La percepción humana del ambiente interesa por ser el origen de los fenómenos culturales y la interpretación del entorno (Barrasa, 2013). El paisaje representa un elemento clave en temas de sustentabilidad ambiental y territorial, al considerarlo por su valor estético como un recurso y como una combinación de elementos físicos, biológicos, ecológicos y humanos (Muñoz-Pedreros, 2004; Cassatella y Peano, 2011).
Las diversas disciplinas científicas que abordan el valor escénico del paisaje tienen en común el aspecto estético (Daniel, 2001; Barrasa, 2013), criterio con frecuencia aplicado en la legislación de protección y conservación del medio natural (Antrop y Van Eetrvelde, 2000).
La estética es un proceso trascendente, no solo en el contexto tradicional; es decir, va más allá de la belleza artística, sino como una propiedad emergente basada en la integración de sistemas artificiales (antropogénicos) y naturales (ecosistemas) (Cairns, 1997). Por lo tanto, puede ser entendida más ampliamente como una economía para la supervivencia, si se consideran conceptos como la capacidad de carga o la auto-organización (Barret y Barret, 2008). Esta definición permite un mejor manejo del capital natural para que los ecosistemas provean sus servicios a la sociedad (Daily et al., 1997).
El reconocimiento y la importancia de la valoración de los espacios naturales protegidos es un logro atribuido a la Convención del Patrimonio Mundial (1972), como el primer instrumento jurídico internacional a favor de la conservación de los paisajes, del que derivan otros documentos en Europa (Rubio y Muñoz, 2008; Vázquez y Martínez, 2008; Mitchell et al., 2009); caso contrario a la indefinición jurídica del concepto “paisaje” en la legislación ambiental mexicana y su limitada mención en el marco de las áreas naturales protegidas (Aguilar, 2006; Checa-Artasu, 2013; Checa-Artasu, 2014). No obstante, se conocen investigaciones relacionadas con la importancia del paisaje en México (1970-2010) atenuadas por la división académica con la polarización de las ciencias duras (de la Tierra y biológicas) y ciencias blandas (sociales y humanidades) (Urquijo y Bocco, 2011).
Desde el surgimiento formal de la educación ambiental (EA) en la década de 1970, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación la Ciencia y la Cultura (UNESCO) planteó el objetivo de conducir a la población a identificarse con la naturaleza de su entorno, al considerar la representación de los paisajes culturales como algo bello y estético, digno de respeto y protección, así como promover metodologías para su conservación mediante el principio de la transversalidad escolar con enfoque multidisciplinario (Heyne, 2005; Novo, 2009). Con base en el potencial pedagógico de la utilización del paisaje como hilo conductor de programas de EA, diferentes experiencias en el mundo han basado su proyecto educativo en un modelo de percepción e interpretación del paisaje, en las que destacan por su participación el Reino Unido y Francia (Benayas, 1992; Otero, 2000).
Mientras tanto, la EA en América Latina concibe, además de su carácter naturalista, su trascendencia social de acuerdo a las características de diversidad, heterogeneidad, inequidad y pobreza de cada región (González, 2001; Macedo y Salgado, 2007). A pesar de ello, a casi cuatro décadas desde su implementación, la acumulación de experiencia en cada Estado latinoamericano ha aportado diferentes visiones, métodos y variantes para fortalecer los procesos de la EA, en los que México ha mostrado avances que se reflejan en la generación de políticas y estrategias educativas (Tréllez, 2006).
Así, en los planes institucionales de la educación superior del país, actualmente, se contextualiza la visión de sustentabilidad basada en la premisa de que ninguna de las áreas del conocimiento esté al margen del ámbito socioambiental; con ello, se da cumplimiento a los compromisos del decenio de la educación para el desarrollo sustentable 2005-2014 y a la estrategia de educación ambiental para la sustentabilidad en México, a partir de su relevancia en el desarrollo de las sociedades futuras (Bravo, 2012).
Cabe señalar que, como parteaguas de la EA en el país, se reconoce la participación de la Universidad Nacional Autónoma de México, la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, la Universidad de Guadalajara y el Instituto Politécnico Nacional (Ávila, 1999). Bajo tal premisa, en 2005 la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL) aprobó la Unidad de Aprendizaje Ambiente y Sustentabilidad, asignatura fundamental de carácter obligatorio del Área Curricular Formación Universitaria, con el objetivo de promover en sus estudiantes de todas las facultades, el conocimiento sobre los principales problemas ambientales y sus implicaciones en el bienestar humano bajo perspectiva local, regional, nacional y global (UANL, 2015). Sin embargo, la efectividad que ha tenido este curso en los estudiantes respecto a sus actitudes y visión de la naturaleza no se ha evaluada de manera particular. Cantú et al. (2010) y Cantú et al. (2013) consignaron un profundo desconocimiento sobre las areas naturales protegidas de la región.
No obstante que el Monumento Natural Cerro de la Silla (MNCS) es el símbolo natural más representativo del estado de Nuevo León, desde 2014 su gestión la realiza el personal asignado al Parque Nacional Cumbres de Monterrey. Solo de 2008 a 2013 el MNCS contó con un Director, dos asistentes, oficina, vehículo, equipo y presupuesto para realizar las tareas de conservación previstas en su Programa de Manejo, publicado ese mismo año (Conanp, 2014). Por lo tanto, es urgente asignarle los recursos para realizar una adecuada gestión acorde a las amenazas ambientales que lo afectan, como la contaminación ambiental; la invasión de sus límites por urbanización; la cacería furtiva; el saqueo de especies vegetales comestibles, medicinales y de ornato; la extracción de suelo, leña y madera; las actividades agrícolas, pecuarias y pesqueras; la introducción de especies exóticas; los incendios forestales, y el impacto negativo que ocasionan los visitantes al recorrerlo.
Con base en el problema de conservación que enfrentan los paisajes periurbanos sometidos a presiones causadas por el crecimiento de la población (Antrop y Van Eetrvelde, 2000), y en la relevancia ecológica del MNCS como una de las fuentes principales de servicios ambientales (Cantú et al., 2010), el interés central para este trabajo consistió en conocer las diferencias en el aprecio al área protegida entre estudiantes de diversas carreras profesionales y su relación con la educación ambiental.
Área de estudio
El MNCS forma parte de una cadena montañosa que se extiende en dirección sureste, desde el área metropolitana de Monterrey a lo largo de 42 km en un intervalo altitudinal de 500 a 1 782 m. Junto con el área protegida estatal Sierra Cerro de la Silla, constituye un corredor continuo de vegetación natural que suma 16 639 ha (Cantú et al., 2010); ambas áreas representan una importante fuente de servicios ambientales que abastecen de agua al Área Metropolitana de Monterrey (AMM), principalmente (DOF, 2014) (Figura 1).
Asimismo, en su categoría de conservación, el MNCS es el monumento natural más extenso (6 039 ha) del país (Conanp, 2015); la proximidad al AMM permite contemplar el paisaje a los más de 4 millones de sus habitantes (INEGI, 2010), lo que ha propiciado presiones inmobiliarias sobre dichos terrenos (Cantú et al., 2010). En cumplimiento a los objetivos de su declaratoria en el año 1991, cuenta con una subzona de uso público (436.32 ha) para fines de esparcimiento (DOF, 2014); sin embargo, el valor recreativo para los usuarios es limitado, debido a la precariedad en la capacidad de manejo de sus instalaciones (Cantú et al., 2010).
Localización
El MNCS se localiza en los municipios Monterrey, Guadalupe y Juárez, Nuevo León entre los 100°16’25” y 100°13’25” longuitud O y los 25°39’50” y 25°37’40” de latitud N; fisiográficamente, su mayor parte se ubica dentro de la provincia de la Sierra Madre Oriental, subprovincia de la Gran Sierra Plegada. La situación hidrogeológica del área se distingue por dos la zona de recarga del agua subterránea, representada por el frente del cerro de La Silla y la zona de descarga del agua subterránea localizada en el valle de los ríos La Silla y Santa Catarina (Chapa et al., 2010).
El gradiente climático es semiseco en la ciudad de Monterrey, subhúmedo en Allende, al sur de la Sierra Cerro de la Silla y en la parte alta, semicálido subhúmedo. El clima es del tipo BS1(h’) hw (e)w" con régimen de lluvias de verano y precipitación invernal entre 5 y 10 % del total anual; es extremoso, con sequía interestival (canicular), con una temperatura media anual de 22.1 °C y precipitación pluvial de 620.7 mm. Los suelos son de tipo Regosol eútrico asociado con Feozem lúvico y Litosol en el área de las cañadas (INECC, 2007).
Los tipos de vegetación presentes en el MNCS se dividen en matorral submontano y bosque subhúmedo de encino (Quercus spp.). En lo que respecta a especies catalogadas bajo protección legal por la Norma Oficial Mexicana NOM-059-SEMARNAT-2001 se tienen registradas a Brahea berlandieri Bartl. (palma china) y Agave bracteosa S. Watson ex Engelm. (amole dulce) (Alanís et al., 2010). Se han consignado 183 especies de vertebrados terrestres, de las cuales 80 son aves, 56 mamíferos, 37 reptiles y ocho anfibios; de este total, 19 están incluidas en la norma referida (González et al., 2010).
Procedimiento
Se obtuvo información estadística sobre la población de estudiantes de nivel superior de Nuevo León correspondiente al año lectivo 2013-2014; la matrícula fue de 157 242 alumnos (SEPNL, 2015) procedentes del sector educativo público (62.76 %) y privado (37.24 %). Están inscritos en las 474 carreras profesionales existentes, clasificadas en ocho áreas del conocimiento: a) Educación, b) Artes y Humanidades, c) Ciencias Sociales Administración y Derecho, d) Ciencias Naturales, Exactas y de la Computación, e) Ingeniería, Manufacturas y Construcción, f) Agronomía y Veterinaria, g) Servicios, y h) Salud.
De cada una de las áreas del conocimiento, se seleccionó la carrera profesional con mayor número de estudiantes de cada sector educativo (Cuadro 1).
UANL = Universidad Autónoma de Nuevo León; UMM = Universidad Metropolitana de Monterrey; ITESM = Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey; UDEM = Universidad de Monterrey; UERRE = Universidad Regiomontana; CEU = Centro de Estudios Universitarios de Monterrey; EELA = Escuela de Educadoras Laura Arce; Ing. = Ingeniero; Lic. = Licenciado.
Encuestas
Conforme al método de valoración contingente (Azqueta, 1994), se aplicó un cuestionario que incluyó las siguientes preguntas: 1) En escala ascendente de cero a 100, ¿qué calificación otorga a la belleza del paisaje del MNCS?; y 2) En su formación
educativa, ¿obtuvo conocimiento sobre el problema ambiental del MNCS?
Muestreo
Se realizó un muestreo no probabilístico, con una cuota máxima de 25 estudiantes por carrera seleccionada, bajo el criterio de preferencia para quienes hayan cursado alguna unidad de aprendizaje relacionada con aspectos ambientales, cuyos planes de estudio fueran en la modalidad presencial; la toma de datos tuvo una duración de cinco meses (octubre de 2014 a febrero de 2015).
Análisis estadístico
Para el procesamiento de información se utilizó el paquete estadístico SPSS ® versión 22 (SPSS, 2013). Se realizaron pruebas de normalidad Kolmogorov-Smirnov y la prueba de Levene para comprobar la igualdad de varianzas. En cumplimiento de los supuestos y con base en el tamaño de la muestra para cada análisis, se aplicaron las pruebas paramétricas bivariadas de t de Student y ANOVA de un factor; cuando los datos no mostraron distribución normal y presentaron menos de 40 elementos en la muestra, se utilizó la prueba no paramétrica Mann Whitney (Díaz, 2007).
La población total de estudiantes encuestados fue de 386 individuos con edades de los 17 a los 35 años, con una media de 21.25 y la desviación típica de 2.5; la proporción de sexos fue de 52 % masculino y 48 % femenino. El Cuadro 1 muestra la distribución de la población encuestada.
Romañá (1994) considera que la educación ambiental equivale a educación para la competencia ambiental e incluye aspectos cognoscitivos, afectivos, axiológicos y estéticos. Para Benovsky (2015), un paisaje es apreciado por sus características estéticas de unidad, simplicidad y armonía, cuya valoración puede ser de dos tipos: simple e informada; la primera es una apreciación basada en las formas y colores, menos intelectiva y más visceral; mientras que la valoración informada del paisaje contiene un mayor número de elementos objetivos.
Al respecto, Cantú et al. (2013) indican que el nivel de educación escolarizada está correlacionado con la percepción del paisaje del MNCS; es decir, individuos con mayor grado académico otorgaron más valor de belleza al paisaje del monumento.
Valoración del paisaje del MNCS en función de las áreas del conocimiento
No se registraron diferencias significativas en la valoración del paisaje del MNCS por el total de estudiantes de las distintas áreas del conocimiento; sin embargo, las calificaciones otorgadas por los alumnos de Ciencias Sociales Administración y Derecho fueron más altas (M=86.57, SE=1.67) que las de Agronomía y Veterinaria (M=74. 85, SE=3.34) (Figura 2).
Sin precedentes para la comparación de los valores, se buscaron aportaciones de diversos investigadores en un intento por explicar la indagatoria.
Alea y Bolet (2006) destacan la correspondencia de las Ciencias Sociales en el estudio del origen (causas) de la crisis ambiental como parte del conflicto sociedad-naturaleza, en la que los paisajes son el testimonio de los daños ambientales causados por la conducta humana; señalan deficiencias en conocimientos de educación ambiental entre los estudiantes de Ciencias Socioculturales en Cuba, al manifestar dificultades para percibir la calidad de los paisajes rurales y boscosos, lo que se supone parte de su condición de residentes citadinos.
Fernández et al. (2005) refieren, también, un bajo conocimiento ambiental en estudiantes mexicanos. En el caso particular de la AMM, Cantú et al. (2013), asimismo, establecieron que dichos conocimientos se pierden a medida que la población es más urbana que rural.
Por otra parte, se esperaban resultados más altos del Área de Agronomía y Veterinaria, a partir del estrecho vínculo de los estudiantes con los paisajes naturales debido al enfoque de la carrera profesional y sus experiencias directas en las áreas silvestres, de acuerdo a lo expuesto por Almeida-Gomes et al. (2014).
Valoración del paisaje del MNCS por los sectores educativos
La calificación otorgada a la belleza del paisaje del MNCS por estudiantes de escuelas privadas fue mayor (M=83.17, SE=1.28) que la de los del sector público. Se registraron diferencias significativas (M=77.2, SE=1.46, t(359)=3.00, p<0.05). Cabe señalar, que a diferencia de la UANL, en las escuelas particulares seleccionadas no se impartieron materias relacionadas al ambiente de carácter obligatorio.
En países de Latinoamérica, principalmente México, Venezuela y Argentina, prevalece la más alta concentración de alumnos en el sector público, ya que el privado solo tiene presencia en áreas urbanas y atiende a un alumnado perteneciente a niveles socioeconómicos altos y con padres con mayor nivel educativo (Pereyra, 2008; Murillo y Martínez, 2017); estos dos factores para Yilmaz y Hans (2004) influyen en las actitudes positivas hacia el medio ambiente, sin embargo Uyeki y Holland (2000) reconocen lo contrario.
En México, la matrícula en planteles particulares se mantiene en aumento con más de 30 % desde la década de los años noventa (Gil, 2005; Silas, 2005).
De acuerdo con González et al. (2003), González y Arias (2009) y González et al. (2015), la precariedad de las universidades del sector público desafiadas por la sociedad, el Estado y el mercado global, no están en condiciones de enfrentar el reto de la sustentabilidad en su estructura, operación y en funciones sustantivas; pero, reúnen un público cuyo discurso influye tanto en la formación de opinión como en la toma de decisiones, lo que desdibuja la frontera que separa la sociedad civil del Estado o del ámbito privado (Miñana et al., 2012).
No obstante, Miñana (2002) indica que en Colombia ambos sectores educativos no están configurados para hacer viables proyectos transversales como los de la educación ambiental, similar a lo observado en la presente investigación.
Valoración del paisaje del MNCS frente a carreras profesionales
La carrera profesional de los estudiantes en ambos sectores educativos influye en la valoración estética del paisaje del MNCS, de acuerdo a los resultados del ANOVA t(361)=4.11, p<0.05). Destacan las altas calificaciones otorgadas por los de licenciatura en Cultura Física y Deporte, CEU (M=91.82, SE=2.97), Ingeniero Industrial y de Sistemas, ITESM (M=89.35, SE=1.67), así como Médico Veterinario Zootecnista, UANL (M=88.89,SE=1.52); en contraste, las siguientes carreras otorgaron los valores más bajos: licenciatura en Ciencias del Ejercicio, UANL (M=65.52, SE=4.8), e Ingeniero en Administración de Sistemas, UANL (M=70.46,SE=4.86), y Médico Veterinario Zootecnista, CEU (M=70.48,SE=5.10) (Figura 3.).
En la evaluación del paisaje como herramienta de gestión ambiental se reconoce la importancia de la variabilidad de la percepción del paisaje del evaluador, ya que los aspectos culturales e idiosincráticos determinan la apreciación del paisaje, lo cual refuta la idea de universalidad de las preferencias estéticas, y se relaciona con la educación formal y las actividades profesionales (González y Gallardo, 1989; Muñoz-Pedreros, et al., 1993; Muñoz-Pedreros et al., 2000; Matthews, 2002; Muñoz-Pedreros, 2004; Tveit, 2009).
Resulta interesante observar que ambas carreras del área de Servicios (licenciatura en Cultura Física y Deporte contra licenciatura en Ciencias del Ejercicio), así como Agronomía y Veterinaria (Médico Veterinario Zootecnista) muestren resultados totalmente polarizados; por lo tanto, en este caso, existe una variante en cuanto a la relación entre la actividad profesional y la percepción ambiental.
Valoración del paisaje del MNCS según las carreras profesionales del sector público
Se registraron diferencias estadísticas en la calificación otorgada al paisaje por los estudiantes de las distintas carreras del sector público t(187)=3.39, (p<0.05). Sobresalen por los altos valores asignados, las de Médico Veterinario Zootecnista (M=88.89, SE=1.52) y Arquitectura (M=83.92, SE=2.78), mientras que los estudiantes de licenciatura en Ciencias del Ejercicio (M=65.52, SE=4.81) e Ingeniería en Administración de Sistemas (M=70.96, SE=4.86) dieron las calificaciones más bajas.
El alto aprecio de la belleza del paisaje del MNCS por los alumnos de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la UANL coincide con Sosa et al. (2008), Almeida-Gomes et al. (2014) y Muñoz-Pedreros et al. (2000) quienes reconocieron mayor sensibilidad ecológica hacia el entorno por estudiantes del área agropecuaria.
En contraste, la misma carrera en el sector privado aportó la valoración más baja; se asume que se deriva del enfoque profesional, ya que está más orientada al cuidado de fauna doméstica. Incluso las instalaciones de esta escuela se ubican dentro de la urbe, a diferencia de la Facultad de la UANL que se loxcalizan en un campo abierto.
Valoración del paisaje del MNCS respecto a las carreras profesionales del sector privado
Entre las calificaciones concedidas al paisaje por los estudiantes de las carreras del sector privado se identificaron diferencias significativas t(172)=4.21, (p<0.05). Destacan por los valores más altos la licenciatura en Cultura Física y Deporte, CEU (M=91.82, SE=2.97) y la de Ingeniería Industrial y de Sistemas, ITESM (M=89.35, SE=1.67); por el contrario, la de Médico Veterinario Zootecnista, CEU (M=70.48, SE=5.10) y la licenciatura en Diseño Gráfico, UMM (M=76.14, SE=4.55) asignaron las calificaciones más bajas.
A pesar de que los estudiantes de las dos escuelas privadas que dieron una calificación más alta al paisaje no cursaron materias relacionadas al ambiente, ambas comparten mayor contacto con el Monumento; es decir, tienen en común lo que Azqueta (1994) denomina, valor de uso del bien ambiental, ya que los estudiantes de licenciatura en Cultura Física y Deporte realizan constantes visitas al Cerro para fines de acondicionamiento físico como parte de sus prácticas, y los de Ingeniería Industrial y de Sistemas tienen la ventaja de contemplar el Cerro diariamente, debido a que la escuela (Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey) está asentada en las faldas del Monumento.
Valoración del paisaje del MNCS por estudiantes con conocimiento sobre su problema ambiental
De los estudiantes con conocimiento sobre la crisis ambiental del MNCS, la prueba de Mann-Whitney indica que no existen diferencias significativas entre la calificación brindada por los estudiantes que carecían de conocimiento sobre este asunto, en el sector público (z = 1.94, p< 0.05) y en el privado (z = 1.94, p< 0.05).
Al respecto, cabe mencionar que se identificaron deficiencias en el instrumento pedagógico de la unidad de aprendizaje relacionada al ambiente. Desde su primera edición, el libro de Alfaro (2009), utilizado en el nivel Licenciatura de la UANL, así como en la Escuela de Educadoras Laura Arce, menciona brevemente la belleza del paisaje como uno de los principales servicios ambientales; sin embargo, no se centra la atención en el paisaje como tema particular y excluye información referente a las áreas naturales protegidas.
Si bien, los problemas de este orden son de carácter multidiciplinario (Mercado, 2005), las deficiencias en conocimientos también lo son. Valdría la pena redoblar esfuerzos, ya que de acuerdo a Sánchez et al. (2014), estudios en América Latina citan que el conocimiento de las personas sobre el medio natural determina las acciones a favor del entorno.
El paisaje es un potente recurso para la educación sobre la naturaleza, ya que constituye un libro abierto en el que es posible leer e interpretar las relaciones que una comunidad establece con ella (Martínez, 2004). En España, Otero (2000) pone de manifiesto el interés sobre el mismo como herramienta educativa. Gómez (1993), en sus reflexiones sobre el paisaje en los curricula de enseñanza obligatoria señala que la tendencia hacia una pluridisciplinariedad del tema (Ciencias de la Naturaleza y Ciencias Sociales), dada la complejidad de los contenidos que lo definen, supone dificultades al momento de estudiarlo. A esto habría de agregarse la importancia de la preparación pedagógica del docente, aspecto observado también por Delgado (2015).Al respecto, Arenaza (1997) realizó una propuesta docente sobre el concepto y método del paisaje aplicado a la gestión territorial, del cual se hace referencia como material de apoyo.
Sin duda alguna, en la actualidad la educación ambiental curricular representa esfuerzos destinados a desarrollar la capacidad de análisis en los estudiantes ante problemas de esa índole.
Se visualiza una población con conocimientos ambientales e identificada con su entorno; es decir, individuos responsables del patrimonio natural de México. En relación al MNCS, se busca abatir las serias amenazas por actividades humanas, principalmente, por el cambio de uso del suelo para fines urbanos.
Los resultados obtenidos en las encuestas indican la necesidad de adecuar los contenidos de las asignaturas relacionadas con aspectos ambientales en los programas de educación de nivel superior, e incorporar información sobre los bienes naturales de la región y los servicios que proporcionan. Además, el interés por mantener su conservación a través del conocimiento transversal en ambos sectores educativos es relevante para preservar dicho monumento identificador de la población regiomontana.