Introducción
El propósito de este ensayo es enmarcar “Carlo Marx: è ora di un bilancio” (Sylos Labini, [1991] 1994),1 en la obra de Paolo Sylos Labini y recorrer el debate lanzado por Sylos sobre Marx en 1991. Un análisis crítico de la postura de Sylos es también un punto de partida para profundizar algunas cuestiones teóricas fundamentales a menudo omitidas, a pesar de sus importantes implicaciones para la política económica.
El texto que Sylos escribió en 1991 sobre Marx ha quedado en gran parte en el olvido. Cuando apareció suscitó críticas y perplejidades, sobretodo en la opinión de izquierda. Algunos pensaron, tal vez sin osar decirlo abiertamente, que los grandes también se equivocan. Otros, en particular aquellos que participaron en el debate en la revista Il Ponte, discutieron críticamente sobre los puntos de partida del balance de Sylos, negando algunos y confirmando otros. La tesis presentada es que este balance, establecido poco después de la caída del muro de Berlín, fue un momento de reflexión necesario para un intelectual fuertemente influenciado por Marx, tal vez escrito de manera expeditiva, pero que, de haber sido leído con más detenimiento, habría sido útil para contrarrestar la deriva neoliberal de las últimas décadas.
En efecto, la caída del muro de Berlín, aparte de marcar el fin del socialismo real en Europa del Este, coincidió con el asentamiento en todo el continente de una forma caricatural de liberismo.2 El declive de la hegemonía cultural progresista ya había comenzado en los años sesenta con las crisis petrolíferas y la desintegración del orden internacional de Bretton Woods, pero fue solamente después de 1989 que inició un cuarto de siglo en el cual hubo un dominio del neoliberalismo en las decisiones de política económica, casi sin oposición. La incapacidad de los progresistas de incidir sobre las principales decisiones estratégicas y la marginalización de sus tesis en el debate público fueron paradójicas: tanto porque los progresistas habían sido fuertes críticos del socialismo real (en particular en la tradición socialdemócrata) como también, y sobretodo, porque se basaron en un error fundamental. El error, en el cual Sylos Labini nunca cayó, fue el de extraer, a partir de la coincidencia temporal entre las circunstancias históricas del momento y la crisis en la cual había caído la teoría económica dominante de ese tiempo3, la consecuencia lógica que las tesis del liberismo extremo, hasta entonces consideradas superadas, tendrían que ser de nuevo valoradas y promovidas.
Al lanzar el debate sobre Marx, Sylos Labini no tenía intención de unirse al coro de los críticos del marxismo en el momento de la caída del muro sino proponer un examen crítico de un autor que, mas allá de la posición que se tenga sobre su mensaje político, puede ser considerado uno de los mayores exponentes de la tradición económica clásica que va de Petty a Ricardo vía los fisiócratas y Smith, y un precursor de Keynes en el desarrollo de la macroeconomía moderna. Criticando a Marx desde un punto de vista político y ético, pero manteniendo intacto su juicio positivo sobre el Marx economista, Sylos adoptaba la perspectiva del socialismo liberal, que no puede ser más que de oposición frontal contra el liberismo.
El ensayo está dividido en cinco secciones. En la primera, se enmarca la perspectiva política del socialismo liberal, a partir de la cual Sylos desarrolla su crítica de Marx. En la siguiente se presentan las principales posturas de Sylos sobre Marx publicadas en los escritos anteriores al debate en Il Ponte. La tercera sección se concentra sobre “Carlo Marx: è ora di un bilancio”, que es una síntesis de ideas ya expresadas en escritos anteriores, y en algunos aspectos del debate al cual dio lugar. En la cuarta sección se profundizan algunas implicaciones teóricas de este debate, con el propósito de llegar a una síntesis crítica, que sea pertinente para la política económica. La conclusión a la cual se llega es que la dinámica económica de Marx influenció en gran medida la visión económica de Sylos, quien trató de completarla desde un punto de vista conceptual extendiéndola al análisis de los mercados oligopolísticos y de integrarla en una visión política reformista. Este aspecto adquiere particular interés debido a la contribución que dio Sylos a la economía post-keynesiana. La quinta y última sección presenta las implicaciones del análisis desarrollado para las decisiones actuales de política económica argumentando a favor de una salida del socialismo liberista que ha caracterizado el consenso progresista europeo de los últimos veinte años, para entrar en el socialismo liberal, en el cual se reconozca el aporte de Marx en el análisis de las economías capitalistas como complemento esencial de una visión “clásica” de la dinámica económica.
1. Crítica ética y política a Marx por parte del socialista liberal
Sylos no escondió jamás el hecho de ser un socialista liberal (Sylos Labini, 1989 y 1991; Roncaglia, 2008; Salvadori, 2008) y esta convicción suya condiciona evidentemente su valoración crítica sobre Marx. El socialismo liberal se desarrolló en Italia con Carlo Rosselli, Guido Calogero y Aldo Capitini como oposición de matriz no-marxista al fascismo. Esta corriente de pensamiento desembocó luego en la experiencia política de Giustizia e Libertà y del Partito d’Azione.4 En la posguerra también Norberto Bobbio, que había sido alumno de Capitini en Siena y quien consideraba Calogero un maestro suyo, se adhirió a esta corriente, a pesar del hecho que se distanció del socialismo liberal en sentido estricto, aun permaneciendo accionista (Portinaro, 2014). Sylos, en cambio, nunca se inscribió al Partito d’Azione, contrariamente a su amigo y colega Giorgio Fuà, a pesar de haber sido durante mucho tiempo un miembro muy activo en la redacción de Il Ponte, revista de referencia del accionismo, cuyo fundador, Piero Calamandrei, había sido uno de sus exponentes más importantes. Otro economista insigne inscrito al partido era Federico Caffè. Políticamente, Sylos era cercano al partido socialista, donde confluyeron varios exaccionistas, a pesar de mantener una postura autónoma y muy crítica ante sus derivas clientelistas.
Sylos conocía y probablemente daba por descontadas las interpretaciones críticas a Marx hechas por Rosselli ([1973] 1997) y por Calogero ([1941] 1967), quienes distinguen los lados positivos y negativos del sistema marxista y concentran sus críticas sobre los aspectos éticos y políticos ligados a la libertad del individuo. Algunos estudiosos consideran que este enfoque es erróneo desde un punto de vista metodológico porque ven en el análisis de Marx un todo único cuyas partes son inseparables. Sylos no estaba de acuerdo con esta postura, que consideraba fideísta:
“es bastante común la opinión que Marx ha de ser aceptado o rechazado como un bloque: muchos piensan que no es posible acoger ciertas partes de Marx y no otras, utilizar algunos de sus cánones de interpretación y rechazar algunas de sus tesis como la teoría del valor. Opinar de esa manera tiene sentido solo si se considera el marxismo como un sistema filosófico, como una concepción del mundo, casi una fe, pero si lo consideramos en términos laicos, como un aparato analítico, entonces es completamente normal escoger y discriminar” (Sylos Labini, 1984b, pp. 62-63).5
En un debate que tuvo con Augusto Graziani, Aldo Cecchella y Siro Lombardini en Pisa en el año 1983, declaró:
“yo no soy marxista, pero tampoco soy adversario ni enemigo de Marx, y considero simplistas las posturas de adhesión tanto como su contrario, el rechazo de la construcción de Marx tomada como conjunto: ‘aquel que no está conmigo está en contra mía’ es una afirmación que se adapta bien a un credo religioso y no a un análisis crítico, científico” (Sylos Labini, 1984a, p. 48).
En el artículo de 1991 que dio inicio al debate en Il Ponte, Sylos propuso un criterio para distinguir los aspectos del análisis marxista que le parecían positivos de aquellos negativos, que rechazaba:
“en general, para distinguir las tesis erróneas de las que son válidas y analíticamente fecundas se puede adoptar el siguiente criterio: entre más directamente las tesis de Marx se refieran a su programa revolucionario, más hay que desconfiar de ellas, mientras que las tesis más alejadas de dicho programa, es decir las que son estrictamente analíticas, pueden tenerse en cuenta, manteniendo siempre una perspectiva crítica, pero con menos desconfianza” (Sylos Labini, [1991] 1994, p. 10).
Para entender la actitud de Sylos es útil profundizar sobre las de Rosselli y Calogero. En Socialismo Liberale, el defecto fundamental que le achaca Rosselli al sistema marxista es su carácter determinista, que no deja sitio para la libertad y la iniciativa individual, los cuales en cambio Rosselli propone como fundamentos del socialismo liberal.6 “La demostración científica de la necesidad histórica de una solución socialista” (Rosselli, [1973] 1997, p. 45) ha de ser rechazada porque obstaculiza la misma acción política (p. 62). Pero una vez reconocido el principio de libertad, el socialismo de Rosselli es compatible con el de Marx. No hay, para Rosselli, necesidad de negar o de criticar aspectos particulares de la argumentación marxista, aunque se rechace el deducir científicamente la necesidad del paso al socialismo a partir de este análisis.
Calogero en cambio desarrolló la crítica del determinismo de Marx a partir de la oposición entre las categorías crocianas de “filosofía de la economía” y “ciencia económica”. La primera se refiere a las verdades absolutas válidas a priori, independientemente de las circunstancias históricas, la segunda a verdades “contingentes”, válidas a posteriori, en un contexto histórico determinado. Para Calogero, en su crítica a Marx, es necesario descomponer su sistema siguiendo dichos criterios, por ejemplo, el valor de uso pertenece a la primera categoría mientras que el valor de cambio, basado en el trabajo socialmente necesario contenido, pertenece a la segunda. Por consiguiente, para Calogero la teoría del valor-trabajo de Marx no es un concepto absoluto del cual se puede deducir mecánicamente el resto de la argumentación, sino un concepto contingente, que se puede aceptar solo como principio ético y por tanto de elección moral, contrariamente a la interpretación que da Croce (1921), quien la acepta como principio a priori (Calogero, [1941] 1967, pp. 61-62).
Calogero acepta por tanto el materialismo histórico de Marx a condición que este no desemboque en un determinismo. En su concepción del socialismo, introduce los valores de justicia y de libertad, lo cual implica necesariamente atribuir importancia también a la instrucción de los individuos (p. 100) y a rechazar la violencia (p. 109). Su liberalsocialismo tiene como principio metodológico el ejercicio y el respeto de principios morales en la práctica política. Sin embargo, al igual que el de Rosselli, no es incompatible con el socialismo de Marx una vez que este ha sido depurado de sus aspectos deterministas.
Se puede por tanto concluir que el socialismo liberal de Rosselli ([1973] 1997) y de Calogero ([1941] 1967), aún rechazando aspectos relevantes del marxismo, en particular el determinismo, no se adhería a la crítica a Marx hecha por el liberalismo “de derechas” de Croce y Einaudi, protestando en particular contra el hecho que esta versión del liberalismo no habría permitido realizar la justicia social, sin la cual la libertad no se puede ejercer. Su socialismo recupera entonces como valores éticos fundamentales la libertad y la justicia, que traen consigo la instrucción, la igualdad, la tolerancia y todos los “motivos últimos de la civilización moral del hombre”, que eran también los del socialismo utópico, criticado por Marx por su incapacidad de cambiar la realidad del capitalismo.
La adhesión de Sylos al socialismo liberal explica su rechazo categórico de las tesis políticas de Marx y es en gran parte un rechazo ético del oportunismo y la falta de escrúpulos expresados en sus manuscritos privados, enumerados por ejemplo en (1984b, p. 63, nota n. 3). A pesar del tono a menudo polémico, en la práctica Sylos no adquiría posturas metodológicamente muy diferentes de las de los académicos marxistas que trataron de superar a Marx mediante una investigación crítica. Decía:
“el capitalismo puede ciertamente perder importancia -en la totalidad del tiempo- y ser sustituido por otro sistema socioeconómico: el socialismo. Personalmente, estoy convencido de que -de nuevo, en la totalidad del tiempo- es muy probable que esto acontezca. Pero la transformación puede tener lugar de maneras que difieren radicalmente de aquellas propuestas por Marx” (Sylos Labini, 1984b, p. 53).
2. Escritos económicos sobre Marx anteriores a E’ ora di un bilancio
En “Carlo Marx: é ora di un bilancio” Sylos Labini retoma de manera sintética temas que había cubierto en escritos anteriores sobre el asunto, muchos de los cuales figuran en un índice al principio del artículo (Sylos Labini, [1991] 1994, p. 4).7 Precisamente por el hecho de mencionar brevemente posturas ya adquiridas en el pasado y por dar por sentado otras, el escrito, elaborado -como anteriormente se ha dicho- poco después de la caída del muro de Berlín, podría ser leído como un comentario instantáneo de la actualidad. Sin embargo, reconstruyendo el recorrido lógico del autor y sus posturas anteriores, se vuelve claro que se trata en cambio de una ocasión para hacer una reflexión auto-crítica que concluye, en gran medida, con una afirmación de sus posturas anteriores.
Esta sección examinará la postura de Sylos sobre el Marx economista publicada antes del artículo en el Ponte. Esta se vio fuertemente influenciada por sus maestros en Cambridge y en Harvard: Sraffa y Schumpeter. De Sraffa (1960), Sylos retomará la interpretación crítica de la teoría del valor-trabajo, mientras que de Schumpeter hereda el respeto por la dinámica del ciclo-trend en Marx y del análisis monetario que el economista austriaco extrajo de allí, análisis posteriormente desarrollado por el mismo Sylos. También podemos referirnos a Schumpeter para entender la atención que le presta Sylos a las leyes del movimiento en la economía capitalista, cuya crítica, combinada con la sraffiana hacia la teoría del valor-trabajo, le sirven a Sylos para negar el determinismo del socialismo científico de Marx y del programa revolucionario asociado a este. Esencialmente, Sylos desarrolla por tanto una argumentación económica que confirma la crítica ética y política de Marx hecha por los socialistas liberales, rehabilitando así su socialismo utópico y su reformismo.
1.1 El interés por el enfoque clásico
Sylos adoptaba un enfoque crítico no solamente hacia Marx sino al conjunto de los asuntos económicos. En ambos volúmenes de sus “Lecciones de economía”, que después confluyeron en sus “Elementos de dinámica económica”, discute de manera bastante detallada sobre los esquemas de reproducción y sobre los precios de producción de Marx, da ejemplos de su aplicación y los compara con los precios de producción de Sraffa (Sylos Labini, 1979, pp. 20-37; 1982, pp. 93-104; 1992, pp. 59-80), aspectos raramente presentes en los manuales de esa época, así como en los contemporáneos, especialmente los de marca anglosajona.
Sylos distinguía claramente, en sus clases universitarias, dos visiones alternativas de la economía: la visión “en arco” y la visión “en espiral” o “circular” (Sylos Labini, 1985), una metáfora que, como observa Roncaglia (2009, p. 116), halla sus orígenes en Sraffa (1960, Apéndice D, p.121). Para Sylos así como para Sraffa, los modelos en arco son característicos de la economía “neoclásica”, basada en la escasez de los recursos, mientras que los modelos circulares o en espiral se refieren a una configuración “clásica” de la producción y distribución de los ingresos en una visión dinámica de la economía que reconoce la persistencia de formas no competitivas de mercado.
Sin duda alguna Sylos privilegiaba los modelos dinámicos (en círculo o en espiral), los cuales consideraba como los únicos relevantes para las decisiones de política económica, una actitud que compartía con muchos economistas, quienes luego de la publicación del libro de Sraffa (1960), se habían acercado al enfoque clásico en economía. La peculiaridad de Sylos era la de distinguir el arco y el círculo basándose en criterios microeconómi-cos de formación de precios. Para él, estos se extendían de manera natural al nivel macroeconómico, un paso lógico para nada evidente pero que ya había sido propuesto por Kalecki, quien Sylos daba por descontado ya que lo trató en la segunda y sobretodo en la tercera parte de “Oligopolio y Progreso Técnico” (Sylos Labini, [1956] 1975). Como él mismo observa en sus clases, su concepto de la dinámica económica iba más allá del “significado puramente formal y cómodo de distinguir entre análisis micro y macroeconó-mico” (Sylos Labini, 1982, p. 102) y permitía en cambio superar la separación artificial entre los dos enfoques. Era por tanto una visión articulada, que hallaba sus raíces sea en la rehabilitación de la tradición clásica realizada por Sraffa que de la lectura schumpeteriana de la dinámica de Marx y que se veía confirmada por su interpretación de los resultados empíricos de las estimaciones econométricas sobre las ecuaciones de precios.8 Esta visión articulada no es inmediatamente comprensible porque, así como para Caffè y Fuà, sus intuiciones teóricas procedían mediante amplios saltos lógicos motivados también por el deseo de alcanzar rápidamente conclusiones útiles para las decisiones a tomar (Fuà y Sylos Labini, 1963).
2.2 La valoración sobre la teoría del valor-trabajo
La influencia de Sraffa se hace sentir sobretodo en la interpretación de la teoría del valor-trabajo de Marx. Sylos conoció a Sraffa en Cambridge y había promovido su estudio en Italia mediante un primer seminario en 1963 en la Universidad de Roma, seguido de la formación de un Grupo para el estudio de los problemas económicos del desarrollo, progreso técnico y la distribución del CNR en 1964. En 1969 este grupo, que en ese momento estaba formado por Nino Andreatta, Federico Caffè, Gioacchino d’Ippolito, Giorgio Fuà, Pierangelo Garegnani, Augusto Graziani, Siro Lombardini, Vittorio Marrama, Claudio Napoleoni, Luigi Pasinetti, Luigi Spaventa y Sergio Steve, decidió publicar “Precios relativos y distribución del ingreso”.9
En la introducción Sylos (1973, p. 13) menciona el hecho de que la elaboración de algunos ensayos encuentran su inicio en el seminario de 1963. En la misma introducción enfrenta la teoría del valor-trabajo de Marx, retomando la interpretación sraffiana del problema, que era comúnmente aceptada en esa época in Italia:
“según el criterio del autor, la crítica explícitamente achacada por Sraffa hacia la teoría marginalista ataca las bases de esta construcción mientras que la crítica implícitamente achacada a la teoría marxista no tiene consecuencias destructivas; es más, el esquema de Sraffa se halla en el mismo plano que las construcciones teóricas de Ricardo y de Marx y permite resolver problemas que estos últimos, a pesar de haberlos visto, no resolvieron o resolvieron mal” (Sylos Labini, 1973, p. 10).10
Retomando el análisis desarrollado en los ensayos de Vianello (1973) y de Biasco (1973),11 a quienes Sylos cita en los primeros borradores escritos en el 1963, Sylos disiente de Marx en lo que identifica como su principal y probablemente único error económico:
“Marx piensa poder tratar separadamente el problema del valor y el del precio de producción y se queda con que, en la segunda etapa del análisis, puede hallarse un nexo riguroso e inequívoco entre valores (medidos en horas de trabajo) y precios de producción. Estas proposiciones se basan sobre la suposición que son admisibles, simultáneamente, dos equivalencias: por un lado, entre la suma de los valores y la suma de los precios de producción y, por el otro, entre la plusvalía total y los beneficios totales. Ahora bien, excluyendo el caso irreal de una composición orgánica igual para todas las mercancías, aparece que estas dos equivalencias no pueden darse simultáneamente; si es cierta la primera, la segunda no lo es, y viceversa. [...] La teoría del valor-trabajo, tal y como la formuló Marx, no funciona [...]”(Sylos Labini, 1973, p.14).
El resultado, que Sylos evidentemente daba por sentado, es enunciado brevemente y las fuentes son citadas sin desarrollar el argumento entero. El mismo resultado, criticado por la literatura marxista anglosajona más reciente (ver § 4.1), también fue acogido por Colletti (1969, p. 431), Graziani (1993, pp. 110-115), Pasinetti (1977, pp. 19-24 y cap. V, pp. 122-150) y Garegnani (1981, pp. 112-115; 1991). El mismo Napoleoni (1989; 1991), aún cambiando tres veces de punto de vista sobre Marx (Bellofiore, 1991), no lo negó jamás. Por otra parte, Sylos lo trató en el primer volumen de su curso universitario (Sylos Labini, 1979, p. 28), donde, sobre la transformación, se había limitado a recordar que, salvo en casos particulares como cuando los beneficios se anulan, los precios no son proporcionales al valor-trabajo (trabajo directo e indirecto) mientras que, en el segundo volumen (Sylos Labini, 1992, pp. 66-73), profundizaba sobre el caso de la reproducción simple, para el cual daba ejemplos que desarrollaban las ecuaciones correspon-dientes a los sistemas de Marx, von Bortkiewicz y Sraffa, y constataba que, en este contexto simplificado, en el sistema de Marx no es posible asegurar la igualdad de las tasas sectoriales de beneficio en una situación de competencia ni la proporcionalidad de los valores a los precios, excepto en el caso de una composición orgánica del capital constante. Esencialmente, Sylos daba un tratamiento “tradicional” al problema como aquel desarrollado por Sweezy (1942, cap. VII) para el caso de la reproducción ampliada pero siguiendo las líneas de una crítica sraffiana dedicada a retomar, amplificar y sistematizar los análisis anteriores, como los de von Bortkiewicz y von Charasoff (Kurz y Salvadori, 1995, pp. 384-390). Este punto será retomado después del § 4.1.
3.3 Schumpeter y la dinámica cíclica y monetaria de Marx
A pesar de que lo criticaba por su teoría del valor-trabajo, a Sylos le atraía Marx por su concepto de la dinámica, en particular en su relación con el desarrollo económico visto como un proceso endógeno generado por las mismas fuerzas que regulan esta dinámica. Este aspecto es claramente visible desde su artículo de 1954 sobre el “Problema del desarrollo económico en Marx y Schumpeter” (Sylos Labini, [1954] 1972, p. 19). La lectura que hace Sylos de la dinámica de Marx en este artículo así como en el resto de sus escritos está fuertemente impregnada de la lectura de Schumpeter, quien fue profesor suyo en Harvard.12 Ambos veían en Marx el principal estudioso de la dinámica de una economía capitalista (Sylos Labini, [1954] 1972, pp. 44-45).13
Valiéndose del análisis de Schumpeter ([1934] 2012), Sylos subraya antes que nada la originalidad de la teoría del ciclo económico de Marx, entendida como una teoría del desarrollo que va más allá de una simple teoría de las crisis.14 Para Marx, el ciclo proviene de la acumulación que conlleva un aumento en la composición orgánica del capital (es decir, lo que en economía neoclásica se llama la intensidad del capital) y que, llevando el análisis a su final, provoca un aumento del ejército de reserva de trabajo:
“Marx es por tanto claramente consciente de la existencia del ciclo económico. Él fue probablemente el primer economista que tuvo una teoría del ciclo y no simplemente una teoría de las crisis. No solo eso sino que es claramente consciente de la unión entre el problema del ciclo y el problema del desarrollo: el ciclo, para Marx, es la forma en que la acumulación -el desarrollo- toma concretamente en la sociedad capitalista; el ciclo es, antes que nada, el ciclo del empleo de los obreros” (Sylos Labini, [1954] 1972, p. 31).
La explicación conjunta de ciclo y desarrollo, que va más allá de una simple teoría de las crisis y que supone un nexo común entre Marx y Schumpeter, se confirma en la introducción de Sylos en la edición italiana de la Teoría del desarrollo económico de Schumpeter.15 Las analogías entre Marx y Schumpeter en su explicación del desarrollo llevan a Sylos a calificar este último de “marxista conservador”:
“parecería extraño llamar a Schumpeter marxista conservador. Pero si con esta definición quisiéramos evidenciar la afinidad fundamental -más allá de los esquemas analíticos- entre las dos concepciones, esta definición perdería su carácter paradójico” (Sylos Labini, [1954] 1972, p. 45).
Y agrega en una nota:
“Por otra parte, el mismo Schumpeter afirma que ‘no basta con ser marxista para ser socialista’ [...], y que ‘un hombre puede aceptar completamente la obra analítica de Marx y seguir siendo conservador en la práctica’”.
2.3.1 La condición de anulación de los beneficios en el flujo circular estacionario
Al mismo tiempo Sylos toma desde el inicio sus distancias con respecto a Schumpeter porque este último seguía esencialmente apegado a un concepto de equilibrio estático con beneficios nulos que había tomado de Walras.
En el caso de una economía estacionaria, que corresponde para Schumpeter al flujo circular, y en Marx al esquema de reproducción simple, el análisis dinámico de los dos autores converge casi plenamente. Pero a Sylos no se le escapa la diferencia sutil entre el esquema del flujo circular de Schumpeter, que no admite beneficios en el estado estacionario, y el de la reproducción simple de Marx, en el cual los beneficios sí existen:16
“En la reproducción simple de Marx, aparte de los salarios existen todos los ingresos capitalistas, lo que Marx llama la plusvalía. En estas condiciones, la plusvalía existe independientemente de la acumulación y de variaciones en la técnica. En el flujo circular de Schumpeter, en cambio, existen, aparte de los salarios, rentas e ingresos de monopolio: ni existen los beneficios, ni su fragmento: el interés” (Sylos Labini, [1954] 1972, p. 46).17
Este punto lo resalta también a continuación Bellofiore (1983, p. 78) quien no le da sin embargo mucha importancia al principio.18 Conviene detenernos sobre dicho punto porque es central para alcanzar los objetivos del argumento desarrollado. Schumpeter se basa en el análisis del flujo circular para el cual supone que en condiciones “normales” los beneficios se anulan, para afirmar la centralidad de Walras en su visión del pensamiento económico; un punto sobre el cual sin embargo no consigue convencer a Sylos:
“respecto a la construcción teórica del flujo circular, Schumpeter insiste bastante sobre su deuda intelectual hacia Walras. En verdad parece ser que esta deuda es más bien limitada: se reduce a la concepción que, en el equilibrio, el emprendedor de Walras (el ‘dirigente’ de Schumpeter) no realiza ni beneficios ni pérdidas” (Sylos Labini, [1971] 2002, p. XXVI).
Sylos observa que, estrictamente hablando, la renta de la tierra forma parte de la plusvalía, incluso en el esquema de Schumpeter:
“en verdad, si se abandona el punto de vista de los costos y de las satisfacciones en términos psíquicos y, poniéndonos del punto de vista de la producción, se reflexiona sobre los requisitos indispensables para que un sistema económico pueda reproducirse uniformemente, rápidamente nos damos cuenta que, en el ámbito de las suposiciones de Schumpeter, solo los servicios del trabajo deben ser remunerados; la renta de la tierra es una plusvalía” (Sylos Labini, [1971] 2002, p. XXV).
Así, mientras que Schumpeter ([1971] 2002, p. LX) ve una analogía entre su “interés nulo” y el hecho que el capital constante de Marx no produce beneficios, en el caso de la competencia perfecta también es posible identificar en la condición de beneficio nulo aquello que distingue el análisis neoclásico y el post-keynesiano, en el esquema de le reproducción simple. Este último coincide, como vimos, con la economía estacionaria neoclásica, o más generalmente con la estática. Mientras que en el análisis neoclásico no podemos concebir, estrictamente hablando, beneficios distintos de cero en condiciones de competencia;19 en el análisis clásico, en las mismas condiciones, las tasas de beneficios se igualarían pero no tienden necesariamente hacia cero. De esta discriminación se derivan además diferentes implicaciones de los dos enfoques para el esquema de reproducción ampliada y para el esquema del desarrollo, donde la condición de los beneficios nulos se traduce en una igualdad entre la tasa de beneficios y la tasa de interés. En ambos casos la máxima eficiencia implica también la ausencia de desempleo involuntario y la plena utilización de la capacidad productiva. Como lo subraya Roncaglia (2013a, p. 258), para Sylos (1987) el nivel de empleo está históricamente determinado, lo cual equivale a decir que su dinámica privilegia la path dependence.
Tomar en cuenta situaciones en las cuales la tasa de beneficios es distinta de cero en el flujo circular y situaciones en las cuales la tasa de beneficios es distinta de la de interés en la reproducción ampliada representa por tanto el elemento que distingue los modelos de arco de los circulares o espirales, los cuales, por esta misma razón, pueden ser considerados como más pertinentes para la política económica.
2.3.2 El caso de la reproducción ampliada
A partir del análisis de la reproducción simple, Marx construye su razonamiento dinámico desarrollando el caso de la reproducción ampliada. Sylos observa que para Marx, como también para Schumpeter:
“la hipótesis verdaderamente relevante para estudiar el proceso productivo concreto es la segunda, la de la reproducción a escala ampliada, es decir la de la acumulación. Para Marx, la sociedad capitalista no es ni puede ser estacionaria” (Sylos Labini, [1954] 1972, p. 22).
La dinámica cíclica de Marx adquiere sin embargo un carácter macroeconómico que no se encuentra nunca en Schumpeter. Como Sylos argumenta más adelante:
“mientras que Marx, aunque sea en un ámbito circunscrito y preliminar, desarrolla un análisis macroeconómico en base a una división de la economía en dos sectores, el de bienes de consumo y el de bienes de inversión, Schumpeter es, por principio, hostil al método de los agregados y desarrolla todo su análisis desde un punto de vista desagregado” (Sylos Labini, 1979, pp. 125-126).
Para Sylos, el esquema de reproducción ampliada demuestra que Marx había anticipado a Keynes y la literatura sobre el crecimiento del siglo XX al discernir las condiciones para un crecimiento equilibrado en un modelo de dos sectores:20
“ambos esquemas están particularmente elaborados en el libro II. Aquí Marx hace la famosa distinción entre los dos sectores fundamentales: el sector productor de medios de producción y el sector productor de bienes de consumo e indica, con respecto a estos dos sectores, las condiciones abstractas de equilibrio tanto de la reproducción simple como de la reproducción ampliada; es decir, en el último caso, indica las condiciones abstractas del proceso que los economistas modernos llaman ‘desarrollo equilibrado’” (Sylos Labini, [1954] 1972, pp. 21-22).
Este párrafo contiene una postura implícita sobre cuestiones relacionadas con la representación multi-sectorial de la dinámica económica y a la definición misma de macroeconomía, que serán retomadas en el § 4.2.
2.3.3 La dinámica monetaria
La profundidad de la visión dinámica de Sylos resulta de haber reconocido siempre el papel que juegan la moneda y el crédito, tanto en la reproducción simple como en la reproducción ampliada. Es un punto que Marx apenas toca y que Schumpeter en cambio desarrolla, aunque siempre se aferró a su concepto de equilibrio económico general definido en el flujo circular estacionario.21 Sylos observa que en la dinámica de Marx, así como, en mayor medida, en la de Schumpeter, el crédito y la moneda juegan un papel esencial en la generación de fluctuaciones que desvían la economía del camino de crecimiento uniforme; en particular en el momento en el cual, más allá de fluctuaciones cíclicas, generan las crisis:
“ [...] el papel que Marx atribuye al crédito y a la moneda, en el movimiento cíclico, es secundario y subordinado [...]. Aún así Marx destaca varias veces que la crisis se manifiesta inmediatamente y de manera más violenta en las esferas del crédito y la moneda” (ivi, p. 33).
Sylos reconoce la originalidad con la cual Marx trata el tema de la moneda y del crédito (Sylos Labini, 1984b, p. 60) y le atribuye a Schumpeter el mérito de haber desarrollado las ideas esbozadas por Marx sobre el crédito y la banca a partir del flujo circular (Sylos Labini, [1954] 1972, p. 53). Para Schumpeter, el banquero crea los medios monetarios que permiten al emprendedor innovador proveerse de los factores de producción necesarios también en situación de plena utilización de la capacidad productiva. La innovación permite al emprendedor generar beneficios temporales gracias al poder de monopolio que esta le confiere, pero estos beneficios están destinados a extinguirse. Después de una interrupción, las condiciones estacionarias de beneficios nulos vuelven a prevalecer, posiblemente a un nivel de producto más alto.22
Aún desarrollando las ideas de Schumpeter sobre la moneda, en particular la dicotomía banco-empresa,23 Sylos, siguiendo solo en por la vía de la comprensión de Marx abierta por Schumpeter, se alejó sin embargo del flujo circular schumpeteriano para orientarse hacia la reproducción ampliada de Marx, sin referirse al Wicksell monetario, quien presumiblemente consideraba demasiado neoclásico. En Sylos (1948), por ejemplo, el papel que juegan los bancos modernos como creadores de nuevos medios monetarios es introducido explícitamente en un contexto de desarrollo de la actividad económica mientras que, en el caso estacionario, este papel se limita al de intermediar los ahorros.24 En este mismo artículo Sylos presenta ejemplos en los cuales se vuelve claro que la función de los bancos como creadores de nuevos medios monetarios se encuentra inscrita en una secuencia que es propia del modelo de crédito puro de Wicksell, confirmada también por Schumpeter en el flujo circular: el emprendedor financia de manera anticipada el costo total de la producción tomando prestados (en parte o totalmente) los medios para pagar. A continuación realiza ventas por un monto superior a los costos, generando un beneficio, cosa que siempre es posible en una economía en desarrollo, y reembolsa parte de este beneficio como interés. Este proceso implica una creación endógena de nueva moneda por parte de los bancos a petición de las empresas, una secuencia esencialmente análoga a la del circuito monetario. No por casualidad, Graziani (2003, p. 4) cita este artículo de Sylos como un precursor de la literatura italiana sobre el asunto.25
A pesar de criticarlo sobre la anulación de los beneficios, Sylos se sentía al principio más cercano a Schumpeter que a Keynes, el otro gran autor que desarrolló la tesis de la moneda endógena. En un artículo marcadamente polémico con los keynesianos americanos de la época, Sylos recurre claramente a la endogeneidad de la moneda para objetar en contra de la preferencia por la liquidez:
“[...] La ‘producción’ de medios de pago en el proceso económico moderno no ha dependido ni depende, esencialmente, de las minas o, respectivamente de las autoridades monetarias; siempre ha dependido y sigue dependiendo de los bancos (y entre ellos es el mismo banco central mientras que no opere bajo el control público), los cuales emanan todos de las empresas. No es cierto que las empresas no puedan ‘producir’ moneda; la producen, no directamente sino a través de los bancos, los cuales a su vez son empresas. Los bancos, por tanto, de manera continua, crean medios de pago precisamente en el lugar de las empresas no bancarias (no decimos que crean ‘crédito’ ya que esta expresión ha dado lugar a muchas equivocaciones) y dichos medios de pago no están ligados a los ahorros individuales sino de manera muy elástica. Propiamente dicho, los medios de pago ‘creados’ no son ni representan los ahorros de nadie [...]” (Sylos Labini, [1949] 1955, p. 465)26.
Una vez dejada de lado la aversión hacia Keynes, pero no hacia los neokeynesianos, Sylos (1979, p. 84) presenta explícitamente la endogeneidad de la moneda como la línea separadora entre Milton Friedman y los enfoques monetarios alternativos, mucho antes de los análisis de Kaldor y Trevithick (1981) y de Moore (1988), quienes erigieron el tratamiento post-keynesiano de la moneda a partir de esta dicotomía (Sylos Labini, 1949, p. 4 y 1979, p. 86 y p. 130). Sylos tendía hacia una moneda parcialmente exógena y endógena, clasificándose entonces como un “verticalista” en la jerga contemporánea (Moore, 1988; Rochon, 1999). Además, durante las clases de 1979 escribe un párrafo que corrige el artículo de 1949 y que demuestra cómo a continuación entiende la coherencia entre el Keynes del Tratado, que desarrolla la moneda endógena, y el de la Teoría general que da por fija una determinada cantidad de dinero y, en este contexto, desarrolla el multiplicador como argumento crítico que explica la demanda efectiva y permite igualar ahorros e inversiones:
“el segundo aspecto por el cual la discusión de los párrafos anteriores presenta un interés desde el punto de vista de la teoría keynesiana tiene que ver con la siguiente proposición: la inversión crea los ahorros que la financian. Ahora bien, esta proposición vale no solo en condiciones de alto desempleo pero también en condiciones de desarrollo; es más, es en este contexto que se vuelve particularmente significativa con respecto al proceso de desarrollo. Es una proposición que no puede ser verdaderamente entendida sin mencionar la llamada creación de crédito o creación de medios monetarios. Hay tres etapas relevantes. Primero: la decisión por parte de las empresas de invertir o, por parte del estado de incurrir en un déficit (gastar más de las entradas fiscales y de los ingresos provenientes de préstamos). Segundo: la decisión por parte de los bancos de financiar estas inversiones o gastos con medios monetarios creados. Tercero: proveer los fondos obtenidos. Después de haber sido entregados, los gastos para inversiones o para el déficit público se financian con ahorros adicionales, es decir que los bienes movilizados a través de esos gastos no los consume nadie y en el sentido que, en el sistema bancario y después en el sistema económico en general, al aumentar los préstamos aumentan también los depósitos (que originalmente no eran depósitos de verdad). El ahorro genuino existe de verdad pero sirve o bien como apoyo indirecto de los bancos, que ponen en marcha el proceso descrito, o bien para financiar actividades ya existentes” (Sylos Labini, 1979, p. 131).
Por tanto podemos concluir que Sylos heredó el análisis monetario de Marx por medio de Schumpeter. Gracias a la comprensión y la superación de éste último, Sylos consigue desarrollar una explicación completa del papel keynesiano que juega el crédito en la creación de medios de pago, en particular en la creación de moneda “privada” por parte de los bancos, mucho antes de los resultados de la teoría post-keynesiana más avanzada y recorriendo muchas de las cuestiones desarrolladas después por la teoría del circuito monetario, a la cual sin embargo nunca adhirió.
2.4 “Leyes de movimiento” tendenciales de la economía capitalista
Aparte de la dinámica monetaria del ciclo-trend de la que hablamos en el párrafo anterior, Sylos (1984b, p. 47) distingue en Marx cuatro leyes de movimiento tendenciales del capitalismo que, aún considerando varios factores contrarios que el mismo Marx reconoce y que pueden atrasar sus efectos, se pueden considerar igualmente como ‘previsiones’ que hay que comparar con los hechos. Estas son i) el empobrecimiento creciente de la clase trabajadora por efecto de la gravitación de los salarios alrededor del nivel de subsistencia, ii) la tendencia a la proletarización de las clases medias, iii) la ley de la baja tendencial de la tasa de ganancia, acompañada por la tendencia del capitalismo a provocar crisis y, iv) la tendencia a la concentración de las actividades productivas.
Sobre el empobrecimiento del proletariado, en 1984 Sylos (1984a, p. 51) apunta que los salarios reales tuvieron largos periodos de crecimiento sistemático, mientras que el desempleo, aunque haya fluctuado, nunca tuvo tendencia a crecer de manera estructural. Concluye por tanto que Marx se había equivocado con respecto a esta previsión. La evolución de los salarios y del desempleo en los años más recientes tal vez lo hubiera conducido a revisar su observación.
Consideraciones similares se pueden hacer sobre la proletarización de las clases medias, que como había documentado Sylos para Italia en sus ensayos sobre las clases sociales, se ha contradicho históricamente por el desarrollo de la clase media. Al mismo tiempo estas tendencias, contrarias a las tesis marxistas, se han visto probablemente revolcadas a partir de los años noventa (ver discusión en el § 4.3).
En lo que respecta a las ganancias, la explicación que dio Marx para la tendencia hacia la baja de la tasa de ganancias está ligada a la explicación del ciclo-trend basada en las innovaciones y en el progreso tecnológico, que provocan una tendencia endógena al aumento en la composición orgánica del capital. Se puede observar con Joan Robinson ([1942] 1974, p.36) que, en una economía en expansión, la caída de la tasa de ganancia debida a un aumento en la composición orgánica del capital no puede ocurrir a menos que los salarios crezcan siguiendo el aumento de productividad, lo cual contradice la tesis del empobrecimiento del proletariado. Sin embargo esta no es la línea de ataque que escoge Sylos, quien concede que la caída de la beneficios no está claramente demostrada por la experiencia (ver más adelante § 4.3). Prefiere criticar la ley desde un punto de vista teórico; esta requiere que haya una “correspondencia unívoca entre valores y precios” lo cual, debido a las dificultades que presenta la teoría del valor-trabajo, no está garantizado (Sylos Labini, 1984a, pp. 52-53).
Dando por adquirida la lectura sraffiana del problema de la transformación, Sylos apunta que la proporcionalidad entre valores y precios desmonta la lógica lineal de la ley sobre la baja de la tasa de ganancia y por tanto le quita al programa revolucionario de Marx su principal justificación ‘científica’. Como ya había escrito en su texto de 1973, donde niega la interpretación causal de la explotación en la explicación de las ganancias, Sylos se limita a introducir el problema de la transformación confirmando la crítica ético-política de los socialistas liberales. No es posible deducir la necesidad del paso al socialismo basándose en fundamentos científicos y deterministas por que no es posible demostrar la causalidad de la explotación sobre los beneficios y porque, aparte de la proporcionalidad entre valores y precios, la ley tendencial de la caída de los beneficios cae y con ella arrastra el determinismo sobre el colapso inevitable del capitalismo.
Finalmente, sobre la tesis de la concentración del poder de mercado, Sylos le atribuye la primogenitura a Marx, quien había dedicado bastante atención a las formas de mercado distintas de la competencia perfecta:
“sobre la tendencia a largo plazo de las economías capitalistas, la tesis más vital de Marx es sin duda la de la progresiva concentración de las empresas o, como dice él, de ‘los capitales’. [...L]a tesis marxista de la concentración, aunque no fuera más que un esbozo, resultó ser de las más fecundas. Cuando se discute hoy sobre la ‘necesidad’ o ‘inevitabilidad’ del proceso de concentración de las empresas, en el fondo se discute una tesis que halla sus orígenes en Marx” (Sylos Labini, [1954] 1972, p. 40).
En conclusión, de acuerdo con su lectura crítica de Marx, Sylos acepta las “leyes tendenciales” menos relacionadas con su programa político revolucionario mientras que rechaza aquellas que sostienen las tesis del “colapso del capitalismo”, en particular la ley tendencial de la caída de los beneficios. Sin embargo, como ya se expresado en el pasaje citado, Sylos (1984a, p. 53) no niega la posibilidad de un paso al socialismo por otros caminos y también, como lo afirma en el escrito del 1954, por lo que respecta el valor-trabajo: “el método de Sraffa no es para nada incompatible con el concepto de explotación" (Sylos Labini, [1954] 1972, p. 45).
3. La síntesis ofrecida en Il Ponte y el debate que siguió
Como anteriormente se ha observado, Sylos Labini decidió lanzar el debate sobre Marx en la revista Il Ponte27 en un momento histórico de censura, cuando, con la caída del muro de Berlín, se desarrolló un clima de rechazo hacia las justificaciones teóricas que se habían aportado hasta entonces para llevar a cabo políticas progresistas.
3.1 La síntesis de Sylos
Desde las primeras líneas de la contribución inicial al debate, Sylos afirmaba polémicamente:
“todos los hombres se equivocan: los hombres modestos se equivocan modestamente y sus errores son fácilmente refutables y producen daños limitados; los hombres geniales se equivocan genialmente y sus errores son discernidos solo a largo plazo, provocando daños enormes. Entre los hombres de la segunda categoría tenemos que incluir a Carlos Marx. (Sylos Labini, [1991] 1994, p. 3).
Luego argumentaba que, en el ámbito socio-económico, los dos errores principales de Marx fueron la tesis de la tendencia hacia la proletarización de las sociedades modernas y la del empobreci-miento de la clase obrera. Estas tesis fueron contradichas por la emergencia y desarrollo de las clases medias en el siglo XX que Sylos había estudiado en el caso de Italia en sus célebres escritos (Sylos Labini, [1974] 1975; 1986).
En el ámbito analítico, el error principal del análisis económico de Marx para Sylos seguía siendo la formulación y el uso que hizo de la teoría del valor-trabajo.28 En este artículo afirmaba luego con un comentario que se recupera también en Sylos (1995, p. 35):29
“en la tumba de la teoría marxista del valor-trabajo se puede escribir, como epitafio, dos líneas que se encuentran en el índice analítico de Producción de mercancías mediante mercancías de Piero Sraffa: ‘el valor es proporcional al costo del trabajo cuando los beneficios son nulos” (Sylos Labini, [1991] 1994, p. 6).
En cambio Sylos revisó su punto de vista sobre la tendencia a la concentración de la propiedad en grandes empresas, parcialmente contradicha por el desarrollo de la pequeña y media empresa en Italia. Mientras que afirmaba la relevancia de estos errores de Marx, Sylos no se alejaba de la esencia de su análisis en lo que respecta a la dinámica económica. Mientras que reiteraba que la teoría del valor-trabajo tal y como la expone Marx es errónea, concedía que la explotación es una realidad. Sobre la concentración, mientras que subrayaba la importancia que toman la pequeña y media empresa, admitía que el capitalismo moderno está caracterizado por una progresiva concentración de la propiedad, una observación que no nos sorprende viniendo del autor de Oligopolio y progreso técnico. (Sylos Labini, [1956] 1975).
Al mismo tiempo, de acuerdo con sus escritos anteriores, en su examen crítico Sylos siguió encontrando muchas ideas fecundas en Marx:
el análisis de las clases sociales hecho en escritos de carácter histórico, como por ejemplo: Marx ([1895] 1969); Marx ([1852] 1937) y Engels ([1852] 1896);
la idea de ver la economía compuesta por dos sectores, un adelanto de los macro-sectores keynesianos del consumo y de la inversión, distinguiendo el caso de la reproducción simple del de la ampliada
la idea que la acumulación deriva de y es favorecida por el progreso técnico y que tiene un carácter cíclico;
la idea de que la creación monetaria por parte de los bancos juega un papel esencial en la acumulación
la idea de la path dependence en el tiempo histórico que Schumpeter ([1943] 2003, p. 43) ya había discernido como uno de los rasgos característicos del análisis de Marx.30
Dado el interés de Sylos por la dinámica económica a la cual dedicó un volumen de síntesis en 1992 (Sylos Labini, 1992), no es sorprendente que considerara que la path dependence era la idea positiva más importante propuesta por Marx, como lo confirman las consideraciones con las cuales cerraba el debate:
“[...]pero luego indico tesis analíticamente fecundas -en calidad de ejemplos, indico cinco de las cuales la quinta, que interesa el enfoque dinámico en economía, es de una importancia fundamental” (Sylos Labini, [1993] 1994, p.189).
Como se ha indicado en el apartado anterior, para Sylos el desarrollo de una teoría totalmente dinámica, que integre varios sectores y que distinga por lo menos el sector de los bienes de capital del de los bienes de consumo para explicar el desarrollo económico, tiene que basarse en el tratamiento del progreso técnico y de sus efectos sobre el ciclo y ha de incluir un análisis del papel de la moneda que identifique cuál es su impacto sobre el ciclo y sus consecuencias para la distribución de los ingresos entre las clases sociales; o sea tiene que integrar Marx, Schumpeter, Keynes y Sraffa.
La atención prestada a la dinámica es típica de la tradición económica italiana, la cual, después de haber estudiado detalladamente el modelo estático entre el final del siglo XIX y el principio del siglo XX, estuvo entre las primeras en darse cuenta de sus lagunas y trató de distintas maneras de integrarle consideraciones dinámicas, sin éxito.31 Bajo ciertos aspectos se puede considerar a Sylos como el heredero principal de esta tradición italiana durante la posguerra, siendo Demaria un economista que se había afirmado en los años treinta.32 Por tanto, no es sorprendente que considere que la contribución a la dinámica económica es el aspecto más fecundo en el análisis de Marx. Sin embargo, este punto específico no se retomó en el debate que se desarrolló en la revista, hasta el punto en que Sylos se vio obligado a reiterarlo en las conclusiones.
3.2 Aspectos económicos del debate en Il Ponte
El artículo “Carlos Marx: es hora de un balance” suscitó distintas reacciones que fueron también publicadas en Il Ponte33 y luego en el volumen homónimo de Laterza. Las que más tienen que ver con aspectos económicos son recordadas brevemente.
Jossa ([1991] 1994) estaba en gran parte de acuerdo con el análisis crítico de Sylos, que interpretó como un rechazo del determinismo de Marx:
“por tanto, si [...] pensamos que el gran error de Marx sea el de aceptar la idea, generalmente aceptada en su época, de que las leyes del desarrollo son ‘leyes inexorables’ y que el deber de la ciencia es descubrirlas, tal vez podemos compartir la opinión de Sylos Labini de que, en lo que respecta este aspecto, ‘la filosofía de Marx’ fue un ‘desastre para la humanidad’, pero virtudes y defectos de la obra tratada nos parecerán identificables más inmediatamente” (p. 27).
Jossa no estaba de acuerdo con la lectura que hizo Sylos de la cuestión del valor-trabajo, ni la del problema de la transformación ni de las consecuencias de la teoría marxista de la explotación. Para Jossa, la formulación de la teoría del valor de Marx es efectivamente errónea, pero Marx tiene el mérito de haber “sido el primero en poner, y de algún modo resolver, el problema de la transformación” de los valores en precios (p. 32). Esto le quita a la teoría de la explotación su principal justificación teórica pero no impide concluir con Baumol (1974) que “los beneficios no dependen de la productividad del capital sino que son trabajo no pagado, plusvalía” (Jossa, [1991] 1994, p. 33).
Lunghini ([1992] 1994) tituló su intervención: “La sepultura prematura”, expresando el temor que la autoridad de Sylos pudiera ser usada para desacreditar Marx:
“el riesgo de un uso instrumental del ‘balance’ de Sylos Labini por parte de quienes se decían marxistas por oportunismo y que por la misma razón tienen prisa de liquidar la molesta herencia marxiana, nace del hecho de que en el activo y el pasivo de este balance se encuentran voces heterogéneas, haciendo del saldo una variable de dimensión espuria” (p. 56).
Implícitamente, Lunghini interpretó el claro rechazo de Marx por parte de Sylos como una reacción contra el estalinismo comunista pero también recordó que, así como existieron comunismos no marxistas, existieron también marxismos anti-estalinistas, citando por ejemplo Trotski (1936), muy lúcido sobre la inevitable preponderancia de la burocracia en el régimen soviético y sobre la necesidad del proletariado de expropiarla antes o después de la revolución.
Caravale ([1992] 1994), quien editó una amplia recopilación de escritos sobre el asunto (Caravale, 1991; 1993), concentró sus comentarios sobre algunos aspectos del problema de la transformación y sobre sus consecuencias para la teoría de la explotación porque, según él, Sylos y Jossa dejaron zonas sombrías en su tratamiento de la cuestión. Caravale observó por ejemplo que Sylos distinguía la noción analítica de explotación de la que se retiene en su acepción común, que le parecía más intuitiva. Caravale discutió la posibilidad de definir un concepto de valor alternativo, que siguiera siendo válido dentro de la teoría marxiana, como el que propuso Garegnani (1986) al distinguir entre trabajo abstracto y trabajo concreto. Sin embargo concluyó negativamente y, por tanto, recordó al final con Sylos que la explotación no se puede explicar dentro del sistema marxista.
Para Porta ([1992] 1994), Sraffa había destrozado el análisis económico de Marx y cualquier intento de usar Sraffa para salvar Marx estaba destinado a fracasar. Según él, los resultados de Sraffa habían de ser usados independientemente de cualquier referencia a Marx.
Lombardini ([1992] 1994) concordaba con Lunghini sobre la “sepultura prematura” de Marx, cuya influencia persistente le parecía confirmada por el número de personas que se orientan hacia el marxismo en su acción política.
Entonces la mayor parte de los argumentos a favor o en contra del análisis económico de Marx en el debate de Il Ponte se refirieron esencialmente a la pertinencia de la teoría del valor-trabajo y la cuestión mencionada de la transformación, sobre la cual el debate nunca se ha apagado desde la publicación de El capital. A pesar de ser un debate muy técnico, el problema de la transformación nunca fue examinado en detalle en el debate de Il Ponte, una revista de ciencias políticas que no era la adecuada para entrar en diatribas entre especialistas de la economía. Además la postura de Sylos Labini sobre la teoría del valor-trabajo ya había sido expresada en detalle en publicaciones especializadas anteriores, en particular las de 1973 y 1979 citadas anteriormente, por tanto Sylos hizo referencia a estos resultados que dio por sentados.
4 Un juicio sobre el balance de Sylos veinte años después
Tras una primera lectura, la postura de Sylos Labini sobre Marx en el debate de Il Ponte parece un rechazo categórico. Pero, leyendo con mayor detenimiento, es sorprendente observar cuántos aspectos positivos encuentra en el análisis económico marxista, que lo conducen a adoptar la dinámica de Marx como elemento básico de su síntesis post-keynesiana personal.
En el resto de este apartado se examinan cuatro rubros del balance de Sylos: i) la teoría del valor-trabajo, ii) el papel de los esquemas de reproducción en la explicación de la demanda efectiva y los aspectos monetarios relacionados con ella, iii) la ley sobre la baja tendencial de los beneficios, y iv) la interpretación de la dinámica de la path dependence marxiana. En el párrafo de conclusión se trata de caracterizar la síntesis de Sylos, trazando una posible red de influencias recíprocas con otros autores que contribuyeron al desarrollo del análisis post-keynesiano en sentido amplio.
4.1 La teoría del valor-trabajo
Como ya hemos observado, las contribuciones de Sylos sobre la teoría del valor-trabajo (Sylos Labini, [1991] 1994; 1992; 1982; 1973) retomaban una interpretación tradicional del problema de la transformación, afirmada desde Böhm-Bawerk en adelante, según la cual la no-proporcionalidad de los precios de producción a los valores trabajo rompe el nexo causal entre explotación y beneficios desarrollado por Marx y por tanto vuelve inútil, al no ser necesaria para el desarrollo de la argumentación, la teoría del valor-trabajo. A su vez, la no-proporcionalidad entre valores y precios contrade-cía la argumentación a favor de la baja tendencial de la tasa de ganancia. Sin embargo, para Sylos esto no excluía la posibilidad de corregir los cálculos de Marx sobre la transformación, mostrando, como Sraffa, que los precios de producción pueden ser reducidos a cantidades datadas de trabajo; ni tampoco lo conducía a negar la existencia de la explotación, que él consideraba como un dato de la experiencia.34
Para los que participaban en el debate animado que se desarrolló en Italia sobre este tema entre los años sesenta y setenta del siglo pasado, estaba claro que Sraffa tenia que ser interpretado “en positivo” como una solución al problema de la transformación. Vicarelli (1975) expuso de manera completa los términos de este debate, recorriendo las contribuciones de Dmitriev, von Bortkiewicz y Sraffa y la literatura ligada a ellos, incluído Pasinetti (1977). El artículo presentaba una configuración que en esa época estaba bastante consolidada en Italia y por tanto podía ser considerada como conocida por Sylos en el momento en que propuso su balance sobre Marx. Al final de esta revisión minuciosa, Vicarelli concluía:35
“el ‘problema de la transformación de valores en precios’, aparte de no poder ser solucionado en el sentido que quiso Marx, es decir aparte de mostrar que la insostenibilidad de la idea-base que el valor y la plusvalía cambien de forma (se transforman) sino que se conservan como sustancia y como grandeza, aparece entonces como un falso problema. El debate todavía en curso sobre la necesidad o no de mantener la categoría del “valor” no parece tener en cuenta el hecho que: a) es sin duda posible, como hemos visto en la primera parte de esta obra, determinar correctamente precios y tasa de beneficios partiendo de los ‘valores’, es decir de las cantidades de trabajo incorporadas a las mercancías utilizando el método ‘iterativo’ o la ‘mercancía compuesta’, etc.; b) dicha posibilidad sin embargo no tiene nada que ver con la necesidad de la que hablaba Marx; c) en cualquier caso, como se ha buscado demostrar, las partes esenciales del edificio teórico marciano pueden seguir en pie incluso sin los términos de ‘valor’, ‘plusvalía’, etc.” (Vicarelli, 1975, pp. 137-138).
Como observó Bellofiore (2008), esta interpretación ‘positiva’ de la ‘corrección’ de Sraffa a Marx halla su confirmación también en los manuscritos inéditos de Sraffa, conservados gracias a la Wren Library de Cambridge, que confirman que Sraffa, con su teoría, aparte de apoyar la relevancia mayor del enfoque clásico de la plusvalía con respecto a la teoría marginalista (de los modelos circulares con respecto a los modelos de arco), quería también confirmar la validez de la teoría del valor-trabajo de Marx. Sobre este asunto podemos también observar con Petri (2012) que Garegnani (1981) consideraba que el análisis de Sraffa reforzaba la argumentación de Marx (Petri, 2012, p. 2).
El enfoque Sraffiano de la teoría del trabajo fue sistemáticamente examinado por Pasinetti ([1975] 1977, apéndice al cap. V, pp. 159-193) para el caso sin producción conjunta y, en el caso más general de la reproducción ampliada, en Pasinetti ([1973] 1980).36 Pasinetti extendió el análisis en Pasinetti ([1981] 1984) y desarrolló después el caso de la economía de trabajo puro en Pasinetti (1993). Bajo hipótesis que se pueden aplicar a casos concretos relativamente generales (progreso técnico exógeno pero distinto entre cada sector, crecimiento de la población determinado, gustos gobernados por la ley de Engel), el modelo de la dinámica estructural de Pasinetti resolvió la cuestión de la descomposición de los precios en trabajo incorporado y trabajo comandado, que fue uno de los principales problemas de la economía clásica y fue también un punto al cual Sylos dedicó mucha atención. En el caso particular en que cada sector produce un solo producto y por tanto no hay producción conjunta, Pasinetti ([1975] 1977) muestra que el problema de la transformación se resuelve con una identidad algebraica no lineal entre valores y precios de producción que, aunque es un tanto complicada, sigue siendo relativamente accesible (cap. V, relación V.A.58). El hecho que esta relación sea una identidad no permite establecer una relación de causalidad entre valores y precio y por tanto poner la explotación como base de la explicación de los beneficios, confirmando el punto de vista de Sylos, ya que ambos son determinados simultáneamente, pero sí que permite la reducción del valor de cada mercancía a cantidades determinadas de trabajo (Salanti, 1990).
El tratamiento propuesto en Pasinetti ([1981] 1984) en cambio recurre a la noción de sector verticalmente hiper-integrado de manera más sistemática (Pasinetti, [1973] 1981; 1988), gracias a la cual, usando los precios y las tasas de ganancias “naturales” y escogiendo el salario como numerario, se puede poner la identidad entre trabajo incorporado y trabajo comandado como base del valor de todo producto, allí donde los precios y la tasa natural de beneficios son “de equilibrio”, en el sentido que respetan la condición para la realización completa de la demanda efectiva y por tanto para el pleno empleo. En este caso se encuentra un caso efectivamente equivalente a la economía de puro trabajo:
“las características ‘naturales’ hacen por tanto que el sistema económico recupere las propiedades de un sistema de puro trabajo, siempre y cuando toda relación se defina a partir de la capacidad de las mercancías de ser bienes de consumo. La igualdad de fondo que emerge es del trabajo y del consumo, o bien en cada sector (verticalmente hiper-integrado) -donde el valor al precio natural es igual a la cantidad física de trabajo- o bien en el sistema económico en su conjunto -donde el valor total de todos los bienes de consumo se vuelve igual a la fuerza laboral.
Como el lector habrá notado, esta es una generalización completa de la teoría pura del valor-trabajo” (Pasinetti [1981] 1984, p. 167).
El modelo en el caso más intuitivo de una economía de puro trabajo, ilustrado en Pasinetti (1993), se aplica en el libro de 1984 al caso en que el capital está presente, la capacidad productiva se expande y la tasa de ganancias es positiva, es decir en condiciones ‘realistas’ de reproducción ampliada. Dicho modelo permite demostrar que cuando la tasa de crecimiento del progreso técnico es distinta en cada sector, en general las tasas de ganancias de pleno empleo no pueden ser uniformes. Como observa Sylos ([1995] 1996, pp. 285-286), estas tasas de crecimiento sectoriales pueden ser consideradas como exógenas solo por comodidad y como primera aproximación, pero en una segunda aproximación dependerían de los incentivos introducidos en la dinámica de la estructura de los salarios y de los precios.
Si en la dinámica estructural de Pasinetti se pone una condición de uniformidad sectorial de las tasas de ganancias, entonces los precios “de equilibrio” que permiten garantizar el pleno empleo ya no permiten definir el valor de las mercancías con respecto a la identidad entre el valor del trabajo requerido y el del trabajo comandado.37 En tal caso, en principio nada impide usar los precios naturales de Pasinetti como precios sombra y desarrollar de esa manera un cálculo económico basado en la teoría del valor-trabajo. Efectivamente, en su examen de las escuelas sraffianas contemporáneas, Roncaglia (2009) observa que, como reconoce el mismo Pasinetti, su análisis es de carácter normativo y califica el programa de investigación de Pasinetti como “sraffiano-ricardiano” comparado con el carácter más positivo del programa “smithiano-sraffiano” de Sylos, ambos teniendo que ser comparados con el programa “sraffiano-marxiano” de Garegnani. Roncaglia observa, con razón según quien escribe, que no hay contradicción entre estos tres enfoques.38 En particular, al ser normativo, el análisis de Pasinetti no incluye ni las formas de mercado ni el mark-up que el interés de Sylos por el análisis positivo lo había conducido a examinar a nivel teórico así como empírico. Sin embargo no parece tampoco contradecirse con este último, como lo observó el mismo Sylos en (Sylos, 1988), o en (Sylos, [1995] 1996) por ejemplo. En este último artículo, después de una discusión detallada sobre la contribución de Pasinetti de 1981, Sylos concluye diciendo:
“a mí me parece evidente que las dos maneras de enfrentar el problema del crecimiento no proporcional, la mía y la de Pasinetti, tienden a converger” (Sylos Labini, 1996 [1995], pp. 285-286).
Se puede observar que en la vasta literatura sobre el problema de la transformación las referencias al ensayo de Pasinetti del 1984 son escasas a pesar de varias menciones de la “solución sraffiana”. En Carlos Marx: es hora de un balance Sylos Labini no lo menciona probablemente porque, haciendo abstracción de posibles consideraciones editoriales sobre la oportunidad de enfrentarse a un tema tan técnico en una revista no especializada,39 la solución no afectaba, en su esencia, a la crítica liberal-socialista de la teoría del valor-trabajo ya expuesta por Rosselli y por Calogero, según la cual no se puede aceptar el determinismo de Marx. Puesto que el análisis de Pasinetti implica simultaneidad y no causalidad entre valores y precios,40 solo se puede admitir con Calogero que, basándose en la ética para decir que todo el valor proviene del trabajo, se puede deducir gran parte de las consecuencias políticas que indica Marx. Pero adherir al principio ético del valor-trabajo presupone el libre arbitraje de una decisión anterior, lo cual no puede justificarse con ningún determinismo científico y, como toda elección, es opinable.
Por otra parte, no parece que los enfoques alternativos a la teoría del valor-trabajo que se desarrollaron en las últimas décadas partiendo del supuesto que los valores son iguales los precios de producción o, en algunas ocasiones, a los precios observados, consigan rehabilitar la teoría en su versión original como lo pretenden. Este no es el lugar para una discusión en profundidad sobre la vasta literatura de este tema, pero se puede recordar brevemente que Petri (2012) observó que en la Nueva Interpretación de Duménil (1980; 1983-1984) y de Foley (1982; 2000), como también en el enfoque de Wolf et al. (1982) y en el Temporal Single System de Freeeman y Carchedi (1996), los precios relativos son independientes de los valores trabajo y estos primeros no juegan ningún papel, ni al determinar los precios ni las ganancias. Por otra parte, Foley no rechaza la teoría neoclásica ni explica en qué puntos su teoría se diferencia de esta última. Wolf et al., así como Freeman y Carchedi sufren de las mismas carencias. En cambio, Bellofiore (2009a), critica Moseley (1993; 1997; 2002; 2004) por haber considerado la moneda como velo y por haber admitido la posibilidad de una agregación de la microeconomía a la macroeconomía, negando así cualquier fallacy of composition. En su conjunto, aún siguiendo vías distintas, Petri y Bellofiore convergen en su rechazo de estos nuevos enfoques y tampoco parece que nieguen la validez de la interpretación sraffiana de la teoría del valor-trabajo (en la versión de Garegnani en el caso de Petri y en la misma versión relacionada con la interpretación marxista del circuito monetario para Bellofiore). No parece entonces que los enfoques sobre la teoría del valor-trabajo desarrollados en las últimas décadas conduzcan a poner en cuestión los resultados sraffianos ya enunciados y aceptados por Sylos.
4.2 Demanda efectiva, crecimiento, desarrollo: aspectos monetarios
Los esquemas de reproducción, que forman parte de la herencia ‘positiva’ de Marx aceptada por Sylos, definen las condiciones para un crecimiento balanceado y permiten introducir los conceptos keynesianos de demanda efectiva y de multiplicador, aparte del papel de la moneda en el análisis del crecimiento y del desarrollo. Vale por tanto la pena volver a la cita de la página 96 para discutir algunos aspectos implícitos en relación con las consecuencias teóricas de las condiciones para un crecimiento equilibrado en un modelo con dos sectores. En particular:
la cuestión de la convergencia de un modelo de crecimiento dinámico hacia el camino del crecimiento balanceado (o uniforme).
la teoría de la crisis de Marx y su explicación en términos de realización y/o de desproporción entre los sectores;
la relación entre los esquemas de reproducción, el multiplicador de Keynes y la demanda efectiva;
el papel de las formas de mercado en la generación de condiciones para la reproducción simple, la reproducción ampliada y el fenómeno del multiplicador;
la relación de los puntos anteriores con la visión monetaria del ciclo en Marx, Schumpeter y Sylos.
Sobre el punto i), como observa Morishima (1973, cap. X, pp. 117-128), los ejemplos de reproducción ampliada de Marx convergen hacia el crecimiento equilibrado mucho más rápidamente que los correspondientes esquemas neoclásicos (véanse referencias en el § 4.3). Para Morishima, esto se debe al comportamiento de los inversores asumido por Marx, que supone que los capitalistas del departamento I (sector de bienes de producción) dediquen una fracción constante de su plusvalía a la acumulación y que esta se invierta por completo en su mismo sector, mientras que los capitalistas del departamento II (bienes de consumo), adaptan sus inversiones de manera para equilibrar oferta y demanda de bienes capital, invirtiendo siempre y solamente en este sector. Morishima demuestra que si los capitalistas de ambos departamentos invirtieran fuera de su sector, la convergencia hacia el crecimiento uniforme ya no estaría más garantizada. Además demuestra que, con algunas modificaciones, es posible extraer del modelo de reproducción ampliada con dos sectores de Marx un modelo del ciclo económico del mismo tipo del que desarrolló Hicks (1950); es decir, un modelo generador de variaciones cíclicas a través de la combinación determinista del multiplicador y el acelerador. Esto confirma la intuición de Marx que el crecimiento uniforme es una primera aproximación que sirve para facilitar el razonamiento sobre la dinámica económica.
Sobre el punto ii), también para Desai y Veneziani (2009, p. 24), los ejemplos de reproducción ampliada presentados por Marx ilustran un conjunto de hipótesis parcialmente en contradicción con otros aspectos de su análisis económico que hacen que la convergencia hacia el crecimiento uniforme sea muy rápida. Entre estas, Desai y Veneziani enumeran las siguientes:
la ausencia de progreso técnico, lo cual implica que el valor por unidad de producto y la composición orgánica del capital son constantes en los dos departamentos productivos;
tasas de beneficio distinta en ambos sectores, calculada en términos de valor y no monetarios;
tasa de beneficios constante en los dos sectores, sin ninguna tendencia a reducirse.
Pero, como observó también Sylos, para Marx las condiciones de reproducibilidad, sean las que se refieren a la reproducción simple o a la ampliada, no se verifican necesariamente en la realidad del ‘tiempo histórico’. Al no verificarse, la posibilidad de las crisis se abre. Para Sardoni:41
“[t]he schemes of expanded reproduction can be regarded as a schematic explanation by Marx of what special conditions must be fulfilled in order that capitalist growth can take place without overproduction crises” (Sardoni, 1981, p. 387).
Como observaron inicialmente Rosa Luxemburg y luego Kalecki y Kowalik (véanse los ensayos recogidos en Bellofiore et al., 2014), la posibilidad de crisis recurrentes en los esquemas de reproducción ampliada anticipan el principio de la demanda efectiva de Keynes, aunque Sylos prefiere no enfatizar este aspecto. Kalecki (1968, p. 74, ec. 1) observa efectivamente que la condición de reproducibilidad marxista, que escribe en un modelo a tres sectores P 3 =W 1 +W 2 , es válida siempre y cuando se excluye la posibilidad de una acumulación infinita de los stocks de bienes invendidos y, por tanto, no solo en condiciones de reproducción ampliada cuando la economía crece a una tasa constante r. Por consiguiente, dada la distribución de los ingresos entre beneficios y salarios en los tres sectores, la inversión bruta I y el consumo de los capitalistas C k determinan los beneficios y el ingreso nacional. En otras palabras, las variables que determinan la realización de las ganancias y del ingreso fuera de las condiciones de crecimiento balanceado las deciden la clase de los capitalistas, hecho que Robinson y Kaldor tradujeron en el famoso apólogo que los asalariados consuman lo que ganan y los capitalistas ganan lo que gastan. Para Kalecki, quien examina un modelo sin gobierno y sin sector exterior para seguir en el enfoque de Marx, fuera de las condiciones de crecimiento balanceado, la demanda efectiva deriva entonces directamente de la condición de reproducibilidad y depende de las decisiones de los empresarios con respecto a la inversión.
Kalecki también observa que por la vía del crecimiento balanceado se da necesariamente una constancia en la relación capital/producto y que sobre esta base se desarrolla la teoría moderna del crecimiento, de Harrod-Domar en adelante. Para que la economía siga la vía donde la relación capital/producto sea constante es necesario que los capitalistas inviertan suficientemente. Si por algún motivo cualquiera la inversión fuera inferior a la que es necesaria para un crecimiento balanceado, no hay motivos para pensar que se vuelva hacia al sendero de crecimiento uniforme. Por lo tanto, para estabilizar una economía capitalista son necesarios “mercados externos” al sector privado nacional, es decir los mercados internacionales, el sector público y, para algunos casos, la acción del progreso técnico. Así, Kalecki había visto en el aumento del gasto público, en particular para la defensa, el motivo de la estabilidad de la economía capitalista en la primera parte de la posguerra, un mensaje que pocos entendieron en occidente, entre los cuales, como atestiguan referencias anteriores sobre la moneda endógena (Sylos Labini, 1949) y sobre el papel del gobierno en el circuito monetario (Sylos Labini, 1979), podemos incluir a Sylos Labini.
Sobre el tercer punto enumerado arriba, para Sylos (1982, p. 98) el nexo entre Keynes y los esquemas de reproducción de Marx existe y se demuestra, en el modelo de dos sectores, mediante la relación C+ I = v 1 + v 2 + s co + s av + s ac donde C e I representan el consumo y la inversión respectivamente, v 1 es el capital variable en el sector de consumo, v 2 el capital variable en el sector de inversiones, s co la cuota consumida de la plusvalía, s av la cuota acumulada en capital variable (salarios) y s ac la que se acumula en capital constante (materias primas, productos intermedios, variaciones de valores, máquinas e instalaciones). Sin embargo, esta relación implica que el modelo de Keynes no puede convertirse en modelo circular si no cambia radicalmente, esencialmente porque no incluye el capital constante en la definición de ingreso.
Trigg (2006, p. 19), siguiendo la estela del análisis de Pasinetti, que se desarrolla más adelante, deduce algebraicamente una expresión del multiplicador de los esquemas de reproducción expresados en forma insumo-producto. En esta expresión, el término que equivale a la propensión al consumo keynesiana representa el valor de la fuerza laboral. El tratamiento de Trigg revela los numerosos rasgos comunes entre los esquemas de reproducción de Marx, el multiplicador keynesiano, el multiplicador de Kalecki y la teoría del circuito monetario.
Sobre el punto iv), para Sardoni (2009, pp. 169-171) hace falta ser prudente al discernir en Marx un concepto ya realizado de multiplicador y por tanto de demanda efectiva ya que en la lógica clásica de Marx el producto está a un nivel determinado y la economía opera siempre a plena capacidad productiva, aunque no necesariamente en condiciones de pleno empleo de la fuerza laboral, y en condiciones de competencia perfecta. Solamente durante las crisis periódicas de sobreproducción se puede hablar de un problema de demanda efectiva en Marx. En general, para que la demanda efectiva sea inferior a la oferta y cree un equilibrio en el cual la capacidad no se utiliza plenamente, es necesario abandonar algunas de las hipótesis originarias de Marx, en particular la de la competencia perfecta. Sobre este punto, Sardoni parece estar de acuerdo con Sylos Labini ([1957] 1975, parte III), quien sostiene que un déficit permanente de la demanda efectiva solamente puede darse en estructuras de mercado oligopolísiticas, en particular a largo plazo. En caso contrario el multiplicador keynesiano, que es la otra cara de la moneda de la demanda efectiva, solo tiene sentido en el corto plazo (véase también Sylos Labini, [1992] 2007).
Finalmente, sobre el punto v) de la moneda, Sylos retoma y desarrolla el análisis llevado a cabo por Schumpeter en el caso del flujo circular, insertándolo en una dinámica de desarrollo con path dependence, es decir fuera de las condiciones de crecimiento uniforme enunciadas en los esquemas de reproducción. Para Kalecki, quien estaba menos expuesto a la influencia de Schumpeter pero era más cercano a Keynes y a menudo se anticipaba a él, el factor monetario explica el principio de la demanda efectiva, y responde a la crítica de los esquemas de reproducción ampliada de Marx desarrollada por Rosa Luxemburg (Bellofiore, 2009b; Kowalic, 2009). Kalecki también hacía una lectura ‘de desequilibrio’ de la dinámica económica en términos de path dependence (Sawyer, 1985), relacionada también a su teoría de los beneficios, sobre la cual podemos suponer que Sylos, quien lo admiraba, estaría de acuerdo. Ambos autores aceptaban por tanto la explicación monetaria de la causalidad keynesiana entre inversiones y ahorros que se ilustran claramente a través del flujo circular.
Sin embargo, Sylos rechazaba la lectura del flujo circular de Schumpeter por parte de la teoría del circuito monetario,42 a pesar de estar esta basada en la teoría de los beneficios y de la distribución de Kalecki, del hecho que aporte una explicación monetaria de los beneficios en términos de moneda endógena43 y el que sea compatible con la path dependence. Efectivamente, el circuito expresa un equilibrio monetario temporal que no es ni único ni estable (Graziani, 2003, p. 147). Como lo aclaró Graziani (2003, pp. 125-128), en este equilibrio temporal, que no supone ningún perfil específico de la deuda,44 el desempleo es “de equilibrio”, como también lo es en cualquier enfoque verdaderamente keynesiano (noción del equilibrio como ‘solución de un sistema macroeconómico, cfr. Artus et al., 1986, pp.120-122) y puede tener orígenes monetarios y financieros que se sitúan en la discrepancia entre la tasa de interés sobre las obligaciones emitidas por empresas y la tasa de interés de los préstamos bancarios.
En un contexto de path dependence, que se desenvuelve necesariamente fuera de los cánones del equilibrio walrasiano, el circuito ha dado dos explicaciones para la creación monetaria de los beneficios: la primera, más cercana al análisis marxista, según la cual todo el valor halla su origen en el trabajo y por tanto los beneficios representan una transferencia debida a la expropiación de los salarios durante la fase de realización (como en el caso de la teoría de Cencini y Schmitt, 1986-1987, y en Schmitt, 2012) y la segunda, más cercana a la tradición de la banking school, según la cual los beneficios son una plusvalía anticipada por los productores que se ve confirmada por el sistema bancario a través de la creación monetaria (Parguez, 2004).45
Se puede por tanto concluir sobre este punto que Sylos, un gran admirador de Kalecki y un conocedor en profundidad de Marx y de Schumpeter, captó totalmente la relevancia de los factores monetarios en el origen de las crisis y en general de las fluctuaciones de las economías capitalistas, como atestigua el hecho, ya mencionado, que halla en los análisis monetarios de Marx uno de los aspectos positivos de su análisis. Pero no siguió la vía que tomó a continuación la teoría del circuito para integrar a Keynes en los esquemas de Schumpeter y Marx. Criticando, con razón, a Marx por no haber conseguido demostrar que los beneficios hallan su origen en la explotación por culpa de las lagunas de la teoría del valor-trabajo, Sylos no enfatizó el hecho que Marx fue el primer economista en proponer una explicación macroeconómica de los beneficios en términos monetarios.46
4.3 La baja tendencial de la tasa de beneficio
Sylos veía en la ley de la baja tendencial de la tasa de beneficio uno de los errores económicos de Marx, al cual sin embargo no prestó excesiva atención, aduciendo que esta es incompatible con otros aspectos de la teoría marxiana, aunque representa una descripción interesante de la convergencia hacia el equilibrio en condiciones de reproducción ampliada. El proceso de convergencia hacia el equilibrio se discute rara vez en la economía neoclásica,47 a pesar de ser crucial para demostrar su estabilidad. A falta de tal equilibrio se derrumba la hipótesis, supuesta a priori en gran parte de la literatura sobre la Regulation y la intervención pública, que los mercados vuelven espontáneamente hacia el equilibrio, hipótesis necesaria por ejemplo para justificar la postura a favor de las privatizaciones o las políticas de austeridad. Si efectivamente la anulación de los beneficios es una condición para la “máxima eficiencia” del equilibrio neoclásico estático en condiciones de competencia perfecta (Allais, 1986) o del correspondiente equilibrio a largo plazo (Desai, 2008), cualquier camino de convergencia hacia el equilibrio que parta de una posición de (extra-) ganancias positivas debe necesariamente caracterizarse por su bajada, como lo había entendido bien Pigou (1943) y como es también implícito en Allais ([1943] 1994); [1981] 1989). En condiciones dinámicas, esta condición corresponde luego a la equivalencia entre tasa de ganancia, tasa de interés y tasa de crecimiento de la economía, suponiendo tecnología y otros factores exógenos fijos.
Los análisis empíricos de los autores neoclásicos muestran que, en general, cuando hay convergencia hacia el crecimiento uniforme, esta convergencia es muy lenta, contrariamente a lo que sucede en los ejemplos de reproducción ampliada de Marx.48 La conclusión que surge de estos modelos es que, suponiendo una tecnología idéntica y una determinación exógena de la tasa de crecimiento de equilibrio, distinta para cada región y/o país, la convergencia hacia el nivel de ingreso correspondiente al camino de equilibrio es lenta: alrededor de 2% anual. Como observa Sala-i-Martin (1996), esto significa que se necesitan treinta y cinco años para recuperar la mitad de la distancia entre el ingreso inicial y el que corresponde al camino de equilibrio con crecimiento uniforme. Este último, sin embargo, no es necesariamente único para todas las regiones y/o países, por lo cual, aunque se verifique la convergencia hacia el camino de crecimiento uniforme específico de cada región y/o país, no se da necesariamente una reducción de la dispersión ‘transversal’ (o espacial) de los niveles de ingresos en el tiempo.
Podemos por tanto decir que, según los autores neoclásicos, cuando se da, la tendencia hacia el crecimiento a tasa constante (steady state), es muy lenta y no implica necesariamente una reducción de la dispersión total de los ingresos. A contrario, si se observa una tendencia hacia el aumento en la dispersión de los ingresos se puede deducir que no se da la convergencia hacia el equilibrio, afectando así las conclusiones de política económica derivadas de los modelos que presuponen dicha convergencia, como por ejemplo el análisis neoclásico de los mercados competitivos o el socialismo de mercado.
Por el contrario, para los autores marxistas que han abordado el tema, no basta con observar una dispersión creciente de los ingresos y una tendencia de su distribución que no favorece al trabajo para invalidar la teoría marxista de la caída tendencial de tasa de beneficio, como tampoco basta una tendencia negativa de la rentabilidad ‘contable’ para confirmarla. Es preciso distinguir en primer lugar la evolución relativa de los beneficios de la tasa promedio de ganancia. Además, hay que ser precisos al definir la tasa de ganancia y escoger las estadísticas que sean conformes a los conceptos teóricos sometidos a verificación.
Reati (1980; 1981; 1984; 1986) y Reati y Roland (1988) llevaron a cabo una minuciosa verificación empírica de la evolución de la tasa de beneficios en la industria en distintos países europeos desde el principio de la posguerra hasta el inicio de los años ochenta, adquiriendo la perspectiva de las ondas largas de Mandel.49 Estos trabajos son muy cuidadosos en el escoger y definir los indicadores estadísticos utilizados, incluyendo por ejemplo todo el capital circulante en denominador de la rentabilidad. Reati parte del principio teórico que la caída de la tasa de ganancia prevista por Marx es un fenómeno a largo plazo y es tendencial solo cuando se ve acompañada por un aumento en la composición orgánica del capital. Sus conclusiones empíricas son que en la mayor parte de los países examinados ha habido, efectivamente, una caída en las tasas de ganancia en la industria hasta el final de los años setenta, pero esta se debe a factores distintos de la intensidad del capital: esencialmente una evolución del ingreso desfavorable a los beneficios industriales. Otros autores marxistas que trataron la cuestión fueron Weisskopff (1979; 1985), Wolff (1979; 1988; 2003), Moseley (1985; 1987; 1988), Shaikh y Tonak (1994) y Shaikh (1997). En general se observa una tendencia hacia la caída de la tasa de beneficios hasta el final de los años ochenta, seguida de un movimiento invertido hasta la crisis reciente. Una evolución similar ya se había registrado en el periodo de entreguerras en Estados Unidos y en Inglaterra y, a pesar de ser conforme a las tesis de ondas largas de Mandel, implica que por décadas no hubo ninguna reducción de la tasa de ganancia y por tanto parece difícil hablar de “caída tendencial”.
Por otra parte, el veredicto empírico sobre la evolución de la distribución de los ingresos es bastante claro, sobretodo en lo que respecta las tres últimas décadas. Los datos recientes sobre la rentabilidad parecen confirmar la creciente dispersión de los ingresos. Con la debida cautela, parece por tanto legítimo concluir con Sylos que la previsión de la caída tendencial de la tasa de ganancia es uno de los puntos en los cuales las previsiones de Marx resultaron ser más inexactas, a pesar de que, como nota Sylos, Marx había discernido distintos factores que habrían podido oponerse a esta tendencia.50
Al mismo tiempo, luego del aumento de la cuota de los beneficios en las últimas décadas, si bien el empobrecimiento de la clase trabajadora no se ha completado, es cierto que las clases medias se han redimensionado de manera contundente: del “compromiso fordista” en el cual cerca de dos tercios de la población pertenecían a una clase media que gozaba de bienestar, se está pasando a una sociedad en la cual solo un tercio de la población vive en estas condiciones y, en muchos países europeos, la tasa de desempleo oficial se acerca y supera un cuarto de la población activa, por no hablar de las estimaciones sumamente alarmantes sobre la tasa de desempleo efectiva, que superan con creces el tercio de la población adulta en muchos países industriales y se dirigen hacia el 50% en algunos de ellos (población adulta total y no solo juvenil). Por tanto, si en las últimas décadas los hechos parecen haber contradicho la ley tendencial sobre la caída de los beneficios, la tesis del empobrecimiento de las clases trabajadoras parece coger fuerza.
Estas tendencias contradicen los enfoques que toman la estabilidad en el equilibrio con beneficio cero de Walras y Pareto como principal referencia conceptual no solo para la economía normativa sino también, de hecho, para análisis positivos, como hacen por ejemplo la mayor parte de los análisis mainstream ‘aplicados’ (Public Choice, Efficient Market Hypothesis, modelos de Dynamic Stochastic General Equilibrium) y aquellos, lógicamente simétri-cos, se inspiran del socialismo de mercado.51 En una época en que triunfa el liberalismo en política económica se observa, en efecto, que las desigualdades de ingresos han aumentado, en una fase en la cual la rentabilidad aumentó. Las fases de aumento de rentabilidad, en particular de la renta financiera, demuestran una divergencia creciente con respecto al equilibrio a largo plazo de la competencia perfecta. Los modelos circulares y en espiral resultan ser por tanto más relevantes que los de arco ya que, interpretados siguiendo una lógica de path dependence, prevén una evolución divergente del equilibrio, a falta de correctores en política económica. Por consiguiente, el análisis post-keynesiano en sentido amplio (véase § 4.5) es más adecuado que el socialismo de mercado para analizar la realidad y extraer indicaciones para la política económica.
4.4 La dinámica de la path dependence: Schumpeter, Lange y Kalecki
Como observa Jossa en su artículo de Il Ponte, para valorar sintéticamente la postura de Sylos con respecto a Marx, en particular su dinámica, un punto que hay que aclarar obviamente es: “¿qué Marx?”.52 Dado que Sylos basaba su análisis de los autores del pasado en una lectura atenta de sus textos originales, la primera respuesta a esta pregunta no puede ser sino: “el Marx que surge de sus escritos”, pero esta no es del todo satisfactoria, ya que como se sabe la obra de Marx está solo parcialmente compuesta de trabajos llevados hasta su final e incluye numerosas contradiccio-nes. Para bordear este obstáculo, en este párrafo se comparan la lectura de Marx por Sylos y la de tres grandes economistas que fueron fuertemente influenciados por Marx, estos pueden ser vistos como representativos del enfoque del círculo (Schumpeter), del arco (Lange) y de la espiral (Kalecki). Siguiendo a Sylos en su definición irónica, estos autores podrían definirse respectivamente como un marxista ‘conservador’, un marxista ‘neoclásico’ y un marxista ‘post-keynesiano’. La comparación conduce a la conclusión que Sylos, quien partió también del flujo circular estacionario de Schumpeter, aunque no lo cite explícitamente, rechaza la interpretación ‘estática’ que hace de él el socialismo de mercado de Lange, muy influyente durante los inicios del margina-lismo (Steedman, 1995), y desarrolla en cambio una dinámica propia, muy cercana a la de la path dependence de Kalecki.
4.4.1 Schumpeter
Como ya se ha dicho, desde su punto de vista liberal-socialista,53 Sylos Labini reconocía plenamente las importantes contribuciones de Marx a la economía política, permaneciendo distante con respecto al Marx ‘político’ y resaltando algunos puntos críticos de su análisis económico. Desde el punto de vista económico, Sylos admiraba tanto a Marx como a Schumpeter por haber formulado una teoría del desarrollo que combina tanto ciclo como tendencia en condiciones de competencia. Para ambos, aunque en formas distintas, el desarrollo es consecuencia del impacto del progreso técnico en una economía donde la moneda se crea por el crédito, un enfoque que también Sylos sigue.
Sin embargo, como se discute en el § 3.1, Sylos discernió una sutil contradicción lógica en el razonamiento de su profesor en Harvard, quien reconocía plenamente la grandeza de Marx pero que consideraba que Walras era el príncipe de todos los economistas. Sylos resaltaba que, contrariamente a Marx, Schumpeter no admitía la existencia de una plusvalía en condiciones de competencia estacionarias, es decir en el flujo circular, correspon-diente a la reproducción simple de Marx. Por otra parte, mientras que tanto Marx como Schumpeter habían ilustrado el proceso de desarrollo económico en condiciones de competencia, Marx había previsto el proceso de concentración industrial mucho antes de que tuviera lugar, aunque no fuera capaz de prever las consecuencias para su análisis. Schumpeter en cambio, al observar los primeros síntomas del proceso de cartelización de la economía capitalista, no les dio una importancia excesiva, argumentando que en cualquier caso los beneficios de monopolio serían temporales y por tanto el flujo circular podría servir también como modelos de referencia a largo plazo.
Efectivamente, Schumpeter tenía claro que el flujo circular estacionario representa la extensión natural del equilibrio general estático en competencia perfecta en el tiempo histórico (véanse por ejemplo Pigou, 1943; Ricci, 1936; y, mutatis mutandis, el régimen de la edad del oro de Joan Robinson, 1956). Al usar a Walras y su modelo del equilibrio económico general también para el análisis del ciclo y del desarrollo económico, Schumpeter también aceptaba que los equilibrios de competencia perfecta, caracterizados por la condición de anulación de los beneficios (o de los sobre-beneficios, véanse por ejemplo McKenzie, 2002 p. 192, condición II, o Desai, 2008)54 también son relevantes para la dinámica económica.55 En otras palabras, Schumpeter aplicaba su modelo del flujo circular en condiciones de competencia también al análisis del desarrollo económico, cosa que Sylos rechazó abiertamente (Ferlito, 2011).
4.4.2 Lange56
Habiendo estudiado con Schumpeter, Oskar Lange, al igual que Samuelson y contrariamente a Sylos, sentía fascinación por el modelo del equilibrio general de Walras y Pareto con el cual Barone (1908a; 1908b) había sido el primero en demostrar la equivalencia entre óptimo de mercado descentralizado en una economía competitiva y máximo de bienestar colectivo en una economía planificada centralmente. Lange (1935; 1936b; 1937) usó este modelo en el debate sobre el cálculo económico socialista que tuvo lugar en los años treinta del siglo pasado (Levy y Peart, 2008) para desarrollar sus argumentos a favor del ‘socialismo de mercado’ contra Hayek ([1935] 1963) y Mises. Luego mantuvo este modelo como referencia central en sus escritos en los que pugnaba por políticas de pleno empleo en una economía capitalista avanzada (Lange, 1944).
Sylos rechazaba sin embargo el concepto de equilibrio general subyacente al modelo de arco del socialismo de mercado de Lange. En el 1961, en un texto que pronunció al asumir la cátedra de economía en la Universidad de Bolonia que había sido de Bresciani Turroni y de Federico Caffè, ya había observado esto:
“Por tanto, un esquema general como el del equilibrio económico es criticable no porque sea abstracto -lejano de la realidad- sino porque no consiente aproximaciones esenciales, en particular dos de ellas: la hipótesis ‘dinámica’ -es decir la del desarrollo-, sustituyendo a la simple hipótesis ‘estática’ inicial: y la hipótesis general de formas de mercado distintas de la competencia. Sirven esquemas generales que soporten dichas aproximaciones” (Sylos Labini, 1961, p. 380).
Desde este punto de vista, Sylos ([1956] 1975) desarrolló, en particular, el análisis de formas de mercado de oligopolio en situaciones estáticas y dinámicas. Por tanto, no solo utilizaba Marx contra Schumpeter y contra Lange, sobre el hecho que un surplus puede también existir en condiciones estacionarias de competencia perfecta, sino que a través de su análisis dinámico de las barreras a la entrada en condiciones de oligopolio demostraba como las ganancias que Barone, Schumpeter y Lange consideraban temporales y por tanto desdeñables, en realidad podían volverse permanentes. De esta manera, Sylos tomaba todavía más distancias tanto de Schumpeter como de Lange, para acercarse a otro gran economista polaco: Michal Kalecki.
4.4.3 Kalecki
Mientras que no cita nunca a Lange, Sylos cita repetidas veces a Kalecki en su libro de texto sobre la dinámica económica, tanto desde la perspectiva microeconómica, para analizar la formación de precios en mercados no competitivos, como para las consecuencias macroeconómicas de su teoría de los beneficios. Dada la falta de interés por parte de Sylos por los modelos de arco, si Lange y Kalecki se tomaran respectivamente como representan-tes del socialismo de mercado y de los enfoques que lo rechazan a favor de una visión propiamente dinámica, podemos suponer que Sylos habría optado por los segundos. Efectivamente, es bastante estéril la discusión sobre cómo el socialismo puede replicar y superar una economía competitiva descentralizada, tomando como referencia un modelo teórico de esta última que no es relevante en el describir y explicar su realidad.57
Ahora bien Kalecki, posiblemente más que el mismo Keynes, es uno de los autores de referencia principales para el enfoque post-keynesiano, que Sylos compartía y al cual aportó contribuciones importantes. Sylos había rechazado categóricamente la síntesis neoclásica keynesiana incluso antes que esta se volviera hegemónica en la posguerra y hasta principios de los años setenta del siglo pasado, en particular en su artículo sobre los “keynesianos” del 1949, publicado también como apéndice al tratado de economía monetaria de Breglia ([1947] 1955).
Desde un punto de vista económico, Sylos era por tanto más cercano a Kalecki que a Lange, rechazando con energía el análisis político de Marx y, en particular, aquel que él veía como su cinismo. Pero, al mismo tiempo, a Sylos lo influenciaba la dinámica de Marx y rechazaba categóricamente el carácter inherentemente estático del análisis neoclásico, que en cambio Lange aceptaba. La postura de Sylos sobre Marx parece por tanto en los antípodas de gran parte de la izquierda socialdemócrata europea de hoy en día, quienes, mostrando a veces cierto cinismo, descuida cualquiera referencia a la economía marxista y a su dinámica. Adopta por tanto los modelos de arco y rechaza los de círculo o espiral, adhiriendo a un marginalismo compatible con el socialismo de mercado de Lange.
4.5 Conclusión: del círculo a la espiral
Debatir la influencia de Marx sobre Sylos pone inevitablemente la cuestión de la influencia de Marx sobre la economía post-keynesiana en sentido amplio.58 A través del uso que Schumpeter hace del flujo circular, se pone también la cuestión de la relación entre Marx y la economía neoclásica, que implica precisamente el tema de la relación entre socialismo liberal y socialismo de mercado, del cual se critica la deriva ‘liberista’ de las últimas décadas. Se ilustra (Figura 1) una posible red, que no pretende ser completa, de influencias recíprocas entre los principales represen-tantes de estos enfoques.
Tomando a Marx como punto de partida de la economía clásica (es decir, de la tradición que va de Petty a Ricardo y Marx, por vía de Quesnay, Smith etc.), se puede trazar una línea ideal que representa la influencia de los enfoques circulares sobre Schumpeter, otra línea que los relaciona al multiplicador de Keynes, una tercera línea que une este enfoque a Kalecki y al uso que hace este último de los esquemas de reproducción de Marx (anticipando a Keynes)59 y finalmente una línea que, a través de Sraffa y de manera más general los post-keynesianos de Cambridge (Pasinetti, 2007), llega al enfoque post-keynesiano contemporáneo en sentido amplio. La relación entre Marx y Keynes ha sido tratada muchas veces y se examina de manera particularmente interesante en Halevi (1991; 1992; 1999).
De Schumpeter en adelante se desarrolla, a través de Lange, una de las ramas principales de la economía neoclásica, en la interpreta-ción que hace de este último por ejemplo Samuelson, también alumno de Schumpeter, o en la economía estacionaria de Pigou (1943). Como se ha argumentado antes, el socialismo de mercado se vale de modelos en arco y halla parte de su origen en el esquema circular de Schumpeter. Como es evidente en el análisis que hace Sylos de este último, este representa una realidad esencialmente estacionaria: debido a la hipótesis de beneficios nulos, el esquema solo se puede utilizar para analizar el desarrollo forzando su lógica en arco.
Schumpeter también influencia la economía post-keynesiana a través de autores como Minsky o Sylos, quien sin embargo también es fuertemente influenciado por Sraffa (Sylos Labini, 1982, pp. 93-104). Toda la tradición de matriz post-keynesiana deriva de la presencia de la plusvalía también en el esquema circular estacionario, la relativa explicación de las ganancias y la posibilidad del desarrollo económico. En este sentido, la dinámica de Sylos se puede considerar profundamente impregnada de la dinámica de Marx, que influencia de paso todo el enfoque post-keynesiano.60
Sylos Labini desarrolló por tanto una síntesis propia de la dinámica económica basada en la noción clásica de plusvalía (Sylos, [2004] 2005), interpretada tanto en el caso de la competencia perfecta como en el caso en el que prevalecen formas de mercado de oligopolio. Por otra parte, privilegia un comportamiento pragmático e inductivo, que parte de una observación empírica de la realidad, donde de hecho prevalecen dichas formas de oligopolio de mercado. Desde un punto de vista teórico, Sylos no desarrolla un solo modelo unitario sino que se vale de modelos distintos según las necesidades. Sin embargo, estos modelos describen distintos aspectos de una economía totalmente dinámica y monetaria. Sylos parte de hecho de Schumpeter y su modelo de flujo circular, al que aporta correcciones en lo que respecta al desarrollo (del círculo a la espiral) y a las formas de mercado (posibilidad de beneficio permanente debido a formas de oligopolio), aceptando el análisis monetario y bancario hecho por Schumpeter en el caso estacionario, que Sylos extiende a la “espiral del desarrollo”. Por lo tanto, es más cercano a Kalecki, a Keynes y a los post-keynesianos que a Lange. Está claro que el tipo de síntesis post-keynesiana que sugiere implícitamente la contribución de Sylos integra totalmente Sraffa, a quien ciertos post-keynesianos tienden en cambio a considerar como marginal para este enfoque.61 Dicha síntesis, que se vale de una variedad de modelos específicos según el fin y se propone servir de guía para la acción en política económica, responde también al programa de investigación de una teoría monetaria de la producción, concebido pero no llevado a su término por Keynes.62
5 Implicaciones para la política económica: ¿socialismo liberal o 'social-liberismo'?
Poco después de la caída del muro de Berlín, la decisión de Sylos de lanzar un debate en el que, aparte de confirmarse su rechazo categórico de Marx en los ámbitos ético y político, subrayaba distintos puntos positivos de su análisis económico, en particular en lo que respecta la dinámica, lo que no carecía de coraje. La valoración positiva del economista Sylos Labini sobre el economista Marx, que retomaba en gran parte posturas ya expresadas en el pasado, parece confirmada hoy, dado que muchas de las lagunas discernidas por Sylos parecen menos importantes a la luz de los eventos acontecidos desde entonces. Efectivamente, si aceptamos el tratamiento sraffiano de la teoría del valor-trabajo desarrollado por Pasinetti (1981; 1988) como corrección al de Marx que era erróneo; el único verdadero error económico de Marx parece ser la baja tendencial de la tasa de ganancia que, refiriéndose a conceptos de contabilidad nacional próximos a las categorías teóricas marxistas, parece difícil de reconciliar con los hechos de los últimos treinta años. Además, estos hechos tampoco se pueden explicar en términos de análisis mainstream y por tanto tampoco en términos de socialismo de mercado.
Todavía hoy, el análisis crítico de Marx por parte de Sylos parece correcto en su conjunto. En particular, para la parte que acepta totalmente, y con valoración positiva, los esquemas de reproducción simple y ampliada, que representan un aspecto esencial para el análisis de la demanda efectiva keynesiana.
La discusión lanzada por Sylos Labini en 1991 nos conduce entonces a preguntarnos si aquel que vuelve a poner sus esperanzas políticas en el reformismo y la socialdemocracia no ha de reevaluar en profundidad a Marx como economista en sentido dinámico. El reexamen crítico de Marx por parte de Sylos es por tanto complementario a los esfuerzos hechos por otros ‘optimistas radicales’ que contribuyeron a construir y a hacer del núcleo analítico de lo que se puede denominar análisis post-keynesiano en sentido amplio algo más sólido. Los rasgos comunes de estas corrientes distintas se discuten en otras partes, en particular en Lavoie (2009; 2014), en Vickrey (1997) y en Roncaglia y Tonveronachi (2015). Estos parecen, ex post, elementos que constituyen una síntesis que se situarían entre el enfoque clásico (Roncaglia y Sylos Labini, 1995), Keynes, Sraffa, los análisis post-keynesianos (tanto los americanos como los británicos y australianos) y la tradición marxista (Halevi, 1992). Dichos análisis parecen converger hacia una forma estructural común, que todavía se está desarrollando, en la cual las variables exógenas de política económica son los instrumentos de la política fiscal y la tasa de interés y, así como en Marx y Sraffa, la distribución influencia los precios relativos (Sylos Labini, 1973) y por tanto también la asignación de los recursos. Este nuevo enfoque sería totalmente dinámico y necesitaría modelos económicos en los cuales la política económica tiene efectos en el tiempo histórico,63 la escasez no sería el destino ineluctable de la humanidad (Parguez, 1996; Roncaglia, 2012) y el proceso democrático podría definir políticas económicas que permitan alcanzar el pleno empleo y otros objetivos socioeconómicos importantes para la estabilidad económica. Esta puesta al día favorecería una vuelta a los objetivos clásicos de la política económica64 y conduciría a reconocer que la demanda efectiva ya no puede ser dejada de lado en la formulación de políticas económicas en Europa.
Como se ha visto antes, la reproducción simple y ampliada sugieren una analogía con el multiplicador keynesiano (Sardoni, 1981; 1997; 2011) y por tanto con la demanda efectiva. Por otro lado, como demuestran Kurz (1985) y Roncaglia (1998), el modelo de Sraffa se puede interpretar como bloque de la distribución en un modelo dinámico y, a su vez, aceptando la hipótesis que en dicho contexto hay necesariamente desequilibrio y path dependence, aporta una generalización del multiplicador ‘estático’ de Keynes y Kahn, que de otra manera solo se podría aplicar al corto plazo en el tiempo histórico. La misma relación se puede hacer con el tratamiento con un modelo a dos sectores hecho por Hicks para el problema de la traversa (Halevi, 1991; 1992). Conforme a estos análisis, y como parece implícito por la lectura que hace Sylos Labini de Marx, la necesidad de controlar la demanda efectiva surge entonces a corto y largo plazo, en mercados competitivos y aún más en mercados oligopólicos. Es por tanto necesario tener en cuenta este imperativo al formular políticas económicas.
Por otra parte, como ya ha demostrado Kalecki y ha argumentado Vickrey (1994; 1997; 2000), un déficit y una deuda pública suficientes como para satisfacer las necesidades de ahorro del sector privado son una condición necesaria para estabilizar una economía path dependent. En una economía monetaria de carácter federal, el motivo por el cual los estados nacionales han de reducir el déficit y la deuda pública no es, por tanto, como haría pensar la lengua alemana, porque estos son una ‘culpa’, sino porque el hecho que en un proceso de integración, los estados nacionales se convierten en regiones, y como tales tienen necesariamente que perder la capacidad de crear moneda, perdiendo así la plena disponibilidad del instrumento de la política fiscal. Esta, sin embargo, lógicamente se tiene que elevar a nivel del estado federal, siguiendo una lógica democrática de subsidiaridad que parte de la voluntad común de los mismos estados nacionales.
De todas maneras, casi seis años después de que surgiera la crisis de los subprimes y cuando, por cuarta vez desde su inicio, en el primer semestre de 2014 las primeras páginas de los periódicos indican “las primeras señas de la recuperación”, inmediatamente desmentidas en el segundo semestre y, cuando la caída del euro junto con la de los precios del petróleo a principios del año 2015 alimentaron de nuevo expectativas positivas de una salida de la crisis, está menos que nunca a la orden del día cualquier reexamen de la adhesión sin críticas hacia los modelos de arco de la síntesis neoclásica y su equivalente político del socialismo de mercado como única referencia para la política económica de las fuerzas progresistas en Europa (Arestis y Sawyer, 2001).65 Estos modelos parecen estar destinados a ser siempre un ‘axioma primitivo’ que, como tal, no puede ni siquiera ser debatido.
Contrariamente a estos modelos, el trabajo entero de Sylos Labini está impregnado de un espíritu crítico. Su lectura de Marx es la de un intelectual socialista liberal que reivindica el derecho de criticarlo con fundamentos éticos mientras que busca cómo usar su método analítico para interpretar y actuar sobre la realidad económica. El rechazo hacia cualquier compromiso ético parece, por otra parte, uno de los aspectos más fecundos y contemporáneos de la herencia intelectual de Sylos66 y lo acerca a Keynes. Como argumentan Hobson ([1938] 2011) y O’Donnel (1999), podemos defender la tesis que, bajo muchos aspectos, también Keynes era un socialista liberal, aunque un poco sui generis,67 motivado, así como Sylos y muchos otros representantes de la escuela post-keynesiana, por un profundo impulso ético. Este mismo impulso debería hoy conducir a pedir un cambio de política económica partiendo de un reexamen crítico de los instrumentos conceptuales con los cuales la estamos definiendo.
Más allá de su balance de Marx, la provocación intelectual de Sylos habría tenido que forzar el debate contemporáneo a prestar más atención a la distinción entre un socialismo liberal, capaz de pensar las consecuencias de la dinámica económica, y un socialismo liberista que, al basarse en los fundamentos analíticos inciertos del marginalismo adoptados por el socialismo de mercado, implica de hecho una incapacidad de definir alternativas políticas concretas.