Sra. Editora:
He leído con interés el artículo titulado “La noción de ‘trastorno’: entre la enfermedad y el padecimiento”, publicado en el número 5 del volumen 62 de 2019. Aunque el propósito de la autora es despertar la reflexión en torno a los significados socioculturales de la experiencia de enfermar, más allá de la mirada biomédica, me parecen pertinentes algunas precisiones en lo relacionado con los trastornos mentales.
Al preguntarse si los trastornos son descubrimientos patológicos o son construcciones socioculturales, ubica la respuesta en diferentes debates como el de cuerpo y mente. Sin embargo, las neurociencias han terminado con esos debates al proporcionar evidencia sobre la falsedad de varias dicotomías entre las que se encuentran: mente vs cerebro, genes vs entorno y fármacos vs psicoterapia.
Las conclusiones derivadas de los resultados de las investigaciones en estas áreas son: 1) Todos los procesos mentales, aún los procesos psicológicos más complejos, son resultado de operaciones del cerebro. El principio central de esta afirmación es que lo que comúnmente llamamos mente es producto de funciones llevadas a cabo por el cerebro; en los trastornos conductuales característicos de las enfermedades mentales, existen alteraciones de la función cerebral, aún en aquellos casos en donde las causas son alteraciones claramente ambientales; 2) La alteración genética no explica por si sola la variedad en las enfermedades mentales. Los factores del desarrollo y sociales contribuyen importantemente. De la misma manera que la combinación de genes contribuye con la conducta, incluyendo la conducta social, los factores sociales y conductuales ejercen acción en el cerebro retroalimentándolo para producir modificaciones en la expresión genética. El aprendizaje, inclusive el que resulta de conductas disfuncionales, produce alteraciones en la expresión genética; y 3) Cuando la psicoterapia es efectiva y produce cambios conductuales a largo plazo, es probable que lo haga mediante el aprendizaje, al producir cambios en la expresión genética que altera la fuerza de las conexiones sinápticas que alteran el patrón anatómico de interconexiones entre las células nerviosas y el cerebro.
En el caso particular del autismo, el relativamente reciente descubrimiento de las neuronas en espejo confirma la interacción multifactorial más que dicotómica. Estas neuronas, y las diferentes estructuras cerebrales con las que se conectan, se relacionan con la empatía lo que en parte explica las dificultades para la comunicación e interacción social de quienes padecen autismo.
Estimado Dr. José Luis Jiménez López:
Le agradezco mucho sus comentarios e interés por el artículo. Por supuesto que no pretendo reducir la manifestación clínica de la enfermedad a una condición genética o a la dicotomía cuerpo/mente a la que usted hace referencia en su comentario. Por el contrario, como se expresa en el texto, existen múltiples aspectos fenomenológicos que modifican la trayectoria de cualquier enfermedad. El escrito pretende resaltar la diversidad de significados que el padecer tiene en la experiencia de quienes lo viven y la manera en que lo significan desde su historia personal. No estoy de acuerdo en el primer punto con respecto al argumento de que todo se concentra en las operaciones del cerebro, como usted mismo comenta en el punto dos, es importante considerar los factores del desarrollo y de interacción social de los trastornos biológicos. La intención del artículo es ir más allá de la lógica biomédica para enfocarse en el contexto socio-cultural del individuo afectado. De ahí la relevancia de complementar diversas perspectivas que amplíen la comprensión de la compleja experiencia del padecer. Sin duda el tema abre posibilidades para la reflexión interdisciplinaria entre las neurociencias y las ciencias sociales que seguramente será fructífera.