Introducción
En 1982, la Misión Arqueológica y Etnológica Francesa en México (MAEFM), realizó trabajos de reconocimiento arqueológico en San Luís Potosí (Figura 1). En una cueva explorada en el municipio de Tierra Nueva, se localizó un entierro humano que indica una afiliación chichimeca (Rodríguez-Loubet 1985: 186).
El actual territorio de San Luís Potosí se ubicaba, en tiempos prehispánicos, en la frontera norte mesoamericana, entre el mundo sedentario y el dominio de los nómadas (Michelet 1984). Si bien la frontera norte de Mesoamérica sufrió fluctuaciones, con avances y retrocesos de los asentamientos de pueblos agricultores, en el siglo XVI el área en cuestión estaba ocupada por pueblos chichimecas (Figura 2).
La cuenca de Río Verde, en la cual se localiza el actual municipio de Tierra Nueva, es particularmente interesante. La evidencia arqueológica en este sitio muestra la presencia de pueblos sedentarios, agricultores, a partir de 250 dC y que parecen más próximos física y culturalmente a los grupos mesoamericanos de la costa del Golfo o de la altiplanicie central de México, que a sus vecinos chichimecas del norte (Michelet 1984: 58).
Esta población muestra su apogeo demográfico alrededor de 900 dC, se repliegan entonces hacia el sur y son sustituidos por los pueblos chichimecas venidos del norte.
Se aprecian así, a finales del primer milenio de nuestra era, divergencias culturales que oponen el norte y el sur del territorio que actualmente corresponde al estado de San Luís Potosí, y que era probablemente coincidente con diferencias étnicas: los sedentarios de Río Verde serían colonos venidos del sur y/o del este, más que nómadas aculturados (Michelet 1984).
Un estudio de los restos esqueléticos de estos grupos de Río Verde, y de enterramientos de la zona de Guadalcázar, de cazadores-recolectores emparentados con los grupos de Aridoamérica (Serrano y Ramos 1984) mostró que existía un contraste morfológico en las características esqueléticas de ambas poblaciones. Por ello, resulta de sumo interés el estudio del entierro localizado en la Mesa Salsipuedes, San Luis Potosí.
Así, el objetivo de este trabajo es realizar la osteobiografía de este entierro. Acudimos a la propuesta osteobiográfica de Saul (1972), que plantea el análisis de los elementos esqueléticos de un entierro para reconstruir el perfil biológico del individuo: edad, sexo, estatura, patología, alteraciones osteoculturales, afinidad poblacional. La integración de estos datos con los del contexto arqueológico es una vía de estudio de la dinámica poblacional en sociedades del pasado, enfoque que más recientemente ha privilegiado la bioarqueología (Spencer 1997; Buikstra y Beck 2006).
En este trabajo se aporta la descripción general de las características osteológicas y el registro de las lesiones patológicas observadas; se atiende en particular el estudio de los rasgos morfométricos craneales. La información bioantropológica se complementa con los datos del contexto arqueológico. Por último, se compara la morfología cefálica en relación a datos publicados sobre grupos cazadores recolectores del norte de México (laguneros de La Candelaria y Paila, Coahuila, y pericúes de Baja California) y de una población postclásica del altiplano central (Tlatelolco), así como de ejemplares precerámicos de la Cuenca de México, con el objeto de evaluar la posible afinidad física de este individuo.
Contexto de hallazgo
En una nota informativa, el arqueólogo François Rodríguez (1982) señala que el entierro fue explorado en una mina prehispánica de colorante rojo, la cual fue utilizada posteriormente como habitación por grupos de cazadores recolectores. Se trata de una cueva ubicada en la pendiente del cerro del Almagre, cerca de la Mesa de Salsipuedes, como ya se ha indicado (Figura 3).
La sepultura estaba al centro de la cueva; ésta tiene una superficie aproximada de 24 m2. Consistía en un entierro directo, primario, en posición ventral, con la cara hacia abajo, los brazos cruzados sobre el abdomen y las rodillas casi en contacto con la mandíbula (Figura 4). Tenía como ofrenda un tecomate y dos huesos trabajados; por encima del esqueleto se encontró una laja gruesa de riolita, usada para cubrir la sepultura.
En el área del entierro se localizaron la calota de un infante y fragmentos óseos dispersos, también infantiles, algunos parcialmente quemados, que parecen provenir de entierros anteriores que fueron removidos al inhumar al individuo adulto.
En la excavación se hallaron artefactos líticos confeccionados con riolita, semejantes a los de otras cuevas cercanas. A partir de estos materiales se identificó un complejo cazador recolector en la región, con una secuencia cronológica basada en seriaciones de material lítico y dataciones de niveles estratigráficos por C14. La datación obtenida se ubica en un amplio lapso de tiempo, entre 1138±150 y 1550± 80 dC (Rodríguez-Loubet 2016: 71-72, 125, 135-137).
Materiales y método
El material esquelético estudiado guarda un buen estado de conservación, fue examinado en el Laboratorio de Osteología del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM. Se realizó la identificación de edad y sexo, utilizando técnicas multifactoriales, considerando entre otros atributos, la robustez de los arcos supraorbitarios, de la apófisis mastoides y de los malares, así como el desarrollo de las inserciones musculares en huesos largos (White 2000; Ubelaker 1978; Walker 2008). Se llevó un análisis métrico-morfológico aplicando procedimientos indicados para este propósito (Olivier 1960; Bass 1995). En cuanto a la estimación de la estatura, se aplicaron las fórmulas de Genovés (1967) con la corrección de Del Ángel y Cisneros (1991).
Se realizó el registro osteopatológico considerando los elementos diagnósticos que proporciona diversas obras de referencia (Steinbock 1976; Aufderheide y Rodriguez 1997).
Para analizar la morfología del cráneo, se trazó el polígono respectivo; utilizando un digitalizador Microscribe G2X se obtuvo la matriz de configuración de 12 landmarks en tres dimensiones. Mediante el programa Rhinoceros 4.0© se elaboró el polígono craneano ajustando las coordenadas originales a geometría nurbs; en este ambiente, se obtuvieron las principales cotas de longitud equivalentes a las cuerdas craneales y las cotas de ángulo de las estructuras internas al polígono craneal; además de ello, se realizaron diversas proyecciones como son el ángulo de oblicuidad (o.a) (Topinard) (Herrera-Fritot 1965).
Además, con el particular interés de describir las relaciones de ortogonalidad entre las diagonales glabela-lambda y bregma-basion, se obtuvo el ángulo central (Z) descrito por Klaatsch (1909) y que Imbelloni (1921) considera como uno de los indicadores principales para describir el tipo de deformación cefálica intencional. Al final, el prognatismo facial fue evaluado a partir del ángulo I de Falkenburger (FI.a) (1938).
El polígono craneal constituye la representación en norma sagital de las relaciones geométricas de las distintas partes del cráneo; en este trabajo ha permitido analizar el equilibrio total del cráneo y las relaciones intracraneales.
Con la información obtenida, se llevó a cabo una comparación con los datos craneométricos de poblaciones de cazadores recolectores del norte de México: La Candelaria y Paila, Coahuila, y pericúes de Baja California (Romano et. al. 2007), y del centro de México, con la población posclásica de Tlatelolco (Paschetta et.al. 2017); se incluyeron también en este examen comparativo, ejemplares precerámicos de la Cuenca de México (Romano 1970), todo ello con el propósito de evaluar la afinidad física del individuo estudiado.
Osteobiografía
Se trata de un individuo maduro entre 40 y 50 años, de sexo femenino, con una estatura de 1.52 m, aproximadamente, morfología craneal dolicoide (ICH: 74), sin indicios de modelado intencional (Cuadros 1 y 2), (Figura 5). Del esqueleto postcraneal le faltan huesos de ambas manos, algunos huesos de ambos pies y escápulas. En general la preservación de los huesos es óptima, todos están completos.
Medidas | ||
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Húmero | Derecho | Izquierdo |
Longitud máxima | 282 | 276 |
Perímetro mínimo | 57 | 53 |
Diámetro máximo | 20 | 19 |
Diámetro mínimo | 19 | 13 |
Cúbito | ||
Longitud máxima | 248 | 241 |
Diámetro anteroposterior subsigmoideo | 18 | 17 |
Diámetro transverso subsigmoideo | 14 | 17 |
Perímetro mínimo | 36 | 39 |
Radio | ||
Longitud máxima | 224 | 223 |
Circunferencia mínima | 37 | 36 |
Fémur | ||
Longitud máxima | 415 | 418 |
Longitud fisiológica | 407 | 413 |
Diámetro anteroposterior a mitad de la diáfisis | 24 | 26 |
Diámetro transverso a mitad de la diáfisis | 25 | 24 |
Diámetro anteroposterior subtrocantérico | 22 | 23 |
Diámetro transverso subtrocantérico | 26 | 28 |
Tibia | ||
Longitud máxima | 335 | 343 |
Diámetro anteroposterior al nivel del ag. nut. | 33 | 31 |
Diámetro transverso al nivel del ag. nut. | 23 | 21 |
Fíbula | ||
Longitud máxima | 327 | 327 |
Índice | Entierro | ||
---|---|---|---|
Húmero | |||
Robustez | D | 20.21 | |
I | 19.29 | ||
Diafisiario | D | 95 | Euribraquia |
I | 68.4 | Platibraquial | |
Cúbito | |||
Robustez | D | 14.51 | |
I | 16.18 | ||
Platolenia de Vernau | D | 77.7 | Platolenia |
I | 100 | Hiperplatolenia | |
Radio | |||
Robustez | D | 16.51 | |
I | 16.14 | ||
Braquial | D | 79.4 | |
I | 89.79 | ||
Fémur | |||
Pilástico | D | 96 | |
I | 108.3 | ||
Platimeria | D | 84.6 | |
I | 82.14 | ||
Tibia | |||
Cnémico | D | 69.6 | Mesocnemia |
I | 67.7 | Mesocnemia | |
Crural o tibio-femoral | D | 82.3 | |
I | 83 |
Dentición
En la dentición se registraron las siguientes características:
Un rasgo sobresaliente es el grado avanzado de pérdida antemortem de piezas dentarias; de las 32 piezas que constituyen el sistema dentario del individuo adulto, se encontraron solo ocho de ellas.
En el maxilar, se puede apreciar una fuerte reabsorción de los alveolos de las piezas dentarias; solo se encontraron el canino y los premolares izquierdos, pero fuera de sus alveolos, apreciándose en éstos una reabsorción parcial. Con respecto a la mandíbula se observan los alvéolos completamente obliterados, indicando una pérdida antemortem de molares, premolares y canino derechos; los incisivos y el canino izquierdo se encontraron fuera de sus alveolos (Figura 6). El soporte de estos dientes fue en vida el hueso interradicular, además del periodonto. Sin embargo, en el hueso seco, algunos de estos dientes perdieron su implantación, por lo que se les recuperó aisladamente durante la exploración del entierro.
No se aprecian indicios aparentes de infección alveolar ni caries. La pérdida de los molares y premolares se puede atribuir a un extremo desgaste, en relación estrecha con el proceso de envejecimiento del individuo.
El desgaste que presentan las piezas se caracteriza por la pérdida del espesor del esmalte y la dentina, que involucra aún la raíz del diente, y no existe tampoco acumulación de sarro. La pérdida de los molares y premolares superiores e inferiores produjo un reajuste de la dimensión vertical de maxilar y mandíbula, en el sentido de una disminución notable de las alturas morfológica y total de la cara.
La pérdida dentaria produjo asímismo un movimiento mandibular más amplio y, con ello, un ajuste de mordida prognata, de características inusuales. En efecto, se aprecia un desgaste intenso, pulido al brillo, en la cara lingual de los incisivos y caninos inferiores, incluyendo dos tercios de la raíz, que denota el área de trabajo a que estuvieron sometidas estas piezas.
En relación con las características anteriores, se encuentran manifestaciones de una osteoartritis témporo-mandibular. Estas observaciones pueden encontrar explicación en la dieta de los cazadores recolectores, que incluye la ingestión predominante de alimentos duros; los dientes, como parte del aparato masticatorio, son así utilizados con gran especialización en la búsqueda de la supervivencia.
Patología
Se identifican manifestaciones patológicas a nivel craneal y postcraneal. En el cráneo se aprecia un osteoma benigno, un sobrecrecimiento óseo circunscrito, compuesto de hueso denso, formado a expensas del periostio, en la parte posterior del parietal derecho. Alrededor del osteoma se nota un hundimiento que puede estar relacionado a un traumatismo craneal. Está acompañado de canales fibrobasculares, cúpula pronunciada y de dimensión mayor a 1cm. Este tipo de osteoma correspondería, de acuerdo con Eshed y colaboradores (2002), a un “osteoma balón” (balloned) o hamartoma definido como localizaciones exageradas de formación de hueso intramembranoso (Figura 6). En el extremo frontomalar del margen supraorbitario del lado derecho, se observa una inflamación del hueso producida por un traumatismo antemortem (Figura 6).
En la estructura postcraneal, fueron identificadas lesiones de origen osteoarticular, alteraciones por enfermedad degenerativa en los huesos de los miembros inferiores. Se observó un pulido en la superficie articular de los cóndilos mediales y laterales de los fémures, y en los platillos tibiales, lesiones acompañadas de marcada osteofitosis, configurando una osteocondrítis, producto de la hiperflexión femorotibial. Las rótulas presentan también grandes osteofitos y una marcada eburnación con estrías (Figura 6).
Estas manifestaciones osteopatológicas sugieren que el individuo habría realizado actividades que implican el acuclillamiento y/o arrodillamiento en forma reiterada, prolongada e intensa. La afección generalizada en los miembros inferiores podría atribuirse a una fuerte actividad deambulatoria.
Se registró también osteofitosis vertebral tanto en las facetas articulares intervertebrales como en los cuerpos vertebrales, con predominio del grado severo; la osteofitosis se observa en los márgenes superior e inferior de la cara anterior de las vértebras C3 y C4, con mayor desarrollo en las vértebras C5 a la C7, de manera simétrica en todo el cuerpo vertebral. Las cinco vértebras lumbares también desarrollaron rebordes en el cuerpo vertebral y se observa de manera intensa en las vértebras L2, L3 y L4, con picos óseos en las caras superior e inferior del cuerpo vertebral. En algunos casos, estas formaciones también están acompañadas por porosidad y eburnación (Figura 6).
Estas lesiones osteoarticulares pueden relacionarse a la avanzada edad del individuo, como procesos degenerativos o de estrés mecánico, debido a alguna actividad física recurrente. La mayor frecuencia de este tipo de lesiones suele manifestarse en poblaciones cazadoras reclectoras, como se ha observado en los laguneros de La Calendaria y Paila, Coahuila.
Análisis craneométrico
En el polígono craneano, se obtuvo un valor de z=92º del ángulo central, lo cual corresponde a un valor que se encuentra por debajo de lo que se ha descrito para ejemplares que presentan modelado cefálico intencional.
Esta información puede ser verificada con el valor del ángulo de oblicuidad (o.a.=137), que muestra que el eje de inclinación de la caja craneana es nulo. Al final, consideramos el grado de prognatismo, evaluado a través del ángulo I de Falkenburger (1938), que en este cráneo toma un valor de FI=91, es ligero y a su vez puede ser visualizado como una posición retroglabelar general del triángulo facial; con un valor equivalente a un ángulo recto (Figura 7)
Se realizó un análisis comparativo con una gráfica de dispersión de los diámetros anteroposterior (GOL) y transverso máximos (xcb) de poblaciones cazadoras recolectoras, agricultoras y de grupos precerámicos de México. Como se puede observar, la figura de círculos rellenos corresponden a individuos de La Candelaria, Coahuila; los triángulos corresponden a individuos de Paila, Coahuila; los círculos en blanco a cráneos pericúes, Baja California Sur; los cuadrados a individuos de Tlatelolco, altiplano central; y los rombos a los precerámicos, centro de México. La posición del individuo de Salsipuedes se muestra con la imagen de un cráneo; como se puede observar, su morfología lo asimila a otros grupos de cazadores recolectores del norte de México y lo alejan de los del centro y sur de México (Figura 8). Mostrando que el individuo de la cueva de Salsipuedes mantiene una estrecha afinidad métrico-morfológica con los grupos procedentes del norte de México. Romano (2005) considera que estos grupos participaron en común de un mismo modelo económico: caza, recolección y pesca, y advierte que estas semejanzas deben ser explicadas porque todos estos grupos constituyen una población natural que compartió una historia genética común.
Conclusión
Los datos aportados por este estudio se orientan a confirmar el contraste físico de los pobladores que se sucedieron en la región central de San Luis Potosí, en la frontera septentrional de Mesoamérica, del Clásico (500-900 dC), al Postclásico (900 hasta la Conquista); por una parte, los pueblos de economía agrícola del periodo Clásico, de perfil braquicráneo, con modelado intencional de la cabeza, de estatura baja, a los cuales sucedieron los cazadores-recolectores del periodo Postclásico, caracterizados por una clara dolicocefalia, sin deformación craneana intencional, estatura más alta y estructura física más robusta. Se puede constatar una semejanza morfológica en el cráneo estudiado con las poblaciones laguneras, como las que provienen de las cuevas de La Candelaria y Paila Coahuila estudiadas por Romano (2005); lo que podría hablar, aun siendo de cronologías no completamente coincidentes, de un mismo origen etnogenético. La constatación de estas diferencias concordaría, por otra parte, con la información arqueológica sobre los desplazamientos humanos y la fluctuación de la frontera norte de Mesoamérica, que tuvieron lugar durante el milenio anterior a la colonización española de la región.
Este problema se inserta en el más amplio tema del hombre temprano a escala continental, desde los cazadores recolectores del Pleistoceno final, de morfología cefálica dolicoide, los paleoamericanos, y la aparición más tardía de los pueblos identificados como amerindios, predominantemente braquicéfalos. Tal fenómeno de diversidad biológica poblacional, como puede apreciarse en la morfología cefálica, evoca la cuestión del origen de esta variabilidad física, si es debida a un proceso de braquicefalización producto de la acción de factores microevolutivos, o corresponde a migraciones de poblaciones diferentes desde tiempos muy antiguos. Alrededor de este tema se ha producido una amplia bibliografía (Powel y Neves 1999; Pucciarelli et al. 2003; Sardi et al. 2005; González-José et al. 2008; Bisso-Machado et al. 2016; von Cramon-Taubadel et al. 2017), que examina en particular el significado del patrón dolicoide predominante de los primeros americanos. Baste citar a González-José y colaboradores (2003), quienes consideran “que en términos generales el patrón morfológico observable en los paleoamericanos puede ser explicado a partir de tres factores: flujo génico, convergencias adaptativas a ambientes locales y ancestros comunes”. Se trata, sin duda, de un fenómeno con muchas aristas, que deberá ser objeto de investigación.
Es de esperar que la aportación de nuevos elementos de análisis, como ha sido el objetivo de este trabajo, coadyuvará a construir una más aceptable visión de la dinámica de las poblaciones humanas antiguas que, a través del continente, han protagonizado una rica y compleja historia que seguirá demandando nuestra atención.