Introducción
En el marco de la X Reunión Nacional de Investigación Demográfica1 se llevó a cabo una sesión especial con el interés de conocer las problemáticas que han debido sortear algunas economías latinoamericanas en etapas de crisis.
A dicho panel acudieron tres expertos en el tema: Claudio Salvadori Dedecca, de la Universidade Estadual de Campinas-Unicamp, Brasil; Brígida García Guzmán, de El Colegio de México, y Alfredo Hualde Alfaro, investigador de El Colegio de la Frontera Norte, México. Al invitarlos se les solicitó que presentaran una ponencia en donde expusieran su visión en torno a los dilemas más importantes que aquejan a la población en términos de su situación laboral y económica en general.
En este documento se resumirá muy brevemente lo expuesto por los tres investigadores respecto a la situación actual de México y Brasil, y en segundo lugar se formulará una reflexión en torno a los temas nodales que con propuestas diferentes y metodologías e indicadores distintos abordaron los tres ponentes.
Un problema, dos países
Dedecca se refirió de manera positiva al incremento del empleo y del ingreso que logró su país en la última década.
Desde 1998 se presentó en Brasil un crecimiento del producto interno, lo que se tradujo en un aumento del empleo. En diez años, para 2009, el empleo formal se había incrementado 60%, revirtiendo el deterioro que experimentaron los mercados décadas atrás.
En 2004 Brasil se ubicó en un escenario económico inédito, con creación de empleos y aumentos generalizados en los niveles de ingreso, más acentuados para los estratos inferiores. Aun ante esta perspectiva positiva pervivía la precariedad ocupacional, expresada fundamentalmente en una elevada informalidad de las relaciones de trabajo2 y en bajos ingresos,3 incluso dentro de los segmentos formales del mercado laboral.
Para reducir tal precariedad se adoptaron políticas que coadyuvaron a reducir las tensiones internas, se expandieron las exportaciones brasileñas y se consolidó el mercado interno, que pasó a ser uno de los motores fundamentales de la economía brasileña. Con esta dinámica hacia adentro se combatió la inflación y se dinamizó el empleo, y con ello se redujeron el desempleo y la informalidad. Brasil en 2009, gracias a las medidas adoptadas, presentó un crecimiento económico con reducción de la pobreza y la desigualdad.
Claudio Dedecca subrayó la necesidad de seguir trabajando en pos de consolidar la estabilidad política y económica, pues sólo así será posible dar continuidad al actual proceso de desarrollo y crecimiento que vive Brasil y lograr una reducción significativa de la desigualdad socioeconómica que sufrió por décadas su país.
La situación de México es distinta. La abordaron Brígida García y Alfredo Hualde con dos perspectivas diferentes.
Brígida García se refirió a la primera década del siglo XXI utilizando información proveniente de la Encuesta Nacional de Empleo (ene) de 2000 a 2004 y de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) para 2005 a 2009; expuso la evolución de la población activa en ese periodo enfocándose en dos componentes: la ocupación y la desocupación. Partiendo de que las oportunidades para quienes buscan trabajo o están trabajando son bastante limitadas, reseñó que en esa década se incrementó la población trabajadora ocupada en el sector informal y en los micronegocios, y es evidente la falta de protección social de la gran mayoría de los ocupados; resaltó la precariedad de los asalariados y observó que el deterioro no ha sido igual para todos los grupos poblacionales, algunos de los cuales han sufrido más la crisis económica, y además ciertas zonas geográficas han resultado particularmente afectadas.
Al final de su exposición Brígida García se concentró en un fenómeno poco estudiado: el desempleo abierto. La tasa de desempleo abierto para México en 2009 fue de 5.2%;4 si la comparamos con la de otros países, no percibimos una problemática profunda (en 2006 España tuvo una tasa de 20.6%, Irlanda de 13.9% y Francia de 9.8%);5 sin embargo, según la encuesta, un desempleado en México es una persona que buscó trabajo en algún momento del último mes y no pudo ocuparse al menos una hora o un día, e incluso pudo no haber recibido remuneración alguna (INEGI, 2005), de ahí que se considere ocupado a aquel que trabajó al menos dos horas en el mes de referencia. Ante esta definición y en un país donde no hay un seguro de desempleo generalizado, se justifica que la tasa presente un nivel tan bajo.
García resaltó la presencia creciente de los desempleados desalentados, personas que si bien están disponibles para trabajar, han dejado ya de buscar un empleo, asumiendo que no lo encontrarán. Con ello muestra un problema que remite no sólo a un indicador más, a una medición, sino que tiene que ver con un país que aúna a la falta de oportunidades laborales un profundo desgano. No sólo hay que ver las condiciones de los que trabajan, también las de quienes no encuentran trabajo, ya que su incremento muestra en buena medida la situación económica y social real de este país.
Alfredo Hualde ofreció una propuesta distinta; analizó el fenómeno de la precariedad laboral en México en un nivel micro y bajo formas de trabajo específicas: el teletrabajo, la maquila del vestido y los músicos profesionales. Con esta idea da a conocer universos poco estudiados y aborda los distintos entornos en donde se manifiesta este fenómeno. Hualde incluyó en su análisis aspectos subjetivos relacionados con la inseguridad y con las percepciones sobre ésta en la vida laboral, personal y familiar. Así, no sólo habla de la precariedad en el trabajo, sino de una dimensión mayor que trastoca y debilita las redes familiares y sociales.
Para cada universo estudiado hay elementos que determinan la precariedad; en las trabajadoras de la industria del vestido influyen la amplia flexibilidad laboral, el predominio del trabajo a domicilio, el pago a destajo, las jornadas intensivas, la maquila clandestina y el peor ingreso percibido. La precariedad está más presente en esta ocupación que en las otras dos.
Los trabajadores decall centerejecutan una labor rutinaria y supervisada cuyas condiciones cambian en función del tamaño de la empresa; sin embargo la gran mayoría de los trabajadores cuenta con contrato laboral, pero sus horarios de trabajo fluctúan, lo cual perciben los empleados como precario y vulnerable.
El tercer grupo está conformado por músicos profesionales y presenta otros rasgos de precariedad: aunque obtienen los salarios más elevados de los tres grupos en estudio, suelen desempeñar una multiactividad y un multiempleo; aunque se trate de actividades relacionadas con la música, esta multiactividad constituye un elemento que complica su vida laboral y familiar.
En resumen, las tres ponencias giraron en torno a cómo se vive y cómo se ha resuelto la vida tras fuertes crisis y reestructuraciones económicas. Se plantearon dos escenarios: el brasileño, en donde se dinamizó el mercado de trabajo y se formalizaron las relaciones laborales, lo que favoreció la disminución de la desigualdad, aunque no su desaparición; y el caso mexicano, con la presencia cada vez más recurrente de la precariedad laboral y con pocos visos de mejoría.
Puntos torales de estos dos escenarios
Desde mi punto de vista, conforme a las tres ponencias presentadas los puntos que diferencian la situación actual de ambos países son:
El papel de las políticas económicas
Deddeca expuso que en Brasil se presentaron efectos positivos con relación al empleo y al ingreso en la última década. Con la recomposición de la estructura productiva a fines de los noventa se favorecieron la producción local, el empleo y el ingreso; en 2003, a la par del crecimiento de la economía internacional, la política económica brasileña apoyó la expansión de las exportaciones nacionales, lo cual generó efectos positivos en el desempeño económico interno. El crecimiento de 2003 a 2007 se tradujo en nuevos empleos formales y en mejores condiciones económicas. El mercado interno constituyó un elemento sustantivo para contener la crisis.
Este crecimiento, que reactivó la base productiva en el mercado interno brasileño, fue marcado por al menos dos iniciativas gubernamentales: a) la ampliación de la fiscalización que realizan el gobierno y las instituciones de justicia, y b) una política de medio plazo de valorización del salario mínimo.
En el caso de México, el siglo XXI comenzó con tasas de crecimiento económico muy reducidas e incluso nulas: en 2009 la tasa de crecimiento reportada fue negativa, de -6.5%. La estrategia que ha seguido el gobierno mexicano se ha orientado hacia el exterior, de ahí que suela señalarse como única culpable a la crisis financiera que sufrió en particular Estados Unidos en 2008, sin considerar que contribuyeron notablemente ciertos factores internos como la falta de dinamismo de la inversión pública y el recorte del financiamiento bancario, que explican también la falta de crecimiento económico de México en los últimos años.
Brasil ha logrado efectos positivos gracias a las políticas que ha puesto en marcha en materia económica, aunque le falte un tramo por recorrer; por su parte, en México las acciones gubernamentales han generado reacciones que difícilmente puede solventar la mayor parte de la población trabajadora y por lo tanto sus familias.
La transformación y los componentes de la PEA
La población económicamente activa está conformada por dos porciones: la que está trabajando y la que está tratando de integrarse al mercado de trabajo. Voy a empezar por la segunda: los que están en la búsqueda de un empleo.
Los desempleados son aquellas personas que no están trabajando pero están en la búsqueda de un empleo (llamados desocupados abiertos); en 2009 alcanzaron una tasa de poco menos de 6%, que es alta incluso para la tendencia mexicana (véase el cuadro 1).
En México el trabajo es la única vía legal de manutención, y la mayor parte de las personas, ante la falta de oportunidades laborales se autoemplean o se subemplean en cualquier tipo de actividad, y como en las encuestas el desempleado es aquel individuo que no hizo prácticamente nada, su número es relativamente bajo, aunque se ha venido incrementando y ha crecido más en ciertos grupos de población, como los varones y los jóvenes (estos últimos ya tradicionalmente habían formado parte de ese conjunto). Es decir, los desempleados son un evidente problema que va en crecimiento. Están también aquellos a quienes dado su volumen relativamente reducido se les considera menos importantes; son los desempleados que han buscado durante mucho tiempo un trabajo y que al no encontrarlo deciden abandonar la búsqueda: los desocupados desalentados. Entran en esta clasificación muchos jóvenes, hombres y mujeres que si tuvieran un empleo aportarían el fruto de su esfuerzo a la sociedad.
En México se percibe que los funcionarios públicos, con falta de visión, intentan mostrar como positivo el relativamente bajo porcentaje de las y los desempleados en el total nacional, y al considerarlos pocos, no atienden a su aumento ni a la frustración que acarrea el pasar la vida buscando un trabajo, lo cual provoca el advenimiento de nuevas generaciones de desalentados, de enojados, de frustrados.
En Brasil también hay desempleo; rebasó 8% en 2009 y se incrementó casi un punto porcentual durante la década pasada, pero la población ocupada creció en diez años casi 20%, mientras que los desocupados aumentaron sólo 6.5% (Dedecca, 2010).
Con relación a la población ocupada, las tasas de participación en México en la primera década de este siglo difieren según el sexo: la femenina se ha incrementado y la masculina ha disminuido. En Brasil la tasa de participación general muestra un incremento de casi dos puntos porcentuales.
En los datos para México se muestran dos tendencias en relación con el comportamiento de la PEA: una es el proceso de terciarización6 y el otro la precariedad de sus condiciones, aun para aquellos trabajadores que contaban con un empleo relativamente estable y recibían un salario.
La población ocupada con condición de asalariada (“subordinada remunerada”, como ahora la cataloga la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo) se transformó. Tras habérsele considerado en cierta forma privilegiada (en contraste con los cuenta propia con bajos niveles de ingresos y ausencia de prestaciones laborales), ahora sus condiciones de trabajo están bastante deterioradas.
En Brasil se desarrolló también en la década de los ochenta un proceso de terciarización de la mano de obra, pero se han realizado esfuerzos coordinados para fiscalizar y castigar a los responsables del incremento de la precarización en la vida y la salud de los trabajadores (para el caso de Bahía, véase Druck y Franco, 2008).
Distintas maneras de medir el deterioro de las condiciones laborales
En México el estudio del deterioro de las condiciones de trabajo no es reciente; se han desarrollado una serie de esfuerzos para entender el significado y el alcance del extendido proceso de precarización laboral. Algunos de los puntos centrales han sido:a)el persistente interés por comprender los tradicionales y nuevos significados del desempleo;b)la presencia de distintos sectores que confluyen en el mercado de trabajo (formales, informales);c)la creciente inestabilidad laboral;d)la falta de esquemas de protección social;e)la persistente y creciente ausencia de derechos de los trabajadores.
Claudio Deddeca mostró en su exposición que a pesar del crecimiento económico que se ha logrado en Brasil queda todavía pendiente un desafío: disminuir el desempleo, pero también superar la precariedad ocupacional; observa esta precariedad en la reproducción de una elevada informalidad en las relaciones de trabajo (ocupados sin protección social, sin ingreso) y en la baja remuneración que reciben algunos, incluso entre los ocupados dentro del segmento más formal del mercado.
Brígida García se refirió en su texto a la pauperización que ha ocurrido en México; para medir el deterioro se concentró en los trabajadores asalariados, y mostró indicadores de las prestaciones de salud, de los contratos permanentes y temporales y de los bajos niveles salariales.
Alfredo Hualde ubicó esta precariedad en cuatro dimensiones:1) la temporal, en relación con el tipo de contratación que se establece con el empleador;2) la organizativa, que tiene que ver con los horarios de trabajo y sus ritmos, y está ligada a la posibilidad de compaginar la vida familiar o la vida personal con los horarios laborales (el trabajo será más inseguro cuanto menor sea el control que tenga el trabajador);3) la económica,que se mide con el ingreso pero va más allá, pues está asociada a una inserción social insegura, y4) la social, la protección social, el acceso a los servicios de salud que tiene que ver con la posibilidad de lograr una jubilación, pensiones por accidentes, etcétera.
Hualde adhirió a su análisis una mirada subjetiva, posible por el tipo de información en que se basó su exposición: cuestionarios y entrevistas a profundidad. En su estudio incluyó elementos relacionados con la inseguridad en un nivel micro que van más allá de las condiciones de trabajo. No ve la actividad laboral como un ámbito independiente, sino integrada a las esferas que constituyen la vida de las personas, y por lo tanto funciona como organizadora de ellas. En este sentido el deterioro de la actividad laboral afecta a múltiples campos de la cotidianidad, como el tiempo y los recursos económicos de las personas que trabajan y de sus hogares.
Los grupos poblacionales más precarios y sus diferencias
Dado que los análisis expuestos provienen de una perspectiva sociodemográfica, no pueden dejar de percibirse las diferencias entre los grupos de población.
La presencia de la precariedad difiere entre países, sectores económicos, sexo, edad y escolaridad del trabajador y tipo de ocupación.
Así, Brasil ha logrado dinamizar el mercado laboral debido a la forma en que han actuado las políticas económicas; México en cambio continúa padeciendo severos problemas al no adoptar una política sin paliativos que resuelva efectivamente el problema.
Hualde refirió que en varios estudios europeos y en algunos que se han desarrollado en América Latina se sostiene que la precariedad se manifiesta preponderantemente en los llamados “nuevos pobres”, grupos conformados por mujeres, jóvenes y emigrantes. García encontró que si bien los grupos de mujeres y jóvenes han sido siempre más vulnerables, ante la nueva situación de deterioro de los mercados laborales los hombres participan cada vez más de la precariedad; parece que la desigualdad entre los sexos tiende a desaparecer, pero no porque la situación femenina mejore, sino porque la masculina empeora.
El grupo de jóvenes sigue siendo uno de los sectores más vulnerables, aunque los más educados pueden estar en mejor posición. Ya se ha visto que a pesar de que los mercados de trabajo se han reducido, la escolaridad sigue siendo un factor fundamental para adquirir una mejor posición. Sin embargo ante la poca estabilidad laboral y el escaso dinamismo en la generación de empleos aun la población más escolarizada acepta puestos de trabajo mal pagados, fuera de los estándares que busca y ajenos a su formación, o bien tiende a autogenerarse empleos (Navarrete, 2009), y eso sólo si encuentra o genera algún tipo de trabajo.
La situación también cambia en función de la región a la que se pertenece; no sólo influyen la edad y el sexo, también las opciones laborales que se ofrecen. Se depende de espacios para trabajar, de la calidad de los trabajos que se proponen, y hoy día en el caso de México, de la seguridad o inseguridad que conlleva el vivir y trabajar en algunas ciudades.7
Las grandes ciudades ya no son necesariamente un refugio. En este tenor el texto de Hualde es muy representativo: analizó tres ocupaciones de las cuales al menos dos son muy urbanas: los trabajadores decall centery los músicos profesionales, y ambas presentan grados diversos de precariedad. Los tres oficios que analizó tienen diferentes características (el tercero es la rama del vestido): los empleados cuentan con distintos niveles educativos (los músicos presentan una relativamente alta escolaridad); sus intereses son distintos (para algunos ése es el trabajo que desean realizar durante toda su vida, mientras que para los delcall centerpuede ser un apoyo temporal mientras concluyen su formación académica); hay diferencias en cuanto al género y a la edad (los delcall centerson más jóvenes; en la rama del vestido trabajan más mujeres). Al final todos se asemejan en la precariedad de sus condiciones laborales.
Se ha observado que en ambos países ha ocurrido un desgaste de los mercados laborales, de ahí que se requieran políticas efectivas que detengan el deterioro de los empleos, pero también que sean específicas, no generales, para que incidan efectivamente en cada uno de los grupos poblacionales. Se destacó asimismo la heterogeneidad, vista a partir de la confluencia de distintas modalidades de trabajo en un mismo espacio.
En resumen, queda claro que la precariedad no se desarrolla en abstracto, sino que se explica y se entiende a partir de un particular contexto nacional, regional o local; se trata de un proceso determinado históricamente, que en este caso ha sido de crisis y reestructuraciones económicas, pero que se ha atendido de manera distinta en cada país y por lo mismo con resultados diferentes, que son poco halagadores para el caso mexicano.