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Historia mexicana

versión On-line ISSN 2448-6531versión impresa ISSN 0185-0172

Hist. mex. vol.71 no.1 Ciudad de México jul./sep. 2021  Epub 02-Jul-2021

https://doi.org/10.24201/hm.v71i1.3912 

Reseñas

Sobre Vanni Pettinà, Historia mínima de la Guerra Fría en América Latina

Adela Cedillo1 

1University of Wisconsin-Madison

Pettinà, Vanni. Historia mínima de la Guerra Fría en América Latina. México: El Colegio de México, 2018. 260p. ISBN: 978-607-628-249-6.


Vanni Pettinà secunda la tradición de las síntesis analíticas sobre la historia de América Latina al estilo de la Historia contemporánea de América Latina de Tulio Halperin Donghi (1970). Su Historia mínima de la Guerra Fría en América Latina echa mano de la historiografía más reciente para ofrecer una visión que no sólo actualiza las escasas monografías panorámicas sobre el tema, sino que además expone algunos de los nuevos modelos interpretativos en torno a los fenómenos que marcaron un hito en el desarrollo de la región. Este manual está inspirado en la historiografía que resalta la importancia del sur global frente a la visión tradicional de un conflicto exclusivamente bipolar entre Estados Unidos y la Unión Soviética, e invita a entender la complejidad de América Latina más allá del innegable influjo de la hegemonía estadounidense.

El marco cronológico que maneja el autor comprende desde 1946, tras el término de la segunda guerra mundial, hasta la caída del bloque soviético a fines de la década de los ochenta. En términos geográficos, el concepto de América Latina de la obra incluye a México y las subregiones del Caribe, Centroamérica y América del Sur, destacando a algunos de los países que tuvieron un papel protagónico en el periodo. El objetivo del autor es ofrecer una visión introductoria para estudiantes de nivel superior o académicos no familiarizados con el tema, aunque el formato de manual de referencia lo convierte también en un material útil para un público especializado.

Pettinà logró abarcar una temporalidad tan larga en una extensión tan grande a partir de la definición de objetivos muy concretos, entre ellos: elaborar una reflexión crítica sobre la superposición de fenómenos globales y locales en América Latina; delinear los procesos, problemas y puntos de inflexión generales que marcaron tendencias a nivel continental; apuntalar la autonomía de los procesos latinoamericanos en su adaptación a las dinámicas producidas por el conflicto bipolar y contribuir a la construcción de herramientas para conceptualizar la especificidad de la región.

La obra está dividida en cinco partes temático-cronológicas. La primera presenta un marco historiográfico y conceptual tanto de la Guerra Fría como de América Latina basado en el análisis estructural. Este no se basa en la teoría de la dependencia, el marxismo u otras corrientes estructuralistas que estuvieron en boga en el pasado, aunque mantiene el énfasis en la observación de patrones económicos y políticos regionales para producir una historia comparativa.

La segunda parte del libro analiza el impacto de la Guerra Fría en América Latina durante los primeros años (1946-1954), poniendo en evidencia que no hubo una evolución homogénea de la región. Pettinà describe cómo los diferentes países se adaptaron a las presiones desestabilizadoras de índole política, ideológica y económica generadas por las tensiones entre Estados Unidos y la URSS, mismas que al yuxtaponerse con procesos locales produjeron resultados diversos. El autor subraya como una de las grandes tensiones del periodo el choque entre los modelos de carácter desarrollista, proteccionista o estatista por un lado y el modelo librecambista basado en las exportaciones primarias por el otro. El acento en las variaciones subregionales es de gran utilidad para entender los niveles diferenciados de polarización que cada país experimentó a partir de la década de los sesenta.

En la tercera parte del libro se examina el caso de la revolución cubana como un punto de inflexión en la historia regional. A partir de este capítulo, el autor utiliza el juego geoestratégico del régimen castrista como un hilo conductor para discutir la recepción que tuvo el ejemplo cubano en cada subregión, al atizar tanto las tentativas revolucionarias como las respuestas contrainsurgentes. Este capítulo también marca un cambio en la obra, al pasar del análisis estructural al geopolítico. Dicho enfoque sugiere que Cuba se convirtió en una especie de micropolo de izquierda respaldado por la URSS, y fue por mucho el país más influyente de la región después de Estados Unidos.

Uno de los aspectos más llamativos de este capítulo es poner de manifiesto la parcialidad de la visión que prevalecía sobre la Alianza para el Progreso lanzada por la administración de John F. Kennedy (1961-1963) para contener el comunismo en América Latina. Pettinà resalta los argumentos de autores que demuestran fehacientemente que la Alianza iba acompañada de un proyecto de contrainsurgencia para extirpar de raíz los movimientos sociales y armados, aunque a fin de cuentas los procesos locales se superpusieron al proyecto estadounidense y éste no pudo impedir el avance de los movimientos guerrilleros a lo largo de las décadas de los sesenta y los setenta.

La cuarta parte del libro aborda los años setenta, una década en la que el terror de Estado se expandió desde México hasta el Cono Sur, con distintos niveles de intensidad. Uno de los aspectos más interesantes que remarca el autor es que el estallido de la violencia armada en la región ocurrió a contrapelo del conflicto bipolar, puesto que Estados Unidos y la URSS se encontraban en una fase de détente. Pettinà analiza con acierto no sólo los casos emblemáticos de las dictaduras militares y las llamadas guerras sucias, como Brasil, Chile, Argentina y Uruguay, sino también casos atípicos como México y Perú. Respecto a los golpes de Estado, el capítulo destaca la importancia de autores que han analizado el fenómeno de la “mayoría silenciosa” con el que los gobiernos dictatoriales pretendieron legitimarse. La perspectiva geopolítica también permite advertir fenómenos inéditos, como el de que Brasil y Argentina intentaran convertirse en los grandes contrapesos regionales de Cuba. Sobre el caso chileno, el lector puede encontrar sorpresas interesantes, tales como el hecho de que el presidente Salvador Allende, el gran símbolo de la vía pacífica al socialismo, hubiera apoyado ideológica y materialmente la lucha armada en la región con fines geoestratégicos similares a la lógica cubana: romper el aislamiento de los países socialistas. Otro aspecto que revela el análisis comparativo es que las dictaduras militares no tuvieron un proyecto común, más allá de poner fin al modelo desarrollista y erradicar a la izquierda. La transición directa hacia el neoliberalismo se produjo únicamente en el caso chileno.

En el caso peruano, la dictadura militar de Juan Velasco Alvarado (1968-1975) llevó a cabo una política desarrollista con tintes redistributivos, cuya piedra angular fue la reforma agraria. En el caso de México, el capítulo señala la paradoja de que un gobierno como el de Luis Echeverría (1970-1976) hubiera fomentado una política desarrollista y aparentemente progresista, con medidas como la apertura política moderada y una agenda tercermundista, mientras que perpetraba simultáneamente una guerra sucia contra los opositores de extrema izquierda.

La última parte está dedicada a las guerras civiles en Centroamérica. El autor describe los regímenes oligárquicos que dieron lugar a los procesos insurreccionales en Guatemala, Nicaragua y El Salvador, aunque no pone tanto énfasis en el análisis de tesis novedosas, por lo que el capítulo rompe hasta cierto punto con la tónica del resto de la obra. Centroamérica destaca como la subregión geográficamente más pequeña con el mayor número de víctimas fatales durante el periodo, incluyendo el genocidio de los indígenas mayas en Guatemala. Por otra parte, la revolución sandinista contribuyó a poner fin a la lógica bipolar, haciendo que países como México, Venezuela, Panamá y Costa Rica adquirieran cierto protagonismo en la resolución del conflicto a pesar de la cantidad ingente de recursos ilegales que invirtió Estados Unidos en armar a la Contra.

En el epílogo se reflexiona someramente sobre los procesos que marcaron el fin de la Guerra Fría en la región, tales como el regreso a la democracia, el fin de las guerras civiles en Centroamérica, el efecto de la caída de la URSS y el giro neoliberal. Al final hay una bibliografía comentada que sustituye a las notas a pie de página, una medida que por un lado permite agilizar la lectura, pero por el otro dificulta la búsqueda de las obras de los autores referidos.

Sería excesivo pedir a una obra introductoria que aborde todos los temas posibles relacionados con la Guerra Fría. No obstante, puesto que uno de los objetivos del autor es destacar los procesos autóctonos de la región, se perciben algunas omisiones importantes, por ejemplo, un análisis detallado de la esfera ideológico-cultural que generó un espectro político altamente diversificado y la aparición incesante de organizaciones de la sociedad civil de todo tipo. También habría sido deseable que se mencionara la importancia de la región en el espionaje internacional, el nacimiento de movimientos de derechos humanos basados en la triada memoria, verdad y justicia, el papel de los exiliados como difusores ideológicos, el desarrollo del narcotráfico en países como México, Colombia, Perú y Bolivia o la enorme crisis migratoria que acompañó a las guerras centroamericanas. A pesar de la exclusión de estos temas, la obra cumple sobradamente con su cometido de sepultar la idea de que América Latina fue un mero receptáculo de influencias y presiones de Estados Unidos y, en menor medida, la URSS, y se constituye en referente necesario para entender los antecedentes de los procesos regionales del siglo XXI.

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