INTRODUCCIÓN
La institucionalización de la seguridad energética (en adelante SE) y la creación de la Agencia Internacional de Energía (International Energy Agency, IEA) fueron la respuesta política al embargo petrolero impuesto por la OPEP a los países que en 1973 apoyaron a Israel en la Guerra de Yom Kippur.1 Varios factores explican la decisión de los países desarrollados para organizarse, pactar el manejo mancomunado de la política petrolera y realizar los compromisos de SE acordados en febrero de 1974; entre esas causales están: la desequilibrada concentración, por un lado, del 71 por ciento de las reservas mundiales de crudo en los países de la OPEP y, por el otro, del 75 por ciento del consumo mundial en los países desarrollados miembros de la Organización Europea para la Cooperación Económica (OECE); la cancelación del sistema de concesiones de las grandes empresas petroleras occidentales, las que en 1972 producían el 70 por ciento del petróleo mundial y que, gracias a su plena integración vertical, manejaron el mercado energético global, lo que dio el puntillazo final al dominio del petróleo. Este desbalance tuvo como resultado la vulnerabilidad de las economías dependientes del petróleo.
Por lo anterior, en 1974, se adoptó el Acuerdo para un Programa Internacional de Energía con el objeto de “reducir la dependencia del petróleo importado con programas de largo plazo de cooperación en ahorro de energía, acelerar el desarrollo de fuentes de energía alternativas, de investigación y desarrollo de energía y enriquecimiento de uranio” (IEA, 2019: 2). Las políticas de SE, como todas las económicas y sociales, evolucionan en respuesta a la emergencia de problemas ineludibles, como el calentamiento global por cuya inminencia hoy, los temas ambientales se incluyen en las agendas de SE de la IEA y las nacionales.
Con estas reflexiones, esta investigación busca: i) identificar los orígenes del concepto de SE y la evolución de los acuerdos y políticas para garantizarla; ii) recuperar las variables centrales de la trayectoria de la SE para formular tres índices: seguridad petrolera (ÍSP), diversidad energética (ÍDE) y transición energética (ÍTE); iii) aplicarlos a México, Estados Unidos y Canadá, ponderando su evolución entre 1980-2016.
Los tres índices se construyeron, siguiendo los trabajos de Sovacool y Mukherjee (2011) y Sovacool (2013), World Energy Council (2018), Lefèvre (2010), Global Energy Institute (2019) y Cherp y Jewell (2011). No obstante, esta investigación se aparta de esos aportes y comparte (con algunos autores) ciertos puntos. Primero, no se construye un solo indicador aplicable a cualquier país y en todo contexto (Winzer, 2012; Cherp y Jewell, 2011; Kruyt et al., 2009); segundo, establece la SE en función del suministro de varias fuentes de energía y particulariza el petróleo (Winzer, 2012; European Commission, 2000; Jansen y Seebregts, 2010; Le Coq y Paltseva, 2009; Kruyt et al., 2009); tercero, en el tema ambiental, además, de incluir el bióxido de carbono (CO2) y el consumo de renovables, la variable principal es el consumo de combustibles fósiles, que se introduce en el ÍTE con signo negativo, de forma tal que toda mejoría en este indicador estará asociada a una reducción en el consumo de estos combustibles. Por otra parte, se consideran esos tres países para ejemplificar que las relaciones comerciales, políticas y económicas históricas de la región, no se reflejan plenamente en una integración energética.
Para identificar factores de interés en la trayectoria de la SE, este trabajo primero recapitula la consolidación del carácter estratégico en la escena política internacional, a inicios del siglo XX; segundo, revisa los documentos oficiales de la IEA y literatura especializada en SE2 y economía del petróleo; conocidas las variables centrales, se desarrolló el método analítico y de medición aplicados en este trabajo. Los resultados de la investigación sugieren que el petróleo continúa en el centro de la discusión de la SE; avalan esta conclusión los efectos de los precios del petróleo en los diversos espacios en que éste se interrelaciona con la SE. El menor precio de las principales mezclas (WTI y Brent) desalientan las inversiones en producción y exploración en campos que, en comparación con los costos de la OPEP son mayores, lo que redunda en aumento de la producción por parte de la OPEP y de la dependencia de las importaciones, reduce la intensidad petrolera y energética,3 debilita el crecimiento de las energías verdes y, al caer los precios del petróleo, indirectamente no se desestimula la reducción del CO2 por consumo de fósiles. Asimismo, la investigación aporta un análisis de SE desde la visión de la economía política del petróleo para la región de América del Norte y, específicamente, para el caso de México, en donde son pocos los estudios que se han realizado al respecto en comparación con Estados Unidos, donde el Global Energy Institute publica anualmente el Energy Security Risk Index (2019).
Para sus objetivos, nuestra investigación se desarrolla como sigue: la segunda sección esboza la evolución del concepto de seguridad energética desde 1970 hasta la actualidad; la tercera escruta la centralidad del sector petrolero en la SE y la cuarta recupera las variables incluidas en la construcción de tres índices para evaluar la SE. En la quinta se presentan los resultados de la aplicación de los índices y se valora la trayectoria de SE en Estados Unidos, Canadá y México durante el periodo 1980-2016. La sección sexta presenta las conclusiones de los principales hallazgos.
La trayectoria de la SE. El largo tránsito de la seguridad nacional al desarrollo sustentable
Cuando a inicios del siglo XX, los gobiernos de los Estados Unidos, Francia e Inglaterra adoptaron el petróleo como combustible de sus armadas, lo transformaron en materia prima estratégica, para mantener la hegemonía mundial (Luft y Korin, 2009); el control de las fuentes y el intercambio de petróleo devino en la médula de la política de seguridad nacional, bajo liderazgo estadounidense, la única potencia con reservas en su territorio (Türk, 2014: 209-230). Durante las dos posguerras, el petróleo y los combustibles fósiles penetraron todas las esferas de la vida económica y social y definieron las políticas de energía nacionales en torno a estabilizar su suministro de petróleo a precios razonables (Krane y Medlock, 2018: 559; Cherp et al., 2014; Luft y Korin, 2009). Por ello, la IEA ubicó el petróleo en el centro de sus políticas de SE, y actualmente propone a los países miembros políticas intergubernamentales mundiales para reducir su dependencia de la oferta petrolera de los países de la OPEP (Scott, 1994a; IEA, 2019).
Desde esta perspectiva, con fines analíticos, se identifican algunos factores que definen tres etapas en trayectoria de la SE: a) riqueza petrolera, economía y geopolítica, de inicios del siglo XX a inicios de la década de los sesenta; b) la creación de dos bloques antagónicos: los productores con la OPEP y los mayores consumidores en la IEA y la institucionalización de la política de SE centrada en garantizar el flujo de combustibles a precios asequibles; c) la inclusión de temas ambientales en la SE de mediados de años ochenta a la fecha. En las siguientes secciones se presentan los elementos que caracterizan estas etapas.
Riqueza petrolera, economía y geopolítica (inicios del siglo XX-1965)
Se pueden encontrar inicios tempranos de SE en el papel que tuvo el petróleo en la consolidación del orden mundial desde principios del siglo XX (Painter, 2014; Türk, 2014; Bromley, 2006). La riqueza petrolera permitió a Estados Unidos alimentar la demanda interna, exportar y mantener precios bajos (1.31 dólares corrientes el barril, entre 1900 y 1960). Para ello afianzó mundialmente sus empresas petroleras, con solidó la petroquímica, forjó alianzas estratégicas entre potencias y firmas productoras (Puyana, 2015). El petróleo reforzó el poderío militar y económico estadounidense y fue factor decisivo en las dos guerras mundiales y la guerra fría.4 Además, permitió la reconstrucción de las economías europeas bajo los auspicios financieros y políticos del Plan Marshall,5 moldear la política internacional de Estados Unidos y consolidar mundialmente su modelo energético basado en grandes conglomerados, bajos precios y nula competencia (Bromley, 2006; Porter, 2001), opuesto al europeo, que considera la energía un bien público dirigido por el Estado (Painter, 2014; Stern, 2013).
Con el agotamiento de su capacidad exportadora a fines de la segunda guerra, Estados Unidos giró la atención política hacia el crudo del Medio Oriente. A inicios de 1945, Roosevelt pactó con Arabia Saudita una alianza (protección militar a cambio de concesiones a las petroleras estadounidenses);6 en 1944, Churchill y Roosevelt firmaron el Anglo-Amercan Oil Agreement para compartir el petróleo en Medio Oriente que, rechazado por el Congreso estadounidense, fue abandonado 1947 (Stoff, 1981) cuando se proclamó la Doctrina Truman: apelar a la seguridad nacional para imponer restricciones a las importaciones, intensificar la producción local y estimular la producción de carbón y energía nuclear, reducir el consumo de petróleo y mantener las reservas mundiales (Bialos, 1988; Painter, 2014), actualmente vigente, con adecuaciones.
En esta etapa, la SE descansó primeramente en el control político y militar de las reservas de petróleo, para garantizar la estabilidad de precios. En la segunda posguerra, se estimuló la producción de electricidad con carbón y energía nuclear y, en menor medida, del gas (Bialos, 1988). Las doctrinas Truman y Eisenhower vincularon la guerra fría con la energía, el control de los recursos y el comercio exterior y ratificaron la supremacía estadounidense de las políticas energéticas (Krane y Medlock, 2018: 558-565).
La creación de la OPEP, la Agencia Internacional de Energía y la nueva estrategia de SE
Eventos económicos y políticos crearon, en 1973, un escenario internacional complejo y condujeron a la adopción de pactos de cooperación intergubernamental en energía, entre los países exportadores en la OPEP y entre los consumidores en la IEA, cada organización con sus objetivos y políticas propias para mediar los conflictos de interés entre uno y otro campo y al interior de éstos. Para los primeros, el objetivo fue elevar los precios, desacelerar el consumo y preservar sus reservas; para los segundos, la estabilidad del suministro y los precios, reducir la dependencia de las importaciones y el consumo; unos y otros, asegurar mayor crecimiento económico. Condujeron a la creación de la OPEP y a la persistencia de precios bajos; no obstante, también al crecimiento del consumo por las dos guerras y posguerras mundiales (véase el Cuadro 1). La divergente trayectoria de los precios y la producción hasta 1972 alentaron el interés de los países productores de asumir el manejo de su petróleo. En 1945, se creó la Liga Árabe con objetivos sobre la defensa de los precios del petróleo, y Venezuela aprobó la ley que estableció la distribución paritaria de las utilidades entre las empresas petroleras y el gobierno; en abril de 1960 se creó la Corporación Venezolana del Petróleo y en agosto cerró las empresas que otorgaban descuentos en los precios de exportación; contribuyeron, el ascenso de presidentes nacionalistas en las nuevas repúblicas en África, Asia, el Medio Oriente y el Caribe, la nacionalización del petróleo iraní en 1953 y el derrocamiento del primer ministro Mossadeq, con la aquiescencia de los gobiernos estadounidense y británico, así como la nacionalización del Canal de Suez, en 1956, por el presidente Nasser.7
Producción | Precios* | PIB mundial** | Prod/PIB | |
---|---|---|---|---|
1913-48 | 6.5 | 1.52 | 4 | 1.63 |
1948-1972 | 5 | 0.46 | 5 | 1.00 |
1973-2018 | 1.08 | 1.56 | 3.02 | 0.36 |
* Dólares reales de 2018 por barril * * Dólares TTP de 1990.
Fuente: Elaboración propia basada en Hartshorn (1993); producción 1913-1965 y BP 2020, producción 1965-2018 y precios todo el periodo (BP, 2019), y PIB, The Conference Board (2019).
En este entorno, la intensificación del conflicto árabe-israelí, en torno a Palestina, y el estallido de la guerra del Yom Kippur en 1973 detonaron el embargo petrolero impuesto por los países de la OPEP a los países que apoyaron a Israel. En respuesta, se crea la IEA y se internacionalizan las políticas de SE.
La IEA8 fue la primera formalización del concepto de SE y el primer acuerdo relativamente transparente sobre petróleo; fue la respuesta política de los países desarrollados al cambio político en el mercado petrolero cuando, por primera vez, fueron los países en desarrollo, dueños de las reservas, los que usaban el petróleo como arma política, al tomar posesión de las reservas, liquidar el cártel de las Siete Hermanas y limitar la producción y las exportaciones y en sólo un año elevar los precios de 2.7 a 11.4 dólares, evidenciando un talón de Aquiles de la estabilidad política y económica del Occidente (Yergin, 2006).
La creación de la IEA implicó adoptar difíciles acuerdos políticos, unos vinculantes otros no, para actuar coordinadamente en política macroeconómica, sectorial, de estructuración del mercado mundial de energéticos y de relaciones internacionales (OECE, 1974; Scott, 1994a: 35-56). Los obstáculos emanaban de los intereses contradictorios entre Europa y Estados Unidos, país que buscaba ampliar su influencia en la Comunidad Económica Europea (CEE) y socavar la de Francia (Scott, 1994a: 30-32) y entre el Reino Unido recién ingresado a la Comunidad e inseguro ante Fran cia. Estados Unidos medió en favor de Inglaterra, en las disputas franco/inglesas sobre los desarrollos de la fuerza nuclear europea de especial relevancia por la guerra fría y la competencia armamentista (Robb, 2013) y así impuso su agenda: “las negociaciones nos enseñaron que, si en verdad ejercemos nuestro poder, imponemos nuestra agenda” (Robb, 2013). Mientras tanto, la Unión Soviética bregaba ampliar su influencia hacia India, el Medio Oriente e inclusive Europa, mediante su oferta de armas y petróleo (Ermolaev, 2017). En este escenario surgieron los pactos de política de SE sobre:
a) El suministro fluido de energía: i) mantenimiento de las reservas estratégicas e inventarios de crudo y su asignación; ii) planes de diversificación de proveedores de crudo para reducir las importaciones desde la OPEP y sobre el desarrollo de fuentes alternativas de energía; iii) abaratamiento de los costos de exploración y producción; iv) acuerdos de cooperación para liberalizar las políticas energéticas y petroleras, privatizar las empresas públicas petroleras y eliminar toda restricción al comercio de energéticos y, v) diversificar las fuentes de energía mediante estímulos a la energía nuclear, el carbón, el gas y la hidroeléctrica (Scott, 1994c).
b) El consumo: reducir el consumo y elevar la eficiencia en el uso del petróleo mediante programas de desarrollo tecnológico para abatir los costos de exploración, desarrollo y producción de crudo y de las energías renovables y verdes.
c) Introducir criterios de mercado y competencia en las industrias petrolera y energética, como mecanismo para garantizar la eficiencia y suministro de información sobre producción y ventas de crudo.
La diversificación de las fuentes de energía se basó, primero, en sustituir petróleo con carbón, gas, energía nuclear e hidroelectricidad para garantizar eficiencia energética y crecimiento económico. Sólo a partir de 1985 se consideraron las energías renovables como fuentes alternativas, pero su consolidación se logró a inicios del presente siglo, al impulso de los altos precios del petróleo (2000-2014) (apreciable en la zona gris clara de la Gráfica 1).
La inclusión de temas ambientales en la agenda de SE
Impusieron la inclusión de los temas ambientales en la agenda de SE, entre otros, el ascenso político de los partidos verdes, la creciente conciencia del daño ambiental por el uso intensivo de energía, las explosiones y derrames de crudo, los accidentes nucleares (Chernobyl, 1986; Fukushima, 2011),9 así como las críticas a las políticas de la IEA centradas en criterios de eficiencia y competitividad, sesgos desfavorables a las energías renovables (Van de Graaf, 2012; Scott, 1994a; 1994b; 1994c). Sólo a partir de 1991 se reconoció el vínculo entre la sostenibilidad energética, ambiental y económica y formuló la necesidad de vincular las tres con las políticas de energía (Scott, 1994c: 203-215). Los temas sociales se introdujeron en 2003 cuando la IEA resolvió que el vínculo entre cambio climático, equidad y pobreza debía ser integrado a las metas y políticas de SE en armonía con las Metas del Milenio y los Objetivos del Desarrollo Sostenible (Scott, 1994c: 203-215; 235-239; Scott, 1994b: 18; Scott, 1994a: 5).
Respondiendo al mandato dado a la IEA y por las heterogéneas preocupaciones señaladas arriba, se han desarrollado modelos de corto y mediano plazo para evaluar la evolución de la SE, dando luz a numerosas metodologías para construir un concepto holístico de SE que incluye, por un lado, la importancia de mantener el acceso a la energía y, por otro, la incorporación de las diversas preocupaciones que han surgido, como las ambientales y sociales (Cherp et al., 2014), amén de otras que integran toda las redes de suministro de combustibles y fluido eléctrico, en el marco con ceptual de los sistemas complejos (Mänsson et al., 2014; Bale et al., 2015). Entre ellos se encuentra el World Energy Trilemma Index (WETI) del Consejo Mundial de Energía (World Energy Council, WEC), que partiendo de los primeros informes del Panel Internacional sobre Cambio Climático10 (International Panel on Climatic Change, IPCC), clasifica los países según su capacidad de garantizar energía sostenible (WEC, 2007; 2018) sintetizada en seguridad energética, equidad energética (accesibilidad y asequibilidad)11 y sostenibilidad ambiental.12 Al aplicarlo a ciento veinticinco países muestra los avances en SE como resultado de las tres dimensiones. En esta misma línea, pero mucho más teórico, se encuentra el índice de seguridad energética (ÍSE), que construye trescientas veinte variables agrupables en: disponibilidad, asequibilidad, desarrollo de tecnología y eficiencia, ambiente y sostenibilidad y regulación y gobernanza (Sovacool y Mukherjee, 2011; Sovacool, 2013; Winzer, 2012). Ambos planteamientos incorporan en la SE, tanto las emisiones de CO2, como temas de equidad y estabilidad sociopolítica. Algunos trabajos analizan detalladamente las diversas metodologías de evaluación de la SE desarrolladas hasta la fecha y señalan los divergentes resultados, derivados de la naturaleza contradictoria entre los objetivos y estrategias de SE (Gasser, 2020; Mänsson et al., 2014).
La incorporación de sustentabilidad ambiental, equidad y gobernanza agudizó la complejidad de la SE en vista de la potencial contradicción entre estos temas con la disponibilidad de energía a precios asequibles (Mänsson et al., 2014). Por ejemplo, las metas sobre disponibilidad y equidad asumen precios del crudo bajos, y las de diversificación de la matriz energética hacia energías verdes, renovables y de provee dores se basan en precios del crudo por debajo de los costos de producción de las alternativas (IEA, 2019). Por otra parte, la eficiencia y la estabilidad económicas su ponen precios bajos y estables, que frenan o desestimulan los objetivos de reducir las importaciones y alentar las energías alternativas. En la Gráfica 1, dentro del área gris claro, se identifica el periodo de mayor incremento en la producción de energías alternativas y la tendencia al alza de los precios del petróleo. Por otro lado, por el peso del petróleo y los combustibles fósiles en la economía, sus precios se relacionan inversamente la SE y la dinámica del producto interno bruto (PIB) véase Gráfica 1). Otro factor no mencionado en los análisis de SE es la inestabilidad de los precios del crudo y la casi imposibilidad de predecirlos aún en el corto plazo (EIA, 2020; Puyana et al., 2019).
La centralidad del petróleo en la trayectoria de la SE
A pesar de las medidas adoptadas y de los logros obtenidos, la predominancia del petróleo en la estructura energética prevalece en el centro de la SE (OPEP, 2019). En 1990 representaba cerca del 36 por ciento del consumo mundial de energía primaria, y los combustibles fósiles concentraron la demanda de energía entorno al 93 por ciento entre 1940 y 1973, proporción que descendió al 80 por ciento en 2017, es decir, 13 puntos porcentuales en cuarenta y cinco años. Para 2050 se espera que descienda al 69 por ciento.
Se puede plantear la centralidad del petróleo en la SE a partir de, por un lado, la ya señalada concentración de las reservas, la producción y las exportaciones de pe tróleo en los países miembros de la OPEP y su poder en la determinación de los precios y, por otro, el peso del petróleo en la estructura productiva y del consumo, su carácter de monopolio natural e intensamente transable al exportase cerca del 75 por ciento de la proporción mundial del crudo, cerca del 85 por ciento por la OPEP (OPEP, 2019). En 2018, la OPEP poseía el 80 por ciento, es decir 10 puntos más que en 1973 (OPEP, 2019).
Se argumenta la centralidad del petróleo en la trayectoria de la SE a partir de los efectos de sus precios, la estructura del mercado energético y sobre el ritmo y regularidad del crecimiento económico, en primer lugar, por la elevada intensidad petrolera de la economía mundial, efecto de su penetración a toda la estructura productiva y de servicios. Unas semanas de suspensión del abasto de gasolina paralizan una economía e incitan protestas sociales. En el transporte, el margen de sustitución automotriz es baja y nula en el aéreo y el marítimo; la sustitución por carros eléctricos es muy baja, cercana al 5 por ciento del parque actual. Es conflictiva también la relación entre la inestabilidad y el nivel de los precios: a menores precios internacionales y mayor su volatilidad, baja la producción en los países no miembros de la OPEP en virtud de sus más elevados costos productivos, por lo que crece la producción y comercialización de la OPEP. Adicionalmente, se ha encontrado una relación directa entre los precios del petróleo y la demanda de gas y carbón, y directa con la inflación (Stern e Imsirovic, 2020; Puyana et al., 2019). La subida de las cotizaciones del petróleo explica cerca del 35 por ciento de la inflación acaecida entre 1973 y 1982, efecto que se vio debilitado con la reducción de la intensidad petrolera del PIB. Además, la inestabilidad de los precios y los términos de intercambio del petróleo afectan la estabilidad de economías exportadoras de crudo, principalmente. Entre 1973 y 1980 los choques de precios indujeron transferencia de ingresos de los países importadores a un limitado grupo de países exportadores, fenómeno que se repite a cada subida de precios;13 de esta forma se desequilibra la balanza comercial y de pagos de importadores y exportadores, y su demanda final (Grigoli et al., 2017). La inestabilidad del precio del petróleo ocasiona presiones sobre las energías verdes que, por el alto costo de su desarrollo, han requerido estímulos fiscales. Otro impacto negativo se evidencia en el menor el ritmo de reducción de la intensidad petrolera del PIB y un menor impulso por fomentar la eficiencia en el consumo de energía. En estas condiciones, se considera al petróleo como mercancía estratégica y su mercado global y las políticas de SE como estrategia permanente; por ello, se establece que el equilibrio de mercado está ligado a las estrategias de la OPEP en un mercado no competitivo, a pesar de la amplia liberalización de sus estructuras (Puyana et al., 2019; EIA, 2018b).
Dimensiones de los indicadores de se y su aplicación a la región de Norteamérica
Identificadas las etapas en la evolución de SE, en esta sección se proponen las tres dimensiones, identificadas en la revisión de las fuentes citadas y los ejercicios realizados aquí.
Primera, el mercado petrolero continúa en el centro de la discusión. La centralidad del petróleo y demás combustibles fósiles en la estructura actual y proyectada de la demanda energética primaria sugieren su predominancia, al menos al 2050, año en el que se espera que el consumo de petróleo sea del 27 por ciento del total y los fósiles del 68.1 por ciento, unos 2 puntos menos que en 2040 (véase el Cuadro 2). Segunda, elevar la eficiencia energética, es decir, reducir el consumo de energía, primordialmente de fósiles (barriles de crudo), por unidad de PIB. Tercera, diversificar las fuentes de energías no sólo hacia el gas y el carbón, prioritariamente las energías verdes. Con estas tres dimensiones se elaboraron tres índices: seguridad petrolera (ÍSP), diversidad energética (ÍDE) y transición energética (ÍTE). Los tres, si bien independientes, están relacionados y son aplicables individualmente a cada país.
Fuente de energía | 1949 | 1950 | 1970 | 1980 | 1990 | 2018 | 2020 | 2030 | 2040 | 2050 |
---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|
Petróleo | 37.2 | 38.5 | 47.01 | 46.07 | 39.91 | 32.1 | 32.0 | 30.0 | 28.2 | 26.6 |
Gas | 16.1 | 17.2 | 16.96 | 18.47 | 20.66 | 22.3 | 22.0 | 21.8 | 22.1 | 21.8 |
Carbón | 37.5 | 35.7 | 30.1 | 27.06 | 27.4 | 25.8 | 24.7 | 22.1 | 20.2 | 19.7 |
Total fósiles | 90.7 | 91.4 | 94.1 | 91.6 | 88 | 80.2 | 78.7 | 73.6 | 70.5 | 68.1 |
Nuclear | 0.0 | 0.0 | 0.36 | 2.43 | 5.58 | 4.5 | 4.5 | 4.6 | 4.4 | 4.2 |
Otros renovables | 9.3 | 8.6 | 5.54 | 5.97 | 6.42 | 15.3 | 16.8 | 21.8 | 25.2 | 27.7 |
Total renovables | 9.3 | 8.6 | 5.9 | 8.4 | 12 | 15.3 | 21.3 | 26.4 | 29.6 | 31.9 |
Total | 100.0 | 100.0 | 100.0 | 100.0 | 100.0 | 100.0 | 100.0 | 100.0 | 100.0 | 100.0 |
Fuente: Elaboración propia con datos para 1949-2018 EIA, Anual Energy Review, Junio 2019 y para EIA Energy International Outlook”, octubre, 2019.
Fuente: Elaboración propia con datos para 1949-2018 de EIA, 2019b y para los siguientes, de EIA, 2019a.
A continuación, se explican las variables y las unidades de medida que componen los índices. En la construcción del ÍSP se aplicaron tres variables compuestas: 1) consumo aparente de energía entre PIB. El consumo aparente es igual a: producción más importaciones menos exportaciones de petróleo y petrolíferos, dividido entre PIB real base 2010. Los valores se expresan en millones de dólares constantes, para relacionarlos con el PIB. Esta variable participa en el índice con un valor negativo. 2) Vida útil de las reservas; es igual al cociente de reservas probadas de petróleo entre la producción anual y se presenta en millones de barriles anuales e ingresa con valor positivo. 3) Dependencia de las importaciones; consiste en el cociente de importaciones de petróleo y petrolífero dividido por el consumo aparente, todo en millones de dólares y se anota en el índice con valor negativo.
El ÍDE incluye petróleo, gas, carbón y renovables. Se excluye la nuclear, al no presentar cambios significativos en las últimas décadas. De petróleo y gas, se incluyen las mismas variables aplicadas en el ÍSP. En el caso del carbón se incluye producción menos consumo en Mtoe (millones de toneladas de petróleo equivalente), y el consumo de energías renovables también en Mtoe. Por último, el ÍTE se construyó con tres variables: emisiones de CO2, consumo de fósiles en Mteo y consumo de energías alter nativas en Mtoe. Las dos primeras se incluyen en el índice con símbolo negativo y la última con valor positivo para indicar su impacto sobre la trayectoria del indicador.
De acuerdo con la formulación del ÍSP, las mejorías en SE están relacionadas con una menor dependencia de las importaciones de petróleo y petrolíferos, mientras los descensos en la intensidad petrolera y los incrementos en las reservas elevan el índice. Este índice captura la relevancia del mercado petrolero en la SE, derivada del peso de éste en el consumo de energía. Por otra parte, el ÍDE representa la diversificación de fuentes de energía en la SE y su tendencia ascendente surge de incrementos en el consumo de energías renovables, explicables por incrementos de las reservas de crudo y decrementos en las importaciones de petróleo, gas y carbón. Por último, el ÍTE incorpora los temas ambientales, de ascendente relevancia en la conceptualización contemporánea de SE. Las mejoras en el ÍTE dependen, por una parte, de la reducción en el consumo de fósiles, toda vez que éste explica una proporción importante de las emisiones de CO2 y, por la otra, del ascenso de la participación de las energías alternativas.
La normalización de las variables que componen los tres índices es el cociente de cada una de las variables, en la que el denominador es el valor más grande en el periodo. Una vez normalizadas se asigna un valor negativo o positivo a las variables, según la relación que tiene con el índice. Por ejemplo, en el ÍTE, las emisiones de CO2 y el incremento en el consumo en fósiles llevan valores negativos por su relación inversa con la evolución del ÍTE. Por lo tanto, los resultados obtenidos oscilan entre cero y uno, implicando que, a mayor valor, superiores las ganancias en ÍTE. Cabe añadir que se realizó la formulación metodológica de estos índices partiendo de la metodología de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) (Schuschny y Soto, 2009). Una vez explicada la construcción y sentido de las variables que integran los tres índices construidos y su relación con la trayectoria de las petroleras, se procede a aplicarlos a México, Canadá y Estados Unidos.
Aplicación de los índices para evaluar la se en Estados Unidos, Canadá y México
La SE en la región de Norteamérica
Profundos lazos históricos que unen, en tupida red de intercambios, de sus sistemas energéticos, ambientales y socioeconómicos las sociedades de Estados Unidos, Canadá y México, integrantes de la región de Norteamérica. En productos energéticos regionales, Estados Unidos es el principal importador de petróleo de Canadá y México.14 De inicios a mediados del siglo XX México destinaba cerca del ٨٠ por ciento de sus exportaciones de crudo a Estados Unidos e importaba alrededor del 90 por ciento de la gasolina que consumía (Avella y Hernández, 2018; Puyana, 2015). Canadá desarrolló plenamente su industria petrolera en 1945 y más en 1947, cuando el descubrimiento del campo en Alberta convirtió al país en exportador neto en los años ochenta. Las alzas de precios de los años ochenta, noventa e inicios de los dos mil impulsaron sus ventas externas (Baldwin y Mcdonald, 2012). Estados Unidos y Canadá proveen respectivamente el 47 por ciento y el 53 por ciento de los 145 000 000 000 de pies cúbicos de gas intercambiados en la región para 2028, en un intenso intercambio cruzado en el cual uno y otro país son los proveedores exclusivos. Estados Unidos es el único abastecedor de gas y gasolina a México (BP, 2019). Por otra parte, desde 1990, Canadá y México proveen cerca del 30 por ciento de las importaciones totales de crudo de Estados Unidos, y las compras de crudo que realiza este país desde los otros dos, cubren aproximadamente el 17 por ciento de su consumo total de petróleo. Es de anotar que los tres países difieren en cuanto a volumen y variedad de reservas de energéticos, así como en variedad y capacidad productiva y tecnológica en las distintas energías.15
Bajo el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN),16 la ruta a la convergencia en políticas energéticas de México con las de Canadá y Estados Unidos ha sido lenta y firme; primero, con pasos graduales, ampliando la participación privada en las actividades de toda la cadena energética y la inclusión de normas ambien tales con compromisos sobre cambio climático y transición energética. En segundo lugar, en cumplimiento de los compromisos del TLCAN se realizaron entre 2005 y 2012, ocho reuniones de jefes de Estado (de las cuales, cinco con temas energéticos o me dioambientales y dos sobre seguridad energética y nuclear). Simultáneamente corrieron cumbres de líderes de América del Norte, con idéntica agenda. Por otra parte, entre 1994 y 2015, tuvieron lugar quince reuniones trilaterales ministeriales con agendas sobre temas energéticos, medioambientales, alimentarios, de cooperación energética e integración de los mercados energéticos regionales. La reforma energética de 2013 del gobierno de Peña Nieto fue el cenit liberalizador al abrir la energía, especialmente el petróleo, a la inversión privada y limitar el monopolio de Pemex, transformándolo en empresa productiva del Estado y lo que allanó el ingreso de México a la IEA en febrero 2018, de la cual Canadá y Estados Unidos fueron fundadores.
En 2017 y 2018, se renegoció el TLCAN y se aprobó el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), en cuyo capítulo 8 se ratifica simultáneamente, tanto el manejo soberano en México de su energía como la plena liberalización del co mercio intrarregional de crudo, gas y productos energéticos; México ratificó los contratos de inversiones derivados de la reforma energética del 2013, y se comprometió a reducir las listas de excepciones y a flexibilizar las normas para el trans porte de crudo por oleoductos, mientras Estados Unidos ofreció aprobar automáticamente las exportaciones de gas licuado a México y excluirlo de las limitaciones de exportaciones que Estados Unidos imponga, por razones de seguridad nacional (Puyana, 2020). A continuación, se presenta la aplicación de los tres índices de SE desarrollados en este trabajo.
La trayectoria de SE en Estados Unidos
Estados Unidos es el mayor consumidor de crudo y de energía y el mayor emisor de CO2 per cápita del mundo, no obstante la transformación de su estructura productiva y las ganancias en eficiencia energética. Entre 1973 y 2018, el consumo creció de 17 a los 21 puntos porcentuales que representan el 21 por ciento del consumo mundial, similar a la suma del consumo de Europa y Eurasia (BP, 2019). El consumo se expandió a un ritmo menor a la demanda mundial e inestable según el ciclo económico, como entre 2006 y 2008.
Pari passu la dinámica de la demanda corre la producción y producción de petrolíferos y derivados. Por la producción de gas de lutita (shale gas) y crudo, consideradas nuevas fuentes energéticas, Estados Unidos es hoy el mayor productor mundial de crudo y el primero en refinados del petróleo, como lo evidencia la evo lución del ÍSP (véase la Gráfica 2); sin embargo, a partir de 1986 las mejoras en inten sidad energética (expresada en el consumo aparente/PIB) y el incremento en la producción de petroquímicos han sido mermados por la falta de crecimiento en las reservas (inferior al 3 por ciento durante el periodo de estudio) y por el incremento sostenido del consumo.
Contrastando con el descenso del ÍSP, el ÍDE es relativamente estable, lo cual se explica por el incremento en el consumo de petróleo, gas y carbón, especialmente, la mayor producción de gas y crudo de lutitas desde inicios de este siglo, que ubicó a Estados Unidos como el primer productor mundial de gas.17 Por otro lado, en el ÍTE crece sostenidamente la producción de energías renovables, en virtud de que Estados Unidos es el tercer productor mundial de estas energías; sin embargo, su consumo nacional de ellas no supera el 6 por ciento del consumo energético. Lo anterior tiene como resultado la estabilidad de las emisiones de gases de efecto invernadero del sector transporte. A pesar de las mejoras en eficiencia energética y producción de renovables se observó la desaceleración del ÍTE por el incremento de combustibles fósiles.
Estados Unidos ha elevado su autonomía energética en al reducir las importaciones de crudo al 39 por ciento de su consumo total. Como es uno de los países que más promueven las energías renovables, se estimulan activamente la industria petroquímica y el consumo de fósiles que se ha mantenido cercano al 90 por ciento del consumo total de energía (véase la Gráfica 1). Es decir, Estados Unidos ha incrementado la oferta energética nacional. No obstante, al ser aún importador importante de petróleo, los cambios de los precios afectan su economía, incluso considerando las ganancias en eficiencia reflejadas en los valores de la intensidad petrolera en el ÍSP. La trayectoria del mercado petrolero y mundial y los precios se transmiten globalmente y el gobierno estadounidense no puede impedir que sus empresas petroleras ajusten sus precios a los mundiales, en los cuales todavía hoy el poder de mercado de la OPEP, especialmente de Arabia Saudita, es un factor fundamental. De allí que Estados Unidos considere la seguridad del Golfo Pérsico y de Arabia Saudita una pieza clave en su seguridad nacional, como se explicó anteriormente. La decisión del presidente Trump de incrementar la producción de combustibles fósiles, anular muchas disposiciones ambientales y de retirarse del Acuerdo de París sobre el Cambio Climático muestra la poca prioridad a la seguridad ambiental. Estados Unidos ha mantenido una posición activa en la construcción de un modelo energético que garantice el acceso ininterrumpido a la energía, como se ve en los incrementos a la pro ducción de gas natural, la extracción de crudo y en el número de refinadoras.
La evolución de la SE en Canadá
A diferencia de Estados Unidos, las reservas probadas de petróleo canadienses se han triplicado desde los años ochenta a la actualidad; en tendencia similar corre la producción de petróleo, pero contrasta con la menor expansión del consumo. En 2018, cerca del 10 por ciento de la producción de petróleo es de lutita, del cual no se conoce aún el volumen de reservas (Government of Canada, 2020) y el 60 por ciento proviene de arenas bituminosas, es crudo extrapesado, no refinable en las instalaciones canadienses.18 Canadá es exportador neto de crudo y gas y su economía, menos vulnerable a los cambios de precios del petróleo por la menor intensidad energética y petrolera y la mayor presencia de energías renovables, de las cuales Canadá es de los principales exportadores mundiales, sobre todo hidroeléctrica. Entre 1970 y 2018, redujo el consumo de petróleo en un 33 por ciento y de carbón en un 49 por ciento, mientras incrementó el de gas.
De los componentes del ÍSP, vale destacar la oscilante trayectoria de las reservas y la producción de petróleo, mientras el consumo crece a tasa menor que la producción; por ello continúa siendo vulnerable a los vaivenes de precios y términos de referencia. El incremento en las reservas y la producción de petróleo explica la estabilidad del ÍSP hasta 2002. El descenso posterior resultó indirectamente del incremento de las importaciones de petrolíferos y la reducción del consumo aparente. Otro factor del ÍSP positivo es el descenso de la intensidad petrolera del PIB. La mejoría del ÍDE resulta del incremento en la disponibilidad y consumo de fósiles, en particular, el gas y del desarrollo de las energías renovables.
Causa parcial de la mejoría del ÍTE son los estímulos a las energías renovables, de las cuales Canadá es el séptimo productor mundial, principalmente la hidroeléctrica, la cual representa el 26.6 por ciento del total de energía. Vale señalar la creación de la autoridad gubernamental en recursos naturales responsable de varias propuestas innovadoras en descarbonización de su economía, inclusive la eliminación del con sumo de carbón; aborda con flexibilidad los compromisos del Acuerdo de París, como los desafíos de fiabilidad y sostenibilidad concordantes con el Energy Trilemma (WEC, 2018). Estos elementos no afectan la trayectoria del ÍTE, porque el consumo de fósiles es 2.4 veces superior al de las energías renovables, lo cual permite señalar las dificultades en menguar significativamente el consumo de fósiles.
La trayectoria de la SE en México
Para ilustrar la trayectoria de la SE en México cabe mencionar, ante todo, que los primeros elementos de política de SE en los documentos oficiales mexicanos aparecen en 2008, durante la presidencia de Felipe Calderón, mismos que se reafirmaron con la reforma de 2013, siempre identificando SE con suministro de energía a precios equitativos; a partir de 2013, se vincula SE a la transición energética. En segundo lugar, México se distingue de Canadá y Estados Unidos en la pérdida del 85 por ciento de sus reservas probadas entre 1990 y 2018, y el 45 por ciento de la producción de crudo de 2008 a 2018, por efecto del agotamiento de Cantarell19 y la falta de inversiones en exploración, lo cual tuvo como resultado el incremento de las importaciones de gasolina al 75 por ciento del consumo y de gas y carbón para la electricidad. Tras la reforma de 2013, la recuperación de reservas y producción se basó en la apertura de industria al capital privado y en la eliminación del monopolio estatal de Pemex.20 A la fecha, los logros son menores. La pérdida de las reservas y de la producción explican la trayectoria descendiente del ÍSP y el ÍDE. La evolución de las energías fósiles está determinada, primero, por la evolución de las reservas y, segundo, por el lento crecimiento de la economía.
Durante el periodo de análisis, el aumento del consumo de gas y carbón (véase el Cuadro 2) contrarresta el efecto del crecimiento de las energías renovables del 19 por ciento. El incremento en la producción de energías fósiles se refleja en el mal desempeño del ÍTE, cuyo descenso a partir de 2012 está asociado al incremento en el nivel de CO2.
La reforma energética aprobada en 2013 fue un parteaguas en la política energética y petrolera de México, al menos desde 1938, cuando se nacionalizó la industria. Al abrirla a las inversiones privadas y eliminar el monopolio estatal en la exploración y producción, se allanó el ingreso del país a la IEA, como lo expresó el secretario de Energía, Pedro Joaquín Coldwell: “Con este paso final, México ingresa al foro de energía más importante del mundo, formaremos parte en establecer las políticas energéticas mundiales, recibiremos asesoría con experiencia en mejores prácticas internacionales y participaremos en ejercicios de respuesta a emergencias” (Sener, 2018), y en tono similar la IEA recibió a México: “Las reformas energéticas ambiciosas y exitosas de los últimos años han puesto a México firmemente en el mapa de la política energética mundial” (IEA, 2020). En efecto, con la reforma se buscaba: a) elevar la producción de petróleo a 3 millones de barriles diarios (MMbd) en 2018 y a 3.5 MMbd en 2025, y de gas, de 5700 millones de pies cúbicos diarios (MMpcd) en 2013 a 8 mil y a 10400 MMpcd, en 2018 y en 2025, respectivamente; b) revertir el agotamiento de las reservas en 2025; c) incentivar las energías limpias, y d) generar, además de elevar la eficiencia, productividad y competitividad de la industria en general y de Pemex en particular, así como objetivos ambiciosos aún lejanos.
Tras tres rondas de licitaciones y otorgados casi todos los lotes ofrecidos, entre 2016 y 2019 han llegado mil millones de dólares al año, alrededor del 14 por ciento del total de inversiones realizadas por Pemex; de allí que se haya sólo desacelerado la pérdida de reservas a 7.9 miles de millones de barriles. En consecuencia, tampoco se cumplieron las metas de producción que en 2019 fue de 1.8 millones de barriles diarios, de los que Pemex produce del 98 por ciento. Depender de la inversión privada, en nuestra opinión, incrementa el riesgo energético, toda vez que las decisiones privadas dependen de la evaluación de la rentabilidad y las tasas de retorno globales, no nacionales.
En el ambiente petrolero mundial, era de esperar que esos flujos de capital no arribarán (en especial por la abrupta caída de los precios entre 2015 e inicios de 2016). El nuevo presidente suspendió las rondas faltantes y ha manifestado su intención de restaurar la gestoría estatal de la industria, elevar la rentabilidad de Pemex, reducir su endeudamiento externo inyectándole fuertes sumas de dinero, revisar los contratos y renovarlos si se ajustan plenamente al ordenamiento global, por lo cual el sector mantiene su pasividad inversionista y alega falta de seguridad de las inversiones; no obstante, el gobierno manifestó que renovará los contratos vigentes si se ajustan a la normalidad vigente, y haber ratificado en el T-MEC todos los compromisos sobre exploración derivados de la reforma energética. A este respecto, este trabajo coincide con Rodríguez (2018) al proponer que, por varias causas, la SE en México se ha deteriorado desde 2009. Por una parte, la caída de la producción de hidrocarburos ha sido compensada con importaciones, especialmente desde Estados Unidos, incrementando la dependencia y la inseguridad energéticas.
Conclusión
En términos generales, se encontró que la SE es un fenómeno político que es afectado y que afecta múltiples facetas de la vida diaria; por ello, amerita un análisis complejo interdisciplinario y particularizado, como el presente, que revele e ilustre el efecto de los entramados intereses que se conjugan en la SE.
La concepción y la trayectoria de la SE, adoptada en 1974 cuando, a raíz del embargo petrolero por la guerra del Yom Kippur, los países desarrollados impor tadores de crudo adoptaron los programas intergubernamentales de cooperación para el manejo de las políticas energéticas, con miras a reducir la vulnerabilidad de sus economías derivadas de su dependencia de las importaciones de petróleo. La definición del concepto y los acuerdos plasmados resultaron de la fuerza de corrientes, a veces contradictorias, que expresan los intereses cambiantes de los países miembros de la IEA y del resto de actores en el mercado mundial de energéticos, tanto exportadores como importadores.
Existieron y existen también conflictos entre diferentes objetivos de la SE; por ejemplo, el criterio de eficiencia y precios bajos de la energía y la reducción de las importaciones desde la OPEP y demás exportadores del Medio Oriente, que son los más eficientes y de menores costos del mundo; entre liberalizar la economía e introducir las reglas del mercado, para elevar la productividad y reducir costos y diversificar las fuentes de energía. Se ha visto que los menores precios del petróleo y de los energéticos se han dado durante etapas de controles de producción y determinación de precios políticos (dominio de Las Siete Hermanas), y etapas de estabilización de precios de la OPEP. Cuando ésta abandona esta política se generan choques a la baja de los precios, caída de inversiones y de la producción, seguida de alza de precios.
Actualmente, una de las contradicciones más claras se manifiesta entre la tendencia general al crecimiento del consumo de energía (con el aumento demográfico y económico) y la de disminuir los efectos medioambientales ocasionados, en gran parte, por el consumo de los fósiles. En esta discusión se establecen enlaces múltiples y multidireccionales entre crecimiento, eficiencia productiva, sustento y el medio ambiente. Sin embargo, los resultados de este análisis muestran que el petróleo continúa en el centro de las políticas y discusión de SE. Varias razones explican este fenómeno; una es su predominancia en la matriz energética. En este marco, los precios del crudo y demás combustibles fósiles afectarán el ritmo y la dirección de la SE, especialmente en su relación con lo ambiental.
En esa línea de análisis, la aplicación de los índices a Estados Unidos, Canadá y México permiten, en primer lugar, confirmar la centralidad del petróleo encontrada en el análisis general y, en segundo lugar, muestran que la región es rica en reservas de fósiles, especialmente de petróleo y gas, que han crecido gracias a los descubrimientos en Estados Unidos y en Canadá; ambos se muestran en las mejoras en los ÍSP e ÍDE en ambos países. Sin embargo, los índices de cada país tienen diversos valores y sus trayectorias son dispares, si bien van en la misma dirección. Norteamérica dista de integrar una región energética, tanto por las diferencias en el potencial como en la dirección de las políticas energética y petrolera. Mientras el gobierno estadounidense nunca ratificó el acuerdo de Kioto, y el actual protestó el de París expandiendo la producción de crudo, el mexicano y el canadiense respetan dichos acuerdos, avalan la transición energética y aplican diferentes criterios para desarrollar la producción de petróleo, teniendo en mente los aspectos climáticos y ambientales. En los tres países, las mejoras de los ÍSP e ÍDE han mermado los avances del ÍTE, a pesar de que Estados Unidos y Canadá hayan avanzado en el consumo de energías renovables.
Este estudio encontró que los retos para la región son disminuir el consumo de fósiles y transitar a un sistema energético menos contaminante. En este contexto, debe examinarse la actual política energética de Estados Unidos, el núcleo de la integración económica y energética de la región. Este país es hoy el segundo mayor productor y consumidor de petróleo y de energía mundial y regional, por lo que es de esperar que su política afecte e influya en sus dos socios más cercanos.