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Andamios

versión On-line ISSN 2594-1917versión impresa ISSN 1870-0063

Andamios vol.13 no.32 Ciudad de México sep./dic. 2016

 

Presentación

Urbi et orbi: un mundo urbano

Víctor Delgadillo* 

*Profesor-investigador en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. México. Correo electrónico: victor_delgadill@hotmail.com


En 2016 la mayor parte de la población mundial vive en ciudades. No hay movimientos de retorno al campo1 y, en las regiones menos urbanizadas del planeta (África, Asia, El Caribe y Centroamérica), la población del campo continúa desplazándose hacia las ciudades,2 las cuales se han convertido en la esperanza de futuro de la humanidad y constituyen los actuales motores del desarrollo económico en escala global. Sin embargo, en el siglo XXI asistimos a nuevas formas de producción urbana: muchas ciudades y áreas metropolitanas se han convertido en el destino favorito de flujos de inversión internacionales, que encuentran en los mercados inmobiliarios locales mejores rentabilidades y más seguras que las que ofrece la producción industrial (fragmentada y geográficamente dispersa) o el volátil mercado bursátil. Para Brenner (2013) y otros autores asistimos a una época de urbanización planetaria, en la que gran cantidad de construcciones difusas, dispersas y fragmentadas colonizan lugares centrales y distantes de las ciudades, bajo la lógica de reproducción y territorialización de los grandes flujos de capitales locales y trasnacionales.

En el siglo XXI, lo urbano, como modo de organización social, económica y territorial bajo la lógica del capitalismo neoliberal, es hegemónico a escala mundial, pero a diferencia del “modo de vida urbano” de Louis Wirth (1988), éste ya no es un atributo exclusivo de las ciudades densamente habitadas por diversos grupos sociales y culturales, sino una característica de los asentamientos humanos dispersos y fragmentados, que ya no son altamente densos ni socioculturalmente diversos, sino más bien homogéneos.

Históricamente, la urbanización ha sido entendida como parte del proceso civilizatorio y como una forma de desarrollo, progreso y modernización que, por sí misma, contribuye a mejorar la calidad de vida de la gente y a combatir la pobreza, es decir, en las ciudades los índices de crecimiento demográfico disminuirían, los inmigrantes tendrían acceso a empleos, seguridad social, servicios y equipamientos públicos (agua, educación, salud) que no tenían en el campo, etcétera. Sin embargo, las estadísticas de muchos países evidencian que en el siglo XXI la pobreza se ha incrementado y se ha urbanizado, es decir, ahora los pobres mayoritariamente habitan en “ciudades”.

Civitas y polis, la ciudad es una comunidad política

Las nuevas formas de urbanización, cada vez con mayor énfasis, ponen en entredicho el concepto de ciudad. Aunque parezcan sinónimos, urbs o urbanización no es lo mismo que civitas y polis. Una ciudad no es sólo un conjunto de viviendas, edificios y espacios públicos; la ciudad o civitas es, ante todo, una comunidad política de ciudadanos que se congregan en un espacio construido por ellos y sus antepasados para vivir mejor, para integrar a los diferentes, para cohesionar al colectivo social en un marco de “urbanidad”, respeto y tolerancia; y en un marco de derechos y obligaciones frente a los diversos sujetos sociales. La ciudad es un producto y una herencia cultural, la ciudad es nuestro patrimonio histórico.

Sin embargo, las nuevas formas de producción de asentamientos humanos en la era capitalista neoliberal tienden a negar esos atributos (siempre más utópicos que reales) de la ciudad. En lugar de mezcla socioeconómica, cohesión social y derechos políticos, las ciudades se expanden en periferias distantes y se contraen en recintos socialmente homogéneos: la población de bajos ingresos es deportada a lejanas periferias en viviendas sociales; los ricos construyen recintos cerrados exclusivos y excluyentes; y selectas áreas urbanas centrales se modernizan y destinan a la población con mayores ingresos para el consumo, etcétera. Por ello, Choay (2009) y otros colegas sostienen que en el mundo urbano paradójicamente ha llegado la muerte de la ciudad, no por cataclismo alguno, sino por la pérdida de los atributos de la ciudad. Esto, para colegas latinoamericanos, constituye una paradoja: ciudades sin ciudadanos y, en las periferias autoconstruidas, ciudadanos sin ciudades.3

Ahora bien, en distintos lugares del mundo justamente se reivindica el derecho a la ciudad. Se trata del derecho a la civitas y la polis: el derecho a construir ciudades para la gente y no para el lucro, el derecho a la construcción de la comunidad política, el derecho a la participación ciudadana en la toma de decisiones sobre el presente y el futuro urbano. No se trata de la conquista de una ley, a menudo irrealizable en la praxis, sino de una utopía y de un eslogan que articula las más diversas luchas sociales que tratan de influir en la construcción de las ciudades del mañana, inclusivas y socialmente justas.

Hábitat III: ¿una agenda urbana “nueva”?

En este escenario, la Organización de Naciones Unidas (ONU) convocó a la III Conferencia sobre Asentamientos Humanos, Hábitat III, con el fin de construir una nueva agenda urbana mundial para el futuro de la humanidad. Esta “nueva” agenda urbana, mediante el eslogan “el poder transformador de la urbanización”, promueve políticas neoliberales, bajo un lenguaje políticamente correcto que habla del crecimiento económico, el desarrollo sustentable, la justicia social, el combate al cambio climático y la disminución de la pobreza. Sin embargo, al mismo tiempo se promueve un desarrollo urbano “competitivo”, capitalista, capaz de atraer inversiones privadas que generen riqueza económica. Así, para las ciudades afectadas por las crisis económicas, sociales y urbanísticas se demanda el desarrollo de la capacidad de “resiliencia urbana”, y así confrontar esos problemas urbanos con sus propias fuerzas. Para una gestión urbana “eficiente” y una buena gobernanza se promueve el “éxito” de las smart cities, es decir, la adopción de tecnologías de telecomunicaciones e informática para organizar el tráfico, la vigilancia, etcétera. Aquí, la solución a ciertos problemas urbanos se reduce a la adquisición de software y equipo de telecomunicaciones. Además, como si la ONU4 fuera una asociación de voluntariado, altruismo o filantropía, el Programa Hábitat demanda a los gobiernos voluntad política y la adopción de un “enfoque positivo y proactivo” para lograr ciudades inclusivas.

* * *

En este número de Andamios buscamos presentar investigaciones académicas que den cuenta de la actual crisis urbana y de la construcción de las ciudades del futuro, a propósito de la tercera cumbre de Naciones Unidas sobre Asentamientos Humanos-Hábitat III, que se realizará en octubre de 2016 en Quito, Ecuador. La convocatoria fue atendida por investigadores de distintas ciudades y países latinoamericanos, quienes abordan distintas temáticas del dossier.

En este dossier nos complace publicar una entrevista con uno de los investigadores más lúcidos y con gran reconocimiento en Iberoamérica en materia de estudios urbanos: Carlos de Mattos nos ilustra sobre las actuales formas de urbanización mercantilizadas, que poco tienen que ver con lo que en un pasado no tan remoto llamábamos ciudad. Para De Mattos, más allá de sus especificidades, las ciudades latinoamericanas se transforman conforme a ciertas tendencias comunes a escala planetaria de acuerdo con la universalización del capitalismo. La metamorfosis urbana actual se deriva de la financiarización de la economía.5 Una parte de los excedentes de capital provenientes de diversos fondos de inversiones y de otras actividades económicas han encontrado en la construcción de diversos megaproyectos urbanos una salida rentable. Se trata de construcciones que responden a esa lógica capitalista globalizada, pero que tienen efectos negativos y positivos a escala local (la construcción es una industria que crea empleos y desencadena la actividad de muchas ramas económicas). Ésta es la lógica que ha conducido a las burbujas inmobiliarias y a las economías del ladrillo. Don Carlos, además de riguroso investigador abierto al conocimiento científico de los procesos urbanos producido en distintas lenguas, es una persona generosa con sus colegas, y también es muy cuidadoso en las formas de transmitir el conocimiento (él cuidadosamente revisó la entrevista y las citas de los autores a quienes se refiere en ella).

En un mundo profundamente interconectado (por medio de flujos de información, de migrantes y de capitales) y con ciudades y formas de urbanización sustantivamente diferentes que las del pasado, el Programa Hábitat de la ONU y muchos investigadores continuamos realizando diagnósticos sectoriales desarticulados, estudios de caso, y tratando a las ciudades (o las problemáticas urbanas analizadas) como entes autónomos o islas urbanas. Fernando Carrión (2016), por ejemplo, sostiene que la realidad urbana ha cambiado sustancialmente y que ésta se encuentra interconectada con otras muchas ciudades y de múltiples formas, por lo que los estudios de caso no aportan nada nuevo. Los estudios urbanos que -según él- nos pueden alumbrar y proporcionar algo novedoso sobre el funcionamiento actual de las ciudades son los estudios comparativos. Las actuales problemáticas urbanas demandan el estudio comparativo de las multiescalares y multidimensionales relaciones sociales, económicas, políticas, culturales, etcétera. En este sentido, nos congratulamos de publicar en español el artículo de Jennifer Robinson: “Ciudades en un mundo de ciudades, el gesto comparativo”, en el cual nuestra colega de Sudáfrica, de manera provocativa, nos pregunta: ¿por qué en los estudios urbanos no realizamos estudios comparativos entre las muy diversas ciudades del sur con las del norte o con las del sur? ¿Por qué cuando nos atrevemos a comparar nos autolimitamos a colocar en el foco de análisis a ciudades que preconcebimos como “similares”? Peor aún, ¿por qué cuando comparamos nuestras ciudades lo hacemos en relación con parámetros y paradigmas construidos en los países capitalistas opulentos, como ha sido el caso de “la ciudad global”? Éste es el primer artículo de Jennifer Robinson que se publica en español, la autora del crítico, provocador y bellísimo libro Ciudades ordinarias. Así que la congratulación es doble.

* * *

Sobre los artículos que integran el dossier anotamos lo siguiente. En “Riesgos de la ciudad (digital) del futuro: control, guetización y desarraigo”, Antonio Fernández explora el modo de vivir juntos en la ciudad del mañana, a partir del uso de las herramientas digitales de interrelación. Si para Louis Wirth (1988) una característica fundamental del “modo de vida urbano” estaba justamente constituida por los estímulos creados por el contacto permanente con una gran cantidad de gente en la ciudad; en el siglo XXI los estímulos se han exacerbado, a través de las tecnologías de la comunicación y la informática, pero ya no (sólo) son cara a cara. Para Fernández, las promesas digitales de emancipación han devenido en instrumentos de control. Aquí, Facebook aparece como “una gran ciudad orwelliana” donde, paradójicamente, los datos que sirven al poder para controlar a la gente son proporcionados de forma voluntaria por los propios ciudadanos.

En “Repensar el hábitat urbano desde una perspectiva de género. Debates, agendas y desafíos”, Paula Soto reconstruye algunos estudios académicos sobre la incorporación del género en los procesos de (re)producción del espacio urbano y, en particular, en relación con la vivienda, el transporte público, la movilidad y la inseguridad y violencia en el espacio público. La autora reconoce un triple desafío en los estudios urbanos con perspectiva de género: incorporar la dimensión de género en la planificación urbanística, entendida como un proceso político; continuar profundizando los análisis sobre los efectos que tiene en la vida de las mujeres el diseño predominantemente masculino del entorno urbano construido; y reconocer que las mujeres no son un grupo homogéneo con necesidades idénticas.

Rodrigo Hidalgo, Abraham Paulsen y Luis Santana analizan la política de acceso a la vivienda social en Chile, en un periodo de 45 años, claramente marcado por un neoliberalismo subsidiario: el Estado chileno cedió al sector privado la responsabilidad de construir viviendas y elegir dónde hacerlo (periferias distantes), además, otorgó a la población un subsidio público para que ellos compren esas viviendas a ese sector privado. Este artículo es muy interesante para América Latina, no sólo por el rigor académico y el análisis crítico de sus autores, sino porque Chile ha sido un extraordinario laboratorio de políticas urbanas neoliberales, los cuales se han transferido (con algunos cambios) a países como México y Brasil.

Por su parte, Brenda Matossian, en “Escalas y derecho a la ciudad: cuestionamientos en una urbe patagónica”, explora la aplicación y traducción a la práctica del polisémico concepto de el derecho a la ciudad. Ella toma sus componentes con respecto a la participación ciudadana y comunitaria para analizar las formas, relaciones y tensiones en torno a los espacios de participación ciudadana institucionalizada a escala municipal y barrial.

En “La producción del consumidor. Valorización simbólica y gentrificación en el centro de la Ciudad de México”, Ibán Díaz y Luis Salinas advierten que en los estudios sobre gentrificación a menudo se plantea como una dicotomía la esfera de la producción y la del consumo. En cambio, para ellos los consumidores también producen el espacio. Los autores sostienen que, en La Condesa, un barrio central de la Ciudad de México, el proceso de gentrificación irrumpió de forma aparentemente espontánea; pero en Regina, una calle del centro histórico de la Ciudad de México, éste proceso se reproduce de forma intencionada.

Finalmente, el texto que cierra el dossier retoma su tema central a partir de tres dimensiones de la ciudad: la física (urbs), la ciudadana (civitas) y la política (polis). En “Ciudadanía y desarrollo en las ciudades del siglo XXI: ¿Polis y civitas o sólo urbs?”, Joselito Fernández advierte que la civitas y la polis están en crisis y en peligro de desaparición, para dar lugar a una urbs utilitaria, desciudadanizada, despolitizada y deshumanizada. Por ello, para el autor urge (re)definir la civitas como el espacio de la ciudadanía en términos jurídicos y pertenecientes a una comunidad de ciudadanos, y a la polis como el espacio de discusión y acción política, no sólo del gobierno sino fundamentalmente de todos los habitantes.

Fuentes consultadas

Brenner, N. (2013), “Tesis sobre la urbanización planetaria”, en Nueva Sociedad, núm. 243, enero-febrero, Buenos Aires: Fundación Friedrich Ebert, pp. 38-66. [ Links ]

Carrión, F. (2016), “América Latina, las ciudades del mañana las vivimos hoy”, conferencia magistral impartida en el posgrado de urbanismo, Ciudad de México, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el 17 de febrero. [ Links ]

Choay, F. (2009), “El reino de lo urbano y la muerte de la ciudad”, en Andamios. Revista de Investigación Social, vol. 6, núm. 12, México: Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), pp. 157-187. [ Links ]

Wirth, L. (1988), “El urbanismo como modo de vida”, en Mario Bassols, Alejandra Massolo y Alejandro Méndez (comps.), Antología de sociología urbana, México: UNAM, pp. 162-182 [1938]. [ Links ]

1Actualmente no hay políticas públicas, ni utopías colectivas, que promuevan el retorno al campo, aun cuando es un momento en que la crisis urbana y el discurso del desarrollo sustentable lo justificarían, y las tecnologías de las comunicaciones lo permitirían.

2Esta urbanización se acompaña de la migración internacional de los países del sur a los opulentos países del norte.

3En un pasado no tan remoto, el ciudadano era simplemente el habitante de la ciudad, como el campesino era y sigue siendo el habitante del campo.

4Ya se sabe que esta organización de países libres y soberanos dista mucho de ser democrática. Baste ver quiénes toman las decisiones en su Consejo de Seguridad.

5Una forma de acumulación de capital sin mediación de la producción de mercancías. Para el sector financiero es más rentable el mercado financiero y bursátil, los préstamos y los cambios de divisas, que las inversiones en la producción de mercancías. Muchas otras actividades económicas productivas han ingresado a esta lógica financiera para maximizar sus ganancias e invertir sus excedentes de capital.

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