¿Qué sabemos de otros viajeros alemanes por México, más allá del aclamado Humboldt?
Un siglo después del sabio prusiano, una constelación de viajeros alemanes arribó a tierras mexicanas para caminar, probar, oler y quedar fascinados ante el imponente territorio frente a su mirada. Su interés por México está presente todo el tiempo (Mentz, 1982). En el México independiente y a lo largo del siglo XIX numerosos empresarios, artistas, comerciantes, mineros, diplomáticos y exploradores se pasearon, de los puertos al interior, a las ciudades para conocer la situación del país, su apertura y códigos culturales. Un interés abierto por las nuevas tierras y su potencial agrícola, las comunicaciones y el transporte. El relato de estos viajes apenas incorporaba el lenguaje visual, como alguna viñeta en sus páginas, otros añadieron mapas locales o regionales encartados.
Con el cambio de siglo, a pesar de la influencia de los Estados Unidos, una nueva ola de viajeros alemanes arribó a México, entre 1920 y 1945, una época clave para Alemania con tensiones sociales y desafíos económicos, así como una nueva época emergente de cambios políticos decisivos que llevarían a este país a la debacle y a Europa a la Segunda Guerra Mundial.2 La crisis de esos años, la curiosidad y otras razones llevaron a algunos alemanes a buscar nuevos horizontes en América. Se ha identificado una docena de viajeros por México: B. Traven, Emil Landerberger, Alfons Goldschmidt, Colin Ross, Josef Maria Frank, Joachim Rügheimer (Figura 1), Karl Sapper, Adolf Reichwein, Hans Helfritz, Arthur Ernest Grix, Karl Reicher y, hasta ahora, una mujer, Marianne West.
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Fuente: colección particular.
Figura 1 Tapa del libro de Joachim Rügheimer, publicado en Berlín (1929). El autor ordena su relato entre los viajes urbanos, locales y regionales, así como los paisajes de referencia, como el Popocatépetl o el lago de Chapala y más allá, el viaje de descubrimiento, hasta La Paz, Baja California.
Para “adentrarse en las miradas de este grupo selecto de viajeros germanoparlantes”, Emma Julieta Barreiro y Eugenia Macías han organizado una exposición que recupera la cultura visual y editorial de este grupo de viajeros que, de vuelta a su país, han publicado una serie de libros que han permanecido largo tiempo en su idioma original.3 El relato personal y el mundo fotográfico se intercala en las páginas de cada obra, publicadas en Leipzig y Berlín. La exposición, ordenada en cuatro grandes áreas temáticas, a las que se suma una reflexión sobre las encuadernaciones de cada libro, con ornamentaciones inspiradas en los hallazgos de los viajeros por sus rutas y en las vistas panorámicas, algunas con dibujos de plantas y montañas, que evocan la silueta del paisaje visto por parte de los viajeros.4
Los demás puntos que guiaron la exposición son: naturaleza y arqueología, en este apartado resaltaron la relación entre las infraestructuras de remotos orígenes y la vegetación; después, asentamientos humanos, es decir, áreas urbanas, rurales, donde se observa cómo se interviene el territorio por medio de obras humanas; otro apartado se dedicó a escenas costumbristas, los oficios, herramientas y saberes para el trabajo cotidiano, el comercio, obras públicas, industrias y explotación de recursos naturales y, finalmente, cierra la temática un conjunto de edificaciones, de variada temporalidad, desde el pasado prehispánico hasta áreas coloniales o del siglo XIX, un patrimonio diverso que las imágenes revelaban como pasados desconocidos y desafiantes a la mirada (Figura 2).
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Fotografía: Héctor Mendoza Vargas.
Figura 2 Aspecto del inicio de la exposición “Traducir otras miradas. Viajeros alemanes en México (1925-1945). Una antropología de fotografías y relatos”, de Emma Julieta Barreiro y Eugenia Macías, en el vestíbulo principal del nuevo edificio C de la Escuela Nacional de Lenguas, Lingüística y Traducción de la UNAM. Archivo de campo: 30 de septiembre 2022.
Cada libro tiene un conjunto de imágenes obtenidas durante el viaje mexicano, otras procedente de agencias fotográficas o de fotógrafos comerciales (como Hugo Brehme), sobre todo, de regiones que no visitaron. La autotipia ha permitido un nuevo aspecto al relato y a la manera como los viajeros mostraban su experiencia al lector por medio de la combinación de las fotografías del viaje con el texto impreso. Las curadoras, por esto, han aprovechado este novedoso recurso editorial y, a manera de una zigzagueante ruta visual, las fotografías de un libro interactúan con las de otro viaje, entonces, la mirada se traslada de un paisaje captado por un autor a otro, de uno árido a otro húmedo, de uno rural a otro urbano, de uno con profundidad a otro cercano, o bien de una vista panorámica a “edificaciones e infraestructuras prehispánicas, virreinales, decimonónicas, urbanas y rurales como patrimonios diversos que piden lecturas múltiples y amplias”.
Recuperadas en formato digital e impresas en blanco y negro, el viaje visual de esta exposición nos presentaba las siguientes imágenes: los asentamientos mayas en Yucatán, en Uxmal, en Palenque y en Chichen Itzá (Wilhem Pferdekamp, 1929); los indígenas en Zinacantán, Chiapas, los danzantes voladores (Hans Helfritz, 1939); el paisaje del altiplano volcánico, el lago de Pátzcuaro (Josef Maria Frank, 1938): el puerto de Salina Cruz (Adolf Reichewein, 1930); la carretera Panamericana, el cañón de La Estanzuela, Monterrey (Arthur Ernest Grix, 1940); un grupo de pirámides (Colin Ross, 1937); la pirámide de Quetzalcóatl, carreteras y árboles con lianas en la selva de Chiapas (B. Traven, 1928); Amecameca y Sierra Madre de Nayarit (Karl Sapper, 1928); el Popocatépetl (Alfons Goldschmidt, 1927); un puente ferroviario (Joachim Rügheimer, 1929); Acrocomsa (Karl Reiche, 1930) y, finalmente, el majestuoso Iztaccíhuatl (Marianne West, 1930).
La exposición: “Viajeros alemanes en México (1925-1945)” dirige la mirada a un patrimonio editorial compartido de un extraordinario valor para animar las relaciones entre México y Alemania. Se inserta tanto en las investigaciones de la alta lingüística, por la complejidad sobre la traductibilidad de estos libros, las variantes de las palabras, el desafío del sentido, las expresiones o de los sentimientos escritos en alemán por cada viajero/a en los libros, así como en el tema de la fotografía y exploración (Ryan, 2013), que nos deja ver ideas, preguntas y temas acerca del uso de la fotografía dentro de las prácticas de la exploración desde mediados del siglo XIX y que nos adentra a una tipología de los estilos de exploración, unas veces asociada a organizaciones geográficas (Fierro, 1986; Wolff, 2015; Ortega, 2021), otras en el ámbito de los particulares5 y otras a las dimensiones marítimas y militares del tema o bien al papel de los fotógrafos comerciales.