Introducción: El vórtice caribeño de tradiciones hegemónicas y contrahegemónicas, del desarrollo a las identidades culturales
Este ensayo aborda la contribución de Luis Ramiro Beltrán, Frantz Fanon y Stuart Hall al campo de los estudios de los medios de comunicación social y disciplinas afines desde un escenario caribeño. Se centra en dos temas para inquirir sobre el impacto de las teorías de estos autores en las ciencias sociales y humanas. Nuestra primera línea de abordaje examinó el escenario hegemónico del uso de la comunicación y los medios para la modernización y el progreso a partir de las tácticas y metodologías neo-imperiales de Estados Unidos con las que se encontró Luis Ramiro Beltrán mientras estudiaba en Puerto Rico.
En segundo lugar, el ensayo se centró en el enfoque contrahegemónico de los medios de comunicación desde las aportaciones teóricas de Frantz Fanon y Stuart Hall en su reflexión sobre los procesos de colonización y la descolonización del Caribe. En cuanto al primer acercamiento, se trabajó a partir de una contextualización histórica del periodo en que Luis Ramiro Beltrán vivió en Puerto Rico y de los aportes biográficos en diversas entrevistas donde Beltrán describió las primeras etapas de su formación en el campo de la comunicación en instituciones que promovían la visión hegemónica estadounidense de desarrollo y modernización de la región latinoamericana para contrarrestar la expansión del comunismo durante los años de la Guerra Fría durante la década de 1950.
El concepto contrahegemónico de la política de desarrollo neoimperialista del Caribe fue uno de los desarrollados durante los años cincuenta a partir de las teorías sobre el colonialismo de Frantz Fanon, y que calaron en los estudios de comunicación a través de los conceptos de identidad cultural y representación de Stuart Hall. Aunque reconocemos la extensa bibliografía y publicaciones que analizan la obra de estos dos pensadores caribeños, se abordó en este trabajo el segundo eje del ensayo a través de la lectura que Hall hace de la obra de Fanon y mediante el trabajo de Hall sobre la cuestión colonial/decolonial caribeña donde propuso una teoría de la identidad cultural para comprender la experiencia colonial.
Consideramos la región del Caribe como un lugar privilegiado para estudiar algunas de las configuraciones de conocimiento subyacentes a los estudios sobre comunicación y medios en Las Américas. Por ejemplo, las prácticas y técnicas de comunicación surgidas de las teorías desarrollistas se utilizaron en los proyectos de modernización del Caribe y tuvieron una gran influencia en la región. Las teorías de la modernización, y las nociones de progreso y desarrollo pensadas para contrarrestar el subdesarrollo y la sombra del comunismo en la zona durante la vorágine de los años de Posguerra de la Segunda Guerra Mundial y Guerra Fría entraron en muchos de los currículos de los programas comunicación estadounidense y, posteriormente, en América Latina. Además de reconocer la importancia de estas teorías hegemónicas de desarrollo, una historia exhaustiva de los estudios de comunicación en Las Américas debe dar cuenta también de la historia colonial y el papel de la cultura de la plantación en los territorios caribeños y de los enfrentamientos de las fuerzas imperiales occidentales en la región, ya que proporcionaron el trasfondo para el trabajo teórico sobre la colonialidad y la decolonialidad. Metafóricamente, esta cultura de la plantación que conforma la gran comarca caribeña gira en torno al vórtice de los viajes y de los huracanes, vorágines que impulsan a Beltrán, Fanon y Hall.
Si bien somos conscientes de que la incursión teórica de estos tres pensadores es producto de sus viajes y sus contactos como viajeros, su obra se suma al pensamiento crítico latinoamericano como un vórtice huracanado. Hall (1996) ha descrito la recurrencia histórica del viaje y lo que representa para el Caribe: “En los tiempos modernos, desde 1492, con el inicio de la aventura euroimperial -en el Caribe, desde la colonización europea y la trata de esclavos-, en las “zonas de contacto” del mundo, la cultura se ha desarrollado de forma diaspórica” (p.496). Como era de esperar, Beltrán, Fanon y Hall fueron tres intelectuales cuyas vidas estuvieron marcadas por su diáspora a través de varios continentes.2
Los programas, escuelas y teorías de la comunicación que surgieron en América en el marco de la Posguerra de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría no estuvieron exentos de la política y la agitación internacional. Con la aparición de las políticas de descolonización, Francia, el Reino Unido, los Países Bajos y Estados Unidos, así como las fuerzas imperiales con intereses económicos, políticos y militares en el Caribe, tuvieron que replantearse sus estrategias de dominación, transformando drásticamente la región.3 En general, a finales de los años cincuenta y principios de los sesenta, el escenario caribeño de Posguerra de la Segunda Guerra Mundial y Guerra Fría vio surgir políticas procedentes de tres estrategias globales: las políticas de descolonización de las Naciones Unidas, el auge del movimiento de países no alineados de Cuba y las políticas de Estados Unidos para el rápido desarrollo y modernización de la región. El vórtice de la región es palpable en algunas de las tendencias teóricas importantes que desde entonces han influido en los estudios de comunicación y medios en Las Américas y en otras partes del mundo, es decir, una visión hegemónica de la comunicación y el desarrollo,4 y unas perspectivas contrahegemónicas desde una teoría crítica de la cultura y la comunicación que se ocupa de categorías que surgen de cuestiones que tienen que ver con la identidad cultural caribeña como la raza, lo postcolonial, la colonialidad y la decolonialidad.5
La obra teórica del boliviano Luis Ramiro Beltrán, del martiniqués Frantz Fanon y del jamaicano Stuart Hall debe contextualizarse en la línea temporal de este trasfondo de políticas hegemónicas/contrahegemónicas caribeñas. Fanon, Beltrán y Hall vivieron y experimentaron estas transformaciones e incidentes de la postguerra de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría que moldearon la vida cotidiana caribeña.6 Fanon publicó en 1952 Peau noire, masques blancs (Piel negra, máscaras blancas), se unió en 1954 al Frente de Liberación Nacional de Argelia y en 1961, el año de su muerte, publicó Les damnés de la terre (Los condenados de la tierra). Beltrán estudió en Puerto Rico durante 1953-1954 técnicas de comunicación audiovisual y medios para el avance del desarrollo y la modernización en la región. Hall se trasladó a estudiar a Inglaterra en 1951, iniciando en 1957 su activismo político al unirse a la Campaña para el Desarme Nuclear y más tarde incorporándose con E.P. Thomson y Raymond Willians para convertirse en el editor fundador de The New Left Review en 1960. Los tres tradujeron estas experiencias en conceptos, categorías y teorías para estudiar las políticas de comunicación y modernización; en el caso de Beltrán, y, a partir de los temas tratados por Fanon y Hall, las cuestiones políticas, simbólicas, epistemológicas y raciales de la postcolonialidad/colonialidad y la decolonialidad. El trabajo teórico que desarrollaron ilustra el papel desempeñado por el estado de cosas de la postguerra de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría caribeña en el desarrollo de enfoques para abordar los problemas y preocupaciones de comunicación en toda la región latinoamericana. Este telón de fondo de una región caribeña que renueva su importancia estratégica y geopolítica mundial proporciona un punto de vista intelectual y cultural innegable para estudiar el campo de los estudios de comunicación en América Latina.
Desde la perspectiva de la investigación en comunicación en esta región, posicionar la obra inicial del boliviano Beltrán desde el vórtice caribeño de la Guerra Fría y la postguerra de la Segunda Guerra Mundial permite rastrear las teorías de la comunicación para el desarrollo y la modernización y su posterior posición crítica desde el crisol del proyecto hegemónico de los intereses neo-imperiales de Estados Unidos. Por otro lado, el propio vórtice caribeño nos lleva a reconocer la importancia del jamaicano Hall para pensar las formas de representación mediáticas y comunicativas desde el andamiaje teórico con el que analizamos la construcción de identidades culturales desde perspectivas coloniales/neocoloniales.
Comunicación hegemónica y desarrollo: El Puerto Rico que conoció Luis Ramiro Beltrán
Las políticas coloniales de Estados Unidos de la postguerra de la Segunda Guerra Mundial hacia el Caribe desempeñaron un papel importante en el avance y progreso de las teorías hegemónicas de la comunicación y el desarrollo a finales de la década de 1950 y principios de la de 1960. Ejemplificadas en sus prácticas neocoloniales en la isla de Puerto Rico, su estudio proporciona una buena comprensión de los elementos subyacentes a las nociones de progreso y modernización durante aquellos años. Luis Ramiro Beltrán, uno de los padres fundadores del campo de la comunicación latinoamericana, discute en sus artículos este enfoque de comunicación y desarrollo de la modernización, ofreciendo con el paso del tiempo una mirada crítica a estos procesos (Beltrán, 1993, 2006a, 2006b, 2007). Beltrán repasó en varias entrevistas la importancia de su estancia en Puerto Rico durante la década de 1950, hecho que han señalado sus biógrafos (Aguirre Alvis, 2015; Torrico Villanueva, 2015; Urquieta Molleda, 2015).
El recuerdo de Beltrán de su primer encuentro con Frank Shideler, el representante boliviano del Instituto Interamericano de Ciencias Agrícolas que organizó su formación en medios de comunicación en Puerto Rico, muestra el papel hegemónico desempeñado por este organismo en la formación de latinoamericanos en estrategias de comunicación y medios para avanzar en la modernización y el desarrollo de la región.7
Durante los años cincuenta y principios de los sesenta, la agencia ofreció a los latinoamericanos un programa de formación en comunicaciones para agentes de extensión agraria como parte de una serie de cursos desarrollados por el Proyecto Nacional de Comunicaciones Agrícolas de la Universidad Estatal de Michigan8 y financiados por la Fundación Kellogg. La amistad de Luis Ramiro Beltrán con Frank Shideler, ilustrada en sus conferencias, ensayos y entrevistas,9 y la formación y educación audiovisual que obtuvo en el Centro de Extensión Experimental Agrícola de Puerto Rico y en la División de Educación de la Comunidad, son cruciales para seguir el desarrollo de la Teoría Latinoamericana de la Comunicación y el Desarrollo. Antes de llegar a Bolivia en la década de 1950, Frank Shideler había sido director adjunto en la Oficina de Publicaciones e Información del Departamento de Extensión Agrícola y Experimental del Colorado Agricultural and Mechanical College (Richardson, 1948). Shideler estudió Periodismo Industrial hacia 1937 en el Kansas State College of Agriculture and Applied Science (The Kansas Industrialist, 1937). Con un profundo conocimiento de las universidades creadas al amparo de la Land Grant Universities Act en Estados Unidos, Shideler ve en el Puerto Rico de los años cincuenta, con su modelo neocolonial de industrialización y desarrollo durante la Guerra Fría, el lugar ideal para que los latinoamericanos se aventuraran en las técnicas de los medios de comunicación para el desarrollo y la modernización de la agricultura. La Universidad de Puerto Rico fundada en 1903 se estableció en 1911 en la costa oeste de la isla utilizando los incentivos financieros otorgados a las Land Grant Universities, el Colegio de Agricultura y Artes Mecánicas de Mayagüez, con un Servicio de Extensión Agrícola y una Estación Experimental con sede en San Juan. Beltrán en sus textos sobre el surgimiento de las teorías de la comunicación y el desarrollo en América Latina, fue en estas instituciones universitarias, que representaban las políticas de progreso y modernización del Punto Cuatro de Truman, donde pasó su estancia puertorriqueña.
El Puerto Rico que encontró Beltrán durante su visita fue el escenario neocolonial imaginado por el presidente de los Estados Unidos, Harry S. Truman, en su discurso inaugural del 20 de enero de 1949, cuando hizo un llamado a la modernización para las zonas subdesarrolladas del mundo (Colón Zayas, 2017; González de Bustamante, 2012; Rivero, 2015). En este discurso, Truman expuso su doctrina de desarrollo neo-imperial de la Guerra Fría contra el avance comunista. Consistía en proporcionar asistencia sanitaria, técnica y agrícola para mejorar el nivel de vida de los países subdesarrollados, exhibiendo el bienestar individual como uno de los logros del sistema capitalista. En el punto cuatro de su discurso inaugural de 1949, Truman declaró: “Debemos embarcarnos en un nuevo y audaz programa para poner los beneficios de los avances científicos y el progreso industrial al servicio de la mejora y el crecimiento de las zonas subdesarrolladas” (Truman, 1949).10
Un año antes de su famoso discurso, Truman visitó en febrero de 1948 sus posesiones caribeñas y las bases militares de Puerto Rico, las Islas Vírgenes y Cuba para comprobar el poderío militar estadounidense. Una vez asegurado el escenario militar, Truman y su gobierno se embarcaron en 1949 en una política de desarrollo que exhibía el estatus neocolonial de Puerto Rico en 1952 como “estado libre asociado”,11 y que sirvió de escenario para que Luis Ramiro Beltrán comenzara a pensar en la idea de comunicación para el desarrollo.
Cuando Beltrán llegó a Puerto Rico, la isla ya contaba con una industria privada de medios de comunicación que promovía la cultura de consumo y sus ideales orientados e influidos por las políticas de desarrollo y modernización de la época. A través de la mercantilización de la audiencia, esta industria mediática popularizó la idea de que la modernización ligada al aumento del poder adquisitivo significaba deshacerse del subdesarrollo, tal y como preveía Harry Truman en su política del Punto Cuatro. El plan de Truman apoyaba el desarrollo de agencias y programas gubernamentales para llevar a cabo la guerra psicológica contra el comunismo, una estrategia que se consolidó durante la presidencia de Dwight D. Eisenhower. La industria mediática en Puerto Rico apoyó de diversas formas -a veces contradictorias- las estrategias para erradicar el comunismo e hizo que las narrativas de la Guerra Fría circularan y formaran parte de la vida cotidiana de la población.
Beltrán (2006b) describió la importancia del Punto Cuatro del Presidente Truman en su recuento de medio siglo de desarrollo y teorías de la comunicación en América Latina:
A fines de la década de 1940, el Gobierno de los Estados Unidos de América cobró conciencia de que los numerosos países “subdesarrollados” que habían sido miembros de la alianza contra los países que constituyeran el eje nazi-fascista que desató la guerra merecían un apoyo semejante al que ya estaba brindando a estos. El Presidente Harry Truman anunció en 1949, en el cuarto punto de un discurso de catorce, la creación de un programa internacional de asistencia, técnica y financiera, para el desarrollo nacional que llegaría a conocerse como el del “Punto Cuarto”. Y se estableció para ejecutarlo el organismo que ahora se conoce como Agencia de los Estados Unidos de América para el Desarrollo Internacional (USAID).
El programa proporcionaba a los gobiernos, incluyendo desde luego a los de Latinoamérica, apoyo para ampliación y mejoramiento de infraestructura de caminos, vivienda, electricidad, agua potable y alcantarillado. Por otra parte, estableció con dichos gobiernos servicios cooperativos de agricultura, salud y educación a partir del inicio de la década de 1950. Comprendiendo que la acción pro desarrollo en estos campos requería provocar por persuasión educativa cambios de conducta tanto en funcionarios como en beneficiarios, incluyó en cada uno de esos servicios sociales una unidad dedicada a la información de apuntalamiento a los fines del respectivo sector. Y esta medida llegaría a constituir una de las raíces mayores de la actividad que solo varios años después iría a conocerse como “comunicación para el desarrollo” (Beltrán, 2006b, p. 56).
Truman patrocinó su empresa de asistencia técnica en un complejo escenario caribeño. Utilizó el prototipo neocolonial de territorio no incorporado de Puerto Rico como modelo de progreso y modernización a seguir por los países de la región latinoamericana para salir del subdesarrollo. En su discurso de apertura de la IV Mesa Redonda sobre Comunicación y Desarrollo organizada en febrero de 1993 por el Instituto para América Latina (IPAL) en Lima, Beltrán destacó que: “Desde 1953, el primer centro internacional de capacitación en educación audiovisual fue la División de Educación Comunitaria (DIVEDCO) de Puerto Rico, que recibió cierto apoyo del gobierno de los Estados Unidos de América” (Beltrán, 1993).12 Reconoció, además, el papel de las instituciones puertorriqueñas en el avance y progreso de lo que se conocería como la Escuela Latinoamericana de Comunicación y Desarrollo.13 A este hecho se ha referido Aguirre Alvis (2015) en su ensayo con motivo del fallecimiento de Beltrán en 2015:
Por otro lado, resultaría también imprescindible referirse a su gran salto al mundo teórico del campo comunicacional iniciado por el hecho providencial que en septiembre de 1954 le pusiera en contacto con Frank Shideler,14 Jefe de Información del Servicio Interamericano de Agricultura (SAI) quien en La Paz lo buscó para ser parte de un equipo de redactores en temas de extensión agrícola, y que como gancho para que tomara el oficio le brindaba ir a un curso sobre información audiovisual en Puerto Rico.
En sintonía con las políticas de desarrollo y modernización del Punto Cuatro de Truman, las teorías y categorías hegemónicas de la Investigación de la Comunicación de Masas durante los años 50 y principios de los 60 en Estados Unidos proporcionaron a través de sus modelos de información lineal, emisor-receptor, la base científica para el crecimiento exponencial y la progresión directa de la modernización, como puede verse en la obra de aquellos intelectuales cuyo trabajo formará parte de la formación de Beltrán en la Universidad de Michigan, adonde acudió unos años después de su estancia puertorriqueña. Sin embargo, a principios de la década de 1970, rompió con el paradigma de la comunicación para el desarrollo y la modernización proponiendo un modo participativo de desarrollo basado en el enfoque comunitario. Comenzó a pensar en términos de categorías contrahegemónicas como el imperialismo cultural y la dependencia comunicativa latinoamericana (Barranquero, 2014).
Vórtices caribeños de un pensamiento crítico latinoamericano contrahegemónico y análisis de la cultura: Caribeñidad e identidad cultural
Si la chispa caribeña de la comunicación para el desarrollo estuvo ligada a las vicisitudes de la Guerra Fría, al discurso inaugural de Truman en 1949 y a sus políticas neo-imperiales del Punto Cuatro, los fundamentos caribeños de la tradición latinoamericana del pensamiento crítico y de la comunicación y la cultura son mucho más complejos y exceden el alcance de este ensayo. Gracias a su condición de “metaarchipiélago que carece de límites y de centro, y que desborda su mar” (Benítez Rojo, 1989, p. iv), el Caribe constituye, desde los tiempos y acontecimientos de la Guerra Fría, una de las fuentes para el desarrollo de la teoría de la dependencia, las teorías y filosofías de la liberación, las pedagogías del oprimido, la teología de la liberación y las actuales teorías coloniales, postcoloniales y decoloniales, como demuestra la importancia e influencia global de la obra de dos de los más importantes teóricos y filósofos caribeños: Frantz Fanon15 y Stuart Hall.
Una incursión historiográfica y bibliográfica en los movimientos intelectuales de la región del Gran Caribe sirve para retratar la trayectoria en la zona de una tradición de pensamiento crítico y debates sobre la cultura desde el siglo XIX hasta bien entrado el XXI (Bosch Carcuro & Lora, 2016; Hernández Martínez, 2015; Santory Jorge & Quintero Rivera, 2019; Valdés García, 2017; Valdés León & Voltaire, 2018). El deseo de modernizar durante el siglo diecinueve los puertos caribeños de Caracas, La Habana, Santo Domingo y San Juan se refleja en la obra de Andrés Bello, José Martí, Pedro Henríquez Ureña y Eugenio María de Hostos, entre muchos otros pensadores del siglo XIX y principios del XX que retrataron la modernidad latinoamericana y la modernización liberal (Ortega, 2014; Ramos, 1989).
Por otra parte, desde la Segunda Guerra Mundial y los primeros años del siglo XXI, el Caribe ha tenido un desarrollo continuo de varias tendencias de pensamiento crítico y preocupaciones culturales significativas en diversas esferas intelectuales, políticas y sociales, como se observa en las obras e ideas de Fernando Ortiz y Roberto Fernández Retamar en Cuba, Édouard Glissant, Aimé Césaire y Frantz Fanon en Martinica, René Depestre en Haití, C. L. R. James y Eric William en Trinidad-Tobago, José Luis González y Manuel Maldonado Denis en Puerto Rico, Derek Alton Walcott en Santa Lucía, Stuart Hall en Jamaica, Juan Bosh y Pedro Mir en la República Dominicana, entre muchos otros. Este grupo de pensadores caribeños, del cual privilegio en este ensayo a Frantz Fanon y Stuart Hall por su aporte teórico al pensamiento comunicacional latinoamericano más reciente, ha legado a América Latina muchas herramientas conceptuales para aproximarse a los nuevos sujetos históricos, políticos y sociales de la región que surgieron a partir del problema colonial y la descolonización, la articulación entre etnia y clase como vínculo político, la problematización de las ideas de identidad cultural, diásporas y transculturación, las diferencias entre conciencia nacional y nacionalismo, el trauma colonial y las configuraciones postcoloniales. Estos debates y corrientes del pensamiento caribeño han contribuido a conformar, junto con otros, la obra filosófica y teórica latinoamericana de Leopoldo Zea, Bolívar Echevarría, Paulo Freire, Ángel Rama, Darcy Ribeiro, Enrique Dussel, Eduardo Galeano, Boaventura de Sousa Santos y Aníbal Quijano, por mencionar algunos de los muchos pensadores latinoamericanos. Han influido en los estudios e investigaciones sobre comunicación a través de los trabajos de Aníbal Ford, Jesús Martín Barbero, Muniz Sodré, Renato Ortiz, Beatriz Sarlo, Néstor García Canclini y Rossana Reguillo, entre otros.
En 1978, Ángel Rama describió en su ensayo “La riesgosa navegación del escritor exiliado” el proceso de emigración de los intelectuales latinoamericanos durante las décadas de 1960 y 1970. En lugar de definir el exilio y la emigración como un desplazamiento negativo, describió el flujo continental de las diásporas intelectuales latinoamericanas como beneficioso para toda la región. Se intensificó la comunicación entre las élites intelectuales de diferentes áreas, se amplió el conocimiento de las singularidades culturales de esas áreas y comenzó a operar una visión estructural más rica a través de ideas y planes conjuntos (Rama, 1978). Para Rama, José Martí era:
[...] un primer ejemplo paradigmático de la vinculación del intelectual y el medio de los inmigrantes para el cumplimiento de una tarea política, la cual se beneficia tanto de la pervivencia en tierras extranjeras de una cultura nacional vivamente sentida y querida, como de la experiencia de un sistema de vida nuevo, con grados de mayor democratización y de mayores expectativas sociales (p. 97).
Siguiendo la noción de diásporas intelectuales de Rama, se puede argumentar correctamente que tanto Fanon como Hall continuaron el camino de José Martí.16 En “Negotiating Caribbean Identities”, Hall (1995) describe su marcha de Jamaica en 1951 para estudiar en Inglaterra como una huida de “una sociedad profundamente estratificada culturalmente” (p. 7). La experiencia de ese viaje, su condición de inmigrante caribeño en Londres, “dos veces diasporizado” (Hall, 1995, p. 6), le permitió comprender, exponer y teorizar sobre el lugar donde creció como un lugar en donde:
[...] las relaciones culturales no permanecieron fijas, y las culturas relativas se abrieron rápidamente a la integración, la asimilación y la influencia cruzada. Rara vez eran autónomos. Se convirtieron de inmediato en objeto de complejos procesos de asimilación, traducción, adaptación, resistencia, re-selección, etc. Es decir, se convirtieron en un sentido profundo, en sociedades diaspóricas. Porque dondequiera que uno encuentre diásporas, siempre encuentra precisamente esos complicados procesos de negociación y transculturación que caracterizan a la cultura caribeña (p. 7).
Si, como afirma Rama (1978), las diásporas intelectuales latinoamericanas intensificaron la comunicación entre estudiosos de distintas áreas, ampliando el conocimiento sobre sus singularidades culturales, el entorno académico londinense de Hall, donde aprendió y leyó la obra de pensadores como Fanon y Césaire, le proporcionó una visión estructural más rica de la representación caribeña. En su teorización de las identidades y representaciones caribeñas, Hall (1995) considera que Piel negra, máscaras blancas de Fanon es la declaración más poderosa para comprender los traumas internos de la identidad caribeña como consecuencia de la colonización y la esclavitud. La potente e influyente voz de Fanon ha sido descrita como la del “proveedor de la verdad transgresora y transicional”. “Puede que [Fanon] anhele la transformación total del Hombre y la Sociedad, pero habla con mayor eficacia desde los intersticios inciertos del cambio histórico: desde el área de ambivalencia entre raza y sexualidad; desde una contradicción no resuelta entre cultura y clase; desde lo más profundo de la lucha de la representación psíquica y la realidad social” (Bhabha, 1994, p.40). Hall elabora la idea de que posicionarse dentro de una identidad cultural caribeña implica “no sólo los procesos externos y las presiones de la explotación, sino la forma en que internamente uno llega a confabularse con una objetivación de sí mismo que constituye un profundo desconocimiento de la propia identidad” (Hall, 1995, p. 8). En este contexto, Hall (1995) añade que: “los intentos de regenerar y fundamentar la vida política y social de la sociedad, no en una imagen ausente imposible de obtener, no en la nostalgia de algo que está fuera de la sociedad, sino en las complicadas realidades y negociaciones de la propia sociedad, es una cuestión que tiene que conllevar la redefinición de la identidad” (pp. 8-9).
El fructífero diálogo que Hall entabla con Fanon sirve para reelaborar y replantear la posición inicial que define la “identidad cultural” en la cultura como “una especie de “único yo verdadero” colectivo, que oculta “yos” superficiales o artificialmente impuestos, que las personas con una historia y una ascendencia compartidas tienen en común” (Hall, 1989, p. 69). Para Hall:
La pregunta que plantea la observación de Fanon es: ¿cuál es la naturaleza de esta “investigación profunda” que impulsa las nuevas formas de representación visual y cinematográfica? ¿Se trata sólo de desenterrar lo que la experiencia colonial enterró y superpuso, sacando a la luz las continuidades ocultas que suprimió? ¿O se trata de una práctica muy diferente, no del redescubrimiento, sino de la producción de identidad? ¿No una identidad basada en la arqueología, sino en la narración del pasado? (p. 69).
A través de Fanon, Hall avanza las primeras teorías postcoloniales/ decoloniales de las identidades y representaciones caribeñas basadas en actos de redescubrimiento imaginativo de una identidad esencial basada en historias ocultas. A pesar de reconocer el papel crítico de estas teorías iniciales en el surgimiento de importantes movimientos sociales basados en la identidad cultural como un “único y verdadero yo” colectivo que provee una coherencia imaginaria a lo que es una fragmentación dispersa, la historia de todas las diásporas forzadas, y sirviendo como recursos de resistencia e identidad (Hall, 1989, pp. 6970), las teorías de Fanon proporcionaron a Hall las claves para plantear una segunda visión de la identidad cultural que permite “comprender el carácter traumático de ‘la experiencia colonial’” (Hall, 1989, p. 70).
La identidad cultural, en este segundo sentido, es una cuestión tanto de “llegar a ser” como de “ser”. Pertenece tanto al futuro como al pasado. No es algo que ya existe, que trasciende el lugar, el tiempo, la historia y la cultura. Las identidades culturales vienen de alguna parte, tienen historias. Pero, como todo lo histórico, sufren una transformación constante. Lejos de estar eternamente fijados en un pasado esencializado, están sujetos al continuo “juego” de la historia, la cultura y el poder. Lejos de basarse en una mera “recuperación” del pasado, que está a la espera de ser encontrado y que, una vez encontrado, asegurará nuestro sentido de nosotros mismos en la eternidad, las identidades son los nombres que damos a las diferentes formas en que somos posicionados por, y nos posicionamos dentro de, las narrativas del pasado (Hall, 1989, p.70).
Hall no es el único que reconoce la relevancia de la obra de Fanon para pensar muchas categorías apremiantes de las que se ocupan las ciencias sociales, las humanidades, la comunicación, la estética, etc., en América Latina y en todo el mundo. Trabajos como “Frantz Fanon en el siglo. Sobre ciertas persistencias en el pensamiento latinoamericano” (2009) y “Notas descoloniales sobre la escritura de Frantz Fanon” (2011), ambos de Alejandro de Oto, y Catalina León Pesántez (2008) El color de la razón y del pensamiento crítico en Las Américas, y “La continua relevación de Frantz Fanon en la era posmoderna de la globalización” de Masilela (2017), muestran la vigencia de las ideas para el pensamiento crítico global.
Por otro lado, el legado de Hall en Latinoamérica ha sido objeto de trabajos recientes como “Stuart Hall from/in Latin America” de Mato (2016); Stuart Hall desde el Sur: Legados y apropiaciones coordinado por Restrepo (2014), y la compilación y traducción al español de las obras más importantes de Hall editada por Restrepo et al. (2010). Merece la pena recordar las palabras de Hall (2005) para entender el papel que el Caribe tuvo en su obra: “Nunca he escrito sobre el Caribe, aunque gran parte de lo que he hecho se ha visto influido por el Caribe”.
La obra de Fanon, Piel negra, máscaras blancas (1952), Los condenados de la tierra (1961), así como toda la extensa obra de Hall, problematizan nuestra contemporaneidad ya que proporcionan muchas explicaciones para pensar e investigar no sólo como Hall llamaría, “las fuentes subterráneas de la identidad y la creatividad cultural” de nuestro tiempo, sino también las cuestiones acuciantes del trauma de vivir en el neoliberalismo. No cabe duda de la necesidad de recurrir al pensamiento diaspórico de Fanon y Hall para pensar e investigar América Latina y otras latitudes académicas e intelectuales, ya sea desde la comunicación, el pensamiento crítico y desde el análisis de la cultura, temas como alteridad, ciudadanía, colonialismo y decolonialidad, transculturación, hibridez, discriminación y exclusión social, clase e identidad, estereotipos y esencialismos, etnicidad e identidad, migraciones y diásporas, fronteras, multiculturalismo, territorios, violencia, cultura e identidad, etc.
Pensar caribeño: conclusión
Las trayectorias teóricas de Luis Ramiro Beltrán, Franz Fanon y Stuart Hall nos hacen pensar que el campo de la comunicación y los estudios mediáticos tienen una caribeñidad que es el resultado de la continua diáspora de intelectuales, el intercambio de ideas y producciones culturales, y como lugar de escenificación de políticas imperiales ininterrumpidas basadas en estrategias coloniales y neocoloniales y experimentos sociales y económicos de progreso y modernización. Las teorías y el pensamiento crítico de Beltrán, Fanon y Hall nos llevan a estar de acuerdo con Han cuando habla de la teoría en nuestro mundo contemporáneo.
La teoría es más que un modelo o una hipótesis que pueda verificarse o declararse falsa en virtud de experimentos. Las teorías fuertes [...] no son modelos que puedan sustituirse por el análisis de datos. Allí está, como fondo, un pensar en sentido enfático. La teoría constituye una decisión esencial, que hace aparecer el mundo de modo completamente distinto, bajo una luz del todo diferente. Es una decisión primaria, primordial, que dictamina qué es pertinente a algo y qué no lo es, qué es y tiene que ser y qué no. Como narración altamente selectiva, traza un camino de discriminación a través de lo no “transitado” todavía (Han, 2022, p. 86).
Siguiendo a Han, podemos describir a Beltrán, Fanon y Hall como proveedores de teorías sólidas basadas en el pensamiento. En ese sentido, proporcionaron las herramientas para deconstruir el escenario hegemónico del uso de la comunicación y los medios para la modernización y el progreso desde las tácticas y metodologías neo-imperiales de Estados Unidos, analizadas por el pensamiento crítico y los puntos de vista de Beltrán tras su estancia en Puerto Rico. En segundo lugar, son teorías que postulan el enfoque contrahegemónico de los medios y la comunicación desde la colonización y la descolonización, la identidad cultural, las teorías y las perspectivas, como se observa en las aportaciones teóricas de Fanon y Hall a este campo. Sin duda, su legado nos hace coincidir en que dar a conocer la historia de la comunicación y la investigación de los medios de comunicación de masas en Las Américas es también pensar caribeño.