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Frontera norte

versión On-line ISSN 2594-0260versión impresa ISSN 0187-7372

Frontera norte vol.26 no.52 México jul./dic. 2014

 

Reseñas bibliográficas

 

The Ópatas. In Search of a Sonoran People

 

Dora Elvia Enríquez Licón

 

David A. Yetman, Tucson, University of Arizona Press, 2010, 339 pp.

 

Universidad de Sonora denriquez@sociales.uson.mx

 

Temprano en el siglo XVI, cuando los exploradores españoles descubrieron el noroeste del México actual, quienes fueron posteriormente nombrados ópatas constituían la población más numerosa y avanzada en su desarrollo material y organización social; cuatro centurias después se habían extinguido. En The Ópatas. In search of a sonoran people, David A. Yetman ofrece un completo panorama histórico sobre la etnia desde la fase prehispánica hasta el siglo XIX, otea, así mismo, su herencia en pueblos y habitantes contemporáneos de la antigua Opatería, ubicada en la amplia porción noreste del actual estado de Sonora. Por su perspectiva, la obra se ubica en la corriente de la New Mission History.

Al preguntarse por el origen de los ópatas, Yetman recurre a los más recientes hallazgos arqueológicos, los cuales sugieren que hacia el año 1000 d. C. ocuparon el territorio, desarrollaron prácticas agrícolas, construyeron pueblos ordenados y una sociedad guerrera basada en el diestro uso de las armas y organizadas formaciones militares. No eran, sin embargo, un grupo homogéneo, sino al menos tres (teguimas, eudeves y jovas); constituyeron una débil aunque extensa red asociativa de asentamientos y pueblos confederados, frecuentemente en guerra. Tal aseveración permite a Yetman poner en tela de juicio la postura de algunos historiadores que se refieren a los ópatas como nación.

A la llegada de los españoles, los ópatas habían conformado una especie de statelets con mayor desarrollo en el Río Sonora y mantenían un vigoroso intercambio con otros pueblos. Su elevada población (más de 60 mil) demandaba gran cantidad de alimentos, lo que hace suponer frecuentes conflictos entre grupos compitiendo por tierra y recursos. Seguramente fue éste un factor importante en el desarrollo de sus habilidades militares pues, al momento del contacto, se estaban expandiendo al sur, oeste y norte, desplazando a los pimas y posiblemente a los yaquis. Tales sociedades fueron desestructuradas fundamentalmente a causa de las epidemias que padecieron a lo largo del siglo XVI y primera mitad del XVII; el colapso demográfico debilitaría su resistencia ante los extranjeros y haría atractiva la oferta de los misioneros jesuitas.

La tradición guerrera de los ópatas fue una cualidad que valoraron muy bien los españoles ante la imperiosa necesidad de disponer del apoyo militar de indios "amigos" para combatir a los "infieles" que rechazaban la evangelización y el dominio extranjero, situación que les llevó al establecimiento de tempranas alianzas. En el caso de los ópatas tal pacto significó una ventaja inicial pues sumaron fuerzas con los soldados europeos para asegurar sus propios territorios, que aún disputaban sus adversarios pimas, sumas, jobas, janos y, desde la segunda mitad del siglo XVII, los apaches.

Para la primera mitad del siglo XVIII, los ópatas eran reconocidos por jesuitas, militares españoles y autoridades reales como los más fieles cristianos y leales vasallos, los más "civilizados", pacíficos, trabajadores y, sobre todo, los más valientes soldados al servicio del rey. Yetman sugiere que tal prestigio se originó en el contexto atemorizante generado por la rebelión de los indios pueblo en 1680 y una supuesta conspiración ópata; los indios asentados en los pueblos del Río Sonora no sólo no participaron en la rebelión, sino que ayudaron a enfrentarla.

Para finales del siglo XVII los guerreros ópatas eran insustituibles como "indios auxiliares"; entonces inició el establecimiento de resguardos militares en la frontera ópata -que también constituía la orilla norte del imperio hispánico- al fundarse en Santa Rosa de Corodéhuachi el presidio de Fronteras (1690). Para esos años la presencia esporádica y violenta de los Apaches constituía una gran amenaza para el afianzamiento del dominio hispánico y el resguardo territorial de la opatería; a pesar de su gran prestigio guerrero, los ópatas no podían enfrentar por sí solos a tan poderoso enemigo, por lo que reforzaron su alianza militar con los españoles y, como sugiere Yetman, "pagaron por ello" pues quedaron subordinados a los soldados españoles, aceptaron el uso del castellano y pusieron menos trabas a la cultura hispánica. Al finalizar el siglo XVIII habían abandonado cualquier manifestación de resistencia a la dominación colonial.

Después de la expulsión de los padres de la Compañía de Jesús en 1767, el sistema misional se fracturó, acelerándose el deterioro de las comunidades ópatas. Los funcionarios monárquicos que impulsaron las Reformas Borbónicas en el noroeste novohispano tuvieron como objetivo prioritario fortalecer el resguardo de los límites imperiales, tanto de los indios nómadas no sujetos a pueblos de misión como de las potencias extranjeras que buscaban su expansión territorial; en este sentido la militarización de la frontera adquirió una importancia prioritaria.

En el reacomodo del cordón militar fronterizo, dos nuevos presidios fueron constituidos exclusivamente con soldados ópatas: Bavispe (1781) y Bacoachi (1784). El cumplimiento de su deber como "soldados del rey" exigió que los hombres se ausentaran por períodos prolongados de sus pueblos lo que debilitó los lazos familiares, el tradicional prestigio y poder de ancianos y gobernadores, además del descuido de parcelas familiares, que al considerarse vacantes fueron denunciadas y repartidas.

La decadencia de las misiones ópatas se profundizó en el escenario republicano. Yetman ofrece un recuento de las resistencias y rebeliones armadas por ellos protagonizadas en las primeras décadas del siglo XIX, frecuentemente aliados con yaquis y mayos, así como la "recreación" del cargo de Capitán General indígena. Un tema poco claro en la historiografía regional colonial es el referido a la organización militar de los indios sonorenses; las fuentes primarias y algunos estudios registran la importancia de la figura del Capitán General de una "nación" indígena hacia las últimas décadas del siglo XVIII, aunque existen referencias previas a los capitanes indígenas en cada pueblo de misión, sin que a la fecha se tenga claro cuando se incorporaron tales cargos a las repúblicas de indios en Sonora.

Yetman considera que la figura de Capitán General de los ópatas fue creado posiblemente hacia 1777, aunque sugiere que el cargo fue más simbólico que real pues se estableció como una estrategia de los españoles para apaciguar las demandas ópatas por autonomía y respeto a sus tradiciones culturales y políticas (p. 236). Me parece debatible tal afirmación pues, como el mismo Yetman acepta, hubo un reconocimiento real por parte de los españoles respecto a la valía militar de los ópatas, al grado de establecer una duradera alianza que, desde mi perspectiva, daría a estos indios fronterizos importantes ventajas que aprovecharon precisamente para ejercer esa capacidad de resiliencia que Yetman reconoce.

De igual manera da por un hecho que los indios no tenían permitido usar armas pues así lo establecieron las Leyes de Indias, lo cual es poco probable en un contexto de "frontera de guerra viva". Es más plausible considerar que la tradición guerrera prehispánica de los indios persistió en su etapa de congregación en pueblos de misión, con autorización o no del misionero pues los indios debían cuidar y defender su territorio. En el caso particular de los ópatas ejercieron su tradición guerrera aun antes de que la presencia apache fuera una amenaza insoslayable, constituyeron el sostén armado de la avanzada española (misional y colonizadora) y fueron un factor de gran relevancia en la fijación de la frontera noroeste.

En The Ópatas. In search of a sonoran people encontramos pues una buena perspectiva sobre este grupo indígena tan importante en la frontera oeste del septentrión novohispano. Como toda obra, privilegia algunos temas y ofrece menos luces sobre otros que son también significativos. Me parece que Yetman, al considerar a los ópatas como una warrior society, resalta la importancia del factor militar pero desdeña la relevancia de la organización religiosa y la política, poco escudriña las formas organizativas asociadas a la república de indios, sus particularidades e impacto.

El profesor Yetman inicia el primer capítulo de su libro con las palabras "The Ópatas are gone". En la parte final se pregunta "Where did they go and why?" A la pregunta "por qué" responde con seis proposiciones: 1) los ópatas no fueron un pueblo único, sino diversos, con lenguas y territorios diferentes; 2) su territorio fue el más codiciado por los españoles; 3) su población fue diezmada por epidemias; 4) la minería fue un importante factor desestabilizador; 5) los apaches les obligaron a establecer alianza duradera con los españoles, subordinándose a ellos; 6) la ausencia de los hombres en los pueblos debilitó comunidades y tradiciones. Los anteriores argumentos le llevan a concluir que los ópatas no pudieron evadir la asimilación. A la pregunta ¿a dónde se fueron? responde: "However far they may have wandered from the Opatería, inside and outside, the Ópatas are there. They are still among us, hidden. They are everywhere" (p. 250).

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