a partir de las herramientas teóricas de Pierre Bourdieu y el trabajo de campo realizado para la investigación.

Análisis: algunas propiedades del campo lopezobradorista

El trabajo empírico articulado a las herramientas bourdianas me permite definir el campo político lopezobradorista como una estructura de posiciones diferenciales constituida por actores, grupos, organizaciones e instituciones, quienes disputan una forma de capital político cuya posesión permite definir el sentido de la Cuarta Transformación (un sistema simbólico que brinda una interpretación de la realidad política mexicana exterior e interior al lopezobradorismo y que produce habitus políticos), imponer las reglas relativas a la distribución de capital político dentro de esta estructura y los mecanismos por los cuales se realiza.

Teniendo en cuenta los efectos estructurantes del orden simbólico de este campo, se puede establecer que sus límites no se reducen a la estructura partidista de Morena. Por ello empleo el término lopezobradorismo para referirme a esta estructura de posiciones que incluye también organizaciones y simpatizantes de Morena -con diferentes grados de adhesión o crítica- quienes incorporan ciertos elementos del discurso lopezobradorista en sus esquemas de percepción y prácticas políticas.

Como ha sido señalado previamente, el orden simbólico del lopezobradorismo ofrece una interpretación de la realidad política mexicana, a la que concibe marcada por la corrupción, la simulación y el autoritarismo y en la que se atribuye la responsabilidad de esta situación na la llamada “mafia en el poder”. Este orden también brinda un sistema de clasificaciones y caracterizaciones (principalmente entre la mafia y el pueblo) y define una estrategia de acción a partir de una transformación en la forma de intervenir en asuntos públicos para lograr un cambio de régimen.

De acuerdo con las observaciones realizadas, el principal mecanismo de socialización de estos marcos es la participación en las prácticas cotidianas del campo. La participación en los performances que tienen lugar en mítines y otros encuentros públicos, así como las interacciones cotidianas -en las cuales de manera constante se reiteran los principios de esta interpretación- posibilita una interiorización de estos elementos discursivos, mismos que se expresan en los esquemas interpretativos de los militantes y que se convierten en parte de la doxa del lopezobradorismo.

Otros elementos constitutivos de la doxa de este campo son la interiorización de un orden social marcado por relaciones autoritarias y la naturalización de prácticas clientelares. El primer aspecto se manifiesta en el sistema de clasificaciones interno, expresado en referencias a la oposición entre la cúpula y las bases o los de arriba y los de abajo. El orden social es interiorizado a través de las interacciones de los militantes de base con los líderes, particularmente en los procesos de toma de decisión y de selección de candidatos.

El segundo aspecto se observa en la persistencia de prácticas de intercambio de beneficios políticos y bienes materiales por apoyo político entre la militancia, las cuales son significadas por los actores de este campo como algo necesario, algo que es normal en la política o la única vía para poder ascender en la estructura de posiciones, lo que muestra la naturalización de prácticas clientelares.

En cuanto a la estructura de capitales, previamente definí el capital político como aquel cuya posesión permite la imposición de esquemas de percepción (el sentido de la 4T) y las reglas de distribución de este tipo de capital. El volumen de este capital se objetiva en las posiciones que un actor ocupa en la estructura de un partido, en gobiernos de Morena o en el acceso a candidaturas a cargos de elección popular.

El capital político de un actor en el lopezobradorismo puede derivar de la trayectoria y acumulación de capital simbólico. Este capital brinda autoridad, reputación y reconocimiento a quien lo posee. Al interior de este campo podemos identificar tres fuentes de capital simbólico: la trayectoria política del actor (se observa en los principales liderazgos de Morena), el capital cultural (observado en los intelectuales que se han integrado al partido) y la antigüedad de un actor al interior de movimiento (por ejemplo, aquellos que han participado desde el proceso de desafuero).

El capital político en el lopezobradorismo también puede derivarse del capital social de un actor, el cual se manifiesta en dos especies. La primera es la cercanía (por relaciones familiares, de amistad o colaboración) con actores con mayor volumen de capital político. La segunda especie es la posesión de una estructura de movilización del voto, conformada por militantes integrados en comités de base o por redes clientelares conformadas fuera de la estructura de Morena y que pueden o no ser militantes del partido. Las dos especies de capital social pueden ser activadas para acceder a cargos o posiciones dentro del partido.

El trabajo empírico permite observar que no sólo los capitales son elementos estructurantes de las disposiciones políticas. La trayectoria política, la generación y la posición social (constituida a partir de capital económico y capital cultural) también inciden en las distintas interpretaciones y orientaciones de los agentes hacia el discurso y proyecto lopezobradorista. A su vez, el trabajo empírico nos permite observar en las disposiciones de los actores la tensión entre los esquemas que conciben a la política como una actividad transformadora que requiere la participación de la gente y los esquemas que piensan la política como una actividad que requiere que los agentes tomen parte en prácticas clientelares y autoritarias para lograr sus objetivos políticos, incluso cuando estos sean la propia transformación de estas prácticas.

Discusión

Las tendencias oligárquicas y la permanencia de prácticas autoritarias en los procesos de toma de decisión y elección de candidatos al interior de Morena y el lopezobradorismo han sido señaladas de manera reiterada en distintos trabajos sobre este partido/movimiento (Espejel, 2015; Bolívar, 2017). El trabajo de Díaz y Espejel (2018) incluso recupera las percepciones de militantes sobre la toma de decisiones al interior del partido. Sin embargo, más allá de enunciar y describir estas prácticas y percepciones sobre las mismas, estos trabajos brindan pocos elementos explicativos acerca de su permanencia.

Al respecto, el uso de las categorías bourdianas posibilita analizar y explicar los mecanismos sociales por los cuales se reproduce el autoritarismo y clientelismo al interior de este partido/movimiento. Resulta relevante observar cómo las clasificaciones y caracterizaciones simbólicas, los mecanismos de exclusión y violencia sobre los actores subversivos y la socialización de los actores en las prácticas cotidianas de este campo, tienen efectos subjetivos que contribuyen a la normalización y reproducción del orden simbólico y social lopezobradorista, así como de las prácticas autoritarias, oligárquicas y clientelares al interior de este microcosmos político, reproducción que se logra a través de la complicidad subjetiva de los actores.

El uso de las herramientas analíticas de Bourdieu también nos permite reconstruir la estructura de posiciones del lopezobradorismo a partir de los principios estructurantes de las mismas, superando la distinción entre líderes, bases y simpatizantes. A su vez, la reconstrucción de posiciones posibilita analizar los efectos subjetivos del discurso lopezobradorista y las diferentes orientaciones, estrategias e interpretaciones de los actores a partir de su posición relativa dentro de la estructura de posiciones. Este esquema analítico también nos permite considerar que más allá de las disputas, subyace una complicidad objetiva sobre la importancia del capital político de este campo.

La reconstrucción de la jerarquía de capitales posibilita la comprensión de los elementos de diferenciación en este microcosmos político. Asimismo, podemos analizar la relación entre el volumen y estructura de capitales de un actor y su influencia en la definición de los esquemas de percepción de la política al interior y exterior del lopezobradorismo y en las reglas relativas a la distribución de capitales.

Por último, la categoría habitus nos permite comprender los elementos constitutivos de esquemas de percepción de la política -en los que se articulan habitus primarios producto de las posiciones de los actores en el espacio social (capital económico y capital cultural) y habitus secundarios producto de la socialización de los actores en diferentes microcosmos políticos-. La conclusión preliminar que podemos extraer es que estos esquemas son menos el resultado de la configuración hegemónica de un discurso que el producto de las prácticas y espacios de socialización de los actores.

Conclusiones

El empleo de las categorías campo, habitus y capitales como “caja de herramientas”, articulado con el trabajo empírico en mundos políticos específicos -como en el caso del lopezobradorismo- permite reconstruir las especificidades de estos microcosmos: qué es lo que está implicado dentro de un campo, cuáles son sus límites, los elementos que estructuran sus posiciones, qué actores generan efectos sobre este campo y sobre qué actores genera efectos el campo, los capitales que operan en él y su jerarquía, los mecanismos de socialización y de coerción que producen habitus y cómo se asocian las orientaciones y percepciones de los actores con sus posiciones.

Estas herramientas nos permiten también analizar la manera en que terrenos políticos específicos producen, por inculcación, esquemas de percepción y acción que los actores ponen en juego en sus prácticas de estos campos (habitus político). Asimismo, a través del trabajo analítico debemos reconstruir cómo estos esquemas se entrelazan con aquellos incorporados por los agentes a partir de sus condiciones de existencia y posiciones en el campo social.

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Recibido: 13 de Septiembre de 2019; Aprobado: 14 de Febrero de 2020

Daniel Arturo Sánchez Díaz es candidato a doctor en Ciencias Políticas y Sociales con orientación en Sociología por la UNAM; se desempeña como profesor de asignatura en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Sus líneas de investigación son: teoría política y sociológica contemporánea, procesos políticos y etnografía política. Entre sus publicaciones más recientes se encuentran: “La fotografía como recurso de dislocación y re-significación política” (2016) en Fernando Ayala Blanco y Rosa María Lince Campillo, La relación arte y poder a la luz de la hermenéutica. Ciudad de México: UNAM.

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