Misky Wayra es una organización interdisciplinaria compuesta por estudiantes y profesionales provenientes de distintas carreras y casas de estudios. El grupo nace en el año 2015 como respuesta a la necesidad de fomentar la consolidación de vínculos afectivos de una comunidad, el involucramiento con su espacio próximo y el desarrollo de habilidades lúdicas, artísticas y ciudadanas.
Su misión es fomentar la trasformación educativa en el espacio público y consolidar los vínculos afectivos de una comunidad en beneficio de la niñez, mediante el desarrollo de habilidades socioemocionales y ciudadanas a través del arte y el juego, con el fin de reducir las brechas educativas y sociales. Asimismo, busca responder al contexto educativo y social del Perú actual en cuanto a: 1) la equidad que, pese a existir una amplia cobertura1 de acceso al sistema educativo peruano y un incremento del PBI2 destinado al sector educación, sigue teniendo desafíos3 como el rendimiento en el aprendizaje, la sostenibilidad de políticas públicas para optimizar la formación inicial docente, el acceso a servicios básicos y la mejora de infraestructura en contextos varios, etc.; 2) la relación escuela-comunidad, larga discusión histórica4 que evidencia la urgencia de que la escuela responda a las necesidades del contexto en que viven sus integrantes; y 3) las habilidades socioafectivas y ciudadanas, que requieren ser desarrolladas desde programas sostenibles que respondan al contexto de violencia e injusticia que el Perú vive hoy.5
En este marco, la organización asume el reto de idear una propuesta de Pedagogía Alternativa, una tendencia que se refleja en distintos modelos pedagógicos a nivel mundial, fundamentada en la emancipación del sujeto, la educación como motor de cambio para la construcción y la trasformación de la ciudadanía, etc. (Alirio, Africano, Febres-Cordero y Carrillo, 2016), en el marco de la educación no formal, definida como aquella actividad sistémica y educativa fuera del sistema oficial enfocada en el aprendizaje (Coombs, Ahmed, 1975, en Luque, 1997), que articule distintos actores sociales e instituciones para responder a las problemáticas de una comunidad en el espacio público, lugar de diferenciación y encuentro de lazos humanos (Berroeta, Vidal, 2012), con el fin de fomentar la participación comunitaria e incidiendo en habilidades ciudadanas y socioemocionales a través de estrategias pedagógicas y artísticas.
Misky Wayra trabaja con base en tres ejes: 1) la ternura, que supone comprender la condición humana y trabajar los afectos para la reivindicación y el empoderamiento de la persona en pro de la libertad y la justicia, así como conocer la diversidad cultural y espiritual de cada niña y niño con el fin de formar vínculos afectivos que le permitan ir educándose (Cussiánovich, 1980; Arguedas, 1960); 2) el arte, que impulsa la trasformación social para responder a las necesidades del entorno (Levine, 2011); y 3) la ciudadanía, entendida como una serie de valores y pautas de comportamiento como la cooperación, la solidaridad, la tolerancia, la resolución pacífica de conflictos y el diálogo (López, 2013).
Asimismo, el grupo trabaja sobre dos líneas de acción:
La primera, las intervenciones pedagógico-artísticas, son proyectos comunitarios de ocho semanas de duración que se diseñan a partir de un diagnóstico elaborado en interacción con la comunidad. En ellas participan niñas y niños de 3 a 12 años, con quienes se identifica una problemática para profundizarla y proponer soluciones, por ejemplo, el proyecto “Fomentando una cultura de Paz”, que tuvo lugar en el distrito de La Victoria, en Lima, con el objetivo de sensibilizar y comprender las manifestaciones de violencia e inseguridad ciudadana en su zona. Están también las intervenciones itinerantes, experiencias cortas con una temática de interés social como, por ejemplo, la intervención “La Huaca te cuenta”, que se realizó en el sitio arqueológico Huaycán de Pariachi en el distrito de Ate, en la ciudad de Lima, en colaboración con el Ministerio de Cultura, cuya finalidad fue fortalecer la identidad del patrimonio cultural a través de juegos y cuentos.
Y la segunda, los encuentros de aprendizaje, espacios para intercambiar experiencias y propuestas a nivel metodológico y teórico donde participan grupos con iniciativas afines. Este año, Misky Wayra organizó el I Conversatorio “Debates y Proyecciones de la niñez en espacios públicos” en la Asociación Cultural elgalpon.espacio, donde distintos grupos compartieron sus experiencias a favor de las niñas y los niños.
Ahora bien, los grandes cambios por los que atraviesa nuestra sociedad debido a la pandemia de COVID-19 han impulsado la renovación de la forma de trabajo de la organización. Prueba de esto es el desarrollo de un proyecto de acompañamiento remoto al barrio de Nocheto, en el distrito de El Agustino, en Lima, y a la comunidad campesina San Antonio de Cusicancha, en la provincia de Huaytará, departamento de Huancavelica. Su finalidad es brindar refuerzo pedagógico a través del envío de recursos que contribuyan a los aprendizajes de niñas y niños de primaria. A futuro, se plantea diseñar un sistema de acompañamiento afectivo y pedagógico-artístico para las familias de dichos lugares. Asimismo, se han realizado intervenciones pedagógico-artísticas en vivo, enfocadas a brindar estrategias socioemocionales para familias a través de redes sociales como Facebook. Por último, como parte de los encuentros de aprendizaje, el colectivo está desarrollando una serie de conversatorios virtuales con el propósito de abrir espacios de diálogo y reflexión sobre diversas temáticas en educación, arte y cultura asociadas a la coyuntura actual.
La situación en el sector cultura en el Perú: cambios y problemáticas
La pandemia de COVID-19 ha modificado las rutinas en el ámbito personal, familiar y laboral a nivel mundial. Para el sector cultura esto no es la excepción. Diversas organizaciones culturales y educativas cuyo trabajo se enfocaba a la creación de diferentes experiencias lúdicas, artísticas y políticas en la calle para niñas y niños, a través del diálogo, el juego y otros lenguajes, se ha visto obstaculizado en sus distintas plataformas físicas (museos, teatros, conciertos, fiestas tradicionales, etc.). A esto se suma el descuido gubernamental al sector cultura, el cual no recibió, en el momento más oportuno, una respuesta respecto a la situación que enfrentaban los miembros de las organizaciones culturales en el contexto de la pandemia (el desempleo o la imposibilidad de desarrollo de la industria cultural).6
Este escenario ha llevado a que muchas organizaciones usen las plataformas digitales para seguir impulsando sus iniciativas culturales o de emprendimiento económico, pero también a exigir espacios de diálogo que evalúen los efectos de la pandemia en el sector cultura, así como el diseño de encuestas impulsadas y autogestionadas por la sociedad civil, investigadores y docentes universitarios.7 Ello, definitivamente, ha despertado una serie de cuestionamientos y exigencias al Estado para rendir cuentas sobre las medidas proyectadas, a fin de que las distintas organizaciones culturales también salgan beneficiadas.
En ese contexto, en mayo de este año el Estado peruano publicó un decreto8 que busca mitigar los efectos económicos en el sector cultura y brindar apoyo económico a favor de personas físicas y jurídicas que realizan actividades culturales. A la fecha, ya iniciaron las convocatorias para recibir dicho apoyo.
Misky Wayra frente a la pandemia: retos, cambios y proyecciones
Misky Wayra no ha sido ajena al contexto descrito. La pandemia ha exacerbado los sentires de temor, riesgo personal, familiar y cambios de rutina en el terreno académico y laboral. Pese a ello, el confinamiento ha servido para abordar otros aspectos de la vida como las relaciones inter e intrapersonales, lo cual resulta ser un momento de muchos retos tanto laborales como emocionales.
Por ello, actualmente Misky Wayra enfrenta una serie de retos como organización, pero también de manera personal, desde los integrantes que la conforman, pues cada uno ha tenido que adaptarse a los cambios y adoptar distintas maneras de organización y formas de trabajo.
Como organización, ha sido retador generar un espacio donde no solo se prioricen los proyectos trazados, sino también comprender las necesidades y dificultades de cada integrante frente a este nuevo contexto. Sin embargo, ha sido necesario continuar con el trabajo del equipo. Asimismo, muchos de los proyectos planificados para este año tuvieron que ser replanteados para desarrollarlos de manera pertinente a la situación actual. Es aquí donde comienza el verdadero trabajo de Misky Wayra ya que implicó adaptar su metodología y aplicación de cada propuesta a un entorno virtual y remoto, y hasta el día de hoy continúa siendo un constante desafío ya que, sumado a esto, ha tenido que enfrentarse al desequilibrio organizacional generado por la ausencia de algunos integrantes en momentos en que el trabajo y el compromiso resultaban claves para seguir adelante.
Ahora bien, a partir de estos desafíos han surgidos nuevos aprendizajes. De manera personal, cada miembro ha tomado conciencia de la necesidad de ser flexibles frente a los cambios y asumir una postura crítica como ciudadanos ante las problemáticas surgidas por la pandemia. Otro aprendizaje es la resiliencia para enfrentar las dificultades a nivel personal y grupal.
Misky Wayra ha comprendido la necesidad de estar a la vanguardia de los cambios y, frente a ello, ha descubierto las habilidades que presenta cada miembro para adaptar los proyectos propuestos. Por último, se ha fortalecido el compromiso dentro de esta, teniendo en cuenta la labor en favor de la niñez.
Es así que el trabajo que realiza Misky Wayra permite plantear tres grandes proyecciones: seguir apostando por ser una propuesta pedagógico-artística que apunte a una Pedagogía Alternativa de educación no formal tomando en cuenta las demandas educativas actuales en beneficio de la niñez; impulsar políticas públicas que incidan en la búsqueda de equidad educativa y las relaciones entre escuela y comunidad que propicien espacios de encuentro para el diálogo y el ejercicio de derechos ciudadanos; y educar en los afectos con base en la filosofía de la organización. Todo ello, comprometidos con la niñez para seguir trabajando en su formación como agentes de cambio, desde la reflexión, la crítica y la trasformación, pese a los desafíos que surgen a raíz de la pandemia actual.