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Latinoamérica. Revista de estudios Latinoamericanos

versión On-line ISSN 2448-6914versión impresa ISSN 1665-8574

Latinoamérica  no.46 Ciudad de México ene./jun. 2008

 

Reseñas

Eduardo Alfonso Rosales Herrera, El juicio del siglo. Augusto Pinochet frente al derecho y la política internacional, México, FES-Acatlán/Universidad del Valle de México/Atlantic International University/Plaza y Valdés, 2008, 212 pp.

Nerva C. Fernández Apango* 

* FES-ACATLÁN. UNAM. México.

Rosales Herrera, Eduardo Alfonso. El juicio del siglo. Augusto Pinochet frente al derecho y la política internacional. México: FES-Acatlán, Universidad del Valle de México, Atlantic International University, Plaza y Valdés, 2008. 212 pp.


El libro intitulado El juicio del siglo. Augusto Pinochet frente al derecho y la política internacional, nos invita a la lectura sobre uno de los personajes más controvertidos de la historia de Chile, de América Latina y del mundo en general. El autor comienza por explicarnos uno de los momentos más difíciles de la historia latinoamericana, pues nos dice cómo durante la segunda mitad del siglo xx esta región casi en su totalidad tuvo gobiernos dictatoriales, cuyas élites nacionales estaban vinculadas a los grupos extranjeros de capital financiero y cómo en ese proceso se establecieron regímenes de carácter autoritario y represor, cuyo común denominador fue el abuso de poder, perpetuando con ello sus privilegios y canonjías (p. 19).

En Sudamérica esta situación se generalizó en el marco de la Guerra Fría y bajo el pretexto de combatir ideologías y movimientos de izquierda terminaron por anular las reivindicaciones de orden social, económico y político de los pueblos en ese momento, pero garantizaron el ascenso y permanencia de los militares, fuertemente vinculados a los intereses de las oligarquías y grupos dominantes cancelando, bajo el autoritarismo, el ejercicio de la democracia y las libertades individuales como la de expresión, de asociación, de participación ciudadana, entre otras.

Fue en ese marco que se vivieron las dictaduras de Argentina, Brasil, Venezuela, países centroamericanos y el caso del actual estudio, Chile. Nuestro autor dedica una parte de su obra a explicarnos cómo se vivió ese proceso dictatorial en el país austral. Destaca la figura del dictador chileno, Augusto Pinochet Ugarte, no sólo como el responsable de ese largo periodo de gobierno, 1973-1989, sino también por las violaciones constantes a los derechos humanos de los opositores a él, a su política interna y más tarde por los efectos de su gobierno dictatorial, pues muchos de esos adversarios exiliados buscarían llevarlo a un juicio que por muchas razones no se efectuó en la medida de sus expectativas. Sin embargo se puso en tela de juicio a su gobierno, a sus colaboradores, a las leyes internacionales e incluso a los mismos jueces que aplicarían la legislación.

En este libro el autor nos relata cuáles son las reglas internacionales y nos detalla algunos términos que esclarecen ampliamente muchos de los argumentos que desarrolla en sus páginas. Lleva de la mano a los lectores, de una manera sencilla y amena, para entender bajo qué contexto se efectuó el golpe del 11 de septiembre de 1973 y desde ese momento lo que vivió el pueblo chileno hasta el llamado referéndum del NO por el cual Augusto Pinochet Ugarte se ve obligado a dejar el gobierno. A partir de ello explica el lento restablecimiento de la democracia en el país.

Sin embargo una de las partes más interesantes del texto y que atrapa al lector, es el de la detención del hombre fuerte de Chile en la Gran Bretaña, lugar al que había acudido para someterse a una cirugía, y el inicio del proceso jurídico que se le siguió por los crímenes cometidos durante su gobierno. Parte medular, sin duda y que da origen al título del libro, El juicio del siglo, es el argumento de poder someter a juicio al exdictador centrándose en el proceso de extradición a España. En esta parte el asunto se torna importante pues la decisión del juez inglés James Straw sería fundamental en el futuro inmediato de Pinochet.

Ahora bien, el autor no ignora la serie de demandas interpuestas por varios chilenos exiliados en diversas partes de Europa. Por ello nos muestra países como España, Bélgica, Francia y aun Suiza que exigieron, en su momento, la extradición del otrora dictador siendo portavoces de aquellos asilados políticos chilenos. Y así, el autor Rosales Herrera, muestra, a través de su investigación en torno al caso Pinochet las acusaciones que se dieron, tanto al interior de Chile como al exterior del mismo, tratando, unos de lograr la extradición y otros de evitarlo.

Comenta el autor de qué manera se involucraron en este proceso jurídico el Frente Patriótico Manuel Rodríguez, la agrupación de familiares de detenidos desaparecidos, el Opus Dei y la Iglesia católica, la Acción Pinochetista Unitaria, la Unión Demócrata Independiente, incluso organizaciones no gubernamentales (ONG) como Amnistía Internacional y Human Rights Watch. Pero llega un poco más allá de sólo explicar su labor en pro o en contra de la extradición, pues relata de manera amena el origen de dichas agrupaciones, sus tendencias e incluso sus objetivos. Parafrasea comentarios de personajes que en ese momento se hicieron públicos tales como el de Andrew McEntee, director de AI y quien en octubre de 1999 y ante los argumentos de defensa de los abogados de Pinochet declararía que: “saben que todos los casos son tortura, incluso los 1198 casos de desaparecidos” (p.145).

Así participa Herrera Rosales el gran júbilo que les dio a los representantes de las ONG, Amnistía Internacional y Human Rights Watch, al enterarse de que el juez británico Ronald Bartle concedió la extradición solicitada por España, misma satisfacción que se verá ensombrecida más tarde, cuando en enero de 2000 el Ministro del Interior británico, Jack Straw suspendiera la extradición por “razones humanitarias”, fundamentadas en partes médicos que señalaban e insistían en la precaria salud del exdictador, lo que dice el autor generó nuevas y más controversias en torno a la decisión, favorable una vez más al otrora hombre fuerte de Chile, quien parecía seguir siendo una figura importante en la vida política no sólo nacional sino también internacional.

Narra, con una clara redacción, y sin morbo y amarillismo, cómo fue que Gran Bretaña adoptó la Convención de las Naciones Unidas contra la tortura en 1988 y cómo entre octubre de ese año y marzo de 1990, Amnistía Internacional pudo contabilizar los casos de chilenos detenidos y sometidos a choques eléctricos, muriendo 12 de ellos a causa de las agresiones, por lo que Human Rights Watch pudo sostener que al menos 52 de esos casos podrían haber sido motivo suficiente para extraditar y juzgar a Pinochet en España (p. 154).

Insiste, Rosales Herrera, en que para las víctimas y sus familiares, que han esperado 27 años para recibir justicia, ese día fue un día histórico. Aparentemente la defensa tenía las manos atadas, pero una vez más muestra cómo El juicio del siglo liberaba nuevamente a Pinochet de la extradición.

Interesante es, además, la opinión de Eduardo en torno a los derroteros que van tomando todos y cada uno de los caminos para lograr determinar que “la tortura no tiene prescripción ni territorialidad ya que en los casos de connotados criminales de guerra como Klaus Barbie no se concedió la libertad pues los delitos cometidos fueron considerados delitos de lesa humanidad y en ellos no se concede la libertad por cuestiones humanitarias, de edad o de salud, por lo que Pinochet debería de enfrentar a los tribunales españoles” (p.156).

Subyugados por la ágil pluma de nuestro autor el lector se adentra cada vez más en los comentarios en torno a la investigación El juicio del siglo donde se reconoce que crímenes como los cometidos por Pinochet pueden ser juzgados y sancionados en otros países, solicitando a los países miembros de la comunidad internacional conozcan y signen el documento que permitirá la creación de un Tribunal Penal Internacional, planteando con ello la idea de una sola ley para el mundo, en el marco de una justicia universal. Parafraseando a Mirelle Rocatti, con este juicio se reconoce el principio de la universalidad de las garantías individuales que sólo existía en la teoría (p. 164).

Debemos reconocer que el juicio a Pinochet llevó a la reflexión de no sólo los tribunales internacionales, sino también de los representantes de las naciones y de todos aquellos involucrados, así como interesados en situaciones como las presentadas en dicha obra.

Finalmente cierra su disertación con una serie de conclusiones que se desprenden de un trabajo bien estudiado, investigado y finamente analizado. Conclusiones que nos llevan a más preguntas, a más disertaciones y, sobre todo, a más propuestas temáticas que seguramente permitirán acrecentar los conocimientos hasta ahora existentes. Nos entrega asimismo un posfacio con abundante información sobre el proceso de enriquecimiento de Pinochet y su familia, lo que nos permite cuestionarnos cómo tan pocos hombres pudieron enriquecerse de una manera tan fácil a través del tráfico de armas, cocaína y privatizaciones de bienes muebles e inmuebles, arrebatados a sus propios connacionales y con la anuencia de los grandes hombres del poder internacional y del capital extranjero.

No podemos dejar de soslayar que durante toda la lectura se nos señala cómo la Gran Bretaña y Estados Unidos de América intentaron dejar limpia la imagen de quien fue su mejor colaborador durante la larga dictadura chilena. Con abundantes fuentes de primera mano Eduardo Alfonso Rosales Herrera, nos entrega un trabajo inédito que por sus aportaciones debe de convertirse en texto obligado para todos aquellos estudiosos de las Relaciones Internacionales, de la Jurisprudencia, de la Historia y de las Ciencias Sociales.

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