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Revista de la Sociedad Química de México

versión impresa ISSN 0583-7693

Rev. Soc. Quím. Méx vol.44 no.2 Ciudad de México abr./jun. 2000

 

Obituario

 

En memoria del doctor Jacobo Gómez Lara

 

Ernesto Carmona Guzmán

 

Departamento de Química Inorgánica, Universidad de Sevilla. Sevilla, España. Apartado 553. Sevilla 41071, España. E-mail: guzman@cica.es

 

Cumplo, con sumo agrado, la tarea de redactar unas líneas que desearía sirvieran de modesto, pero sentido homenaje póstumo a un querido amigo, el Doctor Jacobo Gómez Lara. Al escribirlas, quisiera ser capaz de resaltar su calidad humana y también su honradez profesional y muchos e importantes logros académicos. Jacobo ha destacado no sólo por el desarrollo de una laudable labor investigadora, sino por el magistral ejercicio de una función docente de excepcional rigor que ha tenido una profunda influencia social. Creo que estas circunstancias, sobre las que me extiendo en los párrafos siguientes, explican la honda huella que Jacobo ha dejado entre nosotros.

He conocido a Jacobo Gómez Lara durante casi 25 años, y aunque en este largo periodo sólo nos hemos encontrado de modo esporádico, me precio de haber contado con su amistad y su estima. Coincidimos por vez primera en 1977, en los laboratorios del Prof. Geoffrey Wilkinson, en el Imperial College de Ciencia y Tecnología de Londres, cuando Jacobo, casi al término de mi periodo posdoctoral en aquel Centro, se incorporó como Profesor Visitante en estancia sabática. De inmediato congeniamos y se estableció entre nosotros una relación plena de afecto que ha pervivido a lo largo de estos años, a pesar de que, como antes he indicado, sólo en algunas contadas ocasiones hemos tenido la oportunidad de pasar unos días juntos. En el año 1993, con motivo de mi participación en el Congreso Iberoamericano de Química Inorgánica que se celebró en Guanajuato, hermosa y preciada joya mexicana, con justicia reconocida por la UNESCO como "Patrimonio de la humanidad", visité la propia ciudad de México y disfruté de la hospitalidad de Jacobo y de su esposa Susan Jones. Durante aquellos días tuve también el honor de visitar las instalaciones del Instituto de Química de la UNAM, y de apreciar la calidad de los trabajos de investigación que allí se desarrollan. Quiso el destino, que la invitación que Jacobo había tenido durante muchos años, con carácter permanente, para visitar Sevilla se hiciera realidad durante el mes de julio de 1999, sólo unos meses antes de su inesperada y prematura muerte. Fue una visita intensa, tanto en los aspectos científicos —conferencia y discusiones científicas en el Instituto de Investigaciones Químicas, C.S.I.C.-Universidad de Sevilla— como en los personales. Estos incluyeron muchas horas de amistosa plática y el placer de pasear por las calles y visitar los monumentos de una Sevilla con un clima inusualmente benigno para aquellas fechas.

Sin menoscabo de otras eminentes figuras de la Química Inorgánica mexicana, Jacobo Gómez Lara era para muchos colegas extranjeros un genuino y fiel representante de esta disciplina científica en México. Licenciado en Ciencias Químicas por la UNAM, doctor por la Escuela Superior de Tecnología Química de Praga, dedicó su vida a la enseñanza de la química, a la difusión de esta disciplina y a la investigación en diversas áreas de la Química Inorgánica. Su carrera investigadora, desarrollada mayoritariamente en México en la UNAM, comprende, como complementos esenciales en la trayectoria de un científico de amplias miras, diversas estancias sabáticas en centros extranjeros de reconocido prestigio (la ya mencionada en el Imperial College de Londres, y otras en la Universidad de Cambridge, en el Laboratoire de Chimie de Coordination de Toulouse, etc.). Sus contribuciones científicas abarcan campos muy diversos: los aspectos termodinámicos y cinéticos de los compuestos de coordinación; la aplicación de las técnicas instrumentales (espectrometría de masas, espectroscopías de infrarrojo, Raman y de RMN) al estudio de los compuestos inorgánicos; los estudios cristalográficos de los sólidos inorgánicos; o la catálisis homogénea aplicada, entre otras, a las reacciones de hidrogenación, hidroformilación u oxidación de sustancias orgánicas insaturadas.

A su extensa y rica contribución investigadora debe añadirse una labor docente, y formadora de jóvenes profesores e investigadores, si cabe, aún más importante. Jacobo fue siempre una persona socialmente comprometida, conocedora de que la educación y el conocimiento constituyen la base de una existencia digna. Tenía la convicción de que los libros nos enseñan a pensar y que el pensamiento nos hace libres. Y más aún, consideraba el trabajo como una forma de crear, y a este acto de crear como uno de los placeres sólidos y efectivos de los que el ser humano goza en la tierra. Fiel a estas máximas, a su compromiso con la educación, además de su función docente en la UNAM, tuvo una participación fundamental en la creación de la maestría en Química Inorgánica de la Universidad de Guanajuato, fue profesor de Posgrado de la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad Autónoma de Nuevo León, y también de la Universidad Autónoma de Baja California, etc., y escribió numerosos textos y artículos destinados a la enseñanza y a la divulgación de la Química. Vivió con intensidad los conflictos sociales de la UNAM y me consta que sufrió con gran preocupación la huelga universitaria del pasado año, por cuyo desarrollo y duración se sentía muy consternado.

Jacobo fue promotor de la Academia Mexicana de Química Inorgánica, institución en la que actuó como presidente durante dos mandatos. Su labor académica fue galardonada con el Premio Andrés Manuel del Río, concedido por la Sociedad Química de México en 1986. El pasado verano, pocos días después de su estancia en Sevilla, me informó con legítimo orgullo y no poco contento de su consideración en el nivel máximo del Sistema Nacional de Investigadores y de su elección como miembro de la Academia de Ciencias de América Latina, con sede en Caracas.

Creo obligado concluir este breve artículo señalando que desde que conocí a Jacobo advertí en él una honda raigambre mexicana, faceta que, a mi juicio, era parte esencial de su personalidad. Ejercía además un intenso amor por la cultura de su admirable pueblo y un profundo orgullo por la capacidad de éste, demostrada a lo largo de su historia, para sobrevivir a múltiples fusiones y desencuentros. Durante toda su vida trabajó para contribuir a un país mejor y muy en especial para incrementar su nivel de educación. El dolor que la noticia de su muerte causó a numerosísimos estudiantes y profesores que disfrutaron de sus enseñanzas y de su amistad, prueba que consiguió sus propósitos. Sus muchos amigos extranjeros conservaremos su imborrable recuerdo. En nombre de todos ellos me permito hacer llegar a su esposa, Susan Jones, y al resto de su familia nuestras condolencias, que hacemos extensivas a nuestros colegas mexicanos.

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