Partidos políticos y corrientes: un acercamiento al tema
Como partido político se define a una gran variedad de organizaciones con características diversas, de distintos orígenes, múltiples finalidades y diferentes tipos de organización, por lo que resulta difícil plantear una definición completa de estas agrupaciones. Su estudio académico inicia a principios del siglo XX, una vez que la ciencia política comenzó a alejarse del análisis jurídico institucional y apareció el interés por los partidos desde la perspectiva politológica (Diz, et al., 2012). Desde entonces la ciencia política ha tratado de explicar las transformaciones y la conformación de los partidos, lo que ha derivado en una gran variedad de definiciones.
Lo que es común en todos los partidos políticos es que tienen como objetivo obtener el poder o preservarlo. También son agrupaciones que median entre grupos de la sociedad y el Estado y participan en la formación de la voluntad política de la ciudadanía (Neumann, 1965). Son organizaciones de individuos formadas para competir por el poder político y proveer bienes públicos en forma de políticas públicas. Sus miembros están interesados en alcanzar el poder como medio de promover su política pública preferida, o en utilizar los intereses colectivos y las propuestas políticas como instrumentos para buscar el poder (Colomer, 2009).
En los partidos políticos se producen diversos agrupamientos que funcionan como sub-unidades internas, que se organizan como grupos específicos de poder o conjuntos establecidos de actitudes. La existencia de estas sub-unidades o corrientes resulta natural, siempre y cuando no afecte la unidad de acción del partido (Sartori, 1980).
De acuerdo con Duverger (1957), históricamente se ha visto que en la estructura de los partidos políticos se forman camarillas, las cuales son pequeños grupos que utilizan una solidaridad personal estrecha como medio para establecer su influencia y conservarla. Se trata de clanes constituidos en torno a un líder influyente. Dentro de un partido se conforman diversos clanes que después se convierten en fracciones o tendencias que rivalizan entre sí, y la dirección del partido es ejercida casi siempre por el clan dominante.
Al paso del tiempo los partidos en su interior dejan de estar organizados en clanes en torno a un liderazgo personalizado, para pasar a conformar grupos o corrientes que tienen sus propios liderazgos, pero que se caracterizan también por tener una visión específica de la política y buscan que ésta sea aceptada por el resto de los integrantes del partido, para lo cual buscan hacerse de la dirección del mismo. Son una tendencia intra-partidista que intenta dominar los puestos claves y establecer sus directrices tácticas y programáticas, considerándose como la auténtica representación de todo el partido (Cárdenas, 1992). Si bien los partidos políticos se organizan en torno a ciertos objetivos aceptados y compartidos por todos sus integrantes, en su interior se conforman distintas corrientes de pensamiento, de opinión o de visiones, que a veces se confrontan entre sí cuando alguna o algunas de ellas buscan que su propio interés de grupo esté por encima del interés general del partido.
Suele suceder que en ocasiones las corrientes buscan primero hacerse del poder interno para después competir por el poder político de una nación, por lo que en primera instancia compiten con las demás corrientes que también buscan ser hegemónicas, descuidando que su verdadera razón de ser es competir contra los otros partidos políticos.
Al interior de cada partido las corrientes buscan que impere su postura ideológica, hacerse de mayores espacios de control, obtener la dirigencia partidista, hacer que sus cuadros se impongan en la selección de candidatos y postular a sus integrantes a los puestos de elección popular.
Cada corriente tiene su propia visión de la política, de sus tácticas y de su estrategia y cuenta con su red de intereses creados, con su clientela política y con su estructura. Se organiza y basa su postura en intereses y objetivos específicos (por intereses comunes, por la búsqueda del poder o por principios) y tiene sus propias bases populares, cargos de representación y dirigencias. Tan es así que suele suceder que hay corrientes mejor organizadas que el propio partido.
Las corrientes cumplen un rol relevante en las relaciones intra-partidistas. Su forma de actuar y el control que tienen dentro de la estructura del partido las presentan como sub-unidades que se mueven en el plano clientelar. El incentivo que tiene un militante para pertenecer a una corriente es que sin el cobijo de ella no podrá obtener puestos de elección ni participar en la burocracia partidista (Vivero, 2010).
La existencia de tendencias internas organizadas como corrientes políticas fomenta la democracia interna de los partidos políticos, pues alienta su vitalidad, aunque también tiene desventajas si las corrientes entran en conflicto entre sí cuando buscan hacerse del control del partido. Su existencia propicia la alternancia en el poder dentro del partido y genera el pluralismo y el debate de ideas (Corona, 2014). El problema se presenta cuando la corriente que se hace del control del partido impone su postura sin tomar en cuenta a las otras corrientes y/o busca perpetuarse en el poder mediante mecanismos no democráticos.
Uno de los aspectos que más se cuestiona sobre la actuación política del Partido de la Revolución Democrática (PRD), a grado tal de que se considera que afecta su grado de institucionalización y su vida democrática interna, es por la existencia y alto nivel de confrontación entre sus corrientes o grupos de expresión política. Una de ellas es Nueva Izquierda (NI), la cual se convirtió en la más influyente dentro del partido entre 2008 y 2015.
Es por ello que el propósito de este trabajo es analizar de dónde proviene, cuándo surgió, cuáles son sus principales propuestas programáticas y cómo se convirtió en la corriente dominante dentro del PRD, para después intentar dar respuesta a interrogantes específicas acerca de ¿cómo fue la conducción política de la corriente NI durante el tiempo en que dirigió los destinos del partido al tener el control de su dirigencia?, ¿cómo se relacionó con las otras corrientes del partido?, ¿su proceder político la acercó o no con el electorado de izquierda?, entre otras. A partir de esto se tendrán elementos para concluir si la prevalencia o no de una expresión política al interior del partido, por encima de las demás, contribuye o afecta su vida democrática interna y si su actuación hacia el exterior conlleva o no resultados positivos.
Se parte de la premisa de que cuando una corriente al interior de un partido se hace dominante e impone sus prácticas y su visión de la política sobre los demás, se debilita su vida interna y su estructura democrática, se confrontan entre sí los distintos grupos, se da una separación entre la militancia y la dirigencia, además de que afecta su influencia en el electorado. Esto sucedió en el caso que nos ocupa, pues como se verá en este trabajo, en el periodo en que dirigió al PRD, NI se convirtió en la corriente dominante a la par que el partido perdió fuerza electoral, pues los votantes de esta opción partidista no se vieron representados por ella ni coincidieron con su propuesta política, particularmente en lo referente a las alianzas electorales.
Uno de los aspectos importantes a tratar en el estudio de los partidos políticos es sobre el papel de sus dirigencias. Es por ello que lo que este trabajo pretende aportar es conocer y evaluar el papel de la corriente NI durante los siete años en que logró hacerse de la dirección del PRD.
Antecedentes
La existencia de corrientes al interior del PRD data desde su nacimiento en 1989, producto de la fusión de grupos políticos ya existentes que se resistieron a perder su identidad ideológica y buscaron seguir manteniendo sus lazos de origen. A partir de su Primer Congreso Nacional, realizado en diciembre de 1990, fueron reguladas y permitidas y cada una de ellas marcó sus principios, su ideología y su táctica política, las cuales no deben ser diferentes a la que plantea el partido (Bolívar, 2005).
Conformado por diversas corrientes políticas, el PRD funciona en los hechos como una federación de pequeños partidos (corrientes) que en muchas ocasiones pareciera que tienen como uno de sus fines satisfacer intereses de grupo y no tanto los del partido o de la sociedad a la cual deben servir, con lo que han convertido la afiliación, la elección de candidatos y dirigentes en instrumento clientelar y de control político, sustituyendo las instancias partidarias, haciendo de la dirigencia nacional un órgano centralista, lo cual ha propiciado una descomposición ideológica. En sus casi 30 años de existencia no ha sido capaz de eliminar las prácticas clientelares de sus diversas corrientes ni de emanciparse de las burocracias incrustadas en su interior. Ello le ha impedido presentarse ante la sociedad con un proyecto político coherente y mantener una imagen atractiva para el electorado, pues suele presentarse más como un partido en constante conflicto interno y menos como una opción propositiva.
Con distorsiones en su estructura, el PRD no ha logrado tener una vida interna democrática, ni ofrecer un funcionamiento institucional, además de que se ha desdibujado ideológica y políticamente, primero por sus alianzas electorales con el Partido Acción Nacional (PAN) y luego por su alineamiento a la forma de hacer política con el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el presidente de la República, mediante arreglos informales como el “Pacto por México”, lo que le restó fuerza política como oposición.
Todo esto se presentó claramente durante los siete años en que la corriente NI dirigió al PRD entre 2008 y 2015, con dirigentes nacionales electos e interinos designados, convirtiéndose en la expresión política dominante del partido. En este periodo fue construyendo alianzas con otras expresiones políticas como Alternativa Democrática Nacional (ADN) y Foro Nuevo Sol (FNS), y también tuvo enfrentamientos diversos con otras corrientes, particularmente con Izquierda Democrática Nacional (IDN), que como tal fue su principal opositora en la disputa por el control del partido, así como también con Andrés Manuel López Obrador y las corrientes que le eran afines.
El origen de la corriente NI es muy heterogéneo. La mayor parte de sus integrantes provienen de una escisión del desaparecido Partido Socialista de los Trabajadores en la década de los años ochenta del siglo XX, que dio origen al Partido del Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional, de corta vida, ya que sus integrantes se sumaron a los esfuerzos de unidad del Partido Mexicano Socialista, como Jesús Ortega y Carlos Navarrete. A NI se adhirieron también grupos como Línea Proletaria, surgido a raíz de la amnistía decretada a los grupos guerrilleros en el marco de la reforma política de 1977; la Organización Revolucionaria Punto Crítico, que nació en 1983 en torno a la revista denominada Punto Crítico; ex guerrilleros de la Liga Comunista 23 de Septiembre, como Jesús Zambrano; ex maoístas del Movimiento Revolucionario del Pueblo y de la Organización de Izquierda Revolucionaria Línea de Masas; así como antiguos integrantes de los para entonces desaparecidos partidos Comunista Mexicano y Mexicano de los Trabajadores.
Como corriente, NI se creó formalmente en octubre de 1999 en una reunión realizada en Tlaxcala, a la cual asistieron militantes y dirigentes que tenían como propósito la reorganización del PRD con miras al proceso electoral federal del año 2000. Se manejó como una izquierda moderna, con nuevas ideas, valores y actividades que buscaba eliminar vicios originales y los que se fueron gestando en los primeros diez años de vida del partido. Se manifestó contra el liderazgo centralizado en la figura de Cuauhtémoc Cárdenas y a favor de fortalecer la institucionalización del partido. Se definió como una izquierda propositiva a favor de México y del PRD como instrumento de transformación del país.
Tiene como referente a los partidos socialdemócratas europeos que priorizan el espacio parlamentario para influir en las políticas públicas y buscan acceder al poder por la vía electoral. Sus líneas de acción son la transición pactada y gradual hacia la democracia, así como la negociación política. Muestra proclividad a hacer alianzas al interior del PRD con otras corrientes, y fuera del partido con otras fuerzas políticas de cualquier índole que consideren efectivas para conseguir sus fines, aún cuando estas alianzas sean con grupos que tienen ideologías y planteamientos políticos diferentes.
Dentro del PRD la corriente NI es la más moderada en cuanto a su accionar político, alejada de la movilización social, siendo una izquierda parlamentaria en busca de alianzas pragmáticas para cada coyuntura, con un gran aparato y una gran capacidad de organización que le ha permitido lograr fines tales como candidatos, posicionamientos y acuerdos, además de ganar espacios dentro de la estructura del partido, en los ámbitos local, estatal y federal (Rojas, 2012).
Se autodefine como una izquierda para la cual la democracia no debe ser solamente una estrategia política, sino además una forma de vida. Debe ser libertaria y socialdemócrata. Concibe que la izquierda debe acceder al poder ganando elecciones, acercándose a otros grupos proponiendo y negociando. Plantea que el cambio sólo se logra por la vía institucional. Como opción política ofrece la alternativa de reiniciar el proceso de transición e impulsar una profunda reforma del Estado. No comparte la visión de que la confrontación es la única forma de hacer política, pero tampoco se niega a la movilización popular (aunque no la practica), para defender la libre expresión de las ideas o protestar ante las injusticias y abusos de poder.2
En NI existe desde sus orígenes una disciplina muy marcada basada en su lealtad interna por encima de la que se debería de tener al partido, lo que ha hecho que sea la corriente más fuerte al interior del PRD, ya que a lo largo de su historia no ha sufrido escisiones fuertes que pongan en peligro su existencia. Sus principales dirigentes han sido Jesús Ortega, Jesús Zambrano, Carlos Navarrete y José Guadalupe Acosta Naranjo. Estos dos últimos recientemente se han distanciado de ella.
En las elecciones internas del PRD de 1999, 2002 y 2008, NI buscó hacerse de la dirigencia nacional del partido, en todos los casos postulando como su candidato a Jesús Ortega, el líder nato de esta corriente. En los dos primeros casos logró hacerse de la secretaría general, el segundo cargo en importancia dentro del partido. Obtuvo la dirigencia nacional del partido hasta 2008, pero de una manera muy cuestionada pues fue por mandato del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), producto del conflicto más intenso al interior del PRD, en la elección entre Jesús Ortega y Alejandro Encinas, de Izquierda Unida (IU). Se extendió por meses y la disputa llegó al grado de que la decisión final sobre quién debería ocupar la dirigencia nacional recayó en el Tribunal.
Desde entonces y hasta la renuncia de Carlos Navarrete a la dirigencia nacional del PRD en 2015, NI se convirtió en la corriente hegemónica, pues no sólo controló ininterrumpidamente la dirigencia nacional, sino también otros órganos de toma de decisiones como el Consejo Nacional y también llegó a ser mayoría en los congresos nacionales que se realizaron en ese periodo (Juárez, 2015).
Nueva Izquierda como la corriente dominante del PRD después de 2006
Pasadas las elecciones de 2006, en que el PRD junto con otros partidos políticos como el Partido del Trabajo (PT) y Convergencia postularon la candidatura de Andrés Manuel López Obrador, éste denunció lo que consideró un fraude electoral en su contra, por lo que realizó una serie de movilizaciones que por la forma en que se dieron hicieron que se distanciaran de algunas corrientes del PRD, particularmente de NI, la cual no estuvo de acuerdo con la estrategia de protesta post electoral.
A finales de 2007, pese al rechazo de López Obrador NI, ADN y FNS unieron sus fuerzas para que los legisladores perredistas pertenecientes a estas corrientes votaran a favor de la reforma electoral que rechazó las coaliciones entre partidos, lo cual afectó a los minoritarios, entre ellos al PT y a Convergencia, sus aliados en 2006 y con quienes conformaba el Frente Amplio Progresista (FAP).3 El distanciamiento más fuerte se dio cuando NI rechazó sumarse al movimiento de López Obrador y el FAP en defensa del petróleo como recurso de la nación, por lo que éste afianzó su cercanía con el PT y Convergencia (Vergara, 2011).
La intención de NI de hacerse de la conducción del PRD se hizo evidente a partir de que realizó su Congreso Nacional el 16 y 17 de febrero de 2007, para incidir en la línea política del partido. Sus integrantes partieron del diagnóstico de que el pacto que dio origen al PRD en 1989 estaba agotado, por lo que proponían marcar la estrategia que debería enarbolar el partido, revisar su entramado institucional y sus normas de funcionamiento, sin entrar en un enfrentamiento con las otras corrientes del partido. Para NI era necesario fortalecer al PRD y hacer crecer su institucionalidad, ya que de lo contrario las corrientes y los líderes carismáticos se seguirían imponiendo. Por lo anterior acordó promover un partido por encima de las corrientes y de sus dirigentes, señalando que era mejor la decisión colectiva, el debate abierto y los órganos horizontales, que hacer que las decisiones se tomaran por fuera de las instancias del partido o por un solo hombre (Galán, 2007).
El primer nombre que se manejó para dirigir al PRD en sustitución de Leonel Cota, fue el de Alejandro Encinas, a propuesta de la corriente Unidad y Renovación (Unyr), por considerar que podría aglutinar al partido y no distanciarlo de López Obrador. Para los integrantes de este grupo, si Encinas no llegaba a la presidencia nacional del PRD se corría el riesgo de que quien lo hiciera marcara distancia con el ex candidato presidencial, a quien expresaron todo su apoyo por encabezar un movimiento como un frente social amplio que iba más allá del partido. La posición de Unyr fue contraria a la expresada por NI, la cual previamente había realizado en su congreso una autocrítica del PRD y una crítica hacia López Obrador, de quien se percibía la intención de deslindarse (Romero, 2007).
El X Congreso Nacional del PRD se realizó en la ciudad de México del 16 al 19 de agosto de 2007, dividido entre dos posiciones y bloques: por un lado, NI, ADN y parte de FNS,4 que sería la tendencia negociadora y que apoyaba a Jesús Ortega a la dirigencia nacional del PRD; por el otro, el Frente Político de Izquierda (FPI), más proclive a las propuestas de López Obrador y conformado por corrientes como IDN, Izquierda Social (IS), la otra parte de FNS, Unyr y Movimiento de Base Insurgente, que se pronunciaron por apoyar la candidatura de Encinas. Durante el Encuentro Nacional para la Renovación de la Izquierda surgió el movimiento IU, en sustitución del FPI. El primer grupo logró llegar al congreso con el mayor número de delegados.
Para este momento NI ya era la corriente dominante del PRD, ya que, en términos de potencialidad política, fue la que después de las elecciones de 2006 se reposicionó y comenzó a marcar el rumbo del partido. Jesús Ortega jugó un papel importante en la creación del FAP (conformado por el PRD, el PT y Convergencia), e inclusive fue su primer coordinador general. Eran los integrantes de esta corriente los que ocupaban las posiciones clave en el partido y en las instancias legislativas: Carlos Navarrete como coordinador de los senadores, Ruth Zavaleta como presidenta de la mesa directiva de la Cámara de Diputados en el segundo año de la LX legislatura; Víctor Hugo Círigo como presidente de la mesa directiva en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, y José Guadalupe Acosta Naranjo en la Secretaría General del partido.
La crisis interna de 2008 y la presidencia interina de Acosta Naranjo
El proceso del PRD para elegir tanto a su dirigencia nacional como a las estatales realizado el 16 de marzo de 2008, derivó en una crisis de tal magnitud que los resultados oficiales se dieron hasta muchos días después de haberse realizado los comicios. Los problemas de la elección interna del PRD fueron evidentes desde antes de la jornada electoral, pues se habían denunciado desde inconsistencias en el padrón hasta propaganda ilegal, así como los acuerdos que establecieron algunos grupos del partido con gobiernos priistas y panistas.
Con el 83.95 % de las casillas contabilizadas (el mínimo legal era del 80 %, según los estatutos del PRD), sin tomar en cuenta casillas no instaladas e impugnadas tanto por NI como por IU, los resultados arrojaron un apretado triunfo de Alejandro Encinas con 488 mil 260 votos, contra 457 mil 762 de Jesús Ortega, quien se negó a reconocer este resultado por considerar que faltaban votos por contabilizar, los cuales, a su juicio, lo beneficiaban, por lo que su corriente criticó la actitud de la dirigencia nacional del PRD, de dar a conocer los resultados y dar por ganador a Encinas sin que se hubieran computado todos los votos.
En este mismo contexto, el 21 de abril concluyó el periodo de Leonel Cota al frente del PRD, sin que hubiera un nuevo dirigente, razón por la cual para evitar un vacío legal, los dos grandes bloques que se disputaban la dirigencia nacional nombraron en el pleno extraordinario del Consejo Nacional del PRD a dos representantes legales (uno por cada grupo), recayendo este encargo en el senador Graco Ramírez, de NI, y en el diputado Raymundo Cárdenas, de IU, cuya función concluiría cuando tomara posesión la nueva dirigencia nacional (Muñoz y Méndez, 2008a).
Con la ausencia de los consejeros de IU, el Consejo Nacional del PRD realizado el 4 de mayo de 2008 nombró a Guadalupe Acosta Naranjo y Marta Dalia Gastélum como presidente nacional y secretaria general sustitutos, respectivamente. Los consejeros que participaron en la designación de la dirigencia interina pertenecían a NI, que apoyaban a Jesús Ortega. Se acordó que tanto Acosta Naranjo como Gastélum se mantendrían al frente del partido hasta que terminara el conteo de los votos y se declarara un ganador en la contienda interna del partido. Con esto, Acosta se convirtió oficialmente en el noveno dirigente nacional del PRD (y el primero de NI), al ser reconocido por el Instituto Federal Electoral (IFE) como presidente sustituto, y Martha Dalia Gastélum como secretaria general. Pese a la impugnación interpuesta por IU, a juicio del IFE no hubo irregularidades en la decisión que se había tomado en el Consejo Nacional del partido ante la notoria falta del quórum reglamentario. Con estos nombramientos y por la forma en que se realizaron se ahondaron más las diferencias entre las corrientes perredistas.
Debido a los cuatro recursos de inconformidad interpuestos por Jesús Ortega ante el TEPJF (según él por la manera en la que el Comité Técnico Electoral había realizado el conteo de los votos y la forma en que la Comisión de Garantías y Vigilancia validó la elección), los magistrados por unanimidad revocaron el triunfo que se le había otorgado a Alejandro Encinas, al ordenarle a dicha comisión concluir el cómputo total de los votos en un plazo no mayor a 120 horas. Esto obligó al Comité Técnico Electoral del PRD a presentar el 9 de mayo de 2008 el 100 % de los resultados electorales, aún los de las casillas donde hubo irregularidades. Conforme a estas cifras, se dio un vuelco al quedar Ortega con 557 mil 729 votos y Encinas con 541 mil 515, es decir, con 16 mil 214 votos de ventaja en favor del primero, equivalentes al 1.24 % del total (Urrutia y Martínez, 2008).
Alejandro Encinas no aceptó la secretaría general que, de acuerdo con los estatutos del PRD, le correspondía por el porcentaje de votación obtenido, por lo que este cargo fue ocupado por Hortensia Aragón, de la corriente FNS, quien había sido compañera de fórmula de Encinas, argumentado que si bien tampoco estaba de acuerdo con el resolutivo del TEPJF, existía la necesidad de las diversas fuerzas perredistas de sentirse representados dentro del partido (Bolívar, 2008).
La dirigencia de Jesús Ortega (2008-2011)
En el Consejo Nacional del PRD realizado el 29 y 30 de noviembre de 2008, el bloque NI/ADN consumó el control del partido en la etapa en que Jesús Ortega fue su presidente nacional, al quedarse con el 60 % de los cargos de consejeros nacionales y de integrantes de la Comisión Política Nacional, dejando el 40 % restante para los integrantes de otras corrientes (Muñoz y Méndez, 2008b). Sin embargo, a partir de la llegada de Ortega a la dirigencia nacional comenzó a darse la renuncia de algunos militantes, como fue el caso de tres mil perredistas del estado de Morelos identificados con la causa de López Obrador, que se pasaron a las filas de Convergencia. Su argumento era que no coincidían con la dirección nacional de Ortega ni con las posiciones de la corriente NI. También se dio una renuncia importante de militantes del PRD en el estado de México (Morales, 2008). Inclusive, al oficializarse el nombramiento de Ortega, el PT y Convergencia rechazaron aliarse con el PRD dirigido por NI para los comicios de 2009, por su colaboracionismo con el gobierno federal y no mostrarse como una verdadera oposición propositiva.
Uno de los primeros retos a los que se enfrentó la nueva dirigencia nacional del PRD con NI a la cabeza, fue el de su participación en los comicios federales de 2009 en el que, por mayoría, los consejeros nacionales aprobaron que el partido participara sin alianzas, lo cual fue criticado por el Partido Socialdemócrata, pues contaba con la alianza con el PRD, dada su cercanía con NI. Para la selección de candidatos las corrientes y los liderazgos estatales y nacionales acordaron buscar candidatos de unidad y evitar, en la medida de lo posible, la elección interna.
Cabe señalar que los resultados del PRD en las elecciones federales intermedias de 2009 para renovar la Cámara de Diputados, fueron de los más bajos que haya obtenido el partido, ya que sólo ganó en 39 distritos electorales (obteniendo 4 millones 231 mil 342 sufragios equivalentes al 12.20 % de la votación total), con 32 diputados plurinominales adicionales por el porcentaje de votación obtenida, por lo que sumó 71 integrantes. Bajó su número de diputados al pasar de 126 legisladores que tenía en la LX Legislatura que inició en 2006, a tan sólo 71.
En un balance del Consejo Nacional del PRD sobre los magros resultados de la contienda electoral de 2009, se concluyó que la derrota se debió a dificultades internas y manipulaciones externas. El primer factor se atribuyó al desencuentro entre las organizaciones de la izquierda electoral y la diferencia de apreciación entre las corrientes IU y NI sobre el papel desempeñado por López Obrador. Para la primera de estas corrientes fue un error haberse confrontado con el ex candidato presidencial y no haber reconocido su liderazgo (Garduño, 2009).
En diciembre de 2009 se realizó el XII Congreso Nacional del PRD con pretensiones fallidas de ser refundacional y en el que se acordó por parte de varias corrientes opositoras a NI pedir la renuncia de Jesús Ortega a la dirigencia nacional del partido, una vez que concluyeran las elecciones estatales de 2010. Entre los principales puntos de acuerdo destacó la búsqueda de la reunificación de la militancia más allá de las corrientes, mediante la reestructuración territorial en comités de base seccionales, sin distingo de los grupos o corrientes a los que se perteneciera, como un punto de partida para buscar que dejaran de ser estructuras paralelas al partido. Si bien no se contempló la desaparición de las corrientes, se buscó su reglamentación, por lo que éstas deberían registrarse formalmente ante el Consejo Nacional, tener una publicación bimensual donde expresaran su ideario y estuvieran sujetas a una permanente revisión de sus recursos por parte de una comisión de fiscalización y vigilancia ética.
Con base en lo acordado en este Congreso, se realizó el registro oficial a partir de marzo de 2010 denominadas “expresiones de opinión” del partido, a las que se les siguió conociendo como corrientes, lo que evidenció el reacomodo, el rescate y la escisión de grupos. Las expresiones de opinión que en ese momento se registraron ante las instancias partidistas fueron:
Nueva Izquierda, registrada por Miguel Barbosa, acompañado de Carlos Navarrete, Jesús Zambrano, y José Guadalupe Acosta Naranjo, quienes dijeron tener el apoyo inicial de 400 congresistas. Esta expresión se manifestó a favor de la política de alianzas para formar amplios frentes opositores en algunos estados con el PAN, pero sin que esto significara una alianza con el gobierno de Felipe Calderón, sino simplemente para eliminar cacicazgos e impulsar transiciones democráticas en entidades como Hidalgo, Oaxaca y Durango.
Izquierda Democrática Nacional, registrada por Dolores Padierna, contando con el aval de cerca de 400 congresistas, para la cual no debería existir ninguna alianza estratégica con el PAN, ya que según dijo, lo que se autorizó en el Congreso y ratificó el Consejo Nacional por única vez, fue un permiso para llevar candidaturas comunes con otros partidos en algunos Estados y sólo para las elecciones de 2010.
Democracia Social, una nueva expresión registrada por Carlos Sotelo, anteriormente integrante de NI, con el aval de 63 congresistas, quien se pronunció en contra de la política de alianzas que seguía la dirigencia nacional del PRD, por considerar que con esto se ponía en riesgo la identidad de la izquierda.
Alternativa Democrática Nacional, registrada por Héctor Bautista, la cual tiene amplia presencia en el Estado de México, para quien debería revalorarse el papel de las alianzas.
Foro Nuevo Sol, registrada por Eloi Vázquez, quien se pronunció a favor de las alianzas.
Izquierda Renovadora en Movimiento, registrada por José Antonio Rueda, Martha Dalia Gastelum y Miguel Elías Moreno Brizuela, grupo que al registrarse como expresión dijo no tener una posición definitiva sobre las alianzas.
Red Unidad Nacional de las Izquierdas, registrada por Alfonso Ramírez Cuéllar y Pablo Gómez, entre otros -a la cual pertenecían también Alejandro Encinas y Alejandra Barrales-, se manifestaron en contra de las alianzas.
El Frente Amplio de Reconstrucción, registrado por Arturo Herviz, también un desprendimiento de NI por no estar de acuerdo por la política de alianzas.
Unidad Democrática Nacional, registrada por los ex militantes del Partido del Trabajo recientemente afiliados al PRD, encabezados por José Narro.
Unidad y Renovación, registrada por Armando Quintero, contraria a las alianzas con el PAN.
Izquierda Social, registrada por Martí Batres, contraria a las alianzas con el PAN.
Grupo Acción Política, sin registro de quiénes lo encabezan ni su posición respecto a la política de alianzas (Muñoz, 2010a y Muñoz, 2010b).5
Para las corrientes opositoras a NI se hacía necesario quitarle el control del partido por haberlo conducido a uno de sus niveles más bajos de aceptación entre la ciudadanía, por lo que plantearon como necesario recomponer y recuperar al PRD tanto de su caída electoral, como de su pérdida de rumbo como partido de izquierda y reinsertarlo como un partido de lucha que le diera continuidad al proyecto democrático nacional que le dio origen al PRD desde su creación en 1989 (Juárez, 2010).
En las elecciones realizadas el 4 de julio de 2010 para renovar algunas gubernaturas, el PRD participó en alianza con el PAN en varias de ellas, obteniendo el triunfo sólo en tres de las 12 que se disputaron: Oaxaca, Puebla y Sinaloa. Lo que realmente hizo el PRD fue contribuir a revitalizar y apuntalar al PAN en algunas entidades donde tenía poca presencia o requería ampliar su margen de votación para disputarle espacios de poder al PRI.
El saldo real de las elecciones estatales para el PRD no es satisfactorio, ya que no obtuvo un triunfo propio, pues ninguno de los tres gobernadores ganadores postulados en alianza con el PAN y otros partidos como el PT y Convergencia eran de extracción perredista, ya que tanto el de Sinaloa como el de Puebla eran ex priistas y, en el caso de Oaxaca, era de Convergencia, por lo que el PRD por sí solo no ganó ninguna elección.
Los saldos de las elecciones estatales realizadas en 2010 dejaron al PRD en una situación de desdibujamiento ideológico y de debilidad como opción política opositora, pues debiendo estar al servicio de la transformación social del país en realidad se encontraba sumido en una crisis de representatividad, con ausencia de causas, banderas y fines distintos a la mera conquista y preservación de posiciones de poder. Esto fue una muestra de cómo la izquierda se desorienta y no tiene referentes ideológico-políticos consistentes (Rodríguez, 2013).
Las victorias pírricas pregonadas hacia afuera por la dirigencia nacional del PRD sobre lo que ésta consideró como alianzas exitosas con el PAN al ganar las gubernaturas de Oaxaca, Puebla y Sinaloa, se convirtieron en descrédito hacia NI al interior del PRD, pues a esta corriente se le calificó de colaboracionista y entreguista, ya que en esos casos los triunfos no fueron de militantes perredistas.
Ocho corrientes del PRD opositoras a la dirigencia nacional integraron un frente denominado Movimiento por la Recuperación del PRD con miras a la reunión del Consejo Nacional del partido realizado el 10, 11 y 12 de septiembre de 2010, con la intención de que se aprobara la convocatoria para renovar a la dirigencia nacional y se recuperara la línea política del partido, lo cual significaría acabar con las alianzas con el PAN.
Estas corrientes: IDN, Democracia Social, Grupo de Acción Política, IS, Redir, Red por la Unidad Nacional de las Izquierdas, Unyr y el Frente Amplio de Reconstrucción, señalaron que el PRD no estaba a la altura de los retos urgentes que planteaba la elección presidencial de 2012, ya que todavía no se había conformado lo que sería la columna vertebral del gran movimiento político electoral para buscar la presidencia de la República. Además consideraban que la dirección perredista encabezada por Jesús Ortega estaba caminando en sentido contrario de ese objetivo y se encontraba extraviada ideológicamente al haber convertido a la dirigencia nacional del PRD y a NI, la corriente de la cual formaba parte, en operadores políticos del gobierno de la derecha, y de ser un grupo colaboracionista y legitimador del gobierno de Calderón.
Por su parte, NI, FNS y ADN, afines a la dirigencia nacional, propusieron la continuidad de Ortega al frente del partido, siendo estas tres corrientes las que tenían el mayor número de integrantes del Consejo Nacional, por encima del número total de consejeros con que contaban las otras ocho corrientes.
Por esta razón se resolvió que aún cuando en el Congreso Nacional del PRD de diciembre de 2009 se había contemplado la posibilidad de que Ortega dejara la dirigencia nacional del partido una vez que concluyeran las elecciones de 2010, éste permanecería al frente del partido hasta marzo de 2011, y que sería en sesión del Consejo Nacional (de la que NI y sus simpatizantes eran mayoría) y no mediante elección de los militantes del partido, como se elegiría a la nueva dirigencia. Se acordó también que se mantendría la política de alianzas amplias, inclusive con el PAN (Muñoz, 2010c).
Con su política aliancista, la corriente NI hizo que se dejara de ver al PRD como el principal partido de izquierda en México. El “empanizamiento” de la dirigencia nacional del PRD, a la que se le empezó a denominar como “la izquierda azul” por su cercanía con el PAN, tuvo tendencias más al pragmatismo de la derecha que a las posiciones de izquierda, con lo cual dejó de verse como un partido opositor y propositivo. También, estas alianzas del PRD con el PAN marcaron un distanciamiento de NI hacia López Obrador, quien desde entonces aspiraba a la candidatura presidencial por el PRD pero se oponía a cualquier alianza con el PAN, por lo que se distanció de su partido e inclusive apoyó e hizo campaña a favor de algunos candidatos del PT y de Convergencia, con lo que le restó votos al PRD.
En la dirigencia de Jesús Ortega el PRD perdió presencia electoral, además de que el partido también perdió identidad y peso político, al mismo tiempo que desdibujó los valores y las causas de la izquierda. Dejó al PRD en crisis, dividido entre NI y sus aliados contra las corrientes afines a López Obrador, con grandes problemas para sobreponerse y con enormes dificultades para hacer un papel digno en la elección presidencial de 2012.
La dirigencia de Jesús Zambrano (2011-2014)
En el Consejo Nacional Extraordinario con carácter electivo realizado en marzo de 2011 para renovar la dirigencia nacional del PRD, se registraron tres fórmulas para buscar la presidencia nacional y la secretaría general, que fueron la de Jesús Zambrano y Camerino Eleazar, de NI y de ADN, respectivamente; la de Dolores Padierna y Gilberto Ensástiga, ambos de una alianza de ocho corrientes conocida como el G-8 (en sustitución de IU) y cercana a las posiciones de López Obrador; así como Armando Ríos Piter y Jesús Valencia, de la llamada Corriente Progresista, cercana a Marcelo Ebrard Casaubón, en ese momento Jefe de Gobierno del Distrito Federal.
Al no lograr ninguna de las tres planillas una mayoría calificada con más del 66 % de los votos de los consejeros presentes en una primera ronda (la fórmula encabezada por Zambrano obtuvo 154 votos, la de Padierna 111 y la de Ríos Piter 43), para alcanzar un acuerdo se estableció conformar una planilla única integrada por Jesús Zambrano para la presidencia y Dolores Padierna para la secretaría general, lo cual fue avalado por el 84.61 % de los 310 consejeros presentes, cumpliéndose así con los estatutos del partido.
Pese a esta negociación, persistieron los desacuerdos entre las corrientes, ya que mientras Zambrano y NI se manifestaron a favor de continuar con las alianzas con el PAN y alejarse del movimiento de López Obrador, Padierna y las corrientes agrupadas en el G-8 se manifestaban a favor de frenar los pactos con el PAN y mantenerse cercanos a aquél para que fuera el candidato del PRD a la presidencia de la República en 2012.
Estos desacuerdos se disiparon ya que uno de los resolutivos aprobados por unanimidad en este Consejo, fue no realizar alianzas electorales ni con el PRI ni con el PAN en las elecciones presidenciales de 2012, y formar un polo democrático y progresista para la transformación de la nación, que evitara la continuidad del PAN o la restauración del viejo PRI, así como construir la unidad en torno a un programa y un candidato común a la presidencia de la República (Muñoz y Méndez, 2011).
Los liderazgos del PRD llegaron a un acuerdo sobre la integración de la dirigencia nacional, nuevamente encabezada por NI, pero con ello no garantizaron su acercamiento con los militantes, los votantes y las causas ciudadanas. Se notó un partido distanciado de los movimientos sociales y carente de causas y banderas más allá de la preservación de los espacios de poder conquistados.
Como bien lo señaló Adolfo Sánchez Rebolledo (2011), con la elección de la nueva dirigencia tal pareciera que la división entre las corrientes se institucionalizó como medida de sobrevivencia de los grupos internos de poder en el PRD. Se evitó la fractura, pero no se resolvieron las controversias políticas fundamentales. Se perdió la discusión ideológica y la búsqueda de su identidad, para dar prioridad a la pugna táctica y aritmética por el control de los órganos de dirección.
Tras la elección de la dirigencia nacional perredista, NI ganó al seguir al frente del PRD, a la vez que perdió por ceder la secretaría general a IDN, la corriente que más contrapeso le hizo respecto a las políticas electorales aliancistas. Por su parte, el G-8 ganó posiciones en la dirigencia nacional, ya que bajo la conducción de Jesús Ortega no tenía espacios en el Comité Ejecutivo Nacional (CEN). Con esto, el PRD superó la crisis inmediata de una ruptura y pasó a la etapa de la negociación interna, con una nueva dirigencia que no sólo evidenciaba su división, sino que implicó un reacomodo de las fuerzas internas, en donde NI seguía siendo la corriente hegemónica no sólo por ser la mayoritaria junto con ADN y parte de FNS, sino porque era la que lograba marcar las directrices del partido aun con la oposición de la mayoría de las corrientes.
El Consejo Nacional del PRD realizado en abril de 2011, se hizo con la finalidad de conformar los órganos de gobierno y administración con base en los resultados de las elecciones de la dirigencia nacional, así como para ratificar una alianza que sólo incluyera a los otros dos partidos que junto con el PRD conformaron el Diálogo para la Reconstrucción de México (Dia),6 es decir, al PT y a Convergencia. Tras la cancelación de la pretendida alianza con el PAN, se presentó una reconciliación temporal entre López Obrador y la dirigencia nacional perredista.
El XIII Congreso Nacional del PRD se realizó en la ciudad de México el 20 y 21 de agosto de 2011, para diseñar la ruta crítica hacia el proceso electoral de 2012. Se caracterizó por los acuerdos entre las cúpulas de las principales corrientes integrantes del partido, por lo que la mayoría de los delegados al Congreso estuvieron fuera de la discusión y de la toma de decisiones. Uno de sus resolutivos más importantes fue aprobar lo que se denominó como una política de “amplias alianzas” que incluyera al movimiento de izquierda y a ciudadanos progresistas, sin el PAN y sin el PRI (Garduño, 2011).
Después de una encuesta para conocer quién de entre Marcelo Ebrard y López Obrador se encontraba mejor posicionado entre la ciudadanía, éste se convirtió en el candidato a la presidencia de la República en 2012 por la coalición denominada Movimiento Progresista, conformada por el PRD, el PT y el ya para entonces denominado partido Movimiento Ciudadano (antes Convergencia), así como el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), la base de apoyo propia de López Obrador.7
Con encuestas que previo a la elección lo ubicaban en segundo lugar, con una diferencia de 11 puntos en promedio y ante el resultado preliminar por parte del IFE con una diferencia desfavorable de cinco puntos la noche del mismo día de la elección del 1 de julio de 2012, López Obrador decidió esperar al escrutinio total de los votos antes de hacer un pronunciamiento y fijar una postura definitiva ante el resultado. No obstante, reiteró que durante la campaña no hubo la equidad que plantea la Constitución en cuanto a recursos económicos y al papel de los medios de comunicación, así como por la compra y coacción del voto (Muñoz y Garduño, 2012).
López Obrador y la coalición Movimiento Progresista impugnaron legalmente el resultado de las elecciones, por lo que consideró como el enorme cúmulo de irregularidades. Sin embargo, esta impugnación no tuvo éxito, por lo que las autoridades electorales reconocieron el triunfo de Enrique Peña Nieto, de la coalición Compromiso por México, conformada por el PRI y el PVEM.
En el Consejo Nacional del PRD realizado el 27 y 28 de julio de 2012 se acordó apoyar el plan propuesto por López Obrador, por lo que resolvió dar su apoyo a la demanda de invalidar la elección presidencial, y con sus propios recursos y en sus propios espacios ser parte activa de la lucha contra la imposición fraudulenta del presidente.
Al hacer un balance de los comicios del 1 de julio, el PRD reconoció lo que denominó como la “exitosa estrategia” de campaña de López Obrador, que se manifestó en una diferencia significativa entre los sufragios obtenidos para la presidencia y los conseguidos por los candidatos a diputados y senadores.8
En las elecciones de 2012 IDN fue la corriente que más creció, ya que obtuvo 36 diputaciones y seis senadurías, además de seis delegaciones y 15 asambleístas en la ciudad de México. Buen número de estas posiciones fueron ganadas por mayoría en los distritos electorales. Su dirigencia logró que ADN, la corriente mayoritaria en el Estado de México y que en esas elecciones obtuvo 16 diputados, pactara con ella y deshiciera su alianza con NI, que consiguió 32 diputaciones federales y cinco senadurías, principalmente ocupando espacios plurinominales (Hernández, 2012).
Mientras había quienes hacían planteamientos de unidad y fortalecimiento de la izquierda, las corrientes comenzaban la disputa por las coordinaciones parlamentarias en la Cámara de Diputados y el Senado, así como la secretaría general, cargo que dejó vacante Dolores Padierna por pasar a ocupar un escaño en el Senado. Por ello los líderes de IDN, ADN, una parte de FNS y Frente Nacional Patria para Todas y Todos se aliaron contra NI con la finalidad de restarle fuerza en la definición de estas posiciones.
Sin embargo, sin que fuera producto de una elección interna entre los futuros legisladores del PRD, sino más bien de una negociación, la mayoría de las corrientes del partido se doblegaron a la presión ejercida por NI y la parte de FNS con quien mantenía una alianza, y lograron imponer como coordinadores parlamentarios en el Senado a Miguel Barbosa, todavía en ese entonces integrante de la primera corriente9 y en la Cámara de Diputados a Silvano Aureoles, de la segunda.
Luego de una lucha de casi seis años entre la corriente NI y López Obrador por el control del partido, ésta terminó una vez que el ex candidato presidencial anunció su salida del PRD para buscar construir una nueva opción política para el país y una vez que a principios de septiembre Jesús Zambrano dejó entrever que su partido reconocería a Enrique Peña Nieto como presidente constitucional y que legisladores perredistas contrarios a López Obrador, entre ellos el coordinador de los diputados, declararon que estaban dispuestos a discutir y negociar las reformas que les enviara el Ejecutivo.
Jesús Ortega, principal cabeza de NI, festejó esta salida al considerar que a partir de ese momento el partido tendría una sola visión, un solo comportamiento y se acabaría con la división de posturas políticas (Zamudio, 2012).
El 2 de diciembre de 2012, al segundo día del gobierno de Enrique Peña Nieto, se firmó el Pacto por México entre el presidente y los dirigentes del PRI, del PAN y del PRD. Varias corrientes perredistas mostraron su descontento por la actitud asumida por Jesús Zambrano al haber firmado el pacto sin consultarlo con las instancias partidistas.
El argumento para que la corriente NI, a nombre del PRD, firmara el Pacto por México, fue que a su juicio 80 de sus 95 puntos coincidían con los planteamientos del partido y que, inclusive en algunos aspectos, rebasaba el proyecto presentado por los diputados del PRD al inicio de la LXII Legislatura (Venegas, 2012).
La participación del PRD en el Pacto por México afectó su rendimiento electoral, ya que como sucedió en las elecciones estatales de 2010, en 2013 la dirigencia nacional perredista comandada por NI también apostó por una alianza con el PAN, la cual no fue apoyada por varias de las corrientes ni por los seguidores del partido, quienes manifestaron su desacuerdo no votando o votando por otras opciones políticas diferentes al PRD, como lo reflejó su baja electoral. En los comicios para renovar diputaciones locales, presidencias municipales y una gubernatura, la de Baja California (que fue retenida por el PAN en alianza con el PRD), al PRD no le funcionó la estrategia de moderación y colaboracionismo practicada por su dirigencia nacional, pues tuvo una caída electoral muy significativa al pasar de ser segunda fuerza electoral en 2012 a la tercera en 2013. A esto debe sumarse la salida del PRD de López Obrador y de sus seguidores para formar MORENA.
La baja electoral del PRD en 2013 fue producto de sus pugnas internas, su desdibujamiento ideológico y programático, su distanciamiento de los movimientos sociales, su falta de causas y banderas y sus alianzas electorales con el PAN. En vez de aprovechar el capital político que representaba haber sido la segunda fuerza en el proceso electoral federal de 2012 junto con sus aliados de izquierda, y de buscar capitalizar el sentimiento de hartazgo social con los gobiernos panistas y priistas de los últimos años, la dirigencia perredista encabezada por NI se alineó con los intereses del gobierno y dejó de ser el punto de referencia de la oposición al modelo económico vigente, a las reformas estructurales que lo acompañaban, a la falta de democracia y representatividad y a la crisis moral de las instituciones en su conjunto. Esto hizo que en el PRD se percibiera falta de rumbo como opción de izquierda y un alineamiento con el gobierno federal y su partido, que lo dejó ver como una oposición débil y sin alternativa, lo que se reflejaría más tarde en el proceso electoral de 2015.
En la reunión anual de la coordinación nacional de NI realizada en 2013, se presentó un diagnóstico en el que se reconoció que en el PRD existía un serio problema de identidad, derivado principalmente de lo que se consideraba como mantenerse atados a un desgastado, anacrónico e ideologizado pensamiento de la vieja izquierda autoritaria. Consideró que el partido se encontraba en una especie de limbo partidario, toda vez que no se dejaba ir de manera definitiva el sistema del caudillismo, pero tampoco se lograba construir una nueva estructura organizativa con institucionalidad democrática.
En este diagnóstico sobre la situación de la izquierda y del partido, NI reconoció que la cohesión interna del PRD se basaba en el resguardo de intereses particulares y estaba atrapado en un mar de ambiciones particulares o de grupo. Consideró que los estatutos del partido eran disfuncionales y contradictorios con la realidad. Apuntó que el PRD no era un partido en el sentido clásico, sino un frente de liderazgos, organizaciones sociales y ciudadanos, muchos de ellos aislados entre sí, carentes de una clara identidad ideológica y programática, así como de mecanismos eficaces de cohesión orgánica. Concluyó que los cambios hechos a la estructura organizativa del PRD no habían logrado terminar con su herencia antidemocrática, lo que propició el “fraccionalismo”, el “grupismo” y la dispersión. Asumió que en general los órganos colectivos institucionales no funcionaban y eran sustituidos por los liderazgos de las corrientes, los cuales eran en realidad la estructura para la toma de decisiones, limitándose éstos a negociar posiciones y candidaturas. Cada posición implicaba una negociación y cualquier negociación fracasada era un conflicto, un amago de división. Por ello, de cara al siguiente Congreso Nacional del PRD, la corriente NI consideraba que se estaba ante la posibilidad de hacer una renovación integral del partido (Muñoz, 2013a y Muñoz, 2013b).
En el XIV Congreso Nacional del PRD realizado en Oaxtepec, Morelos, del 21 al 24 de noviembre de 2013, NI y corrientes afines a ella lograron imponer la línea política a seguir en el partido y hacer cambios en los estatutos que fueron acordados por una cúpula que sesionó al margen de las mesas de trabajo que sostuvieron el grueso de los congresistas. Se acordó que la elección de la siguiente dirigencia nacional fuera por delegados consejeros en calidad de electores y no por consulta abierta a los simpatizantes y militantes del partido, como lo proponían corrientes contrarias. Se reformaron los estatutos para permitir que un militante que ya había dirigido al partido pudiera volver a hacerlo.
A diferencia de lo que se manejaba previo al Congreso, también se acordó mantenerse en el Pacto por México, pero con la advertencia de que el PRD se retiraría de él si se aprobaba la reforma energética propuesta por el gobierno federal, o si este mecanismo era utilizado a favor de cualquier interés particular, individual, partidario, de grupo o gremial y se sobrepusiera al interés del país (Gómez, 2013a y Gómez, 2013b).
Los tres perredistas que manifestaron interés por buscar la dirigencia nacional al concluir el mandato de Jesús Zambrano fueron Carlos Sotelo, Marcelo Ebrard y Carlos Navarrete. Sin embargo, conforme fue pasando el tiempo y una vez que el IFE avaló los nuevos estatutos del partido para permitir la reelección en la dirigencia nacional, varias corrientes encabezadas por IDN propusieron postular como candidato de unidad a Cuauhtémoc Cárdenas. Éste aceptó esa posibilidad siempre y cuando su designación fuera por consenso y no producto de una elección interna.
El Consejo Nacional del PRD realizado el 21 y 22 de marzo de 2014 acordó prácticamente por unanimidad, pues sólo hubo una abstención y un voto en contra, prorrogar el mandato de la dirigencia encabezada por Jesús Zambrano, hasta que se eligiera a la próxima presidencia nacional y secretaría general. Esto, ante el argumento legal de que había jurisprudencia establecida por el TEPJF en el sentido de que ningún partido podía quedar sin dirigencia y de que, automáticamente, por no haber existido condiciones que permitieran su renovación en los plazos establecidos, operó una prórroga en tanto el consejo tomaba una decisión al respecto. Cabe precisar que esto se presentó por la tardanza del IFE en aprobar los nuevos estatutos del PRD, y a partir de esto elaborar los nuevos reglamentos internos, con base en los cuales se realizaría la renovación de su dirigencia.
Se discutió el método para elegir a la siguiente dirigencia nacional, en que NI, ADN y parte de FNS propusieron un mecanismo de elección indirecta, es decir, que fueran los consejeros, y no la militancia, quienes eligieran con su voto a la nueva dirigencia, por lo que se vio afectada su vida interna democrática. Como estas tres corrientes tenían la mayoría de las posiciones en el Consejo Nacional, quedó claro que su postura era ir en contra de la candidatura de unidad de Cuauhtémoc Cárdenas y de quienes habían pedido que si éste no aceptaba entonces hubiera una elección directa de todos los perredistas, como era la propuesta de Ebrard y Sotelo, dos de los aspirantes a dirigir los destinos del partido.
El polo del PRD que propuso la candidatura única de Cárdenas hizo un frente para impulsarlo, integrado por las corrientes IDN, Movimiento Progresista, Frente Patria Digna, Izquierda Renovadora en Movimiento y Unidad Democrática Nacional, para quienes el ingeniero era el activo más importante con el que contaba el PRD, ya que sólo con la unidad se podrían superar las debilidades del partido.
No obstante, por mayoría calificada se aprobó el método indirecto para la elección de la dirigencia nacional del PRD prevista para el 30 de agosto de 2014, por lo que sólo votarían los consejeros nacionales (Muñoz y Saldierna, 2014a y Muñoz y Saldierna, 2014b). Con esto se apuntó un triunfo la corriente NI, promotora de este método, y su líder nacional, Jesús Ortega, rechazó que sólo Cuauhtémoc Cárdenas fuera capaz de lograr la unidad del PRD, por lo que se manifestó en contra de la candidatura única y que en la dirigencia del partido se colocara a alguien por encima de la militancia. Por eso dijo que la corriente que encabezaba, de la que habían salido los últimos tres presidentes nacionales del partido, seguiría buscando posiciones al interior del PRD (Venegas, 2014).
El Consejo Nacional del PRD realizado a principios de julio de 2014 aprobó que el Instituto Nacional Electoral (INE), que sustituyó al IFE, organizara sus comicios internos para el 7 de septiembre de 2014, con un costo de 90 millones de pesos con cargo a las finanzas del partido. Fue por ello que la dirigencia nacional del PRD y las autoridades del INE firmaron el convenio para organizar sus comicios internos, donde se elegirían consejeros nacionales e integrantes del Congreso Nacional (para que a su vez estos eligieran al CEN). Esto se hizo así a petición de la dirigencia nacional del PRD con el objetivo de dar certeza a la participación de los afiliados, simpatizantes y contendientes en la elección interna (Hernández, 2014). Así, el 7 de septiembre de 2014 se realizó la primera elección interna partidista organizada por el INE. El acuerdo consistió en que el órgano electoral daría a conocer los resultados de la votación, mientras que la asignación de los cargos específicos con base en ese resultado sería responsabilidad del propio partido.10
Producto de la elección del Consejo Nacional, la corriente NI, junto con ADN, FNS y en ese momento también Vanguardia Progresista, mantuvieron el control del PRD por haber obtenido casi el 60 % de la votación, suficiente para poder nombrar al presidente nacional y secretario general del partido. Las otras corrientes participantes, como IDN, Patria Digna y Movimiento Progresista, entre otras, quedaron con pocas posibilidades de ocupar cargos en la estructura de dirección partidista (Román y Posada, 2014). Esta elección interna sólo sirvió para hacer un reparto interno de espacios de poder, donde la corriente hegemónica siguió siendo NI.
A partir de los resultados de su elección interna, las corrientes del PRD colocaron en el Consejo Nacional a sus principales cuadros políticos. De los 320 lugares, 119 correspondieron a NI. ADN logró 71 posiciones, IDN contó con 52 consejeros, FNS tuvo 25 lugares, Patria Digna 19, la Coalición de Izquierda 13 y Movimiento Progresista dos. Además de los 320 consejeros elegidos por la militancia, otros 60 fueron votados por el Congreso Nacional. Los ex presidentes nacionales, gobernadores, ex gobernadores, diputados federales, senadores e integrantes de la dirigencia nacional también tuvieron un espacio asegurado (Estrada, 2014). A todos ellos correspondería elegir a la nueva dirigencia nacional del partido.
La dirigencia fallida de Carlos Navarrete (2014-2015)
El 5 de octubre de 2014 se realizó la sesión del Consejo Nacional en la que Carlos Navarrete, de NI, asumió la presidencia nacional del PRD y Héctor Bautista, de ADN, la secretaría general, cuya fórmula alcanzó 259 votos de los consejeros nacionales presentes, es decir, el 72.96 %, mientras que la fórmula integrada por Carlos Sotelo y Gilberto Ensástiga obtuvo 26 votos, registrándose 11 votos nulos. Por su parte, los 59 consejeros integrantes de la corriente IDN se abstuvieron de votar. Durante esta sesión también se integró el CEN y se nombraron a los dirigentes de diversos órganos jurisdiccionales, los cuales fueron resultado de una negociación entre las corrientes (Padilla, 2015b).
En una carta dirigida a los militantes y a los integrantes del CEN del PRD, Cuauhtémoc Cárdenas demandó la renuncia de la nueva dirigencia nacional, como una medida para contener la pérdida de credibilidad de ese partido. Esto derivado de la crisis por la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, en Guerrero. Acusó que bajo la dirigencia de NI, el partido había tenido prácticas clientelares y sectarias, alianzas electorales equívocas, corrupción y líneas políticas contradictorias, en que sus dirigentes habían perdido autoridad moral y los militantes reales y comprometidos habían disminuido en toda la República.
Ante este escenario, consideró que los perredistas deberían plantearse una profunda reforma estatutaria que modificara el esquema de la toma de decisiones y desterrara las corrientes. Por ello, al pedir la renuncia de todo el CEN proponía la integración de una dirección provisional con representación real de bases regionales y de corrientes de opinión representativas de la pluralidad política e ideológica del partido. Esta dirigencia temporal debería convocar a un Congreso Nacional que estableciera nuevos estatutos y bases programáticas e ideológicas (Guerrero, 2014). Esta propuesta de Cárdenas fue avalada por grupos importantes como IDN y Movimiento Progresista, pero no se concretó.
Después de una reunión pública con la dirigencia nacional del PRD encabezada por Carlos Navarrete, Cárdenas renunció al partido que fundó en 1989, dirigió en sus primeros años de existencia, fue su líder moral y candidato presidencial. Esta renuncia irrevocable fue por desacuerdos con la forma de conducción del partido y decisiones tomadas por el CEN, por la implantación de un sistema de cuotas y pesos relativos que influyeron en las oportunidades de participación en procesos internos y externos a los propios miembros del partido, así como por tener profundas diferencias de visiones acerca de cómo enfrentar los problemas del partido, en particular las medidas que se deberían adoptar para recuperar la credibilidad de la organización y de sus dirigentes ante la opinión pública, indispensables para lograr su reposicionamiento como una verdadera opción política de carácter y alcances nacionales y única forma de serle útil al país (Muñoz y Saldierna, 2014c). La salida de Cárdenas de las filas del PRD fue acompañada posteriormente, y por las mismas razones, por los senadores Alejandro Encinas y Mario Delgado, entre otros. Aunque importante por tratarse del fundador del partido, su salida no fue acompañada de las corrientes y militantes en los que todavía influía, pues aunque formalmente todavía militaba en las filas perredistas se encontraba muy distanciado de su acontecer interno.
Con miras al proceso electoral de 2015, el Consejo Nacional Electivo del PRD aprobó la lista de candidatos plurinominales que tenían asegurado llegar a la Cámara de Diputados, de la cual fueron excluidos tanto Marcelo Ebrard,11 de la corriente Movimiento Progresista, la cual no obtuvo ningún espacio, y René Bejarano, de IDN, que sólo obtuvo cuatro espacios con posibilidad de triunfo. Los elegidos fueron en su mayoría candidatos de NI y de ADN, las corrientes con mayor peso en el partido, por lo que les correspondieron los primeros lugares de las cinco circunscripciones y con ello aseguraron el acceso a la Cámara de Diputados a los ex presidentes del partido Jesús Zambrano y Guadalupe Acosta Naranjo, ambos de NI.
Con esto el PRD se encerró en sí mismo, pues con las candidaturas a diputaciones plurinominales propuestas frenó la posibilidad de incluir en sus filas a especialistas, técnicos, académicos o personajes peculiares que le dieran lustre al partido y prefirió conceder esos lugares privilegiados a segmentos de su burocracia tradicional, a representantes de las corrientes hegemónicas, sin abrirse a perfiles de la sociedad civil.12
Como resultado de las elecciones federales de 2015, el PRD quedó en tercer lugar, después del PRI y del PAN, disminuyendo considerablemente su votación, al alcanzar sólo 61 curules en la Cámara de Diputados. Este resultado generó descontento de militantes y corrientes del partido hacia su dirigencia, por considerar que los factores que incidieron en ello fueron la falta de democracia interna, un desplazamiento del partido a la derecha a partir de la firma del Pacto por México, las elecciones internas de 2014 para renovar su dirigencia y la crisis tras la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa (Muñoz, 2015a).
Todo esto propició que en el Consejo Nacional del PRD realizado el 7 y 8 de agosto de 2015, la dirigencia nacional encabezada por Carlos Navarrete, presentara su renuncia al cargo tras reconocer que de no darse una transformación profunda el partido corría el riesgo de extinguirse. Se dio en el momento en el que vivía una crisis interna y como producto de varias fracturas que comenzaron con la salida de López Obrador y la creación de MORENA; la salida de Cuauhtémoc Cárdenas y Marcelo Ebrard junto con otros dirigentes, legisladores y afiliados. Afectó también el hecho de cerrar espacios a candidaturas externas, lo que debilitó la competitividad del partido, además de que desde 2012 existía distanciamiento y mala relación con otras fuerzas de izquierda como MORENA y Movimiento Ciudadano.
Junto con la renuncia anticipada de Navarrete, el Consejo Nacional también aceptó la de los otros 21 integrantes del CEN, para dejar todos ellos su cargo a más tardar en octubre de 2015, es decir, dos años antes del periodo para el que fueron elegidos y previo a la realización del Congreso Nacional propuesto para ese mismo mes.
El XIV Congreso Nacional del PRD se realizó del 17 al 20 de septiembre de 2015, con la consigna principal de renovar su dirigencia nacional. Durante su realización la cúpula de NI recibió duras críticas de sus correligionarios, acusándola de colaboracionismo con el gobierno federal desde la firma del Pacto por México y por la falta de transparencia en el manejo de las prerrogativas destinadas a los comités estatales (Saldierna y Muñoz, 2015). Se aprobó que la dirigencia nacional sólo podía remover a los coordinadores de las fracciones parlamentarias en el congreso federal y en los estatales, si iban en contra de los postulados del partido. A propuesta de NI se acordó que los coordinadores parlamentarios no fueran parte del CEN (Muñoz y Pérez, 2015 y Padilla, 2015a).
Las reformas aprobadas en este Congreso fueron previamente consensadas entre los líderes de las corrientes. Quedó la impresión de que se pudieron haber hecho cambios más profundos, que recuperaran el papel del PRD como uno de los partidos más importantes de la izquierda mexicana, que se reorganizara internamente y que marcara nuevos derroteros. Concluyó con muy pobres resultados pues su expectativa era mayor. Se esperaba una refundación del partido que lo sacara de la crisis por la que estaba pasando, que se reflejaba en división interna, desdibujamiento ideológico, falta de rumbo y baja electoral. El partido terminó sucumbiendo al pragmatismo, como lo demostró el hecho de que aún cuando había un reclamo de sus militantes de recuperar el concepto de ser el PRD un partido de izquierda, en el Congreso se aprobó hacer alianzas electorales con el PAN en 2016. También quedó la percepción de que NI buscaría seguir siendo dominante, manteniendo la secretaría general entre 2015 y 2017, y buscar recuperar la presidencia nacional para tener nuevamente el control del partido en el proceso electoral de 2018.
La modificación más importante a los estatutos del PRD fue en lo referente a dar la pauta a la renovación anticipada de la dirigencia nacional y, por primera vez, permitir a militantes de reciente ingreso acceder a la presidencia nacional. Esto con dedicatoria al diputado externo Agustín Basave, quien carecía de trayectoria perredista y días antes se había afiliado al partido.13 Asumió la dirigencia del PRD producto de un acuerdo de todas las corrientes, haciendo fórmula con Beatriz Mojica, perteneciente a NI. En el CEN encabezado por él persistieron las cuotas para las corrientes y el mayor número de carteras recayó en NI. Formalmente su mandato estaba contemplado hasta 2017, en calidad de presidente sustituto, sin posibilidad de reelección. Sin embargo, pasado el proceso electoral en algunas entidades del país, efectuado en junio de 2016, con tan sólo ocho meses de gestión, renunció a la dirigencia nacional del partido y se reincorporó a su curul en la Cámara de Diputados, argumentando que las pugnas entre las corrientes y de éstas (particularmente NI) para con la dirigencia nacional del partido lo hacían ingobernable. Con el arribo de Basave a la dirigencia nacional terminó un periodo de siete años ininterrumpidos en el que NI dirigió al PRD ocupando la presidencia nacional, pero siguió manteniendo la secretaría general, el segundo puesto en importancia dentro del partido.
Comentarios finales
Mediante los partidos políticos sus integrantes pueden buscar la realización de fines objetivos y/o buscar el logro de ventajas personales o de grupo, para lo cual pueden agruparse en corrientes. Para ello buscan hacerse de los espacios del partido e inclusive llegar a su dirigencia.
Como se vio al inicio de este trabajo, la existencia de sub-unidades o corrientes resulta natural dentro de los partidos, e inclusive puede ser hasta benéfica, ya que propicia su democracia interna y la alternancia en su dirigencia. El problema se presenta cuando estas sub-unidades o corrientes anteponen sus intereses particulares de grupo por encima del interés general del partido, o cuando la corriente que se hace del control del partido impone su postura sin tomar en cuenta a las otras corrientes y/o busca perpetuarse en el poder mediante mecanismos no democráticos.
En el caso particular del PRD, la existencia de corrientes y la forma en que se han relacionado o, mejor dicho, confrontado, más que ser una fuente de democratización del partido le ha significado una falta de institucionalización, en el sentido de no tener una vida interna democrática y consolidada en la que se respeten sus estatutos y se anteponga el interés general del partido por encima del interés de las corrientes o los liderazgos personalizados. A lo largo de su historia ha tenido dirigencias inestables por ser cuestionadas por las corrientes que no le son afines, por actuar en representación de un grupo y no del partido en general, por lo que no siempre llegan a lograr los consensos suficientes, como en el caso que aquí nos ocupó.
Dentro del PRD las corrientes actúan como partidos dentro del partido, integradas en torno a un líder carismático y no tanto a un programa. Se da la competencia entre candidatos de las distintas corrientes para ocupar espacios de poder y no necesariamente entre proyectos.
La corriente NI ha sido la más organizada en cuanto a su estructura, con presencia local, estatal y nacional en los distintos ámbitos del partido, con un gran número de sus integrantes en puestos de elección popular. Varias corrientes se han tenido que agrupar para hacerle contrapeso y competir contra ella.
En los cargos de elección popular y de estructura del partido ha encontrado los medios para promover su ideología y su proyecto político, actuando menos por principios y más por interés, como lo ha demostrado en su política de alianzas con fuerzas que no siempre son de izquierda. No ejerce la confrontación ni la movilización social, su lucha es parlamentaria, y apuesta por la negociación y los acuerdos.
NI dirigió los destinos del PRD formalmente entre 2008 y 2015, entre dirigentes nacionales electos e interinos. En este periodo de siete años se presentaron enfrentamientos diversos con otras corrientes, particularmente con IDN, que fue la principal opositora de NI en la disputa por el control del partido.
El conflicto más intenso se dio en 2008, en la elección entre Jesús Ortega, de NI, y Alejandro Encinas, de IU (que agrupó a varias corrientes), cuando contendieron por la presidencia del partido. El conflicto se extendió por meses y la disputa llegó al grado de que la decisión final sobre quién debería ocupar la dirigencia del PRD recayó en el TEPJF. Desde entonces y hasta la renuncia de Carlos Navarrete a la dirigencia nacional del PRD en 2015, NI ostentó el poder al interior del partido y se convirtió en la corriente dominante, pues no sólo controló la dirigencia nacional, sino otros órganos de toma de decisiones como el Consejo Nacional y también llegó a ser mayoría en el Congreso Nacional.
Por diversas razones, como los desacuerdos entre las corrientes, los conflictos entre las bases y su dirigencia, la salida de López Obrador con sus seguidores para formar MORENA, su participación en el Pacto por México, la renuncia de Cuauhtémoc Cárdenas y las alianzas electorales con el PAN, entre otras razones, propiciaron que en el periodo en que NI controló mediante la presidencia nacional los destinos del PRD, los votos a favor del partido fueran a la baja. Si se comparan los resultados de elecciones intermedias como los de 2015 con los de 2009, el PRD perdió presencia aunque mantuvo casi los mismos votos pero ante un electorado más numeroso. En 2009, bajo la dirigencia de Jesús Ortega y con casi 4.2 millones de votos, equivalentes a 12.2 % de la votación, el PRD aseguró 71 diputados federales. En 2015, con Carlos Navarrete a la cabeza del partido y cerca de 4.3 millones de votos, pero con un porcentaje menor, al ser de 11.5 %, sólo tuvo 61 diputados (Salazar, 2015).
El siguiente concentrado presenta el número de diputados y senadores del PRD durante el periodo en que NI dirigió al PRD (2008-2015), incluyendo los datos de 2006 para tener un marco de referencia.
Cabe hacer notar que no se incluyen los datos de la elección presidencial de 2006 y 2012, en las cuales el candidato de la coalición Por el Bien de Todos (PRD / PT / Convergencia) y en la coalición Movimiento Progresista (PRD / PT / Movimiento Ciudadano) respectivamente, fue Andrés Manuel López Obrador, pues como se vio anteriormente, los datos a favor del candidato presidencial superaban por mucho a los de los candidatos a diputados y senadores en virtud de tener también un capital propio. Lo que se trata es de ver la influencia electoral federal propia del PRD en este periodo. Cabe resaltar que en las elecciones federales de 2006 y 2012, en que también hay elección presidencial, la votación a favor de los diputados y senadores del PRD fue más alta que en las elecciones intermedias de 2009 y 2015, por lo que se considera como “el factor López Obrador”, en que la participación de este candidato en las elecciones también le acarrea votos a los candidatos a ocupar cargos legislativos.
Además de los malos resultados electorales que obtuvo el PRD bajo la conducción de NI, haber generado la división entre las corrientes y propiciar la renuncia de varios de sus miembros destacados, en esta corriente se dio también un proceso de división interna en 2015 entre sus principales integrantes. Por un lado estaban Jesús Ortega y Jesús Zambrano, y del otro Carlos Navarrete y Guadalupe Acosta Naranjo.14 Las discrepancias se presentaron por la forma de relacionarse con el gobierno federal, el tipo de alianzas electorales a realizarse en lo futuro y el perfil del nuevo dirigente nacional del partido a partir de su crisis por los resultados electorales de ese año. Esta desunión se hizo evidente desde que Zambrano y Acosta se disputaron la conducción del grupo parlamentario del PRD en la Cámara de Diputados en 2015, sin que finalmente ninguno de los dos ocupara el cargo.15 Navarrete, por su parte, siguió en NI, pero su postura se ha ido distanciando de la que mantienen Ortega y Zambrano (Hernández, 2015).
Tan dividida quedó esta corriente, que en la Reunión Nacional de Nueva Izquierda realizada en 2015, se admitió que era una expresión con “sub-corrientes” que existen a partir de satisfacer las demandas de cargos, de sueldos y de canonjías económicas de quienes las integran. Por ello Jesús Ortega, su dirigente nacional, planteó hacer una reforma profunda que incluyera reelaborar la propuesta programática, ética y política, así como rediseñar su concepción organizativa, además de instituir procedimientos normativos para pertenecer a NI, realizar un censo para saber quiénes son sus integrantes, cuántos son y dónde están (Muñoz, 2015b).
A partir del debilitamiento de NI en 2015, se podría presentar en el partido la posibilidad de su transformación integral, lo que es un imperativo para su sobrevivencia. La necesaria transformación del PRD debe ir más allá de la mera renovación de su dirigencia, pues como partido de izquierda que dice ser, debe reafirmar su carácter de partido opositor al sistema, vincularse más con las causas sociales, hacer una real y efectiva política de alianzas con las demás fuerzas progresistas y de izquierda y volverse a vincular con la intelectualidad progresista y democrática del país, lo que no se dio bajo la conducción de NI. No haber hecho esto anquilosó al PRD. Durante la dirigencia de NI, el partido perdió interlocución con la sociedad, calló frente a los grandes problemas nacionales y fue partícipe de las reformas estructurales, por lo que dejó de verse como oposición de izquierda.
El cambio de dirigencia nacional del PRD y la sustitución de una corriente por otra no garantiza por sí sola un cambio de rumbo. Si bien en 2015 NI dejó de ser la corriente dominante, siguió conservando espacios importantes al interior del partido y sus conflictos internos continuaron.
La primera crisis interna del PRD ya sin NI en la presidencia nacional y bajo la dirección de Agustín Basave, se presentó una vez que éste anunció su renuncia a la dirigencia del mismo, una vez que varios integrantes del CEN no avalaron su propuesta de alianzas amplias con el PAN en varias gubernaturas que se renovaron en 2016. Finalmente la renuncia fue retirada pero reflejó las divisiones existentes en el partido respecto a su política aliancista. NI apoyaba abiertamente las alianzas con el PAN, mientras que corrientes como IDN y ADN (esta última que antes las apoyaba) se mostraban abiertamente en contra de ellas. En las 12 elecciones estatales de 2016, el PRD, en alianza con el PAN, ganó en Durango, Quintana Roo y Veracruz, con muy baja votación propia y en ningún caso con candidatos perredistas.
Para Agustín Basave, la baja votación del PRD en 2016 se debió no tanto a las preferencias del electorado ni a sus alianzas con el PAN, sino a las pugnas internas del partido, al cual definió como una confederación de partidos que funcionan hacia adentro con la lógica de los partidos, ya que las corrientes tienen más ganas de derrotar a la otra, que competir con los otros partidos (Vergara, 2016a). Renunció en forma definitiva a la dirigencia nacional del PRD el 2 de julio de 2016, a tan sólo ocho meses de haber asumido el cargo, argumentando no tener las condiciones estatutarias ni de mayoría para poderlo dirigir, ni estar dispuesto a afiliarse a una corriente, además de porque las condiciones de gobernabilidad eran precarias al interior del partido. Esta decisión la hizo pública una vez que se lo notificó a los líderes de cada una de las corrientes del PRD, quienes le pidieron que no dimitiera, salvo Jesús Ortega, el coordinador de NI, con quien para el proceso electoral de 2016 tuvo serias diferencias, sobre todo por no haberse podido realizar las alianzas electorales con el PAN para el caso de las candidaturas a las gubernaturas de Chihuahua y Puebla (Bravo y Arellano, 2016).16
Para la renovación de la dirigencia nacional del PRD en sustitución de Agustín Basave se creó un frente contra NI para evitar que esta corriente recuperara el control del partido, integrado por ADN, IDN, Vanguardia Progresista, Patria Digna, Coalición de las Izquierdas y una parte de Foro Nuevo Sol, que promovían las candidaturas de Alejandra Barrales o Pablo Gómez. Este grupo planteaba que las alianzas con el PAN deberían ser excepcionales y se privilegiara más las que se pudieran realizar con las izquierdas, como lo establecen los documentos básicos del PRD.
En tanto NI, la otrora corriente dominante del PRD, junto con la corriente denominada Galileos y parte de FNS, apoyaban a Beatriz Mojica, secretaria general, para que ocupara la máxima dirigencia. Proponía explorar la posibilidad de hacer alianzas amplias que incluyeran al PAN.
Finalmente, en la reunión del Consejo Nacional del PRD realizado el 16 de julio de 2016, se eligió a Alejandra Barrales, cercana a Miguel Ángel Mancera (en cuyo gobierno ocupaba el cargo de secretaria de educación), como dirigente nacional interina hasta octubre de 2017, quien asumió el compromiso con las principales corrientes de impulsar alianzas electorales con las izquierdas e inclusive también con el PAN (Salazar y Ricardo, 2016). Esta elección puede ser considerada como un logro del jefe de Gobierno, quien operó a favor de Barrales. Sin embargo, también es un hecho que NI declinó apoyar a Mojica y aceptar la candidatura de Barrales a cambio de negociar con Mancera la presidencia del PRD en la Ciudad de México y abrir la posibilidad de las alianzas con el PAN en 2017 y 2018. Barrales obtuvo 264 votos, mientras que Pablo Gómez sólo 58 (Muñoz y Garduño, 2016).
Aunque fue producto de una elección entre consejeros nacionales, sin duda la llegada de Barrales a la dirigencia nacional del PRD fue producto de un acuerdo entre corrientes. Aunque tersa, no fue democrática, pues no fue una votación libre de los consejeros, sino inducida por los líderes de las corrientes. Con su llegada a la dirigencia nacional del PRD, dejó de darse el caso de que un integrante o alguien propuesto por NI ocupara dicho cargo, lo que puede dar paso a una mejor negociación entre las corrientes.
Al interior de NI se presentaron cambios en su dirigencia, una vez que a partir del 21 de julio de 2016, Erick Villanueva se convirtió en el nuevo coordinador nacional de esta corriente, en sustitución de Jesús Ortega, quien se sumó a los trabajos de la asamblea constituyente para elaborar la Constitución de la Ciudad de México.