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CONfines de relaciones internacionales y ciencia política

versión impresa ISSN 1870-3569

CONfines relacion. internaci. ciencia política vol.15 no.28 Monterrey ene./may. 2019  Epub 12-Ene-2024

 

Artículos

El Obon y el Día de Muertos: oportunidades para la diplomacia cultural mexicana

The Obon Festival and the Day of the Dead: Opportunities for the Mexican Cultural Diplomacy

Jonathan Casillas Hernández* 

*Universidad de Guadalajara.


RESUMEN

En el presente texto se pretende realizar una breve reflexión sobre las posibles oportunidades existentes en fortalecer y estrechar las relaciones entre México y Japón a través de la comparación de dos festividades o tradiciones muy marcadas en ambas naciones y que contienen ciertas similitudes como lo son el Obon en Japón y el día de Muertos en México y que esto sea un elemento aprovechado por la diplomacia cultural mexicana.

Palabras clave: Obon; diplomacia pública y cultural; Día de los muertos

ABSTRACT

In the present text, the objective is to make a brief reflection on the possible opportunities in strengthening the relations between Mexico and Japan through the comparison of two strong traditions in both nations that have similarities like Obon in Japan and the Day of the Dead in Mexico so this can be an element to draw upon Mexican cultural diplomacy.

Keywords: Obon; public and cultural diplomacy; Day of the dead

Introducción

La cultura es el crisol por el cual los miembros de una sociedad se ven a sí mismos y forman un sentido de pertenencia a algo más grande que su propia individualidad. Mediante ella, conforman una identidad que les hace sentir que forman parte de un grupo o nación y que se expresa en imágenes, ideas, creencias, tradiciones, artes, etc. Es un elemento clave para la conformación de una nación y consecuentemente de un Estado-Nación pues le dota de identidad.

Los Estados tienen la necesidad de relacionarse entre sí por distintos motivos que implican su supervivencia, por lo cual durante la historia han desarrollado diversas formas o métodos de realizarlo; la forma tradicional es mediante los miembros del cuerpo diplomático del servicio exterior, sin embargo en el contexto actual, tras procesos de globalización y democratización en la sociedades, han irrumpido en la escena internacional nuevos actores distintos al Estado-Nación y así mimo al interior de estos, las presiones sociales impulsan nuevas formas de representatividad tanto interna como externamente, que ya no se limiten al actuar del Estado (Baños, 2008).

Es en este contexto en el que la diplomacia pública y cultural toman forma y adquieren importancia pues representan oportunidades para sectores de la sociedad y para el propio Estado de relacionarse con otros haciendo uso de la fortaleza y riquezas de la cultura propia para exportarlas a otras partes del mundo y a la vez importar del otro elementos de su cultura con la finalidad de cimentar nuevas relaciones o fortalecer las ya existentes desde otras áreas que no necesariamente tome como punto de partida los aspectos económicos o políticos, pero que tal fortalecimiento de las relaciones puede tener impacto en estos rubros.

Vale la pena aclarar que tales relaciones se forman a partir de la apertura, la diversidad y la multiculturalidad que permitan una simbiosis donde las relaciones se estrechen, los prejuicios a las otras culturas disminuyan a través del reconocimiento propio en el otro, el respeto al otro sea un valor clave y se genere una coexistencia pacífica.

Por lo tanto, el objetivo de este trabajo es reflexionar sobre las posibles oportunidades que pueden existir en fortalecer y estrechar las relaciones entre México y Japón a través de la comparación de dos festividades o tradiciones muy marcadas en ambas naciones y que contienen ciertas similitudes como lo son el Obon en Japón y el día de Muertos en México, esto usado como una estrategia de diplomacia cultural.

La cultura de México y Japón puede parecer distante y diversa, pero aún en la lejanía existen prácticas o creencias que las acercan debido a sus similitudes, tal creencia y a la vez práctica es la celebración del día de los muertos en ambos países que es festejado para honrar a los antepasados; en el caso de México, se celebra el 2 de noviembre cada año y en Japón el Obon o Bon es festejado cada verano del 13 al 16 de julio o agosto, dependiendo de la zona y del calendario.

El Obon es una festividad que combina la traición sintoísta local con la tradición ritual introducida por el budismo (Quartucci 1988), en esta celebración las almas viajan hasta las casas donde se les guarda su memoria y es considerado como un ritual en el que se erigen altares a los espíritus y antepasados para dar la bienvenida a las almas de los ancestros, se colocan ciertos alimentos como ofrenda y otros que recuerden a los antepasados, para esto también se limpian las tumbas y se preparan caminos para guiar a los ancestros. Igual de importante es la celebración de una danza llamada Bon Odori mediante la cual se da la bienvenida a los antepasados constituyendo una de las celebraciones más importantes de Japón. (Cafiero 2010).

En el caso de México el ritual del Día de Muertos es una práctica ancestral donde convive la tradición católica con la tradición precolombina o indígena; en esta celebración los antepasados regresan a casa a convivir con los familiares vivos. Se construyen altares en los hogares para los familiares difuntos y se les colocan alimentos, se visitan las tumbas, se limpian y se colocan flores de cempasúchil que sirve de guía a los espíritus en este mundo, de distinta forma se da la bienvenida a los antepasados y se consuma la celebración más importante para los mexicanos, considerada patrimonio de la humanidad por la UNESCO (Rodríguez, et al., 2012).

Ya en esta breve descripción general sobre lo rituales celebrados a los muertos en Japón y México se pueden apreciar algunos elementos que guardan similitud y que se pretende sirvan como un primer acercamiento para el entendimiento entre ambas culturas.

Desarrollo

Ya que el objetivo de este texto es presentar las celebraciones realizadas a los muertos en Japón y México como una posible ventana de acercamiento cultural entre ambas naciones a través de la diplomacia cultural, es prudente realizar una breve explicación sobre los fundamentos y objetivos de la diplomacia cultural.

Los Estados, al relacionarse entre sí, históricamente habían utilizado como método la diplomacia tradicional basada en la capacidad de diferenciar entre identidades y dictaminar quién pertenece a una nación y quién no (Riva, 2008). Esto con el objetivo de gestionar el entorno internacional mediante el compromiso con el otro actor (Cull, 2008).

Es a partir del siglo XX la que diplomacia pública y cultural se convierte en un nuevo método de llevar a cabo las relaciones internacionales de los Estados cuya base es “la disminución de las diferencias con el Otro-distinto; es la eliminación de las distancias identitarias que nos separan como sociedades y naciones, para alcanzar un entendimiento, colaboración y relaciones perdurables en el largo plazo” (Riva, 2008, p. 8).

En las prácticas de la diplomacia tradicional los participantes son miembros del cuerpo diplomático y servicio exterior y quedan excluidos otros miembros de la sociedad; en cambio, en la diplomacia pública y cultural los miembros de la sociedad son partícipes de las relaciones ya que estas se pueden dar entre un gobierno y la sociedad de otro país o entre las sociedades con la participación del estado o sin ella. (Riva, 2008).

Cabe aclarar que existe una diferencia entre la diplomacia pública y la diplomacia cultural, aunque vayan ligadas. De acuerdo con Cull (2008) la diplomacia cultural es uno de los componentes de la diplomacia pública que tiene como objetivo” gestionar el entorno internacional mediante el compromiso con un público extranjero” (Cull, 2008, p. 57).

De igual forma se suelen relacionar los conceptos anteriores con el de poder blando, sin embargo, la diplomacia pública y cultural es el mecanismo por el cual este se despliega, lo que posibilita tener uno sin tener el otro (Cull, 2008). Es por esto que el texto usa como referencia la diplomacia cultural como herramienta de la política exterior de México que en nombre de la búsqueda de la diversificación de relaciones exteriores o fortalecimiento de la existente se exporte la imagen de este aspecto cultural de México y que a la inversa se dé un acercamiento a la cultura japonesa a través de las similitudes con su tradición.

Relación México-Japón

Es importante mencionar que México y Japón establecieron relaciones el 30 de noviembre de 1888 después de que una comisión astronómica viajara a Japón y en el viaje produjeran un reporte sobre la situación económica, política y social de Japón; misma que llamaría la atención el gobierno mexicano, que presentaba intereses en atraer migración japonesa al tener una sociedad en la que destacaba su capacidad para trabajar creando un interés por establecer relaciones con ese país. A su vez, esto representaba un éxito para Japón, pues suponía la firma del primer tratado en condiciones de igualdad tras una serie de firmas de tratados desiguales con potencias europeas; este tratado sentaría un precedente legal (SRE, 2018).

El Tratado de Amistad, Comercio y Navegación de 1888 fue la base para desarrollar las relaciones económicas, culturales, migratorias y políticas entre ambos países. Posteriormente fue sustituido por otro tratado firmado en 1924 que actualizaba algunos de sus puntos, con el comienzo de la Segunda Guerra Mundial ambos países romperían relaciones y serían restablecidas en 1952; la relación seguiría hasta la actualidad con un fortalecimiento de las relaciones económicas que ha generado un gran número de empleos en México y también han aumentado los intercambios con Japón en materia educativa, científica-tecnológica, cultural y de cooperación (SRE, 2018). A partir de este ámbito cultural, se busca abrir un espacio que permita el acercamiento entre ambas naciones a través del enfoque de este texto ya que de acuerdo con Baños (2008) México no le ha dado la prioridad suficiente al uso de la diplomacia cultural en años recientes.

A continuación, se realizará una descripción de la festividad del Obon y posteriormente del Día de Muertos en México para finalmente encontrar posibles similitudes que permitan lograr un mayor entendimiento entre ambas culturas al ser la forma en la que se ve la muerte un signo distintivo y representativo de las sociedades.

Obon (お盆)

En Japón existen tres sistemas de creencias-filosofías que sustentan la percepción sobre lo que hay después de la muerte, estas son el sintoísmo, budismo y el neo confucianismo que han quedado arraigados en la mente de los japoneses (Quartucci, 1988). De acuerdo con el shinto, que es considerada como la religión autóctona de Japón, anterior a otras influencias externas el alma de los difuntos va a dar a un lugar oscuro al que llegan todas las almas, “el país de la sombra”. A pesar de esto, la salvación sigue siendo una opción mediante el recuerdo guardado por los familiares expresado durante la muerte o en la celebración del Obon, en la que se les recuerda y se purifican sus almas y pasan al mundo de los kami (Quartucci, 1988).

Para el budismo, que se introduce en Japón en el siglo VI, en un comienzo el alma terminaba en un paraíso o infierno dependiendo de las acciones realizadas por la persona durante su vida. Conforme avanzó el tiempo, la creencia se fue transformando hasta concebir la idea de un Paraíso (gokuraku) a donde las almas podían acceder si los familiares en las ceremonias relacionadas a la muerte repetían las palabras Namu Amida Butsu, que significa “Salve, Buda Amida”; este es uno de los motivos por los cuales la mayoría de los ritos funerarios son budistas (Quartucci, 1988).

Es importante mencionar también que el sintoísmo o shinto (vía de los dioses) es la principal religión de Japón al ser la que tiene el mayor número de practicantes. De acuerdo con el World Factbook (2012), en Japón 79.2 % de la población practica el sintoísmo, seguido por el budismo con 66.8 % de la población, esto excede el 100 % y es debido a que muchas personas practican ambas religiones. Lo anterior denota la falta de conflicto entre religiones, pues los japoneses pueden asimilar ambas por igual sin generarles mayor conflicto.

La fiesta de muertos (Obon), como se mencionó antes, se celebra entre el 13 y 15 de agosto o julio dependiendo de la región o el calendario; por tres días se celebra la reunión entre el alma de los muertos y sus familiares. Un elemento muy importante es la necesidad de tener un descendiente que se encargue de los ritos pues sino el alma puede tornarse negativa y afectar a la comunidad (Quartucci, 1988).

Esta práctica se celebra desde la época Heian (794-1185 d.C.) y en la época Muromachi (1392-1568 d.C.) se introduce el Odori, un baile musicalizado por tambores para amenizar el transcurso de las almas. Durante esta práctica se dedican a venerar a los antepasados como forma de agradecimiento por hacer tanto; quienes lo veneran aprenden el amor a los mayores y a los padres (Cafiero, 2010). Una práctica central es la de erigir un altar de espíritus para dar la bienvenida a los ancestros, asimismo, en la tradición es común limpiar las tumbas y preparar un camino hasta el hogar, se proveen animales de paja para facilitar el transporte; se ofrecen alimentos como ofrenda y se encienden faroles para iluminar el camino de las almas. Es común para las personas en occidente haber visto imágenes de faroles que los japoneses ponen a flotar en el mar o ríos, esto se debe a que cuando termina la celebración tales faroles sirven como guía para que así las almas puedan retornar a los lugares de donde vinieron (Cafiero, 2010).

El Bon Odori debe ser celebrado durante la noche debido a que se cree que las almas de los ancestros regresan cuando anochece. La música debe ser vivaz para dar la bienvenida a las almas de los muertos y la gente debe mantener el buen humor (Cafiero, 2010, p. 5).

Esta parte de la celebración es la correspondiente a la danza en la que se festeja y se manifiesta la alegría por los antepasados. Esto comprende los principales elementos del ritual que puede ser entendido como “una secuencia estereotipada de actos que comprende gestos, palabras, objetos etc., celebrado en un lugar determinado con el fin de influir en las fuerzas o entidades sobrenaturales en función de los objetivos e intereses de los que lo llevan a cabo (actores del ritual)” (Cafiero, 2010:5).

Una característica importante de esta festividad es que se realiza en periodos que tienen correspondencia con los ciclos vitales relacionado a la cosecha o la pesca, por lo que muchas ofrendas también son realizadas para dioses, así como antepasados, con la finalidad de que estos protectores aseguren una buena cosecha o les respondan con acciones positivas que beneficien a la comunidad (Cafiero, 2010).

Como conclusión, se puede apreciar cómo este ritual o festividad está centrado a la comunión entre los antepasados y los vivos, se considera a los difuntos aún como miembros activos de la comunidad o sociedad pues se considera que estos tienen la capacidad especial de influir en la realidad física, por lo que queda implícito un sentido de continuidad entre la vida y la muerte. Esta manifestación de unión también es representación de la importancia de los lazos familiares que otorgan un sentido de pertenencia que trasciende más allá del tiempo, más allá de la vida y de la muerte.

El Día de Muertos en México

En México, esta festividad se practica más allá de la llegada de los españoles a colonizar el territorio mesoamericano, es decir, la tradición se remonta a la época prehispánica; desde esta visión prehispánica como primer acercamiento, el acto de morir era percibido como el comienzo de un trayecto hacia el Mictlán, el reino de los muertos o el inframundo. En esta época el día de los muertos se conmemoraba el noveno mes del calendario solar, que actualmente seria en el mes de agosto (Rodríguez et al., 2012).

En esta etapa, la percepción hacia la muerte aún carecía de connotaciones morales que le fueron implantadas por la religión católica, en el México prehispánico se creía que el destino del alma del muerto estaba determinado por el tipo de muerte que había tenido y su comportamiento en vida (Rodríguez et al., 2012).

La colonización comenzó un proceso de sincretismo entre las creencias nativas en México y las traídas por los españoles con la religión católica, una manifestación de esto es la inclusión del temor a las percepciones sobre la muerte; es decir, el temor y el infierno se convirtieron en un elemento central sobre cómo se concebía a la muerte después de la evangelización.

A partir de estos momentos, la celebración se centra en dos días: el 1 y 2 de noviembre; el primero es el Día de todos los Santos y el 2 el día de las Ánimas. A partir del 31 de octubre, los mexicanos decoran y velan las tumbas de sus parientes fallecidos; se adornan con agregan velas, alimentos y flores, principalmente el cempasúchil, que es la flor que sirve de guía a los espíritus en este mundo según las creencias. (Brandes, 2000).

Un elemento muy importante que incluso en las escuelas de educación básica se les pide a los alumnos que elaboren es el altar de muertos en honor a los familiares fallecidos. Estos se colocan en los hogares y se decoran con diversos elementos con significados distintos entre los que destacan el cempasúchil, calaveras, que representan la presencia de la muerte en todo momento, la comida que era del agrado del difunto o difuntos a los que se dedica el altar e incluso bebidas alcohólicas (Rodríguez et al., 2012).

Es importante señalar que se trata de una celebración que conmemora a los familiares difuntos a los cuales se les destinan plegarias y en muchas ocasiones las personas acostumbran solicitar distintos favores de estos espíritus, solicitan la intervención de estos en aspectos que solo involucran el mundo de los vivos (Brandes, 2000).

Esta festividad es celebrada por la mayor parte de los pueblos campesinos de México tanto indígenas como mestizos, ya que coinciden con el fin del ciclo agrícola de muchos productos, entre ellos, el maíz de temporal y la calabaza. Es época de abundancia, en contraste con las carencias que padecen los agricultores el resto del año; es una celebración relacionada con el culto a los antepasados, a los muertos. Es el tiempo en el que las almas de los parientes desaparecidos regresan a las casas a convivir con sus familiares vivos. No debemos olvidar que en algunos grupos indígenas los antepasados, algunas veces deificados, regulan las relaciones entre los individuos (Lujan, 2006).

Análisis de similitudes

Se puede tomar como punto de partida la principal similitud que es obvia; se trata de una celebración que conmemora la muerte, en ambos países resulta una práctica en la cual el centro de todo es la inexorable e inevitable muerte. El tributo hacia los familiares fallecidos indica la continuidad entre la vida y la muerte o por lo menos el deseo manifiesto de que tal hecho sea realidad en un intento de escapar a la finitud de la existencia.

El recordar a los fallecidos por medio de altares es una práctica que se manifiesta en ambas culturas y los regalos como alimentos, dulces, bebidas son quizá a la vez un elemento común en ambos, así como una expresión del apego a la existencia material; se dejan en honor a un difunto, pues tal ofrenda representa un gusto que tal individuo tuvo durante la vida y que tras fallecer parece inconciliable que lo deje.

Es igual de importante mencionar que ambas tradiciones son producto de un sincretismo, ya sea entre el sintoísmo y el budismo en el caso del Obon o entre las creencias prehispánicas y las creencias católicas en el caso del Día de Muertos. Esto demuestra que no puede haber como tal una cultura pura y por ende una identidad pura y autóctona si las tradiciones consideradas más representativas de una nación son producto de la mezcla cultural, por lo tanto. el trato al otro como un individuo distante y diferente quizá no sea lo más pertinente.

Otro elemento común representativo es el hecho que en las dos creencias sea común entre los campesinos solicitar ayuda a los antepasados o familiares fallecidos para que las cosechas sean provechosas, lo que permite interpretar que al morir existe una creencia implícita de que el lazo con la naturaleza se fortalece, pues durante la vida tales aspectos parecen incontrolables, pero es en la muerte en donde el retorno a lo natural se hace presente.

Conclusiones

En el apartado anterior se señalaron algunas de las similitudes más manifiestas entre ambas tradiciones, aunque quedaría pendiente realizar un análisis con mayor profundidad para rescatar otros elementos que permitan ver en qué otros aspectos se parecen. Tras lo que se pudo rescatar y desde el planteamiento de la diplomacia cultural, las similitudes encontradas posibilitan la apertura de un camino en el que se aprovechen eventos o tradiciones culturales como el Obon y el Día de Muertos para que mediante la cooperación cultural se den a conocer y promuevan con mayor intensidad tales tradiciones y permitan visualizar a las respectivas poblaciones de México y Japón que no somos tan diferentes como se puede creer.

Referencias

Brandes, S. (2000). “El Día de Muertos, el Halloween y la búsqueda de una identidad nacional mexicana”. Alteridades, pp. 7-20. [ Links ]

Exteriores, S. d. Secretaría de Relaciones Exteriores. Recuperado de: Secretaría de Relaciones Exteriores: https://embamex.sre.gob.mx/japon/index.php/es/embajada/relacion-politica/historia-de-la-relacion-bilateralLinks ]

Rodríguez, P. B. D. (2012). “El altar de muertos: origen y significado en México”. Revista de divulgación científica y tecnológica de la Universidad Veracruzana. [ Links ]

Rivas, L. E. (2008). Reflexiones sobre la diplomacia pública en México. Una mirada prospectiva. Revista Mexicana de Política Exterior, Vol. 85, pp. 137-165. [ Links ]

Rivas, C. V. (2008). Las diplomacias pública y cultural: estrategias de inclusión y convergencia en el nuevo milenio. Revista Mexicana de Política Exterior , Vol. 85, pp. 7-21. [ Links ]

Recibido: 13 de Febrero de 2019; Aprobado: 14 de Mayo de 2019

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