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Espiral (Guadalajara)

versión impresa ISSN 1665-0565

Espiral (Guadalaj.) vol.18 no.51 Guadalajara may./ago. 2011

 

Sociedad

 

"¿Todo tiempo pasado fue mejor?": fantasmas y fantasías sociales en la desindustrialización argentina

 

"All past time was better?": ghosts and social fantasies in the Argentinean deindustrialization

 

Gabriela Vergara*

 

* Investigadora CIECS-CONICET CIES. gabivallever@yahoo.com.ar

 

Fecha de recepción: 03 de julio de 2009
Fecha de aceptación: 14 de febrero de 2011

 

Resumen

El presente trabajo aborda la desindustrialización en la ciudad de San Francisco (Córdoba, Argentina) que se manifiesta desde la década de los ochenta como expresión del proceso más global que se da en América Latina y el país. Desde una perspectiva cualitativa, se pretende identificar los modos en que los sujetos elaboran y sostienen determinadas valoraciones respecto de las transformaciones acaecidas a partir del análisis de entrevistas semi-estructuradas. A modo de hipótesis de trabajo, sostendremos que la vivencia de estos procesos críticos de transformación estructural es posible por la mediación de fantasmas y fantasías sociales a nivel de los cuerpos y las emociones de los sujetos.

Palabras clave: capitalismo, desindustrialización, valoraciones, cuerpos, fantasías y fantasmas sociales.

 

Abstract

The present work approaches the deindustrialization in the city of San Francisco (Cordova, Argentina) which became manifested from the Eighties as expression of the most global process occuring in Latin America and the country. From a qualitative perspective, there is an attempt to identify the ways in which the subjects draw up and support certain judgments with regard to transformations happened from the analysis of semi-structured interviews. As a working hypothesis, we will sustain that the experience of these critical processes of structural transformation is possible by the good offices of social ghosts and fantasies at the level of the subjects' bodies and emotions.

Key words: capitalism, deindustrialization, judgments, bodies, social fantasies and ghosts.

 

Introducción

El presente trabajo aborda la desindustrialización en la ciudad de San Francisco (Córdoba, Argentina) desde la década de los ochenta, en el marco del proceso más global que se dio en América Latina y el país. La relevancia de esta problemática se fundamenta en el nivel de industrialización que la ciudad había alcanzado hacia 1970 pues, a nivel nacional, San Francisco1 era la primera en el interior del país en cantidad de establecimientos dedicados a la producción de máquinas-herramientas2 (Cravero, 1982): un producto de escasa complejidad tecnológica, que constituía un eslabón importante entre las proveedoras de materias primas (como las fundiciones) y las empresas demandantes de dichos productos.

En el año 1981 el sector industrial local concentraba la mitad de la población ocupada en relación de dependencia, a la vez que poseía una tradición de emprendimientos que se remonta a la década de 1940.3

Sin embargo, desde 1979 —año en que se logra el máximo nivel de ocupación— comienza a disminuir el empleo, concretamente en el sector más representativo de la industria local. La pérdida de puestos de trabajo se advierte en la transformación que sufren las empresas entre los años 1979-93:4 de contar con aproximadamente 30% de industrias grandes (que ocupan a más de 45 personas) se pasa a 4%; mientras que de 8% de industrias "muy pequeñas" (menos de 5 personas), para 1979, asciende en 1993, a 54%. Por otro lado, si se tiene en cuenta el cierre paulatino pero definitivo de establecimientos industriales metalúrgicos, puede observarse que entre 1978-1980 se cerraron 15 industrias; entre 1981-85, 10; entre 1986-90, 17; entre 1991-95, 18; y entre 1996-2000, 6 establecimientos, incluida en este ultimo periodo la Fábrica Militar San Francisco.5

Frente a esto nos preguntamos ¿cómo se hizo soportable la ruptura del progreso industrial, del crecimiento pujante, del futuro certero? ¿Cómo vivieron y sintieron el cierre de fábricas los empleados, propietarios y obreros? A modo de hipótesis de trabajo, podemos advertir que la posibilidad de transitar determinados procesos críticos de transformación estructural son producto de la presencia de lo que Scribano (2007a) denomina mecanismos de soportabilidad social y dispositivos de regulación de las sensaciones, entre los cuales se destacan los fantasmas y fantasías sociales que operan en las prácticas y en las emociones más cotidianas e íntimas.

El presente trabajo6 posee un carácter descriptivo-exploratorio y desde una perspectiva cualitativa pretende identificar el estado actual de las valoraciones que los habitantes de San Francisco —empleados y propietarios de industrias— manifiestan respecto del proceso que se dio en la ciudad a partir de 1980, cuyas consecuencias principales permanecen7 pese a la recuperación generalizada que se da en el país desde 2003. Rastrear valoraciones es el primer paso para identificar los modos en que se hicieron presentes fantasmas y fantasías sociales para volver soportable la crisis generada por la desindustrialización.

Para ello presentamos la siguiente estrategia argumentativa: en primer lugar explicitamos las nociones de fantasmas y fantasías sociales en tanto mecanismos de soportabilidad social del capitalismo periférico, es decir dispositivos —sensu Scribano— que contribuyen a ocluir, invertir y neutralizar situaciones conflictivas —como la desestructuración y re-estructuración del aparato productivo y las relaciones laborales— para volverlas "naturales". Luego definimos las valoraciones como resultantes de los lugares sociales en las cuales los sujetos viven-el-mundo-social, desde una existencia corporal. Las valoraciones constituyen la categoría privilegiada para conocer cómo operaron los fantasmas y fantasías sociales para volver soportable la profunda transformación generada por el proceso de industrialización-desindustrialización.8

En un segundo momento analizamos las entrevistas en función de dos dimensiones. Por un lado, identificamos las valoraciones de la etapa industrial y pujante, que sirve para contrastar las valoraciones de la desindustrialización, tanto de empleados como de propietarios de industrias. Finalmente, en las consideraciones finales advertimos que la presencia de los mecanismos de soportabilidad social —fantasmas y fantasías sociales— lograron obturar en las prácticas, en los cuerpos, en las sensaciones más íntimas, la posibilidad de generar otro modo de organización social, ya sea por la incertidumbre frente al futuro como por el anhelo de un esplendoroso pasado.

 

1. El capitalismo y sus formas de hacerse soportable: fantasmas y fantasías sociales hechos cuerpo en las valoraciones

El proceso de industrialización-desindustrialización cuyas manifestaciones se analizan en este trabajo en la ciudad de San Francisco, está ligado al capitalismo como modo de producción social.9 Desde esta perspectiva, cabe el interrogante acerca de cómo es posible que el capitalismo sobreviva, se haya extendido y vuelto el único orden posible y deseable. Algunos autores plantean que la adhesión a este sistema y sus respectivas modificaciones se basa en un conjunto de representaciones y justificaciones razonables, "en argumentos lo suficientemente robustos como para ser aceptados como evidentes por un número lo suficientemente grande de gente" (Boltanski y Chiapello, 2002). El conjunto de estas creencias constituyen la ideología, es decir su "espíritu" que en el caso del capitalismo "contribuyen a justificar dicho orden y a mantener, legitimándolos, los modos de acción y las disposiciones que son coherentes con él" (Boltanski y Chiapello, 2002).

Sin embargo los sujetos no sólo actúan a través de la aceptación de argumentos, o de lo que podríamos denominar "acciones racionales". La mayor parte de las acciones están enmarcadas en sentidos prácticos (Bourdieu, 1991), en conciencias prácticas (Giddens, 1995) mezcladas con emociones y sensaciones que las atraviesan en un continuo histórico-biográfico. Por ello en determinadas situaciones, más que justificaciones o creencias, se ponen en evidencia actos concretos de renuncia o entrega, en beneficio de los demás. En este sentido, se advierte la presencia del sacrificio en las sociedades actuales, como un acto de ofrenda que deben hacer algunos, a favor de otros y que se manifiesta en la idea de "costo social" el cual refiere directamente "al sacrificio de determinados sectores de la población que deben ofrendar su vida, parte de sus ingresos, su cultura o calidad de su nivel de subsistencia para permitir el progreso de los restantes sectores" (Morandé, 1984).

En nuestro caso, los sacrificios constituyen prácticas cotidianas, naturalizadas, por las cuales paulatinamente los niveles y expectativas de vida se van reduciendo.10

Los costos y los sacrificios sociales no deben necesariamente justificarse y ser creídos por los sujetos o asentarse en motivos puramente racionales, sino que se inscriben en las prácticas concretas, habituales, naturalizadas e incorporadas en lo cotidiano. De ahí que el cuerpo adquiera una dimensión relevante a la hora de comprender procesos de dominación social, cuya lógica sólo puede ser identificada en las interacciones cotidianas, por cuanto "son los actores sociales quienes producen el sentido de sus actos a través de las relaciones que entablan entre ellos" (Melucci, 1994).

El lugar del cuerpo en el capitalismo es importante no sólo porque aporta las energías que se consumen en la fuerza de trabajo. La condición corporal de los sujetos implica también las tensiones y transformaciones de los territorios subjetivos, que incluyen pensamientos, sentimientos, emociones (Elías, 1993), como así también la dimensión más social del mismo en lo que se refiere al porte, apariencias, posturas o hexis (Goffman, 1970; Giddens, 1991; Bourdieu, 1991).

El cuerpo constituye lo más individual y a la vez lo más social, tan interior como exterior, expuesto a todo tipo de determinantes sociales, que establece dialécticamente una relación entre organismo, naturaleza y cultura, constituyéndose de este modo en el límite difuso y confuso entre ambas, como lo más cultural de la naturaleza y lo más natural de la cultura.

Es en este locus, en este territorio, donde intervienen los mecanismos de soportabilidad social y los dispositivos de regulación de las sensaciones:

[...] entenderemos que los mecanismos de soportabilidad social se estructuran alrededor de un conjunto de prácticas hechas cuerpo que se orientan a la evitación sistemática del conflicto social. Los procesos de desplazamiento de las consecuencias de los antagonismos se presentan como escenarios especulares y desanclados de un espacio-tiempo. La vida social se-hace como un-siempre-así. Los dispositivos de regulación de las sensaciones consisten en procesos de selección, clasificación y elaboración de las percepciones socialmente determinadas y distribuidas. La regulación implica la tensión entre sentidos, percepción y sentimientos que organizan las especiales maneras de 'apreciarse-en-el-mundo' que las clases y los sujetos poseen (Scribano, 2007a:l24).

Las prácticas de la soportabilidad tienden a evitar los conflictos que se forman estructural y reticularmente en la sociedad. Si pensamos que frente al cierre de las fábricas la gente no protestaba, no sólo era por la presencia de los militares o por la disciplina que se heredó y extendió hacia las décadas siguientes. Para ser más precisos deberíamos decir que los cuerpos sociales sintieron y experimentaron el miedo a la detención, la necesidad del silencio para no ser delatados, la desmovilización para evitar la represión. Prácticas atravesadas por miedos constituidos socialmente que obturan reclamos, neutralizan-naturalizan el presente en espera del futuro. Pero la soportabilidad no es unánime ni homogénea, sino que se co-constituye en los dispositivos que regulan las sensaciones, los cuales dependen del lugar social en el que se esté. Es decir, la desindustrialización fue percibida por un obrero, un industrial o un docente de maneras diversas, complejas y relacionales, que fueron constituyendo sensaciones y emociones diferentes. Perder un empleo para quien sólo tiene eso se traduce en una sensación de mayor inseguridad, temor e inacción que difiere de la pena que puede sentir un propietario cuya industria familiar ha desaparecido.

Las emociones reguladas socialmente se articulan con la capacidad que tiene el sistema para volverse más soportable. En este marco adquieren relevancia dos dispositivos, los fantasmas y las fantasías sociales:11

Unas son el reverso de los otros; ambos hacen referencia a la denegación sistemática de los conflictos sociales. Mientras las fantasías ocluyen el conflicto, invierten (y consagran) el lugar de lo particular como un universal e imposibilitan la inclusión del sujeto en los terrenos fantaseados, los fantasmas repiten la pérdida conflictual, recuerdan el peso de la derrota, desvalorizan la posibilidad de la contra-acción ante la pérdida y la derrota. Una de las astucias más relevantes de estos dispositivos es no tener un carácter estructurado proposicionalmente: no están escritos ni dichos; son prácticas que traban y destraban la potencialidad del conflicto, sea como "sin-razón", sea como amenaza. Fantasías y Fantasmas nunca cierran, son contingentes pero siempre operan, se hacen prácticas (Scribano, 2005b: 269).

Podríamos decir que las fantasías contribuyen a la tarea de los mecanismos de soportabilidad social en la oclusión del conflicto por la inversión que las caracteriza, mientras que los fantasmas contribuyen a la regulación de las sensaciones por la presencia constante de la amenaza. Unas y otros se viven, se experiencian, se sienten en los cuerpos sociales y subjetivos.

Si tomamos como ejemplo una frase fantasmagórica12 del tipo "si se van las empresas, no habrá trabajo" (Scribano, 2005c), puede advertirse que el espectro solapa la relación desigual de quienes tienen la propiedad de los medios de producción y que son los que generan trabajo dependiente, es decir: fuera de las empresas, no hay otra posibilidad de generar trabajo. Por lo tanto el fantasma cierra el quiebre no simbolizado por la realidad, en el cual se pondría en evidencia el antagonismo entre quienes poseen y no poseen los medios de producción y a la vez muestra, en términos de la geometría de los cuerpos, el manejo de la disponibilidad de energía corporal para el trabajo. Es decir, el fantasma contribuye a aumentar la disposición corporal de los trabajadores a una mayor cantidad de horas, con una menor remuneración, o aceptar condiciones cada vez más precarizadas para desarrollar sus actividades.

Por el lado de la fantasía podemos ver otro caso. En 2005, el periódico local conmemora el Día de la Industria, asignando un suplemento a dicho festejo donde se presenta una extensa nota acerca de la trayectoria de la Asociación de Industriales Metalúrgicos. Si bien este es el rubro mayoritario en la ciudad, deja entrever la presencia de mecanismos de inversión y oclusión que corresponden a la fantasía social puesto que, siendo un sector particular se lo coloca —desde la voz de la entidad representativa— como vocero de toda la industria local, es decir, se invierte un particular por un universal. Pero a su vez, en esa inversión se ocultan los conflictos que pueden estar atravesando otros sectores de la producción desde —por ejemplo— la mirada de los sindicatos o empleados.

Al respecto cabe recordar que una de las primeras fábricas de la ciudad perteneció al rubro harinero, más precisamente una fábrica de pastas, galletitas y molino harinero, la cual protagonizó, en el transcurso del siglo XX, dos hechos de trascendencia en cuanto a la protesta social, que se denominaron "Tampierazo": uno en 1930 y otro, en 1973.

No profundizaremos aquí la cuestión de la memoria social y los modos en que los medios de comunicación construyen y refuerzan visiones hegemónicas, puesto que eso sería motivo de otro análisis. Pero en este caso, el diario local nos permite ilustrar cómo operan los fantasmas y fantasías sociales.

Dijimos, párrafos arriba, que estos dispositivos actúan en la corporalidad de los sujetos, y que se constituyen en el juego entre percepciones, emociones y sensaciones. Pero dado que en la sociedad los cuerpos se posicionan y disponen de manera diferencial, perciben y valoran el mundo según determinados principios de visión y di-visión del mundo.

Para ello, se definen a las valoraciones, en tanto resultado del entramado de posiciones, condiciones y disposiciones a la acción (Bourdieu, 1999), de prácticas corporales, cotidianas y habituales, de modo tal que se hacen presentes mecanismos de soportabilidad social del capitalismo periférico, como son los fantasmas y fantasías sociales (Scribano, 2004a; 2005b).

El concepto de "habitus" de Pierre Bourdieu (1999) enlaza los condicionamientos sociales con la subjetividad de los actores, volviéndose una estructura estructurada estructurante de patrones del percibir, apreciar y actuar, de modo tal que las acciones derivan en un sentido práctico, en un modo "sensato" de obrar. Por ello "el habitus engendra prácticas inmediatamente ajustadas a este orden y, por lo tanto, percibidas y valoradas, por quien las lleva a cabo, y también por los demás, como justas, correctas, hábiles, adecuadas" (Bourdieu, 1999), es decir no necesariamente como actos imperativos o coaccionados por la ley.

La topología social hace que las posiciones distintas y distinguidas de los sujetos sean también relacionalmente diferenciales. Alguien es rico frente a muchos pobres; alguien es famoso frente a muchos desconocidos.

Y desde las posiciones y condiciones de los sujetos se elaboran distintas valoraciones que se asignan a un determinado bien, en relación a otra persona, en el marco de una relación conflictiva "por lo tanto, cuando uno rastrea conflictos tiene que rastrear posiciones y condiciones de clases diversas de esos agentes. Posiciones y condiciones de clases que [...] tienen que ver con el cómo los sujetos ven" (Scribano, 2004b).

Pero además, tanto la posición como la condición están atravesadas por la disponibilidad a la acción en términos de "geometrías de los cuerpos" y "gramática de las acciones" (Scribano, 2004b).

La primera es "la posibilidad del sujeto de disponer de su propia presencia" desde su posicionamiento social.

La "gramática de las acciones" se vincula con los modos comunes de otorgar sentido a las acciones, en tanto son pensadas como prácticas colectivas, por ello, implica la "disponibilidad social del sujeto de su propia acción. Es decir, la diversidad de valoraciones está sujeta al contexto y a la propia interacción" (Scribano, 2004b).

Vista desde la perspectiva del conflicto social, las valoraciones constituyen un componente del mismo: "En un conflicto entran en juego intereses, valoraciones simbólicas, actores y acciones diversas", en el cual la lucha por el control de los recursos parte de valoraciones diferentes (Scribano, 1999).

Las valoraciones, como disposiciones según la condición y la posición en el campo social, devienen en prácticas concretas, en disponibilidad de acción, y esto a la vez supone, como soporte de estas prácticas, al cuerpo, en tanto dimensión más individual y a la vez, más social de un sujeto.

Las herramientas teóricas presentadas en este apartado nos permiten analizar un conjunto de entrevistas efectuadas a fines de 2005 y comienzos de 2006, en la ciudad de San Francisco (Córdoba-Argentina), realizadas a ex-empleados industriales y actuales propietarios centrándonos en el modo en que reconstruyen el pasado.

En esta indagación delimitamos dos momentos, de cuyo contraste es posible conocer la presencia y dinámica de los dispositivos ideológicos: uno, el del pasado industrial, de progreso, bienestar económico y futuro asegurado. El otro, el pasado de la crisis y del desempleo que instaló definitivamente a muchos sujetos en la incertidumbre e inseguridad.

 

2. La desindustrialización como ruptura soportable

En el caso de la desindustrialización no se intenta hacer un análisis del conflicto social, sino, en cambio, rastrear los modos en que se soportó la ruptura de las formas cotidianas de vivir de los sujetos en el periodo de auge industrial. Para el contexto de este trabajo, la noción de valoraciones y el guión de las entrevistas no se orientaron a rastrear relaciones conflictivas entre obreros y patrones. Mas bien, dado que las valoraciones devienen en prácticas concretas, en disponibilidad de una acción corporal, son el puntapié para analizar cuáles fueron los dispositivos ideológicos que hicieron posibles, tanto en uno como en otro caso, la aceptación, desde el sentido práctico y desde las prácticas sentidas, de la desindustrialización.

En lo que sigue veremos en el primer apartado el escenario industrial, y en el segundo, la crisis y ruptura del bienestar.

2.1. Industrialización, progreso y futuro asegurado: el pasado, o "nada será igual"

En este apartado se analizan las entrevistas realizadas en función de las nociones de fantasmas y fantasías sociales como mecanismos o modos de operar de la ideología en los cuerpos de los sujetos, en sus sensaciones, en las prácticas cotidianas de un pasado que se reconstituye desde el presente. De este modo, el pasado se configura, a partir de dos dimensiones: por un lado, ex-empleados de industrias, e industriales; por otro, el pasado de progreso y esperanzas, y el pasado de la crisis, de la ruptura y de la incertidumbre permanente. Dentro de este ámbito pretérito, se tomaron en consideración las expresiones en torno a las instituciones, al nivel de vida y el consumo.

La actividad industrial era parte del paisaje cotidiano, entrelazada con el resto de la vida de la ciudad, especialmente con las instituciones educativas. La razón de esto se explica, sensu Scribano, a partir de los "sistemas de disciplinamiento" (Scribano, 2005c) del capitalismo, por los cuales los establecimientos preparaban a niños y jóvenes para el ingreso a las fábricas. De ahí, entonces, que las sirenas, las bicicletas de los empleados y la imagen de algarabía de la actividad industrial se parezcan tanto al clima juvenil de una escuela. La práctica naturalizada de silbar mientras iban hacia —o salían— del trabajo pone en evidencia la sensación de alegría que vivían los empleados en cuanto tales, alegría que se traduce en la expresión de realización de todas las aspiraciones que un sujeto puede tener, en una sociedad capitalista. De este modo los dispositivos de soportabilidad o fantasía social, en tanto mecanismo ideológico que favorece el orden operaba a través de dos procesos: la oclusión del antagonismo o conflicto en las prácticas sociales y la inversión de una situación particular puesta en "condición universal de lo social" (Scribano, 2002).

En efecto, la articulación de las instituciones mostraba ocultando que el capitalismo en su fase de industrialización sustitutiva lograba disciplinar cuerpos desde la escuela, de modo tal que estuvieran muy capacitados para la reproducción del capital, más tarde, en las fábricas. Por otra parte, se invertía una situación particular —la industrialización sustitutiva, una fase del capitalismo— como el único modo aceptado y deseado de vivir. En este contexto, las necesidades de los industriales eran satisfechas por la escuela: ésta garantizaba trabajo y los jóvenes concretaban sus aspiraciones. Tres imágenes se cruzan y anudan en la misma lógica del capital: los industriales tenían la sensación de "hacer el bien" dando trabajo a jóvenes recién egresados; los directivos de la institución se sentían útiles, al poder proveer de mano de obra capacitada a las empresas y, finalmente, los alumnos, vivían la alegría de trabajar en aquello para lo cual se habían preparado:

"...lo que tenía la escuela del Trabajo es que era una escuela que hasta intentaba hacer sus propias máquinas... el industrial le dice: mirá... tengo un problema en la bancada que no sirve... se la dejo a la escuela, total es una falla que para aprender no es problema" (Víctor, ex-empleado).

La articulación de los sistemas de disciplinamiento se pone de manifiesto en el diálogo franco y cercano del industrial con la escuela: "mirá, tengo un problema..." habla de la estrecha vinculación de un sistema educativo puesto y dispuesto para el mercado.

Por otra parte, la naturalización de las prácticas se daba en los alumnos que eran obreros, trabajando con máquinas que las industrias llevaban a la escuela. Y viceversa: estos obreros-adolescentes eran alumnos que debían capacitarse poniendo toda su disponibilidad corporal para servir cada vez más eficientemente al capital, en su faceta industrial sustitutiva:

...iba de noche a la Escuela Normal, había unos cursos de capacitación que duraban cuatro años, entré ahí a los doce años, teníamos tres horas por noche y terminé a los dieciséis... y teníamos práctica de taller dos veces por semana en la Fábrica Militar ¿no?, todas las noches ¿no? Mirá que vos aparte de haber trabajado las ocho horas, tenías que dedicarle tres horas más (Héctor-industrial).

En este marco, la exigencia de capacitación permitía soportar la explotación cotidiana y preparaba, a su vez, a los cuerpos para una mayor explotación futura, como fue el caso de las horas extras o los trabajos tercerizados. El esfuerzo y el desgaste corporal se compensaban con la alegría de vivir como empleado, a partir de la fantasía del trabajador libre. En efecto, si la fantasía invierte y ocluye el conflicto, en este caso, la sensación de elección del trabajador ponía como universal la particular situación de ser obrero —puesto que sólo a eso podía aspirar en cuanto libre y, nunca libre fuera de esa relación— y ocluía que sólo podía trabajar donde el capital lo necesitara, para lo cual ya había sido preparado previamente en los establecimientos educativos técnicos:

...y si yo me quedo sin este trabajo... conseguía, conseguía porque uno salía de un lado, decía, no, yo no trabajo más acá y mientras iba a su casa encontraba otro patrón y le decía... Che, ando sin trabajo ¿querés?, bueno, ¡vení mañana a trabajar! Así nomás era (Víctor, ex-empleado).

Más aún, la soportabilidad de la explotación frente a la sentida libertad no ocultaba que el trabajador, como una mercancía, se ofrecía en la calle al comprador-patrón. El "¿no necesitás?" supone, en pocas palabras, la cotidianeidad del ofrecimiento por el cual el sujeto se vendía en el tuteo13 amistoso frente a su futuro empleador.

El nivel de vida y consumo es el otro eje por donde exempleados e industriales recuerdan las prácticas del pasado de progreso. La sensación de bienestar económico, a partir del elevado consumo que tenían los empleados, también hizo soportable la explotación en el trabajo. Vehículos, juguetes, alhajas y el concretado "sueño de la casa propia" constituyen los íconos de una clase media que vivía y sentía el ascenso social:

...y el sueldo mío y el de él, nos hicimos la casa... nos amueblamos la casa, yo tenía un buen sueldo, muy buen sueldo... que eso en este momento un trabajador no lo tiene o sea me parece que es más difícil, que nos fue más fácil a nosotros...la gente se hacía cosas, se compraba cosas... (Adriana, ex-empleada).

La ideología atravesando la realidad, pone en marcha este "mecanismo de regulación de las sensaciones, donde uno podría analizar la relación que hay entre la vivencia del pasado, el presente y el futuro, como una lógica manipulatoria de las sensaciones respecto a la posibilidad de la acción" (Scribano, 2005a). Por eso, el pasado se mide con la balanza del presente en la disputa entre lo fácil-difícil. La facilidad era el acceso al consumo, el cual estaba dado por la participación en el mercado, en cuanto trabajador, cumpliendo así todas las expectativas que los dispositivos de soportabilidad presentan como metas por alcanzar. Lo difícil hoy adviene a partir de la falta de aquel trabajo, de ahí que los sujetos acepten condiciones laborales cada vez más precarias, alentados aún por la fantasía del bienestar:

cuando entré [en la Fábrica XX] era un tiempo bueno... década del setenta... donde había mucho, mucho trabajo, entonces San Francisco estaba con todas las luces encendidas, entonces todos estaban bien... cuando vos estás bien en todo... y otro que está al lado tuyo también está bien, bueno, entonces, formás unas sociedad, formás una familia sin saber su nombre y vos vas por la calle y aquel la pasa bien, aquel silba, aquel canta... (Enrique, ex-empleado).

La imagen de una "familia", de una "sociedad", confirma la vivencia de dos sensaciones: la de la articulación compleja de los sistemas de disciplinamiento tales como la escuela, las fábricas privadas y estatales, junto con el mercado. La otra es la sensación de bien-estar que se contagiaba intersubjetivamente, por eso todos silbaban y cantaban. Escuelas como fábricas, industrias como escuelas y finalmente, hogares que son fábricas o talleres, sostenían el disciplinamiento del trabajo, permitiendo su soportabilidad, en el ámbito más acogedor del sujeto, constituyendo así, sensu Zizek, la "amabilización de la catástrofe". No sólo eran explotados en las fábricas sino que, además, los dispositivos de regulación de las sensaciones permitían el ingreso obsceno del capital al interior de las viviendas para continuar desde ahí, cotidiana e inadvertidamente la apropiación diferencial de energía corporal:

...la pequeña industria nuestra es una industria que como la de muchos acá no empezó con capitales sino que empezó con esfuerzo y uno iba reinvirtiendo lo poco que ganaba... en una máquina chica, usada y así crecieron la mayoría de las empresas se fueron haciendo así... no había capitales o gente que pusiera para comprar unas máquinas... (Héctor, industrial).

El esfuerzo es la sensación del cuerpo habituado al trabajo, desde una edad temprana. El capital, que aparece como su opuesto, es en realidad lo mismo, puesto que es trabajo acumulado, por eso pudieron crecer las fábricas, reinvirtiendo el capital que provenía del sacrificio y el esfuerzo. Sin embargo, la relación de apropiación era percibida y, al mismo tiempo, regulada:

...había una dirección en ese sentido, entonces era que todo obrero quería llegar a ser patrón, sí, esa era la aspiración, todo independizarse porque había, claro... el dueño o el patrón de la empresa era... qué sé yo, era su ambición... (Víctor, ex-empleado).

¿Por qué todo obrero aspiraba a ser patrón? ¿En qué consistía ese deseo de querer ser el "dueño" de algo? Evidentemente, el deseo de querer ser como el otro,14 muestra la sensación de expropiación que se da entre ambos, en la relación de trabajo. De todos modos, la fantasía del sacrificio y el esfuerzo cotidianos para poder llegar a tener "algo propio", regulaba aquella sensación que ponía en evidencia la falla inherente al sistema capitalista, de que la propiedad no es para todos.

2.2. Crisis, pérdidas y desapariciones: la invasión del temor y la imposibilidad de acción

La crisis es el momento que los entrevistados reconocen como el punto de ruptura o quiebre de ese pasado glorioso y próspero. En la reconstrucción de esta etapa del pasado puede identificarse la presencia de los fantasmas sociales que "repiten la pérdida conflictual, recuerdan el peso de la derrota, desvalorizan la posibilidad de la contra-acción ante la pérdida y la derrota" (Scribano, 2005b), operando de un modo sutil en las costumbres, el sentido común y en aquello más naturalmente individual de un sujeto, como son sus sensaciones. Éstas se ponen de manifiesto a través de las percepciones que los sujetos expresan ante determinados procesos, situaciones o acontecimientos:

...me acuerdo cuando se empezaron a cerrar fábricas ... empezaron a desaparecer todas las fundiciones que había acá... empezaron a haber mucha gente desocupada, mucha gente... tenemos la prueba de cuántas industrias que eran líderes, eran líderes nacionales... hablemos de Corradi nomás ¡lo que era Corradi! Y sin embargo desapareció... Fraver... Venier... uno cada vez que se enteraba que una fábrica de esas cerraba, uno no se explicaba cómo podía ser... (Héctor, industrial).

Las desapariciones de personas en la misma época, por parte de los militares, eran "pre-visibles", mientras el "resto" de los habitantes de la ciudad continuaban sus rutinas habitualmente. Pero la "desaparición" de las fábricas, con carácter de imponentes y eternas, no tenía explicación. El entramado ya mencionado de los sistemas de disciplina-miento del capital, comenzaba a descomponerse:

...alrededor del setenta y ocho hubo una ley de préstamo que era la mil cincuenta en la cual caemos todos, era una ley creo que había sacado Rodrigo, un ministro de economía y... o... Martínez de Hoz, no me acuerdo cuál de ellos y en la cual ... se actualizaba la deuda y no terminábamos nunca de pagar, entonces en el año setenta y nueve cae todo, cae la fundición, caemos todos (Braulio, industrial).15

Como el derrumbe de las piezas de un dominó, los primeros pasos de la alianza entre la doctrina de la seguridad nacional y el neoliberalismo (Scribano, 2004a) abrían las puertas al fin de la industrialización sustitutiva y a los primeros pasos de la amenaza que provocaba el fantasma de la política económica. La "caída" o "desaparición" de las fábricas se agravó con la ausencia de sus sirenas que musicalizaban amablemente el ritmo de la ciudad:

...a las doce de la noche sonaban todas las fábricas... bueno y una vez sonó la de los Bomberos y yo escuché digo yo una sola sirena... ¿ése es el año que empezamos? ¿Este es el año nuevo?... el año que viene ¿qué va a ser? Aquella no estaba más, aquella no estaba más... bueno ¿cómo vamos a tener vida el año que viene?... ¿con la de los Bomberos?... yo le decía a mi mamá ¿cómo podemos festejar un año nuevo cuando no hay trabajo? (Enrique, ex-empleado).

Sin trabajo en las fábricas no hay vida y sin vida no se puede celebrar un nuevo año, porque el futuro empieza a tornarse incierto. Las fábricas desaparecían, caían, como soldados en un frente de batalla sin saber de dónde provenían los disparos. Fábricas cerradas y obreros desarticulados en sus prácticas y en sus identidades. La fantasía del bienestar dejaba paso a nuevos actores sociales: desocupados, subocupados, desocupados demandantes, ocupados en las variadas gamas de colores que van del blanco al negro.16 Nómades y fragmentados. De obreros a vendedores. De torneros a canillitas. El cierre de las fábricas arquitectónicamente mostraba que el capital continuaba la apropiación desigual de energías corporales a través de formas más precarias y flexibles. Por eso la calle aparecía como el nuevo lugar de contención de los flamantes obreros desocupados, para ahuyentar el fantasma de una nueva y desconocida incertidumbre:

...cuando cerró la fábrica, te digo que en ese momento no se notó enseguida porque la mayoría de nosotros tuvimos un dinero [por la indemnización] que ¿qué hizo? Hizo que se pusieran remises, que se abriera esto, se abriera lo otro... pero quedaron pocos bien plantados como para seguir (Adriana, ex-empleada).

Fábricas, talleres, escuelas técnicas, fábricas militares, no sólo cerraban, desaparecían o eran desmanteladas. Los sujetos, en primer lugar, que antes vivían en espacios yuxtapuestos de unas y otras, quedaron desarticulados. Sin todo aquel entramado de los sistemas de disciplinamiento, los cuerpos también desaparecieron:

...fíjate vos que ahora rompieron todo, lo terminaron a la Escuela de Artes y Oficios, desapareció, y ahora la quieren volver a imponer pero ¡si no hay gente para trabajar! (Héctor, industrial).

La sensación de temor aparece como contracara del fantasma del retroceso. "Bajar escalones" era lo único que quedaba en el ámbito de una realidad que prometía el progreso unilineal e indefinido, por eso, sólo podía ser soportada:

...cuando yo salí [de la fábrica] ya no era lo mismo, yo había tenido más años y había salido con muchos años, hay otros que ya no estaban más, otras fábricas que ya no estaban más... entonces el panorama era distinto, ya había una duda, ya había un mañana no venturoso, ya el mañana yo no lo conozco (Enrique, ex-empleado).

La incertidumbre respecto al futuro se trasladó al consumo cuando el miedo se instaló en las decisiones más pequeñas de las compras de todos los días:

...se lo tomó con mucho temor, ¡no!, vos sentías a la gente que se hundía, si fue... cambió hasta cambió eso de que a medirse, a comprar diferente, de a poco fue cambiando hasta eso, hasta en la compra cotidiana o de las compras para la casa, la gente empezó a tener miedo, ¿quién quiere volver atrás? (Laura, docente jubilada).

El temor en lo cotidiano perduró más allá del cierre de las fábricas, para instalarse cada vez que la economía daba muestras de sobresaltos:

...que vos que hubo un periodo en donde del dos mil hacia atrás que se había... teníamos miedo hasta de comprar, no sé, el azúcar y el aceite porque ya no sabíamos ¿no es cierto? (Adriana, ex-empleada).

La desarticulación de los sistemas de disciplinamiento abrió camino a la recomposición del modo de acumulación y la industrialización sustitutiva, cuyo exponente principal eran las industrias de bienes para el consumo interno. El cierre de las fábricas liberó miles de sujetos a las calles donde abrupta y compulsivamente debieron inventar trabajos para hacer "como si" nada hubiese cambiado. La precariedad y flexibilidad con la cual se empezó a convivir tuvo su correlato en las prácticas cotidianas del consumo. El miedo se instaló en las entrañas más íntimas de los hogares frente a un presente-futuro incierto, inestable y trágico.

 

3. A modo de conclusión

Analizar el proceso de industrialización-desindustrialización en la ciudad de San Francisco constituye una forma de comprender en un escenario acotado, las profundas transformaciones que se vivieron desde finales de la década de 1970, cuando se modificó el patrón de acumulación y se abandonó el modelo de industrialización sustitutiva de importaciones. Si bien fue un cambio macroeconómico que se puede medir en la variación de la composición del Producto Bruto Geográfico (PBG)17 cordobés, en este trabajo nos interesó entender cómo fueron afectadas o modificadas las prácticas cotidianas, los gestos más naturales, las emociones más íntimas.

Para ello nos adentramos en las valoraciones de los actores —que se constituyen desde sus posiciones sociales— y tratamos de conocer cómo habían operado los fantasmas y fantasías sociales para hacer soportable dicho periodo.

En este sentido, asumimos que el pasado, tal como aparece en las entrevistas se percibe y valora desde las posiciones, condiciones y disponibilidades de acción que actualmente poseen los sujetos. De acuerdo al modo en que viven, cómo han logrado un mejor o peor nivel de vida, de consumo, como así también el modo en que son capaces de proyectar su futuro y el de sus hijos, el pasado va adquiriendo los rasgos de excesos, de multitudes, de bienestar y consumo casi ilimitado.

Si bien, tanto industriales como ex-empleados recuerdan el entramado institucional, las referencias en torno al consumo son dispares.

Para quienes hoy deben ofrecer una mayor disponibilidad de sus energías corporales para el trabajo en condiciones totalmente precarizadas, el pasado del bienestar adviene esplendoroso, pujante pero muy disímil al presente.

Quienes hoy tienen sus industrias y lograron resguardarse de la crisis y sus diversas manifestaciones, disfrutan del bienestar y de su capacidad de consumo. Ellos, desde este presente floreciente y cómodo, recuerdan el pasado como un periodo de esfuerzo y sacrificio, de trabajos y estudios fuera de hora, una etapa donde se podía empezar "desde abajo" para seguir creciendo.

Entre ambos, se advierte que "la relación entre pasado, presente y futuro, es una relación de cinta de moebio, que tiene torsiones... esas torsiones son entre fantasma y fantasía como anverso del mismo mecanismo de regulación de las sensaciones" (Scribano, 2005b).

El pasado de la crisis, de la ruptura del entramado institucional, del esfuerzo y del consumo también es valorado desde las posiciones que los sujetos ocupan en el presente. Para los trabajadores significó instalarse en la inseguridad y en el mañana desconocido, en el hecho de tener que vivir el miedo de comprar azúcar o ver cómo terminar de pagar un crédito. Para los propietarios de industrias constituyó una situación de ajuste, de reducción de gastos que hoy se ve minimizada por el confort y el nivel de vida adquirido.18

Anudadas entre las valoraciones de ambos grupos, fantasmas y fantasías sociales permitieron y permiten soportar las profundas alteraciones del sistema capitalista y, a la vez, impedir que fluyan acciones alternativas. La fantasía del bienestar y el fantasma de la incertidumbre contribuyeron a que los —otrora— empleados industriales anhelen el pasado de bienestar y teman al futuro por el mismo fracaso que causó la crisis de la desindustrialización. Para los actuales propietarios de industrias, la fantasía del sacrificio y el fantasma de la política económica les permite tomar como moraleja el pasado y esperar el futuro con más certezas, proyectos y deseos que los anteriores.

A pesar de estas diferencias, el capitalismo ha logrado a través de los fantasmas y fantasías sociales obturar en las prácticas, en los cuerpos, en las sensaciones más íntimas, la posibilidad de —al menos intentar— construir otro modo de organización social.

 

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Notas

1. Si se tienen en cuenta los censos económicos de 1946, 1954 y 1964, el departamento San Justo —del cual la ciudad es cabecera—, se ubicó en el segundo lugar en la provincia, detrás del departamento Capital, tanto en número de empleados, como en cantidad de establecimientos.

2. El rubro incluye afiladoras, amoladoras, fresadoras, guillotinas, prensas y remachadoras, entre otras.

3. Emilio Bofelli crea el primer torno argentino que se comienza a fabricar en 1942, dos años después se instala la primera fábrica argentina y sudamericana de máquinas de coser marca "GODECO". En 1947, la firma Culasso y Cía. realiza la primera demostración de una máquina para cortar y envolver caramelos, mientras que Luis Miretti patenta en 1948 la máquina para fabricar ladrillos comunes, reemplazando así a los que se hacían con tierra negra. Desde 1956, la firma Cel-Vic SRL se aboca a la fabricación de la primer rectificadora hidráulica, única en su tipo producida en el país; mientras que en 1967, la firma Merlino, Devallis y Cía. patentó la guitarra de doble caja. Véase Municipalidad de la ciudad de San Francisco (1986).

4. La comparación se realiza a partir de los datos muestrales de Cravero (1982) sobre 14 empresas del rubro máquinas herramientas, que es el más representativo del sector industrial del periodo y los resultados de una encuesta realizada en 1993. Véase Centro Comercial, Industrial y de la Propiedad (1993).

5. Los datos elaborados por la Asociación de Industriales Metalúrgicos se publican en Valentini, O. (2004). La Fábrica Militar fue incluida en la lista de empresas "sujetas a privatizaciones" en 1990, en el marco de programa de Reforma del Estado, durante la presidencia de Carlos Menem.

6. Las entrevistas y los análisis efectuados forman parte de la tesis de grado de la licenciatura en Sociología por la Universidad Nacional de Villa María (Córdoba, Argentina). Año 2006, mimeo.

7. Nos referimos a la desestructuración del mercado de trabajo en términos de informalidad, precarización y flexibilidad en los modos de contratación de la mano de obra. En cuanto a la recuperación, la industria local actualmente muestra una clara dependencia respecto de la actividad agropecuaria que se desarrolla en la región, principalmente basada en el cultivo de soja.

8. Para comprender el impacto de la desindustrialización es necesario compararla con su etapa previa.

9. En este artículo, seguimos la definición de Scribano, respecto a que el capitalismo periférico en esta fase actual constituye "a) un aparato extractivo de aire, agua, tierra y energía; b) la producción y manejo de dispositivos de regulación de las sensaciones y mecanismos de soportabilidad social y c) una máquina militar represiva". Véase Scribano (2007a:119). La desindustrialización y la expulsión de mano de obra son dos procesos del modelo post-sustitutivo que se acentúan en los años noventa. Véase Aspiazu, Basualdo y Schorr (200l).

Un análisis del comportamiento diferenciado del empleo en sectores productivos en el periodo l974-l985 muestra la pérdida de puestos en el rubro metal-mecánico, a la vez que un incremento en pymes ligadas al consumo de bienes no durables y a la producción de bienes intermedios no modernos. Véase Beccaría y Yoguel (1988).

10. "...podemos afirmar la presencia de un mayor 'inmediatismo', una menor capacidad de planificar a largo plazo en los patrones de consumo. Si antes se podía 'soñar' con mejorar la casa o mudarse, ahora el bien deseado se transforma en un grabador a cassette o aun en un televisor de color, que, en tanto se mantengan los sistemas de crédito al consumo, resultan más accesibles" (Jelin y Feijoo, 1980).

11. Sin necesidad de atravesar los territorios del psicoanálisis, la sociología así como los estudios de los imaginarios colectivos brindan importantes herramientas teóricas sobre estos conceptos. Al respecto véase Baczko (1999), Durkheim (2005: 56), Elías (1995: 31).

12. Recordemos que la formulación proposicional es una reconstrucción analítica del cruce entre emociones, fantasmas, fantasías y soportabilidad, es decir, no son I frases que construyen performativamente estos dispositivos.

13. La Real Academia Española define "tutear" como: "Hablar a alguien empleando I el pronombre de segunda persona. Con su uso se borran todos los tratamientos de cortesía y de respeto". En este caso, "tú" se cambia por "vos" y se agrega la expresión "che", que indica una mayor proximidad y confianza.

14. "...los oprimidos, en vez de buscar su liberación en la lucha y a través de ella, tienden a ser opresores también o subopresores. La estructura de su pensamiento se encuentra condicionada por la contradicción vivida en la situación concreta, existencial en que se forman. Su ideal es, realmente, ser hombres, pero para ellos, ser hombres, en la contradicción en que siempre estuvieron y cuya superación no tienen clara, equivale a ser opresores". Véase Freire (2005).

15. El entrevistado hace referencia a la Circular 1050 emitida por el Banco Central de la República Argentina en enero de 1980, cuando se desempeñaba como ministro de economía José Alfredo Martínez de Hoz. Dicha circular establecía que "las deudas se indexaban por la tasa de interés vigente en el mercado". Pero como esos intereses fueron durante años muy elevados en términos reales, el crecimiento de las deudas superó ampliamente la marcha de los ingresos y de los demás precios de la economía. De hecho, fue mayor que el alza de los precios de los inmuebles hipotecados, por lo que las deudas contraídas para comprarlos sobrepasaron el valor de las viviendas. Véase Clarín. Disponible en: http://edant.clarin.com/diario/2002/04/l4/e-0l003.htm Fecha de consulta: 02/2011.

16. El trabajo en blanco expresa una relación laboral formal, mientras que trabajar "en negro" remite a la informalidad, a la precariedad, es decir a la falta de contrato, variabilidad en las horas e intensidad de la labor.

17. El PGB es el cálculo que permite estimar el nivel de producción de bienes y servicios en el ámbito de los territorios provinciales, siendo el equivalente al PBI que se calcula para un país. De este modo el PBG indica el valor de la oferta de bienes y servicios finales obtenidos por los productores que residen en un territorio interior al de un país, por un periodo determinado. En el caso de la provincia de Córdoba —expresado en miles y a precios de 1986— el PBG en 1970 fue de 512, en 1975 de 650, en 1980 de 721, en 1985 de 668, en 1990 de 625. Esta inflexión en la década de 1980 marcó el inicio de un cambio que se mantiene hasta la actualidad, pues la agricultura fue ganando terreno por sobre la actividad industrial, tendencia que tras la crisis de 200l alentó aún más el cultivo de cereales —especialmente la soja— destinados en su mayor parte a la exportación, aprovechando las ventajas competitivas del valor del dólar respecto del peso argentino.

18. Sería tema de otra exposición analizar la reconversión industrial durante los años noventa, con la incorporación de bienes de capital y tecnología, la transnacionalización de capitales junto a una reprimarización de las exportaciones que hacia finales de la década ya se podía advertir. El aumento de la frontera agropecuaria y la disminución de la actividad ganadera se vieron sostenidos por un nuevo impulso de industrias productoras de bienes para este sector.

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