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Anuario de letras. Lingüística y filología

versión On-line ISSN 2448-8224versión impresa ISSN 2448-6418

Anu. let. lingüíst. filol. vol.6 no.2 Ciudad de México jul./dic. 2018  Epub 06-Dic-2021

https://doi.org/10.19130/iifl.adel.6.2.2018.1519 

Artículos

Evolución de las colocaciones causativas emocionales del latín al español1

THE EVOLUTION OF CAUSATIVE EMOTION COLLOCATIONS FROM LATIN TO SPANISH

María Isabel Jiménez Martínez1  *

Chantal Melis2  **

1Universidad Nacional Autónoma de México

2Universidad Nacional Autónoma de México


Resumen

En el español actual el verbo dar es el preferido para aparecer en colocaciones emocionales con valor causativo del tipo de dar alegría o dar pena. En épocas anteriores, sin embargo, con antecedentes que se remontan al latín, las mismas construcciones admitían otros verbos, en particular, hacer y poner. En el presente trabajo, rastreamos la evolución de algunas colocaciones causativas emocionales con estos tres verbos desde el siglo xiii hasta el siglo xx, prestando especial atención a los cambios que tuvieron lugar en la transición del latín a la lengua romance. Desde esta perspectiva, destaca el uso innovador de poner con el sentido de ‘causar una emoción’, atribuible, en nuestra propuesta, a la pervivencia en español de un patrón combinatorio fuertemente asentado en la lengua latina que facilitó el deslizamiento semántico e impulsó la rivalidad con dar en las colocaciones analizadas a lo largo de varios siglos.

Palabras clave: colocación verbo-nominal; causatividad; sustantivos de emoción; español; latín

Abstract

In contemporary Spanish collocations involving a notion of causation and a noun referring to an emotion are regularly formed with dar ‘to give’, as in dar alegría ‘to make happy’ or dar pena ‘to cause to feel shame’. At earlier stages of the language, however, with models rooted in Latin, these constructions licensed other verbs, in particular, hacer ‘to do, to create’ and poner ‘to put’. In the present paper, we trace the evolution of some causative emotion collocations with the three mentioned verbs from the 13th to the 20th century, paying special attention to the changes that took place in the transition between Latin and the Romance language. From this perspective, the phenomenon of major interest lies in the innovative use of poner meaning ‘to cause an emotion’, which, under our proposal, can be attributed to the persistence in Spanish of a collocational pattern firmly entrenched in Latin that contributed to the semantic shift and motivated the competition with dar in the constructions under study for many centuries.

Key words: verb-noun collocations; causativity; emotion nouns; Spanish; Latin

1. Introducción

Muchas de las expresiones que empleamos en nuestro día a día en español son colocaciones, definidas por la Nueva gramática de la lengua española como “combinaciones restringidas de voces cuya frecuencia de coaparición es muy elevada” (NGLE, 2009: §34.4h). Es decir, son combinaciones que, de forma frecuente, preferente e idiosincrásica, emplea la comunidad lingüística para referirse a ciertas realidades, del tipo de cerrar herméticamente, vino tinto, locamente enamorado o dar un paseo. Como se ve, estas construcciones pueden adoptar distintas estructuras sintácticas -verbo + adverbio, nombre + adjetivo, adverbio + adjetivo, etcétera-, de entre las cuales, las más productivas y mejor estudiadas en los últimos años desde diferentes perspectivas y lenguas han sido las colocaciones verbo-nominales con el sustantivo en función de objeto, como pedir limosna, tener apetito o causar felicidad.

La mayor parte de los estudios que se han llevado a cabo al respecto (cf. Alonso Ramos, 2004; Baños, 2014, 2016; Gross y Pontonx, 2004; Koike, 2001; Langer, 2005; entre otros) coinciden en señalar que son los nombres, siempre predicativos, los que aportan el contenido léxico a la construcción y los que seleccionan de forma restringida los verbos con los que se combinan. De modo que en una colocación como dar un beso, beso es el núcleo semántico del conjunto y el que selecciona el verbo, en este caso, dar, que participa prestando las categorías de tiempo, voz, persona, número y modo a la construcción. Aquí, beso es, por decirlo en otras palabras, un sustantivo hecho predicado.

En el español actual conforman un grupo especialmente nutrido las colocaciones en las que participan nombres de emoción, tales como infundir ánimos, meter ganas, causar vergüenza, entrar miedo, tener pánico o perder la ilusión. De estas, en nuestro trabajo nos interesan en particular aquellas con un significado causativo, como dar un susto o dar alegría, que alternan en el uso con verbos simples del tipo de asustar y alegrar, respectivamente.

Estas construcciones se caracterizan por expresar eventos emocionales en los que participa un ser humano que experimenta la emoción predicada por el sustantivo, al que llamamos experimentante, y un elemento que desencadena dicha emoción, el estímulo (para el término ‘estímulo’, véanse Blansitt, 1978; Croft, 1991; Talmy, 1985). Tanto la colocación dar alegría (1a) como el verbo alegrar (1b) codifican estos participantes siguiendo el mismo esquema sintáctico: el estímulo ocupa la posición de sujeto, mientras que el experimentante se expresa en caso dativo:2

(1)

  1. a. No sabes la alegría que me das, Iósele (2000, S. Gertopan, El nombre prestado)

  2. b. También le alegró que el dormitorio volviera a ser común (1991, S. Pitol, La vida conyugal)

Como ya se ha dicho (Alba-Salas, 2007; García Salido, 2017; Jiménez Martínez y Melis, 2017), en el español de nuestros días el verbo preferido para participar en este tipo de colocaciones causativas es dar -dar ganas, dar pánico, dar coraje, dar pereza, etcétera-, aunque no siempre ha sido así: en etapas anteriores del español, como veremos en este trabajo, compite con otros verbos, en particular, hacer y poner, que luego decaen en el uso en beneficio de dar.

El dato llamativo, desde una perspectiva histórica, es que la evolución de las colocaciones causativas emocionales implicó una serie de cambios con respecto a la situación que imperaba en latín. Como también discutiremos en este trabajo, el verbo preferido para la formación de estas colocaciones era facere, mientras que dare especializaba su uso en contextos poéticos y ponere ni siquiera participaba en colocaciones emocionales con sentido causativo.

Los cambios que llevan del latín a la conversión de dar en el verbo prototípico de las colocaciones causativas emocionales en español son el tema del presente trabajo, basado en un estudio de datos de corpus. Adelantamos que, por razones que se aclararán en su momento, estaremos principalmente interesados en entender cómo poner llega a formar parte de los verbos que compiten para la expresión del sentido causativo en estas colocaciones y cuáles son los factores que explican su permanencia como variante, frente a dar, a lo largo de varios siglos. En nuestra hipótesis, como se verá, jugó un papel fundamental el arraigo en latín de un patrón combinatorio específico, caracterizado por la unión de ponere con ciertos nombres de emoción, que en su paso al español adoptó un valor causal. Es decir, la combinación heredada del latín se mantuvo intacta desde un punto de vista formal, aunque en su interior el verbo sufrió un cambio semántico.

El trabajo está organizado de la siguiente manera. Después de esta Introducción, describimos las colocaciones causativas que se formaban con los verbos facere, dare y ponere en la lengua latina (sección 2). Los datos utilizados para el estudio diacrónico de las colocaciones causativas emocionales en español se presentan en la sección 3. En la sección 4 ofrecemos un panorama global de los verbos que han participado en estas construcciones y mostramos que hacer, poner y dar han sido los preferidos para la expresión de la causatividad emocional a lo largo de la historia del español. En la sección 5 esbozamos la competencia entre estos tres ítems verbales, y en la sección 6 abordamos las motivaciones de la rivalidad entre poner y dar, intentando dilucidar los factores que la promovieron y también las razones por las que poner termina cediendo el paso a dar en la época moderna. Por último, en la sección 7 recogemos las principales conclusiones de nuestro trabajo (haciendo hincapié en la importancia de los patrones combinatorios latinos para explicar la deriva de las colocaciones con estos verbos en la historia del español).

2. Antecedentes latinos

Como apuntamos en la Introducción, los verbos facere, dare y ponere del latín -origen de hacer, dar y poner, respectivamente- también conforman colocaciones verbo-nominales con sustantivos de emoción, aunque con alcance, funciones y contextos de uso distintos a los que arroja el español. En esta sección, esbozamos el panorama de las colocaciones latinas, con el fin de que sirvan como punto de referencia para el análisis diacrónico de las colocaciones causativas emocionales en español que conforman nuestro objeto de estudio. El resumen que aquí presentamos está basado en los trabajos de Baños (2014, 2016), Jiménez Martínez (2016), Mendózar (2015, 2018) y Tur (2018) en los que, desde diferentes perspectivas, se rastrea la combinatoria léxica de una serie de sustantivos emocionales en latín arcaico, clásico y posclásico. En concreto, presentamos aquí los datos de los nombres metus ‘miedo’, spes ‘esperanza’, laetitia ‘alegría’, pavor ‘pavor’, cura ‘preocupación’ y tristitia ‘tristeza’, en combinación con los verbos facere, ponere y dare.3 Como se verá en seguida, los estudios revelan que mientras facere y dare comparten el mismo esquema sintáctico con el estímulo en función de sujeto, ponere, a diferencia de estos, participa en dos construcciones emocionales en las que el experimentante de la emoción predicada ocupa siempre la casilla de sujeto del verbo: una colocación donde, metafóricamente, el sujeto se concibe como colocando su emoción en un estímulo: spem ponere ‘poner la emoción en algo o alguien’, y otra en la que sucede el evento contrario: el sujeto abandona la emoción que sentía: metum ponere ‘abandonar el miedo’.

2.1. Facere

El verbo latino facere ‘hacer’, cuyo significado incluye el sentido ‘causar’ (Ernout y Meillet, [1932] 2001, s.v. facio; López Moreda, 1987), configura la colocación causativa por excelencia de no pocos sustantivos predicativos (Brucale y Mocciaro, 2013; Garnier, 2014; Hoffmann, 2016), de entre los cuales una buena cantidad son nombres de emoción: spem facere ‘dar esperanzas’ en (2a), metum facere ‘dar miedo’ en (2b) o tristitiam facere ‘causar tristeza’ son solo una muestra de ello:

(2)

  • a. stipendii spem propinquam facere

  • pagaGEN esperanzaAC cercanaAC hacerINF

  • dar esperanzas de que se cobraría pronto la paga’ (Liv. 28,25,9)

  • b. ipsae minae metum fecerant expertis

  • estasNOM amenazasNOM miedoAC hacerPFV.3PL expertosPTCP.DAT

  • ‘la sola amenaza había provocado el pánico en los experimentados’ (Liv. 9,41,11)

Este verbo -junto con su compuesto afficere-4 es el preferido para la expresión de predicados causativos con nombres de emoción, algo que no debe extrañar teniendo en cuenta que actualmente continúa siendo la opción favorita en lenguas romances como el catalán (fer nosa ‘dar asco’), el italiano (fare paura ‘dar miedo’) o el francés (faire honte ‘dar vergüenza’).5

2.2. Dare

De la misma manera que en el español actual, la lengua latina también utiliza el verbo dare ‘dar’ como mecanismo para expresar la causatividad (Garnier, 2014; Hoffmann, 2016; Martín Rodríguez, 1996). Lo hace en construcciones como fugam dare ‘poner en fuga a alguien’ o nomen dare ‘dar nombre a alguien’, pero también con algunos sustantivos de emoción, como spes ‘esperanza’, laetitia ‘alegría’ o gaudium ‘gusto’, tal como se ilustra en (3):

(3)

  • a. His dictis […] spemque dedit dubiae menti

  • estas palabras […] esperanzaAC darPFV.3SG. dudosoDAT corazónDAT

  • ‘Con estas palabras […] dio esperanza al corazón dudoso’ (Verg. Aen. 4,55)

  • b. Inuita, Ulixe, gaudium Danais dabo De mala ganaNOM Ulises gustoAC GriegosDAT darFUT.1SG

  • ‘De mala gana, Ulises, daré gusto a los griegos’ (Sen. Troad. 594)

Para los propósitos del presente trabajo, importa destacar que los nombres de emoción con los que dare se combina en latín se refieren generalmente a sentimientos positivos. Y de manera más significativa aún, habrá que tener en mente que el uso de dare como causativo emocional tiende a aparecer en contextos poéticos -como sucede en el texto de Virgilio en (3a)- y en obras teatrales de Plauto o de Séneca -como el ejemplo de Troades que ilustramos en (3b)-. Es decir, en comparación con facere, que predomina en las colocaciones causativas emocionales, el verbo de transferencia dare representa una opción minoritaria vinculada a ciertos géneros discursivos.

2.3. Ponere

A diferencia de facere y dare, el verbo ponere no participa de este tipo de predicaciones causativas.6 Aparece en colocaciones con nombres de emoción, pero estas no presentan un estímulo en posición de sujeto, sino que, siempre con el experimentante como sujeto, pueden expresar el evento de colocar una emoción en un estímulo -como en spem ponere ‘poner la esperanza en algo’- o el de dejar de sentir una emoción -en el caso, por ejemplo, de metum ponere ‘abandonar el miedo’-. Para entender mejor estas construcciones, vamos a describir, en primer lugar, las diferentes posibilidades semántico-sintácticas del verbo ponere, para, después, pasar a relacionarlas con sus usos colocacionales.

En latín el verbo ponere cuenta con dos acepciones básicas asociadas a dos marcos predicativos distintos que divergen entre sí sintáctica y semánticamente: una acepción con estructura triargumental, cuyo sentido es ‘poner algo en un lugar’ (4a), que se ha conservado en español, y un significado, perdido en el paso del latín a las lenguas romances, con estructura biargumental, que se asocia a la traducción ‘abandonar’ o ‘dejar algo’ (4b):

(4)

  • a. Vulpinos catulos aquila […] nido-que posuit

  • de zorroAC cachorrosAC águilaNOM nidoABL-y poner.PFV.3SG

  • ‘y el águila puso los cachorros de la zorra en el nido’ (Phaed. 1,28,4)

  • b. ponere illum statim tunicam […] iussit

  • abandonarINF élAC inmediatamente túnicaAC ordenóPFV.3SG

  • ‘le ordenó que se quitara la túnica al momento’ (Sen. ira 3,12,5)

Esta segunda acepción (‘abandonar algo’) -que se puede reconocer en español, por ejemplo, en la conocida frase arma ponere, que aún hoy traducimos por un compuesto de poner (deponer las armas)- en realidad fue la primera desde el punto de vista diacrónico (Ernout y Meillet, [1932] 2001, s.v. pono). A partir de la idea original ‘abandonar algo’, con el tiempo se empezó a explicitar el lugar concreto en el que se dejaba aquello que uno abandonaba, de modo que la estructura biargumental primera de ponere sufrió un aumento de valencia y adoptó el significado ‘dejar algo en un lugar’ o ‘poner algo en un lugar’ (Jiménez Martínez, 2016), que ha llegado a las lenguas romances.

Pues bien, lo que nos interesa de esto en relación con las construcciones que aquí estamos analizando es que a cada uno de estos dos significados de ponere se asocian unas colocaciones emocionales con características semánticas y sintácticas diferentes: las del tipo spem ponere ‘poner la esperanza en algo o alguien’, relacionadas con la acepción ‘poner algo en un lugar’ (§2.3.1), y las del tipo metum ponere ‘abandonar el miedo’, vinculadas al sentido ‘abandonar / dejar algo’ (§2.3.2.).

2.3.1. Colocaciones del tipo spem ponere

A la estructura triargumental de ponere se asocian las colocaciones spem ponere ‘poner la esperanza en algo o alguien’ -la construcción más frecuente, con mucho, de las que se forman con este verbo en latín-7 y curam ponere ‘poner el interés, el cuidado o la preocupación en algo o alguien’. En ellas, se describe el momento en el que se empieza a experimentar el estado emocional designado -la esperanza, en (5a), y la preocupación o interés, en (5b)-; por decirlo de otro modo, estamos ante versiones perifrásticas de los verbos latinos sperare ‘tener esperanza’ y curare ‘ocuparse o interesarse por algo’:

(5)

  • a. spem vitae in limine clauso ponit

  • esperanzaAC vidaGEN en puertaABL cerradaABL ponerPRS.3SG

  • ‘pone la esperanza de salvar su vida en que esté cerrada una puerta’ (Lucan. Phars. 10,456-460)

  • b. ut omnis mihi cura et opera posita sit

  • que todoNOM yoDAT interésNOM y actosNOM ponerSUBJ.PFV.PAS.3SG

  • in hominum periculis defendendis

  • en hombresGEN peligrosABL defenderGERVO.ABL

  • ‘que todo mi interés y todos mis actos se pongan en defender a los hombres que se hallan en peligro’ (Cic. Cluent. 157,4)

Ambas colocaciones siguen, pues, el esquema de tres argumentos que heredó el español en sus primeras etapas y que se ha mantenido hasta la actualidad con un número más o menos restringido de sustantivos, de entre los cuales los más comunes son: esperanza (poner la esperanza en algo o alguien), confianza (poner la confianza en algo o alguien), cuidado (poner [el] cuidado en algo o alguien), cariño (poner el cariño en algo o alguien), entusiasmo (poner el entusiasmo en algo) o esfuerzo (poner [el] esfuerzo en algo).8

Vale la pena destacar que en este grupo de colocaciones la emoción se entiende como enfocada hacia el evento, la cosa o la persona que la instiga (Fedriani, 2014; Osmond, 1997; Pesetsky, 1995), del mismo modo que en verbos como amar, anhelar o temer el estímulo se conceptualiza como la meta hacia la que se dirige el amor, el anhelo o el temor, respectivamente (Bogard, 1993). Es decir, en ellas, el experimentante pone su atención en el desencadenante del sentimiento, que se concibe metafóricamente como el contenedor en el que la emoción se coloca (cf. ‘poner la esperanza en algo o alguien’). Como vemos en estas colocaciones, el vínculo entre los diferentes participantes del predicado emocional se expresa a partir de una metáfora que relaciona los sentimientos con el campo de la locación. De acuerdo con esta metáfora, muy común en las lenguas del mundo, es habitual que las emociones se conciban como objetos que se mueven, generalmente, hacia la mente de la persona que las experimenta, entendida como un contenedor en el que esos objetos abstractos se instalan (Kövecses, 2000; Lakoff y Johnson, 1986; Sandstörm, 2006). Buen ejemplo de esto es la construcción meter un susto a alguien, en la que el susto se percibe como una cosa que acaba dentro de un contenedor, que es la persona que lo recibe (o padece), el experimentante. Frente a este tipo de ejemplos muy bien estudiados en la bibliografía, las colocaciones como poner esperanza en algo o alguien interpretan que las emociones son objetos que se instalan, no en el ser humano que las experimenta, sino en el evento, la persona o la cosa que provoca la emoción, es decir en el estímulo de la experiencia mental, visualizado, en este caso, como el contenedor en que se ubica la emoción.

2.3.2. Colocaciones del tipo metum ponere

Al verbo ponere con el significado de ‘abandonar’ o ‘dejar algo’ -que ya no se conserva en las lenguas romances- se asocian colocaciones como metum ponere ‘deponer o abandonar el miedo’, timorem ponere ‘deponer o abandonar el temor’, amorem ponere ‘abandonar el amor’ o ‘dejar de sentir amor’ o pudorem ponere ‘abandonar la vergüenza’ o ‘dejar de sentir vergüenza’, todas ellas con un matiz terminativo, puesto que se centran en el final de la emoción predicada por el sustantivo (Alonso Ramos, 1998), como podemos ver en los siguientes ejemplos:

(6)

  • a. Pone metum, Cerinthe

  • deponerIMP. 2SG miedoAC Cerinto

  • Depón tu miedo, Cerinto’ (Tib. 3,10,15)

  • b. posito-que timore, Icarus volat

  • abandonarPTCP.ABL-y temorABL ÍcaroNOM volarPRES.3 SG

  • ‘y abandonado el temor, Ícaro vuela’ (Ov. ars am. 2,75-76)

Estas colocaciones terminativas -bastante productivas en el latín clásico y posclásico-9 no se han conservado en ninguna etapa de la lengua española. Sin embargo, como desarrollaremos más adelante, en algunos momentos del español encontramos estos mismos sintagmas, por ejemplo, poner el miedo en alguien y poner el temor en alguien, que ya no presentan el matiz terminativo del latín, sino que incorporan un valor causativo: ‘alguien o algo causa que una persona sienta miedo o temor’. El hecho de que en la lengua española se repitan exactamente las mismas combinaciones léxicas que en latín nos llevará a proponer que el arraigo de dichos patrones latinos jugó un papel importante en el afianzamiento de las colocaciones con poner causativo en español (véase infra, §6.2).

3. Conformación del corpus

Los datos diacrónicos en que se basa el presente estudio sobre las colocaciones causativas emocionales en español fueron extraídos del Corpus del españolde Mark Davies. A la luz de los antecedentes latinos, donde pudo observarse que la semántica positiva (laetitia ‘alegría’) o negativa (metus ‘miedo’) de los sustantivos de emoción parecía influir en la elección del verbo con los que se combinaban, decidimos emprender el estudio detallado de todas las colocaciones formadas con seis sustantivos de emoción, tres de ellos de sentido negativo -miedo, temor y horror- y tres de sentido positivo -ánimo, solaz y felicidad-.10

Tras este primer paso, identificamos todas las colocaciones verbo-nominales en las que estos aparecían en función de objeto, tales como tener horror, perder el ánimo, cobrar miedo o causar felicidad, y las clasificamos atendiendo a sus valores semánticos y aspectuales. Finalmente, descartamos todas aquellas expresiones que no tenían el sentido causativo de interés para el presente trabajo.

El total de datos con los que se realizó el estudio diacrónico de las colocaciones causativas emocionales en español suma 2,592 ejemplos. Como se verá en la síntesis que ofrecemos en la sección 4, la causatividad emocional se expresa con un conjunto muy amplio de verbos pertenecientes a distintos campos semánticos. No obstante, los datos revelan que entre las distintas opciones destacan tres unidades verbales que se repiten en el uso con mayor sistematicidad, a saber, hacer, dar y poner. De estos tres verbos y de la competencia entre ellos nos ocuparemos con mayor detenimiento en la sección 5.

4. Las colocaciones causativas emocionales

Todos los verbos que vamos a enumerar y a describir a continuación adquieren un valor causativo en combinación con (alguno de) los seis sustantivos de nuestro corpus, y, sin embargo, cada uno de ellos posee un significado léxico propio que despliega cuando se emplea en la libre combinatoria de palabras. Por ejemplo, en la colocación infundir temor, infundir podría parafrasearse por causar, pero su significado original -derivado de la voz latina infundere- hace referencia a la acción de verter un líquido en un recipiente.

Siguiendo a Lakoff y Johnson (1986), aquello que hace posible que se vincule el significado primario de estos verbos con el valor causativo es la existencia -en un buen número de casos- de un nexo metafórico que relaciona dominios de la realidad física con dominios abstractos: retomando el ejemplo de infundir temor, este verbo se entiende como causativo puesto que existe una metáfora conceptual muy extendida en las lenguas del mundo que relaciona el movimiento (más o menos prototípico) con la causa.

A partir de estas premisas, hemos organizado los verbos de nuestro corpus -de acuerdo con su significado original- en tres categorías semánticas, que presentan metáforas conceptuales diferentes relacionadas con la causatividad (cf. Stefanowitsch, 2001: 211ss.): causativos léxicos, causativos de movimiento y causativos de transferencia, tal como mostramos en el cuadro 1 (inspirado en Stefanowitsch, 2001).

Cuadro 1 Distribución semántica de los verbos de las colocaciones causativas emocionales 

Causativos léxicos (creación es causación) hacer, causar, provocar, producir, crear, elaborar, originar, etcétera
Causativos de movimiento (movimiento es causación) poner, meter, inducir¸ infundir, llevar, introducir, inspirar, esparcir, levantar, etcétera
Causativos de transferencia (movimiento es causación) dar, ofrecer, proporcionar, etcétera

Consideramos causativos léxicos los verbos de creación, es decir, aquellos que llevan implícito en su significado el sentido ‘causar’. Dentro de este grupo, hacer, descendiente directo del latín facere, es el verbo preferido para expresar la causatividad emocional en el español de la Edad Media, aunque es mucho menos productivo que en la lengua madre y está destinado a menguar en beneficio del nuevo romance causar a partir del siglo XV. En el español clásico, el corpus muestra una importante ampliación en la nómina de verbos causativos léxicos: se introdujeron al paradigma términos como provocar, producir o engendrar, y, más modernamente, otros como originar o generar. En (7) ofrecemos algunos ejemplos:

(7)

  • a. dixole en pero que lançarote & su Señora non se asentaron ala tabla por

  • çenar mas por fazer solaz alos huespedes que el amaua de coraçon (siglo xiv, Anónimo, Cuento de Tristán de Leonís)

  • b. Una fuente dulce y clara Y de olivas cantidad, Y de Baco la amistad, Que nunca me desampara, Causan mi felicidad. (1548, J. de Mal Lara, Recibimiento que hizo la muy noble y muy leal ciudad de Sevilla a la C.R.M. del Rey don Felipe N.S.)

  • c. Produjo mucho temor en los reinos de esta otra parte del Mediterráneo la desmedida fuerza y elevación de aquel bárbaro (1734, F. de Botello de Moraes, Historia de las Cuevas de Salamanca)

Por su parte, los causativos de movimiento (Crego García, 2000: 95-100) -también conocidos como verbos de movimiento causado (Goldberg, 1995: 60; Pereira, 2013: 142; Stefanowitsch, 2001: 292ss.)- son una serie de verbos transitivos de tres argumentos que, en combinación con ciertos nombres de emoción -como sosiego, en ‘alguien o algo trae sosiego a alguien’, por poner solo un ejemplo-, adquieren un sentido cercano a ‘causar’ a partir de una metáfora que conceptualiza la entidad que provoca el cambio de lugar (sujeto) como la ‘causa’ de la emoción.11

En la etapa más temprana del español los verbos de movimiento documentados en nuestro corpus son poner y, en menor medida, meter. Ninguno de ellos está atestiguado en colocaciones de este tipo en latín, sin embargo, también en el italiano del siglo xiii aparecen ambos con el sustantivo paura (‘miedo’): mettere paura y porre paura (Corpus OVI dell’italiano antico),12 lo que nos lleva a pensar que su uso como verbos causativos es una innovación de las lenguas romances o en todo caso del latín tardío. Un aspecto interesante de este par de verbos es que -sobre todo con miedo- meter predomina en los inicios, mientras que ya en el siglo xv reduce su presencia en favor de poner, para introducirse con fuerza de nuevo en el siglo xix en una construcción que se mantiene hasta la actualidad.13 Junto a poner, en la época clásica de la lengua española se desarrollaron nuevas colocaciones con verbos de movimiento, como inspirar o infundir. Recogemos algunas de estas colocaciones en ejemplos como los que siguen (8):

(8)

  • a. ¿Quién es usted, que parece haberle metido el miedo en el cuerpo al régimen castrista? (siglo xx, A. Sánchez Gijón, Entrevista: ABC)

  • b. Todo vecino, cualquier miembro de la sociedad vivía confiado y seguro de que nadie, sino su propio juez, esto es, un ciudadano y amigo, tenía poderío para inspirarle temor (1794, F. Martínez Marina, Teoría de la Corte o Grandes Juntas Nacionales)

  • c. ver elevado entonces al cardenalato a Marefoschi del cual constaba que infundía ánimos al Papa (1843, A. Ferrer del Río, Historia del reinado de Carlos III en España)

Por último, conforma colocaciones causativas otro grupo de verbos trivalentes: los verbos de transferencia, cuyo representante prototípico es dar. Los verbos de esta clase están íntimamente relacionados con los verbos de movimiento causado, ya que incluyen en su significado tanto una idea de causación como una noción de locación. En efecto, su base causativa se entiende por el hecho de que dar es ‘hacer o causar que alguien tenga algo’ (Cano Aguilar, 1981: 124), y tener algo, a su vez, significa que ese algo está en el ámbito de alguien, lo que nos lleva directamente a su idea de locación (Cifuentes Honrubia, 2015). Presentamos a continuación un par de ejemplos de colocaciones emocionales con proporcionar y ofrecer, dos verbos de esta clase semántica que aparecen en nuestro corpus a partir del español clásico:

(9)

  • a. y lo eligió para cabeza de los creyentes, y le ofreció la más cumplida felicidad que tuvo en la ley natural otro algún patriarca (1630, J. de Palafox y Mendoza, Cartas Pastorales)

  • b. Su matrimonio con la viuda Esperanza de Mendoza (1634) tampoco le proporcionó ninguna felicidad (siglo xx, Encarta: Francisco de Quevedo y Villegas)

Como vemos, existe una gran riqueza de ítems léxicos para expresar el sentido causativo con sustantivos emocionales, sin embargo, tres de ellos se han repetido con más insistencia y protagonismo a lo largo de la historia del español: hacer, poner y dar. Estos tres verbos han estado conviviendo y compitiendo entre sí en las diferentes etapas de nuestra lengua, tal y como se puede observar en los ejemplos que a continuación presentamos, que dan una idea del panorama que vamos a discutir en las siguientes secciones (10):

(10)

  • a. Miedo faze alos onbres fazer & dezir cosa sin guisa (1252-1284, Alfonso X,

  • Siete Partidas)

  • b. Groenlandia, con los fuegos que miras a aquella parte, pone horror a los Tritones y Osas (1734, F. Botello de Moraes, Historia de las Cuevas de Salamanca)

  • c. son cuerpos llenos de claridad que dan solaz al mundo / contra las tiniebras dela noche (1529, fray Vicente de Burgos, Liber de proprietatibus rerum en romance: hystoria natural do se trata las p[ro]piedades d'todas las cosas)

5. Competencia de poner y dar

Es preciso mencionar que la evolución de las colocaciones causativas emocionales en español ha sido abordada en otros trabajos, con el acento puesto en la competencia entre hacer y dar que desemboca en la victoria del segundo sobre el primero (Alba-Salas, 2007; García Salido, 2017). En nuestros datos, sin embargo, se observa con claridad que hacer, descendiente del verbo preferido para la expresión de predicados causativos con nombres de emoción en latín (cf. supra, §2.1), mantiene su presencia durante los primeros siglos de la lengua española (29.4%) y entra en un proceso de declive en el español clásico (9.3%) solo para remontar ligeramente en la época moderna (11.4%) gracias a la recurrente asociación con el sustantivo felicidad.14

En cambio, el verbo poner participa de estructuras causativas desde los primeros testimonios escritos del español (53.9%), sigue siendo productivo durante la época clásica (42.4%) y declina en el español moderno (5.5%) para desaparecer por completo en la actualidad. Por su parte, dar, que presenta un uso más modesto en el medievo -y se vincula principalmente a sustantivos positivos- (16.7%), extiende y diversifica su potencial combinatorio a partir del siglo xvi (48.3%) y termina por convertirse en la opción preferida con todo tipo de nombres de emoción en la modernidad (83.1%). Los datos que apoyan este panorama evolutivo están recogidos en el cuadro 2, que los presenta divididos en las tres etapas de la historia del español: el español medieval (desde el siglo xii al siglo xv); el español clásico (del siglo xvi al siglo xviii); y el español moderno (desde el siglo xix): 15

Cuadro 2 Frecuencia de aparición de dar, poner y hacer en colocaciones causativas en diacronía 

Español Medieval Español Clásico Español Moderno
dar 17 (16.7%) 398 (48.3%) 482 (83.1%)
poner 55 (53.9%) 349 (42.4%) 32 (5.5%)
hacer 30 (29.4%) 77 (9.3%) 66 (11.4%)
Total 102 (100%) 824 (100%) 580 (100%)

Gráfica 1 Evolución de los verbos dar, poner y hacer en colocaciones causativas emocionales 

A grandes rasgos, la historia de dar sigue un patrón que puede considerarse como el más típico -o al menos el más documentado- en estudios sobre cambio lingüístico: este verbo sufre un proceso de extensión, conocido como ‘host-class expansion’ (Himmelmann, 2004; Traugott, 2010), por el cual el uso de una determinada forma gramaticalizada se extiende a nuevos contextos y aumenta considerablemente su número de colocaciones posibles, ampliando, así, su productividad. El verbo hacer, en comparación, deja entrever un camino de evolución que progresa en el sentido opuesto. En este caso, bajo un escenario también muy familiar, una forma antigua es desplazada por una nueva en una de sus funciones. Por último, frente a los procesos regulares de dar y hacer, poner presenta una historia más anómala y llamativa: el valor causativo que aporta a las colocaciones que estamos estudiando es una innovación de las primeras etapas del español, que alcanza cierto auge, antes de desaparecer en beneficio de dar.

Desde la perspectiva del latín, donde hacer predominaba como verbo preferido para las colocaciones causativas emocionales, la presencia tanto de dar como de poner en esta área de la gramática del español implica un cambio. La diferencia entre los dos verbos radica en la magnitud del cambio. Con respecto a dar, se recordará que su homólogo latino, en contextos restringidos al lenguaje poético, ya formaba colocaciones de este tipo, de modo que el aspecto innovador asociado con la evolución de dar en español consiste en un proceso de expansión y generalización a partir de un uso minoritario, pero existente en la lengua madre. En el caso de poner, por el contrario, el desarrollo del sentido causativo que el verbo adquiere en dichas colocaciones representa una auténtica innovación, sin antecedente en el latín.

En lo que viene a continuación, ahondaremos en los rasgos semánticos y sintácticos de poner que pueden ayudar a entender mejor el cambio que sufrió el verbo en su paso del latín al español (§6.1) y, posteriormente, intentaremos explicar por qué la competencia entre dar y poner, observable a lo largo de los siglos hasta llegar a la época moderna, se salda con el triunfo del primero sobre el segundo (§6.2).

6. Poner causativo

6.1. Propiedades semántico-sintácticas compartidas entre dar y poner

El desarrollo en español de la colocación causativa algo (estímulo) pone una emoción en alguien (experimentante) se puede atribuir, en nuestra propuesta, a la interacción de varios fenómenos que en su conjunto propiciaron el cambio. En primer lugar, debió influir el hecho de que ponere en latín tenía un uso bien establecido y muy frecuente en colocaciones con nombres de emoción, las del tipo spem ponere (el experimentante pone la esperanza en un estímulo) y las del tipo metum ponere (el experimentante abandona el miedo que siente) (cf. supra, §2.3). No cabe duda de que la relación que ponere había entablado con el campo semántico de las emociones facilitó en parte la extensión semántica que ocurrió después en español.

En segundo lugar, es importante subrayar que los verbos poner y dar comparten características semánticas y sintácticas que los hacen muy afines entre sí. El primero, en su uso básico (alguien pone algo en algún lugar), denota el cambio de locación de un objeto causado por la acción de un agente, mientras que el segundo se especializa en la expresión de un evento de transferencia entre dos participantes humanos (alguien da algo a alguien). Aunque los dos verbos pertenecen a campos semánticos distintos, sus estructuras trivalentes y el rasgo de ‘movimiento’, físico o abstracto, que subyace en su significado los relaciona de manera estrecha (Lyons, 1967; Goldberg, 1995; Rappaport y Levin, 2008; entre muchos otros).

Visto así, y tomando en cuenta que el verbo de transferencia latino dare ya se empleaba en colocaciones causativas emocionales y no hizo sino extender esta función en español, es plausible sugerir que dar actuó como modelo para la atracción de los verbos de movimiento como poner al ámbito de estas construcciones.

En principio, frente a dar, poner se visualiza como menos apto para evocar el surgimiento de una emoción en alguien. En efecto, el evento de transferencia que apunta el verbo dar se actualiza prototípicamente con una ‘meta’ de carácter humano en caso dativo: se dan cosas a personas, mientras que poner, en su uso espacial básico, se combina típicamente con una ‘meta’ locativa referida a un lugar y generalmente formalizada mediante una frase preposicional: se ponen cosas en lugares. Sin embargo, puede suceder que en algunos contextos el verbo poner exprese el destino del movimiento mediante un referente humano: puso el sombrero en la cabeza de Luis, en cuyo caso estaríamos ante una meta no prototípica o marcada, ya que lo que esperamos como tercer argumento de este verbo no es una persona, sino un lugar o un objeto estático (Kittilä, Västi y Ylikoski, 2011: 12; Melis y Rodríguez Cortés, 2017).

A partir de esta premisa, podemos entender que tanto el verbo dar como poner sean susceptibles de participar en colocaciones emocionales codificando el tercer argumento como el experimentante humano de la emoción -el contenedor en el que esta se instala-, como se muestra en (11):

(11)

  • a. Después que la batalla de Ajarquia dio a las muslimes tantos ánimos, Hacem, bajo cuyo nombre y advocación se diera, dejó Málaga, la ciudad vencedora, en poder de su feliz hermano, el Zagal (1866, E. Castelar, El suspiro del moro: Leyendas tradiciones, historias referentes a la conquista de Granada)

  • b. ¿No es lástima que examinen a un albéitar herrador, un peraile, a un tundidor, y que antes que determinen que pratique su posible que ponga buen ánimo en sus enfermos? (1616, T. de Molina, El amor médico)

Como vemos, un complemento locativo -en sus enfermos, en (11b)- puede hacer referencia a una meta humana, pero el dativo tiene la ventaja de que pone en perfil un rasgo de afectación (Maldonado, 1999; Naess, 2007) que resulta particularmente apropiado para la expresión de la experiencia emocional.

Esta diferencia podría explicar por qué dar termina por excluir a poner en las colocaciones causativas, por ser su estructura argumental más adecuada para la expresión de la meta humana. Sin embargo, lo que se observa desde las primeras documentaciones de estas colocaciones es que, en la mayoría de las ocasiones, poner también selecciona el dativo, como sucede en los siguientes ejemplos:

(12)

  • a. Señor, remediadlo vos con poner miedo a mi amo, que os tiene miedo y respeto (1598, L. de Vega, El remedio en la desdicha)

  • b. en el ibierno son frequentes y grandes los aguaceros, acompañandolos grandes tormentas de truenos y rayos que ponen horror á los habitadores (1608, F. de Alva Ixtlilxóchitl, Viaje a la América meridional)

  • c. No voy con valor profundo, ni con griegos estandartes a conquistar las tres partes como Alejandro segundo. Voy a cobrar los despojos, y tú el ánimo me pones (1609, A. Mira de Amescua, El esclavo del demonio)

Esto no es una excepción de poner -el complemento locativo y el dativo alternan con muchos verbos en español (Cifuentes Honrubias y Llopis Ganga, 1996) y algunos autores sugieren incluso que el caso dativo se relaciona históricamente con los locativos con referencia humana (Aristar, 1996; Kurilowicz, 1964)-, lo que pone de manifiesto la cercanía cognitiva existente entre las construcciones locativas y las de transferencia. Se trata de un tema muy bien estudiado en la bibliografía lingüística desde el clásico trabajo de Lyons (1967). Este autor defiende, incluso, que en casi todas las lenguas del mundo -si no en todas- la noción de posesión deriva de la de localización, de acuerdo con la idea de que aquello que uno posee generalmente está ubicado en el ámbito espacial del poseedor.

En suma, se desprende de todo lo anterior que, una vez habilitado para figurar en colocaciones causativas emocionales, poner tenía las propiedades necesarias para seguir compitiendo con dar. Hasta este punto, el motivo por el que dar logra desbancar a poner en el español moderno no se perfila con claridad.

6.2. Polaridad semántica y patrones combinatorios: una herencia latina

Para entender la victoria de dar sobre poner, es necesario profundizar en la semántica de los sustantivos emocionales con que se combinan los dos verbos, específicamente, en la división entre nombres de polaridad positiva y nombres de polaridad negativa.

Los datos que presentamos abajo rastrean la evolución de dar y poner mirada desde el ángulo de esta oposición semántica. De este modo, ponen a la vista que a lo largo de la época medieval los sustantivos positivos se combinan preferentemente con dar (92.9%), mientras que poner opta, sin ninguna duda, por los nombres de polaridad negativa (93.1%), en especial por miedo. También muestran que en el español clásico las construcciones con nombres positivos continúan favoreciendo a dar, sin que poner suponga una verdadera competencia (20.1%); en los contextos negativos el verbo poner se mantiene como la opción favorita (53.4%), aunque llama la atención la fuerte irrupción y la enorme expansión de dar hacia estas construcciones (46.6%), que genera una auténtica rivalidad entre ambos verbos. Finalmente, en el periodo moderno observamos la preponderancia de dar, que ya no presenta distinción alguna respecto de la polaridad de las emociones con las que se combina, y el declive de poner, cuyos ejemplos en el siglo xix son meramente residuales (7.6%) y preparan la desaparición completa de este tipo de colocaciones causativas en el siglo xx.

Cuadro 3 Distribución de dar y poner según la polaridad de los sustantivos con los que se combinan 

Español Medieval Español Clásico Español Moderno
dar poner total dar poner total dar poner total
Positivo 13 (92.9%) 1 (7.2%) 14 (100%) 119 (79.9%) 30 (20.1%) 149 (100%) 90 (100%) - 90 (100%)
solaz 13 - 13 27 - 27 5 - 5
felicidad - 1 1 25 - 25 44 - 44
ánimo - - 0 67 30 97 41 - 41
Negativo 4 (6.9%) 54 (93.1%) 58 (100%) 279 (46.6%) 319 (53.4%) 598 (100%) 392 (92.4%) 32 (7.6%) 424 (100%)
miedo 1 35 36 70 171 241 342 16 358
temor 3 19 22 155 121 276 16 10 26
horror - - - 54 27 81 34 6 40

Sustantivos positivos:

Gráfica 2 Evolución de los verbos dar y poner en colocaciones causativas emocionales con sustantivos positivos 

Sustantivos negativos:

Gráfica 3 Evolución de los verbos dar y poner en colocaciones causativas emocionales con sustantivos negativos 

Estos datos sugieren, pues, que existe una asociación más fuerte del verbo dar con las emociones positivas, lo que se relaciona con la idea, ya expuesta por Newman, de que en el evento de transferencia el objeto que se entrega es generalmente beneficioso para el receptor: “the thing is typically passed to the recipient for the benefit of the recipient” (1996: 52). Desde esta perspectiva, podríamos decir que los hablantes de las primeras etapas del español presentaban cierta sensibilidad a este significado originario positivo del verbo dar, aunque con el paso del tiempo esta percepción positiva se fue diluyendo, lo que permitió la extensión de este verbo a emociones de todo tipo.

La preferencia de un término por combinarse con ítems léxicos de una determinada polaridad es conocida por el nombre de ‘semantic prosody’ (Granger y Paquot, 2008; Partington, 2004; Stefanowitsch y Gries, 2003; Stubbs, 1995) y, aunque algunos estudios han demostrado que generalmente se produce una atracción mayor hacia términos de naturaleza negativa (cf. el caso del verbo inglés to cause: Stubbs, 1995: 3), nuestras colocaciones con dar son un buen ejemplo de prosodia semántica positiva. Prosodia que, como vimos arriba, ya prefería el verbo latino dare, que en el corpus analizado solo apareció con los nombres positivos spes, laetitia y cura (cf. supra, §2.2).

La herencia latina también puede ayudarnos a explicar la predilección de poner por nombres negativos, en especial por los del campo semántico del miedo. Como mostramos en §2.3.2, metum ponere es la colocación preferida del verbo ponere con significado terminativo ‘abandonar el miedo’ en todas las etapas de la lengua latina. Tan fuerte es la asociación de estos dos términos que la construcción se extendió a otros nombres del campo semántico del cual metus es el archilexema, tales como timor (timorem ponere ‘abandonar el temor’) o pavor (pavorem ponere ‘abandonar el pavor’), todos ellos igualmente negativos.

Precisamente estos mismos términos relacionados con el miedo son los preferidos de poner en colocaciones causativas desde los primeros testimonios de la lengua española, y lo siguen siendo a lo largo del tiempo que dura la competencia de poner con dar. En la época clásica aumentan en número los ítems léxicos a los que poner se une -encontramos construcciones como poner espanto, terror o grima- pero en la mayoría de los ejemplos las colocaciones se relacionan con este campo semántico.

No es difícil, por tanto, intuir una cierta continuidad formal entre las colocaciones latinas -metum, timorem o pavorem ponere- y las españolas -poner miedo, temor, espanto, horror, etcétera-: no parece ser accidental que se mantengan los mismos patrones combinatorios a lo largo de más de veinte siglos sin pensar que hay, en algún grado, una relación entre ellos. De hecho, estos datos nos llevan a postular que en la lengua latina existía una asociación entre el verbo ponere y ciertos sustantivos negativos tan fuerte y tan consolidada en la memoria de los hablantes que pudo incidir, como fuerza mediadora, en la extensión de significado que ocurrió en español.16 Por la influencia de dar, poner amplió sus funciones hacia la expresión emocional de carácter causativo, sin desprenderse de los sustantivos con los que tenía una larga historia de enlace combinatorio. El valor del verbo se modificó de manera drástica, ya que en estas combinaciones ponere significaba ‘abandonar o dejar algo’, de modo que en este caso puede decirse que la forma se sobrepuso al sentido.

Sin duda, consideramos que la frecuencia de aparición de los sintagmas latinos metum o timorem ponere jugó un papel determinante en la conservación y la cohesión interna de estas mismas construcciones en la lengua española (cf. ‘conserving effect’: Bybee y Thompson, 1997), lo que permitió, a nuestro juicio, que fuesen colocaciones más resistentes al cambio y a la sustitución de poner por dar.

Al mismo tiempo, el hecho de que poner se mantuviera ligado a un conjunto reducido de nombres emocionales a través de la historia selló su destino. En efecto, si contrastamos el proceso de extensión de dar, que parte de los nombres positivos -preferidos ya en la lengua latina- y se expande a todo tipo de contextos emocionales, entendemos que las limitaciones léxicas de poner orientaban el verbo, de forma casi segura, hacia la desaparición.

7. Conclusiones

En este trabajo nos centramos en un grupo particular de colocaciones verbo-nominales del español, que, de modo similar a los verbos causativos emocionales del tipo de asustar o avergonzar, expresan la emergencia de un proceso emocional producido en una persona por parte de un estímulo, como infundir temor o causar alegría. En ellas encontramos, pues, dos participantes: una entidad humana que experimenta la emoción predicada -el experimentante-, codificada generalmente en caso dativo, y un elemento que desencadena la emoción, un estímulo, que ocupa la posición de sujeto.

Como hemos visto, en el español actual el verbo dar es, sin duda, el verbo preferido para participar en estas colocaciones (dar alegría, dar vergüenza, dar ánimos, dar miedo, etcétera), sin embargo, no ha sido así en todas las épocas: en las primeras documentaciones de nuestra lengua se disputó ese lugar con otros dos verbos de semántica muy general: hacer y poner. El origen de esta competencia se remonta al latín, donde los mismos tres verbos, facere, dare y ponere se unían a nombres de emoción, aunque con alcance, funciones y contextos de uso distintos con respecto al español. Nuestro estudio de corpus tuvo como objetivo, pues, rastrear la evolución de algunas colocaciones causativas emocionales en español, prestando especial atención a los cambios que tuvieron lugar en la transición del latín a la lengua romance.

En este recorrido diacrónico, mostramos que el verbo hacer, heredero del latín facere -que era la opción preferida en este tipo de construcciones-, perdió fuerza pronto en la historia del español. Por el contrario, el verbo dar, que en latín (dare) se utilizaba de manera restringida para la expresión de la causatividad emocional con sustantivos de polaridad positiva, en nuestra lengua experimentó un proceso de gradual expansión y generalización hasta su imposición como verbo causativo prototípico con emociones de cualquier naturaleza. En el caso de poner, pudimos observar que su intrusión en el paradigma de la causatividad emocional resultó ser algo efímero: tales colocaciones no existían en latín, se introdujeron con éxito en las primeras etapas del español, solo para desaparecer unos siglos después en beneficio de dar.

Argumentamos que los factores que contribuyeron a la introducción de poner en las colocaciones causativas fueron, por una parte, la cercanía semántica y sintáctica entre este verbo de cambio de locación y el de transferencia dar y, por otra, el arraigo de un patrón combinatorio de ponere con ciertos sustantivos negativos en la lengua latina. En nuestra propuesta, estaba tan consolidado este patrón que, a pesar de tener un significado perdido en el paso hacia los romances (‘abandonar una emoción’), se mantuvo formalmente, adoptando, ahora, un valor causativo (‘producir una emoción en alguien’).

El dato que resultó ser determinante para explicar la evolución de poner en español es que este verbo desarrolló el valor causativo uniéndose a los mismos sustantivos con los que se combinaba en latín en sus colocaciones terminativas -en particular, nombres relacionados con el campo semántico del miedo-. La fuerza del vínculo entre poner y las emociones de polaridad negativa le garantizó un lugar en el ámbito de la causatividad emocional, frente a dar, que en las primeras etapas se especializaba en los nombres positivos. Sin embargo, el hecho de que poner nunca ampliara su potencial combinatorio preparó el camino para su desaparición a favor de dar que, por el contrario, se extendió a las emociones de todo tipo.

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1 El presente artículo se llevó a cabo en el marco de una estancia posdoctoral en el Centro de Lingüística Hispánica del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM, gracias al Programa de Becas Posdoctorales de la UNAM 2017.

2El verbo español alegrar —y otros como asustar, aburrir o complacer— es un “verbo transitivo de afección psíquica”, caracterizado por que en su esquema básico rige un objeto directo, pero en ciertos contextos este puede ser sustituido por un indirecto en caso dativo (Melis y Flores, 2005: 22ss.), como sucede en el ejemplo que aquí presentamos.

3Los datos de los trabajos citados han sido extraídos de las bases electrónicas Biblioteca Teubneriana (Brepolis) y The Packard Humanities Institute.

4El verbo afficere ‘afectar a alguien’ es especialmente productivo en este tipo de construcciones causativas (Hoffmann, 2016). De hecho, representa la segunda colocación más frecuente con cura, con cinco ejemplos, y la tercera con laetitia, con cuatro apariciones (Mendózar, 2015). Esta tendencia se confirma en el estudio de Mendózar (2018), que demuestra que afficere es el verbo causativo más común con el sustantivo dolor (22 ejemplos). Es importante hacer notar que, frente a los otros verbos que aquí estamos comentando, la construcción con afficere codifica la emoción en caso ablativo (‘afectar a alguien con una emoción’): me dolore adfecit yoAC dolorABL afectarPFV.3SG. ‘me causó dolor’ (lit.: ‘me afectó con dolor’) (Cic. Att. 11,9,2)

5Los datos analizados muestran que, en efecto, facere es el verbo preferido con los seis sustantivos latinos elegidos, tanto porque es el verbo causativo más recurrente con cuatro de ellos (spes, metus, pavor y tristitia), como porque aparece en colocaciones con todos.

6Para el análisis de las colocaciones del verbo ponere nos estamos basando en el corpus utilizado en Jiménez Martínez (2016), que recoge todos los ejemplos de este verbo en un periodo que cubre cuatro siglos de literatura latina, desde Catón a Aulo Gelio, en todos los géneros (2,525 ejemplos).

7La colocación spem ponere constituye casi un 12% (38 ejemplos) de todos los ejemplos documentados con este verbo (223 ejemplos) y es empleada tanto en latín arcaico, como en clásico y posclásico, en prosa y verso (Jiménez Martínez, 2016).

8Obsérvese que la mayoría de los sustantivos que participan en estas construcciones en el español actual se relacionan con campos semánticos cercanos a spes ‘esperanza’ y a cura ‘preocupación, cuidado, interés’, los dos sustantivos que, como hemos visto, conforman estas colocaciones en latín: nombres como esperanza, confianza, expectativas o fe están en la esfera conceptual de spes; y otros como atención, entusiasmo, voluntad, empeño, cuidado, interés, esfuerzo, intención o dedicación son próximos semánticamente a la noción que emana de cura. Esto sugiere que, de alguna manera, el español configura estas colocaciones emocionales siguiendo el patrón semántico que para las mismas imponía la lengua latina (cf. infra, §6.2).

9En el siguiente cuadro mostramos el número de apariciones de las colocaciones metum ponere, timorem ponere, amorem ponere y pudorem ponere documentadas en el corpus de Jiménez Martínez (2016). La suma de estas 4 construcciones supone un cuarto (30 ejemplos) de las colocaciones de ponere en la literatura latina de la edad de oro (120 ejemplos), y casi una quinta parte (14 ejemplos) de las que se recogieron en la edad de plata (83 ejemplos). ponere/ latín clásico/latín posclásico // metum/19/10 // timor/3/3 // amor/7/- // pudor/1/1 // Total/30 (25%)/14 (17%) // Total cols. ponere/120/83

10La selección de los nombres se hizo atendiendo a su frecuencia de uso así como a la posibilidad de rastrear su evolución a través de los siglos: excepto ánimo y horror, que encontramos por primera vez en el siglo xvi, el resto de sustantivos seleccionados aparecen ya en colocaciones en la Edad Media (miedo, temor y solaz (La z parece estar en otro formato) en el siglo xiii, felicidad en el xv). En este primer acercamiento, la base de datos consultada arrojó un total de 42,821 ocurrencias, distribuidas de la siguiente manera: miedo (12,914 ejemplos), temor (14,271 ejemplos), horror (3,146 ejemplos), ánimo (6,682 ejemplos), solaz (606 ejemplos) y felicidad (5,202 ejemplos).

11 Stefanowitsch (2001: 227) propone el siguiente esquema para explicar el vínculo entre el movimiento y la causa: the moving object event-structure metaphor: a. Events are objects b. Changes are movements of these objects toward or away from a participant c. Causation is the forced movement of these objects

12Corpus OVI dell'Italiano antico, Istituto Opera del Vocabolario Italiano [en línea], http://gattoweb.ovi.cnr.it/(S(p4kuev554sswjp551jywt3bc))/CatForm01.aspx

13Según un estudio de corpus llevado a cabo por Alba-Salas (2009), meter como colocativo causativo parece estar restringido fundamentalmente a la lengua oral.

14La colocación hacer felicidad es especialmente frecuente en el español moderno: de las 66 ocurrencias de este verbo en los siglos xix y xx, en 54 se combina con el sustantivo felicidad.

15Seguimos la hipótesis sostenida por Melis, Flores y Bogard (2003), que defiende que la historia del español se articula en tres grandes periodos: un periodo medieval (siglo XII a XV), un periodo clásico (siglo XVI a XVIII), y el periodo moderno (siglo XIX a la actualidad); frente a la división tradicional que considera que nuestra lengua se divide en dos grandes etapas, el español medieval (siglo XII a XV) y el español moderno, que queda constituido tras un periodo de transición correspondiente a los siglos XVI y XVII, y se extiende hasta nuestros días (Cano Aguilar, 1988; Lapesa, [1942] 1981).

16Algo similar sucedió con la colocación latina pudorem ponere ‘abandonar la vergüenza’, donde pudor solía tener una lectura negativa. En su paso al español, la colocación adoptó el significado de ‘causar vergüenza’, como en este ejemplo: “estos por que dios puso enellos verguença fueron bendichos de su padre noe” (1487, D. Rodríguez de Almela - L. de la Roca, Valerio de las historias escolásticas y de España).

Recibido: 01 de Mayo de 2018; Aprobado: 29 de Junio de 2018

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María Isabel Jiménez Martínez es doctora en Filología Clásica por la Universidad Complutense de Madrid. En el curso 2017-2018 disfrutó de una beca posdoctoral otorgada por el Centro de Lingüística Hispánica del Instituto de Investigaciones Filológicas (IIFL) de la UNAM. Además, ha llevado a cabo estudios de Arqueología Clásica en la Universitat Autònoma de Barcelona (2010) y ha cursado un máster en Educación en la UNED (2018). En la actualidad es investigadora del Centro de Estudios Clásicos del IIFL en donde desarrolla la investigación titulada “Colocaciones y verbos soporte en latín: estudio semántico y sintáctico de las construcciones con nombres predicativos. Manual introductorio de lingüística latina para estudiantes universitarios”. Su trabajo está centrado en el estudio semántico, sintáctico y léxico de los verbos transitivos, y, en particular, de aquellos que conforman colocaciones verbo-nominales tanto en la lengua latina como en las primeras etapas de las lenguas romances desde una perspectiva funcional y tipológica.

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Chantal Melis es investigadora de Tiempo Completo, Titular B, en el Centro de Lingüística Hispánica “J. M. Lope Blanch” del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM. Realizó estudios en la Universidad Católica de Lovaina (Licenciatura en Filología Clásica), la Universidad de Minnesota (Maestría y Doctorado en Letras Clásicas) y El Colegio de México, donde cursó las materias del Doctorado en Lingüística. Sus líneas de investigación incluyen la diacronía del español y la relación entre sintaxis y semántica en fenómenos de variación sincrónica. En sus publicaciones, logradas a menudo en colaboración con otros investigadores, los temas recurrentes son los patrones gramaticales que manifiestan distintas clases de predicados verbales en el uso. Su labor como docente está vinculada al Programa de Maestría y Doctorado en Lingüística de la UNAM, del cual fungió como Coordinadora de 2001 a 2003. También ha impartido cursos en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y en otras universidades nacionales y extranjeras.

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