La pieza del argentino Bauzá resulta un puntual ensayo sobre una de las diosas más importantes e interesantes del mundo antiguo, Afrodita, y las funciones que desarrolla en el mito y en el arte. El texto se encuentra editado en un formato agradable que facilita el transitar por sus páginas, a más de hallarse profusamente ilustrado con obras antiguas y de la pintura occidental. Como explica su título, se trata de un texto que versa sobre diversas especulaciones míticas, cultuales e iconográficas sobre la diosa helena Afrodita y su compañero, el dios del amor, Eros, las cuales se encuentran distribuidas en tres grandes bloques, a saber, el primero sobre el mito y el culto de dichas deidades, el segundo, sobre su tradición literaria y, finalmente el tercero, sobre su presencia en el arte, completando con un pequeño apéndice sobre la obra de Thomas Mann, La muerte en Venecia.
A pesar de la gran extensión del libro, resulta muy grato el estilo de Bauzá, que permite aprender con sus reflexiones y divertirse a la vez con las historias antiguas. Considero que este ensayo académico quizá posee la influencia del connotado Roberto Calasso, a quien en algún momento cita el argentino (p. 275), pues conlleva ese gusto por la simplificación de los contenidos filológicos con el ánimo de alcanzar al gran público, a uno no especializado solamente, sino también al interesado que desea algo más que conocer los viejos mitos.
Sustentado en una notable bibliografía, Bauzá comienza su trabajo recurriendo a los prístinos orígenes del Divino Femenino, desde la prehistoria hasta el oriente próximo donde se enraíza el culto a la diosa y no se amilana en especular con tan delicado tema aún con ejemplos de nuestros tiempos. Con todo, es en la segunda parte de su texto donde el autor se extiende recurriendo a diversas fuentes griegas y latinas que parten de Homero y Hesíodo, y alcanzan autores imperiales como Ovidio y Plutarco. Bauzá cita fuentes primarias y reflexiona sobre ellas, recorre los mitos principales de Afrodita y vislumbra cómo los antiguos clásicos concibieron y desarrollaron los temas del amor, el deseo, la seducción y la sexualidad. Explorada la “Gran Madre”, recurre a su paredro y estudia con igual precisión la figura del esquivo dios, su diversa genealogía, sus funciones y el simbolismo de sus representacio- nes; explora la visión del amor griego en sus facetas diversas: del ámbito matrimonial a las relaciones homoeróticas.
Aprecio sobre todo sus disertaciones acerca de la literatura antigua, particularmente las páginas que concede a Eros en Platón, así como sus puntualizaciones en torno a los fragmentos sáficos, y las ideas generales de las figuras de Venus y Cupido, como contrapartes latinas de los dioses helenos que estudia. Con un ánimo erudito, Bauzá recorre rápidamente la tradición de tales figuras en el Medievo y el Renacimiento, partiendo de un análisis sobre la obra de Apuleyo, El asno de oro. Hacia el final de esta nutrida segunda parte de su libro, el argentino emplea algunas páginas para tratar el delicado tema de la androginia y la bisexualidad, conceptos actuales que reconoce como otra más de las herencias antiguas.
En su revisión de la iconografía, principalmente de la diosa, y que abarca desde esculturas griegas arcaicas hasta las pinturas contemporáneas, no recurre a un sistema iconográfico que nuble o confunda a su lector con impresiones eruditas, sino a la misma sencillez con que trató el mito. Cada pieza artística es analizada con la puntualidad de las fuentes literarias y con el ánimo especulativo que lo caracterizó en toda su obra.
Ahora bien, existen ligeras sugerencias que haría a la obra, pero que no merman en nada la calidad general del libro. A pesar de que se entiende que las traducciones de los autores antiguos y modernos son aquellas que cita en su bibliografía y de vez en vez en el cuerpo del texto, hubiera preferido que Bauzá ofreciera, sobre todo en aquellos análisis que realiza acerca de las fuentes, su propia traducción y más porque nos tiene acostumbrados a su manejo de los originales antiguos.1 Se entiende que, dada la naturaleza de su extensa disertación, el autor necesite remitir una y otra vez a las diversas partes de su texto, pero quizá podría prescindir de ellas, dado que su lectura fluye ágilmente, y más porque no está acompañado de una nota correspondiente que nos permita recurrir a esas páginas.
Como gustoso del mito, hubo algunos señalamientos que me sorprendieron, como la de traducir a Caos como desorden, viable en el concepto latino, pero no así en el original griego de Hesíodo (p. 60); el separar a Gea de Tierra como dos entidades diferentes (p. 124), o al presentar a Anquises como un anciano cuando se encontró con Afrodita en el monte Ida, siendo el propio Himno homérico el que aclara que se trata de un joven (p. 158), sólo por mencionar algunos detalles.
Claro que todo lo anterior es producto de la severa y escrutadora mirada del estudioso de la antigüedad, con mucho uno al que poco se dirige la obra de Bauzá que, como he sugerido, está más interesado en presentar un libro accesible a la gran mayoría y no sólo a un selecto grupo, por lo que todo ello es más que disculpable, sobre todo al reconocer el importante estudio general que ha realizado. Afrodita y Eros es así un libro harto recomendable para cualquier interesado en la mitología, el arte y los sentimientos de las culturas clásicas y la manera en que han influido en el quehacer humano posterior.