Introducción2
Las revistas literarias han fungido como espacios en los que se han desplegado un sin fin de manifestaciones culturales, no sólo de carácter literario, sino también artístico, político y, en ocasiones, hasta científico, cuyos autores explayan infinidad de argumentos y posturas en torno a sucesos y temáticas diversas. Se cuentan por millares las publicaciones impulsadas por escritores a lo largo de la historia, pero son realmente pocas las que han logrado consagrarse dentro de las historias literarias tanto nacionales como universales, debido en gran medida por los autores que publicaron en sus páginas o por la significación que tuvieron para una época determinada. Pero en ese sentido ¿qué pasó con aquellas revistas que, a pesar de no tener una vida tan prolongada o una producción tan voluminosa, lograron trascender más allá del olvido literario? ¿A qué se debió dicho privilegio?
Para este trabajo abordo el caso de las revistas literarias Eos (1943) y Pan (1945-1946), publicaciones jaliscienses de corta duración realizadas en la ciudad de Guadalajara durante la primera mitad de la década de 1940. Fueron el resultado de diversas dinámicas de socialización de un grupo de jóvenes escritores avecindados en la ciudad, entre los que se encontraban Juan José Arreola,3 Arturo Rivas Sainz,4 Antonio Alatorre,5 Juan Rulfo6 y Adalberto Navarro Sánchez.7 La socialización de estos y otros escritores en espacios como cafés, diarios, farmacias o escuelas de arte, construyeron una serie de vínculos sociales que les permitieron crear las publicaciones anteriormente mencionadas. A pesar de que estamos hablando de dos publicaciones separadas por un pequeño lapso de tiempo, es posible entender a Eos y Pan como parte del mismo proceso, ya que fueron creadas y dirigidas por las mismas personas.
El propósito de este trabajo es analizar y comprender las estrategias que estos escritores formularon para desarrollar estas dos revistas, las cuales sirven de excusa y medio para examinar las dinámicas en las cuales se vieron inmersos, los vínculos sociales y recursos materiales que tenían a su disposición, así como la posición en la cual se encontraban dentro del entorno literario jalisciense y nacional de la época. El entendimiento de estas estrategias permitirá generar nuevas luces sobre las prácticas y formas de vinculación existentes en las publicaciones literarias mexicanas de mediados del siglo XX,8 lo que en parte ayudaría a resolver la interrogante inicial. Para explicar lo anterior retomo elementos de la teoría sociológica provenientes de Randall Collins (2005) 9 y Gisèle Sapiro (2017).10
El artículo está dividido en varios apartados que pretenden ahondar tanto en los actores y el desarrollo de las publicaciones, como en las estrategias y gestiones que adoptaron. En un primer término reviso el proceso de socialización que dio origen a las revistas Eos y Pan, para posteriormente explicar cuáles fueron los vínculos de mayor importancia para su desarrollo y qué rol desempeñaron. Por último, profundizo en las gestiones y estrategias desarrolladas por los promotores para formarlas y materializarlas, así como los efectos que dichas estrategias tuvieron para el reconocimiento de las revistas.
Actores, espacios y socialización: las revistas Eos y Pan
Las dinámicas de socialización existentes dentro de los grupos intelectuales, las cadenas de contacto que se dan dentro de los grupos y la relación que esto tiene en la producción del conocimiento son aspectos significativos dentro de la propuesta teórica que el sociólogo Randall Collins llama teoría de la creatividad filosófica.11 La interacción y convivencia cotidiana de actores que comparten intereses e inquietudes comúnmente desembocan, según Collins, en el desarrollo de una sensación de pertenencia y obligación con el grupo en común, lo que propicia el aumento de “energía emocional”, que deriva en el proceso de creatividad intelectual (2005: pp. 22-38). El desarrollo de esta creatividad intelectual permite la creación de proyectos en común, como las revistas literarias Eos y Pan.12
Eos y Pan tienen su origen en la ciudad de Guadalajara de finales de la década de 1930 y principios de 1940. La vida en la capital jalisciense se encontraba en franca metamorfosis debido a la modernización económica y urbana que transformó el modo de vida que imperaba en la ciudad.13 Esto propició una constante migración de personas hacía la urbe, provenientes de pueblos y estados vecinos, buscando oportunidades laborales o mejores condiciones de vida; lo que ocasionó una constante renovación de los espacios urbanos donde los jóvenes fueron actores de importancia.
La vida cultural tapatía no fue ajena a dicha transformación,14 ya que la convergencia de jóvenes interesados en las artes y las humanidades -mayoritariamente migrantes de otros municipios del estado y otras regiones del país, buscando mejores oportunidades laborales y de profesionalización- hicieron que se registraran cambios en la vida cultural, pues a los espacios de interacción ya existentes se sumaron otros nuevos, como la Farmacia Rex o los cafés Apolo y Nápoles. Entre los jóvenes que llegaron a la ciudad se encontraban Juan José Arreola, Alfonso de Alba, Antonio Alatorre, Juan Rulfo, entre otros más. La interacción entre ellos dio origen a las revistas Eos y Pan.
La semilla de estas publicaciones inició en noviembre de 1942 con la llegada de Juan José Arreola a Guadalajara, proveniente de Manzanillo, Colima, en búsqueda de oportunidades profesionales.15 Arreola se instaló en casa de su hermana Cristina y sus hermanos menores. Durante las fiestas decembrinas su primo Enrique Arreola le comentó que buscara a Jorge Dipp,16 con el propósito de que le diera trabajo en El Occidental, diario que administraba (Arreola, 1985, p. 9). Arreola obtuvo el puesto de Jefe de Circulación, coordinando la distribución y venta del periódico a pesar de no poseer experiencia en oficios relacionados con el periodismo o la distribución.
Ello provocó que el periódico circulara de manera irregular, pues Arreola afirmaba que “explicablemente, el periódico nunca circulaba a tiempo, aunque varias veces cambiamos de director y de prensista” (Arreola, 1985, pp. 9-10). Pese a ello, este empleo le permitió establecerse formalmente en Guadalajara, llegando a rechazar un puesto como maestro de secundaria que le ofrecieron en Zapotlán, al tiempo que le propuso a Sara Sánchez la idea de irse a vivir con él a la ciudad (Arreola, 2011, pp. 141-142).17
En febrero de 1943 Arreola intentó recuperar las viejas amistades que había hecho anteriormente en Guadalajara, entre las que estaban las hermanas Guadalupe y Xóchitl Díaz de León, a quienes comenzó a frecuentar. Ellas eran propietarias de la Farmacia Rex,18 lugar que funcionaba como sede de una tertulia literaria a la que acudían diversos personajes del ámbito cultural tapatío, como Adalberto Navarro Sánchez, Arturo Rivas Sainz, Carlos Enrique, Alfonso Mario Medina, Ricardo Serrano y Octavio G. Barreda, siendo este último un itinerante de la tertulia, pues la frecuentaba cuando visitaba la ciudad, ya que residía en la ciudad de México (Arreola, 1998, p. 84).19 Arreola se insertó en la tertulia, convirtiéndose en un miembro más de ella.
A partir de la tertulia en la farmacia, la relación entre Juan José Arreola y Arturo Rivas Sainz se fue estrechando. Rivas Sainz ya era una figura reconocida en el ámbito literario tapatío y nacional, pues había dirigido varias revistas y publicado otro tanto de libros, además de haber colaborado -como veremos más adelante- en publicaciones como Letras de México y Occidente, guardando vínculos de relación con escritores de la ciudad de México.20 Rivas Sainz se convirtió en una especie de maestro para el oriundo de Zapotlán, con quien dialogaba y discutía sobre literatura, le prestaba libros, y a su vez Arreola le daba a leer los textos que escribía para que se los comentara o criticara. También, a iniciativa de Rivas Sainz, Arreola dio su primera conferencia en la Casa de la Democracia Española y trabajó como maestro de teatro en la Escuela de Bellas Artes (Arreola, 1985, p. 10).21
Sería por un relato que le entregó a leer, “hizo el bien mientras vivió”, que Rivas Sainz le propuso a Arreola comenzar una revista literaria, con las siguientes palabras: “Usted y yo vamos a publicar una revista. Una revista con forma de libro y cada número con un trabajo principal” (Arreola, 1985, p. 10). Esta revista sería Eos, Revista Jalisciense de Literatura, cuyo objetivo fue dar a conocer a Arreola en el plano literario local, según sus propias palabras (Caballer, 2002, p. 278). Poco antes de comenzar su publicación, la tertulia que se reunía en la Farmacia Rex se disgregó debido a una serie de conflictos de carácter desconocido,22 razón por la cual algunos de los contertulios encontraron refugio en los cafés Nápoles y Apolo.23 A las reuniones en dichos espacios se sumaron Ramón Luquín y los pintores José Inés Casillas y Rubén Mora Gálvez (Arreola, 1998, pp. 206-207).
La aparición de Eos se sumó a otras publicaciones culturales dominantes en el panorama literario nacional, como Letras de México, encabezada por Octavio G. Barreda, la cual aglutinó a un grupo literario plural y diverso, entre los que se encontraban Octavio Paz, Alí Chumacero, Antonio Acevedo Escobedo, Xavier Villaurrutia, Agustín Yáñez, Eduardo Villaseñor, Samuel Ramos, entre otros.24 Una publicación del momento que guardaba una estrecha relación con Letras de México fue la revista El Hijo Pródigo, fundada en 1943 a iniciativa de Octavio G. Barreda, Ali Chumacero, Xavier Villaurrutia, Celestino Gorostiza y Octavio Paz. Aunque con un perfil ideológico eminentemente católico, la revista Ábside -encabezada por los hermanos sacerdotes Gabriel y Alfonso Méndez Plancarte- era de gran importancia en el momento, pues en ella publicaron autores como José Bravo Ugarte, Mariano Cuevas, Torivio Esquivel Obregón, Efraín González Luna, entre otros.25 Así también, otra publicación de la época que tenía alcances más allá de dichas fronteras era Cuadernos Americanos, encabezada por Jesús Silva Herzog y con una gran participación de los exiliados españoles residentes en México y otras naciones, además de contar con una amplia red de colaboradores provenientes de diversas naciones americanas.26
Una vez que Rivas Sainz le propuso a Arreola la creación de una revista, el estilo de vida del zapotlense se volvió frenético, pues como explicó (Arreola, 1985):
Sucedieron luego otra vez y más que nunca los días desordenados y veloces con itinerario invariable y múltiples horarios. ¿Cómo hacíamos para no perder el trabajo o más bien qué clase de trabajo estábamos haciendo? De mi casa al Occidental, a ver si ya había salido el periódico. Y eran las diez de la mañana. A las once, a casa de Arturo y de allí a la imprenta a recoger galera por galera. Y de allí a la librería de Font, no la fueran a cerrar.
Y después de comer, nueva y rápida visita al periódico. Y de allí otra vez a casa de Arturo y a las librerías de viejo que correspondían a tal día de la semana, y a visitar amigos comerciantes y profesionistas, industriales y banqueros, que nos habían prometido un anuncio en forma de ayuda o una ayuda en forma de anuncio. Y que no se nos haga tarde para estar siquiera una hora con las Díaz de León y con Carlos Enrique y a ver con quien más (pp. 11-12).
El primer número de la revista apareció en julio de 1943 bajo el nombre de Eos, haciendo alusión a la palabra griega de atardecer. La revista, originalmente proyectada para aparecer en el mes de junio, sufrió de dificultades presupuestales y las complicaciones para obtener colaboraciones, situación por la cual apareció hasta el siguiente mes (Arreola, 1985, p. 11). La presentación de la revista tenía un formato similar a un cuadernillo de divulgación (20 cm. de largo por 14.5 cm. de ancho), utilizando papel de regular calidad y una guarda de cartulina a manera de portada. La sucesión de los números se dio de forma mensual, apareciendo el segundo en agosto y el tercero en septiembre, el cual estuvo íntegramente dedicado a la memoria del poeta arandense Manuel Martínez Valadez.
Las dificultades económicas y de reunir colaboraciones se fueron haciendo más agudas, llegando a la necesidad de que Rivas Sainz aportara capital propio para sufragar el proyecto de la edición; en este panorama apareció el número 4. El quinto y sexto números salieron a destiempo, en una edición conjunta que apareció en diciembre de 1943. Por la portada es posible intuir que el contenido temático fundamental era de apuntes generales sobre la literatura.27 Este número doble marcaría el final de Eos, en parte por la escasez de colaboraciones, además de una decisión común de suspender la edición de la revista, pues el objetivo de editar números monográficos resultaba imposible; esta medida, señaló Arreola, tuvo el objetivo de no bajar la calidad de la revista (1998, p. 197).
A la par de la publicación de Eos, en El Occidental comenzó a publicarse casi todos los domingos una página literaria, alternadamente a cargo de Alfonso de Alba y Juan José Arreola. Ese sería el lugar donde se conocieron estos dos escritores, relacionándose de manera cotidiana a partir del ámbito laboral.
En el transcurso de 1944 se presentaron cambios en las reuniones de los cafés Apolo y Nápoles, ya que se unirían Antonio Alatorre y Ramón Rubín, quienes tenían poco tiempo de llegar a la ciudad (Velazco, 1986, pp. 4-5). Rulfo por ese tiempo ya trabajaba como agente de migración en Guadalajara, ya que con anterioridad había pedido su traslado desde México, otorgado en 1940 (Alatorre, 2010, pp. 90-91). En esa época Rulfo habitaba en una casa de la calle Morelos, la cual, según descripciones de Navarro Sánchez, estaba muy ordenada y contaba con diversos lujos que resultaban inalcanzables para sus compañeros: “Allí Rulfo tenía su biblioteca, cuyos libros estaban perfectamente ordenados, muy bien tratados […]. Coleccionaba discos de música clásica. Muchas fotografías. En ese entonces llegaban revistas de Francia, de Inglaterra” (Velazco, 1986, p. 4).
Alatorre conoció a Arreola por medio de Alfonso de Alba.28 Un día de 1944 éste llevó a Alatorre a El Occidental, donde se dio el encuentro (Alatorre, 1985, p. 231). A partir de ese momento Arreola formó un lazo muy estrecho de amistad con Alatorre. Por su parte, parece que el contacto entre Rulfo, Arreola y Alatorre resultó producto de una casualidad, ya que “Rulfo trabajaba en algo vagamente relacionado con Aduanas, a pocos pasos del periódico El Occidental” (Alatorre, 1985, p. 224), ya que tanto la sede de El Occidental como la oficina de migración en la cual trabajó Rulfo, se encontraban en la calle de Degollado, entre López Cotilla y Juárez. Ello pudo propiciar la coincidencia de espacios en alguna ocasión y que a partir de entonces comenzaran a conversar y relacionarse. Esto queda a la imaginación, pero lo que resulta innegable es que Arreola fue quien acercó a Rulfo a las reuniones en los cafés Apolo y Nápoles (Velazco, 1986, pp. 4-5).
Durante 1945, Alatorre y Arreola emprendieron el proyecto de una revista bajo el nombre de Pan, aludiendo, según aquél, al alimento y a la deidad griega relacionada con los campos y montañas (1985, p. 223).29 La vocación de la revista era eminentemente literaria, existiendo pocas referencias a la vida cultural local, nacional o internacional.30 En sus páginas aparecieron exclusivamente ensayos, cuentos, poemas o traducciones realizadas por diversos colaboradores de la revista.
Su aparición se insertó en un panorama literario dominado por publicaciones anteriormente mencionadas, y a las cuales se sumó Occidente, aparecida en 1944 bajo el patrocinio de Jesús González Gallo y Miguel Moreno Padilla, y bajo la dirección Salvador Gálvez y la secretaria de Emmanuel Palacios; además de un consejo editorial conformado por Mariano Azuela, José Cornejo Franco, Francisco González Guerrero, Enrique González Martínez, Enrique Martínez Ulloa, José Clemente Orozco, Alfonso Reyes, José Rolón, Manuel M. Ponce, Agustín Yáñez y José Guadalupe Zuno (Mora Muro, 2013, pp. 68-69).31
El primer número de Pan apareció en junio de 1945, momento en el cual llegó a manos de Arreola una carta del famoso actor francés Louis Jouvet, quien un año antes estuvo de gira junto a su compañía de teatro en Guadalajara, coyuntura en la cual se habían conocido. En dicha carta Jouvet le notificó a Arreola de que lo apoyaría en las gestiones necesarias para obtener una beca de estudios en París, tal como le había prometido con anterioridad (Arreola, 1998, p. 223). Esta sería una de las razones por las cuales Arreola abandonaría Guadalajara y dejaría Pan aún como editor del segundo número de julio de 1945, junto a Alatorre; y del tercero, surgido al mes siguiente.
En septiembre apareció el cuarto número, momento en el cual Arreola estaba a punto de trasladarse a México para continuar con la gestión de su beca; sin embargo, todavía figuraba como editor de la revista junto a Alatorre. Ya se había desecho de gran parte de sus pertenencias, entre ellas su biblioteca, vendida a algunos amigos cercanos como Alatorre o Rulfo (Del Paso, 1994, pp. 36-37). También renunció a su puesto en El Occidental, y su hija Claudia y su esposa Sara se mudaron con sus padres a Zapotlán. En el mes de octubre Arreola se trasladó a México para continuar los preparativos de su viaje, esperando la oportunidad de partir a Nueva York y de ahí a París.
En noviembre, ante la ausencia de Arreola, Alatorre buscó a alguien que lo auxiliara en la elaboración de la revista, siendo el primer candidato Rivas Sainz, debido a que “era en Guadalajara el hombre de experiencia literaria más completa, más rica, mejor asentada” (Alatorre, 1985, pp. 223-224). Rivas Sainz rechazó la petición. Ante esta situación Alatorre optó por Rulfo, debido a que conocía algunos aspectos de la revista. Rulfo aceptó y se convirtió en editor del número 6. Dicho número marcó el fin de Alatorre y Rulfo al frente de la revista debido a nuevos proyectos.
Alatorre se trasladó en 1946 a la Ciudad de México para tratar de estudiar en El Colegio de México, donde no lo consiguió, pero acabó como corrector en el Fondo de Cultura Económica (Alatorre, 2002, pp. 302-303). Mientras que Rulfo, debido a la naturaleza de su trabajo, se encontraba en un tránsito continuo entre las ciudades de Guadalajara y México, por lo que se mudó de manera definitiva a la capital a finales de 1946 (Velazco, 1986, p. 5). Fue ante esta situación que Navarro Sánchez tomó la dirección del último número, registrando grandes cambios respecto al formato tradicional de Pan.32 Esta edición apareció como número conjunto de enero-febrero de 1946, marcando el final del proyecto literario de Pan.
Vínculos sociales y su importancia para el desarrollo de Eos y Pan
Uno de los vínculos más importante para el desarrollo de Eos fue el que Arreola trabó con el médico y empresario zapotlense, Jorge Dipp. Cuando Arreola llegó a Guadalajara, Dipp le otorgó trabajo en El Occidental. Pero una vez que comenzó el proceso de la publicación, la figura de Dipp se volvió relevante, pues dio facilidades para que Arreola dedicara parte del tiempo laboral a la revista (Arreola, 1985, p. 12), además de facilitar recursos económicos por medio de anuncios publicitarios.33
La otra relación de importancia para Eos fue la que Rivas Sainz mantuvo con Octavio G. Barreda. A través de esta relación, la revista trascendió el espacio literario local para insertarse, de manera discreta, en el nacional, pues fue en Letras de México, revista dirigida por Barreda, que se realizaron diversas reseñas sobre Eos. Para ese momento Barreda además era un importante colaborador y coordinador de El Hijo Pródigo, revista en que publicaban cotidianamente escritores y poetas de gran relevancia para la época, como Alí Chumacero, Salvador Novo, Octavio Paz, José Luis Martínez, Rodolfo Usigli, Xavier Villaurrutía, Agustín Yáñez, entre otros más (Arreola, 1998, p. 206).
Los vínculos sociales que ayudaron a materializar Pan surgieron en gran medida de la relación de Juan José Arreola con El Occidental. Es el caso de la relación de Arreola con Pedro Vázquez Cisneros, “Don Gaiferos”.34 Vázquez Cisneros fue nombrado a principios de 1944 como director de El Occidental (Fregoso Peralta y Sánchez Ruíz, 1993, pp. 57-58), posición que, sumada a la simpatía que tenía por Arreola, le permitió a éste dar facilidades a los escritores para que imprimieran y corrigieran la revista en las instalaciones del diario tapatío. A su vez dio permitió para que utilizaran la maquinaria y el personal de la empresa sin costo alguno. Incluso proporcionó plomo para que se fundiera la tipografía necesaria para la impresión de la revista (Alatorre, 1985, pp. 231-232). La otra relación de importancia para Pan fue la que Arreola y Alatorre fraguaron con Efraín González Luna. El político e intelectual oriundo de Autlán fungió como el principal mecenas de la revista, pues otorgó parte de los recursos económicos necesarios para su publicación. La concordancia de Arreola y Alatorre con González Luna fue principalmente en sentido literario, pues como señala Alatorre, “era, como su gran amigo José Arriola Adame, un hombre amasado en cultura francesa […] y un interlocutor sumamente respetable” (1985, p. 233), de la cual los dos jóvenes escritores eran afines.35
La ayuda que brindó Barreda o Dipp para el caso de Eos, o el apoyo logístico de Vázquez Cisneros, así como el soporte económico de González Luna para Pan, formaron parte de una serie de estrategias que los editores emplearon con el objetivo de materializar y desarrollar las publicaciones.
Las estrategias para consolidar a Eos y Pan:gestión de recursos, generación de contenidos, circulación y reconocimiento
Gisèle Sapiro considera que las revistas literarias enfrentan constantemente “el problema de la supervivencia a estas pequeñas y frágiles empresas, destinadas al fracaso ante la ausencia de recursos”, es por ello que resulta necesario para sus impulsores formular constantemente estrategias para encauzar la publicación en vías de consolidarla. En este sentido, Sapiro señala que éstas “dependen estrechamente de la abnegación total de algunos de sus miembros, y favorecen la personalización de las relaciones sociales en el seno de un campo literario muy individualizado” (2016, p. 68). La constante tensión política, económica y cultural que sufren la producción y circulación de bienes simbólicos obliga a sus promotores a idear diversas estrategias para tratar de consolidar la publicación que impulsan.
En los casos de Eos y Pan, sus editores, Arreola, Rivas Sainz, Alatorre y, en menor medida, Navarro Sánchez y Rulfo, formularon una serie de estrategias con las cuales pudieron materializar las publicaciones y darlas a conocer en el entorno literario local y nacional. Estas estrategias, para su estudio y análisis, las agrupo en dos categorías: aquellas centradas en la gestión de recursos, ya sean económicas, materiales y humanas, para realizar su impresión; y las destinadas a obtener contenidos que aparecieran en sus páginas y su distribución a los puntos de venta y los lectores. A su vez profundizo en el reconocimiento público que tuvieron las revistas y sus impulsores, ya sea a través de reseñas o del respaldo en nuevos proyectos y ocupaciones.
En ese sentido, la gestión de recursos económicos, materiales y humanos necesarios para las revistas se convirtió en una tarea esencial para sus promotores. Tanto Eos como Pan entrarían en la categoría que Sapiro califica como “publicaciones de producción restringida”, las cuales se caracterizan “por su rendimiento [económico] débil a corto plazo”, además de que “las lógicas que presiden su funcionamiento son de orden intelectual y simbólico, más que comercial” (2017, p. 26). Esto conllevó, como veremos a continuación, a que la supervivencia económica y material de las publicaciones -con sus debidos matices- fueran preocupaciones continuas para los editores.
En el caso de Eos, Rivas Sainz y Arreola recurrieron a la búsqueda de personas que aportaran recursos económicos o materiales para el sustento de la publicación, apoyo que encontraron en Manuel Hernández, dueño de los Talleres Linotipográficos Idea. Hernández era conocido de Rivas Sainz, quien acudió a su taller para la impresión de libros y revistas. Por medio de esta relación, Hernández imprimió Eos, además de brindarles el papel necesario para la impresión, todo de manera gratuita (Arreola, 1985, p. 11; Caballer, 2002, p. 279). Como una forma de agradecer el apoyo que había concedido Hernández, los editores decidieron colocar en las páginas de la revista varios anuncios comerciales de los Talleres Linotipográficos Idea.36
La revista también contó con otros benefactores, quienes a través de anuncios publicitarios ayudaron a su sostenimiento. En la última página del primer número apareció un listado con nombres de personas e instituciones a los cuales agradecieron su ayuda.37 Varios de ellos financiaron la aparición de un anuncio comercial en las páginas de la revista como una forma de contribuir a la supervivencia de Eos, cosa que fue posible gracias a la mediación de algunos de los escritores que se reunían en la Farmacia Rex o en los cafés Nápoles y Apolo, quienes contactaron amigos o conocidos para que contribuyeran.
Ejemplo de lo anterior son los anuncios de la Farmacia Rex, propiedad de las hermanas Díaz de León, o de los Laboratorios Alpha, pertenecientes a Jorge Dipp, ambas amistades de Arreola. A su vez, algunas de las instituciones que aparecen mencionadas en los agradecimientos estaban relacionadas de manera directa con Rivas Sainz, quien laboraba en la Universidad de Guadalajara como docente en la Preparatoria de Jalisco y se relacionaba con el Departamento Cultural del estado, a través de la Escuela de Bellas Artes, la cual dirigía. Es por ello que figuran constantes menciones de dicha escuela en las páginas de la revista.38
A pesar de estos mecanismos publicitarios, el esfuerzo resultó insuficiente. Por ello es explicable la presencia del anuncio aparecido en el número 2 de Eos, el cual señaló lo siguiente: “Sr. Comerciante: su anuncio en “Eos” tal vez no sea una lucrativa inversión; pero es una aportación magnífica a la cultura jalisciense”.39 Este anuncio demostraba que tanto Arreola como Rivas Sainz concebían que su publicación tenía mayor relevancia cultural que comercial, pero que sus redes de apoyo fueron insuficientes para mantener la publicación. Esto hizo que sólo se alcanzaran a financiar seis números de la revista, pues Arturo Rivas Sainz se vio en la necesidad de poner recursos propios para la conclusión de dicha empresa (Arreola, 1985, p. 12). En este sentido Eos encaja con lo que afirma Sapiro respecto a que las publicaciones de distribución restringida se caracterizan en gran medida por la “fuerte inversión [económica] que los actores […] que participan en ella [realizan] a menudo de modo vocacional y desinteresado”, en aras de obtener otras retribuciones de mayor relevancia dentro de la economía simbólica intelectual, tales como el reconocimiento o la consagración (2017, p. 26).
El caso de Pan fue diferente a Eos debido a que se fueron integrando nuevas personas al círculo y la coyuntura posicionó un nuevo panorama para el desarrollo de una publicación, haciendo que las formas de reunir recursos cambiaran, al aprovechar en mayor medida la figura del mecenazgo a partir de vínculos sociales generados por Arreola y Alatorre desde su lugar de trabajo, El Occidental.40 Estas conexiones le permitieron a Pan gozar de ciertos lujos, como prescindir de la estructura de anuncios comerciales para su financiación o el imprimirse en varios colores.
Durante 1945 Arreola seguía como jefe de circulación en El Occidental, y ocasionalmente se encargaba de editar la página literaria que aparecía, por ese entonces, de manera irregular; mientras que Alatorre era colaborador ocasional del diario mediante reseñas de acontecimientos culturales y editando la “Página del agricultor”, que aparecía todos los martes.
El director del diario en esta época fue Pedro Vázquez Cisneros, “Don Gaiferos”, quien tenía vínculos con González Luna a través de las filas del Partido Acción Nacional, razón por la cual El Occidental y el Comité Regional de Acción Nacional guardaban una gran relación, siendo una especie de órgano difusor de las posturas del partido.41 Pedro Vázquez estuvo estrechamente relacionado a Arreola por ser su jefe directo, de quien además recibió total aprecio.42 Esta vinculación ayudó a que el director del diario se convirtiera en un benefactor para el desarrollo de Pan.
A través de Vázquez Cisneros, Arreola y Alatorre lograron que El Occidental pusiera a su disposición sus instalaciones para el trabajo de la revista, además de que se proveyera el material de prensa necesario para imprimirla (tanto plomo, tipos, imprentas, e incluso el mismo personal del diario), situación que ponía en vilo al periódico, pues: “El Occidental era tan pobre, que el invertir unos pocos kilos de plomo en la composición de nuestra revista durante varios días (los que tardábamos en corregir e imprimir Pan) ponía a temblar al diario. Pero don Gaiferos aguantó” (Alatorre, 1985, pp. 231-232).
La conexión que existió entre Vázquez Cisneros y González Luna pudo ser el medio para que Arreola y Alatorre obtuvieran recursos del abogado oriundo de Autlán. La figura de González Luna fue de gran importancia para Pan, ya que él, junto a otros conocidos suyos, como José Arriola Adame -con quien había compartido experiencias culturales como la revista Bandera de Provincia o Campo- o Ignacio de la Cueva -a quien conoció durante su participación en agrupaciones católicas como la Asociación Católica Juvenil Mexicana-, aportaron recursos económicos con los que se adquirió el papel para la revista y se prescindió de una estructura comercial para su sustento (Alatorre, 1985, p. 223). La figura de González Luna tenía un simbolismo muy importante dentro del mundo cultural y político tapatío, cosa que resultó significativa para la revista, al grado de surgir el rumor de que la revista se llamaba Pan en referencia al Partido Acción Nacional (Alatorre, 1985, p. 235).
Una vez que Alatorre y Arreola abandonaron la revista y Navarro Sánchez se hiciera cargo, los apoyos terminaron, pues la revista sufrió una profunda reestructuración en su formato. Evidentemente Navarro Sánchez tuvo que recurrir a una estrategia comercial basada en la publicidad de negocios afines, como la librería Nueva Idea, las ópticas Silva, la Farmacia Rex, la peletería México, la librería La Joyita, o incluso el negocio de encuadernación de libros que poseía el mismo Navarro Sánchez.43 Asimismo, por primera vez apareció en la publicación el precio por número y por seis números, razón que evidenció la necesidad de generar ingresos para que la revista fuera viable, lo que no resultó, desapareciendo por falta de recursos. En este sentido, es posible que la estructura del mecenazgo en la cual se fincó Pan resultó productiva mientras estuvieron al frente del proyecto Alatorre y Arreola, quienes fungieron como vínculos con los mecenas. Una vez que éstos se desentendieron de la publicación, los mecenas no vieron la necesidad de seguir aportar recursos, razón por la cual la revista se transformó en su estructura, fracasando en su intento de trascender más allá por falta de madurez de los mecanismos gestores necesarios.
La gestión de recursos no fue la única preocupación que tuvieron los promotores de Eos y Pan. La obtención de colaboraciones también fue una de las tareas desarrolladas continuamente que requirió mayor atención de los editores, ya que continuamente había la necesidad de conseguir material nuevo conforme aparecían nuevos números. La distribución de las revistas hacia el público consumidor también absorbió buena parte del trabajo de los editores, ya que los métodos a los que recurrieron para distribuirlas implicaron un desgaste continuo. En ese sentido las revistas comparten las peculiaridades de ser publicaciones personalistas, de núcleo cerrado y de convocatoria limitada. Ello se debió a que los editores en turno de ambas revistas ejercieron un fuerte control respecto a las personas y al tipo de contenidos que se publicaban: de núcleo cerrado debido a que gran parte de las colaboraciones provenían de los conocidos que formaban parte de su círculo social; y de convocatoria limitada, ante la imposibilidad de que las revistas circularan entre el público consumidor.44 Estos aspectos significaban ciertas bondades para los editores de las publicaciones respecto a la creación de una red que funcionara de acuerdo a sus intereses literarios y que propiciaran un mayor reconocimiento entre pares, además de que los colaboradores, al ser miembros de la misma red de interacciones, tendrían un sentido de obligación con las revistas. Pero también estos rasgos implicaban una serie de limitaciones que tenía la ciudad de Guadalajara para el desarrollo de bienes simbólicos de este tipo y el afán de los editores por superarlas por medio de algunas estrategias, entre las que se encontraban trascender a otros espacios y ámbitos literarios, como el de la ciudad de México.
Para el caso de Eos, aparecieron trabajos de escritores como Joaquín Ríos, Noel Rivas Sainz, Rafael Alberti, Adalberto Navarro Sánchez, Fray Luis del R. de Palacio, Paul Valéry, Ignacio Braulio Anzoátegui y Edmundo Báez, así como anotaciones de Agustín Yáñez, Aníbal Noriega, José de J. Núñez y Domínguez y Rafael López -mismas que aparecieron en el número dedicado a Manuel Martínez Valadez-, además de los dibujos de Alfonso Mario Medina, José Inés Casillas y Rubén Mora Gálvez.
De todos estos nombres, los trabajos de Fray Luis del R. de Palacio, Rafael Alberti, Ignacio Braulio Anzoátegui y Paul Valéry se retomaron indirectamente de libros y otras publicaciones, ya que eran traducciones -el caso de Valéry (1943)-, los autores ya habían fallecido -la situación de Fray Luis del Refugio de Palacio y Basave (1943), en 1941-, o su aparición iba en consonancia con otro texto publicado en la revista -como el caso de Rafael Alberti-.45 Para el caso de las notas de Agustín Yáñez, Aníbal Noriega, José de J. Núñez y Domínguez y Rafael López, su publicación se debió a la necesidad de contar con textos que reflexionaran acerca de la obra de Manuel Martínez Valadez. 46
Lo anterior dejó a Adalberto Navarro Sánchez, Edmundo Báez, Joaquín Ríos y Noel Rivas Sainz como los únicos colaboradores directos de Eos, ya que formaban parte de las reuniones en la Farmacia Rex y los cafés Apolo y Nápoles, o tenían una relación directo con ellos, como el caso de Noel Rivas Sainz, quien era hermano de Arturo Rivas Sainz. Edmundo Báez, al igual que Octavio G. Barreda, residía en la ciudad de México, pero cada vez que visitaba Guadalajara frecuentaba las reuniones en la farmacia y los cafés.47 Esto concuerda con lo expresado por Arreola de que la falta de colaboraciones fue uno de los factores que mermó la duración de la revista, ya que la convocatoria nunca se abrió más allá del círculo social que frecuentaban, un grupo “muy pequeño, pero selecto” (Arreola, 1998,pp. 179, 197).
La revista Pan resultó un tanto diferente, ya que en sus páginas publicaron Arturo Rivas Sainz, Juan José Arreola, Alfonso de Alba, Juan Rulfo, Antonio Alatorre, Miguel Rodríguez Puga, Adalberto Navarro Sánchez, Ricardo Serrano, Alí Chumacero, Luis Noyola Vázquez, Juan de Alba, Edmundo Báez y José Arriola Adame. También se publicó obra de autores entonces fallecidos, como Francisco González León o Ramón López Velarde; además de traducciones realizadas por Antonio Alatorre de autores como Raissa Maritain, André Maurois, André Rousseaux, André Duyoner de Segonzac, Jean Cocteau, Edgar Neville, Paul Valéry y Georges Duhamel.48
De todos los colaboradores que publicaron en Pan, la mayoría se reunía en los cafés, entre los que estaban Navarro Sánchez, Miguel Rodríguez Puga, Arreola, Alatorre, Ricardo Serrano, Rivas Sainz y Alfonso de Alba. A su vez -como señalé anteriormente-, Edmundo Báez solía reunirse con estos escritores cuando visitaba Guadalajara.
En el caso de Chumacero, este escritor pertenecía al grupo de la revista Letras de México, dirigida por Octavio G. Barreda. Además tenía contacto directo con Rivas Sainz o Arreola. Es posible que el vínculo entre ellos y Chumacero haya nacido en esta etapa por intervención de Barreda, y que con el tiempo creciera, al grado de que cuando Chumacero visitaba Guadalajara, frecuentaba las reuniones de los cafés para compartir las novedades que ocurrían en la capital del país (Arreola, 1998, p. 206). Luis Noyola Vázquez, oriundo de San Luis Potosí, concurría también a las reuniones en los cafés cuando visitaba Guadalajara (Arreola, 1998, p. 206).49 José Arriola Adame por su parte, era uno de los mecenas de la revista, razón por la cual considero que le fue posible publicar en la revista. Esto es una muestra de que Pan, comparada con Eos, fue una revista de mayor apertura a colaboradores, aunque evidentemente con una depurada selección realizada por los editores.
En lo referente a la distribución de las revistas existe un hueco que resulta difícil -si no imposible- de llenar, ya que no es posible saber de manera detallada la cantidad de personas que recibían y leían las revistas. Lo que sí es posible conocer son algunas de las formas en que circularon las revistas y algunas de las personas a las que llegaron. Para ello es necesario considerar que una de las prioridades que tenían los editores de Eos y Pan en la distribución, era hacer llegar las publicaciones a sus conocidos y a personajes destacados dentro del ámbito literario nacional, razón por la cual una buena cantidad de ejemplares de cada número fue enviada a la ciudad de México.50
Para Eos, la necesidad de generar ganancias con qué seguir solventando la revista implicó que se distribuyera al público con precio de venta. Esta circulación se realizó entre las principales librerías y algunos puestos de periódicos de Guadalajara,51 además del correo postal.52 A su vez se enviaban ejemplares a algunas amistades de Arreola y Rivas Sainz quienes, como veremos más adelante, dieron a conocer la publicación y permitieron a los escritores que la promovieron para aumentar su reconocimiento y penetración en los espacios literarios. Algunos de estos órganos literarios o personajes que recibieron la revista fueron Revista de Revistas y Letras de México, quienes a través de reseñas saludaban a la revista;53 además es posible encontrar ejemplares en las bibliotecas particulares de Agustín Yáñez y José Luis Martínez.54
Pan, por su parte, tuvo una circulación un poco más compleja. Al carecer de un perfil comercial, la revista no gozaba de los medios “tradicionales” de circulación y venta de los cuales disponían la mayoría de las publicaciones, lo que la convirtió en una especie de “regalo” para los amigos y conocidos bajo un tiraje de alrededor de 100 ejemplares por número. De dicho tiraje se enviaban por correo números a los familiares de Arreola en Zapotlán,55 a amigos de la Ciudad de México como José Luis Martínez,56 revistas literarias como Papel de Poesía de Saltillo, Estilo de San Luis Potosí o Viñetas de Literatura Michoacana de Morelia, al igual que al Instituto Francés de América Latina (Alatorre, 1985, p. 234), y a escritores ya consagrados, como Alfonso Reyes.57
A su vez se distribuían dentro de Guadalajara a los mecenas de la revista como Efraín González Luna,58 o a los colaboradores de la misma. Alatorre señalaba que, a pesar de estos esfuerzos, quedaban números en bodega, pues su capacidad de distribución se limitaba a 60 o 70 ejemplares de cada número (2002, p. 295), con lo que se sobreentiende que la revista superaba por mucho sus posibilidades para establecer contactos a quienes distribuirlos. A pesar de ello la circulación de Pan posibilitó a los editores el refuerzo de vínculos literarios ya existentes, además de servir como un puente para establecer nuevos vínculos con grupos literarios o figuras destacadas.
Además de la circulación por correspondencia, se dio el caso de la que se podría caracterizar como “de mano en mano”, ya que alguien que había recibido la revista la distribuyó entre sus conocidos; es el caso de González Luna con Manuel Gómez Morín y Alejandro Avilés. Por medio de González Luna, quien les envío la revista desde Guadalajara, Gómez Morín y Avilés conocieron el poema “inédito” de Ramón López Velarde que se publicó en Pan en el cuarto número.59 Esto muestra que la revista circuló más allá de lo que los editores planteaban, obteniendo resultados positivos su estrategia de utilizarla como una forma de obtener reconocimiento personal.
El esfuerzo que significó el impulso a las revistas rindió frutos de manera inmediata por el reconocimiento que adquirieron estos escritores entre sus pares, principalmente materializado en la aparición de reseñas y críticas sobre Eos y Pan en otras publicaciones.60 Ciertamente no fueron numerosas, pero las que aparecieron lo hicieron en espacios de gran relevancia. Para el caso de Eos aparecieron menciones en dos revistas muy distintas, pero de gran relevancia en sus ámbitos: Letras de México y Revistas de revistas.61
Letras de México era una de las revistas literarias nacionales más importantes de la época, además de que la relación que guardaba Octavio G. Barreda y varios de los colaboradores con Rivas Sainz y Arreola era muy estrecha, razón por la cual no resulta raro que figurara una mención de Eos en la sección de avisos y noticias, editada por Antonio Acevedo Escobedo, la cual versaba lo siguiente: “En julio empezó a publicarse en Guadalajara “Eos”, revista jalisciense de literatura, editada por dos legítimos valores jóvenes: A. Rivas Sainz y J. José Arreola. El número inicial trae entre otras cosas un finísimo relato de Arreola y notas y opiniones literarias”.62 Posteriormente, en otro número de Letras de México apareció una pequeña mención sobre el tercer número de Eos, dedicado a la memoria de Manuel Martínez Valadez, que versaba “El número 3 de la revista “Eos” de Guadalajara, viene dedicado al poeta Manuel Martínez Valadez y su obra”.63
Por su parte en Revista de revistas apareció otra referencia a Eos. Esta publicación, caracterizada por sus contenidos varios -debido a que tenía secciones dedicadas al espectáculo, cine, música y literatura, mujer, hogar y hasta política- poseía una periodicidad semanal y un tiraje numeroso, además de una circulación extensa y un público consumidor amplio, razón para suponer que fue muy significativa para Eos. La pequeña reseña decía lo siguiente:
Ha comenzado a publicarse en Guadalajara la “Revista Jalisciense de Literatura”, con toda cordialidad le deseamos que pase del fatídico sexto número, con el que suelen fenecer, cuando no antes, las revistas de esa índole. En el sumario del primero, además de las páginas de presentación y programa, figuran un largo cuento, templadamente satírico, de Don José Juan Arreola; un perspicaz estudio de Don Arturo Rivas Sainz -que con el señor Arreola dirige la revista- sobre el poeta español Rafael Alberti; cuatro poesías de éste; un par de opiniones bibliográficas, y algunas notas locales. Las viñetas y adornos son de Don Mario Medina.64
El panorama poco esperanzador que presentaba esta reseña respecto a que la revista tuviera una existencia mayor al sexto número era una realidad que aquejaba continuamente a las publicaciones que Sapiro caracteriza como de producción restringida, debido a las limitaciones de financiamiento y reducida distribución. Aun así, el carácter de la nota tenía el objetivo de posibilitar que Eos alcanzara un mayor rango de difusión y conocimiento público, cosa que benefició al menos en el reconocimiento de los editores.
Pan tuvo menos menciones en otras publicaciones, pero no por ello dejaron de ser significativas. La más destacada fue la que apareció en el órgano del Instituto Francés de América Latina, la Revista del IFA, en cuya portada se reprodujo íntegra la carátula del número 3 de Pan, en la que aparecía un texto sobre Paul Valéry. Al margen apareció la frase “¡Qué bien que en la provincia mexicana haya lectores de literatura francesa!” (Alatorre, 1985, p. 234). Este reconocimiento destaca por el hecho del organismo que lo realizó, pues el ifal en esa época era de las instituciones diplomáticas de mayor importancia asentadas en México.
Pero no todas las menciones cristalizaron los esfuerzos de los editores de Pan, ya que éstos, en conjunto con las revistas Papel de Poesía de Saltillo, Viñetas de literatura michoacana de Morelia y Estilo de San Luis Potosí, proyectaron sacar un número en conjunto bajo el nombre Haz de provincias, en el cual se incluirían contenidos de las cuatro revistas, pero debido a la migración de Arreola a París y la salida de Alatorre a la ciudad de México, dicha idea tuvo que ser descartada (Alatorre, 1985, p. 234). A pesar de ello, Haz de provincias se publicó con las tres revistas restantes, apareciendo en Letras de México la siguiente reseña:
Haz de Provincias, (Feria del libro, 1946) es el nombre colectivo que adoptaron tres estimables publicaciones provincianas: “Estilo” (San Luis Potosí), “Papel de Poesía” (Saltillo) y “Viñetas” (Morelia). Desiguales como son ellas mismas, lo han de ser su presencia conjunta. El prólogo de Alfonso Reyes justifica todo. Por “Estilo” colaboran Joaquín Antonio Peñalosa, Moisés Montes y la desaparecida Concha Urquiza. Por “Papel de poesía”, que tiene otro estilo, uno muy propio y valioso, Rafael del Río, José García Rodríguez, Otilio González, Jesús Flores Aguirre, Héctor González Morales (lleno de mariposas) y Artemio del Valle-Arizpe. Por “Viñetas”, Manuel Ponce, Alfredo Maillefert, Alejandro Ruiz Villaloz, Eduardo de Ontañón, Francisco Alday, Jacques Leguebe, Miguel Castro Ruiz, Porfirio Martínez Peñalosa, Alfonso Rubio y Rubio, Joaquín Fernández de Córdova. Lo más valioso de tres provincias, con sus amigos e invitados.65
El reconocimiento adquirido por Eos y Pan permitió a sus editores gozar de una posición más preponderante el plano literario nacional, la que capitalizaron en nuevos esfuerzos intelectuales y con el respaldo de destacadas figuras del ámbito. Muestra de ello son los proyectos que Arreola realizó en paralelo a Pan, ya que a mediados de 1945, una vez que Louis Jouvet le notificó que continuaba en pie la beca que le había prometido para estudiar teatro en París, Arreola comenzó el trabajo de gestión para obtenerla.
Con el propósito de conformar un expediente ante la Embajada francesa para la obtención de recursos de la beca prometida, resultaba necesario que Arreola presentara una carta formal de invitación para la realización de sus estudios en París, la cual pidió a Jouvet que se la enviara. Además, dicho expediente debía incluir otras cartas realizadas por conocidos de Arreola que respaldasen su candidatura. Para ello el jalisciense pidió su apoyo a escritores como Carlos González Peña, Alfonso Reyes, José Luis Martínez, Xavier Villaurrutia, Fernando Wagner y Octavio G. Barreda.66
De las personas que apoyaron a Arreola es posible encontrar a quienes dieron fe de sus estudios en la escuela de teatro en la Ciudad de México a finales de la década de 1930 (Fernando Wagner y Xavier Villaurrutia),67 o colaboradores de Letras de México conocidos de Rivas Sainz (José Luis Martínez, Octavio G. Barreda y Carlos González Peña), además de una de las figuras preponderantes del panorama literario de la época: Alfonso Reyes. En las misivas, los escritores indicaban conocer a Arreola, caracterizándolo como un joven esforzado e interesado en el mundo de las letras. Para muestra dos ejemplos. En la carta que Villaurrutia extendió a Arreola, expresó que lo conocía desde hace varios años y confiaba en sus capacidades artísticas:
Conozco desde hace años al joven Juan José Arreola y no tengo ningún inconveniente de recomendarlo muy especialmente como un positivo talento y como una persona seria, trabajadora y digna de todas las confianzas y estimaciones. Creo en su porvenir artístico y espero lo logre muy pronto.68
Por su parte Alfonso Reyes, en una carta menos cercana y más seria, otorgó un “padrinazgo” formal a Arreola, pues dio constancia de los aludidos talentos que poseía:
Me es grato apadrinar ante V. E., en nombre propio y de El Colegio de México, cuya Junta de Gobierno presido, la solicitud del señor don Juan José Arreola para obtener una beca francesa destinada a los jóvenes mexicanos que desean perfeccionar alguna especialidad en París. Nos constan las virtudes y merecimientos del interesado.69
Las cartas de respaldo recibidas por Arreola le permitieron concluir exitosamente la gestión de la beca y a principios de 1946 se pudo trasladar a Francia para comenzar sus estudios de teatro en el París de la posguerra, bajo el mando de actores como Louis Jouvet o Jean-Louis Barrault, dando paso a una nueva coyuntura en su vida.
Conclusiones
Como señalé a lo largo de este trabajo, el surgimiento y desarrollo Eos y Pan fueron el resultado de las interacciones y estrategias que jóvenes escritores como Juan José Arreola, Arturo Rivas Sainz, Antonio Alatorre, Adalberto Navarro Sánchez o Juan Rulfo emplearon con la intención de contar con espacios para publicar sus trabajos y expresar sus posturas respecto a corrientes estéticas y literarias. Pero también estas publicaciones fueron aprovechadas como plataformas para obtener reconocimiento dentro el ámbito literario local y nacional, significando una experiencia fundamental y punto de partida para su trayectoria literaria.
La significación que estas publicaciones adquirieron para la historia de la literatura jalisciense y mexicana del siglo XX, puede deberse en gran medida a la calidad de los trabajos que aparecieron en sus páginas, como los primeros cuentos de Juan Rulfo y Juan José Arreola, o el ser un espacio de expresión en el que confluyeron personajes como Ali Chumacero, Antonio Alatorre, Arturo Rivas Saiz o Adalberto Navarro Sánchez.
Pero también buena parte de esta relevancia se debió a las posiciones que con el tiempo lograron adquirir dentro del ámbito literario nacional a través de conferencias, escritos autobiográficos y memorias. Se debe resaltar el simbolismo y significado que tuvo esta etapa para sus carreras literarias, llegando al grado de incluirlos en la colección “Revistas literarias mexicanas modernas”, bajo el cuidado de José Luis Martínez y que significó el mayor esfuerzo por recuperar las publicaciones de mayor relevancia para la literatura mexicana de la primera mitad del siglo XX.