SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
 número164El movimiento estudiantil en Centroamérica: historia, historiografías y memoriasPaula Bruno, Alexandra Pita y Marina Alvarado, Embajadoras culturales. Mujeres latinoamericanas y vida diplomática, 1860-1960 índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • No hay artículos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Revista de historia de América

versión On-line ISSN 2663-371X

Rev. hist. Am.  no.164 Cuidad de México ene./abr. 2023  Epub 27-Feb-2024

https://doi.org/10.35424/rha.164.2023.1218 

Artículos

Los inicios de la profesionalización de la historia en Honduras y la Carrera de Historia (1976-1990)

The Beginning of the Professionalization of History in Honduras and the History Career (1976-1990)

Rolando de Jesús Canizales Vijil* 
http://orcid.org/0000-0001-8709-1678

*Departamento de Historia, Universidad Nacional Autónoma de Honduras, Tegucigalpa, Honduras. Correo electrónico: rolando.canizales@UNAH.edu.hn.


Resumen

La investigación tiene el objetivo de examinar los procesos institucionales y políticos de la sociedad hondureña desde la década de 1950 hasta la de 1980, que se relacionan con el inicio de la profesionalización del oficio de historiador y la organización de la carrera de Historia en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH) en el año 1976. Detalla algunos aspectos institucionales de la Universidad y los relaciona con un contexto social más amplio. Con ello se busca dar una mirada social de un fenómeno institucional como es la organización de la carrera de Historia. Se consultaron fuentes periodísticas, documentos internos de la Universidad (memorias, proyectos, actas) y se registraron algunos testimonios de actores que participaron en la organización y primeros años de funcionamiento. Al final, es notable que los docentes y funcionarios que dieron origen a la carrera tenían una intencionalidad clara de hacer de la historia una contribución de conocimiento crítico que cuestionara los discursos oficiales sobre la nación, algo considerado vital para la creación de una conciencia nacional popular. Este conocimiento, sin embargo, partiría también de ideas de la academia en boga en ese momento sobre el estudio estructural de fenómenos sociales. La originalidad residió en que a esto se unió una idea particular del quehacer científico como labor colectiva, trabajo de campo y proyección social que trascendiera las aulas universitarias.

Palabras clave: historiografía; institucionalización; Universidad; política; ciencia; academia

Abstract

The research aims to examine the institutional and political processes in Honduran society from the 1950s to the 1980s, that are related to the beginning of the professionalization of the historian's profession and the organization of the History Department at the National Autonomous University of Honduras (UNAH) in 1976. It details some institutional aspects of the University and relates them to a broader social context. The aim is to provide a social view of an institutional phenomenon such as the organization of the History Department. We consulted journalistic sources, internal documents of the University (memories, projects, minutes) and recorded some testimonies of actors who participated in the organization and first years of operation. In the end, it is notable that the professors and officials who gave rise to the career had a clear intention to make history a contribution of critical knowledge that would question the official discourses on the nation, something considered vital for the creation of a popular national conscience. This knowledge, however, would also be based on academic ideas that predominated at that time on the structural study of social phenomena. The originality resided in the fact that this was joined to a particular idea of scientific work as collective labor, field work and social projection that transcended the university classrooms.

Key words: historiography; institutionalization; university; politics; science; academy

Introducción

A continuación, se presentan los resultados de una investigación emprendida para conocer los principales hechos históricos en torno a las relaciones entre la formación de la carrera de Historia y el contexto político-social que tiene lugar en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH) en las décadas de 1970 y 1980. La mayoría de los revisores de la historiografía hondureña coinciden en que la investigación o el cultivo científico de la historia tuvo un salto cualitativo-generacional con la organización de la carrera de Historia, oficialmente aprobada por las autoridades de la UNAH en noviembre de 1976.1 Se considera que la historiografía hondureña tiene su etapa fundacional en 1880 con la organización del Archivo y Biblioteca Nacional en plena Reforma Liberal.2 Esta primera etapa estuvo caracterizada por la influencia del positivismo en la forma de hacer la investigación histórica. Aunque como bien señala un documento elaborado por los primeros docentes de la carrera de Historia, el positivismo liberal no propició la creación de una Facultad de Filosofía o Artes en la Universidad.3 Ramón Rosa, el principal ideólogo de la Reforma Liberal, en el discurso de apertura de la Universidad en 1882 afirmó que “el criterio de la ciencia positiva es el que debe adoptarse como preferible en la enseñanza”.4 Este partía de una noción positivista de la evolución histórica en que la ciencia positiva da conclusiones prácticas, planteaba problemas que resolvía con la observación exacta. La etapa anterior, llamada metafísica, se concentraba en abstracciones y silogismos sin utilidad para los tiempos de la industria y el comercio. Así justificaba que no se hubiese creado una Facultad de Filosofía y Letras: “corresponde a países cuyo desarrollo material e intelectual reclama grandes estudios clásicos. Honduras no está en este caso”.5

Rosa proponía, en cambio, que una Academia científico-literaria, en un primer momento constituida con personal de la Universidad, fuera la entidad para estimular las ciencias y las letras. Con el tiempo esta Academia pasaría a “constituirse con la debida independencia de la corporación universitaria”.6 De esta manera, la historia fue una disciplina que se practicó con profusión fuera de las aulas universitarias durante un siglo, desde la Reforma Liberal (1876) hasta la creación de la carrera de Historia en 1976.

Uno de los espacios que definió la segunda etapa de la historiografía hondureña fue la Sociedad Hondureña de Geografía e Historia, fundada en 1926, después de una serie de guerras civiles que asolaron y fragmentaron al país. Para Rolando Sierra esta fue “la única instancia de producción y difusión de un discurso histórico en Honduras desde 1926 hasta la década de los setenta”.7 La mayoría de sus miembros cultivaron estudios históricos que combinaban la historia con la geografía, los análisis culturales de las tradiciones con miradas folcloristas y los enfoques locales y regionales mediante elaboración de monografías históricas. Sus practicantes solían ser abogados, periodistas, literatos y profesores de educación primaria o media. Para algunos revisores de la historiografía este fue un eclecticismo que prevaleció hasta la llegada, en la década de 1950, de los trabajos de Medardo Mejía (1907-1981), quien introdujo las categorías del marxismo en la interpretación de la historia y con ello rompió con la tradición historiográfica de la Sociedad Hondureña de Geografía e Historia.8

En 1981 los docentes de la carrera de Historia reconocían que Medardo Mejía había contribuido “con una notable labor de investigación y publicación”, aunque no dejaban de señalar que “a lo largo del siglo, mientras en países vecinos el quehacer histórico iba adquiriendo la necesaria sistematización y organización científica, en Honduras seguía siendo una afición carente de todo marco institucional e imposibilitada de reproducirse profesionalmente por medio de la enseñanza”.9

Las líneas que siguen discuten el contexto histórico de las décadas de 1960 y 1970, tanto de la sociedad hondureña como el de la UNAH, que dieron forma al proyecto de organización de la carrera de Historia. Es importante este periodo, posterior a 1957, cuando inician una serie de pactos entre diversos actores sociales (trabajadores, elites políticas, militares) que darán lugar a la autonomía universitaria y otras reformas sociales. Se concluye a finales de la década de 1980, unos años después de crearse el grado de licenciado, ya que en su primera etapa la carrera solo impartió el grado de Bachiller Universitario. Asimismo, contiene datos específicos sobre los primeros años de funcionamiento de la carrera y la visión que se tenía sobre el papel que debían asumir los científicos de la historia y las ciencias sociales en un período de grandes planes de reforma social, conflictividad agraria y movilización social urbana creciente.

La investigación pretende entrelazar factores institucionales, políticos y sociales con la práctica académica en el área de la ciencia histórica. La carrera de Historia, hoy integrada en un Departamento de Historia, ha tenido varios cambios en sus formas de enseñar y practicar la historia. Todos esos cambios buscan vincularse con una explicación de los contextos sociales e históricos, que también la sociedad hondureña ha creado, y que han incidido en el desarrollo de la institucionalización de la historia. La orientación que se pretende dar al trabajo es de una historia social e institucional de la profesionalización del oficio de historiador como un proceso relacionado con situaciones políticas internas y externas al ámbito universitario. Se ha aplicado una contrastación de alguna fuente oral con una historia institucional: entrevistas con algunos de los protagonistas de los hechos, revisión de la bibliografía sobre la historia política y social del período y un análisis crítico de la fuente documental en busca de las claves que expliquen el vínculo entre la academia, la profesionalización de la historia y el entorno social.

Una de las principales entrevistas fue realizada a la fundadora de la carrera, María de los Ángeles Chaverri (1939-2019), apenas unos meses antes de su fallecimiento. Durante dos jornadas de más de cuatro horas cada una, la maestra Chaverri contó a este servidor muchos detalles de esos años en los que se ideó el proyecto y los comienzos difíciles. También expuso las experiencias vividas por el cuerpo docente y los estudiantes en los contextos de la década de 1970 y 1980 que ofrecen una visión más amplia de las relaciones entre la academia y la política. En lo referente a esa última década hubo revelaciones significativas que espero detallar en una futura ampliación de esta investigación. La maestra Chaverri mostró el lado más humanista posible en esos momentos tan difíciles de la historia hondureña. Como una forma de homenajear su contribución a la sociedad hondureña y centroamericana se han escrito estas líneas.

Conflicto político, Universidad y reforma social en Honduras (1957-1977)

Entre la reforma y el autoritarismo (1957-1972)

El surgimiento de la carrera de Historia, a mediados de la década de 1970, se dio en un contexto social caracterizado por el reformismo de los gobiernos militares. Este tuvo consecuencias en todos los planos de la vida social y tiene sus orígenes en la política social que el Estado hondureño comienza a definir desde la década de 1950, después del fin de la dictadura de Tiburcio Carías Andino (1936-1949).

Las conexiones de ciertas élites políticas e intelectuales con la “Revolución de Guatemala de 1944” y la protesta de los trabajadores que hicieron una gran demostración de fuerza en la huelga de 1954, lograron que a lo largo de la década de 1950 varios actores políticos apoyaran una política social que incluyó la emisión de legislación laboral y la apertura a la organización sindical. El gobierno de Ramón Villeda Morales (1957-1963), antes de ser defenestrado por el cruento golpe de estado de 1963, había culminado este primer ciclo reformista y una incipiente institucionalización con la emisión del Código del Trabajo, la Reforma Agraria y el establecimiento de la Seguridad Social.10 El abandono de estas reformas por el régimen militar nacido del golpe de 1963 generó un amplio descontento social.11 Esto y la crisis de legitimidad que afectó al ejército por su papel en la guerra de 1969 preocupó al gobierno militar de Oswaldo López Arellano y preparó el terreno para el diseño de una política reformista en la década de 1970.

Los militares estuvieron dispuestos a dar un giro político hacia posturas reformistas en la década de 1970, seguramente por razones de estrategia política y el panorama de crisis hegemónica en un momento en que se activaban las alarmas debido al auge de movimientos revolucionarios en todo el continente. Otro factor que intervino para ese giro reformista en Honduras fue la propia política exterior estadounidense que, con la Alianza para el Progreso, se mostraba más receptiva hacia los planes de reformas moderadas. Oswaldo López Arellano planteó con claridad el propósito del reformismo militar en 1973:

la dramática vida de la gente del campo debe ser cambiada lo más pronto posible porque, en primer lugar, es algo injusto y además de continuar el statu quo degeneraría en violencia. Le tienen miedo aquí a la palabra Revolución […] ¿Qué queremos una revolución pacífica o una revolución violenta?12

Desde el reformismo de Ramón Villeda Morales de la década de 1960 hasta el reformismo militar en 1978, momento del declive de la política reformista, se produjo la entrega de más de 200,000 hectáreas, de las cuales un 18% fueron por la ley de Reforma Agraria de 1962, y el 82% restante, por los gobiernos reformistas militares de 1972-1979.13

En cuanto a las corrientes del exilio político generadas por la consolidación de dictaduras militares de derecha en América del Sur, se convirtieron en factores claves para entender la transformación de la educación universitaria del período, ya que muchos intelectuales exiliados dieron aportes sustanciales a los proyectos de institucionalización de carreras universitarias del área de ciencias sociales. Sobre esto se indicará algo más en otro apartado.

Movilización social y Universidad en la década de 1970

El reformismo militar logró crear un clima político relativamente favorable a la movilización popular, sobre todo de los campesinos. Otro factor a tener en cuenta en la explicación del creciente peso de las movilizaciones populares en el período fue el de la participación de un sector de la Iglesia Católica, influenciado por la Teología de la Liberación, una corriente internacional de pensamiento que transformó la política social de la institución religiosa en todo el continente. Esta comienza a realizar labores de alfabetización y de organización de grupos campesinos para la discusión crítica de los textos bíblicos, lo que a su vez llevó a la denuncia de la situación de injusticia en el campo, paralelo a un aumento de las organizaciones sindicales campesinas. La Iglesia aprovechó el medio radial para hacer llegar su mensaje crítico. En 1961 fueron creadas las Escuelas Radiofónicas.14 Desde finales de la década de 1950 se organizaron los Celebradores de la Palabra, que eran grupos de campesinos o laicos que se reunían para estudiar la biblia y realizar interpretaciones propias del evangelio cristiano. Esto ocasionó un paulatino aumento de las bases sociales de la Iglesia Católica que irían desarrollando un mayor grado de politización. El 10 de septiembre de 1968 de estas asociaciones de laicos nació el Movimiento Demócrata Cristiano de Honduras (mdh), antecesor directo del Partido Demócrata Cristiano de Honduras (pdch). A este se unieron algunas federaciones u organizaciones campesinas de clara identificación demócrata cristiana.15

El movimiento estudiantil comienza a tener un activismo significativo en la política nacional que no perderá durante toda la década de 1970 de manera muy similar a lo que acontecía en otros países latinoamericanos. En septiembre de 1970 surge una organización señera: la Federación de Estudiantes de Segunda Enseñanza (fese). Casi al mismo tiempo los estudiantes dan vida a otras organizaciones como el Frente Estudiantil Socialista (fes) en el nivel educativo universitario.16

El activismo de los estudiantes del nivel universitario es incluso anterior. Según José Reina Valenzuela, se remonta hasta 1929 y se rastrea una conexión con el movimiento de Córdoba de 1918.17

La nueva Ley Orgánica de la Universidad, decretada por la Junta Militar el 15 de octubre de 1957 concedió a la institución su autonomía. Unos meses después, la Asamblea Nacional Constituyente que preparó la Constitución Política de 1957, decretó la paridad estudiantil, modelo de gestión del gobierno universitario que se mantendría hasta el año 2004.18 Estos hechos, si bien acontecieron en medio de una calma auspiciada por el ascenso del primer gobierno militar que favoreció una política de pactos sociales, no deben verse aislados de un historial de luchas estudiantiles que venían produciéndose desde décadas atrás.

La población estudiantil de la UNAH creció llamativamente en la década de 1960, aun cuando entre los años 1964 hubo una reducción de la población en un 3% y en 1967 de 1%, ocasionado con toda seguridad por la inestabilidad y la represión política resultante del Golpe de Estado de 1963.19 Pese a esto, la tendencia al alza prevaleció. La Universidad pasó de tener una matrícula de casi 1,700 estudiantes en 1964 a más de 3,500 en 1969.20 En cinco años la población universitaria en Honduras se duplicó. Para el año 1976, en el momento en que los planes de conformación de la carrera de Historia estaban muy avanzados, la Universidad alcanzó un estimado de 13,000 estudiantes y durante casi toda la década mantuvo una tasa anual de crecimiento de un 22.7%, casi siete veces la tasa anual del crecimiento demográfico de todo el país.21 Este crecimiento impresionante fue también el producto de algunas políticas de apertura y democratización de los requisitos de acceso a la institución. Se decretó la posibilidad de que maestros de educación primaria y peritos mercantiles se matricularan. Por otra parte, un programa de becas, que cada año aumentaba sus recursos financieros, permitió que muchos estudiantes de las clases sociales con ingresos bajos ingresaran al nivel universitario.22 Es así como la autonomía, la paridad estudiantil y el activismo político, que van a caracterizar a la Universidad, posterior a 1957, son parte de un largo proceso de movilización, represión y políticas de pactos que las élites y los sectores populares protagonizaron.

No es extraño, por tanto, que en la Universidad existiera una identificación clara de la mayoría de los estudiantes, ciertas autoridades y docentes con la situación de movilización popular que afectará la enseñanza de la historia y de las ciencias sociales en general. Se concebirá que la enseñanza de la historia y el resto de las ciencias sociales debía estar subordinada a los efectos prácticos que podían tener para la movilización social. En noviembre de 1974 tuvo lugar el Primer Encuentro de la Comunidad Universitaria que, según Jorge Arturo Reina, reunió por primera vez en la historia a representantes y delegados de todos los sectores que integraban la Universidad. El lema adoptado fue el de “Contribuir a la Transformación Social”. Para este intelectual, entonces rector de la UNAH, el mensaje representaba una nueva etapa de la Universidad en la que “los fines […] no consisten en difundir cultura, formar profesionales, desarrollar la ciencia y la tecnología, sino que, la función principal de nuestra Institución radica en contribuir a la transformación social”.23

Aunado a ese discurso de crítica social, había uno que refería a la “autonomía”. Reina, en 1977, justificó ante las autoridades del gobierno militar que el carácter autonómico de la Universidad estaba sancionado desde el origen mismo de la institución. En 1847 la Universidad había nombrado sus propias autoridades. Este acto, en su interpretación, se constituía en el originario de un derecho de largo alcance histórico, aunque no estuviese expresamente establecido en las leyes. Con el decreto de la autonomía emitido en 1957 simplemente se había “recuperado” un derecho autonómico que venía desde muy atrás y que se había irrespetado en varios momentos del siglo xix y xx.24 Por otro lado, la autonomía no era vista en un sentido de “incontaminación” con los problemas concretos de la sociedad o de una “actitud contemplativa”. La autonomía era la “posibilidad de una acción más avanzada que la impulsada por el sistema dominante”, explicó Reina en el discurso pronunciado en 1974 con motivo de la inauguración del Primer Encuentro de la Comunidad Universitaria.25

Para el momento de la fundación de la carrera de Historia, en el año 1977, el reformismo militar estaba en una fase de retirada paulatina. La ofensiva de sectores conservadores tuvo su epígono en otra masacre de campesinos y religiosos: la de Los Horcones en 1975.

Esto no significaba que la Universidad hubiese abandonado su política de adhesión a las reivindicaciones contestatarias de sectores organizados y movilizados de la población. Tampoco que las ideas marxistas y de la Teoría de la Dependencia fuesen relegadas de manera inmediata por los académicos y las organizaciones estudiantiles. A inicios de 1980, cuando Honduras se preparaba para la transición a los gobiernos civiles, la dictadura militar argentina, asesora de las fuerzas militares hondureñas y clave para entender la implantación de la Doctrina de Seguridad Nacional (dsn), veía que en la Universidad “el marxismo, en sus diferentes formas, está montado de un modo más activo” y señalaba que había “elementos marxistas infiltrados en su cuadro de profesores”.26 Unos años antes, en 1977, la dictadura de Anastasio Somoza acusó a la UNAH no solo de ser un “santuario comunista” de adoctrinamiento, sino, cosa más grave, de entrenar guerrilleros de diversas nacionalidades.27 Las relaciones, que hasta entonces habían sido calificadas de buenas, entre los gobiernos militares anteriores y la Universidad parecieron deteriorarse a medida que sectores conservadores del ejército se hacían con el control de la institución y el gobierno hondureño. En 1979 el secretario de prensa de la Junta Militar declaró que en la Universidad había un arsenal. Esto mientras la guerra de liberación en Nicaragua se recrudecía contra la dictadura de Somoza.28

Este mismo editorial calificaba las relaciones entre Universidad y el gobierno de la siguiente forma:

[…] no han sido malas, si hemos de compararlas con las existentes en Guatemala, El Salvador y Nicaragua. No han sido malas pues existe colaboración universitaria en la docencia en centros superiores dependientes de las Fuerzas Armadas. Y por otra parte, las autoridades representativas de la Universidad de Honduras han sido siempre muy comedidas al referirse al gobierno militar […]. Ese error del Secretario de Prensa deja en la atmósfera nacional la idea de que las relaciones entre el gobierno militar y la Universidad de Honduras está a punto de romperse, que la fuerza armada está en disposición de tomar las instalaciones universitarias para recoger ese lote de armas.29

A ello se unieron iniciativas para quitar a la Universidad su función de institución rectora de la Educación Superior. Las constituciones de 1957 y 1964 otorgaron a la UNAH facultades amplias para diseñar las políticas de educación universitaria. El 27 de abril de 1979 la Junta Militar quiso reformar la Ley de Universidades Particulares para restringir esos poderes. Las autoridades de la UNAH presentaron ante la Corte Suprema de Justicia un recurso de inconstitucionalidad que fue aceptado.30

Obviamente, la ofensiva conservadora y represiva de la década de 1980 repercutiría en las relaciones políticas internas y externas de la Universidad. Sin embargo, durante casi toda la década de 1970, el discurso de la protesta y crítica social prevaleció entre la mayoría de los miembros de la comunidad universitaria. Esto tendría una repercusión en la manera en que se concebía la investigación histórica y la enseñanza. Estas se veían muchas veces subordinadas a las lógicas de los problemas presentes desde una mirada sociológica. Categorías del marxismo y de la Teoría de la Dependencia en el ámbito universitario comenzaron a influir en sobremanera en la interpretación de los hechos sociales y en asentar la creencia de que se podían definir leyes generales del desarrollo de las sociedades. De ahí que la enseñanza de la historia, previo a la fundación de la carrera de Historia, se presentara un tanto indiferenciada en el campo de las ciencias sociales. Fuera del ámbito universitario muchas veces la historia era concebida solo como un cúmulo de datos sin conexión o efemérides, algo que intentó ser corregido por los fundadores de la carrera de Historia como se verá más adelante.

Por otra parte, el contexto político de Honduras definió algunas singularidades del proceso de la profesionalización de la historia en comparación con otros países centroamericanos. En El Salvador y Nicaragua, donde se experimentaron guerras civiles extendidas, el desarrollo profesional de la historia muchas veces se vio interrumpido de forma abrupta. En Costa Rica, por otro lado, donde no se produjeron conflictos bélicos, la historia se convirtió en una práctica científica con apoyos institucionales sostenibles para la formación de profesores en el extranjero, lo que contribuyó a una mejor recepción de las corrientes renovadoras de la historiografía, especialmente de la historia social de Europa.31

La profesionalización de la historia en Honduras se vio hasta cierto punto favorecida por el contexto de reformismo militar de la década de 1970. El recrudecimiento de la violencia política en 1980 no alcanzó la intensidad observada en Nicaragua o El Salvador. Sin embargo, esto no significó que Honduras y su institucionalidad académica universitaria se mantuviese aislada de lo que acontecía alrededor. Todo lo contrario, el país, especialmente su ámbito universitario, fueron escenarios en el que se terminaron proyectando con fuerza los conflictos políticos de toda la región. Y esto tendrá un peso significativo en el funcionamiento de las primeras prácticas investigativas de la carrera de Historia, como se verá más adelante.

Políticas universitarias y la situación de las ciencias sociales en la UNAH (1960-1977)

Varios de los profesores de las áreas de humanidades y funcionarios que dieron vida a la carrera de Historia pertenecieron al Centro Universitario de Estudios Generales (cueg). José Reina Valenzuela afirmó que este Centro fue el producto de la “primera etapa” de la Universidad en su carácter de institución autónoma, que abarcó las administraciones de Lisando Gálvez (1956-1960) y Hernán Corrales Padilla (1960-1963), en las que la mayor parte de las actividades eran realizadas, de forma un tanto descoordinada, por las unidades y facultades. Los profesores de “áreas experimentales” como física, química y biología detectaron que muchos de los estudiantes que ingresaban a la Universidad llegaban con varias carencias de conocimientos. Así decidieron plantear en el Consejo Universitario y el Claustro Pleno la organización de un “centro de estudios preparatorios”. La propuesta fue aceptada y en 1960 comenzó a funcionar este centro en el que se impartían las clases de Matemáticas, Física, Química, Biología, Historia, Idioma Español, Filosofía y Sociología.32 De acuerdo con Jorge Arturo Reina, este centro fue denominado en un primer momento “Departamento de Ciencias Básicas” y tenía entre sus objetivos principales “la elevación del conocimiento de los estudiantes en estudios superiores en las facultades universitarias”.33

El 10 de enero de 1962, en la administración de Hernán Corrales Padilla, recibió el nombre de Centro Universitario de Estudios Generales (cueg). La comisión de Reforma Universitaria creada por el rector Padilla indicó que:

una de las más sentidas necesidades de nuestro medio ha sido y sigue siendo la de proporcionar a nuestra ciudadanía una oportunidad para educarse bien en las Humanidades y, al mismo tiempo, lograr que ningún universitario carezca de una cultura humanística bien arraigada en las tradiciones de nuestra historia y civilización.34

El Consejo Universitario en sesión ordinaria del 8 de diciembre de 1966 decretó el reglamento del cueg con el cual se creó el Departamento de Ciencias Sociales.35 En este funcionó la “Sección de Historia y Antropología”. Desde aquí se impartió a partir de 1967 la clase de Historia de la Cultura, general para los estudiantes de las diversas carreras universitarias.36 La clase de Historia de la Cultura puede considerarse un espacio propiciador de ideas para la formulación del proyecto de la creación de la licenciatura en Historia varios años después. Para la década de 1970 en este departamento de Ciencias Sociales se formarían las dos carreras que durante años serían las principales: Trabajo Social e Historia.

En 1973 una comisión compuesta por estudiantes de los frentes estudiantiles contestatarios y profesores concibió un “Plan de Gobierno Universitario” que fue retomado por el rector Jorge Arturo Reina el día de su toma de posesión en el cargo. La Universidad acababa de atravesar una crisis política interna por la representatividad que exigían los centros regionales en el principal órgano de poder: el Claustro Pleno. Esta situación generó varias protestas estudiantiles y concluyó con la renuncia del rector anterior, Cecilio Zelaya Lozano.37

En su toma de posesión, Reina expresó que su política universitaria tendría el principio de “comprometerse en la lucha por el cambio profundo del orden establecido”. La ciencia y la cultura debían ser entendidas como “medios de liberar al hombre y a la sociedad” y la formación integral del estudiante requería “de la ciencia y las humanidades”.38 La Universidad no podía sustraerse -continuaba- del proceso de la revolución social de los sistemas socioeconómicos del Tercer Mundo, aunque matizaba que no era la Universidad quien liberaría al pueblo, sino que este en “un proceso integral de liberación se liberará a sí mismo”. La “transformación interna de la Universidad” era “un paso en el camino de la revolución social hondureña”.39

El ascenso de Jorge Arturo Reina al cargo de rector en 1973 profundizó la orientación política contestataria que ya había iniciado el rector Cecilio Zelaya Lozano en 1969. Debido al contexto de reformismo militar también hubo acercamientos entre la Universidad y el ejército. A principios de 1973, cuenta Jorge Arturo Reina, un grupo de oficiales de las Fuerzas Armadas visitaron el cueg y consultaron si podían tomar cursos especiales. El temor a los sectores radicalizados, tanto de la izquierda como de la derecha, hizo que las negociaciones fueran llevadas con la mayor cautela. El 27 de enero de 1977 y el 6 de febrero de 1978 la UNAH firmó convenios de cooperación con la Escuela Nacional de Policía y la Escuela Militar Francisco Morazán. Los docentes de la UNAH impartían clases que figuraban en los planes de estudios de estas instituciones armadas.40

En los dos períodos que Reina mantuvo el cargo de rector, se crearon varias carreras, además de la de Historia, como Filosofía, Letras y Trabajo Social.41 Ello demuestra el interés por profesionalizar áreas del conocimiento de las ciencias sociales y humanidades.

El profesor Marcos Carías, uno de los fundadores de la carrera de Historia, participó ese mismo año de 1973 en una comisión formada al interior del cueg para diseñar un plan específico de esa entidad que respondiera al marco general del gobierno universitario. Carías, en el informe sobre los resultados de esa comisión, expuso que había acuerdo en orientar al estudiante para que abandonara “actitudes reaccionarias” y asumiera “posturas cada vez más comprometidas con el proceso de liberación de nuestro pueblo”.42 Sin embargo, advertía del peligro que corría la lucha social si se enfocaba únicamente en un activismo apasionado sin sustento académico:

lo que la nueva sociedad hondureña exigirá de los universitarios, profesores, estudiantes y profesionales será sin duda, participación decidida en esa lucha de liberación, pero y de manera muy específica, sólida preparación teórica y práctica en un determinado campo de la ciencia, ideas claras frente a los problemas sociales, capacidad para conducir y resolver técnicamente, eficazmente los diversos problemas de un país que necesita reconstruirse. Se puede con la mayor abnegación participar en las luchas del pueblo y sin embargo, si se falla en esto segundo, si cuando nuestro país requiera de esa sólida formación científica como vital contribución para ser libres, carecemos de la preparación debida para brindársela entonces de nada habrá valido tal abnegación y la acusación de irresponsabilidad será completamente válida.43

Los principios fundamentales del quehacer académico se resumían en “conocer racionalmente” el “fenómeno de la dependencia política, económica y cultural”. El conocimiento científico era una “de las vías específicas para superar tal dependencia” pues se tenía la confianza de que “el mismo esclarecimiento del fenómeno ya es un modo de comenzar a controlarlo” para luego pasar a “precisar los caminos que de manera concreta sirvan de auxilio al pueblo en su lucha de liberación”.44

La identificación entre ciencia y el fin político de cambio de la sociedad en su conjunto es más que clara en el discurso de uno de los fundadores de la carrera. Así como la necesidad de una vinculación directa con los sectores sociales menos favorecidos. Por otra parte, había conciencia de la necesidad de unir en la lucha política la acción impetuosa con las capacidades científicas y técnicas. Aspecto este último en el que tendría su papel la historia concebida no en calidad de recurso retórico o narrativo sino como un conocimiento científico que ayudara a crear las capacidades para resolver los problemas sociales desde un punto de vista práctico y técnico. No deja de llamar la atención la cercanía de esta idea con la que tenía la historia social europea sobre la tarea del historiador/a en la sociedad. Eric Hobsbawm, por ejemplo, en 1952 concebía que el principal propósito de la historia era “informar” a los que hacen la historia. Se debe entender en esta aseveración la segunda palabra “historia” como los acontecimientos que protagonizan las personas y no en su acepción de ciencia. Para lograr esa tarea de informar, la historia debía ser escrupulosamente honesta a la hora de revisar la evidencia y experimentar para encontrar las mejores técnicas en esa tarea. Conllevaba una responsabilidad alta ante la sociedad -no tanto ante otros historiadores de la comunidad científica- por llegar a los juicios correctos, aunque estos fuesen pesimistas o impopulares.45

Marcos Carías y María de los Ángeles Chaverri estudiaron a finales de la década de 1950 y mediados de 1960 en una España franquista que, pese al ambiente de represión, veía a sus centros universitarios recibir una notoria influencia de las corrientes de la historia social francesa y anglosajona.46 Chaverri, sin embargo, aclaró que los profesores no hablaban mucho de estas corrientes, las conocían, pero las prohibiciones pesaban mucho para que no las expusieran en los salones de clase. Los libros prohibidos circulaban de forma clandestina en las trastiendas de las librerías de viejo. Por otra parte, cuando estaban concluyendo sus carreras, las universidades españolas eran centros de efervescencia política con manifestaciones políticas que eran reprimidas y en las que llegó a participar Marcos Carías.47

En ese mismo documento de 1973 se encuentra ya una idea que puede considerarse germinal de lo que será el proyecto de constitución de una licenciatura en Historia. Carías, en representación de la Asociación de Profesores del cueg, escribió que se iban a realizar “estudios correspondientes para decidir sobre la conveniencia de establecer, en una primera etapa, estudios a nivel de profesorado universitario en los ramos de Filosofía, Historia y Literatura” y que este proyecto también serviría para buscar una “vinculación efectiva entre la Universidad y la Escuela Superior del Profesorado”.48

Organización de la carrera de Historia: los primeros años (1975-1980)

Un documento con fecha de octubre de 1975 y firmado por Laszlo Nemes, jefe del Departamento de Ciencias Sociales, y María de los Ángeles Chaverri, a nombre de la Sección de Historia de la Cultura, expuso la primera iniciativa formal de creación de la carrera de Historia.49 La propuesta organizaba la carrera en dos niveles: Bachillerato Universitario y Licenciatura. Los objetivos que planteaban eran tres: a) rescatar, preservar y organizar las fuentes históricas del país; b) investigar y dar a conocer la historia de Honduras; c) preparar los textos de historia para los otros niveles educativos.50

El Bachillerato era visto como “una formación global y general de la disciplina histórica, que a la vez ubique al alumno dentro del contexto de las ciencias sociales y que lo capacite en las tareas inmediatas de investigación y en las de docencia a niveles medios”.51 La licenciatura buscaba “profundizar los conocimientos de la disciplina” y orientar al estudiante “hacia un campo específico” de la historia. El documento en cuestión planteaba que la licenciatura tendría dos orientaciones: Historia Socioeconómica e Historia Política.52

La carrera de Historia en su propuesta de 1975 recogía, por tanto, la preocupación por la conservación de archivos y fuentes históricas; la investigación y la tarea pedagógica de hacer llegar el conocimiento histórico a toda la sociedad a través del sistema educativo del país y no solo a los grupos minoritarios que accedían a la educación universitaria. Mostraba también las preocupaciones por una especialización del conocimiento hacia áreas de las ciencias políticas y las ciencias económicas que se consideraban fundamentales para dar respuesta a problemas presentes y pasados de la sociedad hondureña.

María de los Ángeles Chaverri (1939-2019), historiadora de origen costarricense y una de las personalidades más destacadas en la fundación de la carrera de historia, cuenta que la idea de profesionalizar los estudios de historia surgió cerca del año 1967. Ello a raíz de la inconformidad que había entre varios profesionales de la historia con los contenidos de la clase de “Historia de la Cultura” que se impartía a los estudiantes de la Universidad. El grupo que empezó a discutir la posibilidad de una especialización de los estudios de historia estaba formado por ella, que había cursado una licenciatura en Historia en España; su esposo Marcos Carías (1938-2018),53 formado también en España; la hondureña Laura Gálvez, formada en Estados Unidos; el historiador argentino Héctor Pérez Brignoli y la historiadora chilena Mariana Thayer.

De acuerdo con Chaverri, “nunca estuve muy de acuerdo con lo de historia de la cultura porque era una mescolanza, más tirando a historia de América”. A todos los movía “la convicción de lo importante que la historia había sido para nuestras vidas”.54 Brignoli y Thayer eran parte de un grupo de intelectuales que salieron de sus países con un futuro no muy atrayente para insertarse en sus academias de origen debido a las dictaduras militares de América del Sur. Brignoli tenía una licenciatura en sociología por la Universidad de Buenos Aires. Allí se formó en una escuela que concedía gran importancia a la metodología y la teoría social de Gino Germani, en donde “el marxismo tenía una presencia reducida”.55 En 1970, una vez concluido un doctorado en sociología del desarrollo en Francia, donde sí estudió el marxismo de la mano del historiador Pierre Vilar, llegó a El Salvador. De aquí pasó a impartir clases una breve temporada en Honduras hasta que radicó finalmente en Costa Rica a partir de 1974. Su formación estaba muy vinculada a la historia económicasocial y sus intereses por una historia latinoamericana, que empleara métodos cuantitativos, se hicieron cada vez más notables.56

La meta inicial del grupo de profesores que participaron en el diseño del plan fue la creación del Bachillerato, y por ello el documento de 1975 solo incluía un esquema poco detallado de la licenciatura. El Bachillerato se cursaba en siete semestres, es decir en aproximadamente tres años y medio, y estaba constituido por 33 asignaturas equivalentes a 130 unidades valorativas.57

En cuanto a los contenidos de formación, destacaban tres grandes áreas temáticas: Historia Universal, Historia de América e Historia de Honduras. A estas se añadían otros temas: metodología de la enseñanza, metodología de la investigación y geografía. También había un grupo de cuatro clases optativas, de las que era obligatorio cursar alguna de ellas: Historia Económica, Historia Social, Historia Agraria, Problemas del Mundo Contemporáneo, Demografía Histórica e Historia del Arte Contemporáneo.58 En este plan se reflejaba el contexto político del período, en clases como Historia Agraria y Problemas del Mundo Contemporáneo, que se vinculaban al activismo político y a los temas que eran considerados relevantes por la comunidad universitaria. Asimismo, reflejaban las relaciones estrechas que se tenían con profesionales de otras áreas como la sociología y la economía en un momento en el que la compartimentación del conocimiento todavía no adquiría un carácter demasiado fuerte. De ahí que no sea raro ver un énfasis en los temas de las estructuras económicas, el conflicto por la tierra, las estructuras agrarias y la historia política contemporánea y que los profesores del Departamento de Ciencias Sociales y la Carrera de Historia, recién constituida para ese entonces, participaran en actividades como el III Congreso Centroamericano de Sociología, del 24 al 29 de abril de 1978.59

Este evento reunió a más de 200 científicos sociales de toda la región y su mesa directiva estuvo integrada por los historiadores Medardo Mejía como presidente honorario y Ramón Oquelí como presidente. Ambos estudiosos de la historia condensaban la imagen del intelectual que unía la erudición científica con la militancia política, aunque partían de generaciones, corrientes teóricas y experiencias académicas distintas.60 Oquelí se había formado en España donde nutrió su pensamiento de la filosofía de José Ortega y Gasset, José Luis López Aranguren y Xavier Zubiri. Medardo Mejía, en cambio, tomó contacto con el marxismo en su adolescencia, si se da por verdadero su testimonio. Luego pasó en el exilio en Guatemala durante el período de la revolución democrática de Juan José Arévalo y Jacobo Árbenz (1944-1954). Mejía estaba consciente que la tarea de escribir historia debía tener una dimensión política a favor de las clases populares. Al describirse a sí mismo exponía: “En realidad no me considero un hombre de letras. Yo escribo porque tengo que escribir, pero no se crea que es nada más por las ganas de escribir. A través de una obra, aparentemente literaria, Los Diezmos de Olancho, me propuse demostrar la potencialidad revolucionaria de un pueblo”.61

En este evento de 1978 el rector de la Universidad dio un discurso bastante incendiario que sirve de indicador de la forma en que se hacía confluir en los discursos la acción política con las actividades académicas:

Congresistas, ¡proclamen que la ciencia es enemiga de la injusticia! ¡Demuestren que el orden establecido se puede y se debe cambiar! ¡Que el atraso y la dependencia pueden y deben superarse! ¡Prueben de manera contundente y sencilla que ni la miseria de los más, ni los privilegios de los menos, serán eternos! Estamos seguros de que este III Congreso de Sociología arrojará mucha luz en torno a los problemas del Estado, la Política y el Desarrollo.62

Algo importante de señalar es que había una preocupación para que el estudiante tuviera un conocimiento amplio de la historia mundial, de ahí que fuesen incluidas cinco clases (Historia Antigua, Historia Medieval, Historia Moderna, Historia Contemporánea y Problemas del Mundo Contemporáneo), dirigidas a “manejar los conceptos fundamentales del desarrollo de la Historia Universal”.63

Otro elemento que destaca de los primeros planes de la Carrera de Historia es la formación en la enseñanza de la historia. Esto quizá tenga que ver con esa preocupación por mantener vínculos orgánicos con la población y que se veía como una faceta indisoluble del trabajo científico. La tarea del historiador/a como educador/a puede asociarse a un contexto político en el que prevalecían las corrientes de la educación popular, como se verá más adelante. La licenciatura se obtenía una vez cursadas las clases del Bachillerato y 12 clases más con valor de 47 unidades valorativas.64 Para la orientación en Historia Socioeconómica se planificaron las clases de Estadística General, Macroeconomía y dos Seminarios de Historia Económica y Social. En la orientación de Historia Política estaban las clases de Historia de las Instituciones de América, Teoría del Derecho y dos Seminarios de Historia Política. Las clases de Historiografía y Organización de Archivos eran obligatorias para ambas orientaciones, así como Metodología de la Enseñanza de la Educación Superior y Técnicas de Investigación.65 No obstante, el grado de licenciatura no comenzó a ofertarse hasta 1980.

Entre 1975 y 1976 fueron elaboradas en total unas cinco propuestas hasta que la creación de la Carrera, a nivel de Bachillerato, fue aprobada a finales de ese último año. En sus constantes revisiones participaron profesores de distintas secciones del Departamento de Ciencias Sociales, de Dirección Docente y del Programa Centroamericano de Ciencias Sociales del csuca.66

Según el Acta No. 300 del Consejo Universitario, el 18 de noviembre de 1976 se reunieron en horas de la mañana varios funcionarios de la Universidad y un grupo de profesores del Departamento de Ciencias Sociales, entre los que se encontraban Marcos Carías, María de los Ángeles Chaverri y Héctor Palacios.67 Después de la lectura de un dictamen favorable para la creación de esta nueva carrera, por parte de la Dirección Académica, hubo algunas discusiones entre los asistentes. Román Valladares pareció no encontrar relación entre la creación de la carrera y un plan de desarrollo que fijara prioridades, pues consideraba que había “áreas técnicas que desean complementar sus carreras” y que la Universidad debía definir “hacia donde quiere enfocar más su atención”.68 Parecida opinión tuvo Alejandro Gutiérrez quien hizo alusión a prestar más atención a las asignaturas de la carrera de ingeniería en San Pedro Sula. Los asistentes Rosa Bautista y Santos Gabino Carbajal también manifestaron preocupación por la creación de una carrera “sin tener previamente un orden de prioridades en una institución en donde los intereses no abundan”.69

Una argumentación a favor muy decisiva la hizo el propio rector de la Universidad, Jorge Arturo Reina, quien indicó que el proyecto de creación “presentaba perfiles característicos ya que dentro del mismo Departamento se fueron creando las condiciones que le permitieron llegar a un nivel tal en que sin mayor esfuerzo puede crearse una carrera como la de Historia” y aludió también al Primer Encuentro de la Comunidad Universitaria de 1974 en que “quedó clara la necesidad de conocer nuestra realidad, de conocer nuestra historia […] que la historia de nuestro país es desconocida y debe ser estudiada para que de allí podamos extraer algunas soluciones para nuestro propio futuro”.70 Carlos Echeverría secundó al rector y resaltó que “la historia vista como ciencia y no como un momento particular del saber humano tiende a interrelacionar los diversos aspectos del saber, significa la consolidación de los diferentes campos de la ciencia y de la técnica y por lo tanto puede servir de apoyo para las demás carreras existentes”.71

Con estos discursos es posible concluir que la carrera de Historia parecía un proyecto que había ido tomando forma en un sector muy localizado de la Universidad, el departamento de Ciencias Sociales, al grado de no representar para varios estudiantes y miembros del Consejo Universitario una idea conocida o fruto de espacios de diálogo bastante amplios y publicitados como fue el Encuentro de la Comunidad Universitaria de 1974. Por otro lado, la defensa del proyecto recayó en el rector quien dotó de legitimidad al vincularlo, de forma un tanto vaga, con los objetivos de transformación que se propuso la Universidad ese año.

María de los Ángeles Chaverri al ser entrevistada en el 2019 recordaba que el apoyo del rector fue decisivo para dar vida a la carrera en un momento en que había escepticismo o desconfianza hacia el proyecto.72 Llama la atención también la elaboración de un discurso que señaló un carácter compatible de la historia con las áreas técnicas de la enseñanza universitaria. Esto seguramente para generar confianza entre los que pedían un apoyo mayor para las carreras de carácter técnico o de aplicación científica.

En 1977, cuando empieza a funcionar de manera oficial la Carrera de Historia, un artículo de Presencia Universitaria explicaba algunas especificaciones del Bachillerato Universitario que no variaban mucho en relación con la propuesta original de 1975. Se mantenían las mismas unidades valorativas y solo aclaraba que para obtener el grado era necesario realizar una tesina en el curso de Seminario de Historia de Honduras II.73

A tono con las preocupaciones políticas del momento, el artículo explicaba que la importancia del estudio de la historia radicaba en el descubrimiento de “pautas que puedan contribuir a la transformación”, mediante el conocimiento de la “realidad hondureña ubicada dentro del desarrollo histórico americano y mundial”.74

Los primeros estudiantes que ingresaron a la Carrera de Historia, oficialmente aprobada para el primer semestre de 1977, fueron: Olga Marina Joya, Efraín Flores, Héctor Santos y Ramón Fletes. No obstante, hay versiones que indican que desde 1976, mientras se estaba a la espera de aprobación oficial, los estudiantes y los profesores se reunían en el tercer piso del edificio 1 de la UNAH para avanzar algunas de las primeras asignaturas.75 A principios de 1979 la naciente carrera ya había graduado en el nivel de Bachillerato Universitario a tres de los cuatro primeros estudiantes: Olga Joya, Héctor Santos y Ramón Fletes. Los tres presentaron como trabajo grupal de graduación una tesis sobre la historia de la Federación de Estudiantes Universitarios de Honduras (FEUH).76 Tuvieron que esperar hasta el año siguiente para continuar los estudios cuando las autoridades universitarias aprobaron la apertura del grado de licenciatura el 20 de noviembre de 1980.77

Sobre el cuerpo docente y las clases en esos primeros años, Olga Joya describió que:

Aun cuando tuvieran posiciones políticas o enfoques teóricos diferentes entre ellos, siempre acuerparon el que nosotros como alumnos conociéramos y discutiéramos con los mejores libros accesibles en aquel entonces y que conociéramos a estudiosos de otros países que venían a dictar conferencias a la UNAH. Uno de los teóricos importantes de la Historia colonial que solía venir casi cada año a Honduras era don Severo Martínez Peláez, de nacionalidad guatemalteca. También teníamos muchas visitas de los profesores de historia de la ucr como Víctor Hugo Acuña, Héctor Pérez Brignoli. Otro asiduo de la UNAH era el historiador Murdo MacLeod, de la universidad de Gainesville.78

En 1981 un folleto de la carrera de Historia explicaba que contaba con 20 docentes graduados en España, Estados Unidos, la Unión Soviética, México y la Universidad Nacional. También había profesores de sociología, ciencias políticas y trabajo social que apoyaban en sus respectivas especialidades.79 En 1986 la carrera de Historia organizó su propio Centro de Documentación como la culminación de una idea que había surgido en 1982 de crear un “laboratorio de Historia”.80 Este centro contaba con tres secciones: Clasificación; Información Archivística e Historia Inmediata de los Movimientos Populares.81

Las ideas de una historia social en la fundación de la carrera de Historia

Entender la forma en que fue representada la historia por los/as fundadores/as de la carrera, obliga a estudiar con detenimiento la segunda parte del acta en la que, una vez aprobada por unanimidad la creación de la carrera, el Acuerdo No. 5 reprodujo fragmentos de un documento titulado “Significado de la Carrera de Historia en la UNAH”. Este documento es con toda probabilidad el producto de las reflexiones del grupo de profesores que participaron en el diseño del plan de estudios.

En primer lugar, resalta que la historia es necesaria tanto para conocer la realidad y que este conocimiento sirviera para transformarla. La historia se considera, más que un campo disciplinar especializado, una dimensión presente en todo tipo de conocimiento científico de la realidad social, sea este económico, político o sociológico.82 A lo que agregaba que “el cultivo de esta rama básica del saber ha sido en nuestro país extra-universitario y, en gran medida, extracientífico”.83

La crítica continuaba con el señalamiento de que “la labor histórica de todo un siglo se ha caracterizado por ser una labor individualista, empírica, carente de apoyos institucionales, insuficiente por lo tanto”.84

El cambio significativo que traería la carrera no sería en el plano de la acumulación erudita de datos sino más bien en la creación de una forma de trabajo colectivo que no se había visto hasta entonces en la historiografía nacional:

si bien una carrera universitaria no puede garantizar que su producción eclipse los nombres de tantos ilustres autores del pasado; si puede garantizar una consciente y permanente labor de equipo, al tanto de las metodologías y las corrientes actuales de pensamiento.85

El principal mecanismo para lograr esto fue, sin duda, el Taller de Historia de Honduras que en el primer plan de estudios apareció como un “Seminario”. Este era definido como “un trabajo de campo, un trabajo entre las comunidades, lo cual puede parecer extraño a quienes ven en la historia una labor típica de biblioteca”.86 El taller implicaba el diseño de una investigación, recolección y análisis de datos de las fuentes primarias. Daba prioridad a estudios monográficos en regiones o localidades ubicadas fuera del radio urbano de Tegucigalpa e incluía un fuerte componente de “rescate” de archivos en esas zonas olvidadas por el Estado a la vez que un trabajo de vinculación con las comunidades mediante la organización de jornadas de discusión/capacitación de la historia local y la historia nacional. Entre 1978 y 1990 el Taller de Historia permitió el rescate de unos 14 archivos locales, principalmente municipales, pero también judiciales y eclesiásticos.87

En la modalidad de taller, la carrera de Historia ha producido investigaciones de comunidades y regiones poco estudiadas, con temas novedosos en el contexto de la historiografía hondureña. Los nueve talleres realizados en el período 1978-1990 estudiaron localidades de Choluteca, Comayagua, Copán y El Paraíso. Los temas se relacionaban con el análisis estructural de clase social, la propiedad de la tierra, la Reforma Liberal y la agricultura de la segunda mitad del siglo xix hasta el siglo xx. Uno de los talleres estudió las capellanías, formas de organización popular religiosa y económica durante el período colonial.88 En 1981 la carrera de Historia había desarrollado tres talleres en el departamento de El Paraíso con los temas siguientes: a) estructura de clases en el Danlí de las últimas tres décadas del siglo xix; b) monografía de Yuscarán (1890-1915); c) desarrollo del cultivo del café en el municipio de El Paraíso (1876-160). La orientación teórico-metodológica de estas tesinas las ubicó en corrientes de la historia social y económica de corte estructuralista, aunque divergente con los intereses de los sociólogos de la Teoría de la Dependencia que centraban sus estudios en la plantación bananera de la costa norte, desde el concepto de enclave. Solo hasta 1994 hubo un taller dedicado a una compañía bananera y el enfoque fue distinto al planteado por la Teoría de la Dependencia, pues propuso una historia regional local con el análisis de las relaciones entre el capital transnacional y la municipalidad de Trujillo. La mayoría de estas investigaciones han sido poco divulgadas en forma de publicaciones.

El taller y otras formas de enseñanza como los seminarios partían de una concepción de la educación relacionada con las ideas en boga muy críticas hacia la educación tradicional y cívica que se creía estaba traspasada por una ideología de “sectores minoritarios fuertemente impregnados, a su vez, por la ideología de potencias extranjeras”.89 Por esto los fundadores de la carrera proponían una educación con una clara intencionalidad política:

la Universidad ha manifestado su decisión de involucrarse directamente y con un sentido definido a dichos intentos transformadores, no solo a través del sector público sino y sobre todo en estrecha vinculación con los sectores populares del país […] una carrera de historia de la Universidad podrá orientar en la formación de una conciencia nacional que sea conocimiento y valoración del pasado y cimentación de futuros anhelos de vida y que como tal conciencia nacional sea representativa de toda la sociedad y no solo de una minoría privilegiada.

En esa tarea el principal aporte de los historiadores/as sería “un conocimiento científico de nuestra realidad que permita superar los sentimentalismos líricos y las demagogias deformadoras”.90 Después de varios años de discusiones y múltiples planes de estudio, al momento de su aprobación oficial en 1976, la idea de una Historia que respondiera al contexto social, historiográfico y político de su tiempo parecía bastante madura y consciente de su papel de “informar” a los actores protagonistas o hacedores de la historia nacional, como lo concebían algunos historiadores sociales de Europa.

Más de diez años después estas ideas seguían desarrollándose como lo demuestran las gestiones que en 1987 comenzaron a tomar fuerza para establecer el carácter obligatorio de la clase de Historia de Honduras entre todos los estudiantes de la UNAH. El comité técnico de la carrera de Historia, entidad conformada por docentes y estudiantes, explicaba que la “educación es nacional” y como tal debía inspirar “la enseñanza de los intereses y necesidades del país” que procurara la “formación de una conciencia que fortalezca los sentimientos de nacionalidad”. En esa tarea era fundamental la historia por lo que se proponía como una “necesidad prioritaria” la apertura de la clase que debían cursar obligatoriamente los estudiantes universitarios.91

En octubre de 1987 el Consejo Universitario de Estudios Generales acordó incorporar la clase de Historia de Honduras para todas las carreras que formaban parte del Centro Universitario de Estudios Generales (cueg) y se asumió el compromiso de que gradualmente se incorporase a todas las carreras de la universidad.92 Sobre esto último hubo bastante oposición de los decanos que estaban fuera del cueg. Los miembros del Consejo de Estudios Generales consideraban que este problema de incorporar la clase como una asignatura general para todas las carreras era parte de la “polémica entre formación humanista y formación tecnocrática”.93

Marcos Carías, años después, al recordar ese período de finales de la década de 1980, caracterizaba una idea de la historia que cuestionara la educación cívica tradicional, centrada en efemérides, símbolos patrios y héroes “de una manera lírica y superficial”.94 Esta visión crítica --continúa Marcos Carías- generó:

resistencia, de parte de muchos educadores y hasta de políticos cuando se introdujo la asignatura de Historia General de Honduras en los Estudios Generales de la Universidad, porque se consideró, erróneamente, que un planteamiento crítico sobre la realidad histórica del país, como conviene a este nivel de análisis, haría desaparecer el pequeño patriotismo adquirido por los jóvenes en su previa formación. De nuevo, fue otra manera de tenerle temor a la búsqueda científica de la verdad.95

A principios de la década de 1990, María de los Ángeles Chaverri escribió un diagnóstico sobre la carrera que a mi juicio profundiza todavía más la reflexión sobre el papel que tendría la profesionalización de la historia en la sociedad. Para Chaverri:

los pueblos se consolidan como naciones y como estados conociéndose a sí mismos, apropiándose de su pasado por medio de su conocimiento, lo cual incide en las bases de la construcción del futuro. El conocimiento del pasado que tenga un pueblo influye en la madurez y seguridad con que asuma su futuro […]. Todo lo anterior, que está muy claro en la Carrera de Historia, constituye nuestra razón de existir como tal, no ha sido plenamente asumido por la sociedad hondureña, ni por sus clases dirigentes, ni por la Universidad y por ello influye directamente en la debilidad del mercado de trabajo.96

Este problema era también el producto de una noción que se tiene sobre la historia en la que no se valoran sus posibilidades para explicar procesos, el cambio en la continuidad, sino que se ve como una materia que trata sobre hechos episódicos y heroicos, con personajes descontextualizados, acotaba Chaverri. Al final, esto influía para que no se considerara la perspectiva histórica en la “planificación para el desarrollo”, por lo que, escribía Chaverri, “se termina con planes de base débiles y sobre modelos importados porque no se conocen los propios ni la experiencia acumulada”.97

Como se puede deducir de estas líneas, para los fundadores de la carrera la historia no era solo un conjunto de datos. Debían articularse de tal forma que permitiera a la sociedad una conciencia sobre su futuro y, especialmente, la capacidad para moldearlo, planificarlo. Y esa capacidad solo podía desarrollarse mediante una forma particular de apropiarse del pasado. En este punto es importante aclarar que en la crítica que hacen los fundadores a la práctica de la historia previa a la creación de la carrera, no hay una referencia explícita a una historiografía que, posteriormente, los estudiosos centroamericanos denominarían liberal positivista. Sin embargo, se entiende que se refieren a ella en sus reflexiones por la caracterización que hacen de la historia que se debe dejar atrás con la profesionalización del oficio de historiador. Esto implicaba que la historia debía escribirse desde posturas de críticas internas y externas a los documentos y que debía revisarse la visión de las elites políticas del reformismo liberal de finales del siglo xix. La profesionalización también significaba que la experiencia acumulada del pasado debía sistematizarse mediante una contextualización de las sociedades, en lugar de promover el relato de eventos singulares o episódicos.

Como ya han señalado varios revisores de la historiografía, la historia liberal positivista adolecía de una concepción progresista y teleológica. Era una historia de un reducido número de patriotas, generalmente provenientes de las clases privilegiadas, y excluyente de actores sociales que pensaban no estaban a tono con la civilización industrial (indígenas, mujeres, negros, mestizos, artesanos, campesinos). En la parte metodológica se tenía una fe cientificista basada en la interpretación unívoca del documento escrito, capaz de revelar con su mera exposición la verdad.98 En síntesis, era una historia excluyente puesto que se convertía en un instrumento de un proyecto de nación elitista, que tenía el gran problema de no integrar en la narración a los grupos subalternos que conforman la mayoría de las sociedades.

Reflexión final

Las ideas seminales de la creación de la carrera se relacionan con el deseo de enseñar y conocer una historia más vinculada a la realidad nacional, sin dejar de lado una formación humanística amplia. El descontento en el Departamento de Ciencias Sociales de la UNAH por programas de formación de la historia que aludían a unas historias poco relacionadas con los problemas presentes de los hondureños/as de ese tiempo, motiva a idear una carrera que cultive el conocimiento de una historia nacional crítica de los discursos oficiales y patrióticos que el civismo estatal y la historia liberal con influencias positivistas habían venido promoviendo desde tiempos de la Reforma Liberal (1876). Además, una historia que no perdiera de vista los problemas actuales. A lo que se unía el aporte de intelectuales de otros países que traían consigo las tendencias historiográficas en las que destacaba una historia social preocupada por el uso de métodos cuantitativos y el análisis de las estructuras económicas.

El contexto social de las décadas de 1960 y 1970 tendrá una fuerte impronta en las orientaciones de los estudios de historia en la UNAH. Las movilizaciones sociales generalizadas de campesinos, obreros, estudiantes y docentes influyeron en los temas de investigación. A esto se unía una política estatal reformista liderada por los militares en los que la agenda de la Reforma Agraria y el apoyo al cooperativismo rural tuvieron mayores resultados que las reformas del gobierno liberal de Ramón Villeda Morales.

Las primeras tesis y tesinas tratarán sobre el movimiento estudiantil universitario, la estructura de clases y la agricultura. Inclusive los contextos políticos centroamericanos, caracterizados por guerras revolucionarias en El Salvador y Nicaragua, fueron decisivos para privilegiar el estudio de ciertas regiones. No es casualidad que durante los primeros años la mayoría de los talleres de historia se impartieran en el departamento de El Paraíso, fronterizo con Nicaragua, en donde tenía lugar la guerra contra la dictadura de Somoza.

El entorno social, por tanto, es clave para entender los contenidos curriculares. La reforma agraria y la conflictividad social en el área rural que tanto caracterizaron la historia de las décadas de 1960 y 1970 tuvieron su huella en la preocupación que los fundadores de la carrera demostraron en la formación de los futuros historiadores en áreas de interés como la historia socioeconómica, la historia política, la historia social y la historia agraria. Para entender ese presentismo no se puede obviar el peso que tenía la sociología en el Departamento de Ciencias Sociales donde nace la carrera de Historia.

Un punto interesante es que los/as fundadores/as expresaron la necesidad de conocer esa realidad extraurbana y extrauniversitaria, distante de los centros políticos y económicos del siglo xx. Los primeros talleres de la carrera, espacios en los que los estudiantes elaboraban un trabajo monográfico, para lo cual radicaban temporalmente en las comunidades, tienen una clara preferencia por temas de historia de la propiedad de la tierra, la agricultura comercial y la reforma liberal. Pero, sobre todo, es la preferencia por una educación popular lo que lleva a idear talleres que tengan un fuerte componente de vínculo con las comunidades a través de la discusión de las memorias locales y la organización de los archivos municipales en las poblaciones.

Es destacable que la diversidad de pensamiento no representó un gran obstáculo, sino más bien una ventaja para una formación integral y libre en el campo de las ciencias humanas. Los testimonios recabados de algunos fundadores y primeros estudiantes parecen coincidir en que, si bien había diferencias de criterios académicos y políticos, sin mencionar la dispar procedencia de las especializaciones de los profesores, esto en lugar de generar disputas estériles y agotadoras, propició que los estudiantes de la primera promoción tuviesen acceso a numerosas perspectivas que enriquecían el bagaje cultural y académico. Quizá sea necesario explorar con más profundidad, a través de testimonios de otros actores que no estuvieron tan implicados en la organización de la carrera, los pormenores de la cultura universitaria del período para identificar mejor las singularidades de este proceso.

El interés por el rescate de archivos y el de realizar actividades de formación para los actores locales señala también el espíritu del período en el que se buscaba que el conocimiento producido por la ciencia circulara entre los sectores periféricos de la sociedad.

El conocimiento científico, en este caso el producido por la práctica historiográfica, era visto como un recurso con una intencionalidad política: contrarrestar la ideología de los sectores minoritarios dominantes y plegados a los intereses extranjeros. Era, por si fuera poco, una herramienta que ayudaría a formar una conciencia popular preparada para criticar las visiones demagógicas de la historia y la nación que promovían estas elites. Sin embargo, Marcos Carías advertía que, si bien los profesores y estudiantes debían participar en esa lucha de liberación, esta debía hacerse desde una sólida preparación teórica y práctica, porque el conocimiento era lo que permitiría resolver eficazmente los problemas del país. Una idea muy parecida a la que propuso la historia social europea unos años antes al explicar que la historia debía informar a los que participan de los acontecimientos más importantes de una sociedad con el fin de tomar las mejores decisiones.

Si bien la propuesta pretendía ir a contracorriente de la historia oficial liberal que justificaba el Estado-nación en su versión más excluyente, no puede dejar de advertirse que corría también el riesgo de llevar a la historia a la condición de una actividad sin identidad dentro de un campo intelectual y social más amplio. Un problema que estuvo presente en las primeras etapas de la historiografía liberal en la que la historia constituía una actividad sin carácter profesional especializado. Este riesgo en el que recae el oficio del historiador cada vez que pretende ir más allá de sus fronteras académicas, es prácticamente inevitable y pienso que no debe exorcizarse cual si fuese un demonio. Hay que enfrentarlo con honestidad intelectual, reconociendo nuestras perspectivas personales y compromisos políticos de los que partimos para ejercer una actividad académica. Porque si lo colocamos en una esfera separada, además de practicar el autoengaño, la historia puede convertirse en un discurso complaciente entre círculos de intelectuales cada vez más especializados y compartimentados, a manera de sectas. Este hecho tampoco es beneficioso para la relación que el conocimiento debería tener con la sociedad.

Fuentes documentales

Carrera de Historia, Tegucigalpa, Universidad Nacional Autónoma de Honduras, 1981.

Carrera de Historia”, “Programa de Rescate de Archivos”, Tegucigalpa, UNAH, 1988.

Carías Zapata, Marcos, “Plan de trabajo para el Centro de Estudios Generales 1973-1976”, Tegucigalpa, Asociación de Profesores del cueg, 1973.

Chaverri, María de los Ángeles, “Diagnóstico de la Carrera de Historia”, cueg,Tegucigalpa, diciembre de 1993.

Centro Universitario de Estudios Generales (cueg)-Departamento de Ciencias Sociales, “Plan de Estudios de la Carrera de Historia”, Tegucigalpa, cueg-UNAH, 1975.

Centro Universitario de Estudios Generales (cueg), Memoria anual 1987, Tegucigalpa, diciembre de 1987.

Comité Académico de Carrera de Historia, “Manifiesto”, UNAH, Tegucigalpa, 5 de noviembre de 1987.

Consejo Universitario. “Acta No. 300”. Tegucigalpa, 18-19 de noviembre de 1976. “Medardo Mejía habla para Presencia Universitaria”. Presencia Universitaria, núm. 41, 1978, pp. 4-5.

Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto. “Situación de Honduras en torno al problema de la subversión”. Argentina, 1 de enero de 1980, p. 2. http://desclasificacion.cancilleria.gov.ar/userfiles/documentos/FORTI/HONDURAS/1980/circular1980.pdf

Reina, Jorge Arturo, “Exposición del rector de la Universidad ante el Consejo Asesor del Jefe de Estado”, Revista Universidad, núm. 13, 1977, pp. 7-15.

Reina, Jorge Arturo, “Discurso del señor rector, Lic. Jorge Arturo Reina”. Presencia Universitaria, núm. 3, 1973, p. 2.

“Significado de la Carrera de Historia en la UNAH”, Presencia Universitaria, núm. 31, 1977, pp. 14-15.

“Un escalón más en ofensiva contra Universidad Nacional”, Presencia Universitaria, núm. 51, 1979, p. 7.

Universidad Nacional Autónoma de Honduras, Memoria de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras 1978, Tegucigalpa, 1978.

Entrevistas

Chaverri, María de los Ángeles. Entrevista por Rolando Canizales y Natalie Roque, Tegucigalpa, 20 de julio de 2019.

Joya, Olga. Entrevista por Rolando Canizales, Tegucigalpa, 12 de agosto de 2019.

Referencias

Acuña Ortega, Víctor Hugo, “La historiografía liberal centroamericana: la obra de Lorenzo Montúfar (1823-1898)”, Revista Historia y Sociedad, 12, 2006, pp. 29-59. [ Links ]

Argueta, Mario, Investigación y tendencias recientes de la historiografía hondureña: un ensayo bibliográfico, Tegucigalpa, Editorial Universitaria-UNAH, 1981. [ Links ]

Arias Arias, Mauren, Pizarro, Cecilia y Vargas Miranda, Patricia, “Biografía del Dr. Héctor Pérez Brignoli”, Revista de Historia, 49-50, 2004, pp. 333-338. [ Links ]

Cal Montoya, José Edgardo, “La escritura de la Historia en Centroamérica: perspectivas para un esbozo de una historiografía centroamericana (1970-2009)”, Anales de la Academia de Geografía e Historia de Guatemala, vol. 85, 2010, pp. 85-114. [ Links ]

Carías Zapata, Marcos, Repensando los Estudios Generales, Tegucigalpa, Serie de Publicaciones de la Reforma Universitaria-UNAH, núm. 1, 2008. [ Links ]

Euraque, Darío, Historiografía de Honduras, Tegucigalpa, Instituto Hondureño de Antropología e Historia, 2008. [ Links ]

Euraque, Darío, “Tres coyunturas historiográficas y don Medardo Mejía: una aproximación”, Revista Estudios, 21, 2008, pp. 27-32. [ Links ]

Euraque, Darío, El capitalismo de San Pedro Sula y la historia política hondureña (1870-1972), Tegucigalpa, Guaymuras, 2001. [ Links ]

Foster, John, “Eric Hobsbawm, Marxism and social history”, Social History, vol. 39, núm. 2, 2014, pp.161-171. doi: 10.1080/03071022.2014.912387 [ Links ]

Herrera, Miguel Ángel, “La historiografía de Nicaragua en la segunda mitad del siglo XX”, en Solano, Francisco Enrique (coord.), Historia de la Historiografía de América, México, Universidad Nacional Autónoma de México-Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 2010, pp. 53-94. [ Links ]

Joya, Olga; Santos, Héctor y Fletes Ramón, Apuntes sobre la historia de la Federación de Estudiantes Universitarios de Honduras (FEUH), Tegucigalpa, UNAH, 1979. [ Links ]

Martínez, Juan Ramón, El asalto al cuartel San Francisco. El día que la juventud hizo temblar a la dictadura, Tegucigalpa, Ediciones 18 Conejo, 2003. [ Links ]

Martínez, Yesenia, La seguridad social en Honduras: actores sociopolíticos, institucionalidad y raíces históricas de su crisis, Tegucigalpa, Guaymuras, 2015. [ Links ]

Molina, José Fernández y Enríquez Solano, Francisco, “Entrevista con el Dr. Héctor Pérez Brignoli”, Revista de Historia, 49-50, 2004, pp. 319-332. [ Links ]

Murillo, Orlando, “El movimiento estudiantil de Córdoba y su influencia en Honduras”, Revista Historia de la Educación Latinoamericana, 18, 2017, pp. 37-52. doi: https://doi.org/10.19053/01227238.6162 [ Links ]

Pasamar, Gonzalo, “La influencia de los Annales en la historiografía española durante el franquismo: un esbozo de explicación”, Historia Social, 48, 2008, pp. 149-172. [ Links ]

Payne, Elizet, La historia oficial. Orígenes de la historia liberal centroamericana (1830-1930), San José, Costa Rica, Universidad de Costa Rica-Centro de Investigaciones Históricas de América Central, 1994. [ Links ]

Posas, Mario y Del Cid, Rafael, La construcción del sector público y el estado nacional en Honduras (1876-1979), San José, Costa Rica, educa, 1981. [ Links ]

Posas, Mario, Hitos históricos de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, Tegucigalpa, Centro de Arte y Cultura-UNAH, 2014. [ Links ]

Reina Idiáquez, Jorge Arturo, Historia de la UNAH en su época autónoma, Tomo I, Tegucigalpa, Editorial Universitaria, 1999. [ Links ]

Reina Idiáquez, Jorge Arturo, Historia de la UNAH en su época autónoma, Tomo II. Tegucigalpa, Editorial Universitaria, 2000. [ Links ]

Reina Valenzuela, José, Historia de la Universidad, Tegucigalpa, Universidad Nacional Autónoma de Honduras, 1976. [ Links ]

Richard, Pablo y Meléndez, Guillermo, La Iglesia de los pobres en América Central. Un análisis sociopolítico y teológico de la Iglesia centroamericana (1960-1982), San José, Costa Rica, Departamento Ecuménico de Investigaciones, 1982. [ Links ]

Rodríguez, Edgardo, La izquierda hondureña en la década de los ochenta, Guardabarranco, Tegucigalpa, 2005. [ Links ]

Roque Sandoval, Natalie, Ventura Lara, Rodrigo y Canizales Vijil, Rolando, “La carrera de Historia en la UNAH: una sinopsis histórica”, Tesina de Licenciatura en Historia, Universidad Nacional Autónoma de Honduras, 2005. [ Links ]

Rosa, Ramón, Cultura, educación y sociedad. Prosas selectas, Tegucigalpa, Despacho Presidencial, 2008. [ Links ]

Salomón, Leticia, Militarismo y reformismo en Honduras, Tegucigalpa, Guaymuras, 1992. [ Links ]

Santos, Benjamín, Diez años de lucha. Partido Demócrata Cristiano de Honduras, Guatemala, incep, 1980. [ Links ]

Sauceda Sandoval, Vianka, “Doctrina y acción social de la Iglesia Católica frente al proceso de Reforma Agraria en Honduras 1960-1975”, Tesis de Licenciatura en Historia, Universidad Nacional Autónoma de Honduras, 2001. [ Links ]

Sierra, Rolando, Colonia, independencia y reforma. Introducción a la historiografía hondureña, Tegucigalpa, Fondo Editorial, 2001. [ Links ]

Sierra, Rolando, Ramón Oquelí: una lucha tenaz contra el olvido, Tegucigalpa, Subirana, 2004. [ Links ]

Viegas, Fina, “Aproximación a la historiografía salvadoreña 1950-2000”, en Solano, Francisco Enrique (coord.), Historia de la Historiografía de América , México, Universidad Nacional Autónoma de México-Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 2010, pp. 155-194. [ Links ]

1 Argueta, Investigaciones y tendencias recientes, p. 9; Sierra, Colonia, independencia y reforma, pp. 77-78; Euraque, Historiografía de Honduras, p. 34; Cal Montoya, “La escritura de la Historia en Centroamérica”, p. 105. Cal expresa que debido a la precariedad de recursos en Honduras se dificultó “la consolidación de una generación de relevo que diera continuidad al trabajo de los historiadores que fundaron la carrera en 1978 (sic)”. Sin más detalles, es difícil decir si esto se refiere a que las generaciones siguientes no siguieron el interés investigativo desde unas pautas de la historia social que fueron señaladas por los fundadores desde el momento de creación de la carrera. Aquí no se explorará este aspecto ya que el estudio pretende únicamente detallar la organización de la carrera de Historia en Honduras en sus primeros años. Quedará pendiente explorar las cohortes generacionales y sus aportes en la historiografía.

2 Sierra, Colonia, independencia y reforma, p. 8.

3Carrera de Historia, p. 3.

4 Rosa, Cultura, educación y sociedad, p. 137.

5Ibíd., p. 155.

6Ibíd., p. 156.

7 Sierra, Colonia, independencia y reforma, p. 55.

8Euraque, Historiografía de Honduras, p. 10.

9Carrera de Historia, p. 4.

10 Martínez, La seguridad social en Honduras, p. 163.

11Posas y Del Cid, La construcción del sector público, p. 130; Euraque, El capitalismo de San Pedro Sula y la historia política hondureña, p. 239.

12 Salomón, Militarismo y reformismo en Honduras, p. 85 (las negritas son mías).

13Ibíd., pp. 317 y 319.

14 Richard y Meléndez, La Iglesia de los pobres en América Central, p. 322.

15Benjamín Santos, Diez años de lucha, p. 77; Sauceda Sandoval, “Doctrina y acción social de la Iglesia Católica”, pp. 64-65 y 72.

16 Rodríguez, La izquierda hondureña, p. 56.

17Reina Valenzuela, Historia de la Universidad, pp. 203 y 208; Murillo, “El movimiento estudiantil”, p. 39. Martínez, El asalto al cuartel San Francisco, pp. 113-115. En 1929 los estudiantes ya habían expresado el anhelo de una Universidad Popular y la autonomía universitaria. Un ciclo de protestas acontecido después de la reactivación de la feuh, organización creada en 1925, logró algunas reformas que prevalecieron en la etapa autónoma. Tal fue el caso de la elección de los Decanos en las facultades y la conformación del Consejo Universitario como máxima autoridad de la institución. Desde la década de 1950 comenzaron a destacarse dirigentes de la Federación de Estudiantes Universitarios de Honduras (feuh) que protestaron contra el gobierno de Julio Lozano (1954-1956), considerado de facto por permanecer en el poder sin el favor de las urnas. El 1 de agosto de 1956 varios estudiantes iniciaron una lucha contra el gobierno de Lozano y motivados por acontecimientos internacionales como la represión contra estudiantes en Guatemala por el régimen de Carlos Castillo Armas, tomaron el cuartel San Francisco de Tegucigalpa. Sufrieron una dura represión con un saldo trágico de más de 50 muertos.

18Posas, Hitos históricos de la Universidad, p. 48. La nueva Ley Orgánica de la unah, aprobada por el Decreto No. 209-2004 del Congreso Nacional del 31 de diciembre de 2004, eliminó la paridad estudiantil. La representación de los estudiantes se redujo del 50 al 33 por ciento. Se eliminó también el Claustro Pleno como máxima autoridad y su lugar fue ocupado por el Consejo Universitario y la Junta de Dirección Universitaria.

19Reina Idiáquez, Historia de la unah, p. 291.

20Ibíd., p. 291.

21Ibíd., pp. 27, 102 y 119.

22Reina Idiáquez, Historia de la unah, pp. 103 y 472-473. De 1969 a 1973 la matrícula se elevó de 3,576 estudiantes a 8,271 gracias a la autorización, durante el rectorado de Cecilio Zelaya Lozano, del ingreso de los maestros. El monto de inversión de las becas pasó de 10,909 lempiras en 1969 a 115,010 lempiras en 1973.

23Reina, “Exposición del rector de la Universidad”, pp. 9 y 11.

24Reina, “Exposición del rector de la Universidad”, pp. 8-9. Mario Posas, Hitos históricos de la Universidad, 16. De acuerdo con los documentos citados en el trabajo de Mario Posas la Academia Literaria o Universidad del Estado de Honduras que se creó en 1847 “era regida por una Junta de Dirección de Estudios integrada por el rector y cuatro directores. El rector y el vicerrector eran electos por los directores, los catedráticos y todos los individuos graduados de la Academia que estén presentes el día que se practiquen”. Cursivas del original.

25 Reina Idiáquez, Historia de la unah, Tomo II, p. 63.

26Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, “Situación de Honduras”, http://desclasificacion.cancilleria.gov.ar/userfiles/documentos/FORTI/HONDURAS/1980/circular1980.pdf [consultado el 3 de diciembre de 2019].

27 Reina Idiáquez, Historia de la unah, Tomo II, p. 41.

28“Un escalón más en ofensiva contra Universidad Nacional”, p. 7. Según nota final el editorial había sido tomado del diario Tiempo, 27 de marzo de 1979.

29Un escalón más en ofensiva contra Universidad Nacional, p. 7.

30 Posas, Hitos históricos de la Universidad, p. 60. Otros intentos más serios para arrebatar la autonomía de la unah se produjeron en el año 2011, con la moción del diputado Ricardo Díaz Aceituno de crear una Comisión Nacional de Educación Superior en la que la unah tendría solo un asiento y el resto sería de universidades privadas. El otro intento fue el del año 2012 y consistió en una propuesta de varios centros privados y públicos que agregaba a lo de la Comisión Nacional la exención de impuestos y la posibilidad de que el Estado asignara recursos a universidades privadas.

31Cal, “La escritura de la historia en Centroamérica”, pp. 99 y 101; Fina Viegas, “Aproximación a la historiografía salvadoreña 1950-2000”, pp. 173-175; Miguel Ángel Herrera, “La historiografía de Nicaragua en la segunda mitad del siglo xx”, pp. 83-85. Viegas para el caso salvadoreño asegura que la guerra de 1980-1992, que tuvo una etapa anterior de recrudecimiento de la violencia en la década de 1970, “priorizó cualquier actividad en torno a ésta por encima de cualquier actividad de carácter intelectual”. La labor de los historiadores de izquierda se paralizó por completo. La Universidad Centroamericana “Simeón Cañas”, administrada por los jesuitas, fue el único centro que mantuvo viva la llama de la producción intelectual, aunque también recibió golpes duros como el asesinato de un grupo de sus profesores y sacerdotes en 1989. En Nicaragua el gobierno sandinista tuvo una labor de rescate de la memoria histórica de la intervención extranjera y la resistencia de Sandino, hechos que habían sido ocultados o interpretados con gran sesgo por la dictadura somocista. No obstante, el carácter militante de estos proyectos muchas veces hacía que se perdiera de vista la multidimensionalidad de la historia, tal fue el caso del factor étnico-cultural. En Nicaragua también se constata una gran influencia de la Teoría de la Dependencia en los estudios de historia económica y un estructuralismo en el medio universitario que ignoró las resistencias de los sectores subalternos.

32 Reina Valenzuela, Historia de la Universidad, pp. 214-215.

33Reina, Historia de la unah, p. 275.

34Ibíd., p. 277.

35Universidad Nacional Autónoma de Honduras, Memoria de la Universidad 1978, p. 957.

36Roque Sandoval, Ventura Lara, Canizales Vijil, “La carrera de Historia en la unah”, p. 8.

37Reina Idiáquez, Historia de la unah, Tomo I, pp. 489-490. Jorge Arturo Reina fue electo rector por el Claustro Pleno, presidido por el rector interino José Reina Valenzuela, el 21 de junio de 1973.

38Reina Idiáquez, Historia de la unah, Tomo II, pp. 10-11.

39Reina, “Discurso del señor rector”, p. 2.

40Reina, Historia de la unah, Tomo I, pp.17-20.

41Reina, Historia de la unah, Tomo II, p. 31; Posas, Hitos históricos de la Universidad, p. 37.

42 Carías Zapata, “Plan de trabajo”, p. 1.

43Ibíd., p. 2.

44Ibíd., p. 2-3.

45 Foster. “Eric Hobsbawm, Marxism and social history”, p. 171. Foster expone estas ideas centrales de Hobsbawm en la siguiente forma: “history had a purpose. It was to inform those who made history (p. 170). […] Second, as stated in 1952 and closely linked, history should be scientific -not in the sense of any spurious claim of the special objectivity for those using a Marxist methodology, but in terms of the need for scrupulous honesty in assessing evidence and a continual and necessarily experimental search for most effective techniques by which to analyse it. Because, if history was to be used, and lessons drawn, then its practice also carried with it a heavy responsibility to get these judgements right- even if it meant giving, as Hobsbawm did to the end, somewhat unpopular and pessimistic assessments”.

46 Pasamar, “La influencia de Annales en la historiografía española”, p. 153. Pasamar afirma que los primeros contactos fueron entre Marc Bloch y algunos historiadores españoles del derecho en la década de 1920. Sin embargo, la influencia más fuerte se dio con la publicación de la obra de Fernand Braudel El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II (1949), que fue bien recibida por los historiadores españoles, especialmente Jaume Vicens Vives. Otro punto de contacto entre la historia social francesa y la española fue Pierre Vilar, quien residió algunos años en Barcelona.

47María de los Ángeles Chaverri, entrevistada por Natalie Roque y Rolando Canizales, 20 de julio de 2019.

48Marcos Carías, “Plan de trabajo”, p. 6.

49Centro Universitario de Estudios Generales, “Plan de Estudios”, p. 2.

50Ibíd., p. 1.

51Ibíd., p. 2.

52Ibídem.

53Sierra, “Marcos Carías Zapata”, https://www.latribuna.hn/2018/12/29/marcos-cariaszapata-in-memorian/ [consultado el 22 de febrero de 2022]. Marcos Carías realizó estudios de derecho en Barcelona, España. Luego pasó a la Universidad de Madrid, donde cursó las carreras de Historia y Filosofía. Según Rolando Sierra, Marcos Carías, al incorporarse a la unah, desarrolló una historia social centrada en los procesos, distinta a la historia política que hasta entonces predominaba. “Cambió la historia de los grandes hombres por la de los hombres comunes”, apunta Sierra. Una de sus obras de historia más conocidas, De la patria del criollo a la patria compartida (2006), es calificada por este historiógrafo como “una empresa por comprender e interpretar el pasado histórico de Honduras, pero desde un nuevo paradigma en “el que el presente determina el pasado” y no solo el pasado determina el presente. Es una obra marcada por un profundo presentismo al interrogar la historia desde una serie de preguntas del presente: como las de la identidad, la continuidad y el futuro”.

54Chaverri, entrevista; Roque Sandoval, Ventura Lara y Canizales Vijil, “Sinopsis histórica de la carrera”, p. 9.

55 Molina y Solano, “Entrevista con el Dr. Héctor Pérez Brignoli”, p. 320.

56 Arias, Pizarro y Vargas, “Biografía del Dr. Héctor Pérez Brignoli”, p. 333.

57Centro Universitario de Estudios Generales, “Plan de Estudios”, p. 6.

58Centro Universitario de Estudios Generales, “Plan de Estudios”, pp. 6- 7.

59Universidad Nacional Autónoma de Honduras, Memoria de la Universidad 1978, pp. 962-963.

60Universidad Nacional Autónoma de Honduras, Memoria de la Universidad 1978, p. 964. Euraque, “Tres coyunturas historiográficas”, p. 28; Sierra, Ramón Oquelí, pp. 18, 27. Uno de los principales historiógrafos hondureños que ha estudiado la obra de Ramón Oquelí (1936- 204), Rolando Sierra, señala que “la idea de nación que acompaña sus escritos es la existencia de comunidad en donde convergen todos los miembros de una sociedad. Honduras como nación, para Oquelí, no es un hecho, es algo que todavía está por hacer. Para ello, es necesario construir una “razón histórica”, o sea una memoria del ser real de la nación hondureña; por tanto, se requiere conocer el pasado para visualizar un futuro diferente” (p. 18). Oquelí, pese a que no era un historiador profesional, pues se tituló en Derecho, fue amigo de Marcos Carías, uno de los fundadores de la carrera de Historia y al igual que él se formó en España en la década de 1950. Desde el departamento de Ciencias Sociales, al cual ingresó en 1968 para impartir las clases de sociología y ciencia política, influyó sobremanera en la escritura de una historia que aunaba el rigor y el detalle del dato histórico con un compromiso político y la crítica social hacia las injusticias de la sociedad hondureña. De Medardo Mejía (1907- 1981) hay menos estudios sistemáticos de su vida y pensamiento vinculado a la historia. Algunos historiógrafos como el mismo Rolando Sierra y Darío Euraque le reconocen su papel en la aplicación de las categorías del marxismo en la historia hondureña. Para este último, Medardo Mejía es un historiador clave en la consolidación de una sociología marxista y dependentista en las ciencias sociales, incluida la historia. Este historiógrafo señala que su obra representa una coyuntura historiográfica del periodo 1955-1977, previo a la fundación de la carrera de Historia, distinta a las corrientes eclécticas de la historia que habían impulsado varios escritores de la Academia Hondureña de Geografía e Historia desde 1926. Por otra parte, la gran influencia de su sociología histórica marxista habría dado la peculiar característica a las ciencias sociales en Honduras, donde la influencia de la historia social europea, como la británica, no habría tenido tanta repercusión. Considero que este argumento puede profundizarse en futuras investigaciones que expliquen las transiciones del marxismo a la Teoría de la Dependencia, pues ambas teorías tienen genealogías distintas y parten de premisas teóricas no siempre compatibles. A esto habría que agregar una exploración de los escritos de algunos fundadores de la carrera de Historia que denotan el contacto con corrientes de la historia social europea, especialmente la francesa Escuela de los Annales. Sobre esto se darán algunas pistas en las próximas líneas.

61“Medardo Mejía habla”, p. 5

62Universidad Nacional Autónoma de Honduras, Memoria de la Universidad 1978, p. 964.

63Centro de Estudios Generales, “Plan de Estudios de la Carrera 1975”, p. 7.

64Ibíd., p. 31.

65Ibídem.

66Universidad Nacional Autónoma de Honduras, Memoria Institucional de 1978, p. 966.

67Consejo Universitario-unah, “Acta No. 300”, pp. 6-7. Universidad Nacional Autónoma de Honduras, Memoria Institucional de 1978, p. 966. Aunque no figura en el listado oficial de asistentes, existe evidencia de la presencia de la historiadora María de los Ángeles Chaverri, ya que en la etapa de discusión del punto de creación de la carrera se hace referencia a una explicación que ella dio sobre la organización de los talleres de historia y los recursos que se disponían para su desarrollo. También se la vuelve a mencionar más adelante entre los asistentes de la última discusión previo a la aprobación de la carrera. La memoria institucional de 1978 señala que la carrera fue aprobada por el Consejo Universitario el 27 de noviembre de 1976. No sé la razón de esta incongruencia de nueve días. Se toma como válida la fecha del 18 de noviembre de 1976 en vista del acta firmada y sellada número 300 que consigna la creación de la carrera ese día.

68Consejo Universitario-unah, “Acta No. 300”, p. 6.

69Ibíd., p. 6.

70Ibíd., p. 6.

71Consejo Universitario-unah, “Acta No. 300”, pp. 6-7.

72Chaverri, entrevista.

73“Significado de la carrera de Historia en la unah”, Presencia Universitaria, núm. 31, 1977, p. 15.

74“Significado de la carrera de Historia en la unah”, p. 14.

75Olga Marina Joya, entrevistada por Rolando Canizales Vijil, 12 de agosto de 2019; Chaverri, entrevista; Roque Sandoval, Ventura Lara y Canizales Vijil, “Sinopsis Histórica de la Carrera”, p. 9.

76Universidad Nacional Autónoma de Honduras, Memoria institucional de 1978, p. 967. Joya, Santos y Fletes, Apuntes sobre la historia de la Federación de Estudiantes Universitarios de Honduras (feuh), Tegucigalpa: unah, 1979.

77Joya, entrevistada por Rolando Canizales Vijil, 12 de agosto de 2019; Carrera de Historia, p. 5.

78Joya, entrevista.

79Carrera de Historia, 1981, p. 13.

80Carrera de Historia, “Programa de Rescate de Archivos”, p. 2.

81Ibíd., “Programa de Rescate de Archivos”, p. 4.

82Consejo Universitario, “Acta No. 300”, p. 7.

83Ibíd,, pp. 7-8.

84Ibíd., p. 8

85Ibíd., p. 8.

86Ibíd., p. 10.

87Roque Sandoval, Ventura Lara y Canizales Vijil, “Sinopsis Histórica de la Carrera”, p. 26.

88Roque Sandoval, Ventura Lara y Canizales Vijil, “Sinopsis Histórica de la Carrera”, pp. 35-36. Chaverri, entrevista. El primer taller se desarrolló en 1978 en la localidad de Danlí, departamento de El Paraíso, según el testimonio de la profesora María de los Ángeles de Chaverri. Cuando se realizó una revisión hace años de los informes que se encuentran en el Centro de Documentación de la Carrera de Historia no se encontró este, por lo que presumo está extraviado. El tema de investigación, descrito en el folleto de 1981 titulado Carrera de Historia, indica que pudo haber sido el café en el municipio de El Paraíso. La profesora Chaverri confesó que el principal interés para estudiar la población de Danlí era por su cercanía con Nicaragua, país que en ese momento era escenario de una guerra de liberación conducida por el Frente Sandinista de Liberación Nacional (fsln).

89Consejo Universitario, “Acta No. 300”, p. 8.

90Consejo Universitario, “Acta No. 300”, p. 8.

91Comité Académico de la Carrera de Historia, “Manifiesto”.

92Centro Universitario de Estudios Generales (cueg). Memoria anual 1987, Tegucigalpa, diciembre de 1987, p. 47.

93Ibíd., p. 48.

94Carías, Repensando los Estudios Generales, p. 70.

95Ibíd., p. 70

96Chaverri, “Diagnóstico de la Carrera de Historia”, pp. 30-31.

97Ibíd., p. 31.

98 Payne, La historia oficial, pp. 22-24, y Acuña Ortega, “La historiografía liberal centroamericana”, pp. 45, 49 y 51.

Recibido: 27 de Febrero de 2022; Revisado: 29 de Junio de 2022; Aprobado: 20 de Octubre de 2022

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons