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CONfines de relaciones internacionales y ciencia política

versión impresa ISSN 1870-3569

CONfines relacion. internaci. ciencia política vol.19 no.36 Monterrey ene./may. 2023  Epub 03-Mayo-2024

https://doi.org/10.46530/cf.vi36/cnfns.n36.p24-48 

Artículos

Diversidad y tejido social: una aproximación desde el interaccionismo simbólico

Diversity and Social Fabric: Approach since the Symbolic Interactionism

José Alberto Flores Solano1 

1Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey


Resumen.

En este artículo se muestran los principios básicos del interaccionismo simbólico en relación con los conceptos de diversidad y tejido social, ya que se considera pertinente reforzar los lazos entre las personas de una comunidad o sociedad. Como parte de esta argumentación y a través de cada postulado, se expone que así como se aprende a convivir y a comportarse de una forma específica, una persona puede resignificar y cambiar ese conocimiento sin importar su edad o situación. Esto se logra especialmente a través del contacto y la interacción con los otros, aceptando la diversidad propia y la diversidad en la sociedad. Lo anterior conlleva un tejido social más sólido. En la parte final, se presentan un análisis sobre la actitud a la diversidad de una muestra de estudiantes de ciencias de la salud, que forma parte de los resultados preliminares obtenidos a partir de un estudio exploratorio. En dichos resultados, se observa que, si bien la mayoría de la muestra presenta una actitud de apertura a la diversidad, esta puede ser más de tipo cognitivo y funcional y no necesariamente orientada a la búsqueda de vincularse con personas diversas.

Palabras clave: diversidad; tejido social; interaccionismo simbólico; juventud; identidad

Abstract.

This article shows the basic principles of symbolic interactionism in relation to the concepts of diversity and social fabric, since the search to strengthen the ties between people in a community or society is considered pertinent. As part of this argument and through each postulate, it is stated that just as one learns to live together and behave in a specific way, a person can resignify and change that knowledge regardless of their age or situation, especially through contact and interaction with others, accepting their own diversity and diversity in society, which as a consequence leads to a more solid social fabric. In the final part, an empirically based analysis of the attitude towards diversity is presented with the preliminary results obtained. from an exploratory study to a sample of university students in the area of health sciences, where it is observed that the majority of the sample presents an attitude of openness to diversity but at the same time the scores suggest that this openness may be more of a cognitive and functional type, not necessarily oriented to the search for bonding with diverse people.

Keywords: diversity; social fabric; symbolic interactionism; youth; identity

INTRODUCCIÓN

Actualmente, cualquier persona que tenga acceso a redes sociales puede darse cuenta de que hay una importante presencia de mensajes manifestando una posición a favor o en contra de diferentes temas: el gobierno en turno y sus políticas, religiosos, sobre las comunidades con una orientación diferente a la heterosexual, problemas o situaciones de personas con discapacidad o neurodivergentes, entre otros. Mucho se habla también de la polarización, de la inequidad en el ingreso o de la desigualdad, entre otros factores que impactan negativamente al tejido social. Estos aspectos como otros resultan interesantes para las ciencias sociales, ya sea para entenderlos, explicarlos u ofrecer propuestas que sustenten una intervención por agentes sociales. El presente artículo, que se desprende de una tesis doctoral en proceso, muestra en primer lugar una aproximación teórica al concepto de diversidad con base en el interaccionismo simbólico y explica su relación con el tejido social. Se pretende que la argumentación muestre una forma alternativa de abordar diferentes problemáticas asociadas al tejido social para abonar a la búsqueda de soluciones en contextos específicos.

Se muestra de inicio el marco conceptual con las definiciones de los conceptos principales y su explicación, desde el interaccionismo simbólico, para posteriormente integrar datos empíricos con base en los resultados obtenidos de una escala de apertura a la diversidad aplicada a una muestra de estudiantes universitarios del área de ciencias de la salud. La elección de la población responde a la naturaleza propia de las profesiones de dicha área y a que la investigación de la que se desprende este artículo se orienta a que sirva para mejorar el proceso formativo de los futuros profesionales de salud en el país. Los resultados muestran la apertura que los estudiantes tienen hacia la diversidad. En la conclusión, se integran los resultados empíricos con los argumentos teóricos para concretar la discusión sobre cómo este abordaje a la diversidad puede colaborar en la mejora del tejido social.

MARCO CONCEPTUAL

El tejido social se puede definir como el “conjunto -en términos de Castro Rodríguez (2011)- de redes personales, categoriales, estructurales, formales y funcionales, inter e intra sistémicas; que constituyen un activo para los individuos y la sociedad pues les permite ampliar sus opciones y oportunidades para mejorar su calidad de vida”. O como señala Habermas (2000), como “el entramaje de toda la comunidad, es una red de relaciones, de interacción y comunicación entre los individuos que comparten la vida, el tiempo y el espacio” (p. 65). Romero (2009) por su parte, nos permite ver al tejido social como aquel “conjunto de relaciones efectivas que determinan las formas particulares de ser, producir, interactuar y proyectarse en los ámbitos familiar, comunitario, laboral y ciudadano” (p. 225).

Todas estas aproximaciones y definiciones nos permiten ver que cuando se habla de tejido social se habla primordialmente de las relaciones que establecen las personas en diferentes niveles, ya sea con personas que forman su grupo cercano y que se van extendiendo hasta su comunidad o con quienes comparten un espacio determinado. De acuerdo con Téllez Murcia (2013), el tejido social es fundamental para el funcionamiento social, ya que posibilita desde el libre movimiento de las personas en un territorio, hasta su desarrollo humano. La autora comparte que hay tres formas de dar sentido al cuidado del tejido social:

  • a) Cuidar la convivencia, iniciando por el cuidado de la vida de las personas, así como el tipo de relaciones que se establecen entre ellas, principalmente las de cuidado de unas a otras. Aprender a convivir, ya que en la convivencia cobra sentido lo humano.

  • b) Aprender a resolver los conflictos de forma adecuada, entendiendo el conflicto primero como inevitable, y posteriormente como un posible motor de cambio.

Afortunadamente, en los últimos años también se han ido sumando iniciativas para la mejora del tejido social a través de políticas públicas o actividades de organizaciones no gubernamentales, sobre todo en zonas o territorios donde la violencia se ha hecho presente con mayor fuerza en los últimos años.

Por otro lado, la teoría sobre la diversidad muestra que es un concepto multidimensional que abarca todas aquellas características personales como sociales que hacen que una persona sea única, específica e irrepetible (Solórzano, 2013). Arnaiz Sánchez (2005), por su parte, dice que es inherente a la persona y que puede alcanzar todas las áreas en las cuales se puede desarrollar un ser humano: lo social, interpersonal, sexual, lingüístico, cognitivo, de capacidades, entre otras que implican la integralidad de la persona. De forma general con respecto a los grupos, Canales Mena (2017) explica que se puede entender como la presencia de diferentes personas en un mismo territorio o espacio.

Con estas aproximaciones, se puede notar que cuando se habla de diversidad, se puede analizar a partir de un espectro de variables, por ejemplo: diversidad humana para hablar sobre las características de cada persona o diversidad sexual para entender los aspectos sexo-genéricos de un grupo. También se puede hablar de diversidad religiosa, lingüística, étnica, cultural, diversidad de capacidades, entre muchas otras. De todas ellas, hay dos tipos que resultan útiles para el análisis en este trabajo y que fueron propuestos por Gurin et al. (2002) como parte de una definición operacional de diversidad:

  • a) Diversidad estructural, que se orienta hacia la presencia de personas pertenecientes a grupos distintos dentro de un mismo espacio, y

  • b) Diversidad de las relaciones informales, que se refiere a las interacciones que hay entre las personas.

Estos dos tipos de diversidad se relacionan con el tejido social al delimitar un espacio o territorio en específico y hacer referencia a las interacciones que existen entre las personas, lo cual también es relevante debido a que en este trabajo, el hilo conductor para hablar sobre la diversidad es el interaccionismo simbólico y los conceptos relacionados con la psicología social.

Para entender el interaccionismo simbólico nos podemos aproximar desde dos vertientes que permiten entender su sentido y aplicación: la filosófica y la de las ciencias sociales. Desde el sentido filosófico, el interaccionismo se ubica en un punto medio entre el determinismo y el indeterminismo según Posada y Carmona (2021). El primero de ellos entiende al ser humano como producto de una serie de leyes que gobiernan su acontecer y el de la naturaleza que lo rodea. El indeterminismo, por el contrario, ve al ser humano como alguien con la capacidad de decidir sus acciones o elegir entre opciones disponibles sin necesidad de que esta decisión esté determinada por las leyes naturales o eventos del pasado (Miranda Rojas, 2017). Al ubicarse como una tercera opción dialéctica entre estas dos posturas, el interaccionismo entiende que el ser humano es en parte producto de ciertos elementos determinados, pero a la vez, cuenta con la capacidad de agenciamiento como parte de un ensamblaje colectivo (Raglianti, 2018).

Para las ciencias sociales, el interaccionismo surge a partir de la disconformidad entre las teorías estructuralistas y funcionalistas que dominaban las discusiones a mediados del siglo XX (Gadea, 2018). Los postulados de estas teorías se acercaban mucho al determinismo, que entiende a la sociedad como una estructura ya elaborada, mientras que la persona era el ser responsable de mantener dicha estructura desde la situación o ubicación donde se encontrara. En la visión del interaccionismo, George Herbert Mead (1991) explica que el ser humano es un ser emergente, que si bien cuenta con elementos característicos resultado de una causalidad, puede reorganizarse a partir de la reflexividad que elabore sobre sí mismo y quienes le rodean, a partir de las interacciones sostenidas durante su vida.

El propósito de este artículo es ofrecer una respuesta a la forma en que el interaccionismo simbólico ayuda a explicar la diversidad y su relación con el tejido social. Para ello, la base de la argumentación muestra los siete puntos que Ritzer (2002) sintetizan como los principios básicos del interaccionismo simbólico y que se desarrollan a continuación:

1. Los seres humanos cuentan con capacidad de pensamiento

El ser humano es un ser biológico que al mismo tiempo posee y es un cuerpo, un organismo compuesto de tejidos, células, huesos y órganos que debido a su función y organización forman sistemas. Uno de esos órganos es el cerebro, en cuyo funcionamiento se puede ubicar el proceso de pensamiento generado por las conexiones neuronales que suceden en él, como consecuencia de las terminaciones nerviosas que trasladan estímulos a partir de todo el cuerpo (Escobar y Pimienta, 2016). De acuerdo a Verano Gamboa y Suárez González (2018), el tema de la dicotomía entre cuerpo y alma/pensamiento ha estado presente desde los orígenes de la filosofía y posteriormente en la ciencia, incluso estudiándolos por separado como dos entes en relación.

En el interaccionismo simbólico no existe tal dicotomía y se entienden como complementos, ya que el órgano del cuerpo o la parte fisiológica posibilita con sus características la función del pensar y la de tomar conciencia o permitir la reflexión (Mead, 1991). Es esta toma de conciencia lo que determina y diferencia al ser humano de otros seres de la naturaleza, al permitir que las personas actúen de una forma reflexiva y alejada de los instintos. En esta conciencia, Mead (1991) involucra la capacidad de imaginar e interpretar los símbolos y los significados del entorno, lo que se explica más adelante en este trabajo.

Los ya mencionados instintos, así como las capacidades fisiológicas del ser humano, son la parte determinista o conductista que toma el interaccionismo para sus postulados. La conciencia o reflexión, procesos que no se hallan específicamente en el cerebro, conforman la parte indeterminada de la que habla el interaccionismo, explicando que a partir de la reflexión se puede actuar de forma independiente a los estímulos o al entorno.

Con respecto a la diversidad, aquí se encuentra una de las primeras acepciones de este término que es el de biodiversidad, usado en las ciencias biológicas o naturales. Núñez et al. (2003), la entienden como “toda variación de la base hereditaria en todos los niveles de organización, desde los genes en una población local o especie, hasta las especies que componen toda o una parte de una comunidad local, y finalmente en las mismas comunidades que componen la parte viviente de los múltiples ecosistemas del mundo”. En este sentido, el ser humano es estudiado, desde las ciencias naturales primero, como parte de un ecosistema o entorno del que forma parte como una especie determinada. En segundo lugar, es estudiado como organismo, entendiendo que cada individuo posee características específicas que lo hacen único y diferente al resto de seres de la misma especie. Es a partir de esta visión que se comienza a entender la diversidad humana, ya que una persona, con base en sus características físicas, es capaz de ser reconocida e identificada por otros, al tiempo que ese conjunto de caracteres le genera la posibilidad de identificarse a sí mismo (Gowland y Thompson, 2013).

Como lo explica Bernard Charles Lamb (2015), cada persona es en sí mismo un organismo diverso, con características y cualidades que son visibles y otras que no lo son sino hasta en determinados contextos. La diversidad humana cuenta con elementos determinados por la genética y otros que son desarrollados por la funcionalidad del organismo, pero a partir de la relación con el contexto. Entre las características humanas que se incorporan a la diversidad como determinadas y visibles, Lamb señala: el sexo, el peso, la altura, el tipo y color de piel, los rasgos físicos característicos de cada raza, la forma corporal, el color de los ojos, el tipo y color del cabello, la presencia o ausencia de vello corporal, entre otras. En conjunto y combinadas, todas estas características permiten tanto la identificación como la diversidad de los individuos. Entre las características que no son visibles, salvo en ciertos contextos o situaciones, se encuentran, por mencionar algunas, la inteligencia, la personalidad, el nivel de felicidad, la memoria, la capacidad o funcionalidad mental, el estado de salud, el funcionamiento orgánico y las capacidades físicas. Todas las anteriores se mezclan o presentan de una forma específica en cada una de las personas, haciendo evidente el argumento del interaccionismo cuando explica que hay elementos determinados y otros indeterminados en cada persona. Esto también es relevante en el concepto que hace Mead sobre el self, que se explica en otro punto.

2. La capacidad de pensamiento está modelada por la interacción social

Para la sociología y la psicología social, la interacción social en general es un concepto entendido como un proceso en el cual la persona tiene contacto con otras personas, a partir de lo cual, según Perillo Lozano y Zapata Cadavid (2009), el individuo aprende las conductas, rituales, tradiciones y todo aquello que requiere para acoplarse en una sociedad determinada. Para Sánchez García (2008), Bourdieau lo explica con el concepto de habitus que entiende “como operador de un ‘sentido práctico’ que implica y genera una percepción concreta de la realidad en la que se vive y sobre la que se actúa. Es decir, no debe concebirse el habitus como simple constricción -a modo de miniestructura- de la actividad del individuo, sino más bien como un limitador y posibilitador de agencia al mismo tiempo” (p. 211). A partir de esa visión es que se habla de los agentes socializadores (Méndez Garcia, 2008), quienes son instituciones, personas o grupos determinados, que tienen como responsabilidad dentro de una estructura el facilitar los conocimientos adquiridos a las personas que se van integrando al grupo y a la sociedad.

Para los interaccionistas simbólicos la interacción, también llamada socialización, no es un proceso unidireccional que tiene el objetivo de trasladar los conocimientos de un individuo a otro, sino que resulta en un proceso con dinamismo distinto que posibilita a las personas gestionar la capacidad de pensar de una forma distintivamente humana, adaptando la información recibida de acuerdo con el contexto o las necesidades presentes en el momento (Mead, 1991). Cada persona, a través del contacto con otros, desarrolla la capacidad de interpretar lo que está experimentando o le está siendo compartido por otra persona o entorno y a partir de esa interpretación, se adapta a nuevas situaciones generando a su vez una nueva interacción. Si bien esto de forma general es algo similar a lo que explica la psicología con conceptos como “la percepción” o “la categorización mental”, para las ciencias sociales en su momento fue una aportación de gran valor para explicar aquello que se entiende como lo social.

Tanto Mead (1991) como Blumer (2004) especifican los tipos de interacción que una persona puede llegar a tener, así como los tipos de elementos con los cuales se desarrolla dicha interacción. Para Blumer, los objetos son los que se encuentra en el mundo real, fuera de la persona, en el entorno. Mead por su parte propone dos tipos de interacciones, la primera de ellas se refiere a aquellas que todos los seres vivientes, ya sean vertebrados o invertebrados, pueden desarrollar ya que no requiere algún tipo de pensamiento. En este tipo de interacciones, cada individuo reacciona y se comporta de acuerdo con sus características, posición o estímulos que recibe, acoplándose al comportamiento grupal, siendo hasta cierto punto instintiva. Blumer (2004) nombra a este tipo de interacción como “no simbólica”. El segundo tipo de interacción de las que habla Mead, recibe el nombre de simbólica y tiene como característica esencial que requiere de algún proceso mental, por lo que puede encontrarse únicamente en el ser humano.

Una de las características de las ciencias sociales, es la forma en que los postulados de una disciplina enriquecen, como soporte o como contraste, los argumentos de otra. En el caso de las ciencias sociales y en el tema que ocupa a este artículo, se puede ejemplificar en cómo los interaccionistas y sus explicaciones realizan aportaciones a la psicología. Por un lado, en la psicología encontramos autores representativos como Sigmund Freud, Jean Piaget o Erik Erikson, quienes hacen énfasis en la importancia que tienen los periodos de la infancia y la niñez para el desarrollo cognitivo de las personas. Por otro lado, los interaccionistas -con argumentos que también desarrollaron otros autores de la psicología- explican que el desarrollo cognitivo, el cual posibilita el pensamiento, no necesariamente tiene una etapa definida ni depende de la funcionalidad de los órganos del cuerpo, sino que se sostiene más bien en las interacciones que la persona experimenta. Con estos argumentos, se puede cuestionar qué tiene más peso para que un individuo desarrolle una mejor capacidad de pensamiento, si es a partir de la cantidad, tipo y nivel de interacciones que experimente, o a que su organismo muestre un adecuado desarrollo en su capacidad funcional y sea capaz de moldearse en una etapa de vida determinada.

Lo explicado en el párrafo anterior resulta relevante cuando se habla sobre la diversidad y el tejido social, porque da la pauta para entender que el pensamiento de una persona, es decir, sus ideas y visión del mundo, e incluso sus habilidades, puede estar supeditado al nivel o tipos de interacción a los que se exponga en distintas etapas de su vida y no solo durante la primera etapa. Esto implica que un joven o un adulto sea capaz de generar estructuras de pensamiento diferentes a través de la interacción que sostiene con otros individuos sin que la edad sea un factor decisivo, más allá de la posibilidad o no de contar con un adecuado funcionamiento cerebral.

También tiene implicaciones con respecto a la labor que los agentes socializadores tradicionales como las familias, las escuelas, los amigos, entre otros, tienen dentro de la formación de las personas y de la sociedad. ¿Será acaso que la principal responsabilidad de estos agentes debería ser promover o facilitar la mayor cantidad de interacciones posibles a sus miembros para que puedan desarrollar mejor su capacidad de pensamiento y al mismo tiempo se acostumbren a una sociedad más diversa? En este trabajo se postula que sí, como se explica en los siguientes puntos.

3. Las personas aprenden los significados y los símbolos con los que ejercen su capacidad de pensamiento de la interacción social

Como se mencionó previamente, el proceso de ejercer la capacidad de pensamiento y generar un significado sobre ello, se realiza entre el individuo y el objeto. Blumer (2004) ofrece una distinción entre tres tipos de objetos:

  • a) Objeto físico: cualquier elemento que cuente con una masa y un espacio, como una mesa, una planta, una roca, etc.

  • b) Objeto social: el cual representa de alguna manera el rol o posición de alguien con respecto al individuo (compañero, madre, profesor, autoridad, etc.)

  • c) Objeto abstracto: aquel que no está supeditado a un cuerpo, sino que puede se una idea, valor o principios moral.

El tipo de interacción con cada uno de esos objetos depende del significado que tenga para el individuo. Por ejemplo, una planta será entendida como un objeto diferente para un botánico que para un jardinero o un paisajista, ya que cada uno mantendrá una interacción distinta con este, lo cual es explicado también por Blumer. Esto es relevante al hablar sobre el tejido social, debido a que habrá tal cantidad de significados como personas interactuando con un objeto y eso influirá en el tipo de relación que se establezca entre unos y otros. Lo mismo aplicará para las diversas relaciones sociales. Desde este argumento, es pertinente hacer la diferencia entre significado y símbolo de acuerdo con la teoría que se está trabajando en este artículo.

Para el interaccionismo, los símbolos son entendidos como aquellos objetos, primordialmente sociales, que representan, significan u ocupan el lugar de cualquier cosa que el grupo o la persona haya acordado representar (Posada Zapata y Carmona Parra, 2021). La respuesta a estos símbolos, por lo tanto, es completamente reflexiva, ya que el objeto no posee en sí mismo un significado, sino que este es otorgado por la interacción que tiene la persona con el objeto o lo que busque que signifique para comunicar algo. Este punto ayuda a explicar lo que previamente se ha mencionado como diversidad cultural, donde conviven símbolos y significados variados en un mismo territorio o espacio. Para Téllez Murcia (2013), en una sociedad, no se esperaría que una persona conociera o adoptara todos los diferentes significados que puede tener un símbolo, sino que, en aras de construir una comunidad, tuviera noción de que existen otras interacciones igual de válidas que las que tiene él o ella con un determinado símbolo. Goutman (2013) coincide con este argumento que explica que la cultura está formada por diferentes símbolos y que la variedad de significados que tienen es lo que genera la diversidad cultural.

4. Los significados y los símbolos son los que permiten que las personas actúen de forma distintivamente humana. Las personas, con base en su interpretación, pueden modificar o alterar los símbolos y significados

En este punto se retoman los postulados de Mead, donde habla de dos tipos de conducta con base en la interacción de las personas con los símbolos y sus significados: la conducta encubierta y la conducta abierta. La primera se refiere al proceso de pensamiento que detonan los símbolos. La conducta abierta, por otro lado, implica la conducta real o comportamiento en sí, lo que resulta visible. No todo comportamiento tiene un proceso de pensamiento previo, como en el caso de lo instintivo que ya se ha mencionado, pero lo que provoca que algo sea distintivamente humano es precisamente esa capacidad reflexiva de la que se ha hablado en el punto 1 de este artículo. Los símbolos son usados por las personas para la comunicación e interacción entre ellos. Para Posada y Carmona (2021), las personas comunican a través de símbolos como su ropa, peinado, color de cabello, comportamiento, entre otros, generando desde ahí una interacción. El mismo autor dice que este tipo de comunicación tiene una intencionalidad concreta, pero que dicha intención no necesariamente va a ser entendida de la misma forma por todos los que logren percibirla. Como se ha mencionado previamente, eso se debe a la capacidad de reflexión e interpretación que hacen las personas de cada símbolo con el que se relacionan. Esto influye en que las características determinadas de una persona o un grupo, que ya de por sí son diversas, abonen a una mayor diversidad por causa de las interpretaciones particulares y provoque mayor complejidad en el proceso de entendimiento y acercamiento a las diversas expresiones humanas.

Cada objeto físico, social o abstracto con el que una persona se relaciona, le va a generar una reacción a nivel de pensamiento o de comportamiento. Esa reacción estará determinada por la interacción que haya tenido o tenga con dichos objetos. En este proceso, es importante retomar algunos conceptos de la psicología social -la que por su sustento teórico es muy cercana al interaccionismo simbólico-, que ayudan a comprender mejor este proceso a través de conceptos específicos.

Estos son el estereotipo y el prejuicio. El primer concepto, de acuerdo con el Diccionario de psicología, se refiere al “conjunto fijo de atributos que el observador de un grupo determinado adjudica a todos sus integrantes o a Generalizaciones acientíficas, y por ende poco confiables, que un individuo hace acerca de otro individuo o grupos” (Consuegra Anaya, 2010, p. 105). El prejuicio es definido como “juicio previo” literalmente, y el mismo autor explica que es una “categoría de pensamientos y/o creencias que no han sido adecuadamente procesadas a partir de conocimientos científicamente comprobables. Los prejuicios se estructuran a partir de situaciones subjetivas basadas en expectativas, deseos y/o temores individuales que no siempre han sido procesados correctamente desde un punto de vista consciente” (p. 218).

Con base en las definiciones y explicación anteriores, se entiende que tanto el estereotipo como el prejuicio pueden ser considerados como una conducta encubierta de la persona. Eso implica que a partir de ciertas características que poseen los objetos sociales particulares con los que interactúa, cada individuo puede generalizar dichas características a la totalidad de objetos similares. De esa forma se construye en el imaginario lo que, por ejemplo, se espera de una madre, de un profesor o de un gobernante. Como el término lo dice, se generan ideas sobre un objeto o símbolo antes de que se sostenga una interacción, algo previo. Esta conducta encubierta generará a su vez una conducta abierta, un comportamiento específico dirigido intencionalmente hacia el objeto o el símbolo, dependiendo de la valoración del prejuicio.

Como lo explican tanto Myers (2005), como Kimble et al. (2002), tanto el estereotipo como el prejuicio tienen su origen en la falta de interacción con un objeto en específico, el cual se encuentra fuera del grupo primario o endogrupo de la persona. Esta falta de interacción influye en un primer momento en la actitud y posteriormente en el comportamiento que la persona tiene con ese objeto en particular. Los orígenes de un estereotipo están asociados a los diferentes elementos constitutivos de la identidad de la persona, tales como el sexo, la religión, lugar de origen, nivel socioeconómico, color de piel, creencias políticas, entre muchos otros. Estos elementos, al ser parte de la identidad individual y social, son también factores que generan la diversidad. Cuando existe un estereotipo o un prejuicio negativo en relación con un objeto, lo previsible es que el individuo busque limitar la interacción real (conducta abierta) que pueda tener con ese objeto. Al limitar la relación entre persona y objeto, no hay oportunidad de que la interacción logre aumentar el conocimiento del objeto y disminuya el prejuicio o el estereotipo, por lo que esta conducta encubierta se perpetúa.

Myers y Kimble también explican la “hipótesis del contacto” como una de las posibles vías para eliminar tanto el prejuicio como el estereotipo. Esta llamada hipótesis se refiere a que el contacto (interacción) entre miembros de grupos distintos (persona - objeto) mejorará la relación (vínculo) entre ellos. Desde el punto de vista de la construcción del tejido social, esto es relevante, ya que se podría considerar bajo esta premisa que es necesario el contacto entre individuos con distintas características para que se pueda desarrollar una interacción más real que conlleve una base empírica desde la individualidad de las personas, lo que podría ayudar a disminuir tanto el prejuicio como el estereotipo que provocan que las interacciones no sean reales o que se eviten.

Lo explicado en el párrafo anterior muestra lo que los interaccionistas simbólicos explican cuando hablan de que la interpretación puede cambiar el significado del símbolo. Es decir, una persona puede tener un comportamiento determinado por las ideas o conocimientos que tiene sobre un símbolo u objeto, pero cuando se logra tener una experiencia con este último, la persona es capaz, a través de la interpretación de dicho suceso, de cambiar el significado que posee del símbolo u objeto.

5. La modificación de símbolos y significados es en parte debido a la capacidad de las personas de interactuar consigo mismas

Para comprender este punto, debemos remitirnos al concepto de self que se ha mencionado previamente. Mead (1991) explica que el self es “un individuo que organiza su propia respuesta con las tendencias de responder a su acto por parte de los otros” (p. 178). Para esa respuesta, debe tener conciencia de sí mismo, lo que implica saber que es un individuo distinto a los demás y que las otras personas van a reaccionar de una manera determinada y diferente ante los actos o comportamientos que presente. El mismo Mead menciona que esta capacidad de conciencia está determinada por el córtex del cerebro y que el self se desarrolla a partir de la infancia, primero a través de la imitación de las reacciones de los otros, principalmente de sus padres, a sus actos. Posteriormente se desarrolla a través de dos etapas: la del juego “play”, y la del juego organizado “game”. En la primera, el individuo imita a través de otros objetos el comportamiento o las reacciones que ha podido identificar de los demás. Aunado a ello, es capaz de asumir distintos roles desde sí mismo o a través de sus juguetes u objetos. Así, por ejemplo, puede por unos momentos actuar como un policía, un superhéroe, un bombero u otro rol específico. Esto lo puede realizar porque es consciente de que ese rol pertenece a otro, a alguien diferente a él o ella. Este proceso del juego podría considerarse como el inicio de la capacidad de lo que se conoce como empatía, la cual es un aspecto importante tanto en el acercamiento a la diversidad, como en la construcción del tejido social. La segunda etapa, la del juego organizado o game, se caracteriza porque existen reglas o procedimientos específicos -a diferencia de la primera etapa- en los que el comportamiento de la persona debe ser acorde a ese contexto. Se caracteriza además porque se debe de jugar asumiendo tanto el rol propio como los roles de los demás y debe tener conocimiento de lo que se espera de cada uno de ellos. Mead lo ejemplifica a través de un juego de beisbol. En ese juego, cada jugador tiene un rol en el equipo, es decir, una posición en la que juega (primera base, jardinero central, etc.), y al jugarlo, cada uno de los participantes sabe dónde ubicarse y el tipo de interacción que va a tener con los demás. De esta forma, quien está jugando a la defensiva la primera base sabe que cuando la pelota está en juego, debe ubicarse en la almohadilla y esperar a que los demás le lancen la pelota si el corredor va hacia su posición. Este nivel de autoconciencia permite que las interacciones sean más organizadas, y si bien se acercan mucho a la postura del estructuralismo o determinismo sobre las interacciones y la organización social, no deja de existir la posibilidad de que el juego se renueve o modifique a partir de las acciones de los jugadores y de la conciencia que tienen sobre lo que hacen, así como las respuestas o resultados obtenidos. Esto es lo que explica el interaccionismo.

Por otro lado, Frank y Gecas (1992), retoman los postulados de Cooley, otro interaccionista, quien también habla de un self, pero lo nombra como self especular, el cual muestra con mayor claridad la relación que establece la persona consigo mismo y que puede desagruparse en tres etapas: la primera de ellas es la capacidad de imaginar cómo nos vemos o aparecemos ante los otros. La segunda etapa implica la capacidad de imaginar lo que los otros opinan o piensan de nosotros. La tercera y última etapa es una consecuencia de la segunda etapa y consiste en desarrollar un sentimiento sobre nosotros mismos, sobre el self. Desde la psicología, este proceso es el que explica el autoconcepto y la autoestima, es decir, tanto la imagen que se tiene sobre uno mismo, como la valoración que se hace sobre lo que uno es. Tanto el autoconcepto como la autoestima se desarrollan a partir de la interacción que se establece con los otros y termina siendo una forma de interactuar con uno mismo, al ser capaz de observarse desde afuera, como lo hacen y valoran los otros a partir los elementos constitutivos de su identidad individual y grupal como las características físicas, capacidades, pertenencia a ciertos grupos, simbología personal al vestir o expresarse, entre otros.

La posibilidad de relacionarse consigo mismo, a partir de las interacciones con los demás, es parte importante de lo que se conoce como tejido social, ya que a partir de la posición y valoración que cada uno haga de self, se desarrollará el tipo de interacción que se tendrá con los demás. También abonará en el proceso identitario para ubicarse dentro de un grupo social específico. Además, la visión que el individuo tenga sobre sí mismo, así como la valoración que elabore con respecto a esa imagen, son fuente del prejuicio y del estereotipo, lo que genera un tipo de interacción especial, como se explica en el siguiente punto.

6. Los grupos y sociedades están constituidas por pautas entretejidas de acción e interacción

De acuerdo con la Diccionario de la Real Academia Española, una pauta es “un instrumento o norma que sirve para gobernarse en la ejecución de algo”. A partir de esa definición básica, se entiende que este fundamento del interaccionismo, se orienta a explicar que el grupo o sociedad se establece a partir de las normas bajo las cuales se desarrollan las interacciones entre los individuos. Sin embargo, en esta teoría se entiende a las normas de forma distinta a la que son entendidas en otras teorías sociológicas. Hablar sobre la importancia de las relaciones o interacciones no es algo nuevo, ya que desde la definición de lo que es un grupo, se incorpora la necesidad de que haya interacciones de alguna naturaleza entre esas personas. Durkheim se interesó en cómo es que el individuo, entre más autónomo se vuelve, más depende de la sociedad, proponiendo teorías sobre el proceso de socialización, y como lo explica Di Pietro (2004), desde que plantea la relación entre el individuo y sociedad, quien implica la socialización a partir de las relaciones. También Giddens habla de las relaciones desde el estructuralismo, mencionando que lo que delimita las prácticas cotidianas de las personas son las propiedades estructurales de los sistemas sociales y que es en esas mismas prácticas cotidianas donde se perpetúan los sistemas (Dos Santos, 2009). Los interaccionistas tienen una visión crítica sobre centrarse en los elementos macro o estructurales como determinantes de la conducta y la interacción de los individuos. Por el contrario, entienden esta estructura como un elemento secundario, solo un contexto en el cual se desarrollan las interacciones reflexivas entre los actores sociales, las cuales van creando significado y estableciendo las pautas bajo las cuales se desarrollarán cada una de esas interacciones, no para ser determinadas, sino construidas por los actores. Esto es lo que genera lo que Blumer llamó acción conjunta y Mead acto social de acuerdo con Ritzer (2002).

Uno de los interaccionistas que explicaron las bases o las normas de las interacciones desde esta postura teórica fue Erwin Goffman. Con base en lo que Galindo (2015) y Herrera y Soriano (2004) explican sobre sus teorías, encontramos algunos principios sobre lo que modela la interacción, especificamente la que se realiza cara a cara. Esos principios son pertinentes cuando se habla de tejido social, ya que uno de ellos explica, por ejemplo, que quienes interactúan deben tener conocimiento sobre la forma de comportarse en una situación social específica. A esto se le conoce como decoro situacional, es decir, actuar de la forma apropiada a cada una de las situaciones. Otro de esos principios menciona que las personas que realizan la interacción, deben ser accesibles a otras personas o no habrá interacción posible.

Ahora bien, es de resaltar que el mismo Goffman admite que lo que se considera adecuado o no, depende de factores tanto contextuales como situacionales, así como de los de las personas involucradas. Estas variables son las que pueden evitar que se desarrolle una interacción en específico. Por ejemplo, al conocer a una persona nueva, para saber si lo más adecuado es hablar de usted o tutearla, influirán factores del lugar donde se conozcan, la diferencia entre edades de los involucrados, y si ejercen roles específicos dentro del contexto. Esa situación única es la que determina lo que resulta adecuado o no en ese momento.

Como se ha mencionado previamente, uno de los factores que puede entorpecer la interacción es el prejuicio que se tenga hacia un individuo, lo que puede provocar en algún momento que no haya la accesibilidad necesaria para entablar una interacción o que el comportamiento de una persona hacia otra no sea la más adecuada en una circunstancia en específico.

Entre las fuentes del prejuicio que menciona Ritzer, se encuentran las sociales. Estas explican que, a partir de la identificación particular con alguna etnia o grupo, se tiende a creer que el propio grupo es superior. Este argumento se refuerza con las teorías sobre la orientación del dominio social y el etnocentrismo, que a su vez sustentan ideas o visiones que posteriormente se convierten en lo que conocemos como racismo. Otro tipo de fuentes del prejuicio son las motivacionales, entre las que se encuentran la teoría de la identidad social, siendo Tajfel uno de sus principales autores. Sobre esta teoría, Scandroglio et al. (2008) y Canto y Moral (2005) explican que el autoconcepto se traslada hacia al grupo, por lo que el individuo pasa del soy, al somos, al nosotros, haciendo parte de su identidad a un grupo, denominado endogrupo. Este traslado se puede presentar hacia grupos como la familia, los amigos, los compañeros o cualquier grupo que sea de referencia e identidad a la persona. Como parte de ese mismo proceso, primero se categoriza a las personas como parte de un grupo en particular, posteriormente se identifican aquellos individuos con los que se comparten características o forman parte del endogrupo y por último comparamos al grupo con otros con características diferentes, conocidos como exogrupos. La teoría también explica que siempre se tiene un sesgo hacia el endogrupo, favoreciendo las ideas o comportamientos que muestran sus integrantes, además de que cada persona cuenta con una necesidad de estatus y pertenencia, lo que normalmente provocará que se vea a los exogrupos o a otras personas como inferiores.

Si este sesgo hacia el endogrupo y la visión que se tiene sobre los demás como inferiores se ve además favorecida por estructuras sociales, se construirá en una estructura que forma parte de la sociedad. Por otro lado, Del Olmo (2005) nos explica que los prejuicios también pueden ser sobre características positivas sobre la diversidad de las personas, por lo que la resignificación de estos puede volverse como un medio para mejorar las relaciones entre las personas. La idea de eso es que los prejuicios considerados negativos puedan ser disminuidos o resignificados, mientras que los prejuicios positivos puedan servir para incrementar las interacciones entre las personas y por lo tanto, crear lazos que permitan que se desarrolle el tejido social.

Hasta este momento, queda claro entonces que la diversidad es un asunto implícito al hablar del tejido social, ya que cada persona es un organismo diverso en sí mismo que se encuentra rodeado de otros organismos y objetos que son diversos. Si bien cada persona aprende a comportarse de forma social principalmente durante su infancia, los conocimientos, ideas y tipos de interacción que establece no son permanentes, ya que pueden modificarse conforme los tipos y niveles de interacción que establecen con los otros. Esto indica que, sin importar la edad, se pueden generar interacciones que favorezcan la disminución de prejuicios ante los elementos que conforman la diversidad de una sociedad, lo cual será importante en la construcción del tejido social. Con base en los postulados del interaccionismo simbólico, se puede decir que el principal elemento para mejorar el tejido social es la interacción, ya que eso genera un cambio en la mentalidad a través del cambio de significados que una persona ha construido previamente. Eso ayudará también a desarrollar una relación de cada persona consigo misma y su propia diversidad.

Como forma de complementar lo argumentado teóricamente, se integra en este trabajo parte de una investigación en curso realizada por el mismo autor. Lo que se integra a este trabajo, muestra los resultados de una escala sobre la actitud ante la diversidad, con la finalidad de contar con elementos empíricos que abonen al análisis y argumentación sobre porqué es importante partir de la diversidad y la interacción con ella para mejorar el tejido social. La aplicación de la escala responde a los procedimientos de un estudio exploratorio, que no tiene intención de generalizar los resultados o realizar conclusiones a partir de ellos, sino reforzar los elementos argumentales para ejemplificar lo que se muestra en este trabajo.

METODOLOGÍA

Como se ha mencionado previamente, este artículo se desprende de una tesis en la que se realiza un estudio de caso tomando a estudiantes de ciencias de la salud de la Zona Metropolitana del área de Monterrey. Se eligió a estudiantes de esta área debido a que por la naturaleza de su profesión, están en constante contacto con la diversidad humana y social, por lo que como parte de su proceso formativo, es necesario que tengan la capacidad de convivir con ella. Para conocer la apertura que tienen hacia la diversidad, se utilizó un instrumento llamado Escala ACTDIV que mide la actitud hacia esta. La escala fue desarrollada por Solórzano Salas (2013) y consta de 21 ítems mostrados como escala Likert.

El instrumento seleccionado cuenta con propiedades psicométricas validadas por jueces y por confiabilidad estadística que miden dos factores de actitudes:

  • a) Sensibles a la diversidad, que consta de 12 ítems que muestra si la persona muestra predisposición a tolerar diferencias, especialmente en el aspecto cultural, así como el deseo por conocer y aprender de las diferencias entre las personas, quienes pueden llegar a valorar la diversidad como una oportunidad para vivir experiencias nuevas.

  • b) Mi mundo, que está conformado por 9 ítems cuyas puntuaciones altas indican una actitud hegemónica y hasta egocentrista de la realidad social, con una baja valorización a la diversidad.

Los valores de las puntuaciones que presenta este instrumento se muestran a continuación:

Factor Valor mínimo Valor máximo Rango Actitud Puntaje
Sensibles a la viversidad 12 60 48 baja 12 - 27
Intermedia 28 - 43
Alta 44 -60
Mi mundo 9 45 33 Alta 09-20
Intermedia 21-32
baja 33-45

En cuanto a la muestra, se tomó un diseño no probabilístico por conveniencia. Se ubicaron distintas universidades e instituciones que ofrecen planes de estudio en el área de ciencias de la salud y se solicitó autorización para la aplicación del instrumento. Al momento de escribir este artículo (junio 2023), se contó con la participación de 139 estudiantes del área de ciencias de la salud de diferentes universidades ubicadas en la Zona Metropolitana de Monterrey.

La aplicación fue a través de un cuestionario en línea al cual se ingresaba a través de un link o código QR. Por solicitud de las instituciones, se facilitó el enlace para que profesores pudieran realizar la aplicación en salones o como actividad para su casa. Los resultados que se muestran corresponden a la aplicación de entre el 16 de mayo al 5 de junio de 2023. Las instituciones que formaron parte de la muestra al responder positivamente a la solicitud de aplicación fueron las siguientes:

Institución educativa Muestra total Porcentaje
Universidad Tecmilenio 68 48.92 %
Universidad del Valle de México 31 22.31 %
Universidad Autónoma de Nuevo León 36 25.89 %
Universidad Pedro de Gante 2 1.44 %
Tecnológico de Monterrey 1 0.72 %
Universidad Metropolitana de Monterrey 1 0.72 %
Total 139 100 %

De la muestra total, solo 115 respondieron la totalidad de la escala, lo que significa que se tuvo una respuesta del 82.73 % del total. Los participantes que no contestaron completa la escala no se toman en cuenta ya que no se puede contabilizar adecuadamente el puntaje. Las carreras que cursan quienes formaron parte de la muestra, se mencionan a continuación:

Carrera Muestra total Porcentaje
Psicología 74 53.24 %
Enfermería 26 18.71 %
Nutrición 15 10.79 %
Fisioterapia 2 1.44 %
Medicina 20 14.38 %
Cirujano Dentista 2 1.44 %
Total 139 100 %

RESULTADOS

En la argumentación teórica de este artículo se dice que una de las acciones que pueda mejorar el tejido social es aumentar la interacción de las personas con la diversidad humana y social. Para poder fomentar dicha interacción, es pertinente conocer primero qué tan sensibles son las personas hacia las diferencias que en la sociedad muestran las personas. Por ello se eligió aplicar una escala sobre apertura a la diversidad. Sobre los resultados obtenidos, se muestran los siguientes datos:

Tabla 1 Puntuaciones del factor: Sensibles a la diversidad 

Sensibles a la diversidad
Puntaje Absoluto Porcentaje
Alto 83 72.17 %
Intermedio 30 26.09 %
Bajo 2 1.74 %
Total 115 100 %

Con los datos de la tabla 1, se observa que, en total, el 98.26 % de la muestra presenta una sensibilidad a la diversidad media o alta. Solo el 1.74 % presenta una baja sensibilidad, lo que se asocia con poca tolerancia a aceptar las diferencias entre las personas y a un bajo deseo por conocer, interactuar o aprender de la diversidad que ofrecen los demás. También se asocia con una negación a vivir experiencias nuevas como parte del aprendizaje.

Tabla 2 Puntuaciones del factor: Mi mundo 

Mi mundo
Puntaje Absoluto Porcentaje
Alto 67 58.26 %
Intermedio 46 40 %
Bajo 2 1.74 %
Total 115 100 %

El instrumento desarrollado por Solórzano, ofrece una segunda valoración en la escala de la actitud a la diversidad. En esta valoración llamada Mi mundo, se puede observar que también el 98.26 % cuenta con una puntuación media o alta, aunque la diferencia entre esos puntajes es solo del 18.26 %, a diferencia de lo mostrado en la tabla 1, donde la diferencia entre una y otra es de 46.08 %. En esta escala, un puntaje elevado muestra una perspectiva en la que la diversidad se entiende como algo alejado de la persona, un elemento que se refleja en “los otros” y no se valora como importante para sí mismo.

Gráfica 1 Comparativo de puntuaciones entre factores 

De acuerdo a lo explicado por la autora del instrumento, lo esperado es que hubiera una correlación negativa entre las puntuaciones altas de cada factor. Esto implicaría que al tener una puntuación alta en el factor de Sensibles a la diversidad, el factor Mi mundo tendría que tener una puntuación general baja. Esto no sucede en los resultados de esta muestra, donde la mayoría de los participantes obtuvieron puntajes altos en ambos factores.

Con base en la propuesta teórica del interaccionismo simbólico, estos resultados se pueden explicar con elementos simbólicos como el discurso. El lenguaje, y principalmente el discurso, es en sí mismo un elemento de interacción social que “puede estudiarse en términos de los procesos cognitivos [mentales] concretos de su producción y comprensión por los usuarios del lenguaje” (Van Dijk, 2019, p. 21). Por lo tanto, se debe tomar en cuenta que el discurso, y el mensaje que ha permeado en los últimos años de forma preponderante, es el que se refiere a la aceptación de la diversidad como algo deseable a nivel social y cultural, dando origen a que desde los gobiernos se desarrollen políticas de inclusión y aceptación a las diversidades que tienen impacto también en las reglamentaciones de las instituciones privadas. En estas políticas se pueden incluir por ejemplo, la comunidad LGBTI+, los estudios migrantes, discursos contra el racismo, el cosmopolitismo, entre otros factores y abordajes que pueden estar generando que la diversidad se vea como algo necesario o deseable en los productos culturales. De acuerdo con lo que dice Van Dijk, el discurso se vuelve una acción y una serie de actos sociales, por lo que es viable pensar que los participantes que respondieron a la escala se estén adaptando (como lo explica Goffman) a un entorno en el que mostrar una actitud abierta a la diversidad es lo deseable o lo esperado en este tiempo, sobre todo dentro del contexto de una universidad. Las escuelas e instituciones educativas son al mismo tiempo, receptoras y agentes de las políticas de inclusión, ya sea hacia sus estudiantes o enfocadas a la población de su entorno. Se suma además la variable del área de estudio; las ciencias de la salud estudian al individuo desde visiones que conllevan a entender y revisar la diversidad con orientación al servicio que cada profesional ofrece a la comunidad a través de sus pacientes o clientes. A la par de los discursos a favor de la diversidad, también se presenta un crecimiento de mensajes en favor de resaltar las identidades de las personas o grupos. En este entramado, se puede generar una contradicción entre lo que una persona piensa y lo que puede expresar, sobre todo cuando existe un entorno en el que no es bien recibido algún comentario o postura que muestre rechazo a la diversidad (sexual, racial, religiosa, cultural). Puede resultar interesante saber si los estudiantes de ciencias de la salud experimentan como una imposición o necesidad de su actuar profesional, el deber de mostrarse abiertos a la diversidad, lo cual puede ser fomentado desde la estructura de la institución, a través de las interacciones en redes sociales o las relaciones presenciales.

El puntaje general obtenido en el factor Mi mundo, sugiere que los participantes mantienen una interacción consigo mismos que privilegia la identidad propia y su visión del mundo, aunque en su contexto y su manifestación hacia los otros, se muestren como abiertos a la diversidad, es decir, podría ser una apertura funcional, más que una convicción. Para poder sintetizar este punto, se propone la siguiente reflexión que podría ser la desarrollada por los estudiantes de la muestra: la diversidad es algo de los otros, ahí está, afuera, y se debe que tolerar, pero en mi espacio y mi contexto las cosas son a mi manera y de la forma en la que yo veo las cosas.

CONCLUSIÓN

En la actualidad, parece ser más relevante que nunca la construcción de un tejido social que permita a los individuos y comunidades hacer frente a los retos globales y estructurales que podemos encontrar en las noticias del día a día: violencia, desigualdad económica, calentamiento global con sus consecuencias, polarización política, aparición de grupos extremistas en la vida pública, discriminación a migrantes, entre otros.

Individuo y sociedad son diversos por naturaleza, por lo que se considera pertinente el fomentar y procurar que las personas muestren apertura a la diversidad, ya que solo de esa forma se puede crear una sociedad en la cual cada individuo pueda desarrollarse y que las comunidades puedan aprovechar las aportaciones de cada miembro.

En el presente trabajo, se han tomado como base los fundamentos y las aportaciones del interaccionismo simbólico, integrando además argumentos de disciplinas como la psicología con la finalidad de entender de mejor forma el comportamiento social. La intención de este trabajo es ofrecer una propuesta para la acción de los agentes socializadores en el sentido de fomentar la interacción entre entes diversos para poder mejorar el tejido social de una comunidad en específico.

Para ello, se ha mostrado a través de los postulados, la capacidad de un individuo para generar pensamiento, la importancia y el proceso que tienen los símbolos en un entorno social, el proceso por el que una persona puede relacionarse con los objetos simbólicos de su entorno. Se ha descrito cómo es que a través de la interacción, las personas pueden resignificar o cambiar su estructura de pensamiento y con ello generar un cambio en el comportamiento. También se ha construido el sustento teórico para afirmar que lograr una mayor apertura a la diversidad depende no solo de la presencia de la interacción, sino que esta debe generar un acto reflexivo que permita a la persona reevaluar la interacción que tiene consigo misma y posteriormente, con las demás. Esto implica que, como explican Aguado Vázquez y Portal (2014), la persona debe primero validar su identidad a través de los significados de sus referentes individuales, sociales y culturales, para posteriormente comprender el significado que implican las identidades de los otros como parte de la diversidad de su entorno.

Con base en los argumentos teóricos que se han presentado en este trabajo, se propone la premisa que: a mayor interacción, habrá más reflexión y por consiguiente, un posible cambio en los símbolos y significados que influyen en las pautas actuales de interacción. Estas serán reemplazadas por otras que permitan una generación de lazos más real entre los integrantes de una sociedad o comunidad, logrando un tejido social más fuerte y a la vez, que la diversidad no sea un obstáculo para lograr una identidad social entre quienes comparten un territorio específico.

Con base en los resultados obtenidos de la muestra, la actitud o apertura a la diversidad responde a un pensamiento estructural de tolerancia, más que a una actitud integrada en la persona, es decir, un elemento cognitivo más que motivacional. En este sentido, parecería que el self de los participantes de la muestra presenta una sólida estructuración, y que la interacción con las diferencias de los demás se desarrolla a un nivel que no le representa una nueva significación en su estructura personal. Esto implica que el acercamiento a la diversidad se elabora más en un sistema parecido al juego organizado o game que explica Mead (1991). En este sistema, cada individuo puede estar ejerciendo un rol de persona abierta a la diversidad, lo cual sería fomentado por su entorno. Ejercer este rol, impediría que la interacción tuviera impacto en el self especular en el que se tendría que contar con una resignificación sobre las características identitarias personales y su valoración, es decir, en el autoconcepto de la persona.

Para continuar ampliando la discusión, sería interesante conocer cómo se constituye la identidad o self de los estudiantes, para saber desde qué significado se relacionan con los demás. ¿Será la disciplina que estudian?, ¿la institución?, ¿los endogrupos? Si bien la muestra es pequeña y eso limita este resultado al caso particular, si los resultados en una muestra más amplia fueran similares, representaría una dificultad en la construcción del tejido social, ya que estaría mostrando que las relaciones entre personas se da a un nivel funcional, viendo al otro como alguien con quien se comparte un espacio y ciertas actividades, pero sin lograr generar una visión comunitaria, de cuidado o de intereses compartidos. Resultaría enriquecedor mostrar una muestra más amplia para identificar si existen variaciones en esta actitud. Con lo expuesto hasta ahora, se comprueba que es imprescindible que la interacción sea significativa para que logre generar un cambio en la conducta de la persona.

Cualquier propuesta desde la sociología, la psicología social, la política pública o cualquier otra disciplina que busque mejorar el tejido social, primero debe tomar en cuenta la subjetividad de los diferentes contextos. Posterior a ello, debe generar líneas de acción que favorezcan la interacción de las personas con el acompañamiento simbólico de comunicación que permita que los participantes de puedan generar un cambio de actitudes. Como en todo lo referente al ser humano y a la sociedad, no es posible mostrar una opción única, pero si se toma en cuenta las argumentaciones de trabajos como el presente, se puede afirmar que un adecuado primer paso, implica fomentar la interacción entre los miembros de una comunidad.

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Recibido: 10 de Mayo de 2023; Aprobado: 09 de Agosto de 2023

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