SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.12 número19Sexualidades en México: algunas aproximaciones desde la perspectiva de las ciencias socialesSexo entre varones: Poder y resistencia en el campo sexual índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • No hay artículos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Región y sociedad

versión On-line ISSN 2448-4849versión impresa ISSN 1870-3925

Región y sociedad vol.12 no.19 Hermosillo ene./jun. 2000

 

Reseñas

 

Sergio Ortega Noriega (1999), Breve historia de Sinaloa

 

Hiram Félix Rosas *

 

México, Fondo de Cultura Económica, El Colegio de México, 332 pp.

 

* Asistente de Investigación del Programa de Relaciones Industriales de El Colegio de Sonora. Se le puede enviar correspondencia a Obregón 54, Centro, c. p 83000, Hermosillo, Sonora, México, tels: 01(62) 12-65-51 y 17-33-38, fax: 12-50-21. Correo electrónico: hfelix@colson.colmex.mx

 

Desde hace algunos años la historia nacional ha dejado de ser esa vieja señorona que todo lo sabe y todo lo muestra. La realidad mexicana, tan compleja y pluridimensional, no puede ser encerrada en los clásicos moldes historiográficos que muestran un sólo rostro; por el contrario, merece un trato especializado encaminado a desmenuzar las peculiaridades de cada una de las regiones que la integran.

Con este afán, el desmenuzador, aparece la Breve historia de Sinaloa, escrita por Sergio Ortega Noriega dentro de la Serie Breves Historias de los Estados de la República Mexicana, colección del Fondo de Cultura Económica que busca recoger historias profesionales, alejadas de la improvisación, cercanas a la objetividad, escritas sin bilis y en el lenguaje de la tribu, como bien lo dice Luis González y González, impulsor de esta serie de obras. El libro cumple cabalmente estos objetivos, pues con un estilo ameno nos relata los sucesos medulares de la historia sinaloense, no como hechos aislados, sino como un proceso histórico y así, manteniendo un rigor metodológico, se convierte en una obra propositiva y nítida, tanto para los estudiosos del tema como para el público en general.

La difícil tarea de reconstruir el pasado de Sinaloa lleva a Sergio Ortega a realizar una interesante amalgama de fuentes primarias, bibliografía contemporánea y deducción histórica, cuando la información existente no deja claro algún problema. En sí, la aportación de la obra es la síntesis de las principales investigaciones acerca de la historia de la entidad, enriquecidas con un excelente estilo narrativo y un agudo ojo crítico -que sólo lo da la experiencia- para detectar las amplias lagunas y líneas de investigación pendientes en la historiografía sinaloense.

El libro, que está dividido en once capítulos y un epílogo, se ilustra con diecinueve mapas y dieciocho cuadros; contiene, además,una cronología y una importante bibliografía comentada.

La Breve historia se inicia con una descripción del escenario donde se desarrollan los acontecimientos; aquí se muestran las características de las distintas áreas geográficas del estado y sirve como preámbulo para relatar la historia de sus pobladores. Enseguida, el capítulo dos hace un recuento de las particularidades de los habitantes del actual territorio de Sinaloa antes del contacto con los españoles, ubicando cada uno de los grupos indígenas distinguidos por los informantes europeos: totorame, tahue, cahitas, acaxee y xixime, así como guasave y achire.

El llamado periodo colonial es uno de los puntos centrales de la investigación, y para su análisis, Ortega lo divide en cuatro capítulos (III-Vl). La primera fase, correspondiente a la conquista, la nombra militares y políticos y se desarrolla de 1520 a 1600. Se distingue por ser el resultado de dos guerras simultáneas: la primera, la de los soldados de Nuño de Guzmán que aniquilaron a los indígenas con armas, malos tratos y epidemias; y la segunda, la que mantienen Nuño de Guzmán y Hernán Cortés, que termina con la victoria de este último.

La segunda fase, misioneros y colonos en el siglo XVII, se inicia cuando el gobierno español cierra los espacios para los conquistadores empresarios y se interesa por financiar sus propias empresas de conquista y colonización. Se da la evangelización por medio de misiones a cargo de jesuitas, quienes, junto con los soldados presidiales, establecieron comunidades indígenas disciplinadas, y ejercieron el control sobre grupos seminómadas como los cahitas. Además, estas acciones se vieron complementadas con el arribo y establecimiento de colonos españoles y mestizos en empresas productivas que aprovechaban el trabajo de los indios sometidos. Sus principales actividades eran la minería, el comercio interior, la cría de ganado menor y mayor, las pesquerías y la fabricación de artesanías,entre otras. La importancia de esta fase, según el autor, es que la cultura traída por los españoles (idioma castellano y religión católica) empieza a actuar como elemento unificador en el ámbito de las provincias, forjándose al mismo tiempo un lazo de unión con otras regiones conquistadas y colonizadas.

La consolidación del dominio español y la crisis del sistema misional va de 1700 a 1767. Durante estos años, al igual que en otras regiones de la Nueva España, se presenta un aumento de la población no indígena y de sus actividades económicas, al tiempo que se perfeccionan los mecanismos para la organización y control de la sociedad por parte del gobierno. Por otro lado, las misiones enfrentan un nuevo orden, pues ahora su prioridad no debía estar en el beneficio de su comunidad sino en producir alimentos para los colonos y la Baja California. Una vez cumplido el objetivo de las misiones, preparar las condiciones para el establecimiento de colonos, la autoridad virreinal decidió su secularización a principios de 1765.

El capítulo referido a las reformas borbónicas y la independencia, 1767-1821" es el trabajado con mayor detalle. Hace un recuento de las consecuencias de las reformas en la iglesia (expulsión de los jesuitas), la organización política y militar, la economía, las comunidades indígenas y el fisco. Sergio Ortega considera estas reformas como un hito en el proceso histórico regional del noroeste y de Sinaloa en particular, pues este encadenamiento de cambios políticos y económicos debilitó las relaciones con la ciudad de México y la organización de la economía tendió a re forzar su sentido regional, para beneficio de quienes habitaban la región o al menos para cierto grupo".

Luego de la independencia proclamada por Iturbide, se abrieron las puertas para la participación política de los grupos de notables de las provincias de Sonora y Sinaloa, aspecto que agudizó la lucha por el poder. Las pugnas entre los notables concluye ron con la división del Estado Interno de Occidente y la delimitación de sus dos territorios en 1831, creándose el estado de Sinaloa. Sin embargo, esto no marcó el fin del conflicto; los problemas continuaron pero ahora dentro de la nueva entidad, pues los notables de Culiacán y Mazatlán se enfrascaron en la defensa de sus intereses comerciales, situación que se evidenció durante la guerra contra los Estados Unidos en 1847.

Sergio Ortega dedica un capítulo al estudio de la participación de Sinaloa en la guerra de Reforma, el Segundo Imperio y la Restauración de la República, y aunque se centra en los asuntos políticomilitares, aprovecha la ocasión para describir las peculiaridades de la sociedad y la economía durante estos procesos. Las transformaciones en la sociedad de 1867 a 1877 no fueron espectaculares, pero sí muy profundas, y se marcó el fin de un periodo histórico caracterizado por la agonía de las comunidades indígenas y el ocaso del poder de los comerciantes extranjeros del puerto de Mazatlán.

Otro hito en la historia de Sinaloa es la era de Francisco Cañedo (1877-1909), pues representa el inicio de una nueva etapa. Los cambios aquí esbozados llegaron a ser las líneas directrices del desarrollo de la entidad. De este periodo analiza la minería, los medios de comunicación, la agricultura, la industria, la banca, las relaciones políticas, el surgimiento de la ciudad de Los Mochis y la apertura del Valle del Fuerte, la composición y principales actividades de la población, la propiedad de la tierra y los problemas indígenas, la iglesia y la salud pública. Ortega desmenuza la era de Cañedo punto por punto, haciendo notar las desigualdades existentes y cómo la transformación de la economía produjo muchos beneficios, más para todos los sinaloenses".

El último capítulo relata las características de la Revolución en Sinaloa (1909-1940) , tanto del movimiento armado como sus implicaciones en el ámbito socioeconómico. Los años siguientes al periodo revolucionario, los que el autor nombra los últimos tiempos son brevemente descritos en el epílogo. Sergio Ortega, consciente de las limitaciones que la información le impone, advierte que sólo se trata de algunas reflexiones que no cubrirán mu chas de las facetas de la vida en la Sinaloa contemporánea y de esta manera concluye el recorrido por cinco siglos de la historia sinaloense.

Sin duda, el ejercicio de balance realizado por Sergio Ortega es una labor difícil, pues en algunos periodos las lagunas historiográficas son bastante considerables. Esto es especialmente notorio para los años posteriores a la era de Cañedo (1909), pero, montado en un atractivo relato, el autor logra salvar estos inconvenientes y el texto mantiene la coherencia y claridad del principio.

La Breve historia de Sinaloa se esmera por rescatar las costumbres y los distintos elementos tradicionales que identifican y arraigan al sinaloense. Por ejemplo, en medio de la descripción de los hechos militares de 1859 a 1863, ab re un espacio para hablar de los primeros testimonios de la banda sinaloense (la tambora), parte importante del folclor estatal. Echando mano de las crónicas, recuerda cómo Plácido Vega incluía una banda de música en las fuerzas bajo su mando para que se enardecieran los ánimos de los soldados al momento de entrar en combate y les procurara diversión en los tiempos de reposo.

Ortega señala las variaciones, características y objetividad de las fuentes primarias existentes para cada periodo. Además, establece las principales líneas de investigación pendientes en la historiografía local, y, a su juicio, algunos de los principales problemas por explicar son: las particularidades de las misiones en la provincia de Culiacán, los motivos de aceptación del movimiento trigarante por los notables de la Intendencia de Arizpe, la participación de la diputación provincial de Arizpe en el movimiento de las provincias contra el centro, los motivos del congreso constituyente para desconocer el decreto que separaba las provincias de Sonora y Sinaloa en 1823, la participación de las organizaciones masónicas, las características económicas y sociales de Sinaloa durante el periodo de 1831 a 1853, el proceso político sinaloense después de la Intervención Francesa y las características de la Reforma Agraria en las tierras altas, entre otras que aparecen luego del análisis del texto.

Esta Breve historia logra exponer, con buen rostro, la mayoría de los resultados de las investigaciones realizadas sobre Sinaloa y esto se debe en gran parte al hecho de que ha sido un proyecto que maduró con base en acercamientos desde distintos ángulos del pasado regional, de los cuales buena parte se expuso en los Simposios de Historia de Sonora, los Congresos de Historia Regional y las anteriores obras del autor, entre las que destacan -por su afán sintetizador- Historia general de Sonora, Sinaloa. Una historia compartida y Un ensayo de historia regional. El noroeste de México, fin del viaje, Ortega deja, para beneplácito de los amantes y estudiosos de la historia, mojoneras y un sinfín de cuestiones pendientes para lograr entender las peculiaridades de la región, de los sinaloenses, pues.

Creative Commons License Todo el contenido de esta revista, excepto dónde está identificado, está bajo una Licencia Creative Commons