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Relaciones. Estudios de historia y sociedad

versión On-line ISSN 2448-7554versión impresa ISSN 0185-3929

Relac. Estud. hist. soc. vol.33 no.131 Zamora ene. 2012

 

Reseñas

 

Linda A. Newson, Conquest and Pestilence in the Early Spanish Philippines

 

Clara Gazul

 

Manila, Ateneo de Manila University Press, 2011, 420 p.

 

¿Qué ocurre cuando un Mundo Viejo conquista a otro "Nuevo"? La población se derrite como nieve al sol, lo sabemos. ¿Pero qué sucede cuando un Nuevo Mundo se apodera del extremo oriental del Viejo? Ésta fue la relación que entablaron Nueva España y Filipinas.

Nadie mejor para contestar a esta pregunta que Linda A. Newson, profesora de geografía en el King's College de Londres. Tiene una amplia trayectoria alrededor del tema, ya que es autora, entre otras obras, de Life and Death in Early Colonial Ecuador1

Los lineamientos se pueden precisar. Se dice que la caída demográfica en Filipinas fue limitada. ¿Es porque la cifra de población anterior, mal conocida, es subestimada (entre 1 millón y 1.25 millones)? ¿Es porque la población tenía una inmunidad afirmada, como parte de las islas de Eurasia? ¿Es porque los españoles ya instruidos por las experiencias americanas fueron más precavidos y benignos aquí? Lo cierto es que la "presión colonial" en Filipinas fue menor que en otras partes de la monarquía hispana, por lo menos cuantitativamente: en 1588 habían 700 españoles en el archipiélago, de los cuales 150 pertenecían al clero. Éstas son las principales hipótesis e interrogantes a las cuales la autora intenta dar respuesta a lo largo de una obra profusamente documentada como demuestran las notas y los apéndices estadísticos que cubren cerca de la tercera parte del libro. A ello hay que añadir una bibliografía muy útil y rica pues no todos estamos familiarizados con el estado de la cuestión en esos rumbos. Precisamente se debe tomar en cuenta que Filipinas tuvo un contexto peculiar. Entre 1500 y 1630, el suroeste asiático sufrió un declive demográfico profundo vinculado con las transformaciones que causaron los intrusos occidentales: guerras y explotación de la mano de obra. A ello hay que añadir cambios climáticos cuyas consecuencias no son siempre fáciles de medir.

No cabe duda que Filipinas, como parte de Asia, con un clima caluroso y húmedo, conoció toda una sarta de enfermedades antes de la llegada de los españoles, desde la malaria a la viruela. Pero la geografía particular del archipiélago, aunada a su poca y dispersa población, impidieron que los males se instalaran de forma endémica, y funcionaron como un amortiguador después de 1565. Esto no quiere decir que Filipinas salió indemne del "contacto" con los llegados de Nueva España. 1574, 1591 y 1595 fueron años de "peste" (viruelas), lo que parece indicar que las circunstancias prehispánicas no permitieron una inmunidad eficiente.

La pax hispanica, sobre todo en los principios, fue engañosa. La conquista fue tan sangrienta como en otras partes, y después las luchas entre moros y cristianos, españoles y holandeses que siguieron a lo largo de siglos afectaron amplias regiones, más allá de la zona central, multiplicando migraciones y muertes.

La primera región en soportar la llegada de los recién venidos de Nueva España fue las islas de las Bisayas, un verdadero laberinto central entre Luzón y Mindanao. En 1565 contaban con una población de cerca de 400,000 habitantes. En 1600 quedaban unos 220,000, es decir una baja de 42% en menos de medio siglo: algo muy parecido a lo que sucedía entonces en el Nuevo Mundo. Como allí, de un región a otra, las diferencias son notables: Cebú pierde únicamente 21%, Bohol 62%. A lo largo del XVII las Bisayas siguieron siendo tierra de guerra, con las destrucciones y catástrofes humanas relacionadas. Pero, como sucedió en América, la población logró estabilizarse y volvió a una dinámica de crecimiento: 208,000 habitantes en 1700, 470,000 en 1800.

De las Bisayas, Legaspi pasó al sur de Luzón donde se fundó Manila en 1571. En la jurisdicción de Tondo había entonces unas 43,000 personas. La llegada de españoles, de japoneses y de chinos cambió profundamente la realidad, favoreció un desarrollo demográfico, a diferencia de lo que pasó en las Bisayas, con fluctuaciones conforme las poblaciones japonesas y sobre todo chinas llegan o se van, o las matan.

Otras partes de Luzón más desprotegidas tienen tendencias distintas. La península de Bikol, al sur de la isla y con un flujo migratorio marcado hacia Manila, se enfrentó con un fuerte descenso a lo largo del siglo XVII, aunque logró recuperarse en el XVIII. Llegó a 1800 con una población comparable o superior a la de 1570 aunque perdurasen las expediciones de moros a lo largo del XVIII. Las mismas conclusiones son válidas para la región de Pampanga y Bulacán, al oeste de Manila.

Si el azote no eran los moros, entonces eran los holandeses. En el XVII su protagonismo mantuvo un clima de inseguridad en el norte de Luzón (llocos), por lo tanto de inestabilidad y un decaimiento de la población. Entre 1570 y 1610 desapareció 55% de la gente. Las cifras pierden consistencia ulteriormente aunque los azotes se multiplican con terremotos y vulcanismo. Finalmente, aquí como en otras partes ya señaladas, por 1800 se recuperaron los niveles de 1565-1570. Pero quedan en Luzón regiones que fueron focos de pobreza, de marginación, de emigración (el interior de la isla, Cagayán en el noreste) y que no lograron resultados tan positivos, y siguen todavía en 1800 con 4050% de déficit en relación con la llegada de la hueste novohispana de Legaspi.

Es hora de atar cabos: entre 1565 y 1600, Luzón pierde 35% de sus habitantes, las Bisayas 42%. En 1800, el conjunto ha logrado volver al mismo nivel: 1.4 millones en 1565, 1.5 cerca de 240 años más tarde. Es mucho más satisfactorio que el recorrido de la población americana en el mismo tiempo, aunque la curva de evolución tenga algún parecido: marcado descenso hasta la mitad del siglo XVII, recuperación después. Pero nunca se alcanzaron cifras de despoblamiento de 90% como en la Nueva España. Probablemente la situación peruana es más cercana a la filipina.

Algunos elementos, propios a Asia del sureste en conjunto —y a Filipinas por lo tanto— hacen que la comparación con los espacios americanos se deba matizar. El declive demográfico tiene como origen tanto causas políticas (guerras, desplazamientos de población) como epidemias: las expediciones de los moros, la presencia holandesa son obstáculos mayores a lo largo del periodo. Ciertas prácticas (infanticidio) hacen que la recuperación demográfica sea difícil en algunas partes (las Bisayas) hasta que la cristianización se imponga. Quedaría por medir el impacto de los cambios meteorológicos, de algunas catástrofes naturales, por ejemplo, vulcanismo y hambrunas.

El libro de Newson es una aportación de gran interés, más allá de las modas de la "globalización", sobre un espacio bisagra entre varios mundos. Filipinas perteneció plenamente a todos ellos. Llegó al "encuentro" con sus circunstancias; la conquista y la evangelización modificaron algunas de ellas. El organismo reaccionó a su manera, acentuando las migraciones, la agresividad, pero también la mortalidad y la fecundidad. Por fin se nos ha restituido, a los estudiosos de los espacios infinitos de la monarquía católica, una pieza importante del rompecabezas.

 

NOTA

1 Universidad de Oklahoma Press, 1995.

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