SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.33 número132El crecimiento del campo de la investigación educativa en México. Un análisis a través de sus agentes índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • No hay artículos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Perfiles educativos

versión impresa ISSN 0185-2698

Perfiles educativos vol.33 no.132 Ciudad de México ene. 2011

 

Editorial

 

La investigación educativa y las decisiones interactivas en las aulas

 

La investigación educativa que se ha producido em México en las últimas décadas ha sido objeto de múltiples acciones dirigidas a fortalecer esta actividad profesional como un campo propio, asociado al análisis de los diversos temas vinculados con el conocimiento de la educación formal en todos sus niveles. Algunas de estas iniciativas han surgido de los mismos directivos del sistema educativo, al promover estudios sistemáticos con la finalidad principal de orientar el diseño de políticas, o dar cuenta del impacto de las mismas en el sector; por su parte, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, organismo encargado de impulsar el desarrollo de la ciencia en el país, ha contribuido a su consolidación, al establecer bolsas económicas dedicadas especialmente a promover el estudio de temas vinculados con el sistema escolar. Durante décadas se ha visto prosperar grupos de académicos dedicados principalmente al cultivo de disciplinas identificadas con los problemas del área educativa que, inclusive, han conferido un perfil profesional a dependencias al interior del las instituciones educativas que les han proporcionado soporte. Así mismo, las iniciativas y la presencia de organizaciones civiles y de académicos durante décadas han hecho visible a la investigación educativa como un recurso que aportará, a corto y mediano plazo, un conocimiento sistemático de los asuntos de la educación útil para la toma de decisiones futuras del sistema educativo.

El conjunto de estas iniciativas, y otras que se escapan al recuento, han contribuido para que cada día la investigación educativa consolide un reconocimiento social creciente. Dicho reconocimiento se manifiesta en la multiplicación de posgrados que ponen el énfasis en la formación de sus egresados, expresamente en la preparación para desarrollar trabajos de investigación educativa; en la consolidación y aumento de revistas especializadas en la difusión de resultados de la investigación sobre educación, y en la ampliación creciente de una gama de lectores de muy variadas procedencias así como en la diversificación de casas editoriales que publican y difunden este tipo de contenidos.

Pero la investigación educativa puede impulsar aún más su crecimiento si las acciones previstas en los programas de formación profesional de los estudiantes de posgrado se vinculan con los problemas o temas prioritarios del sector educativo, como lectores de la información especializada producida, y como futuros autores que podrán dar continuidad a este quehacer profesional.

En esta oportunidad quisiera llamar la atención sobre un tema clave en la vida de las instituciones escolares que sin embargo ha sido insuficientemente atendido por la investigación: la interactividad del profesor con sus estudiantes durante el proceso de la enseñanza y el aprendizaje. Si por lo regular la investigación educativa precede a la comprobación de las teorías disponibles acerca de un fenómeno, coexisten posturas que inicialmente se aproximan al objeto con la intención de comprenderlo e intentar determinar los elementos explicativos de lo que ahí ocurre. En el contexto actual de la docencia en la escuela se observa un desplazamiento de la importancia otorgada a las teorías disponibles: la atención puesta durante décadas sobre el proceso se enseñanza se está transfiriendo al aprendizaje, o dicho de otra manera, el profesor ha dejado de ser considerado como el eje central del proceso para dejar su lugar al estudiante. Este desplazamiento, sin embargo, se está dando cuando aún es insuficiente lo que se conoce sobre las prácticas concretas en el momento de la interacción en los salones de clase de los distintos niveles escolares.

Algunas informaciones disponibles sobre el tema (Wittrock, 1990), apuntan a reconocer la importancia de los distintos ángulos de las decisiones que los docentes toman en el aula. Unos se han enfocado, por ejemplo, a establecer en qué medida los maestros toman decisiones interactivas que los llevan a modificar sus planes originales o su comportamiento en el aula; otros intentan elaborar diagramas partiendo de dichas decisiones y describen los factores que influyen en ellas, además de establecer los elementos y las señales que toman en cuenta para la adopción de tales decisiones. En otros estudios se conceptualizan los pensamientos interactivos del docente como actos deliberados, en los que el docente justifica un determinado curso de acción y explicita las razones consideradas para hacerlo; por otra parte, también se sabe que los pensamientos interactivos del docente pueden servir para la producción de material de aprendizaje del alumno o para advertir que la lección no está desarrollándose como estaba previsto y tomar medidas para resolver dicha situación.

Las primeras investigaciones realizadas en torno a las decisiones interactivas de los docentes estaban claramente ligadas a las decisiones que el docente toma desde el papel que juega en el proceso de enseñanza, como la regulación de la conducta de los alumnos; posteriormente se identificó que las decisiones interactivas estaban delimitadas por las relaciones establecidas en clase, por las necesidades de los estudiantes derivadas de la comprensión de contenidos y por la resolución de los problemas surgidos en el aula. El panorama se ha enriquecido con el aporte de que las decisiones interactivas también están relacionadas con el ambiente, el estado cognitivo o afectivo del docente, el progreso de la lección y la valoración de las estrategias empleadas. Este conjunto de trabajos expresa el interés de los investigadores por conocer las prácticas cotidianas de las escuelas; esto los condujo, al contrario de los estudios realizados en el laboratorio, a desarrollar instrumentos de observación sistemática que permitieran identificar patrones de conducta del docente y formular leyes concernientes a las relaciones entre los comportamientos de los profesores en la clase con el propósito de mejorar los procesos de enseñanza vinculados con los resultados del aprendizaje.

Por otra parte, otro grupo de investigaciones (Fuéguel, 2000) visualiza las aulas como medios social y culturalmente organizados, por lo que estudia las interacciones entre profesor y alumnos tratando de identificar los significados que éstas tienen para cada uno de los participantes, así como las relaciones entre la clase y la escuela, la estructura formal de la organización, las normas explícitas formales y las que se van construyendo en la interacción cotidiana, entre otros muchos tópicos. Esto lo hacen a través de muy diversos recursos como la observación participante, las entrevistas, las notas de campo, la narración del recuerdo, el análisis del discurso, filmaciones, grabaciones y las interpretaciones de lo observado. Con algunos de estos recursos se ha podido dar cuenta, por ejemplo, de las relaciones que se establecen entre las dificultades cognitivas propias de una tarea y los retos de desarrollarla en el aula, entramado social complejo, sometido a continuas y múltiples evaluaciones. Así mismo, se ha modificado la percepción de las decisiones interactivas en las aulas, al considerar a estas últimas como sistemas sociales vivientes, medios social y culturalmente organizados influenciados por la escuela, la comunidad, la sociedad y la cultura en las que se encuentran inmersas.

Finalmente, cualquiera que sean las preferencias teórico–metodológicas por las que se opte, es un hecho que el conocimiento disponible resulta insuficiente para comprender las realidades de las aulas en los distintos contextos escolares nacionales; esto es, debemos aceptar que desconocemos las decisiones interactivas de los docentes y sus razones para justificarlas. De ahí la pertinencia de alentar la investigación de este tema.

Lo anterior representa todo un reto para los estudiosos ya que se enfrentarán a grandes dificultades, no solamente por las características de cada uno de los niveles escolares y la naturaleza de la población atendida (niños, jóvenes y adultos), sino también por los contrastes y disparidades de infraestructura física de los espacios escolares, formación profesional de los docentes, y disponibilidad de los programas oficiales y materiales de apoyo, así como por la constitución de grupos escolares con poblaciones multiétnicas, la pertenencia a distintas clases sociales y la diversidad de capitales culturales.

Lo anterior nos permite afirmar que es necesaria la producción de conocimiento local que nos proporcione elementos explicativos de la naturaleza compleja de esa actividad que denominamos "dar clase", sobre todo al reconocer las características disímbolas de los contextos en los que se enseña y la dificultad que cada materia plantea al profesor encargado de que sus estudiantes la aprendan. Por supuesto que dicho conocimiento local podrá contrastarse con el producido en otros contextos nacionales para enriquecer el acervo disponible que proporcione elementos de una mayor comprensión que ilumine la práctica educativa.

Algunos estudios (Figueroa, 1997) han mostrado también que en cada profesor la combinación del tipo de materia, la experiencia docente y la selección de procedimientos pertinentes para la enseñanza se presentan de maneras distintas y que sólo el análisis cuidadoso de las situaciones concretas puede conducir a la adquisición de una postura crítica que impulse los cambios necesarios para el perfeccionamiento continuo de tan importante actividad.

El estado actual de conocimiento sobre el pensamiento interactivo del profesor plantea ya algunas interrogantes que pueden nutrir los programas iniciales y permanentes del profesorado de todos los niveles escolares; quizá con la evidencia acumulada se pueda pensar en apuntar hacia estrategias dirigidas a la enseñanza especializada de cada disciplina más que a una didáctica general válida para todas las materias. De igual manera, se puede reflexionar sobre las condiciones institucionales que pudieran facilitar u obstaculizar las relaciones de profesores y estudiantes, centradas en la promoción de aprendizajes significativos y pertinentes para la formación profesional y el desarrollo personal de los ciudadanos del futuro.

 

Mario Rueda Beltrán

 

REFERENCIAS

Figueroa, A.E. (1997), El pensamiento interactivo del profesor, México, Universidad Autónoma de Aguascalientes.         [ Links ]

Fuéguel, C. (2000), Interacción en el aula. Estudio de caso, Barcelona, Editorial Praxis, colección Educación al día.         [ Links ]

Wittrock, M.C. (1990), La investigación de la enseñanza III. Profesores y alumnos, capítulo VI: "Procesos de pensamiento de los docentes", Buenos Aires, Paidós.         [ Links ]

Creative Commons License Todo el contenido de esta revista, excepto dónde está identificado, está bajo una Licencia Creative Commons