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Sociológica (México)

versión On-line ISSN 2007-8358versión impresa ISSN 0187-0173

Sociológica (Méx.) vol.28 no.80 Ciudad de México sep./dic. 2013

 

Artículos

 

Una lectura del amor desde la sociología: algunas dimensiones de análisis social1

 

A Sociological Reading of Love, Some Dimensions of Social Analysis

 

Adriana García Andrade2

 

2 Profesora-investigadora mexicana del Departamento de Sociología de la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Azcapotzalco. Correo electrónico: agarciaa@yahoo.com.mx

 

Fecha de recepción: 18/11/13
Fecha de aceptación: 13/12/13

 

Resumen

El estudio del amor en distintas ciencias sociales ha crecido exponencialmente en los últimos años. La amplitud de tendencias –teóricas, metodológicas y de delimitación del objeto– en estas investigaciones ha planteado la necesidad de considerar el amor en varias dimensiones analíticas. El objetivo del trabajo es seguir esta intuición inicial –abordada por estudiosas como Stevi Jackson–, pero haciendo referencia a la forma como éstas se relacionan con distinciones del bagaje sociológico. Se propone que tales dimensiones permiten mirar distintos lados de un objeto científico. Así, el amor es visto en cuatro dimensiones y se utilizan artículos de origen francés y anglosajón para ejemplificar cada una de ellas.

Palabras clave: amor, dimensiones analíticas, disciplinas, sociología.

 

Abstract

The study of love in different fields of the social sciences has grown exponentially in recent years. The broad range of tendencies (theoretical, methodological, and in the definition of the object of study) in these studies has prompted the need to study love in several analytical dimensions. The aim of this article is to follow this initial intuition, dealt with by scholars like Stevi Jackson, but making reference to how these dimensions relate to distinctions present in sociology. The author proposes that these dimensions make it possible to approach a scientific object of study from different angles. Thus, she visualizes love in four dimensions, using articles from the French and English-language literature to exemplify each.

Key words: love, analytical dimensions, disciplines, sociology.

 

El punto de partida: la posibilidad de distintas dimensiones de análisis 

El punto de partida de este artículo es la epistemología luhmanniana. Según Luhmann es posible observar cosas porque se puede distinguirlas. De ese modo cualquier indagación, científica o no, empieza por una diferencia en la cual aparecen dos lados –lo que Spencer Brown llama "la forma"–, pero sólo uno se indica. Ello significa que observar algo implica dejar algo fuera, que no se ve mientras se ve. Es decir, hay un punto ciego del cual sólo se es consciente a posteriori, cuando se observa lo que se dejó fuera. En ese sentido, el conocimiento desde un inicio es inacabado. Bajo tal perspectiva –compartida por no pocos científicos– lo que habría que hacer es entender cómo se observa cuando se observa y qué es lo que se deja fuera de la observación. Esto tiene implicaciones prácticas para el conocimiento científico. Es decir, se tienen múltiples miradas que complejizan el fenómeno, pero que nunca lo muestran acabado (en su totalidad). Entre ellas se pueden encontrar convergencias y también contradicciones, aunque observen lo mismo. Ciertamente, sostener lo anterior podría llevarnos al trillado relativismo o a pensar en contradicciones lógicas (algo es o no es: no puede ser y no ser al mismo tiempo). Sin embargo, la postura luhmanniana se distancia de las epistemologías subjetivistas para afirmar que el conocimiento de la sociedad es social. Esta tautología significa que las observaciones científicas de un objeto no son observaciones de sujetos, sino que están posibilitadas por la propia semántica 3 de la sociedad. En ese sentido el relativismo está constreñido a miradas disciplinares, teóricas, que en un momento dado coexisten en la observación científica, lo que limita la diversidad de observaciones de millones a decenas. En segundo lugar, dado que cada observación parte de su propia distinción, los resultados pueden ser contradictorios al compararlos con otra, y eso no implica una contradicción lógica. El objetivo del investigador es encontrar las diferentes miradas, contrastarlas y compararlas con el conocimiento históricamente acumulado (García Andrade, 2013a). Dado que estamos hablando de la ciencia, y de una que es eminentemente social, el punto de partida para las distinciones de observación son las disciplinas y, en este trabajo, la sociología específicamente.

 

Dimensiones

En el presente trabajo se abordarán en un primer momento las diferentes formas de observación que la sociología puede aportar para el análisis del amor.4 Las distintas formas o dimensiones de observación están asociadas con producciones de diversos teóricos de la sociología. Lo anterior no quiere decir que los sociólogos a quienes se apela sean los únicos observadores en este terreno, sino que simplemente sirven para ejemplificar formas de observación que han aparecido en la sociología. Éstas implican posibilidades de entrada al fenómeno en cuestión: el amor; es decir, lo que se propone aquí no es una teoría que incluya tales dimensiones de manera interconectada;5 se busca enunciar que los sociólogos a lo largo del tiempo han presentado en sus teorías estas dimensiones como relevantes.

Ahora bien, iniciar el análisis desde una dimensión no significa dejar fuera los otros. Para Luhmann, así como para Spencer Brown, existe una figura que permite a la larga incluir en la distinción lo que está excluido. Conforme se hace más complejo el conocimiento se puede re-introducir (re-entry) en la forma aquello primigenio que quedó fuera (Luhmann, 1996: 69). Aunque –y esto es lo importante– tal re-introducción de lo excluido es siempre desde la primera distinción. En muchas ocasiones los teóricos sociales presentan en su propuesta la posibilidad de observarlo todo (de proporcionar una teoría social), pero esa teoría, aunque observe todo, lo hace desde una posición, y eso es lo que deja fuera (el momento de entrada en el círculo hermenéutico, podríamos decir). De tal suerte, en la presentación de las dimensiones no pretendo decir que los teóricos mencionados sólo observaron esta dimensión o sólo observaron eso de lo social, sino que muestran eso de lo social o ese nivel de observación que otros no hacen.

Las dimensiones que aquí se proponen son cuatro –lo cual no significa que se hayan agotado las posibilidades de análisis– y cada una se irá explicando en relación con el objeto elegido: el amor.

 

La dimensión del condicionamiento estructural

Esta dimensión se refiere a las normas, reglamentación, organizaciones, instituciones y recursos que limitan las posibilidades o permiten las relaciones amorosas. Puede quedar mejor definida con lo que Margaret Archer (1982) denomina "estructura"; es decir, un momento analítico que enfatiza los fenómenos que impactan en las condiciones de acción (como el dinero o las leyes) y que, en el caso que nos ocupa, pone énfasis en las condiciones y posibilidades de formación de una pareja; por ejemplo: leyes que impiden que personas con orientación distinta a la heterosexual se casen. En el caso del amor esta dimensión la han registrado Beck y Gernsheim-Beck (2001: cap. 1) cuando afirman que entre los problemas de las relaciones amorosas actuales se encuentran la falta de guarderías (organización) y la "estructura" de la empresa (que exige individuos con sus necesidades primarias satisfechas: comida, lavandería, casa; con movilidad geográfica, etcétera). Para una pareja con ingresos, sin hijos, donde uno de los cónyuges puede moverse de residencia sin problema y se cuenta con ayuda doméstica, la relación amorosa tiene todas las condiciones socioestructurales a su favor (aunque ello no implique que la relación perdure). Un estudio que aborde los códigos legales vigentes y su impacto en la formación o separación de parejas heterosexuales y homosexuales sería otro ejemplo de esta dimensión de análisis.

 

La dimensión cultural

Esta dimensión aborda el discurso, representaciones y símbolos que delinean las posibilidades amorosas en una determinada sociedad. No sólo las posibilidades de relación –emparejamiento–, sino de significación y presentación de los propios sentimientos (Jackson, 2010). Puede captarse a través de lo que Luhmann (2007: 420 y siguientes) denomina "semántica". La semántica es todo lo que queda escrito en la sociedad, o más precisamente, lo que deja una huella física. Las pinturas, el cine, los cuentos, los periódicos, la televisión y la propia ciencia, 6 pueden ser analizados en términos de los sentidos que permanecen, a través de la redundancia, y los que desaparecen. Aquí el amor se concibe como un discurso que puede surgir en diferentes medios, con diversas prescripciones y dirigido a grupos específicos. El discurso refleja cómo se piensa al amor en una época y en uno o varios estratos sociales, pero no lo agota (Jackson, 2010: 6). Conviene rescatar aquí el aporte de Durkheim (1991), quien habla de los símbolos como representaciones de la sociedad que condensan tiempo. En ese sentido, las relaciones amorosas utilizan determinados símbolos que se refieren a sí mismas.

 

La dimensión de la interacción

Con esta dimensión me refiero a aquello que aparece por y en la relación entre individuos, aquello que genera un vínculo. Más específicamente, a lo que aparece como doble contingencia y que se resuelve en relaciones de reciprocidad o en conflicto.7 Este nivel hay que pensarlo desde el supuesto de Goffman (1991) o Garfinkel (2006), según los cuales la sociedad sucede porque los actores cooperan (aunque en muchas ocasiones no lo hagan) e implica un orden sui generis. En ese momento, en presente, muchas cosas se quedan en suspenso y se depende de varios factores para que el momento suceda, pero ese momento de interrelación es casi como un rito, en el sentido de producir "efervescencia", como lo plantea Durkheim (1991: 433), y reproducir la sociedad como vínculo. Aquí el amor se observa desde las relaciones entre las personas –ya sea en díadas, tríadas; hetero, homo, transexuales, etcétera– y lo que las relaciones específicas generan en términos de expectativas u obligaciones. Es decir, se pone especial atención en cómo la pareja resuelve la incompatibilidad o compatibilidad de su relación con los discursos –dimensión cultural– y los condicionamientos estructurales –dimensión estructural– en su día a día. Un ejemplo de cómo se aplica esta dimensión para el caso del amor lo presenta Randall Collins en su análisis de la relación sexual como "ritual de interacción" (Collins, 2009: 308 y siguientes). Aquí se ubica lo que dicen y hacen las parejas como parejas, una historia que surge en la propia interacción y que se presenta a los otros también en la interacción; los ritos que realizan –y que se acercan a la efervescencia de la que habla Durkheim–, tales como las citas románticas, pero muy especialmente la sexualidad y la vida cotidiana; por ejemplo, las demostraciones de afecto, la repartición de tareas, la toma de decisiones, la relación con los hijos, etcétera.8

 

La dimensión del individuo

Esta dimensión supone tres ángulos; con ello quiero decir que en la sociología el individuo se ha visto –o puede ser visto– desde tres perspectivas:

1. Desde el discurso individual, que corresponde con lo que Giddens denomina "conciencia discursiva" (1995: 43 y siguientes), y que es la capacidad de poner en palabras por qué se hace lo que se hace, de darle un sentido lógico a lo que se hizo después de que fue realizado, pero también a lo que se hará; por ello implica reflexividad. Este ángulo es importante debido a que en múltiples ocasiones –en encuestas, cuestionarios o entrevistas– los actores mienten o presentan su mejor cara (Bourdieu, Chamboredon y Passeron, 2003: 237; Schumm y Hamesath, 1999: 295; Di Próspero, 2011). No se trata de la reproducción del nivel cultural: aquí los individuos presentan su versión de cómo son las cosas (aunque no lo cumplan). Este nivel no sólo incluye la forma como los individuos nos relatan qué es el amor, cómo se debe practicar y cómo lo practican ellos, sino también las presentaciones virtuales (como el Facebook) que los individuos fabrican para involucrarse con el/la otro(a).

2. Desde la práctica, que corresponde en cierta medida al concepto de conciencia práctica de Giddens (1995: 43 y siguientes), así como al concepto de habitus de Bourdieu (1995). Es importante enfatizar que los anteriores conceptos suponen una explicación de por qué los actores realizan las prácticas. En ese sentido, no estamos retomando en su totalidad la explicación del porqué de la práctica –según lo plantean los autores– sino la práctica en sí. Este ángulo supone la realización de acciones que, aunque no se pueda explicar a cabalidad por qué se hizo lo que se hizo –como diría Giddens– no son irracionales, sino conectadas intrínsecamente con lo que se incorpora socialmente (se vuelven parte de la práctica cotidiana). Una vez integradas no requieren reflexión para realizarse, se hacen casi en automático. Ese ángulo de observación es pertinente cuando se observa que los actores dicen algo pero actúan distinto. Norbert Elias, al estudiar los libros de modales de los siglos XVI al XVIII no busca hacer un registro de lo que se consideraba aceptable, sino deducir de lo que se prohíbe aquello que se continúa practicando (Elias, 1994); es decir, busca consignar las prácticas sociales indirectamente.

Estas dos primeras perspectivas normalmente se investigan al mismo tiempo. De los discursos de los actores se busca deducir lo que hacen y comprobar si sus respuestas son congruentes, como una forma de legitimar que respondieron con verdad, que incluyeron lo que realmente piensan y que esto refleja lo que harán. Un ejemplo en el caso del amor es cierta investigación sobre lo que los jóvenes opinan acerca de las relaciones de unión libre y matrimonio. A decir de Morales (2011), en entrevistas a profundidad los jóvenes en la ciudad de México –a diferencia de generaciones anteriores– ven a la unión libre como una forma aceptable de emparejarse; sin embargo, al ser confrontados con cuál sería su elección a la hora de formar pareja, las y los entrevistados optan por decir que el matrimonio es su opción. Esto, contrastado con las prácticas de nupcialidad que recogen los censos del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), parece ser contradictorio. La unión libre "no posee una presencia significativa" y es una práctica "característica de los muy jóvenes y ha incrementado solamente en este grupo" (Morales, 2011: 212). A partir de esta aparente contradicción cabe plantear que aceptar discursivamente algo –como la unión libre e incluso el matrimonio– no implica que se convierta en práctica.

3. La última forma de observación del individuo relacionada con el amor es la propia experiencia amorosa. Se trata de investigar cómo se siente estar enamorado, qué sucede en el cuerpo y en la mente cuando hay amor. Este ángulo lo retoma claramente la fenomenología, pero también Niklas Luhmann cuando aborda el sistema psíquico y lo distingue de la sociedad. Desde la sociología, la vertiente fenomenológica se expresa en la propuesta de Alfred Schütz. Según este autor existe una diferencia entre el análisis del científico sobre los actos de los seres humanos y lo que sucede en el actor mismo: "El actor situado dentro del mundo social [...] lo experimenta principalmente como un campo de sus actos actuales y posibles, y sólo en forma secundaria como objeto de su pensamiento" (Schütz, 1974: 96). Eso significa que al actor la sociedad le sucede y su experiencia (Erlebnis) de la misma es distinta de la que pueda tener un observador, como el científico. Luhmann explica esta diferencia de experiencias de otra manera. Para él, el sistema psíquico –lo que otros autores llaman conciencia– experimenta el sentido, mientras que la sociedad lo procesa. Lo que le sucede al individuo en el contacto social sólo él lo vive, y en una forma totalmente particular. Por supuesto, la captación de la experiencia –tanto de la fenomenología como de la propuesta de Luhmann– se hace a través de la comunicación, que es social, y en este sentido las sensaciones se expresan siempre con formas sociales, como "siento mariposas en el estómago".9

 

Artículos científicos y dimensiones

En lo que sigue se exponen artículos científicos anglosajones y franceses que muestran cada una de las dimensiones. Con su presentación no pretendo ser exhaustiva o representar una muestra estadística; sino simplemente exponer, con ejemplos particulares, cómo se han desarrollado algunas investigaciones retomando cada una de las dimensiones descritas.10 Estos artículos forman parte de una base de datos que incluye textos escritos entre 1989 y 2008 con la palabra amor/love/amour en revistas contenidas en varias plataformas electrónicas: SAGE, Persée, e-Revistas, REIS y Redalyc.11 Se investigó en artículos anglosajones y franceses porque en el rastreo en las anteriores plataformas se hizo evidente que el tema tiene más tiempo en la discusión académica de tales tradiciones, lo cual se ha traducido en una mayor cantidad de artículos publicados en los años señalados. Lo que se presentará a continuación es una contrastación de artículos que muestra cómo cada dimensión puede ser abordada de manera distinta y desde diferentes disciplinas. Con ello, se busca mostrar que las dimensiones existen (se utilizan en regiones y disciplinas distintas). Por supuesto, este trabajo se deberá complejizar en el futuro e incluir artículos en otros idiomas y disciplinas.

 

La dimensión del condicionamiento estructural

Esta dimensión, como ya mencionamos, destaca los constreñimientos y posibilidades materiales o legales que impactan en las relaciones amorosas. Analicé dos artículos que indagan acerca de leyes que posibilitan concretar o no, ante el Estado, una relación amorosa. En el cuadro uno se muestran los datos respectivos.

En el artículo escrito en inglés Eva Cantarella (2005) hace un rastreo de los primeros códigos legales griegos y romanos hasta el año 500 después de Cristo. Ahí observa cómo se define la androginia y, posteriormente, la homosexualidad, así como los principales castigos a estas prácticas. A partir de las definiciones legales –que difieren de lo que actualmente entendemos como androginia y homosexualidad– en ocasiones infiere cuáles eran los comportamientos reales, de los que deriva que aparecieran las leyes.

Por otra parte, Michèle Biégelmann-Massari (1996) presenta una ley implantada en 1960 a partir de un caso concreto que permite, bajo dispensa, casarse con un cónyuge ya fallecido. Estudia las demandas de casamiento presentadas entre 1960 y 1992 para mostrar que existe un cambio en las razones que aparecen en las mismas. En las décadas de los sesenta y setenta éstas son de tipo moral y pretenden legitimar a los hijos (se aduce que sin el casamiento legal los hijos quedarán desprotegidos y la cónyuge fuera de la moralidad). En los años ochenta y noventa los motivos se refieren a cuestiones afectivas –en muchos casos no hay hijos y existió mucho tiempo de cohabitación antes de la muerte del cónyuge. Esto parece indicar un cambio de corte cultural en la noción de pareja. Sin embargo, la autora infiere que, si bien en la actualidad no se presentan las razones económicas como las primordiales, ello se debe a una necesidad de justificación legal y no a que no existan. Para comprobar lo anterior demuestra que de los años ochenta a los noventa una gran parte de los casos de solicitud de casamiento post mortem vivieron en cohabitación durante muchos años y nunca optaron por el matrimonio legal. Además, esta preferencia de vida –cohabitación, concubinato– ya no se ve como fuente de escándalo social a diferencia de las décadas de 1960 y 1970 (Biégelmann-Massari, 1996: 394). Más allá de lo anterior, el artículo señala varias causas económicas que motivarían a las demandantes a pedir el matrimonio cuando el cónyuge ya falleció: "los derechos de sucesión se elevan a 60% para la concubina y son de 20% para la esposa; la pensión de reversión, el seguro de viudez creado en 1980, [...] la renta por accidente de trabajo otorgado por la seguridad social" (Biégelmann-Massari, 1996: 391) constituyen beneficios que sólo se otorgan a la esposa y no a la concubina. En este sentido, aunque culturalmente la tendencia a justificar el matrimonio implique cuestiones afectivas, la autora muestra con esta dimensión que lo que pesa para celebrar la unión son cuestiones económicas o, como mencionamos, condicionamientos estructurales.

Comparando ambos artículos se observa que el primero atiende más el aspecto del constreñimiento, aunque al exponer que las definiciones actuales de homosexualidad son distintas a las de hace siglos muestra que lo que ahora se constriñe antes era permitido. En el segundo texto el análisis sirve para observar cómo los actores utilizan el marco legal con el fin de certificar una relación amorosa, que requiere tal certificación para tener beneficios económicos. En los dos casos se utilizan documentos legales con la intención de comprobar los condicionamientos estructurales; ello se hace desde disciplinas diferentes: la filosofía y la demografía respectivamente.

 

La dimensión cultural

Los casos que se analizan en esta dimensión retratan las representaciones sociales del amor. Esto es, la forma como en un momento histórico determinado y en un sector etario específico se difunden modelos de amor que incluyen la diferenciación por género –cómo debe amar una mujer, cómo debe amar un hombre–, así como los signos que evidencian la existencia de un amor verdadero (si no se padece –diría Stendhal– no es amor). En los dos artículos se emplean documentos difundidos ampliamente y dirigidos al entretenimiento. En uno de los casos se trata del análisis de una novela y en el segundo de revistas de moda para adolescentes. Los textos analizados son los que aparecen en el cuadro dos.

En "Is the Boyfriend Material?..." Kirsten Firminger (2006) presenta a las parejas masculinas ideales de las adolescentes tal como las describen las revistas especializadas en los nichos más importantes en Estados Unidos. La autora muestra también cómo se está describiendo a la mujer ideal que puede obtener la pareja masculina. Encuentra que entre las descripciones de hombres y mujeres adolescentes aparece el mensaje, para las chicas, de que su éxito o fracaso al conseguir la pareja ideal depende de ellas en su totalidad, de lo que hagan o dejen de hacer. Esta transformación interna o externa se vende: las revistas presentan todos los artículos indispensables para lograr la imagen ideal (Firminger, 2006: 306-307).

Por otro lado, Sarga Moussa (especialista en orientalismo literario), quiere mostrar cómo Stendhal incorpora de manera romántica, en su noción de amor, muchos elementos del amor cortés o trovadoresco. Por ejemplo, se pueden observar en los héroes de La Cartuja de Parma modelos de comportamiento (Moussa, 1996: 53) que los contienen, como: 1) el amante es devoto de su dama (es su prisionero); y 2) la separación de los amantes y su imposibilidad de re-unión aparecen como medios necesarios para hacer crecer el amor, pues al frenar el deseo consolidan la idealización del ser amado (Moussa, 1996: 58). La diferencia más significativa, también signo de la diferencia de épocas, es que Stendhal propone un modelo más "igualitario de la pasión amorosa" (Moussa, 1996: 62). Ello es así porque ambos amantes están bajo sumisión recíproca y esto rompe la jerarquía entre ellos, cuestión que no sucede en el amor cortés (donde la señora siempre está en posición superior al amante trovador). Moussa sugiere que el novelista francés retoma el amor trovadoresco y su imposibilidad de realización sexual como una forma de censura a sí mismo, como un ejemplo de su dificultad para hablar del amor carnal (Moussa, 1996: 64). Finalmente, a través de su análisis, la autora presenta –según ella misma afirma– los modelos de comportamiento amoroso de la época y, a su vez, las concepciones de Stendhal y la manera como recupera antiguos tipos de comportamiento amoroso. Aunque no se explicite en el texto, se podría pensar que uno de los éxitos de Stendhal como escritor es, precisamente, haber retratado modelos de comportamiento amoroso compartidos en el siglo XIX.

En la comparación entre ambos artículos es interesante que, aunque provienen de diferentes disciplinas –el primero de la sociología, el segundo de la literatura– ambos presentan representaciones culturales. Ciertamente, éstas son diferentes por las épocas y segmentos etarios analizados, pero muestran que es posible observar distintas definiciones de amor presentadas por documentos que se difunden ampliamente en la sociedad (como las revistas y las novelas).

 

Dimensión de la interacción

Los casos que se analizan en este nivel retratan las relaciones de los actores en el cara a cara respecto de las relaciones amorosas. Exponen cómo en un grupo social se desarrollan determinadas prácticas de amor: cómo se utilizan las técnicas de seducción y cuáles son éstas; qué importancia tienen los otros frente a los que se despliegan estas relaciones; qué papeles juegan los hombres y las mujeres (en los dos casos analizados se trata de relaciones heterosexuales); y qué ritos cumplen para sellar el vínculo amoroso. Los artículos analizados se presentan en el cuadro tres.

En el primer artículo abordado Tiantian Zheng (2008) busca mostrar que hay un modelo "paradójico de romance" en las hostess de una parte de China. No las llama prostitutas porque sólo en ocasiones realizan servicios sexuales, pero se encargan de dar atención personalizada a los clientes masculinos, la cual va desde bailar con ellos e intercambiar caricias hasta simplemente charlar. Este modelo de romance en ocasiones está basado en el utilitarismo y otras en el amor. En el primer caso se prodigan guiños, caricias, cierta forma de platicar, atención y dedicación a un solo cliente a lo largo de un periodo de tiempo para obtener seguridad económica sin involucrar sentimientos. En el segundo caso se piensa en la pareja ideal, la que se compartirá por siempre y hará que ella deje el trabajo de hostess; le será fiel y no le reprochará haber tenido esa profesión. Para conseguir esa pareja o saber si se encuentra cerca entre los candidatos potenciales de los bares se recurre a medios adivinatorios y/o mágicos. La autora contrasta un modelo de romance que implica acciones racionales instrumentales y otro que conlleva creencias y actos no racionales.

Para realizar su investigación efectuó trabajo de campo durante veinte meses en tres bares Karaoke (Zheng, 2008: 443); no sólo observó a las hostess, también las entrevistó. Es importante resaltarlo ya que la interacción se encuentra en su estudio sólo en la parte del trabajo de campo, en su examen de las relaciones entre los clientes y las trabajadoras. Desde esa dimensión específica lo que resalta es que las mujeres interactúan de forma instrumental con sus clientes y ellos lo hacen de igual forma. Es decir, lo regular es que ellas hayan profesionalizado sus técnicas de seducción para obtener la máxima ganancia económica; y, por el otro lado, que los hombres también tengan un manejo de las emociones tal que les permita separar la utilización sexual de las mujeres de cualquier vínculo emocional. Como lo plantea la autora, estos bares son lugares de cierre de negocios. Para los compañeros de negocios, una muestra de la confiabilidad del otro es su nivel de control emocional en su relación con estas mujeres (Zheng, 2008: 454). La investigadora registra casos en los que de la interacción surge un involucramiento emocional por parte de ellas, pero afirma que normalmente se da entre las "recién llegadas".12 De tal suerte, en el proceso de interacción las hostess van adquiriendo una serie de prácticas de la profesión –una profesión basada en el arte de la seducción y el romance– de la que desligan todo componente emocional y que les sirve para adquirir bienestar económico. En las relaciones "amorosas" que establecen también se comprometen a cumplir ciertos ritos. Por ejemplo, el cliente puede demandar exclusividad sexual y relacional; a cambio se compromete a mantener económicamente a la hostess. En caso de que cualquiera rompa con su parte del acuerdo, éste concluye.

Importa resaltar que la autora muestra indirectamente el contraste entre la dimensión cultural del amor en China y las prácticas de las mujeres que estudia. En la sociedad abordada la visión moral del maoísmo plantea la prohibición del sexo premarital a las mujeres, que deben "preservar su pureza sexual [...] para su verdadero amor" (Zheng, 2008: 449). Esta condición es necesaria para "prevenir que su deseo sexual incontrolable irrumpa en la santidad del orden social" (Zheng, 2008: 449). En contraste con una concepción cultural de esa naturaleza, las mujeres que analiza Zheng hacen uso de su sexualidad para conseguir rendimientos económicos: no siguen la representación cultural del amor y a cambio logran empoderarse (Zheng, 2008: 459).

En el otro artículo analizado Philippe Juhem (1995) observa las relaciones amorosas entre los jóvenes del liceo; la catalogación de las parejas potenciales y no potenciales; la ubicación propia a través de los recursos a la mano –y de las posibilidades de obtener pareja y cuál–; la relación y los juicios de los pares en el inicio y sostenimiento de la relación; y las técnicas de seducción hasta establecer la pareja. El autor realizó trabajo de campo tanto en los salones de clase como en actividades extraescolares; entrevistó a algunos estudiantes y seleccionó a otros para que leyeran y comentaran los resultados de su investigación. Juhem emplea recursos conceptuales de la propuesta teórica de Bourdieu –tales como los de disposiciones, capital físico, arena (en lugar de campo)–,13 aunque nunca lo menciona. Debido a la variedad de técnicas empleadas y a su aproximación empírica, observa distintas dimensiones. Sin embargo, aquí sólo me enfocaré en la de interacción. El autor muestra que en la relación amorosa la interacción no sólo se da entre los involucrados directamente. Para que fructifique el amor los pares deben aprobar la relación, no sólo mediante los juicios que enuncian a una de las partes sino también mediante intervenciones directas en la pareja. El inicio de la relación se da por un primer avance del hombre realizado a través de señales indirectas o en un movimiento explícito. Juhem sólo analiza parejas heterosexuales y afirma que en los liceos la homosexualidad está fuertemente penada (1995: 35). La relación principia o se sella con un beso en la boca. Después las parejas deben cumplir una serie de ritos específicos frente a los otros –caricias, agarrarse de la mano e incluso tocamientos más sexuales en las fiestas– para denotar que la relación está bien. El autor también incluye en su estudio el rito de disolución, que puede ser directo o indirecto. Este último implica dejar de responder a los llamados del otro o no acudir a las citas hasta que la otra persona entiende. El directo conlleva romper verbalmente y es el más costoso según el investigador. Esto es así porque las separaciones –su forma y causas– perfilan cuándo, cómo y con quién podrá darse la siguiente relación. De tal suerte, un rompimiento generado por un comportamiento inadecuado –por ejemplo: chicas que no aceptan tener relaciones sexuales– coloca al o la abandonada en posición desventajosa en el "mercado amoroso" (Juhem, 1995: 40). Aquí nuevamente encontramos un contraste entre la noción romántica de amor culturalmente sostenida y las prácticas que reproducen esquemas de mercado. Estas relaciones, productos de la elección de quien tiene mayor capital (recursos para mantener una determinada apariencia, físico, simpatía o habilidades sociales), son reconocidas por los propios estudiantes al ser confrontados con los resultados del estudio, aunque muestran reservas al aclarar que habían experimentado relaciones de amor verdadero, no sólo búsqueda de relaciones "por prestigio" (Juhem, 1995: 38). Ello muestra un desfase entre la dimensión cultural del amor (sus representaciones) y la forma como se dan las relaciones en su interacción.

Resulta interesante que ambos artículos estén elaborados disciplinariamente desde la sociología, lo que coincide con el juicio emitido hace años por Parsons respecto a que la dimensión específica de lo social es la interacción. Otra cuestión relevante es que los dos textos aluden a otras dimensiones, especialmente a la cultural, y emplean técnicas diversas en una sola investigación. 

 

Dimensión de lo individual: el discurso, la práctica y la experiencia 

Con el fin de presentar los distintos ángulos de observación de esta dimensión se analizarán cuatro artículos en total, dos anglosajones y dos franceses. Para el caso de los ángulos del discurso y la práctica se utilizarán dos textos. La idea de la que se parte es que la práctica del amor sólo aparece como inferencia o en contraste con el discurso individual del amor. En este sentido, sólo se puede apreciar que son dos ángulos y no uno en el desfase entre ambos. Los otros dos títulos se enfocan en la observación de la experiencia del amor. El cuadro número cuatro presenta los artículos analizados para el contraste discurso-práctica.

En el primer artículo Yacoub Khallad (2005) pretende mostrar que la selección de pareja en Jordania está condicionada por el sexo al que pertenece la persona. Las mujeres prefieren parejas comprometidas y con un estatus económico seguro. Los hombres, por el contrario, prefieren parejas con belleza y juventud. El autor observa en su investigación que no hay una influencia social o cultural en estas selecciones que difiera significativamente de otras culturas y que, en consecuencia, éstas parecen relacionarse con una cuestión biológico-evolutiva: encontrar mujeres en edad reproductiva y hombres que protejan las condiciones de vida de pareja y de la cría. Para completar su trabajo el investigador realizó una encuesta a 288 estudiantes de college en Jordania, 121 hombres y 167 mujeres, de varios niveles socioeconómicos y con una edad promedio de veinte años.

El objetivo del estudio fue conocer las respuestas de los encuestados a las preguntas basadas en un cuestionario elaborado en 1990 por Buss y otros estudiosos para distintas culturas (Khallad, 2005: 159). El interés se centra en lo que los individuos dicen acerca de cómo y a quién eligen como su pareja romántica. Estamos entonces en el ángulo del discurso sobre el amor. Como menciona el autor, es importante conocer la "relación entre preferencias y actitudes declaradas y comportamiento de emparejamiento real (actual mating behavior)" (Khallad, 2005: 166). Indirectamente el investigador observa que puede darse un desfase entre lo que los encuestados dicen que hacen al elegir pareja y lo que realmente hacen en su comportamiento diario. Conviene destacar que el propio autor atestigua esto, ya que los estudios psicológicos que utilizan la técnica de la encuesta normalmente dan por sentado que encuentran lo que la gente hace (su práctica), cuando en realidad su instrumento sólo presenta lo que ésta dijo (García Andrade y Cedillo, 2011b).

En el otro artículo analizado Christiane Delbès y Joëlle Gaymu –ambas integrantes del Instituto Nacional de Demografía de Francia– presentan los cambios en la vida sexual de las personas mayores de cincuenta años de dos generaciones. Para ello analizan dos encuestas, aplicadas en 1970 y en 1992. Las autoras encuentran que ha habido un cambio en los comportamientos sexuales de las personas mayores de cincuenta años, ya que en la actualidad tales prácticas son más satisfactorias y con técnicas más variadas; además se habla más al respecto, al contrario de lo que sucedía en 1970. Es cierto también que hay algunas continuidades, como que el espaciamiento de las relaciones sexuales es más prolongado y hay una mayor dificultad para tener relaciones si no se tiene pareja. Otros hallazgos de la investigación son que, en general, las mujeres tienen menor número de relaciones sexuales satisfactorias, hablan de más problemas en la relación sexual (falta de lubricación, dolor), tienen menos relaciones sexuales, se masturban menos –aunque lo hacen más que hace veinte años–, tienen menos probabilidades de encontrar una pareja si no cuentan con ella y, en consecuencia, su posibilidad de tener relaciones es más baja. En esto último se asemejan a los hombres con oficios; es decir, en el nivel más bajo de la escala social (Delbès y Gaymu, 1997). Las autoras reconocen la distinción de ángulos entre lo discursivo y la práctica, como se muestra a continuación. Primero, en el anexo metodológico afirman: "Como en todas las encuestas por sondeo, aquí se registraron las respuestas que los propios individuos suministraron sobre sus propias prácticas y no las prácticas efectivas. Siendo rigurosas no deberíamos escribir que los franceses han hecho' sino que los franceses dijeron haber hecho' " (Delbès y Gaymu, 1997: 1480). Sin embargo, como prueba o legitimación de que se está intentando capturar lo que los individuos hacen, las autoras afirman que se "tomaron todas las precauciones para dar a las respuestas el máximo de fiabilidad. La ausencia de contradicción en las respuestas de un mismo individuo, la coherencia entre las respuestas masculinas y las femeninas le dan credibilidad (attestent leur crédibilité)" (Delbès y Gaymu, 1997: 1481). La cuestión es que, desde la perspectiva que aquí se asume, la concordancia en el discurso no da cuenta de las prácticas, sino de una habilidad de los actores que ordenan reflexivamente sus respuestas en un determinado marco proporcionado por la encuesta (la cual ellos saben que sirve para observar sus comportamientos). Por otro lado, la coincidencia entre respuestas femeninas y masculinas tampoco habla necesariamente de las prácticas, ya que los actores sociales conocen cuáles son las conductas culturalmente válidas respecto de sus prácticas sexuales según el género. Los hombres saben que deben decir que tienen más relaciones sexuales, que son satisfactorias y que no tienen problemas; y lo contrario es cierto para el caso de las mujeres (lo que aparece en los resultados).

Las autoras son sensibles a ello, como mostraré a continuación. Respecto de las técnicas para obtener placer, las investigadoras encontraron que en la encuesta de 1970 sólo 47% de los hombres casados con cincuenta años y más, y 41% de las mujeres, declararon haber recibido "caricias bucales" –sexo oral– por lo menos una vez en su vida. En comparación, la encuesta de 1992 arrojó que el 100% de las y los entrevistados de setenta años y más –es decir, el mismo cohorte analizado veinte años antes– declara haber experimentado por lo menos una vez en la vida las caricias bucales (Delbès y Gaymu, 1997: 1457). Al analizar estos datos las autoras afirman que "las generaciones más recientes se han beneficiado de un contexto más liberal que hace que se culpabilicen menos ciertos comportamientos, lo que facilita que se declaren14 (Delbès y Gaymu, 1997: 1457). Con esto no aluden a que las prácticas hayan cambiado tanto que en veinte años el cincuenta por ciento adicional experimentó sexo oral; lo que cambió fue que ahora los encuestados se sienten con más libertad para declarar sus prácticas. Las investigadoras infieren que lo que se dijo hace veinte años no coincidía con la práctica; reconocen la existencia de dos ángulos de análisis individual y la forma como las nociones culturales de sexualidad impactan en la posibilidad de declarar una práctica. Lo relevante de la distinción entre ángulos es no perder de vista que el marco de observación del estudio, especialmente cuando se trata de encuestas, sólo nos da uno de ellos, y que es preciso completar la observación discursiva con las prácticas reales.

En un artículo ya analizado, dada la técnica de investigación utilizada, la autora puede observar el contraste, aunque ella lo cataloga como paradoja. Me refiero al texto "Commodifying Romance..", de Zheng (2008). La investigadora hace un exhaustivo trabajo de campo, en el que también incluye entrevistas a las hostess. Refiere que una de ellas le comentó haber asistido a que le predijeran el futuro, vaticinándole que en un año se casaría. Ella estaba en ese momento en una relación con un hombre al que no le había dicho que era hostess y pensaba que él sería su futuro marido. Sin embargo, semanas después encontró a su pareja con otra mujer y a pesar del augurio lo dejó inmediatamente. La autora afirma que "tomó una decisión independiente y racional" (2008: 471) cuando, al mismo tiempo, tenía creencias irracionales. Zheng observa que las hostess creen en la magia y las predicciones acerca de un amor romántico para toda la vida y al mismo tiempo son racionales y calculadoras en sus relaciones de pareja. La conclusión que obtiene es que existe una paradoja entre dos modelos de amor: uno romántico y otro consumista (commodified). Se podría decir que no existe tal paradoja, sino que se están observando dos ángulos referidos al nivel individual. Es decir, las hostess declaran creer en este amor romántico ideal, pero en sus prácticas, en sus relaciones concretas, no se conducen con base en esos parámetros. Quizás anhelen un amor así, o digan que lo anhelan; no obstante, en el momento de la práctica su actuar está guiado por el cálculo. La paradoja es para el observador, no es un problema de la realidad.

Al comparar los artículos se aprecia primeramente que las disciplinas de origen son muy distintas: psicología y demografía. En segundo lugar, para el caso de la psicología el instrumento se aplicó y se analizaron los datos; para el de la demografía se analizaron encuestas elaboradas y aplicadas por otros. En tercer lugar, en ambos textos se reflexiona sobre la diferencia entre el discurso y la práctica, aunque los resultados se presentan como si mostraran las prácticas de elección de pareja y de relación sexual respectivamente. Por último, importa destacar que, si bien se trata de disciplinas distintas ambas emplean el mismo instrumento técnico (la encuesta) y dan resultados que buscan mostrar generalidades sociales. En uno y otro texto se indaga qué parte del comportamiento social (repetido en la sociedad) tiene componentes culturales o biológicos. En el primer caso se afirma que lo biológico es lo más determinante; en el segundo se encuentra que algunas prácticas tienen que ver con lo biológico (edad avanzada) y otras con la cultura (una cultura más abierta en lo sexual).

 

La experiencia

Es importante tener en cuenta que este ángulo de análisis no es tan recurrente como otros y que las características de los materiales analizados tienen especificidades que no comparten con los materiales y las técnicas de otros estudios, como se verá a continuación.

Los artículos analizados para indagar este ángulo se presentan en el cuadro cinco.

Como mencioné, el caso de la experiencia no es distinto de las otras dimensiones, no se inscribe en una realidad aparte. Ello es así porque la experiencia del otro que podemos captar es desde siempre social. Por tanto, una de las cuestiones que le dan particularidad a estos estudios es que tratan de evitar el mayor número de mediaciones. Como observan Luc Boltanski y Marie-Noël Godet (1995) en "Messages d'amour...", incluso la entrevista implica una mediación, ya que la

[...] adopción de una postura reflexiva e introspectiva es inherente a la situación de entrevista, en la que uno pide al sujeto que se tome como objeto de reflexión. Por ello, la entrevista induce una redescripción de las acciones pasadas y de los estados internos que las acompañaban dentro del registro de lo calculable y visto desde la acción estratégica. Esto cierra el acceso a la realidad de la situación de las personas en la que se encontraban inmersas y respecto de cómo se les presentaba (Boltanski y Godet, 1995: 35-36).

Ello significa que lo que finalmente capta la entrevista –aunque se hable de emociones y sufrimientos– es el ángulo del discurso del actor, específicamente por la mediación de la reflexividad y por el marco que genera la interacción (el actor sabe que es una entrevista para un estudio científico).

En los artículos que nos ocupan los materiales utilizados son documentos dirigidos a otra persona, en un intento de comunicar amor. Los autores de cada material expresan lo que experimentan –lo que viven, su Erlebnis– en sí mismos y en relación con el otro u otra. Estos documentos no se generaron desde un encuadre científico: son parte de la vida social en proceso.

En "The Embodiment of Vulnerability...", Steven Wainwright y Clare Williams analizan las cartas de amor que escribe Leoš Janáček a una joven 37 años menor que él, Kamila, mientras ambos estaban casados. El músico le envió más de setecientas misivas a lo largo de once años, al paralelo que escribía –según J. Tyrrell, un estudioso de su vida– la mayor parte de los trabajos por los que es recordado, entre ellos, su ópera El caso Makropolus (Wainwright y Williams, 2005: 32). Los autores afirman que las óperas que el compositor realiza en este periodo de su vida, a excepción de De la casa de los muertos, tratan acerca del "amor que va más allá de los límites de las convenciones [sociales], y que pueden [...] ser vistas como autobiografías musicales de su amor por una mujer mucho más joven" (Wainwright y Williams, 2005: 32). Así, el amor aparece tanto en forma de música como en las cartas, aunque en éstas es más fácil retratar su experiencia;15 por ejemplo, Janáček escribe:

Sé que mis composiciones serán más apasionadas, más intensas [...]. Oh, Kamila, me es difícil calmarme. Pero el fuego que has prendido en mí me es necesario. Deja que el deseo de tener, de tenerte, se queme, ¡se queme en una llama! (Zemanová, citada por Wainwright y Williams, 2005: 33).16

Es necesario sufrir por amor. Para hacerlo perdurar en tanto es posible (Wainwright y Williams, 2005: 34).

¡Ahora sé que eres mi alma! Y sólo me preocupa que puedas irte lejos de mí –tú sabes que me quedaría como un pobre desventurado (Wainwright y Williams, 2005: 34).

Los autores enfatizan que estas líneas provienen de un hombre que está al final de su existencia (muere a los 74 años);17 sin embargo, escribe como si fuera joven, lleno de vitalidad. Según ellos su experiencia interna –su embodied self– no corresponde con su presentación externa, con su cuerpo social (Wainwright y Williams, 2005: 35). Así quieren mostrar que existe un self interior que experimenta cosas distintas al cuerpo que se presenta socialmente. El amor por una mujer se traduce en sensaciones de vitalidad interna –reflejadas en las cartas– y en productos sociales (las óperas) que tratan de dejar de forma permanente un sentimiento vivido.

En el caso del artículo francés, Boltanski y Godet (1995) analizan documentos peculiares: graban mensajes telefónicos transmitidos por una radiodifusora los domingos y dirigidos a presos; son enviados por familiares, amigos o parejas. Se seleccionaron como objeto de estudio porque "se trata de mensajes de amor [...]; se debe estar apegado a una persona y de una u otra manera amarla para ponerse en contacto con ella a través de condiciones tan extrañas" (Boltanski y Godet, 1995: 36). Tanto quien llama como a quien se llama son designados sólo por el nombre de pila; además, se menciona el lugar de detención del preso. Se pide a quienes telefonean que sean breves y se expresen sólo en francés, pues una parte importante de quienes llaman y de los presos son inmigrantes (Boltanski y Godet, 1995: 37). Los autores analizan 118 mensajes, los codifican de acuerdo a quiénes son los presos –mujeres, hombres– y a quiénes son los que llaman –pareja, padres, hijos, amigos–; a su pertenencia étnica; sus edades aproximadas; y al contenido del mensaje, entre otros factores. Por otra parte, los mensajes fueron escuchados por psicólogos que los clasificaron como "conmovedores", "emotivos", "banales", "desagradables" y "hostiles", según su experiencia como profesionales y como seres humanos. Ello se debe a que los autores tienen la idea de que compartimos un sentido común que nos permite identificarnos con otros a través de nuestro propio conocimiento de las emociones. Así, nos sentiremos repelidos por mensajes que no expresan amor (los hostiles, banales y desagradables) y conectados con otros (conmovedores y emotivos) porque develan la interioridad al exterior (Boltanski y Godet, 1995: 40). Para los investigadores no sólo el contenido logra develar la interioridad, también la voz. La voz de quien envía el mensaje se convierte en un intermediario del cuerpo, de la presencia del otro a quien se dirige el mensaje; la voz da cuerpo al emisor y al receptor (Boltanski y Godet, 1995: 49). El amor verdadero, como emoción que genera experiencias agradables o de conexión en y con el otro (a quien se dirige el mensaje y también a quien lo escucha aunque no esté dirigido a él) está asociado a la "espontaneidad, al olvido de sí y a una postura oblativa" (Boltanski y Godet, 1995: 61). En el mensaje de amor se dan dos condiciones. Por un lado, hay una simetrización entre quien ama y el amado (se borran las jerarquías-diferencias o se tratan de borrar); por ejemplo, el emisor del mensaje hace todo lo posible por mantener en el olvido que el prisionero está confinado y él o ella está libre. En este sentido, se afirma la reciprocidad de sentimientos y personas. Por otro lado, se transmite la idea de reversibilidad; esto es, que las barreras se eliminan, "nada puede separar a los que se aman". Los que se identifican con el emisor y con el mensaje –y por lo tanto lo califican como emotivo o conmovedor, como de amor verdadero– encuentran en éste "la posibilidad de un regreso de lo irreversible a lo reversible que opera por el vaivén de la emoción" (Boltanski y Godet, 1995: 72).18 El mensaje de amor, entonces, une a los que están separados y los iguala, elimina las barreras entre ellos. La experiencia de volver reversible lo aparentemente irreversible y el sentimiento que la acompaña son compartidos socialmente, lo cual no sólo se entiende, sino que se experimenta y nos engancha con los otros.

Al comparar los artículos se aprecian, más que diferencias, similitudes entre ellos. Por un lado, las revistas en que se publican se describen a sí mismas como interdisciplinares o transdisciplinares –aunque con distintas disciplinas de origen. La transdisciplina se muestra tanto en los documentos utilizados para el análisis como en la interpretación que se hace de ellos. En el caso del texto en inglés se utilizan cartas y óperas; es decir, textos normalmente empleados para observar la dimensión cultural; con ellos se busca conocer la experiencia interna del sujeto enamorado. La validez de esa experencia parece sostenerse porque las cartas están dirigidas a una persona (y sólo a una, a la que se ama) y las óperas aparecen como ejemplos de sublimación –en el sentido freudiano– de una emoción imposible de realizarse.

En cuanto al estudio en la región francesa se utilizan mensajes dirigidos a presos. Aunque son públicos, el formato de los mismos y su destinatario los hacen muy cercanos a la comunicación privada. Su objetivo no es convencer a otros, sino comunicarse con el otro cercano que está recluido. De cualquier manera, los autores pasan por un filtro los mensajes (la escucha de otros) y, aunque la media se encuentra entre los mensajes emotivos, algunos son clasificados como banales, agresivos, etcétera. De tal suerte, detallan qué elementos contienen los mensajes que generan emoción y qué tipo de emoción generan. La voz del otro, lo que se dice y cómo se dirige al ausente provocan experiencias internas; en este caso, de amor.

 

Conclusiones

En este escrito me propuse presentar una serie de dimensiones sociales aplicadas a la observación del amor, dimensiones que han sido identificadas por la tradición de la sociología; también ejemplifiqué cada una de éstas con investigaciones de dos orígenes regionales: inglés y francés. Sin embargo, en el transcurso de este último trabajo se han vuelto evidentes otras cuestiones sobre las que valdrá la pena profundizar en el futuro. En primer lugar, las dimensiones no sólo sirven como muestras de que el amor se puede observar de maneras distintas, sino que parecen tener un potencial como herramienta metodológica de comparación entre disciplinas. Además, hay indicios de que existe una semiespecialización de las disciplinas en determinados niveles (por ejemplo, la disciplina literaria parece especializarse en la dimensión cultural y la psicología en la dimensión individual, especialmente la discursiva).

Por otro lado, a través del contraste entre dimensiones es posible mostrar que la coexistencia de nociones de amor contrapuestas no implica una paradoja. Ésta se aparece al observador que presenta su análisis en una misma dimensión. La realidad se muestra como algo complejo y contradictorio desde nuestras posibilidades de investigación, pero aquí se propone que tal contradicción es reflejo de las distintas dimensiones de análisis y de las metodologías asociadas con éstas.

 

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Notas

1 Este escrito es producto del proyecto de investigación "Cuerpo y afectividad en la sociedad contemporánea. Una aproximación desde la sociología" (Conacyt núm. 106,627). Responsables: doctoras Adriana García Andrade y Olga Sabido Ramos. Una primera versión se presentó en el Foro de la International Sociological Association (ISA), Buenos Aires, en 2012.

3 La semántica, para el caso que nos ocupa, son las marcas, las huellas que deja la auto-observación de la sociedad en forma de documentos (para una elaboración mayor véase García Andrade, 2013b).

4 Esto se podría aplicar a otro objeto de estudio, pero dada la investigación en proceso es posible ejemplificar a profundidad con el caso del amor.

5 En ese sentido estoy de acuerdo con la propuesta de Stevi Jackson (2010) cuando enuncia que una síntesis teórica que pretenda incluir todas las dimensiones acaba siendo reduccionista.

6 Para observar varias aplicaciones del análisis semántico desde la perspectiva luhmanniana véase Farías y Ossandón (2011).

7 Lo que para Parsons era lo específicamente sociológico en la investigación de la sociedad (Parsons, 1999: cap.1).

8 Una investigación de tal tipo la realiza Natalia Tenorio en la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Azcapotzalco, en su tesis de doctorado, donde estudia cómo las parejas se presentan ante el otro/otros como equipo.

9 Este punto de vista también es compartido por Jackson (2010: 4) cuando afirma: "There is no way of 'getting at' inner experience; we only have access to the ways it is socially and culturally manifested, which may give us clues to its subjective import and enable a self-reflexive empathy with others' loves".

10 Como se dijo al inicio, este es un producto de la investigación en curso; hasta el momento se ha hecho un análisis de aproximadamente 200 artículos científicos, escritos entre 1989 y 2008, en inglés, francés o español, que tratan sobre el amor.

11 Esta base de datos es parte del proyecto de investigación "Cuerpo y afectividad en la sociedad contemporánea", mencionado al inicio del presente escrito.

12 La autora señala que la mayoría de las doscientas hostess con las que trabajó venía de poblaciones rurales de China (Zheng, 2008: 447).

13 Se podría especular que retoma el término "arena" de Anselm Strauss (1993), así como su propuesta, pero tampoco hace mención de ello.

14 Subrayado mío.

15 Estudiosos de la música afirman que la ópera se diferencia de otras formas de arte porque depende del sufrimiento. Esto es así ya que "el cuerpo, el cuerpo que canta, da una voz al drama de la persona que sufre" (Hutcheon y Hutcheon, citados por Wainwright y Williams, 2005: 30). En ese sentido, la ópera permite el análisis del sufrimiento del propio compositor, de su experiencia, a través de la voz de otros.

16 "I know that my compositions will be more passionate, more rapturous [...]. Oh, Kamila, it is hard for me to calm myself. But the fire you've set alight in me is necessary to me. Let it burn, burn in a flame, the desire to have, to have you!"

17 El compositor checo vivió de 1854 a 1928.

18 Aunque los autores no lo mencionen en ningún momento, es interesante cómo esta experiencia de amor está muy relacionada con el amor stendhaliano. La imposibilidad de realización para Stendhal (como se puede apreciar en la descripción de la dimensión cultural que se encuentra en este mismo escrito) es un elemento que hace que el amor crezca, cuestión que fácticamente se reproduce aquí con el encarcelamiento de uno de los integrantes de la relación amorosa.

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