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Estudios de historia novohispana

versión On-line ISSN 2448-6922versión impresa ISSN 0185-2523

Estud. hist. novohisp  no.47 Ciudad de México jul./dic. 2012

 

Reseñas

 

Manuel Pérez, Los cuentos del predicador. Historias y ficciones para la reforma de costumbres en la Nueva España

 

Estela Roselló Soberón

 

Pamplona, Universidad de Navarra, Iberoamericana, Vervuert, 2011

 

Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad Nacional Autónoma de México.

 

El sugerente título de la obra de Manuel Pérez abre al lector la puerta de un universo poco explorado por los historiadores de la Nueva España del siglo XVII: el de la predicación y sus efectos en la vida cotidiana de aquella sociedad. En las primeras páginas de Los cuentos del predicador, Pérez habla de la necesidad de estudiar la labor de los predicadores como personajes fundamentales en la construcción del orden político y social que dio sentido a la existencia de los habitantes de aquel reino en dicho período.

La relación entre la predicación, la literatura y la historia se anuncia desde el inicio de la obra cuando el autor invita al lector a pensar en las historias y las ficciones presentes en los sermones religiosos para rastrear el impacto que dichos relatos ejemplares tuvieron en la reforma de las costumbres, uno de los pilares del proyecto social contrarreformista de la monarquía hispánica.

Esta primera invitación por parte de Manuel Pérez hace pensar en un fascinante y dinámico mundo de auditorios, polémicas y espacios de discusión en donde los predicadores habrían intentado persuadir a sus escuchas de seguir comportamientos virtuosos, afines a las ideas, creencias y valores propios del catolicismo tridentino.

Más aún; esta invitación trae a la mente la labor de los predicadores en la construcción y la consolidación de una sociedad urbana productora de una nueva cultura política. De acuerdo con el autor esta nueva cultura urbana habría favorecido al surgimiento de una república en donde el sector criollo de la población habría conformado una incipiente "ciudadanía" novohispana. Todo esto en las primeras páginas del libro; todo esto para abrir el apetito de lectores hambrientos de nuevas propuestas y lecturas de la historia cultural en la Nueva España.

Si bien a lo largo del libro, la solidez de la investigación contribuye a despertar curiosidad y nuevas preguntas acerca de la muy nutrida información sobre las tradiciones retórica y literaria del mundo clásico, renacentista y medieval, el lector no deja de echar en falta el mundo real de la sociedad novohispana en el que, tal como se anunció en un principio, los relatos ejemplares debieron haber tenido un impacto social y cultural importante. A pesar de ello, el recorrido de Pérez está lleno de conocimiento y erudición que fomentan el interés en continuar la lectura.

Los cuentos del predicador está dividido, así, en seis capítulos y un apartado de conclusiones. El primero, "Las pláticas de Juan Martínez de la Parra" hace una breve revisión de la obra y vida de este personaje en quien el autor pretende concentrar su interés a lo largo del libro. En este primer capítulo la obra plantea la existencia de dos momentos históricos para estudiar el fenómeno de la predicación en la Nueva España: el de la evangelización del siglo XVI y el de la consolidación de una sociedad urbana, criolla, ya en el siglo XVII.

Para Pérez éste es el momento que realmente interesa ya que es allí donde él encuentra el auge de una oratoria sagrada, ya plenamente barroca y tridentina, influida por toda una tradición clásica y medieval que el autor estudia de manera muy profunda en los siguientes capítulos del libro.

El segundo capítulo del mismo, "Las virtudes del ejemplo", estudia la evolución histórica del género literario de los exempla desde la Antigüedad clásica hasta los autores contrarreformistas del siglo XVII y, en ese sentido, analiza la transformación que sufrió la retórica grecolatina en la tradición cristiana, tradición en donde, a decir del autor, la división entre lo culto y lo popular quedó más bien difuminada.

Como en el resto del libro Pérez muestra gran erudición y presenta la manera en que San Agustín introdujo el uso de los ejemplos en la elaboración de los sermones religiosos cristianos. Además, en este apartado se explica cómo fue que en el Concilio de Letrán la Iglesia decidió adaptar las formas y métodos de persuasión y didáctica clásicos para transmitir la nueva doctrina cristiana.

El tercer capítulo del libro, "Historias, mentiras y otras moralidades", continúa presentando los cambios que sufrieron la retórica y el uso de los exempla en la Edad Media y en los siglos XVI y XVII. A partir de ello, Pérez retoma la obra de Martínez de la Parra, Luz de verdades catholicas, para enfatizar la importancia que dicho autor dio al uso de los ejemplos en sus sermones.

Efectivamente, en este capítulo el autor menciona al público de "gente simple" de la ciudad de México al que iban dirigidos los sermones del jesuita y así presenta a comerciantes, artesanos, funcionarios de bajo nivel, una pequeña nobleza y el pueblo llano. Si bien esta mención al auditorio de Martínez de la Parra acerca a los lectores a la dimensión histórica y social que se promete estudiar en el inicio del libro, en realidad, tal como lo hace en toda su obra, Manuel Pérez tiende a privilegiar el estudio formal de la obra literaria y a omitir los efectos de recepción que los sermones del jesuita pudieron tener entre aquel público de gente sencilla que se menciona en este capítulo.

En "El prestigio de los hechos pasados", o cuarto capítulo de Los cuentos del predicador, se sigue la pista de una interesante discusión que se dio ya entre muchos autores de la Antigüedad clásica y que perduró entre muchos otros del siglo XVII: la importancia de la historia como fuente de los relatos ejemplares.

De acuerdo con el autor de Los cuentos del predicador el tema del prestigio de la historia había estado presente en Jenofonte, Macrobio, Plutarco o Plinio. Los primeros Padres de la Iglesia retomaron esta preocupación a la hora de pensar en cómo transmitir de manera verosímil la vida de santos y la narración de distintos milagros entre los fieles. Tal como explica Pérez en este capítulo, ya en los siglos XV y XVI, muchos autores renacentistas y humanistas como Luis Vives defendieron la importancia de utilizar ejemplos históricos que pudieran convertirse, realmente, en ejemplos de vida virtuosa.

De esta manera, el prestigio de la historia como "maestra de la vida" fue una herencia humanista que muchos jesuitas recibieron ya en el siglo XVII a la hora de escribir sus sermones y relatos ejemplares. Y es que de acuerdo con Manuel Pérez el Concilio de Trento vio con malos ojos el abuso de elementos sobre naturales en los relatos ejemplares. Por ello, después del concilio tridentino, el uso de las representaciones ficticias no fue muy popular entre muchos predicadores que prefirieron apegarse a los lineamientos establecidos por las autoridades de la Iglesia.

Siguiendo estas ideas y a diferencia de sus antecesores medievales que tejieron relatos en donde lo sobrenatural y lo histórico muchas veces tenían el mismo peso, los predicadores jesuitas se preocuparon por dar veracidad espiritual a sus milagros mediante el uso de relatos históricos que permitieran enseñar a partir de la experiencia real.

En el capítulo cinco, "La utilidad moral de la ficción", el libro muestra cómo a pesar de las ideas humanistas y contrarreformistas de defensa de lo histórico sobre lo ficticio, el género de los exempla siempre conservó un lugar para la ficción. Una vez más, el autor echa mano de su conocimiento para rastrear la evolución de este género literario recordando los cuentos del Calila e Dimna y del Sendebar, mismos que en el siglo XIII se utilizaban para educar.

Al llegar al siglo XVII Manuel Pérez habla de la defensa de la legitimidad moral de la ficción y la creación artística entre diversos autores del Siglo de Oro español, entre los que señala a Cervantes. Y desde allí regresa a los sermones de Martínez de la Parra para revisar cómo este predicador utilizó el ejemplo ficcional como un recurso útil para persuadir a su auditorio, a pesar de la mala reputación que este género tenía entre las autoridades de la Iglesia del siglo XVII.

Finalmente, en el capítulo sexto, "Ejemplos para la reforma de las costumbres", la obra menciona el peso que tuvieron los Ejercicios Espirituales de San Ignacio en la predicación jesuítica y en la labor pastoral de la Compañía, muy especialmente en el caso de Martínez de la Parra mismo.

Probablemente este último capítulo sea el único en que vemos cumplida, si bien de manera parcial, la promesa inicial del autor de vincular el estudio de la literatura ejemplar con la cultura y la realidad de la sociedad novohispana. A diferencia del resto del libro, en este último apartado Pérez sí muestra la relación entre los sermones de Martínez de la Parra y su recepción entre aquellos novohispanos que los escuchaban.

Este capítulo habla del objetivo real de la labor del predicador novohispano: persuadir a los fieles de extirpar los vicios de sus comportamientos cotidianos, fomentar la virtud y procurar la reforma de las costumbres en aras de procurar el orden y el bien común.

Por primera vez en todo el libro el autor logra aterrizar el estudio de la retórica y de la literatura en la realidad propiamente novohispana. De esta manera, Pérez presenta ejemplos concretos de los sermones de Martínez de la Parra y los vincula con las preocupaciones sociales particulares que este jesuita mostró al ejercer su oficio de predicador.

Así, este apartado presenta como temas centrales de aquellos sermones los tópicos de la familia, la propiedad y la autoridad. Todos ellos problemas especialmente importantes al dirigirse a los sectores urbanos de la ciudad de México del siglo XVII.

A lo largo de sus casi 250 cuartillas la obra de Manuel Pérez presenta una interesante investigación sobre la evolución de la retórica y la literatura ejemplar en la tradición occidental desde el mundo Antiguo hasta el siglo XVII. El dominio de los clásicos grecolatinos, así como el conocimiento de autores y obras medievales y renacentistas se percibe a lo largo de todo el libro. Si a esto se suma el constante llamado a las obras de Martínez de la Parra y el esfuerzo por leerlas a la luz de las fuentes clásicas, medievales, renacentistas y del siglo XVII esta investigación se convierte en una obra original y atractiva para aquellos interesados en vincular la historia cultural de Europa, España y la Nueva España.

Ahora bien, no obstante los aciertos y méritos del libro, no es imposible que el lector experimente cierto desencanto frente al incumplimiento de una promesa inicial. Y es que si en el inicio de su obra Manuel Pérez anunció, de manera sugerente, cómo la retórica y el uso de los relatos ejemplares no fue un asunto de interés únicamente literario, a lo largo de las páginas del libro su estudio se concentra en el análisis formal de las narraciones y en la reconstrucción de la evolución de la retórica cristiana. Es decir, que no obstante que su propuesta inicial era relacionar la historia de la literatura y la retórica con la cultura política novohispana, en realidad el autor termina por hacer prácticamente caso omiso del impacto de los sermones en la reforma de las costumbres entre los habitantes de la Nueva España.

Aún así, esta obra constituye un trabajo interesante y erudito que plantea muchas preguntas para futuras investigaciones. Los cuentos del predicador. Historias y ficciones para la reforma de las costumbres en la Nueva España es, sin duda, un extraordinario punto de partida para todos aquellos que en el futuro intenten trascender el ámbito de la retórica sagrada y que al mismo tiempo sepan utilizarla para profundizar, con ello, en la explicación de diversos problemas propios de la vida política, social y cultural de la sociedad novohispana.

Así, el intento del autor de caminar en dicho sentido sin duda se cumple y deja abierta una sugerente invitación para explorar rutas novedosas y poco conocidas para los estudiosos de la Nueva España.

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