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El trimestre económico

versión On-line ISSN 2448-718Xversión impresa ISSN 0041-3011

El trimestre econ vol.86 no.343 Ciudad de México jul./sep. 2019  Epub 23-Jun-2020

https://doi.org/10.20430/ete.v86i343.913 

Notas y comentarios bibliográficos

Recordando a Víctor Urquidi en el centenario de su nacimiento. El debate económico actual

Recalling Víctor Urquidi on the centenary of his birth

Mauricio de Maria y Campos* 

* Investigador asociado de El Colegio de México (correo electrónico: camposmm43@gmail.com).


Resumen

En fechas recientes se llevó a cabo un homenaje a uno de los grandes y más destacados economistas mexicanos, el distinguido Víctor L. Urquidi, con motivo del centenario de su nacimiento, en El Colegio de México. Diversos intelectuales y analistas destacaron su particular legado y trayectoria, así como el rescate de sus aportes contemporáneos, embonando los distintos planteamientos y desafíos que enfrenta México en el contexto actual en materia de economía, política y reforma fiscal y monetaria. El ensayo también hace un recuento de su rol como constructor de instituciones.

Palabras clave: Víctor L. Urquidi; política económica de México; política monetaria; política fiscal; integración económica; mercado regional; política industrial

Abstract

Recently, a tribute was paid to one of the great and most outstanding Mexican economists, the distinguished Víctor L. Urquidi, on the occasion of the centenary of his birth at El Colegio de México. Several intellectuals and analysts highlighted his particular legacy and trajectory, as well as the reappearance of his contemporary contributions that match the different approaches and challenges that Mexico is facing in the current context in terms of economy, fiscal politics and monetary reform. The essay also recounts his role as an institution builder.

Keywords: Víctor L. Urquidi; Mexican economic policy; monetary policy; fiscal policy; economic integration; regional market; industrial policy

El jueves 2 y el viernes 3 de mayo El Colegio de México organizó -en colaboración con el Banco de México, la Comisión Económica para América Latina, el Centro Tepoztlán y la Sección Mexicana del Club de Roma- un sentido homenaje a Víctor L. Urquidi con motivo del centenario de su nacimiento; muy merecido si consideramos que Urquidi fue, junto con sus grandes fundadores Alfonso Reyes y Daniel Cosío Villegas, el constructor de ese moderno Colegio de México que conocemos a la fecha y su presidente por casi dos décadas, cruciales para su exitosa y prestigiada evolución.

Lo que se destacó en ese homenaje fue su muy singular legado y trayectoria como intelectual, economista mexicano, profesor e investigador; pero también como formulador e influyente asesor del gobierno mexicano y de instituciones internacionales en materia de políticas públicas, así como constructor de instituciones; siempre con una visión interdisciplinaria, planetaria y con una perspectiva de largo plazo, a partir de México, sobre América Latina y el mundo.

La otra cuestión que quedó clara en las más de 40 exposiciones de algunos de sus compañeros supervivientes, alumnos y seguidores fue su disciplina como investigador, su dedicación al trabajo académico de excelencia, su honestidad y su liderazgo intelectual, y su capacidad de promover la formación de profesores, investigadores e instituciones en las más diversas ramas de las humanidades, las ciencias sociales, las relaciones internacionales, diversas ramas de la ciencia, la tecnología y las cuestiones ambientales.

En 1951, en pleno “desarrollo estabilizador”, el economista Víctor Urquidi publicó en El Trimestre Económico un ensayo crítico fundamental de la política monetaria y fiscal, pues ésta no respondía a los fines nacionales: “Un país en desarrollo requiere una política fiscal diametralmente opuesta a la que se ha venido siguiendo”, argumentaba. “Se requiere una política congruente y complementaria a la monetaria, que aumente impuestos con el fin de financiar las obras públicas por medios no inflacionarios.”

No abandonaría esta crítica a lo largo de su vida, la cual es particularmente relevante hoy cuando la inversión pública cayó a 2.5% del PIB con Enrique Peña Nieto -el nivel más bajo desde 1946-. México sigue siendo uno de los países con menor recaudación fiscal respecto de su PIB en la OCDE, incluso en América Latina, y no parece haber signos de mayores impuestos e incrementos en las tasas de inversión para alcanzar las metas de crecimiento de 4% anual, en principio ambiciosas frente a 2% anual promedio de los últimos 35 años; pero todavía muy modestas dadas las aspiraciones de crecimiento, equidad e inclusión social de la Cuarta Transformación.

Tal como se destacó en el homenaje a Urquidi, su pensamiento fue el punto de partida de estudios en México y del Banco Mundial que propugnaron la urgencia de una reforma fiscal: la famosa reforma Kaldor (en honor al gran economista británico invitado por Ortiz Mena); también condujo a examinar las implicaciones de la mala distribución del ingreso.

Estos estudios, aunque frustrados por la indecisión política final del gobierno y la presión de grandes grupos de interés nacionales, le dieron fama como uno de los más brillantes y perspicaces economistas mexicanos, sobrepasando la gran reputación que había adquirido desde su rol, al lado del secretario de Hacienda, Eduardo Suárez, y de Daniel Cosío Villegas, en la Conferencia de Bretton Woods -que dio lugar a la creación del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial-, en paralelo a la firma de la carta de la ONU en San Francisco.

Hoy su pensamiento, ratificado por economistas contemporáneos nacionales -David Ibarra y Francisco Suarez Dávila- y extranjeros -Joseph Stiglitz y Paul Krugman, entre otros-, debe ser renovado motivo de lectura. El crecimiento de la economía y del empleo no va a ocurrir si no tiene lugar un incremento sustancial en la inversión pública y privada. Ésta, a su vez, depende de mayores coeficientes de ahorro público y privado y de un prudente y audaz proceso de reforma hacendaria, que incluya mayores impuestos, un gasto público más eficaz y un moderado proceso de endeudamiento público y privado.

Las recientes decisiones sobre salarios mínimos y libre sindicalización son un avance en términos de justicia social y de fortalecimiento del deprimido mercado interno. Los programas de apoyo a los adultos mayores también lo son. Pero es indispensable estimular el papel de la banca privada y de la banca de desarrollo, ambas dormidas durante varias décadas, demasiado ocupadas en el crédito al consumo: la primera con excesivos márgenes financieros y la segunda sin recursos ni visión de largo alcance.

Esto incluye la creciente y cada vez más evidente necesidad de que oportunamente, y más temprano que tarde, el presidente y su equipo hacendario establezcan un pacto fiscal con el sector privado para aumentar los impuestos y los recursos destinados a la inversión en infraestructura física y social, los proyectos en Pemex y CFE y los proyectos productivos y tecnológicos del sector privado -grandes, medianos y pequeños que tengan viabilidad en el mediano y largo plazos-. El impuesto a la tenencia federalizada de automóviles y el predial pueden ser, en el corto y largo plazo, fructíferas y justas fuentes de ingresos. El cobro efectivo de impuestos a los grandes capitales -particularmente a las empresas y a las personas físicas de más altos ingresos- es urgente, si se pretende regresar a niveles de inversión pública y privada conducentes a los objetivos y las metas de desarrollo.

Las señales de fines de mayo son positivas en cuanto al claro rechazo presidencial a conceder exenciones o condonaciones de adeudos fiscales a las grandes empresas. También en el sentido de “tomar por los cuernos” al toro de la corrupción y el desvío de fondos públicos a fines injustificados.

La austeridad en el gasto público -comenzando por el excesivo e injustificado gasto corriente- es indispensable, pero no debe ocurrir a costa del buen gobierno y de su funcionamiento eficaz y tampoco de unos cuantos proyectos polémicos de inversión; de lo contrario, a la corta y a la larga, su impacto podría ser contraproducente.

Otro tema de gran relevancia que ocupó la atención de los expositores y de las reflexiones en el homenaje fue el importante rol de Víctor Urquidi como funcionario internacional. Primero, brevemente en Washington durante los primeros años del Banco Mundial, cuando descubrió su interés por América Latina (frente al abandono del Banco Mundial) y después su importante y desafiante papel como director de la sede subregional de la CEPAL para México, Centroamérica y el Caribe latino-parlante, desde junio de 1952 hasta mediados de 1960.

Como lo destacaron Hugo Beteta, actual director de la sede subregional, y Jorge Mario Martínez Piva en el homenaje, Urquidi esbozó el planteamiento básico de la necesidad de la integración centroamericana, un mercado regional y el establecimiento de una unión aduanera para impulsar su desarrollo, y luchó incansablemente por convencer a los gobiernos de estos países, de México y de los mismos Estados Unidos, por avanzar en esa dirección. Lamentablemente las resistencias, “el constante torpedeo”, de nuestro vecino del norte, las propias élites centroamericanas y las reticencias del mismo gobierno mexicano no permitieron consolidar la unidad económica regional; tal como habría de señalarlo al final de su vida Urquidi en Otro siglo perdido (2005).

El tema tiene una gran relevancia hoy frente a la iniciativa de México, con apoyo de la CEPAL y los gobiernos de los países del Triángulo del Norte de Centroamérica, de crear un área de desarrollo común, a la que se ha invitado a unos dubitativos Estados Unidos y a otros países a participar para generar infraestructura, empleos y riqueza en la región y desalentar la emigración. Ojalá en esta ocasión la propuesta de Andrés Manuel López Obrador sí fructifique y reciba los recursos financieros necesarios.

En el homenaje se recordó que de 1949 a 1957 Urquidi fue director de El Trimestre Económico, y en 1964 fue cofundador del Centro de Estudios Económicos y Demográficos de El Colegio de México, lo que permitió crear el primer posgrado de economía en México.

Entre mediados de los años sesenta y los ochenta, como presidente de El Colegio de México, Urquidi continuó con sus estudios económicos, pero comenzó a otorgar importancia a asuntos clave como los políticos -que explicaban los éxitos y los fracasos de la economía- y a asuntos complementarios como los demográficos, los educativos, los de desarrollo científico y tecnológico, los territoriales y ambientales y los de género. Mucho tuvo que ver su avidez por la lectura, sus relaciones con investigadores de todas partes del mundo y su creciente participación en foros internacionales, particularmente del sistema de las Naciones Unidas.

En estos años Víctor viajó mucho al extranjero, manteniéndose en contacto con la exitosa experiencia japonesa, asiática en general, y con algunos países europeos. Mantuvo una vinculación permanente con el presidente Echeverría, la banca de desarrollo (Nacional Financiera) y el influyente subsecretario de Industria, José Campillo Sainz. De esa relación y de sus viajes frecuentes a Ginebra y Viena (ONUDI) habrían de surgir las ideas de una nueva política industrial, la creación del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología y la expedición de las dos leyes para regular la inversión extran‑jera y la transferencia de tecnología de 1973.

En el homenaje, distinguidos ex presidentes de El Colegio de México e investigadores destacaron también el impulso que Urquidi otorgó a la construcción y consolidación de instituciones de educación superior e investigación a lo largo del país (los colegios regionales, por ejemplo), así como a la política poblacional, las migraciones y la planeación territorial.

Llegado el periodo de López Portillo, Víctor se preocupó más por los problemas emergentes de un país rico en hidrocarburos, siempre amenazado por “la enfermedad holandesa” y por los problemas del medio ambiente. Víctor había tenido contacto con Aurelio Peccei y un grupo de futurólogos europeos y estadunidenses que en 1968 fundaron el Club de Roma. El largo plazo, el crecimiento demográfico y de las ciudades y la globalización se acentuaron como desafíos del planeta y de México. Sus visitas a la ONU en Nueva York y vínculos con el sistema de la ONU se volvieron más frecuentes en la época de Echeverría.

Esta preocupación desembocó en la Conferencia Mundial de Estocolmo, el Informe Bruntland, la Conferencia de Río sobre Medio Ambiente y la Cumbre de Desarrollo Sustentable de Johannesburgo. Víctor habría de estar muy activo también en las cumbres de población y en la social, salvo en la de Johannesburgo de 2002, cuando su salud ya no se lo permitió.

El Centro Tepoztlán, que hoy lleva su nombre, creado en 1981, y la Sección Mexicana del Club de Roma en 1991 habrían de constituir, después de la conclusión de su presidencia en El Colegio de México, mecanismos para la reflexión y el diálogo interdisciplinario e independiente con expertos internacionales y locales, así como con el gobierno, los empresarios y los líderes de la sociedad civil. He tenido la oportunidad de presidir ambos y comprobarlo.

Durante el gobierno de José López Portillo, las ventas de petróleo llegaron a representar 76% de las exportaciones, México recuperaba el crecimiento y soñaba con una rápida industrialización, basada crecientemente en deuda externa. Urquidi dio señales de alerta, pero tuvo poco éxito en promover ajustes realistas. “Como ha ocurrido en muchas etapas de la historia económica de México, todo se hizo con exceso”, habría de insistir.

Tras de la crisis del petróleo y de la deuda en 1981-1982 lo recuerdo en largas pláticas con Jesús Silva-Herzog Flores, secretario de Hacienda, sobre los grandes desafíos financieros de México y las posibles soluciones. Víctor argumentaba que se había cometido un error enorme al mantener artificialmente el tipo de cambio y al haber contraído una gran deuda externa. Había que repensar el país y fortalecer de nuevo la banca privada mexicana (no extranjerizarla) y la banca de desarrollo.

Urquidi observó con cierto escepticismo la entrada de México al TLCAN y lamentó la apertura acelerada, indiscriminada y asimétrica al comercio internacional y a la inversión extranjera, que descuidaba la necesidad de impulsar un empresariado nacional schumpeteriano, innovador, social y ambientalmente responsable y de un gobierno con visión de largo plazo.

En su opinión -como lo destaca su excelente biógrafo, Joseph Hodara (2014)-, “el ingreso de México a la OCDE no ayudó: aparejó un optimismo ilusorio. Seguía siendo México un país subdesarrollado con una gran polarización sectorial y en el ingreso […] frente a una gran masa de gente que no tiene que comer”; aunque años más tarde reconoció que había obligado a seguir “algunas prácticas internacionales virtuosas”.

Víctor Urquidi fue un intelectual y hombre público, nacional y global, de múltiples intereses y dimensiones. Releamos su importante y extensa obra publicada por El Colegio de México, el Fondo de Cultura Económica y El Trimestre Económico a la luz de la coyuntura y los desafíos previsibles de México y el mundo.

Referencias bibliográficas

Hodara, J. (2014). Trayectoria intelectual. México: El Colegio de México. [ Links ]

Urquidi, V. L. (coord.) (1996). México en la globalización. Condiciones y requisitos de un desarrollo sustentable y equitativo. México: Fondo de Cultura Económica. [ Links ]

Urquidi, V. L. (2005). Otro siglo perdido. Las políticas de desarrollo en América latina (1930-2005). México: Fondo de Cultura Económica. [ Links ]

Recibido: 30 de Mayo de 2019

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