En los últimos años hemos escuchado con mayor intensidad hablar de los migrantes que atraviesan el país hacia EE.UU. El fenómeno se ha hecho tan dramático que hoy es visible en las calles que rodean nuestras casas y trabajos, en los cruces viales de la ciudad, parques, etc.
Es importante destacar que en el año 2021 la población migrante mundial se calculó en 280.6 millones de personas, siendo el paso por México hacia EE.UU. el principal corredor migratorio de todo el orbe. Además, se ubicó al país en el tercer lugar mundial en expulsión de migrantes, antecedido solo por India y China, en este orden1.
El fenómeno migratorio es un proceso social complejo y evolutivo, sobre el cual operan determinantes económicas, políticas y socioculturales, que contribuye a mejorar la vida de las personas, así como al enriquecimiento económico y cultural de las distintas regiones y países2,3. La Organización Internacional para la Migraciones (OIM) define la migración como: «el desplazamiento de una persona o grupo de personas a través de una frontera administrativa o política, de una unidad geográfica a otra para asentamiento temporal o permanente»4.
En 2021 aproximadamente 13 millones de mexicanos residían fuera del país, de estos, el 97% lo hacía en EE.UU. y menos del 1% en Canadá1. Los principales motivos para emigrar de la población mexicana han sido económicos y de reunificación familiar, mientras que para los países de Centroamérica se deben a inseguridad, conflictos sociales y desastres naturales1,4.
El proceso migratorio y la salud se encuentran en estrecha relación, no solo por el impacto personal durante el proceso, sino también por las posibles repercusiones en la salud pública y economía del país de tránsito y acogida. Este proceso, en su etapa de tránsito hacia la frontera norte, tiene diferentes matices y depende del estatus migratorio (regular o irregular) con el que las personas se desplazan. Obviamente, quien viaja con pasaporte y visa no tiene mayor problema para llegar a su destino, pero un emigrante que viaja en situación irregular no solo está expuesto a ser deportado, sino que además lo hace con un cúmulo de sentimientos mezclados de culpa y soledad, ilusión y esperanza por encontrar una vida mejor en el lugar de destino5,6.
Al salir de su hogar e iniciar el tránsito hacia EE.UU., dependiendo del medio de transporte y de la duración del viaje, se ven expuestos a condiciones ambientales adversas como calor extremo, frío, lluvia, nieve, cansancio, escaso acceso a alimentos y agua, accidentes, enfermedades infecciosas, deshidratación e incluso los riesgos relacionados con la policía y/o autoridades corruptas, sin dejar a un lado la acción del crimen organizado (extorsión, secuestro, violación, trata de personas, etc.) o los delincuentes furtivos. Esto último ha llevado a la búsqueda de rutas cada vez más riesgosas para eludir los controles migratorios, lo que con frecuencia resulta contraproducente5-8.
La mayor parte de los accidentes, enfermedades agudas, lesiones y accidentes no graves son atendidos por los médicos familiares y otros de atención primaria. Sin embargo, en muchos casos, estos profesionales no están preparados para atender a esta población y suelen abordar a los pacientes como a cualquier otro de la comunidad local, situación que no debería ocurrir, puesto que los migrantes tienen otros riesgos, al viajar cansados, estresados y a veces devastados por los traumas psicológicos o físicos vividos hasta ese momento. También pueden estar enfermos o ser portadores de alguna enfermedad endémica como paludismo o tuberculosis, o ser VIH positivos, como podría ser el caso de los migrantes haitianos o centroamericanos.
Por lo anterior, resulta crucial que los médicos de atención primaria tanto de primer nivel de atención como de urgencias hospitalarias (y sus equipos de salud) sean sensibles, capaces y resolutivos, para la atención de esta población tan vulnerable.