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Papeles de población

versión On-line ISSN 2448-7147versión impresa ISSN 1405-7425

Pap. poblac vol.12 no.48 Toluca abr./jun. 2006

 

El papel de los niños trabajadores en el contexto familiar. El caso de migrantes indígenas asentados en el Valle de San Quintín, BC*

 

The role of working children in the familiar context. The case of indigenous migrants established in the San Quintin Valley, B.C.

 

Susana Vargas Evaristo

 

El Colegio de la Frontera Norte.

 

Resumen

El Valle de San Quintín presenta desde hace algunas décadas el escenario de un proceso de asentamiento llevado a cabo por población indígena migrante. Esto ha significado un cambio cualitativo en la vida familiar de los migrantes indígenas. No obstante, continúa estando presente la necesidad apremiante de incorporar a los niños y niñas en edades tempranas al mercado de trabajo agrícola. Ante la diversidad de pautas en la organización, necesidades y diversificación económica de las familias, se optó por realizar una tipología que permitiera organizar esta complejidad. Por ello, el objetivo de este artículo es ensayar una tipología que distinga las formas de inserción de niños al mercado de trabajo agrícola, y el papel que éstos juegan al interior de su contexto familiar.

Palabras clave: niños trabajadores, migrantes indígenas, valle de San Quintín, Baja California.

 

Abstract

The scene that has been showing the Valley of San Quintín for some decades is of a process of establishment carried out by migrant indigenous population. This has meant a qualitative change in the familiar life of the indigenous migrants. Before the diversity of guidelines in the organization, necessities and economic diversification of the families were chosen to make a typology that allowed organizing this complexity. For that reason the objective of this article it is to try a typology that distinguishes the forms of insertion of children to the agricultural labor market, and the role they play the in the of their familiar context.

Key words: working children, indigenous migrants, San Quintin Valley, Baja California.

 

Introducción

El trabajo infantil ha sido considerado globalmente como una actividad ilícita sujeta a su eliminación. Diversos organismos internacionales (OIT, UNICEF, UNESCO) han proclamado su erradicación con objeto de favorecer el desarrollo integral de los niños, proceso en el que la educación cobra un papel fundamental como contraparte de la explotación laboral infantil (Post, 2003).

Como lo demuestran algunos trabajos, la valoración que se hace sobre la mano de obra infantil al interior de la unidad familiar tiene significados distintos de acuerdo con su contexto sociocultural. Esto sugiere que el abordaje de esta temática debe ser entendido de acuerdo con los escenarios particulares en los que existe dicho fenómeno. Un ejemplo de ello puede ser observado en el caso de las familias indígenas que han migrado hacia regiones con un mercado de trabajo agrícola.

El Valle de San Quintín, ubicado en el municipio de Ensenada, Baja California, presenta un mercado de trabajo de agricultura de exportación, mismo que ha significado un polo de atracción poderoso para las familias indígenas provenientes de regiones mayormente empobrecidas, como es el caso de Oaxaca y Guerrero.

Tradicionalmente, en la literatura que aborda la migración indígena hacia regiones con un mercado de trabajo rural, se ha hecho referencia a la familia que realiza movimientos itinerantes de una región a otra de acuerdo con los cultivos de temporada. El escenario que muestra el Valle de San Quintín desde hace algunas décadas es el de un proceso de asentamiento (Velasco, 2000, 2004). Esto ha significado un cambio cualitativo en la vida familiar de los migrantes indígenas. No obstante, continúa estando presente la necesidad apremiante de incorporar a los niños y niñas en edades tempranas al mercado de trabajo agrícola.1

Asimismo, el proceso de asentamiento ha estimulado una complejidad en cuanto a las formas de inserción de los niños al trabajo agrícola. Para el caso que aquí se presenta, se han analizado dos formas, la permanente y la temporal.2 Es interesante abordar estas formas de inserción laboral de los niños, en tanto permite entender que a nivel del contexto familiar se les presentan opciones diferenciadas a pesar de tener características comunes, por ejemplo, ser hijos de migrantes indígenas recién asentados. Por esta razón y como un primer acercamiento, considero que el objetivo de este artículo es ensayar una tipología que distinga estas formas de inserción laboral y el papel que juegan los niños trabajadores en su contexto familiar.

Este artículo se desarrolla en los siguientes apartados: en el primero se realiza una aproximación al proceso de asentamiento que ha llevado a cabo la familia indígena y las opciones que se les presentan a los niños, en términos de educación-trabajo; en un segundo apartado presentamos una propuesta de tipología sobre las formas de inserción de los niños al mercado de trabajo agrícola y el papel que juegan en su contexto familiar, a partir de esa tipología se realiza un breve análisis comparativo; se señalan en términos generales las expectativas de vida que los niños crean luego de ser trabajadores agrícolas, y por último, se presentan algunas conclusiones.

 

Proceso de asentamiento y presencia de niños trabajadores en colonias de migrantes

Hace aproximadamente dos décadas, a partir de movilizaciones sociales y políticas, los trabajadores agrícolas lograron transitar de la forma de vivienda de los campamentos agrícolas —propiedad del empresario— a formas de residencia establecidas como colonias, provocando cambios significativos en la vida familiar.3 Según Velasco (2004), estos cambios en las formas de residencia se suscitaron como parte de la dinámica y necesidades del mercado de trabajo agrícola del Valle de San Quintín.

Este proceso de asentamiento ha abierto nuevas posibilidades a los trabajadores agrícolas, como de emplearse en la pizca de diferentes cultivos; incluso algunas familias han combinado actividades económicas dirigidas al sector de servicios y comercio. La migración internacional aparece también como parte de las nuevas alternativas y opciones a partir del proceso de asentamiento (Velasco, 2004: 18).

A nivel de lo familiar, de acuerdo con entrevistas realizadas en familias asentadas en el Valle de San Quintín, puede considerarse que uno de los motivos principales de la decisión del cambio de residencia de campamentos a colonias está asociado a la necesidad de lograr un incremento en el nivel de vida, principalmente de los niños.

El siguiente pasaje muestra a grandes rasgos lo anterior:

Aquí [en la colonia] empezaron mis hijos a estudiar, en un sólo lugar, y ponga que sí batallamos para tener trabajo con el tiempo que se termina, pues andamos batallando porque a veces no tenemos ni para un kilo de frijol, ni para un kilo de Maseca ni nada, y a veces así nos la pasamos (María, enero de 2004, San Quintín).

Los niños notan un cambio cualitativo en sus vidas respecto al tránsito de residencia entre campamentos y colonias, o de migrantes itinerantes a establecidos, un ejemplo de ello puede observarse en el siguiente fragmento de entrevista:

Me acuerdo que sufríamos mucho [en los campamentos]. Porque cuando llovía entraba mucha agua en los cuartos en que vivíamos, y nosotros no dormíamos en cama, dormíamos en el piso, todas nuestras cobijas se nos mojaban [...]. Nomás cuando llegamos aquí en esta colonia, nomás empecé a estudiar. Sentí que mi vida se cambió porque me metí en la escuela, empecé a tener amigos, y allá [en campamentos] no tenía amigos. (Manuel, 11 años, enero de 2004, San Quintín).

En los pasajes anteriores se observa que el cambio de residencia y el proceso de asentamiento en primera instancia es un acontecimiento que le brinda mayor estabilidad a la familia, permitiendo a los niños la opción de integrarse a la escuela de forma regular, entre otras cosas. Esto coincide con lo que James Loucky menciona con respecto a otras investigaciones que abordan el tema del asentamiento de familias migrantes, concluyendo que, "las decisiones de asentamiento y adaptación, de mujeres inmigrantes se entienden mejor desde la perspectiva de las constantes demandas familiares y de la inversión familiar en el crecimiento y desarrollo de los hijos" (Loucky, 2004: 3).

La expectativa de asentamiento por parte de las familias es motivada, en primer lugar, por la posibilidad de trabajar durante todo el año en el mercado de trabajo agrícola, aun cuando éste presente altas y bajas en la demanda de mano de obra. Sin embargo, la posibilidad de acceder a nuevos servicios, tener un terreno propio y proveer a sus hijos de un mejor nivel de vida son las motivaciones básicas que llevan a las familias migrantes a luchar por establecerse definitivamente.

Este hecho es muy claro en San Quintín. Sin duda, el asentamiento ha ocasionado beneficios a nivel de la unidad familiar. 95.9 por ciento de la población cuenta con servicios básicos, como son la luz, agua, servicios educativos de salud y de guardería, entre otros. No obstante, es de llamar la atención que en algunos contextos familiares de origen indígena continúa estando presente la necesidad de enviar niños al mercado de trabajo por diferentes circunstancias. Entre otras, sobresalen sus condiciones de pobreza, pero también la ausencia económica, principalmente del padre de familia y la diversificación de las actividades económicas.

En el contexto de las colonias encontramos las siguientes características de los hogares4 con niños trabajando en la agricultura: de los niños entre 12 y 16 años, 75 por ciento no trabaja, mientras que casi 20 por ciento (18.5) trabaja en la agricultura. Como dato comparativo, se puede señalar que del grupo de menores que trabajan en colonias, sólo 4.5 por ciento se desempeña en un sector distinto a la agricultura. Esto indica que el sector agrícola sigue siendo el que más menores atrae. De éstos 49.7 por ciento corresponde al sexo femenino y 50.3 por ciento al masculino.

Los hogares con menores que trabajan pueden estar comandados tanto por hombres como por mujeres, y estos últimos representan casi una tercera parte del total, es decir, 26.1 por ciento. Asimismo, en cuanto a su condición étnica, el trabajo agrícola de menores se encuentra mayormente concentrado en aquellos hogares donde el jefe de hogar habla una lengua indígena. Cabe señalar que la lengua más hablada es el mixteco (40.2 por ciento), y se concentra en los hogares con niños laborando en agricultura.

Por otra parte, en cuanto a la composición del hogar, el rango de cuatro a cinco miembros es el que mayor concentración presenta, particularmente los hogares con niños que no trabajan o que lo hacen en otro sector se concentran en dicho rango (46.3 y 57.4, respectivamente). No obstante, los hogares con niños trabajando en la agricultura se pueden ubicar en el rango de seis a siete miembros por hogar con 31.5 por ciento.

La lengua indígena es mayormente hablada por menores trabajando en agricultura (21.1) a diferencia de aquellos que no trabajan o que lo hacen en otro sector (8.3 por ciento). De acuerdo con estos datos y los presentados por hogar, puede observarse que el proceso de asentamiento puede estar teniendo efectos en dos ámbitos: en la diversificación del trabajo5 de los menores y en un abandono paulatino del uso de la lengua como resultado de una mayor integración al nuevo entorno urbano.

Aunque los niños nacidos en Baja California que trabajan en la agricultura representan un porcentaje menor (40.8) al de los niños que no trabajan (76.9), o lo hacen en otro sector (61.5), es importante anotar que existe una proporción importante en cuanto a nuevas generaciones asentadas en el Valle de San Quintín. En adición, 67.7 por ciento para 1998 ya había vivido en San Quintín, lo cual indica que al menos 26.9 por ciento de los menores experimentaron la migración temporal familiar y, como es de esperarse, mayoritariamente son niños provenientes de Oaxaca y pertenecientes al grupo de los mixtecos.

Respecto al acceso a la educación, en general, se puede decir que los niños que trabajan en la agricultura saben leer y escribir, lo crítico se presenta cuando se les pregunta si actualmente asisten a la escuela, pues sólo 16 por ciento de los niños que trabajan en la agricultura se encuentra estudiando.

Los niños que trabajan en la agricultura y terminaron la primaria constituyen 58.7 por ciento del total, mientras que los que terminaron el nivel secundario sólo conforman 24.8 por ciento, a diferencia de los niños que trabajan en otros sectores, quienes tienen un nivel más alto de consumación del nivel secundaria. Esto significa que existe una relación importante entre ser niño jornalero con menor tiempo de asentamiento y un menor grado de escolaridad, incluso una tendencia a la deserción escolar, a falta de dinero y la necesidad de incorporarse a la vida laboral.

De los menores que trabajan en la agricultura, 95 por ciento no firmó ningún contrato para ser empleado, 70 por ciento no recibe ningún servicio médico, y su modalidad de trabajo principal es la denominada "tarea". Respecto al tipo de contrato laboral, es un hecho que en agricultura no existe tal, mientras que en el grupo de niños que trabaja en un sector distinto existe una mayor posibilidad de tenerlo. Finalmente, el ingreso mensual total para los que trabajan en la agricultura aproximadamente es de 2 251.77 pesos, mientras que para los que trabajan en otro sector es relativamente menor, 2 043.72 pesos.

Los datos anteriores permiten hacer algunos supuestos; en primera instancia, que el asentamiento no necesariamente desalienta la incorporación de los niños del mercado laboral. Si bien ha disminuido la presencia de éstos en los campos agrícolas, cierto es que aún existen familias con alta necesidad de un ingreso mayor, y esto puede ser explicado en términos de las características de los contextos familiares.

En un segundo lugar, puede observarse que luego del proceso de asentamiento, los niños cuentan con la doble posibilidad de incorporarse tanto al mercado de trabajo agrícola, como a la escuela. Lo cual indica que, en comparación con los campamentos de migrantes itinerantes, dicho proceso permite a los niños y niñas complementar actividades escolares y laborales.

En tercer lugar, si bien la escolaridad aparece como una opción de desarrollo para los niños indígenas establecidos en las colonias, cierto es también que existen condiciones histórico-culturales que llevan a los mismos padres de familia a enviar a sus hijos en edad temprana al mercado de trabajo local, refuncionalizando sus formas de organización familiar (Sánchez, 2001).

A grandes rasgos puede decirse que el proceso de asentamiento ha tenido impactos en la vida familiar e infantil. En la vida cotidiana los niños asisten a la escuela de sistema indígena que se encuentra en sus mismas colonias. Sin embargo, la inercia de la incorporación al mercado de trabajo continúa estando presente, sólo que en este nuevo escenario de asentamiento, como se ha dicho, se presenta una doble posibilidad de inserción laboral para los niños: la permanente y temporal.

Dichas formas de inserción laboral han sido un hallazgo interesante, ya que, por un lado, el estar asentados en una colonia ha permitido a los niños combinar actividades, como la escolar y la laboral, sin necesidad de abandonar sus estudios. Como se verá mas adelante, el dinero que estos niños reciben es utilizado básicamente para gastos escolares, lo cual significa un apoyo a la economía familiar.

En el caso de la incorporación permanente aparece como la forma típica de los contextos familiares de migrantes temporales o itinerantes —también conocidos como golondrinos—, la cual, por el estado de movilidad y precariedad económica, favorece la incorporación de toda la fuerza de trabajo familiar. Lo notable es que esta situación continúa reproduciéndose ahora en el escenario de asentamiento, es decir, aun en este escenario no queda resuelta la necesidad apremiante de la unidad familiar, lo cual no permite, por tanto, que los niños se desvinculen del mercado de trabajo (Vargas, 2004: 104).

 

Tipologías del papel de los niños trabajadores al interior del contexto familiar

Un punto de partida para estudiar las formas de inserción laboral de los niños indígenas fue analizar el contexto familiar. De esta manera se observó que la familia indígena migrante debe considerarse diversa, no sólo en términos de estructura y composición, sino también en recursos humanos, culturales, económicos, de redes sociales, entre otros; que la llevan a generar, por tanto, escenarios diferenciados para el desarrollo de los individuos que la conforman.

La familia indígena y migrante encierra en sí misma una serie de procesos entrelazados como estrategias de sobrevivencia.6 Éstas se reinventan de acuerdo con el tiempo y el espacio, impactando de manera diferenciada a cada uno de sus miembros, según sea la etapa del ciclo vital en la que cada cual se encuentre.

Una forma de organizar la complejidad que presentaron los casos de estudio fue la creación de tipologías sobre la incorporación de los niños al mercado de trabajo —temporal y permanentemente—, y el papel que desempeñan en su núcleo. De esta forma se realizó una síntesis comparativa entre las pautas presentadas en cada forma de inserción, así como de las características de los contextos familiares.

El significado del trabajo de los niños y niñas cumple un papel diferenciado, producto de situaciones diversas que emergen en el contexto familiar. Por esta razón se creó este cuadro de tipologías que ayuda a resumir la diversidad de pautas encontradas en los contextos familiares con respecto al papel que juegan los niños trabajadores. Está dividido de acuerdo con las formas de inserción al mercado de trabajo agrícola y las pautas que se encontraron respecto al papel que desempeñan los niños.

Según nuestro análisis, el primer tipo de incorporación que se muestra lo interpretamos como parte de una necesidad económica, pero también como parte de una estrategia familiar, incluso como un primer inicio de que el niño adquiera nuevas responsabilidades al interior del núcleo. En este caso se muestra a una mujer como cabeza de familia que ha tomado la batuta del hogar. Sus expectativas son que sus hijos continúen estudiando. Así, la incorporación de su hijo al mercado laboral aparece como una necesidad de apoyo económico, pero también como una vía para alejarlo de la vida callejera, orientándolo a asumir nuevas responsabilidades.

El siguiente pasaje ilustra a una madre jefa de familia, explica el motivo por el que resolvió incorporar a su hijo al mercado de trabajo agrícola y cuáles fueron los mecanismos

Es que yo lo dejaba a él [a mi hijo] que cuidara a sus hermanitos y él lo que le gustaba era salir con sus amiguitos. Dejaba a sus hermanitos y se iba con sus amigos. Yo no sabía hasta que me dijo una amiga: "Que tu hijo anda hasta la [colonia] Triqui". Con un montón de chamacos pegado. Entonces dije: Ah pues lo voy a meter a trabajar por no cuidar a sus hermanitos... Y por eso lo llevé y hablé con el apuntador y me dijo que no lo recibía porque estaba muy chico, pero unas señoras me dijeron que lo llevara a trabajar un día y lo llevé, y como la apuntadora se lleva conmigo, pues lo apuntaron a él (Julia, enero de 2004, San Quintín).

En segundo lugar se presenta el tipo de la valoración del trabajo infantil como parte de un proceso de aprendizaje, e incluso educativo, el cual en un momento de crisis personal y económica puede fungir como un recurso. En el siguiente pasaje, un padre de familia explica por qué para él es importante que sus hijos trabajen:

...vale mucho trabajar de niño hasta crecer, porque no sabe usted a dónde va a vivir, si usted no educa a sus hijos, y no le dan trabajo, pues ellos van a sufrir mucho. Sufre mucho uno cuando [...] no le enseñan a trabajar, y como le digo, yo sufrí y así ellos también... (Florentino, mayo de 2004).

Al respecto de este comentario, la hija del Sr. Florentino valora y percibe de manera positiva la idea de aprender a trabajar en el campo como parte de un recurso para su vida futura, y menciona lo siguiente: "A lo que él [mi papá] se refiere es que cuando nos hagan falta nuestros papás, ya vamos a saber cómo son los trabajos del campo, o sea, ya no vamos a tener miedo, pues"7 (Dulce, 13 años, mayo de 2004, San Quintín).

Aquí se muestra que la inserción de la niña significa sólo un apoyo a la economía familiar. En este caso, la familia ha logrado una estabilidad en cuanto a su ciclo reproductivo, una diversificación de actividades económicas que permiten a los más pequeños continuar estudiando. El aporte que hacen a sus casas es utilizado básicamente para gastos personales como uniformes, cuotas escolares, etcétera.

Por último, para la forma de inserción temporal se encontró el tipo que incluso puede entenderse como el más tradicional de todos, pues la fase de ayuda a la madre o padre jornalero ha sido punto de iniciación de todos los niños y niñas que trabajan en el campo, tanto en la agricultura tradicional como comercial. La asistencia de los niños hacia un familiar en el contexto de trabajo, por lo regular, implica una transmisión de conocimientos y oficios.

Los niños que de alguna manera representan este tercer tipo, presentan edades más tempranas, —menores de 12 años—. Esto implica, por un lado, que por las restricciones de la edad impidan que los niños se inserten de manera definitiva al trabajo agrícola; pero por otro, que comiencen la etapa de entrenamiento para que, en un futuro próximo se incorporen de manera regular, sin dejar de lado las condiciones familiares.

Intrínsecamente, se observa a través de los relatos —incluso en el encadenamiento de las historias de vida—, que la valoración por el aprendizaje de un oficio o de la idea ardua de trabajo, es un hecho que cruza la vida de los migrantes y en particular de la población indígena. No es fortuito que los padres busquen "proteger" a sus hijos infundiéndoles la necesidad de adaptarse y conocer las opciones laborales que les ofrece su entorno. Estos hechos tienen sentido si se piensan desde una perspectiva histórica y cultural, respecto a las condiciones de pobreza y discriminación que han sufrido los grupos indígenas.8

En cuanto a la tipología de los casos de estudio para la incorporación en forma permanente, básicamente muestran dos escenarios, uno más acentuado que el otro. En primer lugar, se muestra que el niño en este tipo de contextos familiares juega un papel contundente, pues lo empuja a convertirse en el proveedor económico principal del hogar, esta posición lo coloca en un proceso obligado de transición entre su etapa infantil a la adulta. Un segundo tipo que se presenta es el de proveedor secundario.

Una situación que puede cambiar el futuro de un niño en el contexto del Valle de San Quintín, según los casos de estudio analizados, es la presencia o ausencia del padre, características entendidas tanto en términos económicos como físicos. Esto es, algunos contextos familiares contaban con la presencia del padre, sin embargo, no existía una aportación importante de dinero.9 Se presentó también el caso del padre ausente económicamente,10 pero con una inclinación hacia el apoyo moral y de organización familiar. La ausencia por defunción del padre, finalmente, implica cambios en los papeles y roles al interior del núcleo familiar, y es justamente cuando el aporte de los niños primogénitos cobra un papel seminal.

Un ejemplo de lo anterior se muestra en el siguiente pasaje, narrado por la madre de un niño trabajador. En este caso la inserción laboral se hizo de forma permanente ante el fallecimiento del padre de familia, mientras se encontraba en Estados Unidos. Nótese que según la narración, es el menor quien decide emplearse en los campos de cultivo, ante la crisis familiar que él mismo percibe,

Mi esposo sí nos mandaba [dinero de Estados Unidos], pero cuando se murió, ya no estudió [mi hijo], para que me ayudara con los niños, porque yo iba a trabajar, pero como mi bebé estaba muy chico, cuando se murió mi esposo, me dijo mi hijo: ¡Mejor usted quédese y yo voy a trabajar! Así fue, el patrón no le quería dar trabajo ahí, porque está muy chico, pero le explicaron la situación, que era necesario que él trabajara, porque como tenía que ayudarme. Cuando se murió mi esposo, él trabajó solito, como dos años (Antonia, enero del 2004, San Quintín).

El segundo tipo mostrado por la tipología planteada puede ser visto como un caso especial dentro de la incorporación permanente, ya que no está presente la tensión de necesidad económica apremiante del núcleo familiar. Aquí es evidente la contribución económica regular, ya que gracias al aporte económico que hacen la madre y el padre no se demandará de manera urgente el salario del menor. En todo caso, su aporte sólo formará parte de una ayuda tanto colectiva como de autosatisfacción, a diferencia del primer tipo.11 Sin embargo, la ausencia de estímulos emocionales por parte del contexto familiar e incluso del contexto social puede provocar la deserción escolar ocasionada por problemas tanto en el ámbito sociocultural que le rodea al menor, como en la falta de apoyo en el núcleo familiar, lo que ocasiona su inserción en el mercado laboral como una opción.

De esta manera, más allá de la situación económica de carencia o necesidad que presentan las familias, un aspecto sobresaliente es la actitud y ambiente que se va construyendo en el contexto familiar. Algunos estudios han comprobado que el apoyo y defensa de los miembros de la familia, así como el nivel de vulnerabilidad de los hogares a la pobreza y exclusión social está en función del grado de ajuste de sus recursos entendidos como capital físico, humano y social, y los requerimientos de las estructuras de oportunidades que tienen su fuente en tres órdenes institucionales de la sociedad: el Estado, el mercado y la comunidad (Kaztman y Filgueira, 2001: 25).

Lo anterior sugiere que los recursos familiares se van conformando por un conglomerado de factores que permitirán generar sus propias opciones, estrategias y apoyos, los cuales se verán expresados en la vida de los niños y niñas de diferentes maneras. Esto quiere decir que, independientemente de que se encuentren presentes ambos padres de familia, o de que exista la opción de asistir a la escuela, si en un contexto social y familiar no existen los insumos que generen un grado de apoyo para el desarrollo de los niños, éstos difícilmente podrán lograr expectativas que rebasen el interés de integrarse al mercado de trabajo agrícola, que tan a la mano se encuentra de los menores.

Las formas de inserción de los niños y sus contextos familiares

La forma de inserción permanente ha sido relacionada mayormente a las familias que migran temporalmente, dado que se hace un uso intensivo de la mano de obra disponible. Uno de los hallazgos principales de la exploración en las formas de inserción laboral fue que el proceso de asentamiento no necesariamente ha permitido que los niños se desincorporen en su totalidad del mercado de trabajo. Por el contrario, el trabajo infantil aún existe como resultado de las circunstancias de necesidad que se presentan en el contexto familiar.

Los contextos familiares revisados para este grupo de niños trabajadores mostraron las siguientes características: estas familias presentan una necesidad apremiante de la participación de los hijos en la actividad económica. Circunstancias como enviudar, tener historia familiar de migrantes y trabajadores agrícolas, ser el hijo mayor (sin importar el sexo), tener poco tiempo de asentamiento y redes sociales fútiles, incluso pertenecer a una familia en pleno proceso de reproducción biológica, pueden ser situaciones que impliquen que los niños deban trabajar permanentemente en el mercado de trabajo agrícola y abandonar sus estudios.

La forma de inserción temporal resultó ser un hallazgo novedoso, dado que representa la posibilidad de compartir la actividad laboral con la actividad educativa. A diferencia de la situación de los migrantes temporales o itinerantes, que regularmente muestran la forma de inserción permanente, en el nuevo escenario se abren otras opciones de desarrollo para el niño. El proceso de asentamiento permite una diversificación de actividades económicas de las familias, permitiéndoles una mayor posibilidad de estabilidad, no obstante las condiciones que persisten en el núcleo.

En el caso de los niños que trabajan temporalmente, la composición familiar cobra un papel importante, toda vez que los niños no ocupan el primer lugar de sus hermanos, por el contrario, se encuentran entre el segundo o incluso el último lugar. El hecho de ser primogénito en las circunstancias que se les presentan a las familias migrantes significa el posible abandono de la escuela y su incorporación al mercado de trabajo agrícola en forma permanente, lo cual reduce al primogénito sus posibilidades de desarrollo (recreativo, educativo, de socialización con sus pares, etcétera).

Algunas características de la familia para este grupo son las siguientes: se presenta una mayor propensión por parte de los padres y madres a estimular la educación de sus hijos. Esto sucede de la misma manera en hogares donde es una mujer la cabeza de la familia, confirmando que es importante la presencia de la pareja en el hogar. Sin embargo, hubo el caso de madre soltera que mostraba la relevancia que tiene la expectativa de que los hijos continúen estudiando, como factor principal para la incorporación laboral temporal.

Este caso confronta la idea de que son las madres solas quienes envían con más propensión a menores al mercado de trabajo. Dentro de la literatura se ha considerado que las familias con "alto riego" son aquéllas donde existe inestabilidad de la unión y la ausencia del padre, "...así como el excesivo número de hijos" (Ardió et al., 1993: 48). Estas circunstancias, según los autores, conducen a una mayor inserción de los niños al mercado laboral, más aun cuando la familia está encabezada por una mujer.

A diferencia de tal interpretación, en algunos de los casos de madres solteras presentadas en este trabajo se observa el patrón que menciona Chant, en donde si bien los hijos menores se insertan en forma temporal al mercado laboral, cierto es que no abandonan la escuela y sólo lo hacen como una forma de cooperación al ingreso familiar. Esto indica que "un factor muy importante al determinar el bienestar económico para el caso de las mujeres tiene que ver con la forma en que se manejan los ingresos al interior de la unidad doméstica, en donde éstas los distribuyen más equitativamente (Chant, 1998: 188).

Esta puede ser una discusión más amplia, que en este espacio difícilmente podría realizarse con profundidad. No obstante, los datos muestran que no existen patrones universales con respecto a los riesgos de que niños y niñas se inserten en el mercado de trabajo.

Otro aspecto que hizo interesante al grupo de niños que se insertan en forma temporal es la agilidad por parte del núcleo familiar para diversificar sus actividades, pues no sólo han permanecido como jornaleros agrícolas, sino que han optado por otros oficios. La albañilería, el comercio, incluso la migración internacional de algunos miembros han permitido que los niños y niñas continúen estudiando, aun cuando trabajen eventualmente como un apoyo a la economía familiar.

Expectativas de vida

Lo anterior nos lleva a abordar las expectativas de vida que se generan de acuerdo con cada contexto familiar y con las formas de incorporación de los niños al trabajo agrícola. Para el primer grupo de niños —temporales— se observó una mayor propensión a continuar estudiando. El énfasis puesto en la educación tanto por parte de la autora de este trabajo como por parte de las familias no ha sido fortuito, pues el nuevo lugar de asentamiento permite esta opción al menos en el nivel básico, que incluye la secundaria. Incluso existen instituciones con un mayor ofrecimiento académico para la población, aunque, ciertamente, se encuentra restringido para ciertos grupos que pueden pagar cuotas a las escuelas.

Lo que en todo caso es importante señalar es la valoración que las madres y padres de familia tienen con respecto a que sus hijos puedan "seguir con sus estudios". Esto puede implicar "saber hacer las cuentas, leer y escribir", o también puede significar terminar la primaria, e incluso niveles superiores. Dependerá mucho la noción que los padres del contexto familiar consideren como un nivel de superación académico y la oportunidad de costear estudios para que los niños puedan continuar su educación escolar.

En algunos casos de insertados temporalmente tanto los padres como los mismos hijos mostraron interés en continuar con los estudios como expectativa de vida futura. Siguiendo con esta misma forma de inserción es importante anotar que si bien permite que los niños trabajadores puedan aportar económicamente tanto al hogar como a sus gastos personales, es cierto también que no necesariamente implica que puedan continuar con esta dinámica.

Lo anterior confirma que las circunstancias del contexto familiar, así como la posición del niño en su estructura, en buena medida actúan en la forma de incorporación de niño al mercado laboral. Lo que se pretende anotar es que en un momento dado el niño puede transitar de una forma de inserción temporal a otra permanente si las circunstancias de la unidad familiar así lo precisan.

Respecto a la forma de inserción permanente y las expectativas de vida, puede considerarse que esencialmente existen dos caminos. Uno es continuar con el ciclo de migración internacional y, dos, la imposibilidad de continuar estudiando, aunque en un caso se sugirió la posibilidad de adquirir un terreno propio. La migración internacional aparece como una expectativa futura de vida. En este sentido, el proceso de asentamiento ha permitido crear nuevas redes y anclajes entre trabajadores agrícolas que ofrecen la posibilidad de migrar hacia "el otro lado".

Finalmente, sólo restaría mencionar que si bien existen diferencias sustanciales entre las opciones que tienen unos y otros, cierto es que, en términos generales, estos niños en transición hacia otro ciclo de vida no cuentan con una oferta de opciones que les permita no sólo acceder a un nivel educativo mayor, sino en sí mismo, el Valle de San Quintín, entendido como lugar de trabajo, no se encuentra planeado para brindar a la población espacios alternativos de recreación o de realización de otras actividades.

Considero que los casos de niños abordados en la investigación, permitieron observar de forma gradual —comenzando desde permanentes hasta temporales— una cronología en las edades que van mostrando las variaciones entre las etapas de la vida de los niños y las responsabilidades que van adquiriendo de acuerdo con cada contexto familiar.

De acuerdo con nuestra mirada y los datos analizados, observamos que hay un paso gradual a contraer compromisos, sobre todo de tipo económico, como parte del grupo doméstico. Una situación como esta implica en cada momento una repercusión, consolidación o transición en el ciclo de vida de cada niño. De esta manera se muestra que mientas los niños y niñas se encontraron en el rango de edad de los 11 a los 13 años, su actividad como trabajador temporal básicamente representa una adquisición de responsabilidades.

A partir de los 14 años comienza a darse, en términos de responsabilidades y obligaciones, una transición a la adultez. En menor medida se presentó la posibilidad de cultivar la edad de la adolescencia o la juventud. Sucede lo mismo que en las comunidades de origen, en donde estas dos etapas del ciclo de vida del individuo están ausentes. No obstante, el nuevo entorno de asentamiento comienza a dilucidar un cambio en estos patrones, el cual invita a las nuevas generaciones residentes del Valle a incorporarse paulatinamente a los nuevos tiempos en el curso de la vida, particularmente en las modalidades de adquisición de responsabilidades.

Así, podemos interpretar que la niñez cobra un nuevo sentido para los menores que trabajan en el Valle de San Quintín, pues en las circunstancias de vida a las que se enfrentan durante el proceso de migración y asentamiento se trasforma por completo aquella noción idealizada sobre esta etapa. Su incorporación temprana al trabajo jornalero denota un contexto de necesidades de sobrevivencia, pues el niño cobra consciencia, a través de su propia experiencia, de las necesidades económicas que lo empujan al mercado de trabajo agrícola.

Suceden cambios culturales y de relaciones entre padres e hijos, las cuales se transforman, de tal suerte que los niños y niñas pueden tener mayores expectativas de escoger e incluso de decidir, máxime cuando éstos son trabajadores permanentes y su sueldo significa el sustento del hogar. Los niños adolescentes que trabajan tanto de forma temporal como permanente no tienen las mismas opciones, pero a pesar de ello se puede considerar que dentro de sus familias se dan estructuras que sirven como mediadoras entre lo que el contexto social les ofrece y el campo de acción que la familia otorga a cada individuo para tomar decisiones propias.

Como nota final de este aparatado habremos de enunciar que las familias que se abordaron para este trabajo pertenecen a un estrato de la sociedad que históricamente ha sido marginado, máxime cuando se encuentra en un contexto como el descrito en el Valle de San Quintín, con un mercado de trabajo agrícola segmentado por un sinnúmero de categorías: tantas como la sociedad misma ha creado con criterios de clase, étnicos, de sexo y generaciones (Lara y De Gramont, 2000: 131).

En segundo lugar se muestra que tanto las familias como los niños, ya sea por su condición étnica o por circunstancias diversas, han adoptado estrategias que quizás permiten de alguna manera continuar con la reproducción social, biológica y económica del grupo.

El trabajo infantil agrícola, en términos socioculturales, aparece como un proceso de socialización intergeneracional que se aprende a través de la transmisión de conocimientos entre padres, madres, hermanos e hijos. Hoy por hoy, a pesar de su ilegalidad, de las condiciones de trabajo precarias, de los riesgos para su salud, e incluso los estragos que puede representar para la vida infantil e incluso adulta, el trabajo infantil agrícola constituye una estrategia de sobrevivencia que ha permitido, generación tras generación, la reproducción social y biológica de los miembros de la unidad familiar indígena.

 

Consideraciones finales

En este artículo se abordó a la población asentada en el Valle de San Quintín, específicamente a los niños que trabajan y sus familias. En primera instancia, un aspecto que quisimos enfatizar fue que el proceso de asentamiento ha permitido a las familias acceder a un mejor nivel de vida; no obstante, aún existen grupos domésticos que necesitan de manera apremiante incorporar a sus hijos menores al mercado de trabajo agrícola.

En el contexto de las colonias encontramos tres escenarios en los que se encuentran inmersos los niños, en el primero están los menores que han logrado incorporarse de manera regular a la escuela primaria, retomando estudios que habían sido interrumpidos durante el proceso migratorio. En un segundo escenario se encuentran los niños que han tenido que abandonar sus estudios para incorporase a la vida laboral y, finalmente, están los menores que comparten su tiempo en actividades escolares y laborales.

Entender por qué existen niños con opciones diferenciadas, tales como poder continuar estudiando o abandonar la escuela por insertarse a trabajar, implicó analizar los contextos familiares de los niños trabajadores. Uno de los hallazgos más importantes es que en dichos contextos surgieron pautas diversas en la organización y valoración del trabajo infantil, a pesar de que los migrantes comparten una historia migratoria y de proceso de asentamiento común.

Es decir, existe una diversidad de pautas en los contextos familiares, los cuales otorgan un significado distinto al trabajo que realizan los niños y las niñas, de acuerdo con las necesidades económicas, elementos culturales, recursos, el propio proceso de migración e incluso situaciones de cooperación y conflicto entre sus miembros. De esta forma ofrecen al menor un marco de acción diferenciada, en tanto que unos pueden concluir sus estudios, incluso en condiciones económicas adversas, y otros se ven en la necesidad de incorporarse de tiempo completo en la vida laboral.

Grosso modo presentamos una parte de la realidad que se presenta en escenarios como las colonias del Valle de San Quintín, conformadas por familias migrantes e indígenas, en donde los niños forman parte importante de este proceso. Por ello y a manera de conclusión quisiera enunciar una pregunta como punto de partida para nuevas reflexiones, ¿Cuáles son las opciones que se les presentan a las nuevas generaciones de niños, particularmente indígenas, en regiones de atracción como es Valle de San Quintín?

 

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Notas

* Este ensayo presenta resultados de investigación obtenidos a partir de la realización de la tesis de postgrado para obtener el grado de maestra en Desarrollo Regional por El Colegio de la Frontera Norte.

El cuerpo empírico de este artículo está conformado por dos fuentes principalmente: entrevistas realizadas a madres, padres y niños que nos permitieron reconstruir el contexto familiar, un criterio de selección de nuestros casos de estudio fueron los niños de entre 9 y 16 años que trabajan en los campos de cultivo; una segunda fuente fue la Encuesta Sociodemográfica y de Migración en la Región de San Quintín, Colef-Coespo, 2003, de la cual se obtuvieron datos generales de los hogares que tienen niños trabajando en la agricultura.

1 Lo anterior no significa que exista un cambio en cuanto a su condición de empleo o de estatus al interior del mercado de trabajo, ya que, dada su característica de segmentación laboral, las familias y niños indígenas continúan ocupando los lugares más precarios en cuanto a condiciones de empleo se refiere.

2 Cuando hablo de la forma temporal o esporádica me refiero a que los niños pueden trabajar durante los fines de semana o en vacaciones, sin necesidad de abandonar sus estudios. Por el contrario, cuando me refiero a la forma permanente, lo considero como única actividad del menor trabajador, esto significa que no asiste a la escuela.

3 Existe aún información insipiente sobre el proceso de asentamiento en el Valle de San Quintín, un trabajo que lo documenta con mayor amplitud es el presentado por Velasco (2004).

4 Los datos que aquí se presentan fueron obtenidos de la Encuesta Sociodemográfica a Migrantes en el Valle de San Quintín, Colef-Coespo, 2003. Como la mayoría de las encuestas no incluyen a niños, se consideró un corte de edad de los 12 a los 16 años para acercarnos a la población infantil.

5 Ver el trabajo realizado por Velasco (2004).

6 Estas estrategias de sobrevievencia deben ser entendidas generacionalmente. Un inicio de estas tiene que ver con la decisión de migrar hacia las regiones hortícolas en busca de empleo. En este contexto, y como se observó en las entrevistas a profundidad, la mano de obra femenina e infantil siempre fungen como un segundo recurso que aportaba a la familia un ingreso más. Finalmente, una tercera estrategia de sobrevivencia y superación familiar viene acompañada con la decisión de asentarse, motivada particularmente por situaciones que atañen al núcleo.

7 Actualmente Dulce estudia la secundaria y pertenece al grupo de los mixtecos.

8 La discriminación es entendida como "un proceso social al que se asocian prácticas, valores, perjuicios y hasta sistemas institucionales que reproducen la exclusión, la marginación y la desventaja" de ciertos grupos (Bonfil et al. 2003).

9 En este caso se presenta la situación de un padre de familia que desarrolla un cargo tradicional —en la colonia donde vive— propio de la estructura de organización sociocultural y política de los triquis. Este le absorbe el tiempo que podría estar dedicado a una actividad económica, lo que implica que su aporte es casi nulo. Dada esta circunstancia, se recurre a la mano de obra infantil como apoyo para el soporte económico del núcleo.

10 En un caso de estudio se presentó que un padre de familia, al pretender migrar hacia Estados Unidos, sufrió un grave accidente que lo dejó paralítico. Actualmente, con la ayuda de su hijo menor de 11 años —quien además trabaja en los campos agrícolas—, mantiene un pequeño huerto instalado en el solar de su casa. En éste utilizan técnicas para su cuidado propias del medio rural —machete, azadón—, con una combinación de conocimientos adquiridos por el papá —como el riego por goteo—, luego de haber trabajado por muchos años en la agricultura de exportación.

11 El dinero que ganan se lo gastan, de igual forma, según la forma de inserción. Los temporales lo invierten en la compra de materiales escolares, uniformes, tenis, transporte y ropa, algunos también lo ahorran. Mientras los permanentes lo destinan al gasto familiar, como compra de alimentos y el pago a la deuda que semana tras semana van acumulando con la tienda.

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