En Juchitán hay un lenguaje propio para pensar el cuerpo, el sexo, la sexualidad y el deseo: un lenguaje en el que todo se confunde y se mezcla con la comida, la vida cotidiana, el zapoteco y los términos del arco iris occidental. "Ramonera" es el nombre que reciben las, los y les muxes, que "se comen" a otros hombres, que "voltean" a otros hombres y que terminan por hacer "tortilla" con ellos.1 Las ramoneras, entonces, son "tortilleras" y, en vez de "hacer como de mujer", les gusta jugar a "hacerla de hombres" en lo privado. Sin embargo, en lo público, las ramoneras siempre negarán haber sucumbido a los deseos "lésbicos" de haber penetrado a un hombre, y no se arriesgarán a perder la legitimidad de su identidad frente a sus hermanas muxes, frente a las extranjeras y frente a los reflectores.2 "Ramón" es el hombre masculino, machito, es ese hombre que se presenta ante el mundo como bien cis y bien heterosexual, pero que, en la hamaca, al estar con una muxe, acepta ser "volteado", ser penetrado y, así, sucumbe a su deseo anal y termina por ocupar esa posición a la que tanto miedo le tiene y que nunca admitirá públicamente: acepta ser "feminizado", acepta que le gusta la verga, que se la come toda y que, al final de cuentas, no es tan hombre ni tan heterosexual como le gusta que lo perciban.
Ramonera es también el nombre del más reciente poemario bilingüe -en zapoteco y español- de Elvis Guerra (2019), poeta muxe juchiteca que relata y cuestiona, desde su posición como persona interpelada, las ideas comunes que se han construido en torno a lo muxe, a las muxes y a la muxeidad, tanto al interior de la comunidad como de manera exógena. Elvis escribe por y para las muxes: no solo les dedica su poemario ("Dedico este libro a todas las muxes de Juchitán. En especial a Adriana, muxe' de la novena sección asesinada en 2009", 2019, p. 7), sino que también escribe en su lengua (el español es un recurso para llegar a nosotras, su público ignorante de esta lengua de las nubes). Las referencias que contienen sus versos están intrincadas en la cotidianidad y en las lógicas comunitarias de Muxitán, tales como el rito del desfloramiento, la enagua, el mototaxi, la hamaca, la guie', el tamal de iguana, los pitos salados y los pitos dulces, los mampos o el catre.3 Lógicas y cotidianidad desconocidas para el público hispanoparlante, pero cuyo sentido no deja de ser percibido por nosotras.
En el imaginario, ya sea académico, periodístico o artístico, es recurrente la noción de que las muxes tienen una preferencia sexual y afectiva hacia otros (cis)hombres y, en particular, hacia hombres con un performance "masculino" que son leídos, simplemente, como heterosexuales, a pesar de que entablan relaciones con muxes. Estos hombres son denominados mayates o chichifos en el universo local (el número de términos no tiene fin, pero yo me detengo aquí). Se suele decir que para pensar los lazos erótico-afectivos muxes es necesario entender que "solo uno de la pareja es considerado como muxe, [mientras] el otro es lisa y llanamente un hombre" (Bennholdt-Thomsen, 1997, p. 284). Con base en esta interpretación marcada por el código heterosexual del acto erótico, pero también en la práctica social (muxe=posición femenina; hombre-mayate=heterosexual, posición masculina; la relación entre muxes y (cis)hombres masculinos, ergo, no es una relación homosexual, gay, o cuir/queer, sino hetero), se ha construído la idea -académica primero, y luego popularizada al interior de la misma comunidad- de la muxeidad como un tercer género.
En esta lógica, las muxes representan un género aparte; más que por su expresión de género, por su performance cotidiano o por los papeles sociales que desempeñan, porque no desean a mujeres, a nguius', a muxes, a (cis) hombres gay o a hombres trans* (tanto las mujeres como estas últimas cuatro identidades son leídas como pertenecientes a su "mismo género" por ser entendidas desde el código de lo femenino cisnormativo), sino a hombres cisgénero masculinos.4 Por lo tanto, aunque las muxes
puedan compartir rasgos físicos comunes con sus compañeros sexuales, sus roles de género son distintos y estas interacciones son significadas bajo una lógica de encuentros entre diferentes (hetero), dándoles una característica de heterosexualidad torcida, al romper con el binarismo [de] que solo las mujeres pueden ser vistas como objetos de deseo pertenecientes a un género diferente (Laaksonen, 2016, p. 112).
Recientemente algunas investigaciones han contribuído a desmantelar esta concepción clausurada del deseo muxe junto con su respectiva interpretación heteronormativa o desde la "heterosexualidad torcida" (véase, por ejemplo, el polémico y crítico trabajo de Luanna Barbosa en 2015). En este mismo sentido, Elvis Guerra no está de acuerdo con la noción de tercer género y en su poemario busca visibilizar uno de los temas tabú dentro de la comunidad muxe. Con ello, nos ayuda a repensar las formas en que la academia ha intentado comprender esta identidad: a las muxes no solo les gusta actuar "roles femeninos" (en la privacidad de su catre o en la publicidad del mercado) y a los hombres que mantienen encuentros con muxes no solo les gusta performar un erotismo en clave heterosexual. Sin embargo, en lo general, ni muxes ni hombres lo admitirían de forma abierta.
En uno de sus poemas, por ejemplo, Elvis escribe: "Mi madre es el rostro que dibujo en la servilleta de una cantina, ella sabe todo de mí, excepto, que soy ramonera/Jñaa nga gunaa rutiee lu gui'chi' ra cayee, laabe nanna be guira' naca ni naca', xisi qui gannabe pa laaca rutiixhe'" (2019, pp. 18-19). Por las declaraciones de su poesía, reafirmadas en entrevistas y comentadas en voz alta entre sus conocidas, Elvis dice de sí que él es "ramonera", que él sí hace "tortilla", que él es "lesbiana" y que no le apena. Por estas declaraciones, Elvis es objeto de burlas y chismes entre sus hermanas muxes. Ser muxe y nombrarse ramonera te resta legitimidad y no está bien visto dentro de los códigos que se han institucionalizado al interior de la comunidad. Ser muxe y ocupar una posición sexual y social leída como "masculina" en la cama y penetrar a un hombre cis es, en realidad, como mantener un encuentro erótico con una igual, con otra muxe, con un gay citadino o con una hermana femeninia y feminizada. Ser muxe y hacer esto implica contradecir la identidad femenina propia y devenir lesbiana y, por tanto, no ser (suficientemente) mujer (femenina). La sentencia de Monique Wittig de que "las lesbianas no somos mujeres" tiene validez en este contexto, pero de otra manera. Hay quienes lo gritan sin vergüenza, como Elvis, pero la mayoría prefiere guardar silencio sobre sus prácticas eróticas ilegítimas.
Con este motivo de fondo, enunciado con firmeza a partir del título, en Ramonera, Elvis explora su sexualidad, la sexualidad muxe y el deseo en torno a los cuerpos muxes (cuerpos unas veces cis y otras no) y los cuerpos de los hombres con los que se relaciona.5Ramonera, además, no solo es resultado de una mirada individual, producto de su manera particular de pensar y experimentar el mundo en Juchi, sino también una obra colectiva en todo el sentido de la expresión, pues las historias que contiene a modo de versos son producto de su investigación cotidiana y de un cotrabajo con sus hermanas muxes.
Además de ser un libro de denuncia y visibilización de la manera en que la identidad muxe se ha convertido en un instrumento de auto-constreñimiento, Ramonera nos deja navegar por las aguas contradictorias de la experiencia muxe, a través de temas recurrentes en la obra del autor: la soledad, la imposibilidad del amor romántico para las muxes, el rechazo familiar, las violencias sexuales de las que son objeto durante toda su vida, los derroteros de la vida cotidiana en Jucho, las violencias de género en contra de sus madres, hermanas, primas, sobrinas, en contra de todas esas "matriarcas" del Istmo de Tehuantepec, y la reproducción de los roles de género que practican las muxes.
Si Declaración de ausencia (2018), su primer poemario, producto de una beca para jóvenes creadores del Fonca (Fondo Nacional para la Cultura y las Artes) es un trabajo más íntimo (aunque no por eso menos político) y exploratorio de los sufrimientos personales con leitmotiv del dolor, la falta y el olvido -léase, por ejemplo, "Lección para los amantes" o "Retrato del orgulloso"-, Ramonera me parece una obra de declaración de presencia colectiva, escandalosa y antinormativa con una intención política fuerte y pronunciada desde el poema uno ("Ramonera") hasta el poema 34 ("2019"). El camino que toma el poemario a través de su progresión es particular: inicia con el texto que da nombre al libro y, poco a poco, nos deja otra vez percibir las tristezas de su primera obra, especialmente, con textos como "Árbol genealógico", "Encargo" y "Para ellos".
En la escritura de Elvis no encontraremos presunción erudita ni formas complejas de producción en español. Por el contrario, su característica es utilizar un estilo simple, asequible a todas en términos gramaticales, pero difícil de comprender verdaderamente si Juchitán -Juchi, Jucho, Juchitrans, Muxitán- es un espacio social y geográfico desconocido. Para sentir y apreciar de forma cabal Ramonera y Declaración de ausencia, hay que haber vivido en ese paraje árido y al mismo tiempo selvático a treintaitantos grados centígrados: haber sudado todo el día, haber comido iguana, haber bailado al compás de un son istmeño, haber bebido coronitas hasta el amanecer con las hermanas muxes, haber escuchado disparos al aire un día de fiesta cualquiera, haber cogido en la calle, haber ido a comprar al mercado, haber celebrado con las muertas en el panteón de la Octava Sección en Semana Santa, haber probado los totopos al horno, haber dormido en una hamaca... No soy purista al escribir esto, al contrario, hago una invitación abierta a las lectoras a ir a la Ciudad de las Flores de Mayo a través de estas palabras como, pienso, lo hace Elvis en su escritura.
Al final, me parece, Ramonera es precisamente eso: una invitación a descubrir un poco (solo un poco) de Juchitán, y un poco (solo un poco) de las experiencias muxes desde el bolígrafo de una de sus protagonistas. Esta obra es una apuesta por parte de Elvis -pero también por parte de las muxes que le confiaron sus biografías- de recobrar las narrativas de su propia identidad y contrarrestar un poco (solo un poco) los cientos y cientos de páginas que personas en todo el mundo han escrito sobre ellas. Propone una alternativa endémica y una versión íntima de sí mismas y habla desde la lengua didxazá (zapoteco) para acallar un poco (solo un poco) las versiones sobre lo muxe, sobre la muxeidad y sobre Muxitán que los medios, las fundaciones y las investigaciones (incluso la mía) hemos dado sobre una experiencia que no es la nuestra y no nos pertenece. "Muxe' es un poema que nunca morirá / Muxe' nga ti diidxaguie' qui ziuu dxi gati'" (2019, pp. 14-15), escribe Elvis y, a través de su poesía, su lengua y su identidad, propone una manera de mantenerla viva -de mantenerse viva- de mantenerlas vivas.