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Revista mexicana de sociología

versión On-line ISSN 2594-0651versión impresa ISSN 0188-2503

Rev. Mex. Sociol vol.84 no.1 Ciudad de México ene./mar. 2022  Epub 22-Mar-2022

https://doi.org/10.22201/iis.01882503p.2022.1.60224 

Artículos

Construida, imprevisible y plural: afirmaciones fundamentales para analizar la vida social

Constructed, unpredictable and plural: Fundamental statements to analyze social life

Juan Jiménez Albornoz1 

1Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Chile. Instituto Iberoamericano de Desarrollo Sostenible, Universidad Autónoma de Chile (Talca). Temas de especialización: teoría social, sociología del trabajo. Campus Alameda, Av. Bernardo O’Higgins 95, Oficina 507, Talca, Chile.


Resumen:

Este artículo plantea que existen tres afirmaciones necesarias e interrelacionadas para comprender la vida social que, si bien son conocidas, muchas veces son pasadas por alto. Primero: la vida social se construye en condiciones que no se eligen. Segundo: la vida social está cruzada por consecuencias inesperadas de la acción. Ambas afirmaciones se derivan de una más profunda: la vida social es plural y se realiza siempre con y entre otros. Estas afirmaciones no son todas las centrales para el análisis de la vida social, pero son indispensables para ello, y una actividad central para la teoría es desarrollar sus consecuencias.

Palabras clave: teoría social; sociología; construcción social; consecuencias inesperadas; pluralidad

Abstract:

This article postulates that there are three necessary and related statements to understand social life; although they are known, they are often overlooked. First, social life is constructed, under not chosen conditions. Second, social life is rife with unexpected consequences of action. These two statements can be derived from a deeper one: social life is plural and it is always conducted with and between others. These statements do not provide a complete vision of social life, but they are indispensable to its knowledge, and a central task of social theory is to develop their consequences.

Keywords: social theory; sociology; social construction; unexpected consequences; plurality

La complejidad de la vida social se replica en la complejidad del conjunto de afirmaciones que deben ser tomadas en cuenta para su estudio. Muchos movimientos teóricos tienen como gesto básico afirmar que el análisis ha olvidado una dimensión sin la cual no resulta posible entender la vida social, y en esta diversidad se nos muestra esta complejidad. Estos múltiples gestos están entre las razones del bajo consenso en nuestras disciplinas (en particular en la sociología; por ejemplo, Evans, Gomez y McFarland, 2016: 770): cada una de estas posibles afirmaciones básicas genera defensores que están involucrados en su reivindicación ante la amenaza de su olvido.

Dentro de toda esta diversidad, y sin negarla o intentar superarla, algunas afirmaciones nos parecen de particular interés. En primer lugar, porque conforman un conjunto: se explican y potencian entre sí, no son afirmaciones aisladas. Un segundo aspecto por el cual nos interesan es su relación con la tradición del pensamiento social. Es habitual defender ciertas afirmaciones destacando que no han sido tomadas en cuenta por dicha tradición. La tradición aparece entonces como un obstáculo para el estudio de la vida social; ella se compone de mitos u afirmaciones problemáticas (ver, por ejemplo, Tilly, 1984, o Wallerstein, 1999: 6-9). Las recientes críticas al carácter colonial de la teoría social tradicional continúan esa herencia (Go, 2017). Aceptando que esta tradición presenta deficiencias, cabe a la vez preguntarse si no existirán elementos positivos de ella, que sean elementos que la tradición ha destacado y que corren el riesgo de ser olvidados entre tanto llamado a su superación. Dos de las afirmaciones que queremos desarrollar han estado, en efecto, entre las que han sido destacadas en dicha tradición de las ciencias sociales.

¿Cuáles son estas afirmaciones? La primera es que la vida social es construida y que esa construcción se realiza bajo condiciones que preceden a dicha construcción. La segunda establece que la vida social es irremediablemente imprevisible y que siempre está la posibilidad de consecuencias inesperadas. Además, argüiremos que la siguiente afirmación basa y articula a las anteriores, a pesar de lo cual no ha sido tan destacada en la tradición sociológica: la idea que la vida social es plural de forma inherente, y que no debe analizarse como una unidad. Lo que defenderemos entonces es que en la tradición de la sociología nos encontramos ante un conjunto articulado de afirmaciones que son relevantes para comprender la vida social y que resulta relevante que no olvidemos.

Estos no son los únicos asertos relevantes para comprender la vida social, ni las únicas afirmaciones de la tradición sociológica que es relevante rescatar. Tampoco constituyen un conjunto completo y suficiente de afirmaciones para la comprensión de la vida social. Lo que sí defenderemos es que un análisis de la vida social que no las tome en cuenta está perdiendo elementos relevantes.

La exploración que realizaremos es un ejercicio teórico de carácter general. Esto tiene dos implicaciones para la lectura del artículo. La primera es que si estas afirmaciones son efectivamente lo que planteamos (afirmaciones en la base de todo análisis), ellas repercuten en múltiples discusiones y debates, y es relevante abordar las consecuencias de las diversas formas en que se les ha pensado (todas las diversas alternativas existentes sobre la idea de construcción social, por ejemplo). En este artículo no es posible abordar todas esas consecuencias, pero el argumento es que esas derivaciones existen y son relevantes. La segunda es recordar que dado lo que planteamos, que este es un conjunto de afirmaciones interrelacionadas básicas para el análisis de la vida social, se sigue que estas tienen impacto para un análisis empírico: recordar y usar esas afirmaciones fortalecerá todo análisis. Ahora bien, no es un argumento que tenga directamente consecuencias empíricas.

La vida social como construcción

El locus classicus de la afirmación de que la vida social es construida se encuentra en esta conocida cita de Karl Marx al inicio de El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte:

Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado. La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos (Marx, 2015, sección 1).

La cita de Marx presenta dos ideas y ambas han de pensarse de forma simultánea. En la primera de ellas nos presenta la noción directa de construcción: que la vida social no es simplemente algo dado, sino que es producida por los actores, afirmación que ha seguido apareciendo en autores que representan perspectivas muy diferentes entre sí (Archer, 1995; Castoriadis, 1975; Giddens, 1984; Klüver, 1998). Podemos mencionar además que este énfasis en el carácter construido de la vida social ha caracterizado de manera permanente al pensamiento social en América Latina (Dussel, 1998; Lechner, 2007; Osorio, 2001; Retamozo, 2015). La asociación entre el carácter construido de la realidad social con la tradición sociológica es tan clara que se puede presentar como un lugar común: “Después de todo, ¿no es precisamente la vocación por desnaturalizar los modos naturalizados de pensar lo social aquello que de formas muy distintas impulsa los proyectos más ambiciosos de la sociología clásica y contemporánea?” (Alvaro, 2019: 74-5). “Cosificar”, tomar la realidad construida como algo natural, ha sido de manera regular un término despectivo al interior de la sociología.

¿Qué quiere decir esa frase tan usada de “construcción social”? Como Dave Elder-Vass (2012) ha puntualizado, existen múltiples formas de entenderla, pero hay elementos transversales: la realidad social es construida porque es generada a través de las acciones de los agentes. Si existen cosas como el dinero o el precio es porque los agentes los usan para realizar intercambios. Y eso implica a su vez que esa realidad depende de los conceptos que usan los agentes: si existe tal cosa como el dinero es porque los agentes usan una determinada serie de conceptos que permiten que X efectivamente sea usado como dinero; si existe tal cosa como una relación de amistad es porque las personas manejan una cierta idea de la amistad.

El carácter muchas veces crítico que se ha asociado a la sociología tiene su fundamento en el hecho que la vida social sea construida: si lo social no es algo dado, sino algo construido, se sigue que podría ser diferente. Esta es la estrategia de la sociología crítica de Pierre Bourdieu (1994, 2000). La sociología de la crítica de Luc Boltanski (2009) nos insiste que el mundo no agota la realidad:1 la realidad sobrepasa al mundo instituido y eso representa una posibilidad permanente de transformación y de crítica.

La idea de construcción ha fundado también esa insistencia tan común en la tradición sobre la variedad de las formas que adquiere la vida social. Insistencia que, a su vez, ha alimentado una fuerte resistencia de las ciencias sociales a los universalismos (Chernilo, 2017). Sin embargo, ello es un error y no está ligado como tal a la idea de construcción. Esta convicción ha hecho concluir que la empresa misma de la ciencia social está en oposición a cualquier uso de otras explicaciones, y la relación entre cultura y biología se piensa como oposición. Ello no da cuenta del hecho de que en especies altamente sociales, como la humana, los factores culturales y biológicos han de pensarse en relación, que “en tanto exista una transmisión cultural de alta fidelidad a través de generaciones [...], la evolución genética y la cultural estarán inseparablemente entremezcladas” (Gintis, 2017: 8).2 Incluso más allá de lo anterior, si la vida social es variada porque es construida, se puede defender que se debe a ciertas características que permiten que esta siempre sea construida, y por lo tanto lo universal y lo particular no deben verse en oposición.3 Del hecho que la realidad social sea construida no se sigue que los procesos sociales de construcción deban ser particulares.

En cualquier caso, en múltiples campos de estudio, una de las primeras afirmaciones que realizan los practicantes de las ciencias sociales, la forma paradigmática de establecer la relevancia de estas disciplinas para estudiar esos fenómenos es establecer que esa realidad se constituye socialmente, y que si el mundo social es distinto entonces esos fenómenos cambian (ver, por ejemplo, en el caso del consumo, Sassatelli, 2007, y Komporozos-Athanasiou y Fotaki, 2020, para crisis financieras).

Este énfasis en la variedad constituye uno de los convencimientos básicos de la sociología, que así se distingue de otras disciplinas en el campo de las ciencias sociales. En sociología se plantea que conceptos que otras disciplinas tienden a pensar como universales han de ser estudiados a través del prisma de la construcción social (y, por lo tanto, de su variación). Paul DiMaggio y Amir Goldberg (2018) basan, por ejemplo, su análisis de las concepciones del mercado, de manera muy sencilla y casi evidente, en que “los sociólogos enfatizan el carácter construido del interés propio económico y la especificidad cultural de los mercados” (2018: 153-154).4 Existe una larga tradición que insiste en la idea que los mercados son construidos socialmente, que requieren de un completo y complejo andamiaje institucional: “Para los sociólogos, el intercambio de mercado implica un trasfondo completo de arreglos sociales que los economistas no empiezan siquiera a vislumbrar” (Fligstein y Dauter, 2007: 113).5 Así, por ejemplo, se analizará la construcción del agua como un producto transable (Martins, 2013) o se mostrará que para obtener las relaciones distantes y des-socializadas de los mercados financieros se requieren procesos sociales (Ailon, 2019).

La idea de construcción es tan nuclear a la tradición que incluso no ha dejado de ser común insistir en que, por ejemplo, la racionalidad se construye socialmente (Latour, 2012: 80-101), cuando dicho concepto suele pensarse como uno que está fuera de una construcción social (ver, por ejemplo, Goldthorpe, 2007: 177-80). Más allá de si en todos estos casos este énfasis es correcto y (como hemos dicho) no es necesario asociar la idea de construcción a una negación de la universalidad, los ejemplos nos muestran la fuerza que ha tenido esta idea en la tradición.

Es importante destacar que se requiere ir más allá de ese simple convencimiento de la construcción y su variedad, y es necesario mostrar cómo operan en la práctica esos procesos de construcción. Se debe explicar, y he ahí un núcleo de la pregunta sociológica, esa capacidad de construcción de lo social. En algún sentido, se requiere invertir el sentido de la investigación que ha sido central en la tradición sociológica. Ésta ha insistido en explicar socialmente los fenómenos, pero frente a ello, lo que resulta crucial es más bien cómo se produce lo social, lo cual es quizá más cercano a las preocupaciones de una sociología tan social como la de Émile Durkheim: ¿cómo ocurre que la realidad social aparezca a sus participantes como algo externo frente a cada sujeto? No preocuparse tanto de la construcción social de la realidad, como lo planteaba el título de la obra célebre de Peter L. Berger y Thomas Luckmann, sino más bien de la construcción de la realidad social, usando el título del texto de John R. Searle (1995). No explicar por lo social, sino explicar lo social, dar cuenta del hecho y las formas en que se conforma lo que podemos llamar vida social.

La segunda idea que aparece en la cita de Marx implica la presencia de los dos elementos que componen una dualidad básica del pensamiento sociológico: la acción y la estructura.6

La forma bajo la cual se piensa la construcción depende de cómo se piensa la relación entre los términos de esa díada. Pensarlas en relación hace más difícil caer en concepciones bajo las cuales la construcción de la vida social sería una actividad libre de los agentes, que deciden sin limitaciones la vida social que quisieran, y también vuelve difícil caer en la idea contraria de una construcción puramente estructural que impide la acción.7 Enfatizar la relación también tiene como consecuencia evitar la tentación de diferenciar demasiado abruptamente los momentos de construcción de los momentos de estabilidad. Ello, por ejemplo, hace que se tienda a distinguir entre momentos de transformación, “eventos”, en los que aplica la agencia, y las situaciones de reproducción, donde “no pasa nada”, pura estructura; esto impide reconocer que incluso la reproducción de la vida social requiere de un esfuerzo y de la acción (Moore, 2011). Lleva también a pensar en procesos que reproducen las prácticas sin problemas, olvidando todos los procesos en que la continuidad de una práctica genera consecuencias que pueden ser problemáticas para esa misma práctica.

Resulta relevante enfatizar, al ser un error común, que el trabajo de construcción qua construcción implica no reducir la realidad a un acuerdo cambiante y local sobre el significado (Boltanski y Thévenot, 2006: 17). La construcción social es una que asume condiciones y que genera consecuencias. Más aún, esa construcción crea elementos -instituciones, reglas, etcétera- y, en ese sentido, es una construcción que crea realidades (Searle, 1995): el dinero es producto de una construcción social, no por ello el tener o no tener dinero deja de tener consecuencias muy reales para los actores, que no se pueden eliminar sin más.8 Olvidar que la construcción es un proceso práctico no sólo tiene como consecuencia olvidar que esta efectivamente construye cosas, sino que refuerza el pensamiento de que una reproducción de una práctica es algo que no contiene problemas en sí mismo: nada práctico puede ser una mera reproducción o realizarse sin más; al ser un proceso material, siempre tiene consecuencias.

La cita de Marx, en cualquier caso, pone a la acción y a la estructura precisamente en relación: las acciones pasadas (de quienes antes hicieron su propia historia) son las que generan las circunstancias, la estructura actual, que se presenta como lo dado en cada momento, algo en lo cual concuerdan autores muy diversos y que suelen ser contrapuestos (Archer, 1995; Giddens, 1984; King, 2009). En la introducción a The Constitution of Society, Anthony Giddens (1984: XXI) menciona, de hecho, que su texto es una reflexión extendida de la frase de Marx (y recientemente, Cristiano, 2017: 75, para abordar la noción de estructura vuelve a plantear este mismo punto). He ahí un núcleo fundamental de problemas para las ciencias sociales: el que la construcción se realiza a través de esta relación entre acción y estructura.

La imprevisibilidad de la vida social

También es crucial para comprender la vida social la intuición que está detrás de la frase que sigue:

Él generalmente, de hecho, no busca promover el interés público, ni saber cuánto lo está promoviendo [...] Y al dirigir esa industria en tal forma que su producto pueda ser del mayor valor, él busca sólo su propia ganancia, y él está en este, como en muchos otros casos, siendo dirigido por una mano invisible para promover un fin que no era parte de su intención (Smith, 2009, libro IV, cap. 2).9

Si bien es la frase más famosa al respecto, no es la única: En La riqueza de las naciones se pueden encontrar múltiples análisis basados en la idea de que existe una distancia entre los actores y las consecuencias de las acciones que ellos emprenden. Esta distancia se puede comprender en dos niveles, que analizaremos a continuación; cada uno de esos niveles resulta crucial para comprender la vida social.

El primer nivel es el directo que aparece en Adam Smith: la idea de consecuencias no buscadas e inesperadas. Smith, como lo hizo notar Albert O. Hirschman hace tiempo en Las pasiones y los intereses, está al final de una tradición que postulaba cómo a través del mecanismo de los intereses se doma a las pasiones y se alcanzan resultados positivos para la sociedad: vicios privados y virtudes públicas, para usar la frase de Bernard Mandeville. Lo que hace Smith es aplicar esa intuición a una más general sobre efectos no buscados, sin realizar ya la contraposición de “domar” pasiones negativas; a su vez, Hirschman (2013: 148) hace notar que esto puede generalizarse a la situación inversa: las acciones que se producen por consecuencias buscadas que no se realizaron.

Esta idea de las consecuencias inesperadas de la acción ha tenido un fuerte desarrollo en sociología: aparece en la argumentación de la Ética protestante de Max Weber, por no decir nada de su desarrollo en Robert K. Merton (2002). Es interesante hacer notar que en muchos casos se piensa en términos de “efectos perversos”, una visión negativa de esas consecuencias inesperadas, y que esa forma de observarlo ya está desde los inicios en Weber, y así se ha dicho que “hay una sociología de destino incrustada en la teoría de la acción de Weber en la cual las consecuencias no buscadas de la historia eran mayormente negativas” (Turner, 2019: 385).10

De todas formas, hay que insistir en que la idea de consecuencias inesperadas o no buscadas es más amplia e incluye todo tipo de consecuencias que no fueron pensadas por los actores (Falabella, 2019; Forsberg, 2009; Schaefer, Kornienko y Fox, 2011). Incluso cuando se está ante ordenes sociales que los actores monitorean de manera intensiva, como el de la organización de la conversación, su estructura y sus reglas (la forma en que se organizan las secuencias, por ejemplo), es como tal un resultado no buscado (ver Mondada, 2011; Robinson, 2020; Schegloff, 2007). Es importante recalcar que la lógica de consecuencias inesperadas está más extendida de lo que observamos porque no siempre los efectos se analizan expresamente bajo la idea de “consecuencias no buscadas”, y sin embargo, encontrar efectos que son independientes de las intenciones es parte esencial de la argumentación sociológica. Como en todo concepto relevante, aparecen importantes tareas de elucidación, como distinguir con claridad un efecto no anticipado de uno no buscado (De Zwart, 2015).

Para ejemplificar la importancia y la ubicuidad de estos efectos no buscados, un caso sirve como cualquier otro: observemos los patrones de selección de pareja.11 La tendencia a la homogamia es intencional (las personas deciden tener parejas similares a ellas) y las diferencias entre las formas que adquiere dicha tendencia también pueden serlo; por ejemplo, que el marcador de homogamia sea distinto (ingresos en Estados Unidos, o educación en Dinamarca; ver Andrade y Thomsen, 2019). Por otro lado, el efecto de la homogamia en la generación de desigualdad (Blossfeld, 2009; Andrade y Thomsen, 2019) ya no es intencional, y tampoco lo es el hecho, ya mencionado por Bourdieu en La distinción (1979: 268), de que la mayor libertad de elección favorece el desarrollo de la homogamia. Para ser precisos: no son dinámicas que dependan de la intencionalidad de los actores en juego. La tendencia en la otra dirección, que una mayor desigualdad inhiba parejas con niveles educacionales distintos, opera a través de conductas intencionales, dado que ello disminuye el atractivo para los agentes de “salirse” de su nivel hacia los inferiores (Torche, 2010), pero esta consecuencia de la desigualdad no en sí misma es un efecto intencional.

Los ejemplos muestran además que lo crucial de estas dinámicas no es tanto el hecho de que sean o no buscadas por algunos actores, sino el hecho que son independientes de las intenciones. Incluso si el efecto de la homogamia en la desigualdad fuera deseado por algunos, el caso es que, los conozcan o no, los quieran o no, esos efectos son producidos por esas decisiones. Ello queda más en evidencia si observamos que el efecto real muchas veces no es muy claro. Stefan B. Andrade y Jens Peter Thomsen (2019: 1248) hacen notar que el resultado de que la homogamia produzca más desigualdad todavía está en discusión. El hecho de que el efecto no es claro para los investigadores da pábulo para pensar que no lo es tampoco para los participantes de la acción.

Sin embargo, a pesar de la sencillez de la afirmación y de su casi trivialidad, es relevante insistir en ella. Decimos que es casi trivial porque la única forma en que no existieran consecuencias inesperadas sería en un mundo tan simple que pudiera ser completamente entendido por un actor con capacidades humanas, y dado que la complejidad del mundo supera con creces dichas capacidades, entonces es inevitable que entre las intenciones y las consecuencias exista distancia.

Aquí se puede hacer notar que Raymond Boudon, en un texto clásico dedicado al tema, ha mantenido que a pesar de todo ello la idea ha terminado siendo una “dead letter” (1982: 3), una declaración que múltiples veces se olvida. Esta idea puede parecer desconcertante después de haber observado lo común que es que la investigación descubra estos efectos. ¿Por qué, entonces, Boudon pensaba de esa forma? En parte, porque estaba pensando en términos de “efectos perversos” (el título del texto en francés) y, como vemos, los efectos inesperados son tan ubicuos que superan claramente lo anterior.12 Más allá de esto, se puede decir que lo que le da sentido a la afirmación de Boudon es que, en efecto, muchas veces se pierde de vista lo que implica realmente la idea de consecuencias inesperadas.

No se profundiza en las consecuencias de esta idea. Así, es muy común, en particular en la investigación a través de encuestas, que se comprende lo que ocurre en la sociedad directamente a partir de lo que ocurre entre los individuos, y en particular a través de sus intenciones. La vida social sería una mera agregación, simple y directa, del nivel individual: se evalúa el nivel de secularización de una sociedad a través del porcentaje de personas que mantienen creencias religiosas; se describe la situación normativa en un contexto social a través de las distribuciones de valores, etcétera. Esto implica que son analíticamente irrelevantes las dinámicas de agregación de las situaciones individuales (como si fuera el caso de que operan a través de una simple operación aditiva, lo que ocurre en algunos casos, como los procesos electorales, pero no es lo más común). Así, la sociología, y ello al final no es quizá tan extraño, olvida una de sus admoniciones iniciales: los hechos sociales no son una mera adición de hechos individuales. “Qué abismo, por ejemplo, entre los sentimientos que experimenta el hombre ante fuerzas superiores a la suya y la institución religiosa con sus creencias, sus prácticas tan múltiples y complicadas, su organización material y moral” (Durkheim, 2013: 105).13

Estas deficiencias no sólo ocurren en el campo del análisis de encuestas. Cuando se piensa, por ejemplo, que para la reproducción de una estructura basta con lograr que las personas acepten y se comporten de acuerdo con las reglas y normas que lo constituyen, algo que resulta bastante habitual,14 se ha declarado, se esté consciente de ello o no, que la relación entre acciones y consecuencias es muy sencilla, sin mucho espacio para lo inesperado.

Cuando se plantea que una acción habitual lo que hace es reproducir el sistema (Archer, 2010), que “cualquier cambio debe originarse al contrapesar la inercia endémica a la organización social” (White, 2008: 209),15 y que, por lo tanto, la transformación social se produce a través de la acción crítica de los actores, entonces también se ha olvidado que la consecuencia de una acción no se puede pensar de forma tan directa: Sólo bajo ese olvido se cumpliría que una acción que repita una práctica, algo “inercial”, sólo puede tener como consecuencia la reproducción de dicha práctica.

En las perspectivas que olvidan la diferencia entre acción y consecuencias, y el hecho de las consecuencias inesperadas, lo social emerge al fin directamente de los sentidos de los actores (para una crítica, ver Granovetter, 1985). Esa es finalmente una perspectiva que no deja de ser común, aun cuando dificulta dar cuenta de algunos de los rasgos básicos de la vida social.

El segundo nivel, que es una radicalización de lo anterior, es percibir que la diferencia entre la acción y las consecuencias no es un tema reducible a lo intencional, mientras que la idea de consecuencias inesperadas o no buscadas sigue pensando desde la perspectiva de la intencionalidad del actor.

La diferencia en sí entre acción y consecuencias no requiere intenciones. Más allá de las consecuencias inesperadas está el hecho que las consecuencias son imprevisibles: si el mundo social es efectivamente más complejo que lo que cualquiera de los agentes en su interior puede comprender, entonces acaece que no se puede eliminar el hecho de que para cualquier agente resulta imposible conocer todas las posibles consecuencias, todas las posibles ramificaciones, de sus acciones o de las acciones de cualquier otro actor. No es tan sólo que un actor se vea sorprendido por lo que no previó, pero pudo quizás haber previsto (con más atención), es que ello siempre debe ocurrir. Las consecuencias afectan a dinámicas y a actores que el actor no necesariamente conoce, y por lo tanto entonces resulta imposible que el actor pueda asegurar el conocimiento de esa totalidad.

Las reflexiones anteriores profundizan los análisis que se centran en las consecuencias no buscadas. La cita que hemos usado está en una de las obras fundantes de la tradición económica moderna, y la idea de que el resultado agregado de las interacciones no es algo que sea buscado por los autores es una consecuencia que se usa regularmente para comprender el mercado. Sin embargo, sucede que en esa misma tradición se suele enfatizar que ese resultado agregado no buscado puede describirse claramente (por ejemplo, que la distribución agregada es eficiente u otra característica), y entonces si bien la situación específica es inesperada y quizá no determinable, las características generales sí son muy esperables y predecibles (siguiendo con el ejemplo, podemos saber que la distribución, sea cual sea en concreto, será eficiente).

Algo similar ocurre con aproximaciones que enfatizan la complejidad del mundo social o sus características emergentes: la vida social resulta de la interacción entre actores y los modelos de agentes formalizan esta intuición, donde las dinámicas colectivas son producto de la interacción de múltiples actores adaptativos autónomos (Axelrod, 1997; Epstein, 2007, 2013; León-Medina, 2017; Macy y Willer, 2002), y en este proceso de interacción se producen de manera regular consecuencias inesperadas. El ejemplo clásico de modelo de agentes, usado en múltiples ocasiones para ilustrar la utilidad de la aproximación, es el de segregación de Thomas Schelling, donde se genera una estructura completamente segregada por agentes que no buscaban ese resultado (sólo buscaban no estar en minoría). Las dinámicas del conjunto no pueden entenderse a partir de las intenciones de los agentes. Estos análisis también muestran muchas veces resultados con predicciones generales, mas no específicas: si bien el resultado concreto no puede predecirse, se determina en términos generales la distribución de resultados.

En ambos casos la radicalidad del problema de la imprevisibilidad resulta escamoteada. Se pierde de vista que todo modelo, al simplificar la realidad, está por ello mismo limitando lo inesperado que puede ocurrir al simplemente postular algo que en la vida real es imposible: que lo que está fuera del modelo no existe.16 La insistencia en lo tratable del modelo formal o en la necesidad de transformar el modelo en un algoritmo específico tiene múltiples consecuencias en el análisis, y frente a ello se vuelve relevante recalcar que dado que el modelo no es la realidad, entonces siempre pueden acaecer cosas imprevistas por el modelo. En la vida social real sucede que se puede hacer lo que los modelos no permiten. Y entonces, si la predicción de situaciones concretas resulta difícil en las condiciones establecidas del modelo, más aún lo es en situaciones naturales, y la conclusión que incluso se pueda describir el comportamiento general no resulta tan evidente.

Esta limitación intrínseca del modelar es válida para cualquier modelo, ya sea de analista o de actor: en todos los casos, al simplificar necesariamente se deja algo fuera. El problema que representa dicha ceguera intrínseca no es sólo cognitivo, sino que afecta a la misma dinámica de la vida social (por eso es importante recordar que afecta también a los modelos de los agentes), dado que implica que dicha dinámica no puede ser controlada por los agentes que la constituyen. Siempre cabe la posibilidad de que aparezca una alternativa de acción que simplemente no había sido tomada en cuenta (por ejemplo, que toda tu acción basada en controlar un recurso estratégico pierda valor cuando otros descubren nuevas prácticas donde ese recurso ya no es tan valioso; que aparezca como invención una forma de tomar decisiones -la democracia representativa- en la cual nadie había pensado antes, etcétera). La probabilidad puede ser baja, y debido a ello tiene sentido modelar para conocer la realidad, pero ella siempre está, y un evento de baja probabilidad bien puede resultar crucial.

Entonces, la afirmación de las consecuencias inesperadas puede ser pensada como trivial porque es evidentemente correcta, y sin embargo es crucial al dar origen a múltiples consecuencias teóricas importantes, que muchas veces olvidamos para nuestro pesar.

La relación entre las ideas básicas: el carácter plural de la vida social

Las dos afirmaciones formuladas -la primera, que la vida social es una construcción que está más allá de los deseos de las personas, y la segunda, que la separación entre las acciones y las consecuencias que se derivan de ellas- son basales para la idea como tal de una ciencia social: el hecho de que resulte posible estudiar sistemáticamente la realidad social en tanto una forma (por muy sui generis que sea) de realidad, con sus propios mecanismos, depende de ambas afirmaciones. En ambos casos nos topamos con el hecho que la vida social es una forma de realidad, en el sentido básico, durkheimiano, que es algo que no depende solamente del arbitrio de cada agente. El hecho de que la vida social sea construida y esa construcción aparezca a los agentes como algo dado establece ello en la primera afirmación; el hecho de que el conjunto de la vida social aparezca lleno de procesos con consecuencias inesperadas para los agentes lo establece en la segunda.

Hay algo que no deja de ser interesante a este respecto. Estas dinámicas en principio le podrían ocurrir a Robinson Crusoe: bien puede suceder que sean imprevistas las consecuencias de sus acciones (que al comer unas semillas impida que crezcan vegetales que necesitará más adelante) o que se encuentre con que la situación de la isla sea producto de sus acciones pasadas (que no pueda construir un bote puesto que ya ha talado todos los árboles). ¿Por qué decimos entonces que son afirmaciones constituyentes de toda explicación de lo social si no requieren de lo social? (El hecho de que Robinson Crusoe, como todo sujeto, ha sido producido socialmente no cambia lo anterior: las dinámicas que hemos mencionado no dependen de un proceso social.) No sería clara dicha pretensión cuando se puede mostrar que esas dinámicas podrían incluso ocurrir cuando la vida social es inexistente.

Del hecho que esas dinámicas resulten imprescindibles para comprender la vida social no se sigue que ellas requieran la socialidad (esto es, interacciones y relaciones entre agentes). Al fin y al cabo, para comprender la socialidad humana es necesario, por ejemplo, tomar en cuenta que tiene una capacidad de trabajo asociada a su metabolismo, y ese metabolismo no es en sí un hecho social (más allá de que sea un hecho que puede verse afectado por la vida social). Ello es correcto, pero no da cuenta de las razones más fundamentales que ligan de manera íntima las dos afirmaciones basales mencionadas entre sí y que las convierten en elementos cruciales para comprender la vida social.

Lo que queremos argumentar es que a través del mero hecho de que la vida social es vida con y entre otros es que se producen esas dinámicas. Puede que sin vida social esas dinámicas sean posibles, pero es con vida social que ellas se transforman en hechos ineludibles.

Para un sujeto individual, por la mera circunstancia que vive en el tiempo, ocurre que los resultados de sus acciones pasadas se le presentan como condicionantes presentes, y que lo que haga ahora puede limitar su acción futura. En el caso individual su reacción es más flexible y depende solamente de él mismo y en diversos casos ello no parecerá una limitación mayor. Sin embargo, cuando ese sujeto convive con múltiples otros actores esas limitaciones se vuelven más fuertes: el hecho de que todos los otros actores reaccionen, y que todas esas otras reacciones sean parte de las condiciones a su vez de la acción, vuelve esto más insoluble desde la perspectiva de un actor individual. Más aún, cuando se toma en cuenta la existencia de otros, la condición de enfrentarse a una realidad dada ya no es sólo algo relativo al efecto del pasado en el presente, sino que ocurre en tiempo presente. El hecho de que la construcción social es una construcción real, práctica, aparece con toda su fuerza cuando notamos que se está en un mundo de múltiples actores, puesto que lo que un actor hace se enfrenta a lo que hacen todos los otros actores como algo dado y real: que un actor descubra que el dinero es una convención social no implica, en sí mismo, que deje de operar en la realidad de múltiples otras interacciones y que los resultados de esas otras interacciones le aparezcan como algo que no puede eludir (que en la tienda donde quiere comprar le exijan usar dinero). Cada agente está siempre afectado por las consecuencias de las acciones de los otros.

Para un sujeto individual limitado, como es el caso con nosotros los seres humanos, sucede que es probable que la intención y los resultados difieran: basta, como hemos dicho, con la mera complejidad del mundo para producir ese resultado. Sin embargo, en condiciones de socialidad incluso en situaciones sencillas (donde el sujeto individual quizás pudiera prever en buen grado lo que ocurre) esa diferencia se vuelve inevitable. Sucede que cuando hay varios sujetos, lo que los otros realizan, que de por sí ya está fuera del control completo de un sujeto (puesto que siempre otro sujeto puede tener acciones y pensamientos distintos a las previstos), genera la diferencia entre acción y consecuencias por sí sola. Lo que los otros sujetos realicen a partir de las consecuencias de la acción de un agente es algo que ningún actor puede prever de forma plena.

En ambos casos podemos observar que el mero hecho de la socialidad, que el actor no está solo sino que convive con otros; “el hecho que los hombres, no el Hombre, viven en la tierra y habitan el mundo” (Arendt, 1958: 7),17 produce y fortalece en sí mismo los efectos de cada una de las dos afirmaciones basales.

No sólo estas afirmaciones se pueden deducir como consecuencia necesaria de la pluralidad, sino que además podemos mostrar que en la pluralidad ambas afirmaciones básicas quedan integradas: “En otras palabras, las historias, los resultados de la acción y del habla, revelan un agente, pero este agente no es un actor o productor. Alguien lo inició y es sujeto en el doble sentido de la palabra, es decir su actor y el que la sufre, pero nadie es su autor” (Arendt, 1958: 184)”.18

El hecho que los agentes de la vida social no son sus autores, pues las historias son plurales y nadie en particular las produce, genera las otras dos afirmaciones en su forma más sencilla: la sociabilidad es construida (hecha por los agentes) pero se enfrenta a cada agente como algo dado (y por ello no es autor de ella); las acciones (lo que hago como agente) son distintas de las consecuencias que reverberan entre otros actores, y por ello son impredecibles (y por ello no se puede ser su autor). La pluralidad permite entonces pensar al mismo tiempo la relación acción-estructura y la relación acción-consecuencias. En aquellas tendencias que enfatizan las dinámicas en que se combinan las acciones sociales, en la sociología analítica por ejemplo (Hedström, 2005; Manzo, 2014), se muestra esto: la centralidad que tiene la idea de la relación micro-macro, de cómo se combinan las acciones, nos muestra al mismo tiempo 1) el surgimiento de una estructura como algo construido de manera real y 2) la importancia de comprender que las consecuencias de la acción no son derivables de manera inmediata de la intención.

Todo esto proviene, finalmente, del rasgo que constituye la socialidad como socialidad: que los otros son otros (algo que ha enfatizado entre nosotros en particular Dussel, 2016, 9.15-9.19, con especial referencia a Levinas), que al mismo tiempo son pares, con las mismas capacidades que otro actor, y son irremediablemente ajenos, que hacen y piensan de otro modo. Los otros no son simplemente alter egos, lo que sucede es que son sujetos del mismo modo que lo es ego y, por lo mismo, con sus capacidades de acción y de pensamiento, capacidades que ocupan a su modo particular, irremediablemente con la posibilidad que sea distinto de ego. Vivir con y entre otros no es meramente convivir con copias de agentes similares.

Pensada de esta forma la condición basal de la pluralidad, no sólo se derivan o integran las otras dos afirmaciones, sino que se profundizan y expanden. Esto nos permite entender por qué la agencia y la estructura están tan imbricadas en la idea de construcción. Si la idea de agencia es insistir en que el actor no es determinado por la estructura, entonces ello es válido para todos los actores: todo agente se enfrenta a una multiplicidad de otros actores que no están determinados por una estructura (ver Dépelteau, 2008). Y ello en sí constituye una estructura, que entonces es una consecuencia del hecho de que la capacidad de ser agente es compartida por todos los actores. Nos permite entender por qué el carácter de consecuencia inesperada tiene su profundización en la imprevisibilidad. Dado que para cada actor los otros son diferentes, entonces siempre debe enfrentar la posibilidad de sucesos que ni siquiera había pensado que eran posibles. No sólo estamos ante algo que no había esperado (que a partir de A ocurriera B porque sucede que el modelo del mundo es más simple que el mundo), sino de algo que ni siquiera había podido pensar (dado que ocurrió C, alternativa que aparece debido a que un otro la generó).

Esta afirmación de la pluralidad como condición basal del análisis social se fortalece además cuando observamos otras de sus implicaciones.

Así, por ejemplo, parte de la tradición sociológica ha enfatizado la importancia de la creatividad de la acción, de la acción que se sale de las normas y que pone al sujeto qua sujeto (Dubet, 1994; Touraine, 2013).19 Si pensamos que esa capacidad de creación está disponible en cada actor, que cada actor la realiza desde su otredad basal, y que ningún actor puede saber qué pensamientos o acciones puede crear otro actor, entonces los efectos de la creatividad son incluso más claves.

Por ende, el mapa de las posibilidades es siempre más amplio que lo que cualquier actor puede pensar. La pluralidad de la vida social fundamenta, entonces, su carácter abierto: otro actor siempre puede pensar otra alternativa de acción, otra regla del juego o simplemente jugar otro “juego”, y ego nunca puede tener el listado completo de esas alternativas, porque no puede dar cuenta plenamente ni de las acciones ni de los pensamientos de otros actores. En tanto la situación mantenga un carácter social, es decir, mientras los otros actores puedan actuar, esa posibilidad siempre está presente.

Además de lo anterior, se puede plantear que, si uno se toma en serio el hecho de la pluralidad, la interacción social es el lugar básico del análisis, como las perspectivas relacionales, que han tenido un crecimiento relevante en el último tiempo, lo han enfatizado (Emirbayer, 2007; Latour, 2008; Mische, 2011; Powell y Dépelteau, 2013). Por lo tanto, se podría plantear que el examen de su funcionamiento en detalle debiera ser uno de los aspectos más relevantes del estudio de la vida social. Sin embargo, la sociología en general ha prestado poca atención a, por ejemplo, una de las corrientes que más relevancia ha dado a estos temas, como el análisis de conversación (ver Schegloff, 2007), y no ha reflexionado acerca de las consecuencias de largo alcance de sus descubrimientos fundamentales: el carácter profundamente organizado de su estructura secuencial, la forma sistemática de tratar de forma diferente el acuerdo y el desacuerdo, el esfuerzo y todas las variantes existentes para intentar asegurar comprensión mutua y las formas de reparar esas incomprensiones. Si se lee la literatura teórica, uno puede encontrar reflexiones muy abstractas y generales sobre la interacción, sin mayor referencia a estos temas; Niklas Luhmann (1995) es un caso prototípico. He ahí todo un campo de investigación que la sociología normalmente ha dejado más bien de lado.

Una última consecuencia relevante es que asumir a fondo la idea de pluralidad implica serias dudas sobre toda visión que piense los contextos sociales como unidad, en última instancia equivalente a individuos. Es ello lo que muchas veces está detrás de concepciones que enfatizan la “sociedad como proyecto” (Rossanvallon, 2015: 276-8): Se piensa así que si los seres humanos “crean” su sociedad es porque realizan un proyecto en ella, donde la relación proyecto-acción es pensada unitariamente. Cada vez que analizamos algún elemento colectivo como si fuera un individuo (simplemente uno más extenso, con la figura original del frontispicio del Leviatán de Thomas Hobbes como ejemplo paradigmático), lo que estamos haciendo es no reconocer la pluralidad ineludible de la vida social. Cada vez que se hacen análisis pensando en un actor representativo, y olvidamos que los actores son diferentes entre sí, pasamos por alto este carácter plural. Esta idea de actor representativo ha sido común en economía, aunque ha experimentado críticas relevantes -de signo distinto- en años recientes.20 Cada vez que concluimos a partir de la existencia de una totalidad de la vida social, del hecho de que tiene sentido referirse a un entramado de relaciones en su conjunto, una concepción en que dicho entramado puede ser analizado como si constituyera una unidad,21 lo que estamos haciendo es no reflexionar lo suficiente en el carácter plural de la vida social.

No deja de ser curioso que hayamos recurrido a Hannah Arendt, tan crítica del proyecto mismo de una ciencia social, para hablar del hecho fundamental que hace que tenga sentido el estudio del mundo social: la pluralidad. Sin embargo, ello se entiende cuando observamos que esta afirmación, al revés que las dos anteriores, ha sido efectivamente olvidada en diversos análisis. Los muchos y distintos es el hecho social básico. Darle su pleno lugar y desarrollo a la afirmación de la pluralidad representa una tarea crucial para toda ciencia social que quiera dar cuenta de los hechos básicos de su campo de estudio.

Conclusión

Planteamos al inicio que estas afirmaciones eran relevantes porque se encontraban en relación. La argumentación anterior ha intentado mostrar su inseparabilidad, y cómo la idea de construcción (y de relación acción-estructura) y la idea de imprevisibilidad (y de diferencia entre acción y consecuencia) provienen directamente del rasgo constitutivo de la vida social: que esta es múltiple y que en esta participan varios actores, y que no existe forma de eliminar ello sin eliminar el carácter social de una situación.

Esas afirmaciones no agotan, repitamos al concluir, el conjunto de las afirmaciones necesarias para comprender la vida social. Sin embargo, vale la pena enfatizar que dentro de todas las cosas que es la vida social, es construida, imprevisible y plural.

De estas afirmaciones básicas se pueden derivar toda una serie de preguntas y de temas subsecuentes.

Por ejemplo, todos los problemas que surgen de la interacción entre ellas. De la afirmación general de una construcción no intencional, que ambas afirmaciones están articuladas, se sigue toda una serie de preguntas: ¿Cuáles son las modalidades de dicha articulación? ¿Cómo se da el hecho que en la vida social se realiza una construcción que no pasa por las intenciones de los agentes? Más aún, si la realidad social es construida, ¿cómo se construyen y desarrollan esas modalidades? Y si la realidad social es impredecible, ¿cómo ello afecta a esas articulaciones? ¿Cuáles son los efectos de los grados y niveles de ese carácter impredecible y de los esfuerzos por aumentar su predictibilidad?

A su vez, están las temáticas asociadas a las limitaciones de estas afirmaciones. Si la vida social en su conjunto es algo construido, no dado, ello no evita que existan elementos dados en su interior. Las características biológicas son elementos dados al proceso social (al menos en el corto plazo). El hecho de que los seres humanos nacen y mueren genera toda una serie de dinámicas y alrededor de ellas hay procesos que la construcción social puede afectar, y cuyas consecuencias pueden depender de dicha construcción, pero como hechos ya están dados: no se debe a las estructuras sociales el que existan nacimientos y muertes (eso se debe a nuestra situación como especie biológica), pero esto afecta fenómenos como las tasas de nacimiento o mortalidad, y la esperanza de vida; más aún, la vida social afecta lo que ellas implican: así, la estructura demográfica tendrá consecuencias distintas bajo institucionalidades militares diferentes, el número de la población joven no tiene el mismo efecto bajo conscripción que para ejércitos profesionales. Luego existe toda una serie de preguntas en torno a la articulación de lo dado con lo construido en la vida social. La vida social es en su conjunto impredecible, y ello en particular es válido en el largo plazo, y el conjunto de consecuencias es siempre no-intencional. Sin embargo, sucede que sí hay elementos predecibles (si la vida social tiene algo de orden, ello implica cierta predictibilidad, como ya decía Elster, 1989) y existen diversos órdenes que son intencionales. ¿Cómo se generan esos espacios de predictibilidad y de intencionalidad? ¿Qué se requiere para que ciertos espacios sean más o menos predecibles para los actores que participan en ella? ¿Y cómo se articula dicha predictibilidad con el hecho de que ella nunca puede ser completa?

La pluralidad de la vida social también genera sus propias preguntas. Esta se basa en que son varios los que participan como agentes en ella, y entonces ahí aparecen no sólo todas las dinámicas del poder y la dominación (no todos participan de igual forma), sino que también nos encontramos con los intentos de eliminar o disminuir dicha pluralidad. Si la vida plural proviene del hecho de que los agentes son agentes, en otras palabras, de que no son objetos, se puede recordar todos esos intentos al interior de la vida social por eliminar la agencia de los otros, por reducir a los otros a la condición de cosa. Incluso si esos esfuerzos nunca pueden ser plenamente exitosos, son parte efectiva de la vida social. Del mismo modo, la pluralidad de la vida social pone la cuestión de los límites de los agregados: ¿Quiénes participan de una pluralidad social dada? ¿Hasta dónde llega esta? Todas las discusiones a propósito de límites (Lamont y Molnár, 2002; Wimmer, 2008) resultan aquí fundamentales. ¿Cómo se identifican unidades sociales? (¿cuándo podemos hablar de un mercado o cómo se determina quienes son parte de un grupo?) ¿Qué clase de entidad es una unidad colectiva generada por una pluralidad de actores? ¿Se puede tratar a una colectividad que realiza actividades en conjunto como si fuera una persona de un “orden más alto” (como sugiere Vandenberghe 2007: 324) Para poder responder estos temas y estas preguntas se requiere tomar en serio el ineludible carácter plural de la vida social.

Con base en pocas afirmaciones, entonces, es posible construir, y ya se ha construido en parte, toda una ciencia social. Continuar esa exploración sigue siendo una tarea esencial: la tradición de la reflexión de la ciencia social no ha dado todavía todo lo que puede generar. Los diversos intentos de superar esta tradición pueden ser valiosos y correctos; sin embargo, sería una pérdida que al enfatizar la necesidad de superarla se olvidara lo que esta ha permitido efectivamente comprender de la vida social.

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1El autor agradece los comentarios realizados a versiones anteriores de este artículo de Vicente Ariztía, Ronald Cancino, Daniel Chernilo, Miguel Urrutia y los revisores anónimos de la Revista Mexicana de Sociología.

1 Esta idea, que la vida social podría ser diferente, es tan fundante del carácter crítico, que de la teoría de sistemas —a su vez, tan crítica de la teoría crítica— se ha planteado que tendría un carácter crítico debido a la fuerza que en ella adquiere la idea que las situaciones sociales podrían ser diferentes, que el orden social es improbable; ver una exposición reciente en Esposito, 2017.

2Cita original: “As long as there is high fidelity cultural transmission over multiple generations [...], genetic and cultural evolution are inextricably intertwined”.

3Para dar un ejemplo cualquiera: en juicios morales en torno al “problema del trolley” se encuentran al mismo tiempo universales —el orden en que son aceptables ciertos escenarios de sacrificio— y variaciones —el nivel en el cual resultan aceptables—; ver Awad et al., 2019: 5.

4La cita original: “Sociologists emphasize the constructedness of economic self-interest and the cultural specificity of markets”.

5La cita original: “For sociologists, market exchange implies a whole backdrop of social arrangements that economics does not even begin to hint at”.

6De más está notar los incontables debates y discusiones sobre esta dualidad al interior de la disciplina (ver García Selgas, 2015). De hecho, incluso la forma de esa díada puede ser motivo de disputa: no es lo mismo decir actor/estructura que decir acción/estructura, y se puede criticar la premisa de que una explicación desde la acción requiere pensar desde los actores (ver Lordon, 2013).

7Ver, por ejemplo, Davenport, 2016, para un análisis del uso de las etiquetas raciales, construcciones estructurales, por parte de los actores: la existencia de la estructura no impide la agencia, aunque a su vez está estructurada. La relación entre estructura y agencia necesita de manera recurrente ir de un concepto al otro. Si ello se radicaliza se puede concluir más bien que “cualquier fenómeno dado está completamente estructurado, y al mismo tiempo es completamente agencial” (Powell, 2013: 198). En el original: “Any given phenomenon is entirely, completely structured, and at the same time entirely, completely agential”.

8El mismo Marx tiene frases muy cáusticas en La ideología alemana sobre quienes creían que mostrar lo falso de ciertas ideas bastaba para destruirlas. La construcción social no es tan endeble que se destruye casi en el momento en que las personas se dan cuenta de que algo es construido socialmente.

9En el original: “He generally, indeed, neither intends to promote the public interest, nor know how much he is promoting it. [...] And by directing that industry in such a manner as its produce may be of the greatest value, he intends only his own gain, and he is in this, as in many other cases, led by an invisible hand to promote and end which was not part of his intention”.

10En el original: “There is a sociology of fate embedded in Weber’s action theory in which the unintended consequences of history were mostly negative”.

11Como dijimos, podría haber sido otro cualquiera. Zschache (2017) muestra lo siguiente para juegos de bienes públicos, donde no cooperar es “mejor” individualmente que cooperar, pero si no se coopera todos pierden: si la conducta se modela bajo una regla de aprendizaje individual simple en que las personas eligen la alternativa que les ha ido generando mayores beneficios, la cooperación se sostiene como un efecto —imprevisto— de las “exploraciones” que generan los actores de probar otras alternativas. Se genera con esas dinámicas un ruido que permite que la cooperación se sostenga.

12Boudon menciona que no está reduciendo “perversos” a efectos negativos; se refiere más bien en general a efectos que van en contra de la intención de los actores.

13Cita original: “Quel abîme, par exemple, entre les sentiments que l’homme éprouve en face de forces supérieures à la sienne et l’institution religiouse avec ses croyances, ses pratiques si multipliées et si compliquées, son organisation matérielle et morale”.

14Las discusiones sobre la obra de Bourdieu son esclarecedoras a este respecto. Un argumento habitual de los críticos es que en Bourdieu no sería posible explicar transformaciones porque si la operación del habitus fuera exitosa no hay espacio para el cambio (Aguilar, 2008; King, 2000); y ello asumela premisa que discutimos.

15Cita original: “Any changes must originate from countering the intertia endemic to social organization”.

16La inclusión de términos de error no resulta suficiente para ello, dado que el error es usualmente un mero residuo, y lo que queda fuera del modelo no necesariamente es tratable de esa forma.

17Cita original: “The fact that men, not Man, live in the earth and inhabit the world”.

18Cita original: “In other words, the stories, the results of action and speech, reveal an agent, but this agent is not an author or producer. Somebody began it and it is subject in the twofold sense of the word, namely its actor and sufferer, but nobody is its author”.

19Denostando, a la vez, las visiones que no dejan espacio para dicho rasgo: ver la crítica que Joas (1992: 218-244) hace a las concepciones teleológicas de la acción, que reducen la intención a seleccionar elementos ya establecidos antes de la acción, sin pensar en la generación de metas durante la acción.

20Ver An, Chang y Kin (2009), y recientemente Stiglitz (2018: 78): “Los problemas centrales de la bancarrota financiera, la deuda y la información asimétrica simplemente no pueden surgir en un modelo de agente representativo”. En el original: ‘”The central problems of finance bankruptcy, debt, and asymmetric information simply cannot arise in a representative agent model”.

21Badiou (1988) ha hecho notar que lo que siempre se presenta en realidad es una pluralidad, y que lo uno siempre es inasible. Badiou desarrolla su ontología a partir de su lectura de la teoría de conjuntos; en ella sólo existirían conjuntos y no elementos. Existen amplias discusiones sobre la corrección de dicha lectura (Nirenberg y Nirenberg, 2011), pero la idea de que lo primario serían los conjuntos parece ser correcta.

Recibido: 13 de Julio de 2020; Aprobado: 15 de Octubre de 2021

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