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Economía, sociedad y territorio

versión On-line ISSN 2448-6183versión impresa ISSN 1405-8421

Econ. soc. territ vol.16 no.51 Toluca may./ago. 2016

 

Reseñas

Organizaciones rurales y espacios de incertidumbres

Rural organizations and spaces of uncertainties

Heriberto Ruiz-Ponce* 

*Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca, México, Correo-e: nahuake@gmail.com

Lutz, Bruno; Chávez Becker, Carlos. 2014. Acción colectiva y organizaciones rurales en México. Universidad Nacional Autónoma de México, Universidad Autónoma Metropolitana unidad Xochimilco, Ediciones del Lirio, 421p. ISBN: 978-607-8371-41-9.


Hace tres lustros, Amartya Sen, el célebre profesor bengalí, premio nobel de economía, escribió que dependiendo de nuestra visión de la sociedad existe una conexión entre lo que deseamos y lo que finalmente podemos conseguir. Y abundó diciendo que si Aristóteles coincidió con Agatón en que ni siquiera Dios podría cambiar el pasado, también pensó que el futuro estaba en nuestras manos.

El libro colectivo que reseñamos, coordinado por Lutz y Chávez, nos habla del pasado, del presente y de las posibilidades de construcción del futuro; reúne los trabajos de diez investigadores e investigadoras de diversas instituciones mexicanas como la Universidad Autónoma de México, la Universidad Autónoma Metropolitana, El Colegio de la Frontera Norte, la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas y la Universidad Autónoma del Estado de México.

El resultado de las investigaciones que lo integran es una actualización del largo y complejo proceso de desgaste del campo mexicano, el cual es generado, en parte, por un modelo corporativo y clientelar del Estado en México que, como sabemos, ha intervenido y regulado los intereses político-económicos de las organizaciones rurales en forma sistematizada, además de las conductas de coacción que conocemos por lo menos desde la Revolución Mexicana, aunque éstas tienen una raigambre histórica que es posible rastrear mucho tiempo atrás.

Dicho modelo fomentó tanto la especialización productiva como la diversificación de fuentes de ingreso que exige y somete, en algunas áreas del territorio del país, a una mayor explotación de recursos naturales y humanos, dejando en el abandono de su suerte a otras.

El libro es atractivo no sólo para el lector especializado, sino para quien desee analizar el panorama referencial de cambios y trasformaciones históricas -o incluso de algunas continuidades- en el comportamiento de actores rurales concretos frente a escenarios con nuevas estructuras de oportunidad política en el país. Me refiero, por ejemplo, a la posible interacción de disponibilidad de recursos para la producción, la organización de estructuras preferenciales y los intentos empresariales por formar acuerdos favorables. Sobre todo contar con algunos elementos actualizados para comprender qué sucedió en el reciente impasse bisexenal panista en el que el control estatal de las unidades de producción rural se reacomodó a nuevos contextos políticos.

En este sentido, los trabajos que integran este libro resaltan las condiciones histórico-políticas de los productores rurales en relación con el Estado, los partidos y las sociedades mismas con las que interactúan -no sin fricciones-, las cuales han derivado en lo que Carton de Grammont denomina acertadamente en el prólogo los espacios de incertidumbres (p. 13), una suerte de inestabilidad e inseguridad sobre todo para los productores con consecuencias en toda la cadena productiva hasta el consumo final.

Estas incertidumbres, en un impulso por reacomodarse a las condiciones contextuales siempre cambiantes, suelen llegar a convertirse en mecanismos de asimilación, en incentivos para generar innovaciones organizativas locales, propuestas de marcos discursivos autodefinitorios y nuevas maneras de entender y explicar lo que significan los proyectos de vida colectiva.

Dados los alcances esperados en las temáticas, resulta acertado el enfoque introducido en torno al concepto de economía del espacio de D. Harvey, aplicado a los estudios rurales, debido a que esta perspectiva permite explicar en diferentes escalas geográficas la creación de enclaves productivos específicos para abastecer el mercado mundial, mientras el resto de los territorios pasan al rubro de la economía de sobrevivencia en medio de entornos específicos de las llamadas políticas de lucha contra la pobreza.

Bruno Lutz y Francis Mestries se encargan de abrir la discusión teóri-ca de los trabajos que integran el libro que nos ocupa. La delimitación conceptual e histórica que se presenta -sobre todo a partir del porfiriato en México- refleja las múltiples tensiones derivadas de posiciones epistémicas encontradas, desde los intentos por materializar un modelo de civilización campesino que toma como referencias a los procesos históricos surgidos en contextos europeos, hasta la generación de movimientos de emancipación de carácter autodefinitorio que ha perfilado nuevas formas de entender la acción colectiva.

Parece fundamental comprender en dimensiones amplias la polarización espacial de contexto que enmarca, a través de estudios de caso puntuales, la discusión; por ello, los trabajos que conforman el apartado segundo denominado “Alternativas organizacionales en el campo mexicano” responden a ese llamado, dado que resultan clave en la explicación de estos procesos mesoescalares o intermedios.

Este estudio, de Artemisa López, sobre los principales actores colectivos de la región sorguera del noreste de México y en específico en el estado de Tamaulipas, registra no sólo desde el proceso de producción hasta la comercialización del sorgo, sino que da cuenta de las distintas figuras organizativas vinculadas a las etapas del sistema productivo y las vicisitudes a las que se enfrentan sus productores.

María Cristina Steffen, por otro lado, presenta un trabajo sobre la Unión de Ejidos 16 de abril de Valle de Santiago, Guanajuato, en el marco del libre comercio; a partir de la ubicación de los antecedentes históricos de las políticas hacia el campo en México y la situación de ejidatarios, comuneros y posesionarios desde el punto de vista productivo; Steffen se enfoca en el desafío que representa para los ejidatarios organizados defender su derecho a seguir siendo productores de granos en un entorno de presión por absorberlos en la lógica rampante del libre comercio.

Con observaciones más cercanas al nudo geográfico del sureste del país, Carlos Chávez recupera el concepto de coevolución para dar cuenta de los cambios que ha sufrido el movimiento autónomo de México a lo largo de las últimas cuatro décadas, dando seguimiento particular al caso de la Unión de Comunidades Indígenas de la región del Istmo (UCIRI).

Karina Sánchez realiza un estudio enfocado en el estado de Chiapas, en el que revisa el proceso histórico de política agroempresarial mexicana en torno al sector cafetalero. Toma en consideración de su análisis los cambios estructurales del Estado y los procesos a los que se somete la extracción del producto con base en las necesidades del gran capital. Cercana a esta perspectiva temática, Silvia Jurado nos lleva, con una gran claridad, a observar el complejo entramado de pobreza, marginación y normas sociales diseñadas específicamente para la reproducción de las condiciones de desigualdad de las mujeres en el entorno de la producción de café. Yendo más allá de la idealización de las bondades económicas del producto, la autora muestra la existencia de formas de opresión por motivos de género: una lucha de mujeres por espacios de reconocimiento que comúnmente no es visible o no se reconoce en el entramado hegemónico y patriarcal del poder.

El libro cierra con una propuesta de agenda para el estudio del campo mexicano dadas las condiciones actuales del entorno económico y social del país, analizadas en una escala de mayor proporción. Se trata de cambios en marcos institucionales en entornos globales y las afectaciones directas producidas en el comportamiento de las colectividades rurales, empobrecidas y segregadas de manera sistemática. Fredyd Torres observa en específico las respuestas del Movimiento El Campo no aguanta Más (MECNAM) y Armando Sánchez analiza el movimiento trasnacional La Vía Campesina (LVC).

A todos estos trabajos los une una urdimbre interna que en el fondo es una preocupación por comprender cómo se han ido adaptando, para subsistir, a las nuevas condiciones estructurales del capital las organizaciones campesinas. Un reto que demuestra la existencia de tensiones y contradicciones a caballo entre, por un lado, la necesidad de engancharse a un modelo de explotación internacional al que en apariencia no se le puede contradecir si se quiere contar con sus beneficios y, por otro, la pugna por mantener las especificidades y los tejidos sociales locales a salvo de pretensiones de homogeneización a costos culturales y sociales muy altos.

Los autores y autoras de estos trabajos muestran que los cambios dados en los modelos de interacción política, en escalas y territorialidades específicas de análisis, han llevado a que las unidades de producción valoren y calculen de manera distinta las estructuras de oportunidad y las formas de negociación de su supervivencia en la cadena productiva, sobre todo porque más que una trasformación del bien conocido modelo corporativista del Partido Revolucionario Institucional (PRI) −el cual controlaba prácticamente hasta antes de la alternancia todos los comportamientos de gestión y negociación de recursos para la producción− ha habido en general un reacomodo de fuerzas en torno a un modelo intermedio de control político, en donde ahora es el diverso abanico de partidos políticos el que intenta mantener bajo sujeción y control a los liderazgos locales de las organizaciones civiles, mediante intercambio y condicionamiento de beneficios, incluidos por supuesto el control político y económico del territorio.

En este sentido, es también transversal en el libro la observación de que los partidos que han ocupado alternativamente las posiciones de poder decisorio no se han alejado de las prácticas corporativas del viejo modelo priista, sino que han intentado reproducir sus mecanismos de control y mantener una suerte de cartera de clientes.

Como bien señala al respecto Carton de Grammont: “los métodos de coacción política de las organizaciones sociales por los partidos políticos no han cambiado, aunque la competencia entre los partidos para ejercer este control permite a las organizaciones sociales tener mayor posibilidad de aliarse con el partido de su preferencia” (p. 14), lo cual abre, por supuesto, un tema de debate y de investigación de mucha actualidad sobre todo cuando se pretenden concebir contextos de transición y alternancia democrática en el país.

Acción colectiva y organizaciones rurales en México propone una relectura del llamado proceso de modernización del campo a partir de 1940, a través del cual es posible comprender cómo paulatinamente fue transformándose ese ideal de la cornucopia agrícola mexicana −el cuerno de la abundancia rebosante de frutas y verduras− en un mapa actual más realista, heterogéneo, colmado tanto de éxitos y abandonos en los pro-yectos por la autonomía productiva de sus sociedades rurales.

Intervienen, por supuesto, amplios factores a considerar de acuerdo al producto específico que se analice, como el acceso a los recursos hídricos, la capacidad de inserción al mercado, las fluctuaciones de precios, la intervención de acaparadores, entre otros.

El diagnóstico que se nos ofrece muestra la capacidad de organización y reorganización colectiva y las prácticas locales como afirmaciones de energías imaginativas para reagruparse en torno a proyectos alternativos de supervivencia.

Ante el actual escenario económico nada halagador del país -más bien desesperanzador para las grandes mayorías-, las sociedades, y en específico las rurales a las que se hace referencia en el libro, quedan a la saga o en posición asimétrica dependiendo de la situación espacial que se analice en torno a los llamados proyectos de modernización. Frente a la exacerbación de las actitudes individualistas a las que el capital nos está sometiendo, estrechando cada vez más las posibilidades para el logro de nuestros deseos e impedidos a cambiar el pasado -tal como sugirió Agatón-, sigue siendo necesaria la activación de acciones colectivas organizadas para la construcción de un futuro distinto al que se vislumbra.

Recibido: 28 de Mayo de 2015; Aprobado: 19 de Agosto de 2015

Heriberto Ruiz-Ponce. Doctor en Estudios Iberoamericanos por la Universidad Complutense de Madrid. Fue becario de posgrado del Programa Internacional del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología y la Fundación Carolina, posgraduado en Regionalismo, Desarrollo Social y Fronteras como becario de la Oficina de Cooperación de la Unión Europea para América Latina en la Universidad de Buenos Aires, Argentina. Su línea de investigación es la construcción de identidades políticas y etnonacionalismos en pueblos indígenas y negros desde el enfoque de la geografía política; cursa actualmente la estancia posdoctoral en el Instituto de Investigaciones Sociológicas (IISUABJO) de la Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca, donde es profesor en la maestría en sociología. Ha dictado diversas conferencias en México y España sobre temas de identidades políticas y nacionalismos. Entre sus recientes publicaciones destacan: “El caso de los Ñuu Savi”, en Bautista-Martínez, Eduardo y Manuel Garza Zepeda (eds.), Rupturas de la política en México: subjetividad, luchas y horizontes de esperanza, Porrúa, México, pp.121-140 (2016); “Dinámicas políticas de los pueblos indígenas y derechos humanos”, en Bautista-Martínez, Eduardo y Fausto Díaz Montes, Oaxaca y la reconfiguración política nacional, IISUABJO-AMECIP-Red de Investigadores sobre Calidad de la Democracia, Oaxaca, pp. 213-226 (2014); “Colonialidad del poder y fronteras internas en México”, en Salazar, Robinson y Nchamah Miller, Comunidades Emergentes: resistencias y vicisitudes, El aleph-Universidad Nacional de Tucumán, Tucumán, pp. 187-202 (2010).

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