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Intersticios sociales

versión On-line ISSN 2007-4964

Intersticios sociales  no.8 Zapopan sep. 2014

 

Reseñas

 

Mario Rufer. La nación en escenas. Memoria pública y usos del pasado en contextos poscoloniales

 

Sebastián Vargas Álvarez

 

México: El Colegio de México, 2010.

 

Universidad Iberoamericana

 

Mario Rufer, historiador de la Universidad de Córdoba Argentina, doctor en Estudios de Asia y África por El Colegio de México, y profesor titular de la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco, presenta en este libro los resultados de la investigación de su tesis doctoral. Se trata de uno de los trabajos más interesantes dentro de la producción latinoamericana sobre las políticas de la memoria y los usos públicos de la historia.

El libro plantea una discusión teórica profunda sobre la producción de la memoria social y su relación con la formación del estado nación moderno, con un anclaje empírico sólido basado en la experiencia de campo del autor en Argentina y Sudáfrica. En palabras de Saurabh Dube, quien prologa el libro, es un texto "empíricamente rico, metodológicamente riguroso y ambicioso teóricamente".1

Al utilizar como insumos las tradiciones de la historiografía, la antropología histórica, los estudios de memoria, subalternos y poscoloniales (sin dejar de cuestionar en todo momento sus presupuestos), Rufer se interesa por identificar los procesos de producción de sentido sobre el pasado, sus tensiones y contradicciones, en la Sudáfrica postapartheid y la Argentina posdictadura durante las últimas tres décadas, dos contextos poscoloniales caracterizados por la emergencia de políticas de la memoria y procesos de justicia transicional en donde se han puesto en juego múltiples lecturas sobre la historia en el espacio público. Es precisamente en estos contextos en donde constantemente aparecen irrupciones de memoria y temporalidades diversas que desestabilizan los relatos de nación dados por sentado y por estables, tal como lo evidencia el autor con varios ejemplos, dentro de los cuales destaca la intervención del Movimiento Indígena Argentino en los debates sobre la construcción de un emblemático Museo de la Memoria en Buenos Aires.2

Si bien Rufer reconoce la importancia del discurso histórico (la historiografía, entendida en sentido tradicional) en la configuración de la memoria social y en especial de la memoria y la identidad nacionales, no lo toma como objeto de estudio. Sus fuentes son producciones de historia3 menos exploradas: museos, monumentos, conmemoraciones rituales, literatura; elaboraciones de sentido sobre el pasado producidas especialmente en el espacio público y no limitadas a la representación historiadora. Su proyecto, en este sentido, pretende pasar del estudio sobre la producción de la disciplina histórica (historiografía) a una suerte de estudio de otros registros y políticas sobre el pasado, historiologías.4

Las tesis centrales del libro son dos. En primer lugar, el autor sostiene que se deben comprender a estos registros como producciones de historia atravesadas por profundas luchas para la representación del pasado: "Si en estos artefactos, ceremonias y textos, así como en su recepción social, hay intentos de 'gestionar el pasado', los mismos pueden leerse como formas de 'producción de historia'",5 lo cual implica "concebirlos de manera productiva, no en tanto distorsiones o faltas a la verdad histórica, sino como elementos que permiten analizar las dimensiones políticas que subyacen en las luchas por las interpretaciones y re-evaluaciones del pasado".6 En segundo lugar, dichas producciones de historia reflejan complejas confrontaciones por la redefinición del pasado desde el estado nacional y desde sectores subalternos, luego de eventos históricos traumáticos (en este caso, el apartheid y la dictadura militar):

Estas producciones de historia en forma de memoria pública, si se analizan como un "campo etnográfico", pueden revelar tensiones sociopolíticas del presente: reacomodamientos hegemónicos del Estado que usa al pasado y define "nuevas" memorias, pero tratando de imponer al mismo tiempo las fronteras de lo que entra y lo que queda fuera de "lo nuevo"; a su vez, esos reacomodamientos se entrelazan con interpretaciones y reclamos de sectores subalternos que "leen" los intentos hegemónicos. En esa lectura performativa les hacen decir "otra cosa", o los contrastan presentando las continuidades históricas de la inequidad, la exclusión o los límites del ejercicio de la ciudadanía en la nación.7

Las dos tesis se ponen en juego en el análisis de varios "escenarios": tres museos, un monumento, dos ceremonias conmemorativas estatales y dos textos literarios, los cuales dan forma a los seis capítulos que conforman el libro. A continuación me refiero de manera sintética a ellos.

En "La nación exhibida, la historia en el shopping: pugnas en torno al Museo de Robben Island en Ciudad del Cabo, Sudáfrica" Rufer muestra cómo la antigua cárcel en donde estaban recluidos los opositores políticos del apartheid se ha convertido en un complejo pedagógico símbolo de la "nueva nación", que ha alcanzado la "modernidad democrática" a la vez que se inscribe en el circuito mundial del turismo histórico, en donde la memoria de la reconciliación se cotiza como uno de los principales productos de exportación sudafricanos.

El segundo capítulo, "El pasado reordenado: alegorías invertidas y la 'memoria tutelada' en el Museo del Apartheid de Johannesburgo, Sudáfrica" analiza a este museo como un lugar en donde, a pesar de sus propuestas museográficas innovadoras, predomina un aura catártica que legitima al nuevo Estado-nación postransición, y en donde se encierra al apartheid como un dominio del pasado, se representa al régimen como algo anacrónico y superado, y no se explican sus condiciones históricas de emergencia en clave de larga duración (esclavitud, diferencia imperial, colonialismo interno, modernidad vernácula excluyente). Esto contribuye, según Rufer, a silenciar la violencia racial, económica y de género aún vigente en Sudáfrica.

En "Un epitafio de humo y espejos: usos y reinscripciones del pasado en torno al monumento al Voortreker sudafricano", el autor se enfoca en un monumento que fue construido para honrar la memoria de las naciones afrikáner (elites blancas) en 1949; analiza las resignificaciones de las que ha sido objeto por parte de sujetos y colectivos subalternos, y los debates en torno de su demolición o redefinición luego de la transición. ¿Qué hacer con un símbolo de la violencia del apartheid y de la hegemonía afrikáner que genera ruido y se constituye como contradicción en el marco del nuevo sistema "democrático"?

El cuarto capítulo, "Sujetos de la nación, reclamos a la historia: 'espacios para la memoria' y suturas al tiempo en Argentina", aborda los debates sobre políticas de la memoria y la representación de los crímenes de Estado en el Museo-Espacio para la Memoria erigido en un antiguo centro de detención y tortura bonoarense (la Escuela de Mecánica de la Armada), en donde diferentes sujetos, temporalidades y sentidos del evento traumático entraron en disputa. Rufer se concentra en las intervenciones de los indígenas como actores sociales que generaron importantes interlocuciones con el Estado y con otros movimientos sociales con iniciativas de memoria, especialmente los familiares de los detenidos-desaparecidos y organizaciones de derechos humanos, a la vez que presentaron importantes reclamos a la historia nacional.

"Espectros de la nación: monumento, tiempo pasado y tiempo genealógico en dos textos literarios" explora las obras de ficción como fuentes de las políticas de la memoria y de las actitudes ante la historia en momentos traumáticos o de quiebre social. Los ejemplos utilizados por el autor son Propagand by monuments and other stories (1996), del escritor sudafricano Ivan Vladislavic, y El secreto y las voces (2002) del argentino Carlos Gamerro. Mediante estos textos, Rufer aborda problemáticas como la mercantilización de la historia, las formas de registro, conmemoración y rememoración del pasado, la eficacia política de lugares de memoria y conmemoraciones rituales, etcétera.

Finalmente, "Producciones y silencios de historia: rituales con el pasado en dos ceremonias de estado", relata y analiza dos performances altamente simbólicos realizados durante ceremonias estatales. Por un lado, el cubrimiento con telas de las estatuas de Louis Botha y Barry Hertzog (primeros ministros afrikáner de principios del siglo XX) en los Union Buildings de Pretoria frente a 100 000 ciudadanos, durante la toma de posesión del presidente Thabo Mbeki el 16 de junio de 1999. Por el otro, el retiro, derivado de la orden del presidente Néstor Kitchner, de los retratos de los dictadores Jorge Rafael Videla y Reynaldo Bignone del salón de retratos del Colegio Militar Nacional el 24 de marzo de 2004, durante la conmemoración del golpe de estado de 1976.

Un detalle llamativo, muy diciente de la actitud hacia las geopolíticas del conocimiento por parte del autor, es que cuando existe una copia digital de un artículo o documento al que está refiriendo, Rufer cita tanto la fuente original como la dirección URL en donde se puede consultar o descargar gratuitamente el texto.

Como uno de los pocos aspectos débiles de la obra se puede mencionar el manejo editorial de las imágenes. Algunas de ellas aparecen en baja resolución, lo cual no es un aspecto menor si se tiene en cuenta que son fuentes primarias importantes en los análisis presentados a lo largo de los capítulos.

Termino recomendando este libro como un ejemplo y una invitación a los historiadores para explorar y explotar nuestra sensibilidad analítica y etnográfica y acercarnos a la multiplicidad de mundos en donde se representa y produce el pasado, pues como recordó en su momento Raphael Samuel, la historia no es prerrogativa del historiador, es obra de un millón de manos.8

 

Notas

1 Mario Rufer. La nación en escenas. Memoria pública y usos del pasado en contextos poscoloniales. México: El Colegio de México, 2010, p. 21.         [ Links ]

2 En 2004, durante los debates sobre la construcción del museo-espacio para la memoria en Buenos Aires (en el predio de lo que fuera la Escuela de Mecánica de la Armada), los indígenas reclamaron su lugar en el museo y en la narrativa de la memoria histórica oficial, pues hicieron irrumpir la violencia y la memoria del exterminio, de la campaña del desierto y del blanqueamiento cultural del que fueron objeto durante la consolidación del estado nacional en el siglo XIX. Se autorepresentaron como las primeras víctimas de los crímenes de Estado, produciendo interlocuciones y negociaciones interesantes con las organizaciones de derechos humanos, las madres, abuelas e hijos de los desaparecidos durante la dictadura de 1976-1983.

3 El autor toma el término "producción de historia" de David Cohen. The combing of history. Chicago: Chicago University Press, 1994.         [ Links ]

4 Rufer. op. cit., p. 372.

5 Ibid., p. 30.

6 Ibid., p. 31.

7 Ibid., p. 32.

8 Raphael Samuel. Teatros de la memoria. Pasado y presente de la cultura contemporánea. Valencia: Publicaciones Universitat de Valencia, 2008, p. 26.         [ Links ]

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