El libro es una síntesis del proyecto Sensible Politics [política sensata ] que coordina el profesor William Callahan en el departamento de Relaciones Internacionales de la London School of Economics and Political Science. El texto, al igual que el sitio web del proyecto, integra el interés de repensar las Relaciones Internacionales desde la política del afecto, la experiencia y los sentidos. Tanto la obra como el sitio web retoman experiencias de trabajo de campo del autor en Asia, así como materiales audiovisuales para su consulta y análisis, los cuales han sido recopilados en las últimas tres décadas.
Callahan es claro al ubicar su postura en la teoría crítica de las Relaciones Internacionales, y trata temas ligados a la guerra y la paz, al análisis de la política exterior y al papel de los actores no estatales -como medios de comunicación, artistas, escritores y directores de cine- en la forma de hacer, vivir y sentir la política internacional. Argumenta que, si bien la “política internacional visual” es importante, ésta debe extenderse a lo “multisensorial” y analizarse mediante la yuxtaposición de lo oriental con lo occidental.
Aunque no especifica una hipótesis debido a la naturaleza de la obra, Callahan considera que la política internacional visual se centra en fotografías, películas, videos en línea, televisión y arte visual de Occidente y, por tanto, debería pensarse más allá. En este sentido, su propuesta consiste en ampliar el análisis de la política internacional hacia las experiencias multisensoriales que ofrecen diversos artefactos como mapas, muros, películas, velos y jardines en la forma de hacer sensible politics. Tiene dos grandes aportes: desde el aspecto teórico, la propuesta del “análisis de estética crítica” como complemento al análisis hermenéutico; y desde el costado empírico, la yuxtaposición de lo oriental con lo occidental mediante la selección de casos que ilustran el argumento.
El libro se divide en cuatro partes que vinculan de manera circular la información de sus capítulos. La primera parte “Visibilidad/Visualidad: un marco para el análisis” contiene tres capítulos que orientan la discusión y propuesta teórica del autor respecto a las estrategias de visibilidad y visualidad en las sensible politics, además de encuadrar las “dinámicas entre díadas” y su yuxtaposición. Vale la pena señalar que si bien su argumento coincide con textos de análisis de política exterior (foreign policy analysis o FPA),1 Callahan no habla como tal del tema.
La “estrategia de visibilidad” consiste en “hacer visible lo invisible” desde la teoría crítica. Por lo cual, la “política de la visibilidad” es la política de la representación y exhorta al lector a analizar el contenido visual mediante la hermenéutica, de modo que sea posible apreciar la construcción social de lo visual al momento de su interpretación. Como ejemplo, utiliza la película Wag the Dog de Barry Levinson, 1997, en su primer capítulo. El segundo, recurre como ejemplo al mapa Europe in 2035, del novelista ucraniano Igor Lecev, de 2012,2 y argumenta que la visibilidad por sí sola no es suficiente, por lo que propone la “estrategia de visualidad” para identificar cómo es que lo visual provoca reacciones desde lo afectivo. Esta estrategia de investigación se llama “estética crítica” y complementa la hermenéutica en cuatro pasos:
Pasa de la búsqueda de significado a apreciar lo que las imágenes pueden “hacer”.
Deja de privilegiar el texto sobre la imagen y busca su relación.
Pasa de la búsqueda de ideología hacia una apreciación de cómo lo visual funciona afectivamente para mover a las personas.
Y reenfoca la mirada crítica desde la política del empoderamiento (p. 36).
Avanza con la yuxtaposición de ambas estrategias a modo de “díadas dinámicas”, las cuales se construyen desde la percepción de “uno” respecto al “otro”, con el ejemplo de Oriente frente a Occidente, y argumenta que la propuesta del libro no trata de dicotomías excluyentes, sino de la complementariedad de conceptos para descentralizar el discurso crítico de las Relaciones Internacionales.
La segunda parte, “Imágenes visuales”, contempla cuatro capítulos que se centran en lo que el autor reconoce como “medios visuales”, los “artefactos multisensoriales” y los aspectos teóricos y metodológicos para su análisis. Inicia centrando su atención en el argumento de Enloe, quien propone que “para obtener una comprensión crítica de abajo hacia arriba de la política internacional, debemos pasar de la investigación en los pasillos del poder a tomar ‘notas en un burdel, una cocina o una letrina’” (p. 62). Callahan utiliza su documental Toilet adventures para explicar la creación de teoría a partir de la preproducción, producción y posproducción de las películas.
El quinto capítulo trata de cómo se puede securitizar3 un tema por diversos actores estatales y no estatales, incluso comediantes, con la película The interview, dirigida por Seth Rogen y Evan Goldberg en 2014. En este capítulo también discute sobre la modificación de imágenes para representar la guerra y el orden con el cuadro The Death of General Wolfe, de Benjamin West, 1770. Este debate se complementa en el capítulo sexto con la diferenciación entre la fotografía humanitaria y pluralista.4 Por último, menciona el caso del Estado Islámico y su estrategia de construcción visual mediante videos violentos y utópicos.
Concluye la segunda parte con el capítulo sexto, donde critica el llamado “efecto CNN”, por el cual las imágenes transmitidas en los medios de comunicación pueden impulsar un cambio en las políticas.5 Callahan considera que, más allá de mostrar “el poder democratizador de imágenes ampliamente distribuidas, evidencia la manipulación de la elite en nuestras emociones” (p. 120). Este argumento coincide con el trabajo de Foyle6 y aporta al campo de conocimiento analizando empíricamente la película The human flow, del activista chino Ai Weiwei, 2017. El autor también narra una breve biografía de Weiwei, que muestra la censura de determinados temas por parte de la elite política China, como la corrupción y el manejo de flujos migratorios.
La tercera parte sustenta el argumento y contiene la riqueza de todo el libro. Se titula “Artefactos visuales y espacios sensoriales” y presenta cinco capítulos, uno para cada artefacto multisensorial: mapas, velos, muros, jardines y el ciberespacio. Cada capítulo incluye, además de su respectiva introducción y conclusión, una selección de casos que vinculan la forma de hacer sensible politics tanto en Oriente como en Occidente, además de un análisis de estética crítica mediante las estrategias de visibilidad, visualidad y los medios de resistencia. El contenido está ligado a lo expuesto en las partes I y II del libro, que concluye con la cuarta parte de la obra, donde Callahan narra su interés por el tema.
El séptimo capítulo propone el concepto “map-fare”, o tarifa de mapas, para “ver no sólo cómo los mapas son una construcción social, sino también cómo los mapas construyen visualmente lo social” (p.148). Retoma los mapas Europe in 2035 y Sykes-Picot (que datan de 1936), y su importancia en la reconquista y defensa de territorios. También se enfoca en cinco mapas asiáticos7 que le permiten argumentar acerca de la dinámica Este y Oeste, ya que muestran la visión “centro-periferia” paralela al orden “interior-exterior” de Westfalia. Aquí Callahan señala que el orden de Oriente no necesariamente es una alternativa al imperialismo occidental, pues también refleja dinámicas imperiales.
En su octavo capítulo explora la díada de usar velo y participar en concursos de belleza. Se apoya del video NiqaBitch Shakes Paris (publicado por PieCzyW en Vimeo, en 2010) y de la película The Battle of Algiers, de Gillo Pontecorvo, 1966, para exponer que “la ropa, más que prendas funcionales, son artefactos multisensoriales que tienen un significado cultural, religioso y político” (p. 178), y que estas expresiones estéticas guardan una estrecha relación con la mirada masculina y colonial. También explora el tema de la raza en los concursos de belleza desde las posturas de W.E.B. Du Bois y Frantz Fanon. Aunque no discute con el texto de Vitalis,8 sí compagina algunas ideas como la percepción de lo “peligroso” en lo diferente, que puede ser la raza, la vestimenta, la cultura o el tono de piel.
El capítulo nueve incluye el único caso latinoamericano: la frontera México-Estados Unidos, que yuxtapone con la Gran Muralla China para exponer el cambio en las percepciones de los muros como artefactos sensoriales a lo largo del tiempo. Aprovecha el concepto de brecha o gap para interpretar los muros “como puertas de entrada que no están completamente cerradas ni completamente abiertas” (p. 214). En ellas se reflejan temas de seguridad, negociación y moralidad. También hace comentarios sobre las cintas We Are Not Immigrants, de Cynthia Weber, 2016, que “muestra cómo los muros no sólo separan a las personas, sino que pueden unirlas como ‘un catalizador para promover la cooperación transfronteriza’” (p. 237).
En el décimo capítulo construye su argumento a partir de la “distribución de lo sensible” de Jacques Rancière y la “heterotopía”9 de Michel Foucault para entender los jardines como una representación de las díadas civil-femenina y marcial-masculina. En este capítulo retoma la jardinería en el Palacio de Versalles bajo el reinado de Luis XIV y el Jardín de la Perfecta Brillantez del emperador Qianlong de China, a modo de comparación en las prácticas del orden social. También analiza el Santuario Yasukuni y el Monumento a la Masacre de Nanjing como lugares de encuentro entre lo cotidiano y lo marcial.
Concluye la tercera parte con la consideración del ciberespacio como un artefacto multisensorial que facilita la “autovigilancia masiva”, apoyado en los modelos de ordenamiento social de Foucault y Deleuze: sociedad de soberanía, sociedad de disciplina y sociedad de control en red. Empíricamente, se basa en The Great Firewall de China, que hace alusión a su “gran muralla” en el ámbito digital. Aprovecha el espacio para hablar de los sistemas de inteligencia y cooperación para el espionaje entre países, y sus efectos para lograr el orden social.
Una de las principales fortalezas de la obra consiste en la amplia recopilación de información para sostener su argumento. Ésta incluye desde fuentes secundarias como películas, documentales y fotografías, hasta fuentes primarias como el documental Toilet adventures y la experiencia vivida en su trabajo de campo, además de la dinámica de díadas entre casos de Oriente con casos de Occidente, de modo que “las actividades en la China (autoritaria) y el Occidente (democrático) difieren más en grado que en tipo” (p. 300).
Ahora bien, que incluya una amplia variedad de casos no implica que no exista sesgo en su investigación pues, aunque se aprecia el esfuerzo por expandir su selección de situaciones y se entiende que el libro consiste en la recopilación de experiencias de una vida de trabajo e investigación, poco se lee sobre las sensible politics en países del sur global, como los países de Latinoamérica y África que, aunque son vagamente mencionados en los capítulos 5 a 7, se ven opacados por el enfoque hacia China como el gran referente oriental para Occidente.
También se esperaba encontrar una mayor profundidad en el tema de la ética, más allá de lo expuesto en los capítulos cuarto y sexto. Es decir, aunque se intenta llegar al punto de la protección y el manejo de los datos de terceros, no se plantea la línea que divide el amarillismo de la visualidad en los medios de comunicación. “Como la fotografía ampliamente difundida del niño muerto Alan Kurdi tirado en una playa en Turquía durante la crisis migratoria de Europa en 2015” (p. 1) con la que el autor argumenta el poder de las imágenes, pero no los fines con los que los medios de comunicación las difunden, ni el daño potencial a las víctimas.
Por último, respecto a la selección de los artefactos multisensoriales, es difícil no preguntarse dónde queda la música, la escultura y los bordados en el análisis de las sensible politics. Si bien se señalan un par de poemas y se vinculan los monumentos en el capítulo dedicado al análisis de jardines, al incluir estos artefactos sería posible pensar en el efecto de afectividad que generaron canciones como We are the world (de Michael Jackson y Lionel Richie, 1985) en la política internacional. Con todo, estas inquietudes reconocen que Callahan logró su objetivo de repensar las Relaciones Internacionales con elementos multisensoriales más allá de los repertorios euroamericanos.