Introducción
La violencia de género es reconocida por la sociedad como un problema actual, no solo por las consecuencias que genera, sino por atentar y nulificar los derechos humanos fundamentales. El presente estudio aborda la problemática de la violencia conyugal dirigida hacia la mujer. La finalidad fue la comprensión del lugar que ocupan las identidades real y virtual, favorecidas por la identidad cultural configurada por representación de roles de género, en la permanencia de la mujer en una relación conyugal violenta. La exploración de la identidad en mujeres víctimas de violencia de pareja, se sustentó en la corriente del interaccionismo simbólico, en específico, la propuesta del sociólogo Goffman.
El acto de violencia ha atravesado diversos matices, hasta llegar a nuestros días con una esencia clara: emplear la fuerza física y psicológica para someter, producir daños y trastornos, reales o simbólicos. Para Gallardo, Gallardo, Nuñez y Varela (2009) el acto de violencia acompaña al hombre desde que fue preciso aplicar la fuerza y el poder en aras de doblegar voluntades y saciar necesidades. Por su parte Blair (2009) refiere que la violencia trasciende las formas de la vida política, y hunde sus raíces más profundamente en la cultura.
La violencia de pareja presenta una prevalencia alarmante. El Instituto Nacional de Estadística y Geografía reporta que 11 millones de mujeres mexicanas casadas sufren o han sufrido al menos en una ocasión, algún tipo de violencia dentro de sus matrimonios, cifra que representa el 42% de las mujeres casadas. Mientras que 9 millones han sido violentadas en forma repetida (Lara y Muñoz, 2017).
La violencia de género es un problema social multideterminado. Los siguientes estudios antecedentes han permitido la caracterización de un perfil de la víctima de violencia doméstica: Pereira (2002) señala: la baja escolaridad, la unión informal, historial de violencia familiar y las creencias respecto a la violencia de pareja como algo natural en las mujeres violentadas. Se ha reportado en forma consistente: alto número de hijos, consumo de alcohol por parte del victimario, falta de acceso a la información jurídica e inestabilidad económica (De Oliveira et al, 2009; Leite, Nogueira y Reichenheim, 2010; Vieira, Perdona y Dos Santos, 2011). Es así como la violencia hacia la mujer es explicada por la presencia de diversos factores de tipo: económico, cultural, social y psicológico. Las carencias económicas, un nivel bajo de educación y la falta de apoyo social, han sido considerados como causas centrales de la permanencia de la mujer en una relación de violencia de pareja.
En contraste con los estudios antes citados, el INEGI reporta que el 28 % de mujeres víctimas de violencia de pareja, cuentan con estudios universitarios y sueldos que sobrepasan los cuatro salarios mínimos. En mujeres con mayor nivel académico y mayores ingresos (32%), el tipo de violencia más común es la emocional o psicológica que implica agresiones en forma de insultos, amenazas, intimidaciones, humillaciones, indiferencia, omisiones, menosprecio, burlas, aislamiento, entre otras. Dichas estadísticas muestran que un porcentaje importante de mujeres con alto nivel educativo y sin grandes carencias sociales, permanece como víctima en una relación conyugal violenta.
Los datos anteriores han generado que se realicen investigaciones respecto a otros factores psicosociales, como es el caso de las representaciones sociales, que favorecen la permanencia en relaciones violentas de pareja. Araujo (2008) sostiene que el tipo de construcción de representación de género es uno de los factores que conducen a que la mujer permanezca en una relación abusiva. Narvaz y Koller (2006) refieren que los estereotipos de género, acerca de la división del trabajo dentro de los ambientes domésticos, favorecen la violencia de género.
Couto, Schraiber, De Olivera y Bittencourt (2006), detectaron en un estudio sobre concepciones de género en hombres y mujeres de baja escolaridad, que los participantes masculinos, consideraban tolerable la violencia y la atribuían a impulsos instintivos naturales del hombre. En contraste las mujeres atribuían las agresiones al consumo de alcohol y droga, desconfianza de la pareja, celos, traición e influencia de los amigos. En el contenido de dicha representación se puede observar que las mujeres atribuyeron a factores externos la causa de la agresión de sus parejas. Para Meneghel, Bairros, Mueller, Monteiro, De Oliveira y Collaziol (2011) esto obedece a que las mujeres fueron socializadas para aceptar como natural el uso de la violencia en la resolución de los conflictos conyugales. Dicho condicionamiento representa una forma de naturalización que justifica las prácticas violentas y abusivas del hombre hacia la mujer. Serpa (2010) argumenta que los valores sociales transmitidos por las madres a sus hijas, respecto a los papeles de género, condicionan a la mujer a mantener una posición sumisa ante su pareja.
Ruíz (2017) realiza un estudio de revisión para detectar resultados consistentes sobre los factores que explican la permanencia de las víctimas en la relación de violencia de pareja. En el análisis de 25 artículos de bases de datos científicas, encontraron la explicación de la permanencia de la víctima por la presencia de los siguientes factores psicológicos: dependencia emocional, factores intrapersonales y sociales que repercuten en la percepción de alternativas y en la toma de decisión y graves consecuencias en la salud mental de las mujeres violentadas por su pareja. Sostiene Aiquipia (2015) que la dependencia emocional genera que la víctima de violencia de género, asuma un rol sumiso y de subordinación. Esta intensa necesidad de vinculación afectiva es producto de factores socioculturales, en específico, de un tipo de ambiente donde se somete a la mujer y se le expone a experiencias previas de vida relativas a violencia de género.
En congruencia, Cantera y Blanch (2010) reportaron que las mujeres que permanece en una relación de violencia de pareja presentan pensamientos distorsionados producto de representaciones sociales sobre los roles de género. La distorsión cognitiva no solo se presenta en las mujeres violentadas, los hombres agresores contra la pareja suelen presentar sesgos cognitivos relacionados con creencias distorsionadas sobre los roles de género y la inferioridad de la mujer. A la vez también presentan ideas distorsionadas sobre la legitimación de la violencia como forma de resolver los conflicto (Echeburua, Pedro, Sarasua, Zubizarreta y Holgado, 2016). Segato (2003) argumenta que la matriz originaria de la interiorización del sistema de dominación - sumisión es precisamente la estructura de dominación patriarcal. Dicha representación condiciona la naturalización de su condición de víctima y promueve que permanezca en la relación violenta de pareja. Los estudios antecedentes permiten afirmar que el papel de la cultura en la identidad de los géneros es un tema clave para comprender la violencia de género.
La identidad es construida a partir de un sistema de símbolos y valores, se trata de una estructura dinámica y dialéctica edificada a partir del encuentro con el otro (Secretaría de Estado para la Cooperación al Desarrollo de Bélgica, 2002). La identidad personal abarca la unicidad de la persona, entendida como la consistencia en los rasgos que posee un individuo y que lo hacen diferente de otros. Mientras que la identidad social atañe a los rasgos que compartimos los individuos de un grupo y que favorecen el sentido de pertenencia. Esta identidad social comprende dos facetas: la identidad social virtual e identidad social real; la primera refiere lo que el individuo debería ser, mientras que la real nos habla de lo que realmente es. Goffman (1998) argumenta sobre las consecuencias de una gran diferencia entre las identidades real e ideal: genera una identidad estigmatizada o, al menos, presenta un atributo desacreditador. Asimismo afirma que el estigma es una clase especial de relación entre atributo desacreditador y estereotipo.
La premisa de una imagen deteriorada en la mujer está soportada por la influencia de la cultura, que determina roles establecidos para hombres y mujeres (Montesinos y Carrillo, 2010). En congruencia con este autor, Nash (2006), refiere: los roles culturales se constituyen en una forma de identidad cultural signada, sujeto a una reflexión histórica. Al respecto Dubar (2000), menciona que un cambio en los roles de hombres y mujeres formarían parte de una nueva construcción identitaria a lo largo de la vida.
La construcción identitaria, para Baltodano (2007), requiere de un proceso prolongado que siempre está en edificación con una toma de consciencia individual y colectiva. Esta autora, que se sustenta en el interaccionismo simbólico en su investigación sobre roles de género, aporta a la delimitación de los estereotipos de género. Al respecto argumenta que, desde el modelo tradicional, se espera que la mujer sea: la encargada de la crianza de los hijos, las labores del hogar, sea sumisa y dependiente; mientras que el hombre sea el proveedor material y reprima sentimientos por patrones culturales ya establecidos.
La caracterización hacia la mujer como sumisa y el hombre como dominante se constituyen como estereotipos que favorecen una identidad social real y una identidad social virtual en el hombre y la mujer. En la actualidad, todavía persisten los estereotipos de género respecto a los roles y disposiciones que deben asumir hombres y mujeres. En específico, se parte de la premisa de la presencia de estereotipos de género coadyuvan a la violencia de género. Esto es, la persistencia de un estereotipo de sumisión en la mujer favorece que persista como víctima en una relación de pareja violenta. El estereotipo de roles de género de sumisión - dominación, condiciona que la mujer se conforme en su condición de ser violentada y sometida. Dichos estereotipos favorecen a la normalización de la ausencia de equidad en los derechos de la mujer en la relación conyugal.
Con sustento en los estudios antecedentes se realizó esta investigación que tuvo la finalidad de identificar los estilos identitarios que asumen mujeres que permanecen en la condición de víctima de violencia de pareja. Se pretende explorar la identidad real e ideal de la mujer, así como su representación de su identidad cultural de género, esto es, la presencia de un estereotipo tradicional respecto al rol social femenino. El tipo de representación del rol de género (identidad cultural signada) reflejará la permanencia o ausencia del estereotipo.
Se parte de una estructura factorial hipotética del instrumento, congruente con cinco estilos reportados en la teoría de Goffman: identidad cultural de género: estereotipo masculino y estereotipo femenino, identidad social virtual, identidad social real e identidad deteriorada. La finalidad instrumental del estudio fue diseñar y validar un cuestionario que explore estilos identitarios y sea capaz de diferenciar los estilos identitarios en mujeres con y sin relación violenta de pareja.
Método
El estudio es de tipo empírico cuantitativo y se realizó en dos fases: La primera consistió en la aplicación de la técnica de redes semánticas a mujeres víctimas de violencia que permitió la exploración de definidoras, en los ejes teóricos de la teoría de Goffman, que conformaron los indicadores para el diseño de reactivos del instrumento de estilos identitarios. La segunda correspondió a un estudio instrumental para la validación de constructo y confiabilidad del instrumento, así como la comparación entre las mujeres que viven violencia y las que no.
Participantes
En una primera fase, se realizó la aplicación de la técnica de redes semánticas a 33 mujeres que vivieron o viven violencia por parte de su pareja, con los siguientes criterios de inclusión: mayores de 18 años de edad, un nivel de escolaridad de secundaria en adelante, de religión y estado civil actual indistintos y que residan en el Estado de México. Fueron localizadas en tres centros de atención a mujeres que viven esta problemática: Consejo Estatal de la Mujer y Bienestar Social en la Unidad de Atención de Toluca de Lerdo y la Unidad de Atención de Ixtapan de la Sal, en el Área de Provida del Hospital Materno Perinatal “Mónica Pretelini Sáenz” en Toluca de Lerdo, todos estos centros ubicados en el Estado de México. Las participantes fluctuaron en un rango de 22 a 59 años de edad, con nivel de escolaridad mínimo de secundaría, prevaleció la religión católica y un nivel socioeconómico medio-bajo. La colaboración fue voluntaria, con previo consentimiento informado, asegurando la confidencialidad y anonimato. Los resultados de la red semántica sustentaron la elaboración de los reactivos del instrumento.
Para la segunda fase, se aplicaron cuestionarios a una muestra no probabilística, de tipo propositivo. Las características de la muestra: 570 mujeres residentes en el Estado de México. Los rangos de edad fueron los siguientes: 53.7% (306) se encontraron en un rango de 18-20 años, el 38.2% (218) entre 21 a 35 años, 5.8% (33) de 36-50 años, 2.3% (13) 51 años en adelante. El instrumento explora en los datos de identificación, si la mujer ha vivido violencia en alguna de sus relaciones de pareja: 18.6% (106) refiere que si ha vivido violencia y 81.14% (464) refiere que no ha vivido violencia. Dicha muestra con la cual se realizó la validación del cuestionario, se conformó en su mayoría por estudiantes de nivel superior: 81.9% (467). Las características sociodemográficas que fueron exploradas en las mujeres participantes fueron las siguientes: con respecto al estado civil de las participantes: 85.4% (487) solteras, 11.6% casadas, 2.1% (12) en el rango de separada, viuda o divorciada y 0.9% (5) no respondieron. El número de hijos: 84.7% (483) mujeres sin hijos y 15.3% (87) mujeres con hijos. La ocupación de las mujeres entrevistadas fue: estudiantes (82.3%) (469), trabajadoras (13.3%) (76), amas de casa (4.4%) (25). La distribución por áreas del conocimiento fue: (21.1%) (120) medicina y ciencias de la salud, (20.7%) (118) ciencias sociales y económicas, (20%) (114) humanidades y ciencias de la conducta (17.7%) (101) caracterizado en otras, (13%) (74) biología y química y (7.5%) (43) deportistas de nivel superior. Con respecto al grado académico: (81.9%) (467) licenciatura en proceso, (8.1%) (46) licenciatura concluida, (5.4%) (31) no respondieron, (2.8%) (16) posgrado, (1.5%) (10) carrera técnica. En cuanto a relación de pareja: (55.3%) (315) persisten en dicha relación, (44.7%) y (255) no persisten.
Al igual que en la red semántica las participantes colaboraron de manera voluntaria, con carta de consentimiento informado y asegurando la confidencialidad y anonimato.
Instrumento
En la primera fase, se estructuró una red semántica a partir de la elaboración de un cuadro de categorías de análisis. Los estímulos explorados fueron: imagen social del género masculino, el segundo estímulo correspondió a la imagen social del género femenino, su imagen real e ideal con respecto a su género, elementos que a la mujer le impiden ser valorada como persona (se enfoca en explorar una posible identidad deteriorada) y además se incluyó un estímulo que permitiera describir la relación de pareja de la participante. Se realizó el análisis de la técnica extrayendo el conjunto SAM de cada estímulo para elaborar los indicadores de la estructura hipotética del instrumento.
Los datos obtenidos de la red semántica permitieron construir la estructura hipotética del instrumento que indaga la concepción actual que tiene la mujer respecto al estereotipo en la dualidad dominación-sumisión respectivamente para la figura masculina y la femenina, explora algunos atributos en la mujer, lo que le gustaría llegar a ser y la posible presencia de una identidad deteriorada.
El cuestionario originalmente se conformó con ítems que exploran cinco factores, cada factor consta de 20 ítems, ajustando un banco total de 100 reactivos, con cinco opciones de respuesta en escala Likert que va de totalmente de acuerdo a totalmente en desacuerdo. Fue sometido a validez de contenido por medio de jueces. Se realizaron cambios en la redacción y planteamiento de los enunciados con base en las observaciones de los jueces. Posteriormente se realizó un estudio piloto ajustando el formato final del instrumento.
Procedimiento
El estudio fue de tipo instrumental (Montero y León 2002), exploratorio con un diseño no experimental, transversal y de enfoque cuantitativo (Hernández, Fernández y Baptista, 2003). Con el objetivo de diseñar y validar un instrumento que permita explorar estilos identitarios en mujeres que viven o vivieron violencia conyugal. El estudio se realizó en dos fases. La primera consistió en la aplicación de la red semántica, en los centros de apoyo, a 33 mujeres víctimas de violencia conyugal. La segunda fase tuvo la finalidad de validar el cuestionario. La aplicación del cuestionario se realizó en cada dependencia académica de la institución y en forma colectiva a 570 mujeres, en su mayoría estudiantes de educación superior. Los datos obtenidos fueron tratados estadísticamente mediante el paquete SPSS Versión 22, se llevó a cabo el análisis factorial con rotación varimax para determinar la validez de constructo, obteniendo la prueba de medida de adecuación muestral de Kaiser-Meyer-Olkin (KMO), y la prueba de esfericidad de Bartlett, la comunalidad, así como la varianza, varianza acumulada, peso factorial de los reactivos; y para la confiabilidad del instrumento se realizó a través de la consistencia interna mediante el Alfa de Cronbach total y por cada factor obtenido. Los datos de identificación del cuestionario permitieron identificar a las estudiantes con y sin experiencia de violencia de pareja, permitiendo realizar análisis estadístico por medio de la prueba t de student.
Resultados
Primera fase
El conjunto SAM reportó definidoras de la identidad social real que reflejaron una marcada diferencia con las definidoras del estímulo identidad social ideal, lo cual reflejó una identidad deteriorada. Se exploraron definidoras del estereotipo sumisión-dominación en las definidoras del estímulo identidad social de la mujer e identidad social del hombre. El estímulo de las definidoras de la relación con la pareja muestran indicadores de: sometimiento, control, mentira, celos, amor, tristeza, humillación, manipulación, agresión, enojo, difícil.
Segunda fase
Los datos se analizaron mediante el método de análisis factorial, de componentes principales por rotación varimax. Se estimaron los pesos factoriales por arriba de .40. Para comprobar el tamaño de la muestra se calculó el estadístico KMO, se obtuvo un valor de .927 indica que la cantidad de participantes es pertinente. La prueba de esfericidad de Bartlett indicó una significancia de .000, es decir, si existe la correlación entre los reactivos.
Estructura Factorial
La tabla A1 muestra los resultados obtenidos del análisis factorial, quedando conformados cinco factores, el peso factorial de los reactivos va de .883 a .404, y la comunalidad de .786 a .168. De los 100 reactivos originales que conformaban el instrumento, quedaron agrupados 81. El primer factor identidad social virtual, quedo conformado con 20 reactivos, el factor dos explora la identidad deteriorada a través de 21 reactivos, el tercer factor explica los estereotipos de género con 20 reactivos, el cuarto factor conforma la identidad social real con 12 reactivos, y el quinto factor agrupa un estereotipo masculino positivo con ocho reactivos.
La tabla A2 muestra los resultados obtenidos de los reactivos del Cuestionario Estilos Identitarios en mujeres víctimas de violencia conyugal, de acuerdo con los datos observados el peso factorial de los reactivos en cada uno de los factores es superior a .40, así mismo la tabla muestra los datos del alfa de Cronbach por cada uno de los factores, donde los valores van de .974 a.825 y el alfa total del instrumento es de .929, lo que denota consistencia interna del mismo.
La tabla 1 muestra los resultados obtenido del valor eigen, es decir el valor propio, donde todos los factores son mayores a uno, la varianza de cada factor, la varianza acumulada y el alfa por factor, de acuerdo con los resultados obtenido se observa que el Cuestionario de Estilos Identitarios en mujeres víctimas de violencia conyugal queda integrado con 81 reactivos distribuidos en cinco factores que explican un total de varianza de 45.276%, con una consistencia interna total obtenida a través del Alfa de Cronbach igual a .929.
Factor/Estilo | Valor Eigen | % de varianza | % Varianza Acumulada | Alfa de cronbach |
---|---|---|---|---|
Identidad social virtual | 13.163 | 15.129 | 15.129 | .974 |
Identidad deteriorada | 9.158 | 10.526 | 25.656 | .933 |
Estereotipo de gnero | 8.644 | 9.935 | 35.591 | .816 |
Identidad social real | 4.709 | 5.413 | 41.004 | .834 |
Estereotipo masculino positivo | 3.717 | 4.273 | 45.276 | .825 |
La tabla 2 muestra los resultados obtenidos de la media y desviación estándar de cada uno de los factores del cuestionario, por cada grupo: mujeres, las que viven violencia y las que no viven violencia de pareja con relación. De acuerdo con los datos obtenidos las medias más altas se encuentran en el factor de identidad social virtual, estereotipo de género e identidad deteriorada.
Factor/Estilo | Mujeres que viven violencia de pareja (n= 106) |
Mujeres que no viven violencia de pareja (n = 464) |
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M | DE | M | DE | |
Identidad social virtual | 75.74 | 16.31 | 69.26 | 20.59 |
Identidad deteriorada | 50.53 | 18.04 | 38.86 | 13.28 |
Estereotipo de gnero | 62.02 | 10.79 | 60.57 | 10.727 |
Identidad social real | 20.65 | 5.335 | 20.57 | 5.325 |
Estereotipo masculino positivo | 19.94 | 4.337 | 19.57 | 4.031 |
La tabla 3 muestra los resultados obtenidos de la prueba t Student al realizar la comparación entre los estilos identitarios de las mujeres que sufren violencia y las que no, se encontraron diferencias estadísticamente significativas entre identidad social virtual e identidad deteriorada. Las medias que reportan las mujeres que viven violencia de pareja en estos dos factores son más altas de las que viven violencia de pareja (Ver Tabla 3).
Discusión
La información reportada por las víctimas de violencia, en la red semántica, mostró definidoras que implican un estereotipo desacreditador por una identidad real deteriorada y, en congruencia, una identidad virtual muy alejada de lo real. Estas definidoras fueron la base para la construcción de los reactivos del cuestionario de estilos identitarios. Goffman (1998) considera la identidad deteriorada como identidad estigmatizada, que refleja la situación del individuo inhabilitado para una plena aceptación social. Utiliza el término “estigma” para hacer referencia a un atributo profundamente desacreditador en las interacciones sociales.
La estructura factorial obtenida fue similar a la hipotetizada, sustentada en la teoría de Goffman. Por tanto, se denominaron los factores en congruencia con la teoría:
Factor 1. Identidad Social Virtual: Lo que un individuo debería ser (Goffman, 1998). Expectativa respecto a los atributos y categoría de una persona. Teniendo como indicador al estereotipo. Puntajes altos (cercanos a 5) indican una necesidad de cubrir expectativas, a mayor puntaje mayor deseo por parte de la mujer. Puntajes bajos (cercanos a 1) denota que la mujer ya posee dichas características, que se encuentra satisfecha con sus atributos.
Factor 2. Identidad Deteriorada: Desde Goffman (1998), se habla de una identidad deteriorada o estigmatizada entendiendo al estigma como un atributo profundamente desacreditador. Todo individuo que experimenta gran diferencia entre la identidad social virtual y la identidad social real está estigmatizado o se vive con una identidad deteriorada (Gofman, 1998). Puntajes altos (cercanos a 5) indican un deterioro en la identidad de la mujer, a mayor puntaje la mujer presenta cualidades perfiladas a aspectos negativos. Puntajes bajos (cercanos a 1) expresan que la mujer presenta poco o escaso deterioro en su identidad.
Factor 3. Identidad cultural / Estereotipo de Género: En congruencia con la postura de autores como Baltodano (2007) aporta ciertas características en el hombre y la mujer, desde un modelo tradicional, la mujer vista en funciones de domesticidad y sumisión. Puntajes altos (cercanos a 5) indican que está presente en la mujer el estereotipo que expresa la dualidad: dominación en la figura masculina y sumisión en la mujer. A menor puntaje (cercanos a 1) el estereotipo del hombre dominante y agresivo y la mujer sumisa y obediente no es llevado a la práctica.
Factor 4. Identidad Social Real: Para Goffman (1998) se trata de los atributos que porta el individuo. Son las categorías y atributos que percibe el individuo y conforman su imagen. Puntajes altos (cercanos a 5) indican mayor valorización en la mujer. De forma contraria puntajes bajos (cercanos a 1) indican menor valía en los atributos con los que vive cotidianamente la mujer.
Factor 5. Identidad cultural / Estereotipo Masculino: Puntajes altos (cercanos a 5) se encuentra presente una mayor tendencia al estereotipo de la figura masculina como afectivo/protector. Puntajes bajos (cercanos a 1) la figura masculina se aleja de poseer atributos positivos.
La presencia de este último factor es un indicador del inicio de un cambio en el estereotipo masculino. La representación del hombre como afectivo y protector, aun cuando el porcentaje de varianza explicada sea bajo, da cuenta de una paulatina transformación en el rol cultural del hombre.
En los datos de identificación, el instrumento indaga si la mujer ha experimentado, en alguna de sus relaciones, violencia de pareja. Dicha variable permitió una comparación entre ambos grupos: mujeres que vivieron o viven violencia de pareja y mujeres que no han vivido violencia de pareja. Los resultados de la comparación indican que, de los cinco factores que conforman el instrumento, solo en dos de ellos existen diferencias estadísticamente significativas: identidad social virtual e identidad deteriorada.
Las medias, en estos dos factores (identidad social virtual e identidad deteriorada, que reportan las mujeres que viven o han vivido violencia de pareja, son significativamente más altas que las medias reportadas por mujeres que no viven violencia de pareja. Para los tres factores restantes (estereotipo de género, identidad social real y el estereotipo masculino positivo) no existen diferencias estadísticamente significativas entre ambos grupos.
Los hallazgos del presente estudio son congruentes con la premisa de Montesinos y Carrillo (2010), respecto a que la imagen deteriorada en la mujer está soportada por la influencia de la cultura, la determinación de roles establecidos para hombres y mujeres. La prevalencia del rol femenino caracterizado por sumisión, pasividad y domesticidad también fue reportada por Nash (2006). Respecto a que los roles de género favorecen una identidad signada que debe de reflexionada para trascender estereotipos que favorecen la violencia de género.
La presencia de un factor que agrupa roles de género con base en el estereotipo sumisión-dominación, es congruente con lo reportado por Araujo (2008) acerca de que el tipo de representación de género construido es uno de los factores que favorece que la mujer permanezca en una relación abusiva. Asimismo dicho factor, coincide con la premisa de Narvaz y Koller (206) acerca de que los estereotipos favorecen la violencia de género y la permanencia de la división del trabajo dentro de los ambientes domésticos.
Desde Dubar (2000), un cambio en los roles de hombres y mujeres formarían parte de una construcción identitaria a lo largo de la vida. La construcción de la identidad a partir de los resultados arroja que los factores de mayor peso lo comprenden: identidad social virtual e identidad deteriorada, siendo ambos los que enmarcan y definen al estigma y el deterioro en las mujeres que viven o han vivido violencia de pareja.
Con los resultados anteriores coincide Flores (2010), afirma que la mujer que vive violencia de pareja elabora un concepto devaluado de sí misma provocando disminución de autoestima y aislamiento, además de un auto concepto devaluado e inseguridad, a diferencia de las mujeres que nunca han vivido violencia de pareja que se califican a sí mismas de manera positiva y además son independientes.
La identidad deteriorada genera un deseo exacerbado de los atributos ideales. Dicha exacerbación de lo ideal explica la media significativamente mayor en el factor estilo de identidad social virtual en las mujeres víctimas de violencia de pareja.
Finalmente, la estructura factorial reportada en esta investigación es congruente con la propuesta teórica de Goffman. Es necesario seguir en el proceso de exploración del fenómeno violencia conyugal y de qué manera estudios como éste pueden contribuir en la implementación de medidas de detección y prevención. La educación de la mujer y del hombre, superando los estereotipos de roles de género tradicionalistas, es un tema central que debe ser atendido a nivel nacional. La dignificación del rol femenino, el respeto y valoración de los roles de ambos géneros es un tema importante en la educación de las nuevas generaciones que coadyuvan a disminuir la violencia de pareja. Investigaciones como la presente permiten la toma de decisión respecto a las tendencias pertinentes de las temáticas que deben abordar los programas de prevención de la violencia.