Introducción1
Las elecciones de 2021 significaron un nuevo hito en la historia político-electoral de Campeche, igual o más importante que el de 1997. En aquella ocasión, la ciudadanía propició la instauración de la competitividad electoral y el pluralismo partidista, modificó las dinámicas de la contienda por la gubernatura y dio paso a una nueva composición en el congreso y los ayuntamientos (Escamilla, 2001; Gantús, Alcalá y Villanueva, 2015, pp. 239-240). Ahora, en 2021, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) vio quebrantado el predominio electoral que le había permitido seguir gobernando el estado de manera ininterrumpida. Además, el sistema de partidos en los tres niveles de competencia mutó de forma profunda, lo que conllevó el derrumbe de la fuerza electoral del Partido Acción Nacional (PAN) y la consolidación de dos opciones emergentes: el partido Movimiento Ciudadano (MC) y el partido Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA).2
El presente artículo tiene como objetivo analizar la manera en que se transformó el sistema de partidos entre 1997 y 2021, en particular en el nivel local, es decir, en el marco de las disputas electorales por los trece ayuntamientos del estado (véase Figura 1).3 El interés por colocar el énfasis en este nivel de representación política radica en dos cuestiones. La primera es que la literatura le ha conferido poco espacio dentro del análisis sobre la democratización, el cambio político y la refuncionalización de las elecciones -las cuales pasaron de ser un mero ritual a una verdadera arena de competencia interpartidista-,4 aunque fue en los municipios donde dicho proceso comenzó a manifestarse y a rendir sus primeros frutos, mucho antes de que lo hiciera en las entidades federativas y en la propia federación (Aranda, 2004; Armesto, 2013). Baste mencionar que desde la década de 1940 en varios municipios de Durango, Michoacán y Guanajuato hubo movilizaciones populares contra el fraude electoral y se materializaron los primeros gobiernos opositores (Arreola, 1985; Córdova, 2006, p. 30).
El tamaño y contorno de los municipios de Dzitbalché y Seybaplaya son aproximados y no están a escala.
Fuente: elaboración propia con base en datos del Instituto Electoral del Estado de Campeche (2021).
En consecuencia, muchos aspectos de los procesos político-electorales locales permanecen desconocidos hasta el día de hoy, sobre todo con respecto a ciertas entidades federativas, como Campeche, que han sido marginadas de las agendas de investigación en razón de la presunta ausencia de competitividad y oposición reales (Aranda, 2004, p. 103).5
La segunda razón es que por ser los ámbitos locales los más próximos a las experiencias, expectativas y demandas de las personas, lo que en ellos suceda (o no suceda) habrá de influir en la percepción que estas tengan sobre el funcionamiento del sistema político en general, la legitimidad de las acciones públicas, la movilización electoral, la credibilidad de los actores y la importancia de la participación ciudadana, todo lo cual resulta de vital importancia para la democratización (Aranda, 2004; Armesto, 2013; Remes, 1999; Sosa, 2002).
Así pues, para aclarar las zonas oscuras de los procesos político-electorales locales de Campeche, se empleará en el presente trabajo la tipología de los sistemas de partidos que propone Sartori (2005) y los indicadores de fuerza opositora, de margen de victoria y de número efectivo de partidos electorales.6 Así mismo se ofrecerá un análisis descriptivo de los contextos socioeconómicos que sugiera alguna asociación entre el nivel de urbanización y el de marginación, por un lado, y entre el nivel de competitividad y el pluralismo partidista, por otro lado, en relación con las premisas de la teoría de la modernización.
Metodología: los sistemas de partidos en clave sartoriana
La tipología de los sistemas de partidos de Giovanni Sartori es una de las más extendidas y aceptadas en la literatura especializada, debido a que introduce criterios muy concretos para “contar” adecuadamente los partidos (Oñate, 1997, p. 267) y con ello definir con certeza sus modalidades y grados de incidencia en la competencia electoral, en la conformación de las instancias de representación política y en la toma de decisiones públicas. Dicha tipología desdobla las experiencias, en apariencia similares, en una pluralidad mayor, definida en función de sutiles pero importantes diferencias que, a su vez, signan las variadas formas en las que las dinámicas políticas se pueden impulsar, alterar u obstaculizar.
Estas variadas formas son sobre todo observables en la distinción entre competencia y competitividad, o sea, entre la arena electoral definida de manera formal y las capacidades y las condiciones de los partidos para disputar los cargos, sobre todo frente al partido principal, así como en la dilucidación de las implicaciones para con la rotación de las élites en los cargos de representación popular, que a su vez es un factor clave para la estabilidad del orden político (Sartori, 2005, pp. 263-265). También puede notarse que el perfeccionamiento de la noción de la “fuerza” de los partidos tiene que ver menos con el número de votos, cargos obtenidos y las etiquetas ideológicas enarboladas, que con la interacción entre los distintos contendientes (Sartori, 2005, pp. 160-165).7
Así pues, de acuerdo con Sartori (2005, pp. 65-66 y 77), la noción de sistema de partidos remite al conjunto de interacciones que resultan de la competencia entre los partidos políticos, entendidos como las partes de un todo que expresan, canalizan y se configuran a partir de las opiniones (es decir, los votos) de los gobernados, quienes a su vez conforman la sociedad moderna, dinámica y pluralista que cimienta las democracias modernas (Dahl, 2008, pp. 300-303).
Para que tal interacción se dé, el sistema de partidos debe funcionar como un subsistema autónomo con respecto al sistema político; estar abierto a la integración voluntaria de nuevos partidos; evitar caer en los extremos, tanto de las partes que abruman y desintegran el todo como del todo que aplasta y engulle las partes; y fomentar el equilibrio entre el partidismo y la gobernación imparcial, entre la lealtad al partido y al Estado y entre los intereses de aquel y los intereses generales (Sartori, 2005, pp. 79, 81 y 102-103). Cumpliendo con tales requisitos, el subsistema de partidos presupone la diversidad, institucionaliza el disenso y democratiza el poder (Sartori, 2005, p. 103).
Ahora bien, en materia de decisiones públicas, construcción de alianzas legislativas y competencia electoral propiamente dicha, no todas las partes tienen el mismo mérito. Para efectos de un análisis empírico, la determinación de los partidos importantes depende de la observación conjunta de dos dimensiones del sistema de partidos: el formato, que remite a la cantidad de partidos que lo componen y cuya importancia radica en cómo influye sobre la mecánica, que es la segunda dimensión (Sartori, 2005, p. 170). Esta da cuenta de las propiedades funcionales del sistema, tales como la competitividad, la ideología y la capacidad de coalición y de chantaje de los partidos menores (Sartori, 2005, pp. 167-169). Así, es posible ilustrar cuán disperso está el poder político entre las partes y qué tan polarizadas se encuentran estas entre sí a partir de la fuerza electoral de cada una (Sartori, 2005, pp. 168-169).
Teniendo en cuenta ambas dimensiones, el formato y la mecánica, Sartori (2005, pp. 169-292) plantea una tipología de seis categorías de sistemas de partidos:
Unipartidista, en la que un solo partido monopoliza el poder y ninguno otro existe. Puede ser totalitario, autoritario o pragmático;
de partido hegemónico, pragmático o ideológico, en el que solo un partido cuenta, mientras que los demás existen como partidos periféricos o subordinados y carecen de influencia sobre la competencia electoral y la toma decisiones;
de partido predominante, en el que un partido gobierna solo, sin estar sujeto a la alternancia y obteniendo de modo sostenido una mayoría absoluta, aunque ello no implica que estén ausentes el disenso abierto y efectivo y la competencia real;
bipartidista, en el que dos partidos principales compiten entre sí y la alternancia entre ambos ocurre de manera frecuente;
de pluralismo moderado, en el que hay hasta cinco o seis partidos que no poseen diferencias ideológicas fundamentales y que están dispuestos a formar coaliciones de gobierno. En este sistema, más de tres partidos tienen el potencial de chantaje o de coalición, y la disputa por los votos tiende a irse hacia las posiciones moderadas; y
de pluralismo polarizado, en el que el número de partidos es excesivo, hay oposiciones muy ideologizadas, mutuamente excluyentes, irresponsables e incluso antisistémicas. En esta categoría la competencia es de carácter centrífugo, lo que debilita a los partidos del centro.
De estos tipos de sistemas de partidos, el unipartidismo y el sistema de partido hegemónico se distinguen por la debilidad, desventaja, proscripción o inexistencia de cualquier forma de oposición, así como por el enquistamiento de un solo partido en las posiciones de poder (Sartori, 2005, p. 334). Por tal razón, ambos se configuran más bien como sistemas de partido-Estado (Sartori, 2005, p. 81). En cambio, los otros cuatro tipos destacan por su carácter competitivo, lo que permite a los contendientes diferenciarse con claridad del partido principal y tener posibilidades reales de vencerlo (Sartori, 2005, pp. 263-264).
Ambas formas de sistema se ubican a lo largo de dos continuos heterogéneos: uno que va del partido único al partido hegemónico pragmático y otro que se mueve del bipartidismo al pluralismo extremo (Sartori, 2005, p. 334). Ahora bien, los cambios en la forma y en la mecánica del sistema de partidos propician que un sistema se convierta en otro tipo, lo cual difícilmente implicará transitar de uno competitivo a uno no competitivo, salvo que medie una ruptura del orden constitucional (Sartori, 2005, pp. 325-327).8 Por otra parte, una vez que se está en un sistema de partido hegemónico, no es del todo seguro que el cambio se dirija hacia una situación competitiva (Sartori, 2005, pp. 333-334).
Es cierto que Sartori plantea y utiliza su tipología para el análisis de los sistemas de partidos a nivel nacional, tal como señalan Suárez-Cao, Batlle y Wills-Otero (2017), pero las directrices que establece facilitan trasladar dicha tipología al análisis en los estados (nivel subnacional) y en los municipios (nivel local). En particular, resulta bastante pertinente para los fines exploratorios y de reconstrucción histórica que aquí se persiguen.9
Resultados: partidos y sistema de partidos en los municipios de Campeche
Como se recordará, el sistema de partidos mexicano fue categorizado como de partido-Estado hegemónico pragmático por Sartori (2005), puesto que el PRI tenía la capacidad y las ventajas necesarias para ganar siempre y como fuera la gran mayoría de las elecciones y de las posiciones en disputa (pp. 286 y 288). El resto de partidos, aunque estable en su existencia, carecía de la capacidad suficiente para hacerle frente y ni siquiera era partícipe de la arena electoral en igualdad de circunstancias (Sartori, 2005, pp. 284 y 288). En 1988 esta situación cambió a nivel federal, cuando el partido oficial ganó la presidencia de la república y la mayoría de los escaños con apenas la mitad de los votos totales emitidos y sin haber evitado la derrota en numerosos distritos (Valdés, 2017). Tres años después, el partido se recuperó de manera extraordinaria, pero la oposición ya había dejado atrás el papel de ornamento y, muy pronto, habría de alzarse con un triunfo tras otro (Valdés, 2017).
En algunas entidades federativas (como Baja California, Chihuahua, Guanajuato y Jalisco), la competencia de las contiendas por las gubernaturas y los congresos estatales se manifestó de manera muy temprana; mientras que en la mayoría los cambios sobrevinieron hasta el siglo XXI (González-Ulloa, 2017; Guillén, 1990; Sirvent y Vergara, 2001). No obstante, en muchas elecciones la presencia de partidos realmente independientes y capaces no derivó en la derrota inmediata del partido ya convertido en predominante. Uno de estos casos fue el de Campeche, en donde desde 1997 la alta competitividad se volvió una realidad al igual que las derrotas del PRI en las contiendas legislativas y locales, sin que este perdiera su imbatibilidad en las elecciones para la gubernatura (que llegó a su fin en 2021).
Cuando se habla de los sistemas de partidos municipales emanados de las contiendas por los ayuntamientos en Campeche, es pertinente señalar que, en primera instancia, el sistema de partido hegemónico pragmático dejó de operar muy pronto, en 1979, a consecuencia de la repentina victoria del Partido Popular Socialista en el municipio de Tenabo sobre el partido oficial (Franco, 2000; Romero, 1997). Dicho suceso no fue reconocido de forma oficial, pero signó el inicio de una lenta liberalización que se vio reforzada con las sucesivas reformas electorales que se llevaron a cabo a partir de la década de 1980 y que, entre otras cosas, introdujeron la representación proporcional en el congreso estatal y en los ayuntamientos (Franco, 2000; Romero, 1997).10
Gracias a estos cambios legales, las alternativas partidistas lograron tener una presencia mínima pero constante ante el electorado, la cual propició la instauración de un sistema de partido predominante que de manera paulatina se distanció del extremo no competitivo del continuum y alcanzó un punto de no retorno en las elecciones de ayuntamientos de 1994, cuando el PAN y el Partido de la Revolución Democrática (PRD) obtuvieron significativos porcentajes de votación en las localidades urbanas y rurales, respectivamente, pese a que aún eran remotas las posibilidades de triunfar (Abud, 1995, pp. 105-106). Esta ocasión fue, además, la última en la que el partido oficial logró más de 50% de los votos y ganó la totalidad de los cargos en disputa (Abud, 1995, p. 105). Tres años después, el porcentaje de votación caería por debajo de ese umbral, sufriría su primera derrota y se transitaría hacia un sistema de partidos de pluralismo moderado.11
Como muestra la Figura 2, tres de las diez elecciones de ayuntamientos de 1997 se dirimieron con apretados márgenes de victoria por primera vez en la historia, después de lo cual se volvieron una constante e incluso involucraron a casi la totalidad de los municipios en 2003 (salvo Campeche y Tenabo), 2006 (con excepción de Tenabo) y 2009 (sin contar Hopelchén ni Palizada). Después de ese último año, la competitividad se atemperó hasta alcanzar un mínimo de seis elecciones definidas con un margen de victoria inferior a los diez puntos porcentuales en 2015 y 2018, para después volver a incrementarse y arrojar nueve elecciones con resultados cerrados en 2021 (excepto en Carmen y Calakmul, que los ganó MORENA, y Hopelchén y Palizada, donde triunfó la coalición PAN-PRI-PRD).
Así, la imposibilidad del partido oficial para garantizar su triunfo y la incertidumbre en el resultado final de las contiendas se convirtieron en un rasgo característico de las elecciones de ayuntamientos de Campeche, mientras que los casos en los que la victoria se definió con holgada ventaja, pasaron a ser los de menor ocurrencia y a involucrar tanto al PRI como al PAN y, recientemente, al partido MORENA.
Este incremento de la competitividad sugiere que el conjunto de partidos opositores alcanzó un nivel de desarrollo lo suficientemente estable como para impedir que el PRI volviera a dominar en las contiendas. En la Figura 3 se aprecia que, precisamente, desde 1997 la fuerza opositora no se ha ubicado por debajo de 50% de los votos, que ha ganado entre cinco y seis presidencias municipales desde 2000 y que gobierna de cuatro a seis de cada diez campechanos.12 Fue el PAN el partido opositor que más votos obtuvo y el único que tuvo triunfos en buena parte de los procesos electorales. El PRD y el resto de partidos no consiguieron más de 20% de la votación y solo en 2006, 2015 y 2018 lograron tener acceso a alguna presidencia municipal.
En 2021, la oposición impuso un récord en los porcentajes de votación obtenida y de población gobernada, al atraer a siete de cada diez campechanos y ganar, por primera vez en la historia, las dos ciudades de manera simultánea, en las cuales vive cerca de 60% de la población del estado.13 En particular, los partidos emergentes MORENA y MC se beneficiaron del desencanto que provocó el cambio de bando del PAN y del PRD, que dejaron de ser opositores para volverse aliados del todavía partido oficial.14
Desde la perspectiva que ofrece el indicador de número efectivo de partidos electorales, representado en la Figura 4, se aprecia que durante la mayor parte del periodo de análisis las contiendas por los ayuntamientos se dirimieron entre dos partidos principales acompañados de la presencia disruptiva de terceros partidos, los cuales podían sustraerles algunos votos y reducir sus posibilidades de triunfo en caso de que fungieran como contrincantes (posibilidad de chantaje) o favorecerlos si preferían tenerlos como aliados (posibilidad de coalición).15
Así, en 1997 el PRI y el PRD se disputaron los votos en nueve de los diez municipios, y el PRI y el PAN lo hicieron en la capital. Ahí donde el PRD quedó en segundo lugar, el PAN ocupó el tercero y viceversa. Estos, junto con el Partido del Trabajo (PT) en Hecelchakán, fueron los terceros partidos que se quedaron con una parte de la votación anti-PRI, la cual equivalió o fue mayor a los puntos porcentuales que le faltaron al segundo lugar para lograr el triunfo. Tres años después, este espectro de competidores se amplió con la Alianza por Campeche, conformada por la agrupación Unidos por la Dignidad y tres partidos minoritarios con registro federal, la cual obtuvo el segundo lugar (aunque con más de 20 puntos porcentuales de desventaja) en la elección de Tenabo, mientras que, junto con el extinto Partido del Centro Democrático, se repartió 35.86% de la votación total emitida en Champotón.16
En 2003, el número efectivo de partidos electorales se contrajo a consecuencia del afianzamiento del PAN como la opción más capaz para vencer al PRI, aunque ello no evitó que el partido Convergencia consiguiera un porcentaje más amplio que la diferencia porcentual del total de votos obtenidos por los dos partidos principales en las 11 elecciones municipales o que el margen de victoria entre los dos punteros en algunos municipios, e incluso que casi venciera al partido oficial en Palizada.17 Además, la contienda en Candelaria se dirimió entre el PRI, el PAN y el PT, los cuales obtuvieron 30.54%, 30.11% y 26.02% de la votación total emitida, respectivamente.
En las elecciones de 2006 el número efectivo de partidos electorales aumentó a 3.7, una cifra récord, debido a la presencia de tres contendientes relevantes además del PRI, que fueron el PAN, la coalición PRD-PT-Convergencia, que de hecho ganó tres presidencias municipales, y el recién creado Partido Nueva Alianza (PNA), que se nutrió de la escisión de líderes y militantes magisteriales inconformes con el reparto de candidaturas al interior del partido oficial, lo que a su vez afectó el desempeño electoral panista (Martiñón, 2020, pp. 111-113). En 2009, la competencia se contrajo a su menor nivel debido a la concentración de la mayoría de los votos y de los triunfos en la coalición priista y el PAN, por un lado,18 y al actuar de un único tercer partido, Convergencia, por el otro lado.19
En 2012, todos los triunfos fueron para la coalición entre el PRI y el Partido Verde Ecologista de México (PVEM), mientras que el PAN ocupó todos los segundos lugares. Ninguno de los demás partidos tuvo posibilidad de victoria, pero el mínimo de votos que obtuvieron fue casi el mismo que hubo de diferencia entre la coalición y el PAN en Carmen, Hecelchakán, Hopelchén, Palizada, Escárcega, Calakmul y Candelaria. Gracias a la concentración de los votos en los mencionados tres partidos (dos de ellos coaligados), el número efectivo de partidos electorales fue de 2.9, valor que desde entonces se incrementó de forma sostenida. Tal tendencia evidenció el fortalecimiento de un talante tripartidista, que se vio auspiciado por la emergencia del partido MORENA ⸻que rompió la exclusividad del PAN como opositor relevante al conseguir el 11.03% de la votación total emitida en los 11 municipios⸻ y del Partido Encuentro Social (PES) ⸻que desplazó a la coalición oficialista del segundo lugar en Hecelchakán (donde el candidato panista triunfó)⸻ en las elecciones de 2015.20
En las elecciones de 2018, el número efectivo de partidos electorales alcanzó su cifra más alta gracias a que MORENA se consolidó como partido principal al concentrar, junto con el PRI y el PAN, 78.74% de la votación total emitida en las todavía 11 elecciones de ayuntamientos. Sin embargo, en algunos municipios los otros contendientes desplazaron a los punteros e incluso les restaron votos. Es el caso de Calakmul, donde 80% de los votos se repartió entre cuatro partidos. La coalición oficialista y el local Partido Liberal Campechano (PLM) fueron los que ocuparon los dos primeros lugares, aunque con una distancia de casi 20 puntos porcentuales. En Calkiní los porcentajes de votación de la coalición PAN-MC y del PRD alejaron a MORENA de la victoria. En Carmen, el candidato oficialista revirtió el resultado y triunfó con los votos que sus aliados, el PVEM y el PNA, le proveyeron.
Por último, en 2021 el número efectivo de partidos electorales cayó a casi el mismo nivel que en 2015, debido a la cerrada competencia que protagonizaron MORENA y el PRI -que aportó alrededor de 80% de los votos que obtuvo la coalición con el PAN y el PRD, de acuerdo con los resultados oficiales- y a la cercanía del MC. En general, la votación panista fue escasa, pero en Tenabo, Candelaria y Escárcega logró superar el umbral de 20% y asegurar que la coalición oficialista saliera victoriosa en los dos primeros y quedara en segundo lugar en el último. El PAN fue, pues, el cuarto contendiente relevante en las elecciones de ayuntamientos no por sus altos porcentajes de votos, sino por los frutos que como aliado rinde todavía.
En suma, los indicadores muestran que en las contiendas por los ayuntamientos opera un sistema de partidos de pluralismo moderado desde 1997, porque han sido disputadas por dos o tres partidos principales y también porque los resultados se han visto influidos por el actuar de los partidos “minoritarios”, que han facilitado u obstaculizado el triunfo de aquellos. Sin embargo, la correlación de fuerzas entre los contendientes no se mantuvo igual durante todo el periodo analizado, lo que alteró la mecánica y el formato del sistema.
En 2021 la pretensión de la coalición oficialista de sumar las dos fuerzas mayores (y al PRD) resultó contraproducente, pues debilitó de manera radical al PAN y propició que una buena parte del electorado que ya no se sentía identificado con el PRI prefiriera votar por el MC o por MORENA, con lo cual se estaría abriendo una nueva etapa en el devenir del sistema de partidos de pluralismo moderado.
Discusión
La teoría de la modernización, el comportamiento electoral y el voto opositor
Una de las tradiciones más arraigadas en la ciencia y la sociología políticas es la de estudiar los cambios políticos y la incidencia de los fenómenos partidistas y electorales en relación con las condiciones socioeconómicas de los votantes y el nivel de desarrollo de los lugares donde residen. Esta lógica se construye sobre la base de la teoría de la modernización, cuyo nombre remite al proceso de cambio sistémico que conjuga los elementos tecnológicos, económicos, sociales y culturales -como la secularización, el desarrollo de la ciencia, los medios de comunicación plurales y el acceso a un nivel más alto de ingresos, educación y bienestar por parte de la población en general- que signan la transformación de las sociedades rurales en industriales o postindustriales y en modernas o postmodernas (Anduiza y Bosh, 2012, p. 45; Dahl, 2008, pp. 77-78; Giddens y Sutton, 2017, pp. 27-35).
Por otra parte, esta lógica se enfoca en la influencia que el bienestar económico y el desarrollo social tienen sobre el carácter del sistema político, que tiende a ser más autoritario donde ambos fenómenos presentan valores mínimos, y más democrático (o poliárquico) en las sociedades que se caracterizan por su modernidad, dinamismo y pluralidad, lo que a su vez dificulta la concentración de poder y recursos en unos cuantos y promueve actitudes e ideas favorables a la diversidad de posturas, la libertad, la igualdad, la tolerancia, la competencia electoral y la participación política abierta e inclusiva por parte de la ciudadanía (Anduiza y Bosh, 2012, p. 45; Dahl, 2013, pp. 301-303). Por supuesto, la experiencia ha demostrado que no siempre dicha relación se da exactamente de ese modo y que tanto puede haber entornos preinsdustriales muy democráticos, plurales y abiertos al cambio, como sociedades muy desarrolladas y, al mismo tiempo, cerradas (Dahl, 2008, pp. 72-73).
Para el caso de México, diversos estudios han empleado la teoría de la modernización para dilucidar la influencia de los condicionamientos socioeconómicos en el comportamiento electoral, sobre todo en lo que se refiere a votar o no por el PRI. En general, se ha coincidido en que los votantes más jóvenes, más escolarizados y de mayores ingresos que viven en entornos muy urbanizados e industrializados tienden a respaldar a los partidos opositores, a abstenerse o anular su voto, mientras que los votantes de mayor edad y menos educados, que radican en entornos rurales y marginados y que tienen afinidad por las posturas conservadoras y los valores religiosos, suelen identificarse con (y votar por) el PRI (Aranda y Rodríguez, 2012; Moreno, 2003; Ramos, 1985; Valdés, 2017, pp. 263-270).
Así mismo ha habido acuerdo en cuanto al hecho de que la base electoral del PAN es joven, urbana, católica, profesional y con ingresos medios o altos. En cambio, la base electoral de los partidos de la izquierda independiente (como el Partido del Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional y el Partido Comunista Mexicano, después convertido en Partido Socialista Unificado de México) radica sobre todo en las ciudades. La del perredismo se asentó tanto en el campo como en la ciudad, en las clases populares y entre sindicalistas, activistas y jóvenes universitarios (Aranda, 2004, p. 160; Emmerich y Arzuaga, 1994 y 1999; Salazar y Emmerich, 1993; Valdés, 2017). Por último, se ha afirmado que los márgenes de victoria más estrechos y la presencia de mayor número de partidos calificados para buscar el triunfo son más comunes en las circunscripciones urbanas, menos marginadas y entre un electorado de clase media con escolaridad más allá del nivel básico y con empleos especializados, como profesionales y burócratas (Aranda, 2004, pp. 121-126; Valdés, 2017, pp. 270-282).
Evolución y contextos del sistema de partidos municipal21
Campeche se cuenta entre las entidades federativas más marginadas y, como se dijo, hasta antes de 2021 solo había sido gobernada por el PRI (Frutos y Solano, 2016). A nivel subnacional, la teoría de la modernización es, pues, acertada en sus premisas, pero en lo que concierne a los municipios, en específico a las elecciones de ayuntamientos, la situación no se acopla del todo a dicha perspectiva, al menos no bajo una lógica progresiva y correlacional, porque la incidencia de las primeras alternancias no comenzó en los municipios urbanos más poblados y desarrollados ni concluyó en los más rurales y marginados como aducen Aranda (2004) y Aranda y Rodríguez (2012).22 Por otra parte, los resultados electorales posteriores a la primera alternancia dejan ver que el principal bastión opositor se construyó en un contexto en teoría anómalo, Candelaria, que es uno de los municipios que tiene más privaciones; también, que el predominio priista se prolongó por doce años más en la capital, que es donde se encuentran las mejores condiciones de vida del estado.
No obstante, profundizando en los triunfos opositores después de la primera alternancia, se elucida que, en efecto, los entornos rurales han sido más favorables a la continuidad del predominio electoral priista, aunque no de manera inequívoca. Del mismo modo, la mayor concentración poblacional y el menor grado de marginación propician que los gobiernos opositores sean más y de mayor duración, mas no los garantizan. En este sentido, el conjunto de partidos opositores ha tenido un mejor desempeño electoral en Campeche, Carmen, Hecelchakán y Escárcega, donde prevalece un grado de marginación medio-alto y las localidades de más de 15 000 habitantes; pero también en Candelaria, que no comparte sino a la inversa esas condiciones socioeconómicas.
En cambio, el PRI ha tendido a rehacer su predominio en aquellas circunscripciones que no concentran más de 5% de la población campechana, que tienen localidades de menos de 15 000 habitantes y cuyo grado de marginación va de medio a bajo, que es el caso de Hopelchén, Palizada, Calakmul y Tenabo, aunque no de Champotón y Calkiní, que impiden la homogeneidad de los enclaves priistas.23
Municipio | Tipo de municipio 2010 |
Porcentaje de población del total del estado 2020 |
Grado de marginación 2015 |
Año de la primera alternancia |
Porcentaje de victorias priistas postalternancia |
Porcentaje de victorias opositoras postalternancia |
Champotón | Mixto | 8.42 | Medio | 1997 | 75.00 | 25.00 |
Carmen | Urbano grande | 26.80 | Muy bajo | 2000 | 42.86 | 57.14 |
Calkiní | Semiurbano | 6.38 | Medio | 2003 | 66.67 | 33.33 |
Hecelchakán | Semiurbano | 3.44 | Medio | 2003 | 50.00 | 50.00 |
Hopelchén | Rural | 4.54 | Alto | 2003 | 80.00 | 20.00 |
Escárcega | Urbano medio | 6.45 | Medio | 2003 | 50.00 | 50.00 |
Palizada | Rural | 0.94 | Alto | 2006 | 75.00 | 25.00 |
Candelaria | Rural | 5.05 | Alto | 2006 | 20.00 | 80.00 |
Calakmul | Rural | 3.42 | Alto | 2006 | 60.00 | 40.00 |
Campeche | Urbano grande | 31.68 | Muy bajo | 2009 | 50.00 | 50.00 |
Tenabo | Semiurbano | 1.23 | Medio | 2009 | 75.00 | 25.00 |
Fuente: elaboración propia con datos del Instituto Nacional para el Federalismo y el Desarrollo Municipal (s. f.), del CONAPO (s. f.) y del Instituto Electoral del Estado de Campeche (s. f.).
La asociación parcial de las variables socioeconómicas con las tendencias del voto se ve reforzada con el entrecruce no correlacional de las variables socioeconómicas y los indicadores de los nueve procesos electorales competitivos que se han celebrado desde 1997. En primer lugar, en la Figura 5 se aprecia que los municipios con mayor población y localidades más grandes han tenido un porcentaje más alto de contiendas que se definen con márgenes de victoria inferiores a 10% de la votación. Es el caso de Carmen y Campeche, donde más de 75% de su enorme población reside en localidades de 100 000 habitantes; Escárcega, donde 50% de la población radica en localidades de 15 000 habitantes o más; y Champotón, que es el tercer municipio más poblado. También muestra que dicho porcentaje se reduce en los municipios menos urbanizados y más despoblados (Calkiní, Hecelchakán, Tenabo, Hopelchén, Palizada y Calakmul), salvo en Candelaria, donde 62.50% de sus elecciones de ayuntamiento se ganó por una mínima diferencia.
Fuente: elaboración propia con datos del Instituto Nacional para el Federalismo y el Desarrollo Municipal (s. f.) y del Instituto Electoral del Estado de Campeche (s. f.).
Lo mismo ocurre al considerar el grado de marginación (véase Figura 6), ya que donde las privaciones y desigualdades alcanzan a un menor porcentaje de la población, las competencias electorales han sido más reñidas, mientras que los municipios donde una proporción mayor de personas carece de servicios públicos, vivienda digna, educación y buenos salarios son más proclives a ser escenario de victorias holgadas. El municipio rural y marginado de Candelaria es la excepción, puesto que cinco de sus ocho elecciones se han definido con un margen de victoria menor a 10% de los votos.
Fuente: elaboración propia con datos del CONAPO (s. f.) y del Instituto Electoral del Estado de Campeche (s. f.).
Ahora bien, si se considera el promedio de fuerza opositora de los nueve procesos electorales, sale a relucir que en Campeche, Carmen y Escárcega, cuya población reside sobre todo en localidades de más de 15 000 habitantes, el PRI ha logrado quedarse solo con cuatro de cada diez votos emitidos en las urnas desde 1997. Pero su desempeño ha tendido a ser mejor conforme se reduce el tamaño de la población y de las localidades, a excepción de Candelaria, donde el promedio de fuerza opositora se incrementa a 59.19%, y de Champotón que, aunque es el tercer municipio en importancia, arroja el promedio más reducido de todos (véase Figura 7).
Fuente: elaboración propia con datos del Instituto Nacional para el Federalismo y el Desarrollo Municipal (s. f.) y del Instituto Electoral del Estado de Campeche (s. f. y 2021).
En la misma tónica, la Figura 8 da cuenta de que el promedio más alto de fuerza opositora se presenta en Carmen y en Campeche, los únicos municipios con muy bajo grado de marginación. Va descendiendo conforme este último aumenta. De nuevo, Candelaria es la excepción, ya que a pesar de tener un índice de marginación de 0.7060, su promedio de fuerza opositora se ubica en 59.19%.
Fuente: elaboración propia con datos del CONAPO (s. f.) y del Instituto Electoral del Estado de Campeche (s. f. y 2021).
Por último, el promedio del número efectivo de partidos electorales muestra que el talante tripartidista de las contiendas por los ayuntamientos es común a todos los tipos de municipios, con la diferencia de que en Champotón y Escárcega los cuartos partidos ya han mostrado cierta importancia, mientras que en Hopelchén, Palizada y Candelaria, cuyas localidades no rebasan los 15 000 habitantes, el valor es un poco menor a 3.0.24
Fuente: elaboración propia con datos del Instituto Nacional para el Federalismo y el Desarrollo Municipal (s. f.) y del Instituto Electoral del Estado de Campeche (s. f. y 2021).
En cuanto al grado de marginación, el número de partidos importantes en términos competitivos no muestra grandes diferencias, pero tiende a reducirse en los municipios que tienen menor cobertura de servicios públicos y escasas oportunidades de educación y trabajo. En las recientes elecciones de 2021, los partidos emergentes MORENA y MC alcanzaron el triunfo precisamente en los cuatro municipios de mayor importancia (más Calakmul y Dzitbalché). La coalición todavía oficialista pudo retener las presidencias municipales de Hopelchén, Candelaria y Palizada y recuperar Tenabo, que son cuatro de las cinco circunscripciones con el índice de marginación más alto (además de ganar Hecelchakán, cuyo índice es el tercero más bajo solo detrás de las dos ciudades, y Seybaplaya).25
Fuente: elaboración propia con datos del CONAPO (s. f.) y del Instituto Electoral del Estado de Campeche (s. f.).
En suma, en 24 años los resultados inciertos, las contiendas reñidas y el pluralismo partidista se han consolidado como rasgos característicos de las elecciones en los municipios de Campeche y, al mismo tiempo, han testimoniado el funcionamiento efectivo de un sistema de partidos de pluralismo moderado que, además, se ha ido abriendo de manera paulatina a más opciones partidistas.
Sin embargo, tales características no se han presentado de forma homogénea en todas las contiendas por los ayuntamientos. Son las características socioeconómicas de las circunscripciones un factor clave (pero no determinante) de diferenciación. En este tenor, fue posible observar que los municipios más grandes y urbanizados, que tienen mayor acceso a servicios públicos, educación y empleos mejor remunerados, tienden a ser más favorables al fortalecimiento de los partidos diferentes del PRI, mientras que este suele tener sus mejores votaciones y acumular un mayor número de triunfos en aquellos municipios caracterizados por una población pequeña, por localidades dispersas y con más carencias y desigualdades. El caso de Candelaria es enigmático, ya que en cada proceso electoral se ha cristalizado como un territorio y un electorado adverso al PRI, no obstante su carácter rural y su altísima marginación. Las razones de esta excepcionalidad ameritan un estudio más profundo.
Conclusiones
A lo largo de estas páginas se han podido apreciar algunos rasgos generales de los cambios que han experimentado la competencia electoral y el pluralismo partidista de los municipios de Campeche desde 1997 hasta 2021, al menos en lo que respecta a las elecciones de ayuntamientos, mediante la combinación de la tipología sartoriana de sistemas de partidos, los indicadores electorales de fuerza opositora, de margen de victoria y de número efectivo de partidos, y los postulados de la teoría de la modernización.
En primer lugar, los reducidos márgenes de victoria han sido el rasgo predominante en casi todos los procesos electorales, aunque su ocurrencia no siguió un patrón progresivo ni estable, sino que alcanzó un primer punto culminante en 2006, experimentó una caída continua en las dos elecciones siguientes y comenzó a ascender de nuevo en 2015.
En segundo lugar, hay que mencionar que la votación del conjunto de partidos opositores superó casi siempre a la del PRI (aun con sus coaliciones), sin que ello significara obtener un destacado número de triunfos ni gobernar a la mayoría de la población. Esta tendencia se modificó en 2012 con el “carro completo” del oficialismo, y en 2021 al haber correspondencia entre los altos porcentajes de votos, triunfos y población gobernada que obtuvieron el MC y MORENA.
En tercer lugar, el sistema de partidos de pluralismo moderado ha sido la constante durante este periodo, aunque no por ello se ha mantenido estático en su formato y mecánica. Al principio, los partidos principales que concentraron la mayoría de los votos fueron el PRI y el PAN, que dejaron al resto de los partidos sin posibilidad de triunfo, salvo en contadas ocasiones.26 No obstante, eso no implicó que estos fueran irrelevantes, pues aun con sus mínimos porcentajes de votación tuvieron la capacidad de incidir en el resultado, sumando o restando votos a los punteros. Este orden de cosas se mantuvo hasta 2015, momento en que los partidos emergentes comenzaron a incrementar su votación general y a obtener modestas victorias. Al cabo de dos elecciones, se volvieron mayoría de la mano de MORENA, que ganó Calkiní en 2015; Tenabo y Escárcega en 2018; Carmen, Champotón, Calakmul, Dzitbalché y Seybaplaya en 2021. También, con el PES, que triunfó en Champotón en 2018; y el MC, que hizo lo propio en Campeche y en Escárcega en 2021.
Por último, el pluralismo partidista y la competitividad electoral no evolucionaron del mismo modo en todos los municipios, porque en los más urbanizados, más poblados y con menor grado de marginación, el conjunto de la oposición ha conseguido sus mejores porcentajes de votación, las contiendas cerradas son más comunes y el número de partidos importantes ha tendido a ser un poco mayor. En cambio, en las circunscripciones rurales, menos habitadas y con más carencias y desigualdades, el PRI ha logrado conservar su predominio en las elecciones y evitar que las alternativas partidistas se fortalezcan y diversifiquen, incluso con los apretados márgenes de victoria y las capacidades electorales de coalición y chantaje de los partidos emergentes.
Esta asociación, por supuesto, no se manifiesta de manera inequívoca ni es determinante de los resultados electorales, sino que remite a la existencia de condiciones más favorables para uno u otro sentido, aunque no siempre ni en todos los casos. Los claros ejemplos de estas excepciones son Calkiní, municipio medianamente poblado y con buen nivel de bienestar, donde el PRI predomina, y Candelaria, de carácter rural y con alto grado de marginación que se convirtió en bastión panista (el único de la oposición que todavía existe).
Respecto a lo anterior, cabe hacer dos señalamientos adicionales. El primero es que una elección irregular no es suficiente para precipitar la mutación de los sistemas de partidos, sino que esta requiere un conjunto de interacciones interpartidistas similares a lo largo de por lo menos tres elecciones consecutivas, como sugiere Sartori (2005, pp. 258-260). La excepcionalidad de 2012 no es, entonces, suficiente para invalidar la prevalencia del sistema de partidos de pluralismo moderado a lo largo del periodo analizado.
El segundo señalamiento es que los cambios y dinámicas aquí reseñados son apenas un primer acercamiento a lo que ha acontecido en los municipios campechanos desde que la coraza autoritaria comenzó a derrumbarse, lo cual ha permitido la celebración de elecciones más democráticas. En consecuencia, aún falta indagar en la composición de las élites municipales (en las que hay varios personajes ligados a la otrora época de partidos grandes), en la preparación de los gobernantes, en el desempeño de sus administraciones y en la incidencia real de las prácticas iliberales sobre los resultados electorales (de las que no hay duda que permanecen). Dicho de otro modo, las próximas investigaciones deberán concentrarse en las implicaciones y consecuencias que llevan consigo las alternancias en los ayuntamientos, la incertidumbre de las elecciones y la evolución del propio sistema de partidos local.