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Nueva revista de filología hispánica

versión On-line ISSN 2448-6558versión impresa ISSN 0185-0121

Nueva rev. filol. hisp. vol.71 no.1 Ciudad de México ene./jun. 2023  Epub 20-Feb-2023

https://doi.org/10.24201/nrfh.v71i1.3853 

Reseñas

José Luis Nogales Baena, Hijo de todo lo visto y lo soñado. La narrativa breve de Sergio Pitol. Consejo Superior de Investigaciones Científicas-Universidad de Sevilla-Diputación de Sevilla, Sevilla, 2019; 340 pp.

1Eötvös Loránd Tudományegyetem bader.petra@btk.elte.hu

Nogales Baena, José Luis. Hijo de todo lo visto y lo soñado. La narrativa breve de Sergio Pitol. Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Universidad de Sevilla, Diputación de Sevilla, Sevilla: 2019. 340p.


“Soy hijo de todo lo visto y lo soñado, de lo que amo y aborrezco, pero aún más ampliamente de la lectura, de la más prestigiosa a la casi deleznable”, cuenta Sergio Pitol sobre su iniciación en el oficio de escribir en una entrada de su Diario de la pradera, includo en Una autobiografía soterrada. Ampliaciones, rectificaciones y desacralizaciones (Anagrama, Barcelona, 2011, p. 14). Es sumamente llamativo que en este intento de autodefinición se otorgue a la lectura un lugar privilegiado, de forma que se entienda como origen y punto de partida del proceso escritural, en el cual, indefectible y selectivamente, se filtran otros textos. No en vano esta cita sirve de epígrafe y, en parte, de título a la monografía de José Luis Nogales Baena -reelaboración de su tesis doctoral, defendida en la Universidad de Sevilla, la cual obtuvo el accésit en el concurso internacional Nuestra América 2018, organizado por la Diputación de Sevilla, en España.

En este trabajo, resultado de una ardua labor, se ofrece el estudio minucioso de los cuentos del escritor mexicano a partir de la intertextualidad, con el propósito de identificar la poética pitoliana inherente a su obra, entendida como un todo orgánico. Para contrarrestar la complejidad de la tarea, Nogales Baena ofrece una estructura simple pero eficaz: tras una introducción concisa, divide el libro en dos partes; la primera (de tipo conceptual) plantea los ejes fundamentales del estudio posterior, realizado en la segunda parte (de tipo analítico), en que se examinan los textos y su relación con el panorama literario (tanto el de la época como el que suponen los intertextos utilizados por el autor mexicano). Como es debido, el libro cierra con unas conclusiones bien fundamentadas, en las que no sólo se recapitula la poética pitoliana, sino también se ofrece un panorama general del canon personal del escritor.

En la introducción, Nogales Baena hace su planteamiento inicial para estudiar la obra y, en concreto, la narrativa breve de Pitol: la conciencia del intertexto, es decir, la presencia continua de la literatura en la literatura como una de las características principales de la creación literaria del escritor. La intertextualidad, argumenta el estudioso, es tan inherente a la poética pitoliana que se convierte en mecanismo narrativo: su escritura es “un ejercicio de reescritura, corrección, reorganización y reedición que refleja una clara voluntad unificadora” (p. 23). El investigador logra esbozar en su libro el desarrollo de la escritura pitoliana tras analizar un corpus bastante limitado de unos treinta cuentos; pero también toca otras piezas de narrativa breve (ensayos y textos biográficos) que Pitol escribió a lo largo de su trayectoria literaria.

Para demostrar la importancia de la intertextualidad en la obra pitoliana, Nogales Baena estudia este concepto y fenómeno desde una perspectiva doble. Primero, ofrece un análisis contrastivo de textos concretos, concentrándose en alusiones, citas, reescrituras o hipertextos, pero también en comentarios críticos, traducciones o parodias. Es decir, en este primer acercamiento trabaja con base en textos teóricos canónicos: parte del modelo semiótico de Michael Riffaterre, quien logra demostrar cómo la intertextualidad contribuye a una mayor densidad connotativa del texto; se detiene luego en el fenómeno descrito por Laurent Jenny de cómo la intertextualidad hace estallar la linealidad del texto; y llega por último a la nomenclatura archiconocida de Gérard Genette. Todo ello sirve para sustentar otro acercamiento mucho más amplio, relacionado con la teoría de la transducción literaria y la cuestión del canon. De esta forma, a partir de las propuestas de Lubomír Doležel, Itamar Even-Zohar y Pascale Casanova, Nogales Baena opta por integrar la narrativa pitoliana en una categoría superior: la de la literatura como sistema o polisistema. Tras relacionar la intertextualidad con los cánones literarios -o sea, luego de entender las obras como cadenas de transmisión-, el estudioso explora un posible vínculo entre la intertextualidad y el género cuentístico.

A este respecto, merece la pena detenerse en la explicación que ofrece Nogales Baena:

En mi opinión, el cuento, género breve por naturaleza, encuentra en el uso consciente de las relaciones intertextuales, preferentemente entre diferentes creaciones artísticas y, más específicamente, literarias, una forma extrema de ampliar su universo connotativo, expandiendo su mundo referencial a un universo de significados múltiples y ambigüedades… De ahí que el recurso de la intertextualidad, especialmente entre las artes, sea también un recurso de economía verbal extrema (p. 30).

La importancia de este acercamiento reside en entender la intertextualidad como recurso propicio para ampliar las posibilidades significativas del cuento, un género literario que se caracteriza sobre todo por su brevedad. En lo que sigue, Nogales Baena no solamente logra ofrecer lecturas novedosas a partir de textos teóricos canónicos, sino también un acercamiento propio, y válido, en que se fundamentará su lectura de la narrativa breve del autor mexicano. De esta forma -para subrayar de nuevo la complejidad de su propuesta-, igualmente logrará situar la obra pitoliana en un entorno literario mucho más amplio que sobrepasa linderos generacionales (literatura del Medio Siglo) y nacionales (literatura mexicana), para llegar a la literatura mundial.

El primer capítulo brinda información acerca del autor y de su entorno literario inmediato que demuestra cómo se interrelacionan la eclosión de la literatura mexicana, el auge del cuento hispanoamericano, el apogeo de la narrativa del boom y la expansión de la literatura posmoderna. No sólo encontramos en este apartado datos y pormenores útiles sobre la vida y obra de Pitol, sino también de la literatura y las circunstancias culturales del grupo del Medio Siglo y del nuevo cuento mexicano e hispanoamericano en general. El investigador estudia tanto a los miembros del grupo como sus antecedentes culturales y literarios, imprescindibles para entender su función y propósito: para los integrantes del grupo del Medio Siglo1, “el cuento sería la forma de iniciarse y experimentar en la narrativa, creando una voz y estilo personal que luego reconducirían hacia la novela” (p. 69). Es importante subrayar que Pitol, siendo “un escritor en constante movimiento” (p. 70), no sólo se relaciona con las figuras de su propio ámbito cultural, sino también con autores hispanoamericanos y europeos, e incluso de otros continentes. Nogales Baena se aventura a colocar la trayectoria literaria y diplomática de Pitol en el mismo nivel, para llegar a la conclusión de que, en realidad, podríamos considerarlo agente cultural del mundo hispánico: además de agregado cultural, fue traductor de escritores destacados (a veces, incluso, con la ayuda de lenguas intermediarias, trasladó textos del polaco o del húngaro, tan poco estudiados en el ámbito hispánico). Con ello, Sergio Pitol “amplía… el mundo de referencias de la literatura hispánica y crea listas canónicas alternativas (cánones selectivos) con las que se puede relacionar su obra” (p. 80).

En el segundo capítulo, perteneciente todavía a la primera parte del libro, se concreta el corpus objeto de estudio, se delimitan etapas y períodos de la trayectoria literaria pitoliana y se esbozan las características principales tanto del ars poetica como del canon personal de Pitol. Según Nogales Baena, el autor mexicano entra en la categoría de escritor-crítico (concepto propuesto por Edward C. Riley), ya que, en propias palabras de Pitol, la escritura es “derivación de ese ejercicio permanente [de lectura]” (p. 93). De ahí que el primero de los pilares que sustentan su escritura -y de los cuales habla en ensayos autobiográficos, en artículos publicados en revistas, en entrevistas, e incluso en algunas obras de ficción- sea la presencia de infinidad de lecturas, a que se añaden la fusión entre la experiencia vital y la literatura y la sacralización del lenguaje, materia prima que va de lo general (de los modelos) a lo particular (la voz propia del autor).

Por lo demás, hay en la obra de Pitol gran interés y gusto por la complejidad formal, manifiesta en las digresiones, en los saltos temporales, espaciales y argumentales, en la fragmentación y reorganización del hilo argumentativo, en las reflexiones metaliterarias y metapoéticas, en los cambios de perspectiva, etc. Podríamos decir, entonces, que se trata de la aparición de los preceptos de la literatura posmoderna, pero no de un posmodernismo radical, ya que -tal como lo constata el investigador- Pitol sigue otorgando relevancia al argumento. Finalmente, otro punto importante del arte poética pitoliana es la diferencia “arquitectónica” entre cuento y novela (p. 103), ya que aquél, cuya estructura se asemeja a la de un poema, presenta mayores retos que ésta; por ello -siguiendo tal vez a maestros como Poe, Quiroga o Cortázar-, desde el principio, todo en el cuento debe apuntar hacia la solución final.

Con esto llegamos al canon personal del escritor mexicano, o, según denominación del propio Nogales Baena, los cánones personales, ya que Pitol no se mueve únicamente entre la literatura nacional (cuyos modelos principales serían Reyes, Rulfo y Arreola) o la hispanoamericana (en que predomina la figura de Borges), sino que -como “agente literario”- conoce gran variedad de textos (por ejemplo, del ámbito novelesco, aparecen entre sus modelos Joyce, Mann, Chéjov o Faulkner). Según el investigador, en la lista de los modelos pitolianos se encuentran autores que él mismo califica de “excéntricos”, creadores de cánones diferentes, pero también utiliza este adjetivo para caracterizar sus propios textos.

Así llegamos a la segunda parte de la monografía, en cuyos cuatro capítulos el estudioso ofrece una nueva lectura que intenta “poner en relación lo observado con la poética de Pitol, el desarrollo de su narrativa, su canon personal y el contexto vital y literario en que fueron compuestas las diferentes piezas” (p. 40). Como se ha dicho, la complejidad de esta propuesta se palia con el orden cronológico en la presentación de los relatos; de ahí que el tercer capítulo contenga el análisis minucioso de los textos de la primera etapa cuentística de Pitol, escritos entre 1957 y 1962 e incluidos en Tiempo cercado (1959) e Infierno de todos (1964). Nogales Baena logra desarrollar las cuestiones planteadas al principio de este apartado: establece referencias entre los cuentos pitolianos y los textos de otros autores (sobre todo de Borges y Faulkner, sus mayores modelos en la época), y aprovecha la posibilidad de ofrecer nuevas lecturas basándose en escritores del México provincial posrevolucionario (Yáñez, Revueltas, Rulfo, Arreola). El investigador opta por introducir y utilizar el término ciclo de cuentos (short story cycles, propuesto por Forrest L. Ingram en 1971), propicio para ensayar una lectura integral tras la elaboración de listas de los cuentos enlazados según las referencias espaciales y los personajes. De esta forma, Nogales Baena logra conciliar diferentes perspectivas críticas, método que utilizará exitosamente en todos los análisis. Las conclusiones parciales que se encuentran al final de cada capítulo logran esclarecer para el lector las ideas principales que deberá tener en mente en los siguientes apartados del libro; en este caso, llegamos a saber que, en una primera época, Pitol prefiere imitar sus lecturas más admiradas de juventud, aunque su inspiración no es meramente servil, ya que encuentra sus propios recursos literarios.

En el siguiente capítulo, que contempla los cuentos escritos entre 1962 y 1972, es decir, los que se publicaron en Los climas (1966, 1972) y en No hay tal lugar (1967), Nogales Baena estudia la insistente aparición de referencias intertextuales en títulos y epígrafes, la tendencia a incluir listas de autores o de libros en la trama narrativa, las citas y alusiones concretas, el uso de la architextualidad (sobre todo el subgénero de fantasmas que pone en funcionamiento la dimensión de lo onírico) y la referencia a intertextos desconocidos o seudointertextos. Tras el análisis pormenorizado de diferentes textos e intertextos, el investigador logra demostrar el distanciamiento de Pitol con respecto a los modelos literarios que marcaron sus primeras narraciones -con la excepción de Borges, que persiste a lo largo de toda su obra-, el gusto por la ambigüedad y la polisemia narrativa, y, por último, la reflexión metaliteraria como parte del argumento, que encuentra cabida, sobre todo, por la inclusión de personajes relacionados con el arte o la literatura.

En el quinto capítulo se examinan los cuentos escritos entre 1980 y 1982; se trata del libro paradigmático Nocturno de Bujara (1981), reeditado en España con el título de Vals de Mefisto (1984). Según considera Nogales Baena, este tomo contiene los cuatro cuentos más perfectos, originales y complejos del autor: “Vals de Mefisto”, “El relato veneciano de Billie Upward”, “Asimetría” y “Nocturno de Bujara”. En esta época de madurez podemos hablar nuevamente de uno de los procedimientos predilectos en la literatura posmoderna: la intertextualidad, que ya no sólo asciende a primer plano, sino que también es objeto de diversas teorías y a veces llega a articular toda la narración. Por lo demás, en estas instancias de la narrativa pitoliana ya no hay niveles entre autores u obras, sino que todos coexisten en equilibrio y armonía. Nogales Baena destaca la capacidad del autor para “fundir una tan vasta gama de asuntos y referencias en el espacio limitados de estos textos”, y añade que, “a pesar de jugar con oposiciones o asuntos aparentemente irreconciliables, alcanza unidad en armonía cuyas posibles lecturas o interpretaciones no se niegan las unas a las otras” (p. 263)2.

El sexto capítulo está dedicado a la narrativa pitoliana de los años noventa en adelante, y detalla cómo estos últimos textos, publicados principalmente en El arte de la fuga (1996) y en El mago de Viena (2005), se relacionan con los de las tres décadas anteriores. Aparece de forma muy tajante la idea de la composición del libro como conjunto de textos integrados, vinculados por una lectura intertextual. En esta última época, caracterizada por la heterogeneidad de los textos, Pitol procura tender puentes entre lo narrativo y lo ensayístico, por lo que Nogales Baena prefiere recuperar un término acuñado por Russel M. Cluff, el de cuento-ensayo: género intermedio que confunde, de manera deliberada, la voz del autor y la del narrador. Según el estudioso, estos últimos textos pitolianos también tienen una estructura muy semejante: se fundamentan en una exposición teórica aplicando el comentario crítico, la cita explícita o la mención directa de otros autores.

La argumentación es lógica y meticulosa en las conclusiones: el crítico logra sistematizar todo lo mencionado anteriormente y de nuevo fusiona el fondo teórico, el entorno literario-cultural y el análisis de los textos pitolianos de narrativa breve. En estas últimas páginas, el investigador dilucida el trasvase que hay en la obra del mexicano entre ficción y realidad, el cual responde, principalmente, al cruce de referencias intertextuales. El resultado es la confusión o difuminación de fronteras que, sin embargo, no atañen únicamente a ficción y realidad, sino también a los géneros literarios y a las mismas referencias entre las cuales jamás se establece una jerarquía. En definitiva, Hijos de todo lo visto y lo soñado constituye un aporte imprescindible de José Luis Nogales Baena a los estudios pitolianos.

1Nogales Baena enumera los siguientes: Rosario Castellanos, Inés Arredondo, Carlos Fuentes, Carlos Valdés, Juan García Ponce, Juan Vicente Melo, Salvador Elizondo, Vicente Leñero, José de la Colina, Carlos Monsiváis, José Emilio Pacheco, Sergio Galindo, Amparo Dávila, Tomás Segovia, Jorge Ibargüengoitia, Elena Poniatowska, Julieta Campos, Marco Antonio Montes de Oca y Huberto Batis.

2Dato importante de este capítulo es la aparición de la intertextualidad como homenaje, con referencia a Juan Manuel Torres, a quien Pitol conoció en sus años universitarios y con quien compartió el amor por la literatura polaca; cabe agregar que Nogales Baena también es coordinador, junto con Mónica Braun, y editor de las Obras completas de Juan Manuel Torres, cuyos primeros dos tomos, Cuentos y relatos y Traducciones y correspondencia, se publicaron respectivamente en 2020 y 2021. Nogales Baena también es editor de los Cuentos de Sergio Pitol, publicados en 2021 por la editorial Cátedra.

Recibido: 20 de Diciembre de 2021; Aprobado: 31 de Mayo de 2022

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