Habéis dicho, señora, que aspirabais a conquistar el afecto de las mexicanas, el cual creíais no haber ganado todavía. Yo os digo, que no tenéis que conquistarlo porque lo poseéis; más que por derecho de conquista, por el derecho que os dan a él vuestros grandes méritos. Sé que las mexicanas os han acogido como a una hermana. ¿Queréis, señora, aceptar vos a los mexicanos, siquiera como hermanos políticos? Mucho halagaréis con ello a vuestro afectísimo admirador, Porfirio Díaz. México junio de 1883 (Díaz, en :Mata y Barbier 1884: 2).
Concepción Gimeno de Flaquer (n. María de la Concepción Pilar Loreto Laura Rufina Gimeno Gil) es una de las más importantes figuras del feminismo decimonónico hispano. Directora de El Álbum de la Mujer (México, 1883-1890) y de El Álbum Ibero-Americano (Madrid, 1890-1909), Gimeno es conocida por su temprana defensa de los derechos de la mujer, resaltando por su reclamo de acceso a la educación; la demanda de su inclusión tanto en profesiones liberales como otras más técnicas y científicas que se estaban desarrollando en el periodo; la petición de que las mujeres recibieran igual salario por igual trabajo, o el derecho de la mujer a administrar su jornal y bienes. Esas peticiones las realiza a la vez que muestra modelos de mujeres de la historia occidental cuyas vidas ejemplares presenta para fundamentar su demanda, como hace en Madres de hombres célebres (1884a) o Mujeres, vidas paralelas (1893a). El suyo es un intento de crear una conciencia femenina/feminista transnacional, transhispánica, ejemplificada en el título de obras posteriores como La mujer intelectual (1901) o Mujeres de raza latina (1904a).
El pensamiento de Gimeno busca formar en la sociedad el objeto del que habla: la “mujer moderna” de la raza latina. Esta mujer nueva de la raza latina ―como formación discursiva foucaultiana2 que con el tiempo denominará “Eva moderna”― es el maridaje del progresismo y el positivismo porfiriano con una variante heterodoxa del tradicional catolicismo ―variante que cuestiona las visiones más tradicionales de los prelados del periodo, pero se adhiere a la idea de la mujer como ángel del hogar y al discurso de la domesticidad―. Todos estos puntos la convierten en una figura excepcional de lo que se conoce en historiografía como la primera ola del feminismo.
De Madrid a México, via París
Nacida en 1850 en Alcañiz ―provincia de Teruel― y educada en Zaragoza,3 Gimeno se traslada con su madre y hermano a Madrid a finales de 1870, durante el Sexenio liberal (1868-1874), momento de consolidación de un público lector femenino en España (Bianchi 2008: 172). Una década después ―recién casada con Francisco de Paula Flaquer y Fraisse― la pareja se establece en París, en abril de 1880. En París conoce al escritor Víctor Hugo, quien le remitió una breve pero hermosa carta manuscrita que apareció reproducida en múltiples ocasiones ( Salvany 1882 y 1883; Mata y Barbier 1884; Hugo 1885, 1900 y 1902). Como indica Pura Fernández, París mostró a autoras como Gimeno un nuevo horizonte cultural (2015: 26), y parece claro que a su vuelta de la ciudad del Sena la autora ha decidido que las Américas son su próximo destino. Tal es la idea que se puede sacar del título que da al prólogo de su segundo libro de ensayo, La mujer juzgada por una mujer: “Cuatro palabras a las mujeres españolas y americanas” (1882a: 5-9). Gimeno parece dudar sobre a qué república americana ir, por lo que a su vuelta de París comienza a publicar en los dos destinos que debía de estar considerando principalmente: Buenos Aires y México.4
A su regreso de París publica en la capital del Cono Sur al menos una docena de textos en El Álbum del Hogar: Semanario de Literatura (Buenos Aires)5 ―varios de los cuales ya habían aparecido antes en el Semanario del Pacífico (Lima)―, y lo mismo se da en México, donde publica en El Monitor Republicano “El enemigo del hogar” (Gimeno 1882b) ―reescritura de “A las sacerdotisas de la moda” (1871a)―. A comienzos de 1883, a estos títulos le siguen numerosas publicaciones. Si bien cruzar el Atlántico es una apuesta arriesgada para los Flaquer, Gimeno tiene a su favor la presencia en México en ese momento de la baronesa Wilson, Emilia Serrano (La cantora de las Américas). Concepción había publicado reiteradamente en las revistas de Serrano durante el Sexenio liberal español ―v.g. Las hijas del Sol y El último figurín― y en 1878 en el referido El Semanario del Pacífico, cuando la aristócrata se hallaba en Perú. Serrano funcionó como excelente mentora para la aragonesa en México, pues tenía una relación muy directa con las elites del periodo, relación que también acabó siendo de patronazgo con Porfirio.
Para cuando arriban a México, tanto Gimeno como su marido tenían experiencia en publicaciones periódicas: ella había fundado y dirigido en Madrid La Ilustración de la Mujer de 1873 a 1875, y él dirigió La Aurora de Yumurí en Cuba, en 1872-1873 (Pintos 2016: 52). Dado que el mayor volumen de publicaciones aparece en México, parece que desde comienzos de 1883 es ya el destino claro de Gimeno, quien va a publicar “No hay sexo débil” (1883a) en La Mujer: Semanario de la Escuela de Artes y Oficios para Mujeres (México), con el pseudónimo Cop ―de Concepción Pilar―.6 En la elección de esta ciudad pueden haber primado los intereses nacionales ―dada la cercanía de Gimeno a la familia real española, recién restaurada, y que Francisco de Paula era Caballero de la Real Orden de Isabel la Católica―.7 Como explica Pintos: “España no quería que México fuese una base para los independentistas cubanos, y el gobierno de Díaz necesitaba el reconocimiento de España y llegar a un acuerdo para saldar la llamada ‘deuda española’” (Pintos 2016: 74).
Bajo la égida porfiriana
Parte importante de sus primeras publicaciones en España ―durante el Sexenio liberal―, se produjeron en revistas pertenecientes o asociadas a logias masonas ―como Las Hijas del Sol,8 que Emilia Serrano dirigía―. La entente formada por su cercanía a la masonería, la presencia de Serrano en el país, la pertenencia de Gimeno a la casta militar y el ejercicio de autopublicidad, ayudó a su entrada estelar en las élites mexicanas y al círculo del expresidente Díaz, y facilitó el apoyo económico al impresionante proyecto editorial que supuso El Álbum de la Mujer.9
Los periódicos mexicanos comenzaron a publicar textos de Gimeno varios años antes de su llegada ―el primero del que hay constancia es “La madre”, para La Voz de México (Gimeno 1879)―, y alrededor de su desembarco se publican varios de sus textos, más una semblanza de Salvany (1883, republicada en 1884) y anuncios de que la pareja se dirige a este país, preparando así ya el clima para su recepción y entrada triunfal ―el ejercicio de autopromoción del que se hablaba―. Como señala Pintos (2016: 69-73), la pareja llega a Veracruz el 16 de junio (Anónimo 1883a) y en menos de dos semanas ya consta como invitada a una fiesta del general Díaz (Anónimo 1883b) ―durante la presidencia de González Flores―. Días después Concepción asiste a una celebración popular ―la de San Ángel, el 1 de julio―, donde leyó probablemente “Mujeres y flores”, y a su conclusión fue profusamente honrada.10 De la primera ocasión en que coinciden Porfirio y Gimeno proviene la cita introductoria de este artículo, que muestra la galante acogida que éste le dispensó.
Como es sabido, Díaz había sido elegido unos meses antes gobernador de Oaxaca, pero renunció a su puesto y volvió al Ministerio de Fomento, pues sus aspiraciones políticas excedían el cargo de gobernador de estado. Aunque no es presidente, sigue siendo una persona importante en el gobierno, y debió utilizar sus influencias para facilitar que Concepción sacara adelante su nuevo proyecto editorial: El Álbum de la Mujer. Proveniente de España, Concepción entra de lleno en la política nacional mexicana, y pronto se halla bajo el patronazgo porfiriano. Su primera referencia en prensa a Porfirio Díaz ―con el pseudónimo F― aparece ya en el número 4 de la revista, en el comentario explicativo sobre las ilustraciones (Gimeno 1883g: 62). Esta simbiosis va a beneficiar a ambos: ella va a sacar adelante ―a su sombra― su proyecto editorial feminista mientras defiende los intereses de España, y él va a tener una incondicional vocera internacional para su proyecto político positivista.11
Salvo error, el Archivo Porfirio Díaz de los años 1883 a 1890 ―época en la que Gimeno permanece en México―, sólo recoge una carta intercambiada entre el presidente y Gimeno (Díaz 1885). Éste, sin embargo, escribe al nuevo gobernador de Oaxaca el 2 marzo de 1888 para pedirle que recupere las suscripciones a la revista de Gimeno.12 El gobernador responde el 9 de marzo (Canseco 1888) informando que había reducido de 25 a 12 los números a los que estaban suscritos de El Álbum, pero que tras la carta del presidente ha ordenado volver a comprar 25 números. Igualmente, ese mismo año Díaz escribe al presidente de Guatemala para pedirle reciba a Francisco de Paula en un viaje que realiza a su país por intereses personales.13 Dichas cartas no vienen acompañadas de otras en las que el matrimonio solicite los favores, lo que lleva a pensar que los Flaquer ―como sus crónicas sociales atestiguan― tenían un contacto tan directo con Porfirio, Carmelita y Manuel Romero Rubio, que lo hablaban en persona. Las únicas cartas que se conservan escritas por Gimeno aparecen en el archivo de Carmelita y son de cuando Gimeno está de vuelta en Madrid ―Gimeno 1897a, 1897c y 1897d―, en ese caso los trámites sí son por escrito.
Bonilla de León ―en su libro dedicado al periodista Manuel Caballero― habla sobre cuatro maneras en las que las subvenciones porfirianas se solían producir: a) compra de suscripciones o ejemplares por dependencias gubernamentales; b) recomendación a gobernadores para que se suscribieran; c) impresión en las prensas gubernamentales; y d) entrega de dinero en efectivo (Bonilla de León 2014: 161). En su trabajo esta estudiosa documenta cómo Gimeno recibió 25 pesos mensuales de 1888 a 1890 (163). Estas cartas complementan lo que Bonilla de León atestigua, y documentan que Gimeno supo beneficiarse de todos los tipos de subvención, incluida la publicación en instancias gubernamentales.14 Por la serie de cartas que Gimeno escribió a Carmen Romero Rubio de Díaz en 1897, se puede inferir que la relación de patronazgo se debió establecer en un principio a través de Manuel Romero Rubio, o que él jugó un papel importante en su conformación.15 A la muerte de Manuel Romero parece que Carmen pasa a ser la persona con quien Gimeno intenta negociar el apoyo económico para El Álbum: “Recibí sus gratas líneas doblemente gratas, por ser de V. y porque en ellas me ofrece interesarse por ‘El Álbum’” (Gimeno 1897d). Con las denuncias publicadas en diversos medios coetáneos (Anónimo 1885d; 1890e), la información aportada por Bonilla de León relativa a los años 1888 a 1890 y estas cartas, queda claro que la ayuda porfiriana no sólo afectó a El Álbum de la Mujer, sino que abarca al menos a la primera década de El Álbum Ibero-Americano. Como se intenta explicar al final de este artículo, parece evidente que el patronazgo debió de llegar hasta el final de la revista, que concluye en 1909.
El Álbum de la Mujer (1883-1890)
La recepción en México no pudo ser mejor para la pareja,16 que consiguió pronto la financiación económica que deseaba para la revista, y ésta sale a la circulación tan sólo dos meses después de su llegada ―el día 9 de septiembre de 1883―. El rápido apoyo económico debió de sorprender incluso a los Flaquer: los primeros números de la revista están repletos de textos de ella publicados con pseudónimos, pues aún no tenían consolidada una lista de colaboradores. Para dar la impresión de que el elenco de colaboradores era mayor, Gimeno publica textos con sus pseudónimos habituales ―X, F, Z y Vestina―; regala o atribuye a Francisco de Paula el primer cuento que ella escribió en El Argos (Gimeno 1871b; 1883j); y publica otros textos con un pseudónimo que no se le conocía: Luz de la Fuente y García. El uso de dicho nombre es otro regalo o guiño, esta vez a su sobrina por el lado de Rosario García Gil, su media-hermana.17
El Álbum de la Mujer será pronto un punto de encuentro para autores de uno y otro lado del Atlántico, en el que se llevará a cabo un ejercicio de pedagogía social feminista y de modernización de la nación,18 lo que Ramos Escandón define como “un espacio de intercambio intercultural” o “instrumento del contacto transcultural” (2001: 369), y Vialette califica de “proyecto de alfabetización cultural cruzada” (2015: 150). Como argumenta Ramos Escandón: “Su lucha [la de Gimeno] por obtener reconocimiento en los círculos intelectuales de su época, frecuentemente la llevó a la necesidad de negociar entre el poder de la sociedad patriarcal que actuaba sobre ella y el poder del colonialismo, del que también participaba” (2001: 374). Parte de esa negociación constante fue la que tuvo que hacer igualmente respecto a sus propias visiones encontradas entre progresismo y tradicionalismo, catolicismo y laicidad.
En El Álbum van a publicar las primeras plumas de ambas naciones,19 y desde esta plataforma Gimeno será capaz de avanzar el “feminismo posibilista” ―como lo define Lacalzada de Mateo―20 que venía gestando desde la década anterior. En sus revistas Concepción ayudó también a la difusión internacional de autoras mexicanas ―como indica Romero Chumacero (2016: 20)―, sobre todo cuando traslade la revista a Madrid en 1890.21 De su primer periodo en México, es un texto que aparece como carta dirigida a Concepción Gimeno en La Voz de México ―“Cartas de una aldeana”, escrito bajo el pseudónimo María de la Mora (1884f)―.22 En ese texto Gimeno ataca el periódico Violetas ―dirigido por Mateana Murguía― por su orientación espiritista.23 Al ser Violetas un periódico redactado completamente por mujeres, amén de mostrar un celo religioso como católica, puede haber también en la crítica la voluntad de atacar una publicación de reciente cuño ―se inició en marzo de 1884 (Alvarado 2018: 100, n.133)―, al presentir que pudiera hacer competencia a su proyecto.
Porfirio entra como presidente de nuevo el 1 de diciembre de 1884 y la revista mejora su calidad en el número que sale al mes siguiente (4 de enero de 1885). La semana anterior a la jura del cargo presidencial, los Flaquer sacan un número especial del Álbum dedicado a la Exposición de Nueva Orleans, con el subtítulo Número extraordinario dedicado al Ilustre General Porfirio Díaz (30 de noviembre de 1884).24 Con ese número ratifican simbólica pero claramente una alianza. Como El Álbum se circunscribía principalmente al ámbito de la domesticidad, para poder hablar sin embozo sobre temas más claramente políticos la revista crea en 1886 ―el 17 de julio― La Crónica: Periódico Político, Mercantil, de Noticias y Avisos, “Regalo a los suscriptores de El Álbum de la Mujer”, que dirigirá Francisco de Paula Flaquer. El primer texto publicado en La Crónica no duda en citar a Alfonso XII como modelo: “España y la América Latina, según el ardiente deseo del malogrado Alfonso XII, han de estrecharse cada día más por los lazos del interés común de raza, ya que la raza latina, por su grandeza, ha de imperar nuevamente como en siglos anteriores” (Flaquer 1886: 1). Desde sus páginas continuarán las loas a los dirigentes porfirianos, y sus editoriales serán abiertamente pro-reelección (Anónimo 1887c).
“[…] desterrar las corruptoras novelas que tanto perjudican a la juventud”
Gracias a esta agresiva campaña publicitaria a favor de Porfirio a finales del 84 ―dos semanas después de que éste hubiera jurado el cargo― El Álbum anuncia que “pensamos introducir en el periódico importantes novedades desde el próximo mes de enero” (Anónimo 1884c: 330). El día 28 de diciembre ―en el último número de ese año― El Álbum publica un “Prospecto” que informa del aumento del tamaño de la revista ―por dos veces y en mayúsculas―, la mejora de la tipografía y de la calidad del papel, todo ello sin que suba el precio de la revista.25
Varios puntos merecen consideración especial en ese anuncio. Primero, el periódico se reclama espacio apolítico ―aunque El Álbum va a ser vocero social y moral del pensamiento porfiriano y del liberalismo conservador finisecular peninsular―. Segundo, con tono quijotesco ―tan caro al pensamiento español finisecular― el prospecto reclama “desterrar las corruptoras novelas que tanto perjudican a la juventud” (Anónimo 1884d: 355), proponiendo para contrarrestar la perniciosa influencia del naturalismo francés, un modelo cultural netamente hispano.26 Gimeno apuesta aquí por una especie de casticismo transhispánico en respuesta al naturalismo francés: un realismo de claras convicciones (neo)católicas ―en línea con el canon isabelino ya caduco desde la década anterior―.27El Álbum publicará folletines como una manera de avanzar o consolidar el proceso de alfabetización femenina,28 proveyendo a las lectoras de textos novelísticos moralizantes, que reactualizan el discurso de la domesticidad, y refuerzan la imagen de la mujer como ángel del hogar.29
Concepción da muestras de preocupación por el devenir de España y las antiguas colonias ―razón por la que endorsa un modelo casticista literario―, y claramente lucha por incluir la literatura escrita por y para mujeres ―como ocurría con la isabelina― dentro del canon que espera se erija como respuesta al europeo. Pero como indica Alda Blanco, los modelos nacionales estaban siendo implantados por hombres que veían la escritura femenina ―practicada sobre todo en folletines― como “imitación” de la masculina, nunca como original (1995: 131), razón por la cual pese a ser un siglo en el que publicaron las mujeres ingentes cantidades de folletines, el canon literario es eminentemente masculino todavía. La decidida lucha de Gimeno, desde México, por la instauración y legitimación de esta literatura como parte de un proyecto transnacional hispánico se ve pronto ninguneada en favor de un realismo distante del “sentimental idealism”30 (Bieder 1992: 302) practicado por las escritoras isabelinas, que en sus novelas anteriores parece endorsar. El que resultó triunfador fue un realismo cuya identificación con valores como masculinidad y casticismo estaba fuera de duda para la crítica y autores varones.31
La Malinche: una camisa de once varas
Si la adaptación de Gimeno a la élite porfiriana fue fácil, no lo fue tanto al resto de la sociedad mexicana, como patentizan los diversos encontronazos que tuvo ya desde el principio por sus opiniones en defensa de la mujer intelectual o ilustrada en su artículo “La literata” (Gimeno 1883f), que le ganó una reconvención que deja claro el misoneísmo contra el que tuvo que lidiar allí donde estuvo: “Al leer el artículo de la Sra. Flaquer, dimos gracias a Dios de no tener mujer ni hijas, porque juzgamos que dicho artículo ha de producir en el sexo femenino una revolución radical de funestos resultados” (Cavestany 1883: 1). Los problemas fueron in crescendo con la publicación de un artículo sobre doña Marina Cortés en septiembre de 1884: “La inspiradora de Hernán Cortés” (Gimeno 1884d). El texto es una defensa de la princesa nahua tomando como base su situación de mujer enamorada, que por amor se había hecho católica, reseñando el positivo impacto que había tenido al facilitar la conquista de México.32
El texto se vio inmediatamente contestado con fuertes críticas por Diario del Hogar (Anónimo 1884a). Estas críticas le dejaron ver que su situación en México era mucho más precaria de lo que hasta ese momento pudiera haber juzgado, y que las heridas coloniales estaban a flor de piel fuera de la élite porfiriana. Ella sola se había metido en camisa de once varas al disertar sobre una figura tan controversial como la Malinche; mas en lugar de asumir el error, su respuesta fue acusar con indolencia de “patrioteros” a los que se quejaban del contenido de su texto (Gimeno 1884e), acusación que a las tornas fue de clasismo contra ella ―idea que reiterará años después Titania―:33 “La honorabilidad de la Malinche no nos hará empeñarnos en un debate con la distinguida Sra. Concepción Gimeno de Flaquer, que estamos ciertos que, a pesar de haber cantado la celebridad de aquélla, si hubiera vivido en su tiempo, jamás le hubiera abierto sus salones ni la habría recibido en su intimidad” (Anónimo 1884b: 3).
Reflejo de lo espinoso que fue abordar una figura tan controversial como la Malinche ―más aún siendo española y mujer― son las lecturas que proponen Arkinstall, Gutiérrez Chong y Vialette sobre la interpretación que Gimeno hace de referentes precolombinos claves como la mencionada princesa. Para la primera, en la conferencia Civilización de los antiguos pueblos mexicanos ―que da Gimeno en el Ateneo de Madrid en 1890, recién llegada de México― sus comentarios están en línea con el movimiento indigenista latinoamericano (Arkinstall 2017: 31), aunque concede: “However, while Gimeno repudiates European paradigms when evaluating indigenous cultures, she does not do so in her studies of Creole women, whose orientalization serves to displace realities around feminist aspirations in Spain” (2017: 39).34 Para la segunda, “What is interesting to know is how Concepción reconstructs the story to highlight the superiority of Spanish women over their indigenous counterparts and the use of masculinity as a form of symbolic power, aspects that would have implications for the future construction of the nation” (Gutiérrez Chong 2008: 531).35 Y por ello, concluye esta misma estudiosa que Concepción es “[…] unable to contest or question existing structures of symbolic violence, she goes on reproducing the structures of power and mental schemes in which she is trapped, such as masculine superiority and stereotypes, resulting in the glorification of her own race and ethnic background, its superior cultural values and morality” (2008: 532).36 Para Vialette “[…] la escritora aragonesa intenta navegar entre mundos complejos de una manera que desafía el tipo de interpretación que estaba estableciendo sobre cuestiones relativas a las mujeres y a la construcción histórica” (2015: 157-158). La defensa de la Malinche por una gachupina de la corte de Porfirio ―desde puntos tan marcadamente euro- y etnocéntricos― muestra la falta de tacto o soberbia con que Concepción va a afrontar su performance social en este periodo. Sus credenciales funcionaron excelentemente en la corte porfiriana, pero fuera de ella la historia colonial ―española o francesa, que ella con su presencia corporeizaba y reactualizaba―, estaba demasiado fresca en la memoria colectiva, como le van a recordar desde Diario del Hogar.37
A causa de este traspié o error de juicio por parte de Gimeno, se va a producir una ruptura entre ella y Diario del Hogar ―en el cual había publicado una cuarentena de artículos en 53 entregas, desde junio del 83 a julio del 84―, y dejará de publicar en otros periódicos de esa nación.38 Esta disputa por la figura de la Malinche supuso mucho más que una ruptura de relaciones entre el personal de dos periódicos: a partir de este momento la relación de Gimeno con la prensa mexicana comienza a enrarecerse, y recibe ataques tanto desde el lado liberal, como desde el lado conservador y tradicionalista, del que el texto de Cavestany era ejemplo, pero hay muchos más.39
El problema de Gimeno en México es que ella está pobremente preparada para confrontar las turbulentas aguas políticas mexicanas del XIX, y pronto la galantería con la que era recogida en los otros medios, se torna beligerancia.40 Mientras Concepción habla sobre la mujer en términos generales ―v.g. “La obrera mexicana” (1883d) y “La dama mexicana” (1883e)― su presencia es aceptada por todos. Cuando empiece a pasar de lo general a lo político en particular ―v.g. en “La literata” (1883 f)― las aguas se van a mostrar altamente tóxicas, más aún cuando su relación económica con el porfiriato sea denunciada por la prensa.
Defendella y no emmendalla
Si habláramos de su experiencia mexicana como si fuera un drama aristotélico, diríamos que la publicación del texto de la Malinche supuso el punto de inflexión ―la peripeteia― que cambió la suerte de Gimeno. Ella hubiera podido responder a este envite aceptando los límites, arguyendo hamartia o error de juicio en su defensa de la Malinche. En lugar de esto, Gimeno da muestras de hibris u orgullo, clavando los talones en la arena política mexicana: “Defendella y no emmendalla” parece ser su respuesta, cual si fuera un hidalgo colonial.
Cuando se cumple escasamente un año de estancia en México ―lapso en el que publica Madres de hombres célebres (1884a)―, Gimeno parece haber entrado ya en su particular pathos trágico.41 Su actitud muestra desprecio a la Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos de 1857, que en su artículo 8 dejaba claro que “en materias políticas sólo puede ejercerlo [el derecho de petición] los ciudadanos de la república”.42 Esa falta de tacto quedaba ya clara en la “Crónica mexicana” del 3 de febrero de 1884, en la que pedía la liberación del general Riva Palacio ―preso por conspiración en Santiago de Tlatelolco (Gimeno 1884b: 71)―, a quien también dedicará un texto cuando sea nombrado en 1886 embajador en España (1886: 22). Como española que era, sus manifestaciones políticas a favor de Riva Palacio o Díaz fueron recibidas con resentimiento por el resto de las fuerzas, que veían en esto un desprecio a la independencia política del país respecto de España. Por un error de juicio ―para porfirianos y anti-porfirianos― Gimeno se convirtió en epígono de España y la historia colonial en ese país. Obviamente la valencia que le daban a dicho atributo unos y otros era muy diferente. A esto se une que en diciembre de 1885, El Tiempo se hace eco de un texto publicado en el Correo del Lunes: “El gobierno mexicano gasta mensualmente la enorme suma de 31,750 pesos mensuales en pagar escritores que le defiendan en México y en el extranjero […]. El Álbum de la Mujer, directora Concepción Gimeno de Flaquer…… 800” (Anónimo 1885d: 3). Tras el tropiezo con la Malinche, esta noticia va a alienar aún más a Gimeno de la sociedad mexicana crítica con el porfiriato.
A finales de 1887 Gimeno publica una edición aumentada de La mujer juzgada por una mujer ―5ª edición, México―, y en 1888 sus dos últimos folletines novelescos en El Álbum de la Mujer: Maura (1888b), y Sofía (1888c). En ese año vuelve a ser reelegido presidente Porfirio, quien comenzará a partir de ese momento a promover la idea de la reelección indefinida ―propuesta que se materializará en una reforma de la Constitución en diciembre de 1890―. El periodo que va entre la elección de Porfirio y la reforma de la Constitución va a ser particularmente complicado para Concepción y Francisco de Paula: la cercanía que han mostrado con el porfiriato parece pasarles factura, pues ellos son el eslabón más débil dentro del sistema de poder porfiriano, dada la nacionalidad no mexicana de ambos y el género de ella.
A comienzos de abril de 1889 se publica en El Partido Liberal (México) el artículo “Una simple pregunta” en relación a un teponastle ―o teponaztli, un tipo de tambor mesoamericano― que había aparecido publicado en El Álbum de la Mujer, perteneciente a Concepción Gimeno.43 Este teponaztli es confundido con el que posee el Museo Nacional, y Diario del Hogar se preguntaba “bajo un concepto si puede pertenecer a la Sra. Flaquer el teponaxtle; que repute propiedad suya lo que es de la nación” (Anónimo 1889b: 3). La duda se comprende cuando indagamos en el contexto en el que se produce este hecho: El Nacional informa el 5 de abril de 1889 que se han producido cambios de personal hace unos dos meses en el Museo Nacional (Anónimo 1889a: 3). La velada acusación es clara: el gobierno pro-extranjeros porfiriano ha debido de regalar a Gimeno una pieza del Museo Nacional, enajenándola del bien público tras haber cambiado al director del mismo (Anónimo 1889e: 3).44 Con este escándalo/confusión, en cinco años Concepción pasa de ser cantora de la mujer mexicana a representante del expolio nacional en favor del extranjero. Cerrando el círculo, sus problemas comienzan con su defensa de la Malinche, y acaban con trasunto colonial malinchista.
Estas acusaciones van a ser contraatacadas en tres artículos publicados en La Crónica (Anónimo 1889f, 1889g, 1889h). Las respuestas dan muestras de la hibris con que el matrimonio va a afrontar otras críticas en México, situación que va a exacerbar aún más la animadversión a la pareja pues el tono de autosuficiente superioridad no podía ser bien recibido en un país con la historia colonial de México.45 Dos de sus respuestas van a atacar el conocimiento del castellano por los periodistas con un tono híper-normativo ―ubicando de nuevo a los Flaquer como representantes de una visión que aúna lengua, cruz y espada―, que pocos amigos podría crearles. En esos textos además se reitera su alabanza al gobierno de Porfirio (Anónimo 1889g: 2 y 1889i: 1-2). De nuevo “Defendella y no emmendalla”… Pintos concluía respecto a la inauguración de la estatua a Cuauhtémoc en 1887:
Con tal motivo, Concepción Gimeno dedica la portada de Álbum al héroe y escribe un artículo que leyó en este acto. Su pretensión de unir ambos lados del Atlántico limando rencores históricos es una constante que hace desde México y que hará desde Madrid, no bajo el prisma ‘maternalista’ de la patria, sino desde la aportación que cada pueblo/nación puede hacer a otro para enriquecerse cultural y políticamente (2016: 112).
Comparto con ella la visión de que Concepción va a intentar limar asperezas y ensalzar ideas como la aportación mixta y el enriquecimiento cultural, y su tono va a ser por lo general conciliador, pero como ilustran los ejemplos que se han reseñado, ese tono es a veces ―cuando se sintió atacada― la cara amable de un pensamiento más paternalista y tradicional sobre la relación entre la metrópolis y su excolonia. Como ocurre con otros puntos, la articulación de su pensamiento tiende a lo progresista y liberal, pero hay ciertos elementos tradicionalistas a la base de su ideología que limitan el alcance de su lucha y su comprensión de la realidad americana. Igualmente creo que también hay un elemento de soberbia europea en su problemática convivencia con otras publicaciones y personas ―como ilustra la carta en la que ataca Violetas o los encontronazos con Titania―, que hace su desdén un problema que va a costarle su proyecto y vida en México. Por ello, concluye Pintos acertadamente sobre el final de este periodo mexicano: “Concha intentó hacer un periódico desde México y para los mexicanos, pero su visión siempre acababa o empezaba en Europa y, más en concreto, en España” (Pintos 2016: 123). Como en las tragedias griegas, cuando se produzca la anagnórisis ya no habrá marcha atrás.
Continuando su particular pathos trágico, en septiembre de 1889 La Crónica ―periódico dirigido por Francisco de Paula―, El Diario del Hogar y Novedades (México) son acusados de difamación por el embajador de Italia en México (Anónimo 1889j). Dichos periódicos habían acusado a éste de hacer negocio de distribución de productos de su país sin pagar aranceles en México. Por ello, Flaquer y Rolla ―de Novedades― acaban en la cárcel de Belem. Éstos van a recibir el apoyo de otros periódicos en defensa de la libertad de prensa, hasta que Concepción publica el texto “La Psicología” (Gimeno 1889b: 74) ―uno de sus textos más acerados y políticos en México―.46 La reacción no se hizo esperar, y Diario del Hogar publica una queja ―bajo el título “No vengáis a América”― donde denuncia la protección de que ha gozado la pareja por el gobierno, y su constante intromisión en la política nacional (1889l: 3).
El Álbum Ibero-Americano (1890-1909)
Poco después ―el 2 de mayo de 1890― Concepción vuelve a España aduciendo problemas de salud (Gimeno 1890c: 1), y “en su despedida la Sra. Flaquer dirigió sus saludos a las autoridades mexicanas, por el acierto con que gobiernan y sostienen el prestigio de esta nación” (Anónimo 1890a: 3). Hace tierra en Santander el 29 de mayo (Anónimo 1890b), y se dirige inmediatamente a Madrid (Anónimo 1890c). En el último número del semestre primero de 1890 de La Crónica se comunica que el periódico se traslada a Madrid (Anónimo 1890d). Allí va a refundar el proyecto llamándolo El Álbum Ibero-Americano: Ilustración Semanal (Madrid), con los volúmenes saliendo a prensa en la primera semana de agosto ―en lugar de julio, como había anunciado La Crónica―. A diferencia de Francisco de Paula ―quien visitará México en 1909― Concepción ya no volverá a esta república, pues cuando haga su última tournée americana a mediados de la década de 1910, México se hallará sumido en la revolución que llevó a Porfirio a su destierro parisino.
Por muy agridulce que haya sido la experiencia mexicana ―sobre todo al final―, Concepción vuelve a España siendo una mujer nueva, con una experiencia en su maleta que va a impactar enormemente su pensamiento a partir de ese momento. Si en México va a tener problemas de adaptación cultural por la hibris con que actúa en instancias como las referidas ―la historia colonial le ha forjado una camisa de la que no sabe salir―, la mujer que llega a España va a ser una persona con una mentalidad mucho más sensible a la realidad latinoamericana, que va a funcionar como un agente doble cultural: Concepción había pasado por México, pero México también había pasado por Concepción. Si su llegada México puede estar motivada por el problema cubano y la necesidad de evitar que México ayudara a los independentistas de la isla, a su vuelta a España su portafolio incluye representar los intereses de México.
La anagnórisis lleva a Concepción a una especial catarsis cultural, en la que va a hacer una defensa de las culturas precolombinas y americanas actuales desde la antigua metrópolis. Esto no quiere decir, ni mucho menos, que pase a ser una autora postcolonial tout court: su concepción de la nación es básicamente criolla, y su preocupación es por el indio mítico, no por el actual. Sí que es, sin embargo, una escritora con un entendimiento cultural mucho más complejo que el que tenía cuando dejó España en 1883, al menos en lo que se refiere a las colonias que habían ganado su independencia a comienzos del siglo XIX ―no así con Cuba―. De ello da muestra ya la semana siguiente a su vuelta a España (el 17 de junio), en la que da una conferencia en el Ateneo de Madrid bajo el epígrafe de Civilización de los antiguos pueblos mexicanos (1890), que va a ser ampliamente recogida en ambos márgenes del Atlántico. El texto viene, como era de esperar, con una dedicatoria a Porfirio Díaz (Gimeno 1890a: 5). Al año siguiente, leerá Mujeres de la Revolución Francesa (1891a) en dicha institución, y dedicará el texto a Romero Rubio ―a quien Gimeno reconocía en 1897 como benefactor de la revista en la carta a su hija―. Aunque desde 1890 ya no está en México, el periódico sigue contando con financiación porfiriana, como hacen público las quejas de Diario del Hogar y El Tiempo ese mismo año (Anónimo 1890e: 3, y 1890f: 2).47
Además de la conferencia del Ateneo, en España va a publicar varios textos de clara impronta mexicanista, como “Etimologías mexicanas” (Gimeno 1890d), “La mujer entre los aztecas” (1893b), “Artes, ciencias, leyes y costumbres de los mexicanos en la Época Pre-Colombina” (1893c), “La ilustración femenina en México” (1894a), “Minerva y Xochiquétzal” (1894b), “Cultura de la mujer mexicana” (1900) y “México: El Estado de Hidalgo” (1909b). Estos estudios discurren dentro de los marcos positivistas históricos que van a promover en la historiografía mexicana pensadores como Gabino Barreda y el conocido como grupo de los Científicos. A estos textos de arqueología del conocimiento se añadirán las ubicuas loas al general Díaz ―v.g. Gimeno 1889c; republicado como 1894c y 1904b― y a su mujer ―Gimeno 1888a y 1897b, republicado 1898― o la serie “Un episodio interesante en la vida del General Díaz” (1909a) que firmó como X. La información que dé Concepción va a estar claramente sesgada hacia el oficialismo porfiriano ―a veces siendo incluso pura fabulación―, como denunciará, entre otros, el Monitor Republicano (Anónimo 1892: 3), en respuesta a una noticia publicada en “Nuestros grabados” y que estaba firmada por La redacción (Gimeno 1892).
El último sacrificio: un álbum para Carmen Romero
El 30 de diciembre de 1909 ―sin anuncio de clausura―, sale a la venta el último número de El Álbum Ibero-Americano. Es el final para un proyecto editorial de 27 años ―8 en México como El Álbum de la Mujer―. ¿Cómo explicarse este final tan brusco que ni siquiera es anunciado a los subscriptores, a los que sin embargo se les sigue indicando en la sección de anuncios el precio de suscripción?48 Conocido es que Concepción gozaba de una salud delicada ―que hace que visite con frecuencia balnearios―, pero ¿es ése el motivo principal de esta decisión? Aunque no sea descartable este motivo como uno de los factores, es probable que el motivo principal sea uno más prosaico: la pérdida de financiación por parte del porfiriato en un momento en el que la situación política de Díaz se ve cada vez más contestada socialmente. Necesario es notar que la delicada salud de Concepción no le impidió recorrer en la década siguiente las repúblicas americanas.
En el año 1907 se produce una importante crisis financiera en la Bolsa de Nueva York, que pronto se vio acompañada ―en 1908― con la caída en los mercados del precio de la plata, uno de los productos más importantes de la economía mexicana. A este problema se une que en 1909, Francisco I. Madero ―tras entrevista con Porfirio en abril― comienza una gira por el país en contra de la reelección. El Álbum logró sobrevivir al primer empuje de la crisis económica mexicana, pero la partida económica que debían de recibir ―mediante suscripciones estatales o mediante dinero― se debió cancelar alrededor de ese año de 1909. El anuncio de la retirada de financiación explicaría la extemporal visita de Francisco de Paula a México en marzo de 1909, de la que se hace eco El Correo Español.49 Este viaje de Francisco le llevó a diferentes capitales americanas, donde intentó conseguir apoyo financiero para El Álbum, pero debió de ser infructuoso su viaje, pues el periódico se clausura en diciembre. Durante la estancia de Francisco de Paula en México, Concepción publica una serie de tres artículos titulada “La moral en acción. Un episodio interesante de la vida del General Díaz” bajo el pseudónimo X ―hagiografía del dirigente mexicano como héroe de guerra y hombre de estado (Gimeno 1909a)―, en lo que debió de ser un último intento por recuperar el apoyo económico para la revista.
El penúltimo intento por recuperar el patronazgo parece ser la compilación de un álbum ―firmado por figuras importantes españolas y europeas― que lleva a cabo Gimeno para regalárselo a la esposa de Porfirio en 1906, y de cuyo proyecto informa El Tiempo (México), entre otros medios:
Dicho álbum contendrá, entre otras firmas de personajes notables, la de Isabel II, Víctor Hugo, Antonio de Valbuena, Juan Valera, Ramón y Cajal, Pérez Galdós, Sarah Bernhard y otras muchas. La eminente poetisa Carolina Coronado, ha escrito lo siguiente:
No tengo sitio aquí; echarme fuera
de las hojas del álbum debo yo
pues escribió una reina la primera
y Víctor Hugo el último escribió (Anónimo 1906: 2).
El poema de Carolina Coronado es el que ella dedicó a Concepción Gimeno en 1881, texto que fue reproducido como “En el álbum de Concepción Gimeno” en (Mata y Barbier en 1884: 12). Víctor Hugo llevaba muerto desde 1885; Isabel II, desde abril de 1904, y Juan Valera, desde 1905. Todo lleva a pensar que el pensamiento firmado por el famoso novelista francés era la carta manuscrita que Concepción atesoraba desde su residencia en París en 1880, y que el álbum que debió de regalarse a Carmen Romero Rubio ―si el anuncio se cumplió― era el álbum personal de Gimeno, atesorado durante toda una vida. Este hecho parece indicio claro de la dependencia económica que el proyecto de Gimeno debió de tener hasta el final del porfiriato, dado el valor que la propia autora confería a esos ítems. La situación económica de los Flaquer debía de ser tan precaria en esta primera década del XX, que Concepción no dudó en “regalar” su álbum a Romero, acto del que esperaba a cambio la extensión de la prebenda porfiriana, que para entonces (1906) ya debía de anunciar su fin. Es muy probable que el regalo fuera capaz de conseguir el logrado deseo, pues la revista sobrevivió unos años más, hasta 1909.
Poco después, el 20 de noviembre de 1910, estalló la revolución mexicana. La desaparición de El Álbum Ibero-Americano parece haber sido el canario en la mina que anuncia el fin de un ciclo histórico: el porfiriato. El Álbum creció en la alborada del mismo, y pereció en sus postrimerías.