INTRODUCCIÓN
La justificación del anticomunismo, la relación con el poder político mexicano, la adscripción al discurso de la guerra fría y la vinculación con los intereses geopolíticos de Estados Unidos, fueron los ejes centrales de la cobertura que hizo la Cadena García Valseca (en adelante CGV) de la revolución cubana entre 1959 y 1969.1 Ejes que se explican por la posición editorial que configuró durante más de tres décadas la CGV: oficialista-priista, nacionalista, proestadunidense y anticomunista.
La CGV, empresa periodística fundada por José García Valseca a finales de los años treinta del siglo XX, tuvo tres etapas históricas: creación, desarrollo y transformación. Su periodo de mayor apogeo periodístico e influencia en la esfera pública mexicana fueron las décadas de los años cincuenta y sesenta cuando alcanzó a tener entre 37 diarios y revistas en circulación nacional. Sus periódicos fueron conocidos como Los Soles, porque en cada Estado -y a veces en ciudades- el diario llevaba por nombre El Sol de (ciudad o estado), por ejemplo: El Sol de Puebla, El Sol de Sinaloa, El Sol del Pacífico, El Sol de Chihuahua y El Sol de México, etcétera (Cordero y Torres, 1998; Gil, 2020; Smith, 2018). Así que es pertinente decir que José García Valseca llenó de “soles” la república mexicana con su organización periodística, con lo que dispersó su capacidad de impactar e influir en la opinión pública de todo el país, haciendo una presencia más fuerte que la de los diarios regionales/locales (exclusivamente) y más descentralizada que la de los diarios de la capital (Gil, 2020; Sánchez y Gil, 2018a; Smith, 2018). La influencia de la CGV en las regiones mexicanas se hizo funcional no sólo por su presencia material con Los Soles, sino también por el establecimiento de una redacción centralizada durante los años cincuenta bajo la dirección editorial del periodista anticomunista Salvador Borrego Escalante -figura importante en la creación de El Sol de México en los años sesenta, junto con José García Valseca.2
Uno de los procesos que mayor interés despertó en los diarios de la CGV,3 y en la prensa mexicana en general, fue la revolución cubana, el 1 enero de 1959, de la cual se desarrolló una cobertura profunda. La tesis del presente artículo es que la cobertura que hizo la CGV de este proceso tuvo dos momentos centrales: el primero de celebración y alusión a la democracia como fin de la dictadura de Fulgencio Batista; el segundo, como crítica anticomunista a partir de 1960 con el objetivo de estigmatizar, subvalorar y desdibujar los procesos internos y externos de la revolución cubana. Y que este cubrimiento estuvo determinado por la línea editorial de la CGV profundamente oficialista, priista, alineada a la influencia de Estados Unidos en la prensa mexicana con publicidad y presión diplomática, y una adscripción a los procesos institucionales importantes del país por parte de su fundador y gerente, José García Valseca.
En este sentido, el presente artículo tiene como objetivo analizar los momentos de cobertura informativa de la revolución cubana en los primeros diez años de este proyecto político, 1959-1969, desde las páginas periodísticas de la CGV. Por momentos de cobertura informativa se entienden los matices más relevantes en que pueden clasificarse los discursos que se refirieron a la revolución cubana. El primero, el más corto en duración, es de legitimación de la revolución cubana como una alternativa que desde las ideas jóvenes representaba la democracia para La Habana. El segundo, que va tomando fuerza al terminar 1959, tiene que ver con la crítica y estigmatización a las acciones de Fidel Castro, su distanciamiento hostil con Estados Unidos, acercamiento a la Unión Soviética y la “aparente” campaña de incidencia en Latinoamérica. Y, por último, un tercer momento de balance negativo de la revolución cubana al cumplir su primera década de existencia histórica -en el que se abordan las conclusiones del artículo-. A su vez, estos tres momentos determinan la relación expositiva del artículo.
A nivel teórico y metodológico es importante subrayar que se trata de un acercamiento histórico-interpretativo (Ramírez, 2010) de tipo cualitativo que se sustenta en fuentes primarias (hemerográficas) y secundarias (literatura especializada). Las fuentes primarias se problematizan desde el análisis crítico del discurso (ACD), como lo propone (Van Dijk, 2004), en tanto que productor de sentidos, representaciones y orientaciones (marcos de interpretación) que son puestos en escena y dirigidas hacia la opinión pública para favorecer intereses particulares o ideológicos.
También es relevante la perspectiva de los estudios históricos desde la prensa sobre otros espacios y procesos diferentes a los del lugar de producción. Es decir, aquellos en los que se estudia un proceso histórico que ocurrió en un área desde la prensa de otro territorio bien sea regional, nacional o continental. La historiografía de los últimos tiempos demuestra que este enfoque de referencia ofrece virtudes para conocer la manera en que se construyen las representaciones, los imaginarios, las imágenes y las visiones, de los procesos históricos complejos y centrales en los demás países, pero al mismo tiempo considerar cómo se relacionan con el lugar desde donde se analiza. En especial cuando se trata de periodos cruciales como la revolución mexicana, la guerra civil española y la revolución cubana, entre otros (Bolaños, 2018; Calvo, 2017; Karl, 2016; Morera, 2009; Rodríguez, 2017). Frente a esta perspectiva, Patricia Calvo González señala que implica la apertura de una nueva vía a la hora de abordar el conocimiento científico (Calvo, 2017, p. 174). Además, esta forma de analizar los problemas históricos pone en diálogo las preguntas que se hace la historia política y la historia de la comunicación.
LA GUERRA FRÍA Y EL PERIODISMO EN MÉXICO
Los vaivenes en la política editorial de la Cadena García Valseca (CGV) no fueron obra de la casualidad. Tres factores influyeron para que el emporio periodístico del coronel José García Valseca adoptara un posicionamiento claro y definido frente a la revolución cubana. En primer término, es obligado referir el entorno internacional prevaleciente entre los años de 1945 a 1989 con la llamada guerra fría y su impacto a nivel ideológico y cultural. En segundo lugar, el posicionamiento asumido por el gobierno cubano a partir de 1960 y sus repercusiones en la política exterior e interior del gobierno mexicano, en el mismo emporio de García Valseca, y un tercer elemento, es la presencia en la dirección centralizada de Los Soles de periodistas claramente identificados por sus posturas anticomunistas e incluso nazi-fascistas.
La guerra fría fue una disputa entre dos grandes bloques de poder. Uno liderado por Estados Unidos y el otro encabezado por la Unión Soviética. Si bien esta confrontación tuvo sus desencuentros militares como la guerra de Corea o la guerra de Vietnam como uno de tantos ejemplos, este conflicto se resolvió fundamentalmente en el terreno ideológico y político. En ese tenor, la beligerancia entre las superpotencias, se desarrolló entre otras arenas, y una muy importante fueron los ámbitos de la propaganda. Para tal efecto, la prensa desempeñó un papel central con la finalidad de generar y ganar a la opinión pública en favor del imperialismo yanqui o del otro, dirigido por el país de la bandera roja con la hoz y el martillo como símbolo distintivo.
La revolución cubana abonó a la exacerbación del conflicto ideológico en Latinoamérica, y dicho fenómeno encontró como canal para ventilar la querella la prensa escrita, radial o televisiva. Sobre todo, cuando Fidel Castro declaró que su país era socialista, las simpatías que originalmente había provocado la gesta caribeña triunfante en 1959, desaparecieron y dieron lugar al surgimiento de una paranoia anticomunista al pensar Estados nacionales y actores políticos latinoamericanos que Cuba servía como “cabeza de playa” del expansionismo soviético. En concordancia con este nuevo escenario en el continente, los medios de comunicación se convirtieron “en una barrera contra el comunismo, es decir, la democracia, la libertad económica del capitalismo y el compromiso de colaborar en la denuncia de comunistas, izquierdistas, militantes sociales y defensores de derechos civiles considerados como Caballos de Troya del imperialismo soviético y el comunismo” (López, 2014, p. 134).
En materia de política exterior y periodística en México, Cuba y su revolución tendrían importantes repercusiones. El viraje político instrumentado a partir de 1960 obligaría al gobierno de Adolfo López Mateos a proceder de manera inteligente. Si bien se declaró que su gobierno era de “extrema izquierda dentro de la Constitución”, que adoptó una retórica en favor de las clases populares y nacionalizó la industria eléctrica, ello no significó que en el frente interno a los opositores vinculados a los grupos de comunistas se les persiguiera o asesinara a luchadores sociales como sería el caso de Rubén Jaramillo. Su administración y las subsiguientes tendrían como paraguas ideológico político a la revolución nexicana porque esta “tiene el reto de asegurar el pan y la libertad, y para ello no requiere ningún ejemplo proveniente del exterior” (López, 2014, p. 139). En cierta medida, como lo propone Keller (2012) , hubo dos formas de asumir la revolución cubana, una hacia el exterior, donde encontraban elementos críticos, que se acomodaba con Estados Unidos y otra hacia el interior donde por temor a la izquierda, oposición y emergencia de subversión, se mostraba cierta afinidad con lo que pasaba en la isla.
De acuerdo con Olga Pellicer, las relaciones mexicano-cubanas cursaron por tres grandes momentos. Una primera fase que inició en 1959 y terminó con la guerra fría. La segunda al inicio del nuevo milenio y, la tercera, del año de 2001 a la actualidad (Pellicer, 2004). En cada una de las fases las relaciones entre ambos países han tenido sus propios matices. Particularmente, la etapa inicial se caracterizó por dos posturas. Una, de acercamiento e identificación y, la segunda, de toma de distancia sin que ello significara ruptura de relaciones diplomáticas. Estos matices de la política exterior nacional ante Castro y su administración se expresó claramente en la política editorial de la Cadena García Valseca. De las simpatías, al rechazo y condena rotunda por parte de todos los colaboradores de Los Soles que, si bien no discutieron en sus páginas la política exterior del gobierno mexicano, sí enfilaron sus baterías en contra de las figuras políticas centrales de la revolución cubana a las que tipificaron como asesinos o carceleros de sus opositores entre muchos adjetivos que les endilgaron articulistas como Aldo Baroni.
En los inicios de la revolución cubana, su estrategia de reformas sociales tales como la agraria, las nacionalizaciones de industrias extranjeras que explotaban los recursos naturales estratégicos de la isla, la llevaron a ser pensada como una revolución social y política que era posible identificar con la iniciada en noviembre de 1910 por parte de Francisco I. Madero, en México. Tras la declaración de Fidel Castro que Cuba era socialista, el gobierno de López Mateos, que en un principio vio con simpatías la gesta caribeña, a partir de 1961 comenzó a modificar su postura, aun cuando se opuso en la IX Reunión de Consulta de la Organización de Estados Americanos (OEA) a la expulsión de este país de dicha organización. Dicho posicionamiento cargado de pragmatismo político, trajo sus dividendos positivos en los años posteriores para las administraciones gubernamentales nacionales. De acuerdo con especialistas en el tema, sobre este punto se afirma lo siguiente: “las relaciones con Cuba resultan de gran importancia para México en la defensa del principio de No Intervención, pero también para el mantenimiento del consenso y estabilidad interna” (Pérez, 2010, pp. 49-50).
No sólo lo era la propia postura anticomunista del propietario del emporio de las comunicaciones, o el viraje del gobierno de Fidel Castro, los factores que abonaron en el cambio de política editorial, también impactó sobre manera la presencia del periodista Salvador Borrego Escalante, católico radical en comunión con las ideas totalitarias de Europa. Este periodista inició en el diario Tribuna de Durango en 1935. Para 1946 se incorporó a la CGV siendo responsable de El Sol de Guadalajara, su capacidad de trabajo e identidad ideológico-política con el coronel García Valseca lo llevó a escalar peldaños en la compañía hasta convertirse en el director de la redacción central de dicha Cadena y pieza clave en la aparición de El Sol de México en el Distrito Federal, a mediados de los años sesenta. Salvador Borrego Escalante ya durante los años cincuenta y sesenta del siglo pasado no era un periodista en estricto sentido, “sino más bien, tomar a su recaudo la vista general, organizativa, que proporcionaba un determinado sentido al alud de información” (Velasco, 2019, p. 4), y en esa tesitura ordenar a redactores y editorialistas los sentidos de sus escrituras sobre la revolución cubana.
El ambiente contrario a los grupos y dirigentes de izquierda en la sociedad y gobierno mexicano, la postura ambivalente de López Mateos frente al gobierno de la isla y la personalidad del periodista Borrego Escalante, influyeron en la futura labor comunicadora de la Cadena García Valseca. Castro, el Che Guevara y sus simpatizantes eran parte de una estrategia del comunismo soviético en América Latina con el claro propósito de desestabilizar a los Estados nacionales porque, según sus editoriales o artículos de opinión, existía
un plan comunista a nivel continental para derribar todos los gobiernos democráticos […]. La Unión Soviética ha destinado un millón y medio de dólares para tales actividades, estableciendo un premio de cien mil dólares para aquellos grupos que, siguiendo los intereses de Moscú, tengan mayor éxito en la creación de zozobras, angustias, perturbaciones del orden, actos de terrorismo, violencia anarquizante (López, 2014, p. 137).
LA REVOLUCIÓN CUBANA EN EL MARCO DE LA GUERRA FRÍA EN AMÉRICA LATINA
Las razones históricas para que haya tenido éxito el Movimiento 26 de Julio son diversas.4 Pero, sin duda, la revolución cubana marcó un quiebre importante en la historia de América Latina y en particular de la guerra fría.5 Existen algunas visiones acerca del significado puntual de dicha bisagra. Para Friedrich Katz la guerra fría tuvo dos momentos, el primero comprende desde 1946 hasta 1959 y se caracterizó por tres aspectos: 1) una presencia del conflicto ideológico en el nivel sindical con presencia tanto de Estados Unidos como de la Unión Soviética en las organizaciones de trabajadores, por ejemplo, en la Federación Sindical Mundial en la que estaban organizaciones de izquierda como la Confederación de Trabajadores de América Latina (CTAL), pero también de derecha regidas desde Estados Unidos. 2) El apoyo de Estados Unidos a las dictaduras militares tanto a gobiernos de izquierda como de derecha. 3) La ausencia de apoyo económico de Estados Unidos para los países latinoamericanos, bajo el pretexto que estos debían generar condiciones que los hiciera atractivos para la inversión extranjera-privada (Katz, 2004, pp. 19-22). El segundo momento que señala Katz, es el que inicia con la revolución cubana en 1959, que incentivó las fuerzas de izquierda en el continente, permitió la entrada con mayor ahínco de la Unión Soviética, pero al tiempo significó la vigilancia directa de Estados Unidos, con planes de inversión para el “desarrollo” que estimulaban e idealizaban la democracia como el modelo político “adecuado”, a la vez que mantenía la proclividad de apoyar los golpes de Estado, pero esta vez de manera particular hacia los gobiernos de izquierda, como en 1956 con Joao Goulart y en 1973 con Salvador Allende (Katz, 2004, pp. 23-25).6
La revolución cubana sirvió para poner de presente la guerra fría en América Latina. Si bien ya estaba presente desde la finalización de la segunda guerra mundial, lo cierto es que no había tenido mayor ebullición por el disminuido interés de las dos potencias enfrentadas. La revolución de Castro, Cienfuegos y Guevara, volcó las preocupaciones norteamericanas hacia el mayor intervencionismo soviético, generando estrategias formales e informales de persecución a las izquierdas, entre ellas la conocida campaña anticomunista que se inició en los medios impresos y radiales del continente (Katz, 2004).
Entre tanto, Vanni Pettinà (2018, pp. 89-98) tiene una noción de la guerra fría en América Latina que implica entender una periodicidad distinta, concuerda en que la revolución cubana marcó un punto de inflexión. Pettinà estima que la guerra fría en América Latina fue la particular contracción entre proyectos revolucionarios y esfuerzos contrarrevolucionarios, en tal sentido, pone a las elites latinoamericanas en la compleja posición, pero muy estratégica, de haberse adecuado al marco geopolítico para poder echar para atrás varios de los significativos avances que se habían tenido desde los años veinte en algunos países como México, Argentina, Colombia, etc., en la cuestión social, la reforma agraria, la participación política.
En la lógica de Pettinà, la revolución cubana vino a hacer el detonante de una serie de insatisfacciones históricas que las izquierdas latinoamericanas tenían acumuladas, pero que estaban presentes. Además, sirvió como estímulo para la búsqueda de alternativas políticas, de ahí su acogida en países como Argentina, Bolivia, Colombia, Perú, entre otros, donde muy pronto surgieron grupos guerrilleros que se inspiraron en su teoría revolucionaria, el foquismo. No obstante, el mismo Pettiná (2018) señala que la revolución cubana -en términos de las reacciones generadas- tuvo efectos polarizadores: “a lo largo de varias décadas las hazañas de los barbudos encendieron los sueños revolucionarios de numerosos jóvenes latinoamericanos [pero también] despertaron un profundo temor en sectores significativos de las clases medias” (p. 114).7
En la misma línea el profesor Aldo Marchesi señala que la revolución cubana en el escenario de la guerra fría latinoamericana fue sustancial para que el contexto bélico se entonara más con la revolución antiimperialista que con el superficial lenguaje de disenso de los baby boomers, con lo cual la perspectiva de América Latina fue claramente politizada por lo ocurrido en Cuba y la manera como se desplegó su influencia a nivel continental (Marchesi, 2019, p. 224).8
La forma como Katz, Pettinà y Marchesi entienden el significado de la revolución cubana en el contexto de la guerra fría latinoamericana es cercana a lo dicho por Rojas (2016) y Zolov (2012) en cuanto al papel central que desempeñó la revolución cubana en la formación de la Nueva Izquierda en América Latina y, por lo tanto, la búsqueda de nuevas formas de lucha social y política.9 Cuba se convirtió en el gran tema geopolítico y como tal acaparó los debates internacionales, las negociaciones diplomáticas y las estrategias geopolíticas, pero al tiempo las plazas y recintos universitarias (Tirado Mejía, 2014, pp. 72-73).
Por último, hay que señalar que la revolución cubana, y su influencia, se convirtió en el enemigo político más relevante de Estados Unidos y de su cruzada anticomunista en el periodo para Latinoamérica. Una presencia que fue recurrente y deslegitimadora en los medios de comunicación tradicionales, en el caso particular de México, en las páginas de la CGV se promovieron estos discursos políticos.
LEGITIMACIÓN INICIAL COMO PROYECTO DEMOCRÁTICO
El 31 de diciembre de 1958, la CGV informó que en Cuba se había logrado restablecer la tranquilidad. Esta información llegó por intermedio de la agencia AP enviada directamente por el gobierno de Cuba. Además de celebrar la recuperación de la estabilidad política en el mismo informe se explicó que el Movimiento 26 de Julio había sufrido más de 3 000 bajas en los últimos días.10 La CGV envió un mensaje de tranquilidad política en la mañana del último día del año 1958. ¿Cuál era el mensaje? No pasaría nada en Cuba, no habría revolución alguna y México no se vería afectado por problema alguno. A pesar de ello, los lectores de la CGV leyeron al día siguiente que al final sí se había consumado la revolución en Cuba. El titular señalaba: “Batista Huye y Castro Paraliza a Cuba”, acompañado con una narrativa ambigua en la que lo único claro fue la salida de Batista con dirección a República Dominicana y la entrega de las bases militares a los revolucionarios liderados por Fidel Castro.11
Poco a poco se fueron conociendo más detalles de lo ocurrido en Cuba. La siguiente noticia fue el nombramiento de Miguel Urrutia como presidente de la República (encargado) y Ramón Barquín como jefe de las Fuerzas Armadas.12 La llegada de Castro a La Habana, la captura de los militares fieles a Batista, las acciones de los delegados de Castro en México y en Estados Unidos, llevaron a que la CGV enviará un corresponsal especial a La Habana para cubrir de primera mano las noticias. La tarea le fue encomendada al reconocido periodista Carlos Loret de Mola, que fue presentado por la CGV, ante su público-lector, como parte de un compromiso informativo por la objetividad:
La Cadena García Valseca no escatima esfuerzos en beneficio de sus lectores y ha destacado a Cuba a don Carlos Loret de Mola para describir con veracidad y de un modo vivo y ágil lo que ocurre en aquella República que está emergiendo de las sombras de una dictadura para restaurar su vida democrática y libre […] Un esfuerzo digno de una empresa periodística moderna deseosa de servir con eficacia y oportunidad al pueblo de México.13
Las primeras impresiones de Loret de Mola sobre la revolución cubana, publicadas el 5 de enero, fueron positivas y legitimaron el momento histórico. El reportaje reivindicó “una Revolución hecha por jóvenes universitarios entre los 30 y 45 años”, los protagonistas fueron descritos como “unos muchachos impacientes, decididos, barbudos”, los cuales se habían convertido en “los dueños de la ciudad y la nación”, porque habían logrado hacer una revolución armada, no para imponer la violencia sino para arrebatar el control de la república de las manos del autoritarismo y el derroche de la dictadura, para superar a los antiguos jefes de policía, esos “esbirros peligrosísimos” que representaban el pasado violento.14
Un día después, el 6 de enero, fue publicado el segundo reportaje de Loret de Mola en el que destacó el ambiente de tranquilidad que reinaba en La Habana. “Amanecemos como si nada hubiera pasado. Así es Cuba”, fueron las palabras para enfatizar el ambiente de libertad, el final de la censura de prensa, que se comenzaba a disfrutar con ahínco por parte de periodistas y ciudadanos, “están descansando los censores”, puntualizó.15
En el tercer reportaje que publicó la CGV, Loret de Mola se refirió al pasado de Cuba como una época oscura representada por Batista y Machado, un periodo de sombras. Frente a Machado, Loret de Mola señaló que se trató de un “heredero de la crueldad en el mando de España que hacía castrar a los enemigos, a los jovencitos de la Universidad que protestaban por actos de terror”; de Batista dijo que se recordaría porque hasta el último de sus días como gobernante había ordenado “ametrallar la población civil por puro gusto”. El pasado dictatorial de Cuba sumado a los aires frescos de los jóvenes barbudos del Movimiento 26 de Julio, añadían dos factores que para Loret de Mola significaban que en Cuba “la libertad parece un traje nuevo estrenado por un niño hambriento”.16
Loret de Mola como representante periodístico de la CGV se encargó de promocionar una idea positiva de la revolución cubana en sus primeros días. En sus reportajes se rastrea la esperanza por la recuperación de la democracia en la isla y la construcción de un imaginario favorable con la emergencia de algunos símbolos: la juventud, las barbas, el ímpetu, el fin de la censura, las promesas de prosperidad, etcétera.
La convicción, al menos inicial, de Loret de Mola en la revolución cubana fue a tal grado que la comparó con la revolución mexicana de 1910, y a Fidel Castro con Francisco I. Madero, a ambos los habían llamado locos. La analogía se amplió a lo negativo en la comparación de Batista con Porfirio Díaz: “Al ejército de Batista -como la de Don Porfirio-, no le faltaban armas, pero carecía de un motivo para enfrentar a su pueblo. Nada más que Don Porfirio había sido un día un héroe de la patria y Batista siempre fue un explotador del poder que produjo una orgía de crímenes hasta la víspera de su salida.”17
La CGV le apostó a una información de mayor calidad con los reportajes de Loret de Mola y un intento de especialización de la mirada sobre la vida en La Habana. Incluso, el mismo Loret de Mola interpretó como guerra sucia las primeras críticas que surgieron contra Castro y los demás revolucionarios. La expectativa de Loret de Mola llegó a tal punto que manifestó creer en las palabras precisas del máximo líder de la revolución: “La revolución cubana está íntimamente ligada con la libertad. No hay en su líder […] la menor idea de restringir las libertades”.18 Así pues, las imágenes iniciales que la CGV ofreció a sus lectores acerca de la revolución cubana estuvieron influenciadas por la mirada positiva que construyó Loret de Mola, que buscó dimensionar el momento histórico: “la batalla más impresionante de América Latina en este siglo, aparte de la Revolución Mexicana, y la más heroica de Cuba después de la independencia. Un grupo de cerebros jóvenes trazan los planes generales para hacer de esta República un país extremadamente distinto y nuevo en el que todos trabajen y el dinero sea distribuido más equitativa y justamente.”19
Los bien valorados reportajes de Loret de Mola estuvieron acompañados por imágenes de los líderes de la revolución cubana en las primeras páginas de los diarios de la CGV.20 Incluso el caricaturista de la CGV, Alberto Isaac, con sus Cartones de ISAAC también fortaleció la idea de que un cambio de gobierno en Cuba era importante, la huida de un dictador que dejaba las arcas del Estado vacías (desahuciadas) y la llegada de unos jóvenes que buscaban recomponer la república.
Para cerrar este primer momento de legitimación de la revolución cubana, cabe reiterar que el proceso fue recibido por la CGV como un acontecimiento continental muy importante que mereció la mejor cobertura posible. Enviaron a uno de sus periodistas más reconocido, Carlos Loret de Mola, quién con sus primeros reportajes ayudó a generar una imagen del proceso cubano: positiva y democrática.21
CRÍTICA Y ESTIGMATIZACIÓN
A comienzos de 1960 fue visible el giro informativo de la CGV sobre la revolución cubana. Las primeras críticas llegaron por cuenta de las agencias AFP, UPI, AP.22 La distancia entre Fidel Castro, Raúl Castro, Camilo Cienfuegos y Ernesto Guevara, frente a Estados Unidos, implicó mayores cuestionamientos.23 La estrategia de poner a circular rumores sobre posibles golpes de Estado contra Castro también se activó.24 A pesar de la postura de México conocidamente antiintervencionista, circularon noticias que señalaban que se usaba el país para formar milicias que pudieran desestabilizar el joven régimen cubano.25 De las alegorías a los jóvenes barbudos defensores de la democracia se pasó a las críticas por convertir a Cuba en la puerta de entrada a Latinoamérica del comunismo soviético. En estos momentos fue muy visible que la CGV se alineó a los ejes que se establecieron a nivel latinoamericano para la cobertura de la revolución cubana:
La opinión americana abrió un crédito amplísimo a la revolución de Cuba porque se confiaba en su idealismo democrático. Esas fueron razones suficientes para reprimir la severidad de los juicios cuando empezaron los fusilamientos en masa y las represalias contra los hombres de la revolución que no coincidían con el poder personal. Desgraciadamente después de un año de gobierno absoluto, esas esperanzas se han desvanecido. En Cuba no existe libertad de opinión ni acción política.26
En el fondo de esta abrupta manera de representar una revolución que apenas comenzaba se encontraba la pugna creciente entre Castro y Estados Unidos.27 La posibilidad de ver a Cuba como un satélite soviético tomaba mucha fuerza en Estados Unidos, lo que se acompañaba de la aparición cada vez más recurrente de los adjetivos “fidelcastrismo”, “castrocomunismo”.28 En estas orientaciones a la opinión pública fueron cruciales las posturas de los primeros exiliados cubanos, quienes reflejaron “el fracaso” de la democracia cubana y desde Miami participaron en los diarios del continente para pronosticar la crisis social, económica y política de la isla. Sergio Garbó, periodista invitado de la CGV, fue uno de los principales detractores de la imagen pública de Fidel Castro al caracterizarlo como:
un tipo grosero y siniestro hasta la exageración, de innegable ingratitud hacia quienes lo sirven y lo adulan […] de inferioridad espiritual con alergia hacia el agua y el jabón, solo capaz de gobernar por la violencia […] un pandillero que nos engañó cuando en los primeros tiempos nos hablaba de democracia y de justicia, prometiendo respeto a las instituciones, a la sagrada libertad de pensamiento y a las mejores costumbres de la patria.29
Manuel Urrutia Lleó, otro de los periodistas de la CGV, enfocó su espacio a la deslegitimación de la revolución cubana y sus principales actores.30 La primera participación fue con motivo del viaje de Fidel Castro a Moscú en 1964, que calificó como un llamado a rendición de cuentas y a recibir nuevas órdenes.31 Para este líder de opinión, el giro de Castro hacia el comunismo soviético no se podía explicar como una medida de protección geoestratégica para contener los embates de Estados Unidos, sino como la aproximación a la ruina de Cuba, el embargo de sus productos, las transferencias ideológicas y culturales hacía Cuba, y la formación de una cultura política de la sumisión:
Nuestra economía ha sido unida al carro soviético, por el tubo de escape vendemos azúcar a Rusia a bajo precio y ésta le revende en el mercado mundial a precios de escasez provocados por la ruina de nuestra industria azucarera [...] El arma más poderosa de la que disponen los nuevos imperialistas, Rusia y China Roja, es la organización internacional de los llamados Partidos Comunistas de esos partidos donde no se piensa y se discute menos, donde sólo se obedece ciegamente. Donde se obedece cuando se ordena el asesinato de un presidente como Kennedy, o la destrucción de un país como Venezuela, o el ametrallamiento de un pueblo como Hungría. Es el poder de la ideología mucho más fuerte que el poder armado porque al convencido no hay que obligarlo, ni con armas ni sin ellas. Obedece porque cree justo y conveniente lo que se le ordena.32
El contexto de la guerra fría ponía a discusión nociones como la libertad versus la dependencia, la propiedad versus la solidaridad, el orden versus el caos subversivo, etc., y en todos estos casos, la discusión era presentada por la CGV como una disputa entre el capitalismo (defendiéndose) y el comunismo (atacando). Tanto así que se hablaba de conceptos como “democracia combatiente” para hacer referencia a la lucha que debían adelantar las democracias occidentales y, latinoamericanas, contra Cuba.33 El “combate contra Cuba” implicaba demostrar con cifras que la economía de Cuba había entrado en recesión en los últimos cinco años y que esto estaba determinando los bajos niveles de vida (alimentación y trabajo), se abordaban cuestiones aparentemente menores pero que leídas en la prensa eran muy significativas para el público lector mexicano.34
Al discurso de los exiliados cubanos de la CGV se sumó la tesis de Cuba como punta de lanza para la inmersión del comunismo en México. La CGV señaló que México al no suspender las relaciones con el régimen de Castro estaba permitiendo la llegada de la subversión armada.35 Representaciones negativas frente a las figuras de la revolución cubana fue una constante en la CGV. Los principales esfuerzos se pusieron en mostrar una imagen negativa de los líderes de la revolución cubana, con un acento en Ernesto Guevara, quien ocupó el interés de la CGV entre 1965 y 1968.36
CONCLUSIONES
En 1969 se cumplieron los primeros diez años de la revolución cubana, con este motivo la CGV profundizó en un balance negativo. Se hizo un recuento de las difíciles condiciones de vida en Cuba. Se hizo eco de varias entrevistas transmitidas por Radio Habana resaltando que las “cosas en Cuba andan muy mal”, los argumentos no sólo se centraban en los aspectos políticos, sino que hacían más énfasis en la vida cotidiana, en las condiciones de salubridad y comodidad. Temas como las filtraciones de agua en La Habana que afectaban los hospitales y las escuelas. Otros problemas como la escasez de agua potable, alimentos y cigarrillos. También afectaciones diarias como el racionamiento de alimentos para la ciudadanía en general, pero no para los miembros del Comité Central.37 Los problemas de transporte en La Habana también eran resaltados, lo que obligaba a que trabajadores y estudiantes tuvieran que caminar distancias muy largas. A los problemas infraestructurales se le sumaba la falta de electricidad, el déficit de vivienda, la indigencia, problemas que la CGV consideraba que mostraban la crisis del sistema comunista que propugnaba Fidel Castro.38
Así, pues, lo visible es que en el marco de la guerra fría en América Latina,39 la revolución cubana despertó el interés de la CGV y, al mismo tiempo, de la gran prensa mexicana. La CGV cubrió el proceso, primero, como un esfuerzo de legitimación del proyecto revolucionario, y segundo, como una apuesta por la deslegitimación y estigmatización enmarcada por el anticomunismo que lideró Estados Unidos y que tuvo mucha acogida en México y en su gran prensa.
En cuanto al primer momento, la CGV validó a los revolucionarios cubanos como defensores de la democracia. Elogió e hizo alegorías a la juventud, libertad, aspecto físico y estético. Y en cuanto al segundo caso, la pauta anticomunista marcó la estigmatización de la revolución cubana como generadora de problemas nacionales, pero al mismo tiempo remarcando la posibilidad de que dichos problemas repercutieran en México y en el resto de América Latina.
Se demuestra, entonces, que los cambios en la cobertura de la CGV a la revolución cubana estuvo marcada por varios factores: a) la posición editorial de la empresa periodística (anticomunista, oficialista, priista), b) las relaciones de José García Valseca, dueño y gerente, con la clase política mexicana, c) la vinculación de la prensa mexicana con las dinámicas de la guerra fría, d) la ambigüedad de los actores y grupos políticos, en un principio, frente a lo que significaba la revolución cubana, e) por la presencia directa de un reportero/periodista como Carlos Loret de Mola en La Habana durante 1959, y, f) la influencia de las agencias internacionales de prensa, de Estados Unidos y Francia, en la prensa mexicana y en la redacción centralizada de la CGV manejada por Salvador Borrego Escalante -periodista afín a las ideas de la derecha radical.
Quedan por determinar y explorar muchos ejes con respecto a la AGV y los fundamentos de su cobertura mediática a la revolución cubana y otros procesos claves dentro de la historia de América Latina en los años sesenta y setenta.