Introducción
De las grandes conflagraciones se extraen muchas consecuencias que benefi-cian siempre a los vencedores, ocultando los acontecimientos que le son adversos y, por esa razón, cien años después del fin de la Gran Guerra o Primera Guerra Mundial, que tuvo lugar entre 1914 y 1918, aún no se han aclarado las verdaderas causas, aunque mucho se ha especulado sobre ellas, con el fin de justificar u ocultar la responsabilidad del estallido de tal contienda. El profesor Jaime Vicens Vives (1976) dice muy acertadamente a este respecto que:
Si hubo responsable, éste fue, en realidad, la propia Historia. Todos los hombres de las grandes potencias tuvieron su parte en las responsabilidades iniciales de la contienda, sin que sepamos discernir si los causantes de la guerra general fueron, en mayor o menor grado, la rivalidad de Rusia y Austria-Hungría en los Balcanes, la sistemática intransigencia imperialista de Inglaterra, el afán de “revancha” francés o la política pro imperialista de Alemania en Europa y los océanos. Tal conflicto se debe considerar, por lo tanto, como la primera manifestación armada y sangrienta de la crisis del siglo XX. (pp. 492 y 493)
Si en un principio los contendientes en la conflagración fueron europeos, ¿cómo se convirtió en una contienda mundial con la progresiva participación de países de América, Asia y Oceanía? Y, ¿cómo los campos de batalla se extendieron incluso a África y a los océanos Pacífico y Atlántico? ¿Por qué los nombres de algunos países iberoamericanos estuvieron ligados a esta confrontación entre dos alianzas, la Entente y los imperios centrales? Por primera vez se producía un enfrentamiento entre los grandes imperios del mundo pues se vieron implicados el Segundo Imperio alemán, el Imperio austro-húngaro, el Imperio otomano, el Imperio ruso y el Imperio británico, además de la Tercera República francesa que también era un poder colonial con presencia en varios continentes y Japón.
Sería pueril contentarse con la explicación de que la guerra tuvo como causa única el asesinato del heredero del Imperio austro-húngaro, el archiduque Francisco Fernando, y su esposa Sofía Chotek, duquesa de Hohenberg el 28 de junio de 1914 en Sarajevo, a manos de Gavrilo Princip, un nacionalista serbio-bosnio miembro del grupo Miada Bosna (Joven Bosnia) vinculada a Narodna Odbrana (La Mano Negra). Solo se puede calificar este hecho como antecedente inmediato del estallido de la Gran Guerra pero no la causa del mayor enfrentamiento entre potencias europeas desde las guerras napoleónicas. La competencia entre las potencias coloniales mundiales en varios continentes y océanos iniciada en el último tercio del siglo XIX fue una causa fundamental, impulsando la construcción de marinas de guerra dotadas de sofisticados medios tecnológicos para la época.
No obstante conviene recordar que la variedad de nacionalismos y etnias existentes en los Balcanes propiciaron los movimientos nacionalistas independentistas tanto contra el Imperio otomano como contra el Imperio austro-húngaro presentes en la región, lo que tuvo especial virulencia a partir de 1875 con el paneslavismo apoyado por Rusia. El Tratado de Berlín de 1878 permitió la expansión del Imperio austro-húngaro en los Balcanes y Serbia obtuvo la independencia adoptando una política a favor de los Habsburgo que terminaría con el golpe de Estado de 1903 y la anexión de Bosnia-Herzegovina por parte del Imperio austro-húngaro en 1908 apoyado por el Reich alemán. Las guerras de los Balcanes en 1912-1913 fomentaron las tensiones entre el pangermanismo y el paneslavismo con el apoyo del Imperio ruso, aunque los enfrentamientos fueron disueltos por la diplomacia y las negociaciones no hacían presagiar un enfrentamiento militar como el acontecido después del asesinato del heredero del Imperio austro-húngaro, Francisco Fernando y su esposa.
El ataque británico contra la estación de comunicaciones de Kamina
Podría sorprender que, por primera vez en la historia de las guerras, el primer ataque fuera contra un objetivo tecnológico situado a miles de kilómetros de las metrópolis europeas enfrentadas. El hecho de que el lugar donde comenzó la guerra no se encontraba en Europa nos induce a pensar que los motivos de peso para el inicio de la guerra eran unos intereses ligados a la política colonial de los europeos. Sin embargo, existían otras razones de índole estratégica para haber elegido ese objetivo en una de las colonias que Alemania poseía en África. Efectivamente, como informaba la BBC en una serie televisiva, Togo fue el lugar donde se desarrolló uno de los primeros enfrentamientos entre los beligerantes en la Primera Guerra Mundial:1
“Togo, el lugar donde empezó la Primera Guerra Mundial. Fue precisamente en Togo, una colonia que los alemanes perdieron en apenas unas pocas semanas. La razón: la estación de telégrafo de Kamina, centro neurálgico de las comunicaciones de Alemania” (BBC, 2014a).
Es muy poco conocida esta primera acción bélica por parte de los británicos contra la colonia alemana de Togo, cuyo objetivo era la estación de telegrafía sin hilos de Kamina, que era el centro neurálgico de comunicaciones entre las colonias alemanas de Tanganica y África Alemana del Sudoeste con Berlín y la armada del Reich. En un estudio realizado por Víctor García Delgado, el autor explica las razones que Gran Bretaña podría haber tenido en consideración para dirigir el primer ataque de la Gran Guerra en la lejana colonia alemana de Togo:
Con su enorme crecimiento a partir de 1900, al igual que el ejército, la flota alemana se benefició enormemente de la excelente investigación y fabricación de los equipos de radio del país (…) En el periodo anterior de la Primera Guerra Mundial, Alemania había completado una red mundial de estaciones costeras inalámbricas que permitían la comunicación con la Armada Naval y la Marina Mercante. Los 200 kw de la estación de Nauen2 se utilizaron durante toda la guerra para dirigir a la Marina Alemana. Además existían estaciones de largo alcance en otros lugares, entre ellos en la costa este de Estados Unidos, pero éstas pasarían a manos de EEUU en 1915. Entre 1914-1915 otras estaciones costeras como las de Kamina (Togo), Windhoek (suroeste de África) y Zanzíbar (costa africana) cayeron en los ataques de las fuerzas aliadas. (2013, p. 129)
Alemania invocó el Acta de Berlín de 1885, que en su capítulo III incluía la “Declaración relativa a la neutralidad de los territorios incluidos en la cuenca del Congo”. En efecto, en el artículo 10 del Acta de Berlín se establecía lo siguiente: que “las Altas Partes (…) se comprometen a respetar la neutralidad de los territorios, o partes de los territorios, pertenecientes a los países mencionados, lo cual comprende las aguas territoriales”. Pero en el artículo 11 se alude al respeto de la neutralidad ante la eventualidad de una situación bélica:
En el caso que una potencia que ejerce derechos de soberanía o protectorado (…), deba participar en una guerra, las Altas Partes signatarias de la presente Ley, y los que en adelante la adopten, se comprometen a prestar sus buenos oficios a fin de que los territorios que le pertenecen a dicha potencia mantengan su neutralidad. (Acte général de la conférence de Berlin, 1885)3
Cualquier estudioso de la geopolítica y más bien de la geoestrategia encontrará rápidamente la conexión de esta acción militar en África, emprendida por el Reino Unido, con otras que se sucedieron en el continente americano o, más bien, en las aguas jurisdiccionales de dos países iberoamericanos: Chile y Argentina, aunque esta última acción sucedió en el territorio de las islas Malvinas, ocupadas por el Reino Unido y a las que designa como Falkland Islands.4 Así es como la tecnología de la época constituyó una prioridad y provocó la destrucción de la estación de Kamina, en la colonia germana de Togo, que formaba parte de la red de comunicaciones con la armada del II Reich alemán que surcaba no solo el Atlántico sino también el océano Pacífico con el control central desde Nauen, en Alemania. Los resultados de dos batallas navales, con signo distinto, tuvieron lugar en las aguas territoriales de la República de Chile, en el Pacífico, y en las aguas de las Malvinas, en el océano Atlántico. García Delgado, refiriéndose a los navíos alemanes, subraya que “los cruceros hacían uso del ‘silencio de radio’, no obstante estos cruceros llevaban tiempo siendo observados por la flota británica que en colaboración con la estación inalámbrica de aquel lugar consiguieron desvelar la posición del enemigo” (2013, p. 129).
Que varias de las potencias signatarias del Acta de Berlín, posteriormente involucradas en la Gran Guerra, eran potencias coloniales no solamente en África sino también en el océano Pacífico, no hay lugar a dudas. El Imperio británico controlaba el mayor imperio marítimo en el Pacífico desde la península de Malaca y la ruta entre la India y las colonias en Oceanía, especialmente Australia y Nueva Zelanda, además de los territorios en China, fundamentalmente Hong Kong, desde la firma del Tratado de Nanking en 1842; los Países Bajos estaban presentes en Indonesia desde hacía varios siglos; Francia ocupaba Indochina y varias islas en Oceanía, además de las concesiones en el sur de China; el Imperio ruso había ampliado su presencia en Asia; Estados Unidos había ocupado las antiguas colonias españolas en Filipinas, Guam y otras de menor importancia; Japón también disponía de numerosos territorios en el Asia continental y en el océano, fundamentalmente la península de Corea, la isla de Formosa y la de los Pescadores, desde el Tratado de Shimonoseki en 1895; y Portugal estaba presente en el territorio de Macao en China y en Timor en Insulindia.
Por su parte, el Imperio austro-húngaro había obtenido concesiones en China, concentradas en Tianjin, y el Reich alemán estaba presente en una amplia zona del océano Pacífico con sus colonias de Nueva Guinea Alemana junto con las islas Bismarck y los archipiélagos de las islas Carolinas, Marianas, Palaos, Marshall, etc., donde desarrollaba una intensa actividad comercial y que fueron adquiridas al decrépito Imperio español por el Tratado de 1899, además de las concesiones en China de Hankow y Tsingtau, que constituyó la base principal de las flotas del Imperio austro-húngaro y de la marina imperial del II Reich alemán, formada por la Escuadra del Extremo Oriente. Tras el inicio de la Gran Guerra las colonias germanas en el Pacífico sufrieron los ataques de los ejércitos y de las flotas aliadas, especialmente del Reino Unido y del Imperio británico y de Japón, en Tsingtau, Bita Paka y Toma en la Nueva Guinea alemana y la Samoa alemana, desde el 29 de agosto de 1914. El resto de las colonias alemanas en el océano Pacífico, las Carolinas, las Marianas y las Marshall terminarían siendo ocupadas por los Aliados.
Tras la actividad de conquistas territoriales en el océano Pacífico a finales del siglo XIX se ocultaba una estrategia geopolítica, impulsada por las nuevas tecnologías de la marina y las comunicaciones por cable, que había desatado una competencia entre Reino Unido, Alemania y Estados Unidos, como apunta George C. Herring (2008).5
La batalla de Coronel6
Cuando estalló la Gran Guerra en 1914, la Escuadra del Extremo Oriente7 era una de las pocas unidades con que contaba el II Reich en ultramar desde 1890, con base en Tsingtau, que estaba al mando del vicealmirante Maximilian von Spee. La flota estaba formada por el crucero SMS Leipzig y por las cañoneras Litis y Wolf al mando del contralmirante Victor Valois que estuvo surcando el océano Pacífico y visitando las costas de la Polinesia, América del Sur y Australasia. Con la guerra chino-japonesa de 1894 la flota de ultramar germana incrementó su interés por el Extremo Oriente con el apoyo del káiser Guillermo II, quien decidió la formación de una División de Cruceros de Extremo Oriente, que incorporó el crucero ligero SMS Irene, aumentando posteriormente la flota con otros navíos, la fragata SMS Kaiser, el crucero ligero SMS Prinzess Wilheim8 y el pequeño crucero SMS Cormoran.
El interés de Alemania por el océano Pacífico estuvo influenciado por la teoría de Alfred Thayer Mahan (1918), que argumentaba que la superioridad naval aseguraría un papel relevante a las potencias mundiales.9 Mucho antes de que estallara la Primera Guerra Mundial el II Reich ya había tomado posiciones en Extremo Oriente y en el océano Pacífico. La guerra hispano-estadounidense de 1898 con la ocupación de las islas Filipinas y Guam por parte de Estados Unidos inquietaba a Alemania, por lo que comenzó a adoptar iniciativas para compensar su desventaja. Alemania no solo se enfrentaba comercialmente en las aguas del Pacífico con Reino Unido y Japón, sino también con Estados Unidos, que contaba con las antiguas colonias españolas y con la anexión de las islas Hawai. Alemania planificaba ser una gran potencia mundial en el siglo XX y para ello debía contrarrestar en el Pacífico a los tres países mencionados ante la eventualidad de una futura guerra.10 Pero la ampliación de la presencia de Alemania en el océano Pacífico causaba preocupación en Washington.11 Desde 1910 el II Imperio alemán ya contaba con una estrategia de operaciones en el océano Pacífico y diseñó la escuadra que necesitaba para sus planes con una previsión que hacía sospechar que la guerra era inminente, fundamentalmente por el control del comercio en la región, que se estaba convirtiendo en el “nuevo Mediterráneo” y el Gobierno de Estados Unidos consideraba que la marina del II Imperio alemán era su enemigo más importante en el Pacífico.12
En aquella época la flota alemana no tenía base fija en el Pacífico y los buques se encontraban dispersos por varias colonias alemanas del Pacífico: Ponape en las islas Carolinas, en la isla Pagan del archipiélago de las Marianas y en la Samoa alemana. Alemania obtuvo por la fuerza el territorio de Tsingtau, que se convirtió en la base naval de la Escuadra del Extremo Oriente, como hemos mencionado. En el mando de la flota se sucedieron los contralmirantes Paul Hoffmann, Alfred von Tirpitz y Otto von Diederichs, pero posteriormente les sucederían el contralmirante príncipe Heinrich de Prusia, Felix von Bendemann, Friedrich von Ingenohl y el vicealmirante Maximilian von Spee, como se ha señalado. Entonces, la Escuadra del Extremo Oriente contaba con cinco navíos: SMS Schaarnhorst, SMS Gneisenau, SMS Emden, SMS Leipzig y el SMS Nürnberg, además de otros tres buques menores: SMS Geier, SMS Cormoran y SMS S90 y otras cañoneras.
Al declararse la Gran Guerra, el Reich alemán ordenó a la Escuadra del Extremo Oriente que abandonara su base en Tsintau y regresara a Alemania, lo que sucedió tras concentrarse en la isla Pagan y atacar una central de comunicaciones en la isla británica de Fanning,13 cuyas instalaciones de conexiones de cables telegráficos interoceánicos comunicaban Australia, Nueva Zelanda y Canadá con el Reino Unido, y también atacó Papeete, la capital de la colonia francesa de Tahití. El crucero SMS Nürnberg, acompañado por el buque Titania, atacó las instalaciones de comunicaciones el 7 de septiembre de 1914, siendo comandante de la flota germana Maximilian von Spee. Por su parte, el SMS Emden permaneció en el suroeste del océano Pacífico, venciendo en la Batalla de Penang, hundiendo buques rusos y franceses y varios navíos mercantes aliados; también atacó Madrás (India), causando importantes daños en las infraestructuras británicas. Finalmente, el SMS Emben, al mando del Karl von Müller, al intentar destruir la base de comunicaciones en la isla de Dirección fue hundido por el crucero hmas Sydney14 de la Royal Australian Navy, en la Batalla de Cocos (Keeling), el 9 de noviembre de 1914, salvándose un grupo de tripulantes al mando del comandante Hellmuth von Mücke, quienes alcanzaron la península Arábiga, entonces parte del Imperio otomano que era aliado del II Reich durante la Gran Guerra. Otros supervivientes alemanes fueron rescatados por el buque australiano e internados en Australia.
Otros dos navíos de la Escuadra del Extremo Oriente fueron autores de enfrentamientos con los buques aliados. El crucero auxiliar SMS Seedler, a cuyo mando se encontraba Felix von Luckner, tuvo éxito contra los buques aliados en el Pacífico y el Atlántico hundiendo un número indeterminado de navíos. Tras su travesía por la Polinesia francesa el SMS Seedler naufragó y Luckner y su tripulación lograron llegar a la isla de la Pascua, bajo soberanía chilena, siendo recluidos en un campo el 5 de octubre de 1917. El otro navío germano que mantuvo enfrentamientos con los Aliados fue el SMS Cormoran, que fue hundido por sus tripulantes en Apra Harbor, en la isla de Guam, para evitar su captura por el crucero auxiliar estadounidense USS Supply. Las cañoneras Litis, Jaguar, Tigre y Luch más los torpederos SMS Taku y S90 que formaron parte de la Escuadra del Extremo Oriente fueron hundidos por sus tripulaciones para evitar caer en manos de los japoneses en noviembre de 1914 durante el asedio de Tsingtau.
La investigación de la historia de la Gran Guerra nos descubre que una de las primeras batallas de la contienda tuvo lugar en las costas americanas del océano Pacífico, frente al puerto de Coronel en Chile. Fue un enfrentamiento en el que la flota del II Reich alemán infligió la primera derrota naval de la guerra a la Royal Navy del Reino Unido. La BBC (2014b) publicó una noticia con motivo del aniversario de tal acontecimiento: “Uno nunca se imaginaría que la primera derrota naval de Reino Unido en la Primera Guerra Mundial pudo haber ocurrido a 12,000 kilómetros en el Pacífico sur, frente a las costas de Chile”. Chile se declaró neutral y no participó en la Primera Guerra Mundial y, por lo tanto, no fue uno de los países firmantes del Tratado de Versalles el 28 de junio de 1919.15 La República de Chile era un país que había recibido miles de emigrantes europeos -el censo de 1907 mostraba que el 8% de la inmigración en las ciudades de Coronel y Lota16 era de origen británico- por lo tanto no era extraño que empresarios británicos explotaran parte de la industria carbonífera en la región de Concepción desde finales del siglo XIX, aunque el primer ferrocarril eléctrico de Chile fue instalado por la empresa alemana Schuckert & Co.
Chile sufrió la violación de sus aguas territoriales tanto por los buques de los imperios centrales como de los Aliados, pero la reacción del Gobierno chileno estuvo condicionada por las estrechas relaciones comerciales que mantenía con ambos bandos. El presidente de la República de Chile, Ramón Barros Luco,17 optó por mantener una “neutralidad forzada” en consonancia con el sentimiento de la opinión pública del país, imponiendo una visión práctica, pues mantenía:
La guerra va a ser muy larga. No puede terminar sino por la destrucción de la influencia británica o germánica. Francia será la víctima. Solo Estados Unidos puede poner término al conflicto. A nosotros nos conviene que continúe la competencia entre Alemania y Gran Bretaña, que ni una ni otra se destruya. Debemos desear la paz y permanecer neutrales. (Rivas, 1964, p. 478)
El comienzo del conflicto entre los beligerantes en el Pacífico tuvo lugar el 1 de noviembre de 1914, cuando tres unidades de la Royal Navy británica tuvieron un enfrentamiento con una flota de la Escuadra del Extremo Oriente frente a la bahía de la población de Coronel, próxima a la ciudad de Concepción. Los buques alemanes hundieron a dos de los tres navíos británicos, muriendo más de 1,600 marinos y sin bajas alemanas. Este poco conocido acontecimiento por muchos estudiosos fue la primera batalla naval de la Primera Guerra Mundial y la primera derrota de la Royal Navy desde hacía un siglo.18 Desde el punto de vista jurídico, ambas flotas violaron el estatus de neutralidad de la República de Chile. La batalla naval de Coronel o “batalla del día de todos los santos” pasó a la historia negra de la Royal Navy y es la más sangrienta en las costas de Chile por su elevado número de víctimas. Los preparativos de la batalla se iniciaron cuando la flota alemana compuesta por cinco cruceros navegaba a lo largo de la costa chilena para dirigirse al Paso de Drake19 en dirección al océano Atlántico. La flota germana había emprendido su ruta desde el norte del océano Pacífico al mando del vicealmirante Maximilian von Spee, recalando en la isla de Pascua el 12 de octubre, donde se le unieron dos cruceros ligeros a su escuadra, formada por los acorazados Gneisenau y Scharnhorst y los cruceros ligeros Leipzig, Dresden y Nürnberg, que navegaban a la altura de Valparaíso.
Una flota británica al mando del contralmirante Christopher Cradock, constituida por los acorazados H. M. S Good Hope y H. M. S Monmouth, el crucero ligero Glasgow y el crucero auxiliar Otranto, partió desde las islas Malvinas al encuentro de la flota alemana en el Pacífico. La escuadra británica de Christopher Cradock interceptó los primeros mensajes radiotelegráficos de una escuadra alemana y tomó rumbo a Coronel.
Ya en aquella época los ejércitos y las armadas de los países más desarrollados del mundo contaban con sistemas de comunicación muy sofisticados para la época, como expone Víctor García Delgado en su estudio al que nos hemos referido. El comandante de la flota británica, el contralmirante Christopher Cradock ignoraba que el jefe de la flota germana, Maximilian von Spee, estaba utilizando la técnica conocida como “silencio de radio”, mientras que el crucero Leipzig aumentaba sus emisiones provocando la confusión a los británicos, que no podían identificar el número real de los navíos enemigos. El 1 de noviembre de 1914, Maximilian von Spee dirigió la flota a bordo del Scharnhorst y derrotó a los británicos, causando la muerte de más de 1,600 marinos, incluido su comandante, Christopher Cradock.20 La flota alemana fue la primera en abrir fuego, con la iniciativa del crucero Scharnhorst sobre el acorazado británico H. M. S. Good Hope que se incendió, seguido del otro crucero británico, H. M. S. Monmouth, que fue alcanzado por los disparos de los buques germanos. Los navíos que sobrevivieron a los ataques de la flota alemana se refugiaron averiados en el puerto de Coronel, que distaba entre 10 y 20 millas del lugar donde se produjo la confrontación. Después de la batalla, la flota germana se dirigió hacia Valparaíso, en cuyo puerto atracó y, tras repostar de combustibles y víveres, reanudó su ruta hacia las islas Malvinas con intención de atacar a los británicos en aquellas islas del Atlántico.
La batalla de las Malvinas
Tras la batalla de Coronel en el sur del océano Pacífico se produjo una segunda parte del enfrentamiento en aguas americanas entre las dos potencias europeas, que podría interpretarse como una “revancha” británica, esta vez en el Atlántico sur, pero que debe considerarse como una continuación de la guerra naval entre las armadas británica y germana iniciada en aguas de Chile.
El almirante Maximilian von Spee con su flota, compuesta por los cruceros acorazados SMS Scharnhorst y SMS Gneisenau y los cruceros ligeros SMS Leipzig, SMS Nürnberg y SMS Dresden, bordeó el Cabo de Hornos el 25 de noviembre de 1914 pues habían perdido mucho tiempo abasteciéndose en Coronel y Valparaíso tras la batalla cerca de las costas chilenas. Los británicos habían sido pioneros en la dotación de nuevas tecnologías a la Royal Navy y, por lo tanto, podrían haber hecho frente al ataque sufrido en las costas de Coronel de haber sido conscientes de la dotación tecnológica germana. García Delgado apunta que:
La Marina de Guerra Real se convirtió en un centro de experimentación temprana de la telegrafía sin hilos, principalmente por el entonces capitán Henry Jackson. En 1898 la marina había formado un departamento de telegrafía sin hilos operando en el HM Defiance para continuar los experimentos que lograrían aumentar la distancia de transmisión. En 1899, Marconi instaló sus equipos en cuatro buques, durante unos ejercicios de la flota. (2013, p. 130)
Según la BBC Mundo, el historiador Germán Bravo declaró que “el almirante von Spee quería llegar a Alemania con sus buques y bien podía sortear las islas Falkland, pero quiso tomárselas e instalar un gobernador en ellas, destruyendo las instalaciones” (Messer, 2018).
Sin embargo, el almirante germano Maximilian von Spee desconocía la verdadera potencia naval de los británicos en las islas Malvinas, ya que poco antes de su llegada habían arribado a Puerto Stanley (Puerto Argentino) dos nuevos buques, el crucero de batalla HMS Invencible y el HMS Inflexible, formando con el HMS Kent y otros llegados a la base británica, el HMS Bristol, el Carnavon y el HMS Cornwall con el HMS Canopus, que aumentaron sensiblemente la potencia de fuego de la Royal Navy en el sur del Atlántico. Todo ello sucedía cuando el 11 de noviembre de 1914 el primer lord del Almirantazgo de la Royal Navy, almirante John Arbuthnot Fisher21 ordenó al vicealmirante Frederick Doventon Sturdee22 que partiera al encuentro de la flota de Maximilian von Spee para vengar la derrota en Coronel. En la madrugada del 3 de diciembre de 1914 la flota alemana navegaba hacia las Malvinas ignorando la potencia real de la Royal Navy en Puerto Stanley, cuya base quería destruir Maximilian von Spee. La avanzadilla de la escuadra germana descubrió la superioridad británica muy tarde, por lo que el Gneisenau y el Nürnberg, con su comandante, el capitán Karl von Schönberg, abortaron la operación tratando de huir de la zona, y lo que podría haber sido otra victoria se convirtió en una gran derrota. Los buques germanos fueron alcanzados por el Invisible, el Inflexible y el Carnarvon, mientras que el Kent y el Glasgow perseguían al resto de la flota alemana. El comandante del Leipzig ordenó el abandono del buque tras recibir numerosos impactos y morir 150 marinos, casi la mitad de su tripulación, que las dotaciones del Glasgow y el Cornwall diezmaron, rescatando a solo 18 marinos. El final de la batalla se produjo cuando el Kent hundió al buque germano Nürnberg al tratar de embestirle, muriendo casi la totalidad de los 322 tripulantes, entre ellos Otto von Spee, el hijo de Maximilian von Spee, aunque fueron rescatados siete marinos alemanes.
Los navíos de Sturdee hundieron a casi toda la escuadra germana con el almirante Maximilian von Spee y los 795 tripulantes.23 De la flota alemana solamente lograron escapar el SMS Dresden24 y el buque auxiliar Seydlitz que se internó en aguas neutrales argentinas. El SMS Dresden, que regresó al Pacífico, sería hundido por los propios tripulantes en marzo de 1915 al verse atacado por dos cruceros de la Royal Navy cuando se encontraba anclado en la isla de Más a Tierra,25 en las aguas del archipiélago de Juan Fernández, bajo soberanía chilena. Los más de 300 marinos supervivientes del SMS Dresden permanecieron internados en un centro de la isla de Quiriquina hasta el final de la guerra. En agosto de 1915, del campo de internamiento escapó uno de los tripulantes del SMS Dresden, el teniente Wilhelm Canaris, quien sería el futuro almirante y jefe del Servicio de Información del ejército alemán (Abwehr) durante la Segunda Guerra Mundial.26
Efectivamente, el último episodio en el océano Pacífico de la Escuadra del Extremo Oriente fue la conocida como Batalla de Más a Tierra, isla bajo soberanía chilena, el 14 de marzo de 1915, donde el SMS Dresden al mando del capitán Lüdecke intentó protegerse y fue hundido por sus tripulantes al ser atacado en aguas neutrales chilenas por los cruceros HMS Kent y HMS Glasgow, y el crucero auxiliar Orama de la Royal Navy. En la localización del buque alemán fue decisiva la tecnología de las comunicaciones por radio y la decodificación de los mensajes entre los buques de la marina alemana. El cónsul alemán en Chile presentó una protesta contra Gran Bretaña por haber atacado a uno de sus navíos en aguas de un país neutral. La prensa internacional se hizo eco de las violaciones de la neutralidad de terceros países.27 En general, las informaciones reproducidas en los diarios de Estados Unidos, aún “neutral”, eran muy parecidas.28
Los planes del II Reich alemán abarcaban una magnitud geopolítica en varios continentes, ya que tenía asegurada la presencia de efectivos militares, sistemas de comunicaciones y estaciones de apoyo de su flota en numerosos territorios. Los ambiciosos planes germanos contaban con las acciones de sus submarinos que asediaban a los navíos aliados en el océano Atlántico pero que no hubieran tenido obstáculos para operar incluso en otros océanos. Como menciona Phillip Dehne (2014), algunos submarinos alemanes merodeaban las costas de Estados Unidos y podían alcanzar el sur del Atlántico.29 Después del hundimiento del Lusitania y del telegrama Zimmermann con objeto de extender la guerra a suelo americano, los Aliados temían la política expansionista del Reich, no solo en Europa, sino también en otros continentes y océanos, solo o con la colaboración de sus aliados de las potencias centrales, especialmente el Imperio otomano, como sospechaba el presidente estadounidense Woodrow Wilson.30
El telegrama Zimmermann
Durante la Primera Guerra Mundial se produjo un acontecimiento que podría haber cambiado el curso de la guerra y de la historia. Si acudimos a cualquier diccionario histórico o un diccionario enciclopédico nos informaremos de la iniciativa de Arthur Zimmermann, ministro de Asuntos Exteriores del Reich alemán, por la que consideraba invitar a México y a Japón a aliarse con las potencias centrales y, eventualmente, declarar la guerra a Estados Unidos, a cambio de recompensas. El 19 de enero de 1917 Arthur Zimmermann envió un telegrama al embajador alemán en Ciudad de México, Heinrich von Eckardt, quien había asegurado al ministro que el presidente mexicano sería receptivo al contenido del mensaje. En el telegrama se proponía a México la posibilidad de reconquistar sus territorios perdidos de Texas, Nuevo México y Arizona.31 En varios textos se calificaba a esta propuesta de “ignominiosa en contra de Estados Unidos”, mostrando el lado más sectario de la política exterior de Estados Unidos, que ahorró estos calificativos a la anexión de más de la mitad del territorio de México por el Tratado Guadalupe-Hidalgo, firmado el 2 de febrero de 1848,32 tras la injusta guerra mexicano-estadounidense de 1846-1848.
En efecto, Alemania estaba interesada en mantener a Estados Unidos al margen de la guerra y evitar su participación directa, que inclinaría la balanza a favor de los Aliados. Con motivo del centenario del inicio de la Gran Guerra, la “independiente” BBC publicaba una nota con el título “El telegrama a México que definió la suerte de la Primera Guerra Mundial” y tachaba al telegrama del ministro de Asuntos Exteriores del Reich alemán de “una propuesta escandalosa” e incluso de “una propuesta tan seductora como escandalosa” en relación con el “papel crucial que desempeñó México en uno de los episodios definitivos del conflicto. Nada menos que el que motivó la entrada de Estados Unidos en la guerra” (Fajardo, 2018).
La historiografía anglosajona no duda en justificar las decisiones de sus gobiernos mediante dudosas afirmaciones. Así sucede con el historiador George C. Herring, quien subraya que el presidente Carranza había tomado la iniciativa de aproximarse al Reich alemán después de la experiencia de la invasión estadounidense y los planes de ocupar todo el territorio mexicano.33 Quizás esta impresión fue transmitida por el representante alemán en México, von Eckardt, al ministro de Asuntos Exteriores del Reich, Zimmermann. Por otra parte, la utilización del arma submarina por Alemania también tuvo un impacto en las decisiones políticas de Washington respecto a México (2008, pp. 396-397).34
¿Cuál era el texto de aquel documento de tanto valor geopolítico? La versión en español del telegrama que Zimmermann envió a su embajador en México decía:
Nos proponemos comenzar el primero de febrero la guerra submarina, sin restricción. No obstante, nos esforzaremos para mantener la neutralidad de los Estados Unidos de América.
En caso de no tener éxito, proponemos a México una alianza sobre las siguientes bases: hacer juntos la guerra, declarar juntos la paz; aportaremos abundante ayuda financiera; y el entendimiento por nuestra parte de que México ha de reconquistar el territorio perdido en Nuevo México, Texas y Arizona. Los detalles del acuerdo quedan a su discreción [de Von Eckardt].
Queda usted encargado de informar al presidente [de México] de todo lo antedicho, de la forma más secreta posible, tan pronto como el estallido de la guerra con los Estados Unidos de América sea un hecho seguro. Debe además sugerirle que tome la iniciativa de invitar a Japón a adherirse de forma inmediata a este plan, ofreciéndose al mismo tiempo como mediador entre Japón y nosotros.
Haga notar al presidente que el uso despiadado de nuestros submarinos ya hace previsible que Inglaterra se vea obligada a pedir la paz en los próximos meses. Firmado: Zimmermann. (U. S. National Archives & Records Administration, s/f)35
Sin embargo, muchos periodistas, diplomáticos y juristas parecen olvidar que el Tratado de París36 de 1783 puso fin a la guerra entre Gran Bretaña y las 13 colonias norteamericanas, que obtuvieron la independencia de la metrópoli con ayuda de Francia y España, países a donde emisarios estadounidenses acudieron en solicitud de ayuda militar y financiera porque eran enemigos de Gran Bretaña. Así, pues, cuando la guerra sustituye a la diplomacia si ésta ha fracasado no evita que entre en acción la “diplomacia secreta inversa” y la “alianza con los enemigos de los enemigos”. Y, por otra parte, Estados Unidos no había permanecido realmente neutral durante la guerra, ya que era el principal suministrador de los Aliados en armamento y pertrechos de todo tipo. La ayuda provenía tanto de fuentes gubernamentales como privadas, entre las que destacó la del multimillonario banquero John Pierpont. Estados Unidos facilitó armamento y mercancías a Gran Bretaña y Francia y dos tercios de las armas ligeras a los efectivos del Imperio británico y a los ejércitos británico y ruso (Fitzpatrick, s/f).
Se supone que la oferta llegó al Gobierno mexicano del presidente Venustiano Carranza, en su fortaleza de Chapultepec, quien había permanecido ante el estallido de la Gran Guerra lejano y prudente. Los comentarios de la profesora de Historia en El Colegio de México, Josefina Zoraida Vásquez, son elocuentes:
Como México perdió la mitad de su territorio en una guerra injusta, siempre hubo un resentimiento enorme contra Estados Unidos. Cuando hubo la oferta del telegrama Zimmermann, había muchas personas que hubieran pensado que era muy atractivo recuperar el territorio. (Fajardo, 2018)
¿Habría perdido México una oportunidad histórica para restablecer su territorio ilegalmente usurpado? En puridad esta pregunta no debería proponerla un historiador, pues la Historia se basa en hechos y no en presunciones. Sin embargo, la controversia no termina aquí pues el propio ministro Zimmermann aclararía posteriormente las verdaderas intenciones de su telegrama, que no fue dirigido al Gobierno mexicano sino al representante diplomático alemán en México.
Resulta interesante seguir la huella de la interacción del envío del telegrama Zimmermann, su detección por los servicios de inteligencia británicos, su publicación y la declaración de guerra formal de Estados Unidos el 2 de abril de 1917. Parece que la ruta que siguió el telegrama desde Berlín atravesó varios países, incluidos Dinamarca, Estados Unidos y Gran Bretaña, donde fue detectado por el Servicio de Información del Almirantazgo, conocido como “Room 40”, que ya contaba con el “código secreto de la flota imperial” que encontraron en poder de Wilhelm Wassmuss, un espía alemán que actuaba en Oriente Medio y que los rusos encontraron en el mar Báltico.37 Dicha información permitió a los especialistas Nigel de Grey y William Montgomery descifrar el contenido del telegrama. El Gobierno británico tuvo que utilizar medios para despistar al Reich de que había localizado e interpretado el contenido de un documento secreto y, por otro lado, no deseaba inquietar al Gobierno estadounidense de que el Almirantazgo estaba espiando las comunicaciones radiotelegráficas en diversas regiones el mundo, incluido Estados Unidos. Gran Bretaña trató de complicar la situación para aparentar que el telegrama había sido interceptado en México, lo que era completamente falso.
El telegrama descifrado fue enviado por el almirante Hall al ministro de Asuntos Exteriores británico, Arthur James Balfour, que lo trasladó el 23 de febrero al embajador de Estados Unidos en Londres, Walter Page, quien a su vez lo remitió al presidente estadounidense, Woodrow Wilson, y lo facilitó a la prensa el 1 de marzo, aunque en un principio pensó que se trataba de una provocación para arrastrar al país al lado de los Aliados. El ministro alemán Arthur Zimmermann confirmó la autenticidad del telegrama en un discurso el 29 de marzo de 1917,38 lo que significó una falta de inteligencia política inexplicable y tuvo que dimitir el 6 de agosto de ese año. El 2 de abril el presidente Wilson propuso al Congreso la declaración de guerra contra Alemania y sus aliados, que fue aceptada el 6 de abril de 1917.39 El efecto del telegrama Zimmermann fue el contrario del fin perseguido, y el ambiente anti-alemán se vio acrecentado por la ola de sabotajes imputados a ciudadanos alemanes en Estados Unidos.
No hay duda de que la publicación del telegrama pretendía influir sobre la opinión pública estadounidense proclive a la neutralidad pero muy sensible a las incursiones de Pancho Villa en el sur de Estados Unidos,40 que propició el levantamiento de alambradas de espino en la frontera con México.41 Y el hundimiento del buque RMS Lusitania el 7 de mayo de 1915 aún permanecía en la memoria de la opinión pública estadounidense, aunque era aún más hostil a México que a Alemania. El Reino Unido estaba muy interesado en involucrar a Estados Unidos en la guerra y no encontró mejor oportunidad que la filtración del telegrama.
El ministro Arthur Zimmermann intentó aclarar el contenido del controvertido telegrama indicando que no era tan ingenuo como para enviar tal mensaje al presidente Carranza sino a su representante diplomático en México y que solamente proponía una alianza de Alemania con México en el caso de que Estados Unidos entrara en la guerra, pero no una declaración de hostilidades unilateral a su vecino del Norte.42 Zimmermann pretendía aclarar que lo que Alemania deseaba era mantener a Estados Unidos neutral a pesar de la guerra submarina desencadenada por Alemania. Arthur Zimmermann insistía en que sus instrucciones solamente se deberían ejecutar en el caso de que Estados Unidos declarase la guerra a Alemania y no como acto previo a esta eventualidad y subrayaba que la actitud de Alemania era de lealtad hacia Estados Unidos.43 Algunos historiadores, como Garciadiego, a quien más adelante nos referiremos, recogen algunos elementos del Discurso de Arthur Zimmermann del 29 de marzo de 1917 referido.
Se suponía que el entonces presidente mexicano, Venustiano Carranza, adoptó la decisión de rechazar el ofrecimiento alemán que había llegado a Ciudad de México a través de la Western Union el 14 de abril de 1917. Las causas más probables de esta decisión podrían haber sido la imposibilidad de mantener una guerra con Estados Unidos que ya era una gran potencia industrial y la eventual recuperación de los territorios incluirían una gran población mayoritariamente anglosajona difícilmente asimilable por México, además de instaurar una inseguridad permanente en la región. De todas formas, la existencia del telegrama fue un elemento importante en el empeoramiento de las relaciones entre ambos países de uno y otro lado del río Bravo, pero no el único. No hay duda de que Alemania subestimó la reacción de Estados Unidos al telegrama de Zimmermann y no analizó correctamente la situación tras las incursiones de Pancho Villa en suelo estadounidense.44
Javier Garciadiego (2017) relata: “El asunto del telegrama Zimmermann puede considerarse como parte de la historia diplomática de la Primera Guerra Mundial y de la Revolución mexicana, o como de una fallida aventura de espionaje que terminó provocando lo que pretendía evitar”.
Son interesantes las observaciones críticas del famoso telegrama que hace Garciadiego:
Para comenzar, en lugar de entregar personal y discretamente el ofrecimiento, éste fue enviado por telégrafo al representante alemán en México, Heinrich von Eckardt (…) El segundo error fue reconocer públicamente su autenticidad lo que trajo un efecto inmediato (…) La estrategia alemana sufrió otro revés cuando México decidió no lanzarse en tan irracional aventura (…) Otra razón de Carranza para rechazar el ofrecimiento germano fue saber que la ayuda militar no estaba en posibilidad de atravesar el Atlántico y ser desembarcadas en el Golfo de México (…) El telegrama le provocó a Carranza inmediatos problemas diplomáticos con Estados Unidos (…) El embajador estadounidense en México, Henry P. Fletcher, le solicitó al canciller Cándido Aguilar que rechazara públicamente el ofrecimiento alemán, a lo que el secretario carrancista se negó, alegando que no había recibido el susodicho telegrama. (2017)
Nuestros argumentos se alinean en la dirección que comenta el historiador Garciadiego, a la vista de los hechos y a pesar del discurso de desagravio del propio ministro Zimmermann.
Pero los efectos del telegrama Zimmermann no se detuvieron en este intercambio de peticiones formales, pues con motivo de la presentación de cartas credenciales al presidente Carranza, dice Garciadiego que:
Fletcher aprovechó la oportunidad para solicitarle que rompiera relaciones diplomáticas con Alemania y que apoyara abiertamente a Estados Unidos en el conflicto europeo. Don Venustiano Carranza le contestó que no podía romper con Alemania, pues además de carecer de motivos para ello, nunca había recibido una propuesta formal de alianza militar, postura que fue vista en Estados Unidos como pro germánica (…). (2017)
Y concluye Garciadiego: “(…) de ser cierto que este malhadado plan fue el culpable de orillar a Estados Unidos a dar el paso decisivo para involucrarse directamente en la guerra, podría decirse que México fue parte del proceso ‘que alteró el curso de la historia’” (2017).
Hay que recordar que existía un clima hostil de la opinión pública estadounidense contra Alemania por el hundimiento del crucero auxiliar británico Lusitania45 el 7 de mayo de 1915, en el que murieron 124 estadounidenses,46 pero también por la activa guerra submarina de los sumergibles germanos que podrían atacar las costas de Estados Unidos. Alemania había intentado de forma reiterada enfrentar a México con su vecino del norte. El 21 de abril de 1914, simultáneamente con la ocupación estadounidense de Veracruz, ocurrió el incidente con el vapor germano Ypiranga que fue retenido por la US Navy de Estados Unidos en el puerto de Veracruz cuando transportaba armas para el Gobierno mexicano de Victoriano Huerta, sometido a embargo por el Gobierno estadounidense. Además, el Servicio de Inteligencia del Reich intentó financiar al Gobierno mexicano para provocar el enfrentamiento entre los dos vecinos norteamericanos y varios actos terroristas realizados en suelo estadounidense por saboteadores alemanes intentaron implicar a México. Finalmente, el presidente Venustiano Carranza, que fue presidente de México entre 1915 y 1920, mostró sentimientos germanófilos que no eran del agrado del Gobierno de Washington. La reciente invasión estadounidense de Veracruz influyó en la decisión de mantener a México neutral en la Gran Guerra aunque rehusó adoptar el embargo contra Alemania durante la misma.
Estados Unidos continuaba aplicando la “Doctrina Monroe” en todo el continente americano y se consideraba garante de las libertades de los pueblos de América no anglosajones. La actitud del presidente Woodrow Wilson era contradictoria con su teoría política en la aplicación a los países a los que consideraba incapaces de gobernarse a sí mismos. Wilson reiteró ante el Congreso su filosofía del “panamericanismo” y la posición de neutralidad del país con una declaración de falso pacifismo,47 en el discurso anual que dirigió al Congreso el 7 de diciembre de 1915, donde reafirmaba la política de Estados Unidos respecto a América Latina.48
México mantuvo una ambigua neutralidad durante toda la Primera Guerra Mundial condicionada por los problemas internos y la tensión con Estados Unidos, pero logró situar a uno de sus grandes hombres políticos, el expresidente de México Francisco León de la Barra,49 al frente de importantes instituciones internacionales surgidas tras la Gran Guerra, siendo nombrado presidente del Tribunal Permanente de Arbitraje, con sede en La Haya (Países Bajos). León de la Barra fue también presidente del Tribunal Arbitral Anglo-Franco-Búlgaro y formó parte de numerosos comités internacionales y de los Tribunales Mixtos de Arbitraje surgidos del Tratado de Versalles.
Conclusiones
Los países iberoamericanos ribereños del océano Pacífico no fueron ajenos a la Primera Guerra Mundial y a sus consecuencias. Aquí hemos considerado solamente algunos hechos bélicos y diplomáticos significativos que estuvieron asociados a algunos países de la cuenca del Pacífico. Desde la óptica histórica del tiempo transcurrido la situación se puede analizar con criterios que son menos realistas que los que los políticos de la época tuvieron que asumir.
Aunque fue mal llamada guerra europea o la Gran Guerra desde los tiempos en que Napoleón I asoló Europa y se enfrentó al Imperio británico en otras latitudes, lo cierto es que fue la primera guerra total a nivel mundial donde se utilizó por primera vez tecnología muy sofisticada y armamento hasta entonces desconocido. La conflagración tuvo lugar en varios continentes y océanos. Muchos países iberoamericanos se decidieron por la neutralidad, que no fue respetada por ninguno de los bandos, pero quizá no tuvieron otra elección.
¿Qué hubiera sucedido si Chile, como hicieron otros países, se hubiese decidido por apoyar a la Royal Navy y, en definitiva al bando Aliado, y hubiera obtenido “como premio” las colonias alemanas que fueron españolas en Oceanía?
México desempeñó un papel muy importante de forma pasiva, a pesar de sus problemas políticos internos, pero también podía haber optado por aceptar la propuesta del Reich que le comunicó el ministro Arthur Zimmermann en su famoso telegrama después de que el Congreso de Estados Unidos declarara la guerra a Alemania. Es imposible especular con la Historia, pues los hechos son hechos y no variables que puedan manipularse. Su vecino del Norte salió mucho más fortalecido de la Gran Guerra debido a que tenía las manos libres para imponer su política en unos países europeos destruidos por las armas que Estados Unidos les vendió. México también pudo optar por el reparto de las colonias alemanas en el Pacífico, con igual criterio que el sustentado para Chile, pues España, también país neutral durante la Primera Guerra Mundial, no ejerció el derecho de reversión de sus antiguos archipiélagos en aquel océano que vendió a Alemania a finales del siglo XIX. Los países iberoamericanos de la cuenca del Pacífico podrían haber optado por la administración de las antiguas colonias españolas, que se convirtieron en mandatos de la Sociedad de Naciones.50
En el artículo se han examinado varios acontecimientos producidos en la cuenca del océano Pacífico muy poco conocidos en Europa y que incluso algunos expertos ignoran hasta ahora. La Gran Guerra, aunque enfrentó al principio a potencias europeas, no solo fue una guerra europea sino que su escenario fue África y también alcanzó al océano Pacífico. Aquí solamente se han examinado dos hechos ligados a Chile y a México por su importancia y poco conocimiento hasta nuestros días y se ha aludido a la batalla de las Malvinas, en el océano Atlántico, por considerarse una continuación de la batalla de Coronel, en las aguas del océano Pacífico chileno.
En definitiva, la derrota de los imperios centrales supuso el fortalecimiento de Estados Unidos y Japón como potencias en el océano Pacífico y la consagración de la tecnología y la potencia industrial en las confrontaciones armadas del futuro. El papel de Estados Unidos en el desenlace de la guerra fue fundamental y la prudencia del Gobierno mexicano de Carranza frente a la diplomacia secreta alemana aseguró un equilibrio en el hemisferio. La “diplomacia invisible” del control de la información y su eventual utilización como detonador de actitudes hostiles iniciaba un largo camino que se vería ampliado durante la Segunda Guerra Mundial y el surgimiento de los regímenes totalitarios con aparatos de propaganda que tuvieron su nacimiento en la Gran Guerra. De todas formas puede concluirse que fue la primera confrontación bélica donde se puso de manifiesto la tecnología de las telecomunicaciones como arma de la guerra moderna.