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Revista mexicana de investigación educativa

versión impresa ISSN 1405-6666

RMIE vol.28 no.99 Ciudad de México oct./dic. 2023  Epub 26-Ene-2024

 

Dossier

La RMIE en tres tiempos

The RMIE in three phases

Susana Quintanilla* 

*Investigadora en el Departamento de Investigaciones Educativas del Cinvestav, Ciudad de México, México, email: susanaq@cinvestav.mx


En junio de 1996 comenzó la distribución, mano a mano, del primer número de la Revista Mexicana de Investigación Educativa (RMIE), una nueva publicación científica en lengua española ubicada en las áreas de Ciencias Sociales y Humanidades. No fue la primera revista seriada en México dedicada a la difusión del conocimiento especializado acerca de la educación, pero sí la que cumplió con mayor prontitud las normas internacionales básicas de principios del siglo XXI para las publicaciones académicas de “primer nivel”: a) ser editada por una sociedad científica; b) difundir en un ámbito académico específico los resultados de investigación original que aporten a la comprensión de una problemática o de un campo de estudio; c) nombrar periódicamente un director(a) o editor(a) responsable; d) incluir órganos editoriales de orientación, decisión y consulta; e) crear un sistema para la revisión preliminar de los originales recibidos; f) definir y hacer públicos los criterios y los protocolos para dictaminar las propuestas; g) garantizar el arbitraje estricto por especialistas de los textos que hayan aprobado la primera fase; h) editar y difundir en los plazos convenidos los materiales recomendados para su publicación, e i) procurar la mayor visibilidad de las publicaciones y su lectura por el público al que se dirigen (Borrego y Urbano, 2006:11-27). Estas han sido las coordenadas para trazar los planos de la revista, construirla, ampliarla y hacer las modificaciones que se requieran, ya sea debido a los cambios en su entorno o por las demandas internas.

La RMIE nació tres años después de la constitución formal del Consejo Mexicano de Investigación Educativa (COMIE), su impulsor y sostén central. Fue creada por iniciativa de una comisión en la que algunos socios y socias del COMIE dialogaron durante varios meses acerca de cómo propiciar el conocimiento y la discusión de los paradigmas y las preferencias de las y los investigadores educativos. El resultado fue una revista semestral que, en palabras de Mario Rueda, su primer director, pretendía “consolidarse como un foro académico plural del complejo espectro de trabajos de investigación educativa que se producen en nuestro país, sin descuidar el diálogo con la comunidad latinoamericana e internacional” (Rueda, 1996:9). Los dos números del primer volumen contenían la selección realizada por el Comité Editorial de las ponencias presentadas en el III Congreso de Investigación Educativa llevado a cabo en la Ciudad de México en 1993. En adelante, el flujo provendría de los originales propuestos por las y los autores, en su mayoría investigadores adscritos al Consejo y con experiencia profesional en los diferentes campos de la investigación educativa (Osorio Madrid, 2007:772-773). La periodicidad pasaría primero a ser cuatrimestral y después trimestral. A partir del número 10 el contenido fue organizado de forma mixta, temático y abierto, con el propósito de dar identidad a cada número y, a la vez, favorecer la diversidad del conocimiento producido acerca de la educación.

Estas sincronías han hecho que la RMIE sea considerada, junto con el crecimiento de los programas de posgrado, la dinámica de las instituciones y el aumento del número de académicas y académicos, como un parámetro clave para valorar el desarrollo del conjunto de la investigación educativa (IE) “moderna” en México, cuyo surgimiento ha sido datado en la década de 1970. De acuerdo con este cronograma, la RMIE es, a la vez, producto y motor del proceso de consolidación de la IE iniciado a finales del siglo XX y el inicio del XXI y de su proyección internacional, particularmente en América Latina (Martínez Rizo, 2011).

Desde la perspectiva historiográfica de la cultura científica impresa, los XXVIII volúmenes, 98 números y miles de páginas acumulados por la RMIE a lo largo de 27 años constituyen una experiencia transmitida de una generación a otra de autoras(es), dictaminadoras(es) y lectoras(es). Ha acompañado la madurez de quienes, hace treinta años, fundamos el COMIE y las trayectorias académicas de quienes nos sucederán, así como la formación profesional de nuevos investigadores e investigadoras y las primeras incursiones de estudiantes de licenciatura y posgrado por el “ancho mundo” del saber especializado acerca de la educación. En este sentido, la RMIE ha contribuido a la conformación de nuevas comunidades de autoras(es) y lectoras(as), al establecimiento de prácticas de lectura y escritura de textos académicos y a la configuración de una retórica en lengua española propia de la IE. Es natural que el género más privilegiado haya sido el artículo científico, cuyo sustento es la exposición argumentada de los resultados de una investigación empírica, en cualquiera de sus modalidades.

Los alcances logrados adquieren una dimensión más justa si consideramos que la RMIE ha ido a contracorriente de cuatro tendencias predominantes en la comunicación científica: el uso del inglés como la “lengua franca” de la ciencia; el incremento de revistas súper especializadas en campos específicos del conocimiento y la consecuente disgregación disciplinaria de la IE; el predominio monopólico de las editoriales comerciales en las revistas científicas y el control, igualmente hegemónico, de las bases de datos autorizadas y reconocidas para los análisis bibliológicos que determinan los puntajes de la productividad académica, desde la individual hasta la regional y global, pasando por las de las instituciones y de los países (Borrego y Urbano, 2006). Respecto de esto último, hay que destacar la adhesión temprana e inequívoca del COMIE, y por tanto de la RMIE, al movimiento internacional a favor del acceso abierto del conocimiento científico y su democratización encabezado en México por la Red de Revistas Científicas de América Latina y el Caribe (Redalyc) (Aguado-López, Becerril-García y Chávez Águila, 2019). Si antaño esto constituía una decisión electiva, en la actualidad es una obligación ética y legal, así como una necesidad para sobrevivir en el negocio de publicar ciencia, que ha tenido como principales beneficiados a los emporios editoriales que facturan millones de dólares anuales teniendo como insumo básico la investigación científica realizada con fondos públicos. Las ciencias sociales y las humanidades son marginales en la relación comercial que se ha institucionalizado entre la ciencia y la industria editorial, pero su orientación, prioridades y evaluación han sido dominadas por la bibliométrica derivada de este binomio.

Detrás de estos logros hay cientos de personas y decenas de instituciones que han contribuido, directa e indirectamente, al sostenimiento de la RMIE y a su producción y gestión cotidianas, las cuales han recaído en un equipo estable, altamente especializado y de trato cordial. Esto ha facilitado el trabajo de las y los directores de la revista, quienes han compartido generosamente su tiempo y aprendido a descifrar e instrumentar los códigos de la comunicación científica. Cada uno ha dejado su impronta personal en sus funciones como intermediarios entre los colectivos que participan en las decisiones relativas a la RMIE y en los vínculos de esta con las y los autores y lectores. La sistematización y lectura de los noventa y tantos editoriales publicados hasta ahora en las páginas iniciales de cada número permite reconstruir una parte esencial de la trayectoria histórica de nuestra revista, con sus dificultades, desafíos y desesperanzas, pero también alegrías e ilusiones. Digamos que constituyen el rostro más humano de una estela de papel.

En 2011, con motivo del 15 aniversario de la revista, Rocío Grediaga convocó a los dos exdirectores (Mario Rueda Beltrán y Eduardo Weiss) y tres exdirectoras (Lorenza Villa Lever, Aurora Elizondo y Susana Quintanilla) a un encuentro para compartir sus experiencias y dialogar con otros socios del COMIE acerca del trayecto recorrido y las vías probables a seguir. La permanencia en el Índice de Revistas Mexicanas de Investigación Científica y Tecnológica del entonces Conacyt y el “ascenso” a la categoría de “competente a nivel internacional” -que implicaba el cumplimiento de indicadores y criterios estrictos, así como los cambios en la materialidad de la revista y su distribución electrónica- permitían trazar rumbos razonablemente certeros hacia un porvenir promisorio. No era un camino solitario: la creación en 2006 del Grupo de Revistas de Investigación Educativa (GRIE) posibilitó la iniciativa de formar un Consorcio Mexicano de Revistas de Investigación Educativa para incidir en la solución de problemas comunes, los cuales fueron agrupados en cinco aspectos: a) la difusión de las publicaciones; b) los procesos de evaluación generados por los índices y las bases de datos de prestigio internacional; c) la gestión de los cada vez más numerosos artículos recibidos; d) la incidencia en los procesos de formación de las nuevas generaciones de investigadores, y e) los recursos financieros requeridos para mantener y actualizar los procesos editoriales mediante el uso de formatos electrónicos y digitales de gestión editorial. Tras el análisis de estos temas, el nuevo consorcio se propuso trabajar de manera conjunta para lograr un mejor posicionamiento internacional de las cinco revistas participantes (Perfiles Educativos, Revista de la Educación Superior, Revista Electrónica de Investigación Educativa, Revista Latinoamericana de Matemática Educativa y RMIE) y enfrentar juntas los retos de las publicaciones científicas.

Independientemente de las alianzas, las actividades y los propósitos comunes, la RMIE continuó su recorrido. Roberto Rodríguez-Gómez ratificó en 2017 que el primer reto a salvar consistía en “sostener el ritmo de trabajo, la seriedad académica y editorial del medio, la funcionalidad de los órganos editoriales, y la respuesta que ofrecía la Revista a las comunidades de autores, árbitros editoriales y organizaciones encargadas de la sistematización bibliográfica”. Se trataba de dar continuidad a lo logrado y de agregarle lo que desde años anteriores se perfilaba como una prioridad: la transición del formato impreso y la difusión electrónica de la RMIE hacia la gestión, producción y distribución digitales (Rodríguez-Gómez, 2017).

Con motivo de los 25 años de la revista, Guadalupe Ruiz Cuéllar coordinó una serie de videograbaciones basadas en las entrevistas a las personas que habíamos pasado por la dirección editorial (y que fueron alojadas en el sitio web del COMIE). No se trataba de rendir informes, sino de reflexionar acerca de las experiencias de cada uno de las y los participantes, las problemáticas enfrentadas y las apuestas a futuro. Al revisar en orden cronológico los materiales resultantes, me di cuenta de que, sin dejar de reconocer los cambios y logros, ha habido problemas recurrentes no resueltos que implican decisiones colectivas, recursos financieros, infraestructura técnica y dominios tecnológicos fuera de nuestro alcance inmediato.

Esta percepción de alerta e impotencia se reforzó cuando leí la agenda propuesta por Guadalupe Ruiz para una comisión formada por integrantes del Comité y del Consejo editoriales con el propósito de analizar la situación de la RMIE y definir los cambios necesarios para ajustarla a los escenarios de la difusión del conocimiento científico en general y de la IE en particular. El relevo en la dirección de la revista, que en esta ocasión coincidió con el trigésimo aniversario del COMIE, abre una coyuntura favorable para repensar y renovar la RMIE teniendo como eje central “transitar de una revista que aún mantiene muchas de las características con las que surgió en 1996 a una plenamente digital, acorde a las condiciones en que actualmente se produce y distribuye el conocimiento científico” (Ruiz Cuéllar, 2023:18-19).

Es común que la responsabilidad de señalar el rumbo recaiga en las y los directores de la RMIE, en particular cuando han concluido o están por concluir su gestión. En ocasiones, el diagnóstico y las recomendaciones son producto del trabajo colectivo e involucran al Comité y al Consejo editoriales en turno. Ambos procedimientos reivindican la autonomía editorial de la revista respecto de los órganos directivo y consultivo del COMIE. Aun con este margen de independencia, la RMIE ha asumido propósitos que rebasan su función central: hacer público el conocimiento. Por ejemplo, el artículo 2 del Reglamento enlista 11 expectativas respecto de la RMIE. Todas son encomiables, pero su cumplimiento requeriría, además de fondos adicionales, de un consorcio de asociaciones científicas, instituciones educativas y autoridades responsables de la política científica, así como del apoyo de cuerpos y redes académicos. Aun así, algunas escapan a las lógicas editoriales y su capacidad para incidir en los procesos de producción del conocimiento y su difusión, mientras que otras resultan imposibles. Este es el caso de la anhelada participación de la IE en el desarrollo de la educación y la pertinencia de la RMIE respecto de las problemáticas educativas y los estudios considerados prioritarios para su solución.

Si descendemos en la escala de las expectaciones y tomamos solo aquellas que corresponden directamente a la RMIE, queda un número suficiente, y probablemente excesivo, de decisiones que tomar, sobre la base, por ahora no consolidada, de que habrá la voluntad y los recursos para llevarlas a cabo. Mi doble faceta profesional como historiadora y editora me orienta a reflexionar sobre nuestra revista con una visión más allá de lo inmediato. Para ello, atiendo las instrucciones de Robert Darnton ante la disyuntiva que representaba la puesta en marcha del proyecto Google Book Search: “dirige tu mirada lo más lejos que puedas, no quites el ojo de la carretera y no pierdas de vista el espejo retrovisor” (Darnton, 2010:91). En otras palabras, una vez que has definido una ruta hacia el futuro, mantente alerta en el presente y mira lo más posible hacia el pasado. Esta conjugación de tres tiempos interactuantes en espacios necesariamente transnacionales resulta indispensable en momentos de incertidumbre como el que estamos viviendo. Confío en la experiencia social acumulada y en la capacidad del relevo generacional que se avecina. Si estas no son suficientes, entonces habrá que celebrar el esfuerzo realizado y valorarlo como lo que es: un minúsculo barco de papel lanzado en un mar inmenso y caprichoso. Quizá llegó a su destino, y lo importante fue la travesía.

Referencias

Aguado-López, Eduardo; Becerril-García, Arianna y Chávez Águila, Salvador (2019). “Reflexión sobre la publicación académica y el acceso abierto a partir de la experiencia de Redalyc”. https://dx.doi.org/htpps//doi.org/10.24215/18539912e067. [ Links ]

Borrego, Ángel y Urbano, Cristóbal (2006). “La evaluación de revistas científicas en Ciencias Sociales y Humanidades”, Información, Cultura y Sociedad, núm. 14, pp. 11-27. [ Links ]

Darnton, Robert (2010). Las razones del libro. Futuro presente y pasado, Madrid: Trama Editorial. [ Links ]

Martínez Rizo, Felipe (2011). “La Revista Mexicana de Investigación Educativa”, Revista Mexicana de Investigación Educativa, vol. 16, núm. especial, pp. 73-85. [ Links ]

Osorio Madrid, Raúl (2007). “La investigación educativa en México vinculada con la práctica. La producción reportada en la RMIE”, Revista Mexicana de Investigación Educativa, vol. 12, núm. 33, abril-junio, pp. 763-781. [ Links ]

Rodríguez-Gómez, Roberto (2017). “Presente y futuro de la RMIE”, Revista Mexicana de Investigación Educativa, vol. 22, núm. 73, abril-junio, pp.343-346. [ Links ]

Rueda Beltrán, Mario (1996). “Un foro académico”, Revista Mexicana de Investigación Educativa , núm. 1, vol. I, enero-junio, pp. 7-9. [ Links ]

Ruiz Cuéllar, Guadalupe (2023). “Repensar la RMIE”, Revista Mexicana de Investigación Educativa, núm. 96, vol. 28, enero-marzo, pp. 7-19. [ Links ]

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