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Estudios sociológicos

versión On-line ISSN 2448-6442versión impresa ISSN 0185-4186

Estud. sociol vol.42  Ciudad de México  2024  Epub 24-Mayo-2024

https://doi.org/10.24201/es.2024v42.e2531 

Artículos

Cuando las inversiones se popularizan. Finanzas digitales e inversores amateurs en Argentina

When Investments Become Popular. Digital Finance and Amateur Investors in Argentina

María Soledad Sánchez1 
http://orcid.org/0000-0002-7059-0611

1Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales. Universidad de San Martín (CONICET/EIDAES-UNSAM) Argentina, mssanchez@unsam.edu.ar


Resumen:

En la Argentina, en un contexto eco­nómico marcado por los altos niveles de inflación y las fuertes restricciones sobre el mercado de cambios, las inversiones en diversos instrumentos financieros han tenido un crecimiento exponencial desde 2020. A través de una estrategia cuanti­-cualitativa, este trabajo analiza la expansión de las plataformas financieras digitales para invertir y la creciente incorporación de los inversores legos o amateurs al mercado como un proceso de popularización de las inversiones. Entiende este proceso como resultado de la interacción entre un contexto económico inestable, los cambios en las organizaciones financieras a partir de su digitalización y la amplia circulación social de discursos, conocimientos e ideas que familiarizan al público no experto con los instrumentos de inversión.

Palabras clave: inversores amateurs; plataformas financieras digitales; bajas finanzas; popularización; Argentina

Abstract:

In a complex economic context, characterized by high inflation rates and the implementation of strict exchange market regulations, financial investments in instruments such as bonds, shares, mutual funds, and cryptocurrencies have grown exponentially since 2020 in Argentina. Using a quantitative-qualitative strategy, this paper analyzes the expansion of digital financial platforms and the increasing incorporation of amateur investors into the market: individuals with neither formal financial knowledge nor higher incomes. This article analyzes the popularization of financial investments as a result of the interaction between the economic context, changes in financial orga­nizations, and the circulation of instruments, know­ledge, and ideas that familiarize the non-­expert public with the market and its instruments.

Keywords: amateur investors; digital financial platforms; low-finance; popularization; Argentina

En julio de 2023, Marcos Galperín, fundador y CEO de Mercado Libre, anunciaba en su cuenta personal de Twitter que Mercado Fondo -el fondo común de inversión de la billetera virtual más grande de la Argentina y una de las más importantes de la región, Mercado Pago- había superado los ocho millones de usuarios.1 A sólo cinco años de su creación, el fondo que remunera los saldos en cuenta, con libre disponibilidad del dinero, se convirtió en un instrumento de inversión masivamente utilizado en el país. El crecimiento exponencial de Mercado Fondo es, sin embargo, parte de un conjunto más amplio de escenas que se volvieron cotidianas en los últimos años y que sugieren cambios en curso en las prácticas de ahorro e inversión de los individuos y las fami­lias en la Argentina. Una plétora de organizaciones que, desde los smartphones, nos invitan a invertir en criptomonedas, en acciones corporativas, en fondos comunes de inversión o en bonos del Estado Nacional. La multiplicación de noticias en diarios nacionales, columnas en las radios de mayor audiencia y podcasts donde expertos financieros informan y aconsejan sobre inversiones financieras. Influencers financieros con miles de seguidores en YouTube, Instagram o Twitter que promocionan instrumentos y brindan recomendaciones de inversión. Cursos de educación financiera brindados por empresas, organizaciones de la sociedad civil y organismos estatales, que ofrecen herramientas para que cualquier individuo pueda convertirse en un inversor. En un complejo contexto socioeconómico marcado por una inflación que superó el 200% anual en 2023 (la mayor de los últimos 30 años) (INDEC, 2024), así como por la vigencia de estrictos controles en el mercado de cambios que restringen la compra de dólares para su atesoramiento (en un país donde la moneda norteamericana constituye el principal instrumento de ahorro e inversión entre los individuos desde hace décadas [Luzzi, & Wilkis, 2019]), cada vez más hombres y mujeres de a pie se interesan y/o recurren activamente a nuevas estrategias e instrumentos financieros que les permitan conservar el poder de compra o bien valorizar su dinero.

A modo de aproximación a lo que la literatura denomina la financierización de la vida cotidiana (Pellandini-Simányi, 2021), este trabajo analiza el proceso de popularización de las inversiones financieras en la Argentina reciente. Recupera los aportes de un conjunto de investigaciones que analizaron los procesos de incorporación de nuevos individuos y grupos a los mercados financieros desde una perspectiva sociológica (Preda, 2001, 2017; Harrington, 2008; Luzzi, & Wilkis, 2019; Edwards, 2022), definimos el concepto de popularización a partir de la reunión de tres procesos analíticamente distinguibles pero plenamente interrelacionados. Por un lado, un proceso de expansión de lo que Hayes (2021) denomina “bajas finanzas”:2 esto es, de un conjunto heterogéneo de instituciones y servicios financieros que se orientan al “pequeño inversor”. Como ha sido señalado por la literatura (Preda, 2001; Harrington, 2008; Edwards, 2022), el despliegue de instituciones deseosas de orientarse al público ordinario suele ser impulsado tanto por cambios normativos como por innovaciones tecnológicas, que modifican el funcionamiento del mercado y sus organizaciones y acrecientan la accesibilidad del público a los instrumentos de inversión (por ejemplo, por medio del acceso online a las organizacio­nes y productos). Por otro lado, el proceso de popularización de un repertorio financiero implica su incorporación entre un público cada vez más amplio y socialmente heterogéneo. En especial, su adopción entre individuos pertenecientes a los sectores medios y bajos de la población, y entre quienes carecen de educación formal en finanzas y/o de experiencias previas en el mercado financiero. De acuerdo con la literatura (Preda, 2001; Harrington, 2008; Luzzi, & Wilkis, 2019; Edwards, 2022), hablar de popularización supone identificar que, en coyunturas políticas, económicas y sociales específicas, nuevos individuos y grupos se ponen en contacto con los mercados y modifican sus prácticas financieras, como las de ahorro e inversión. Por último, la popularización supone la proliferación de mediaciones socio­técnicas (Preda, 2001; Ossandón et al., 2022; Hayes, 2021) y cultu­rales (Luzzi, & Wilkis, 2019; Edwards, 2022) de distinto tipo -desde las infraestructuras, productos y conocimientos creados y difundidos por las organizaciones financieras, hasta la circulación social de discursos, interpretaciones y valoraciones en la prensa, redes sociales y programas públicos-, orientadas a la construcción de un “público inversor” (que no se reduzca al mundo de los expertos). Estas mediaciones familiarizan a los individuos legos con los instrumentos financieros disponibles y operan como verdaderas “pedagogías mone­tarias” (Neiburg, 2005) para el desarrollo de nuevos repertorios. Al permitirles incorporar conocimientos, categorías, cálculos, pero también imaginarios y valores, convierten a las inversiones en prácticas accesibles, disponibles y, sobre todo, comprensibles y realizables para un público más amplio. Considerar estas mediaciones permite destacar, como señalan Luzzi, & Wilkis (2019), que no hay una relación causal directa entre contextos macroeconómicos y generalización de un repertorio financiero, sino que se requiere un conjunto de infraestructuras, conocimientos, habilidades, valoraciones que construyen las condiciones efectivas en las que los hombres y mujeres ordinarios se interesan y entran en contacto con los mercados.

A partir de un estudio cuanti y cualitativo realizado entre 2021 y 2023 -que combina tres tipos de fuentes: un relevamiento documental para caracterizar la evolución de las organizaciones que ofrecen servicios de inversión y de los inversores particulares; una encuesta en el Área Metropolitana de Buenos Aires que indaga sobre las prácticas de inversión de los individuos, y un relevamiento de las aplicaciones, productos y contenidos producidos por algunas de las plataformas financieras de inversión más utilizadas en el país-, este texto analiza de modo específico para el caso argentino:

  1. el crecimiento de las “bajas finanzas” digi­tales que se produce con especial fuerza desde 2020, a partir de la emergencia y/o la expansión de aplicaciones financieras que permiten invertir desde el celular (en instrumentos como acciones, bonos, fondos comunes y/o criptomonedas) y que se orien­tan a los inversores no expertos mediante sus interfaces y productos digitales, estrategias comerciales y publicitarias, y los conocimientos que difunden entre los clientes, y

  2. el aumento de los inversores particulares y, entre ellos, de lo que Harrington (2008) denomina inversores amateurs en el mercado de capitales y/o de las criptomonedas: inversores legos que, a diferencia de los profesionales, no cuentan con educación formal en economía o finanzas, ni pertenecen a los sectores de mayores ingresos. Si bien el texto repone el contexto más amplio de proliferación de discursos y acciones peda­gógicas en el espacio público destinadas a difundir conocimientos y prácticas de inversión entre el público lego en los últimos años, se concentra particularmente en las mediaciones sociotécnicas y culturales producidas por las propias organizaciones financieras digitales.

La pregunta por la participación de los inversores particulares y, en especial, de los inversores amateurs en los mercados financieros ha recibido poca atención en las ciencias sociales en general y en Argentina en particular. A nivel internacional, la mayoría de las investigaciones se concentraron en las prácticas y culturas de los inversores profesionales en trading floors globales, estableciéndose como un tópico clásico de la sociología de las finanzas (entre otros: Knorr Cetina, & Bruegger, 2002; Zaloom, 2006; Godechot, 2005; Ho, 2009; Ortiz, 2018). Y aunque los estudios sobre el proceso de financierización de la vida cotidiana en los países centrales señalaron que la producción generalizada “del ciudadano como inversor” (Van der Szwan, 2014, p. 111) es uno de los procesos económicos, culturales y subjetivos más relevantes de las sociedades capitalistas contemporáneas, fueron en comparación pocas las investigaciones que anali­zaron el desarrollo de las “bajas finanzas”, la incorporación de individuos de sectores medios y bajos a los mercados bursátiles y financieros, y sus prácticas de inversión (Preda, 2001, 2017; Langley, 2006, 2008; Harrington, 2008; Davis, 2009; Hayes, 2021; Musaraj, 2020; Edwards, 2022).

La vacancia se profundiza en la Argentina. Si bien el mercado de capitales ha sido estudiado por economistas políticos, historiadores y sociólogos, esos trabajos se concentraron ya sea en la configuración y desenvolvimiento macro del mercado a lo largo del tiempo (Schvarzer, 1990; Rougier, & López, 2012; Fanelli, 2010), o bien en la dimensión política del mercado, sus instituciones y representantes (Sidicaro, 1998; Heredia, 2008), sin incorporar indagaciones específicas sobre los inversores particulares. Por su parte, los trabajos socioantropológicos que abordaron las prácticas y sentidos del ahorro y/o la inversión de hombres y mujeres legos se centraron -en parte debido a su extensión y generalización en el país- en instrumentos como el dólar (Neiburg, 2005, 2008; Luzzi, & Wilkis, 2019), las inversiones inmobiliarias (D’Avella, 2019; Luzzi, & Wilkis, 2018b; Gaggero, & Nemiña, 2022), los plazos fijos (Luzzi, 2010) y, más recientemente, las criptomonedas (Luzzi, & Sánchez, 2023); o bien, atendieron a las comunidades digitales y grupos de autoayuda financiera como espacios de producción o socialización de los inversores legos (Fridman, 2019; Bukic Hayden, & Muir, 2022). En resumen, el análisis sobre la incorporación y las formas de participación de hombres y mujeres ordinarios en los mercados financieros y bursátiles y su relación con los instrumentos de inversión requiere un desarrollo.

El artículo se organiza en cuatro secciones. En la primera, se describe en detalle la metodología de la investigación. En la segunda, se describe y analiza, a través de datos primarios y secundarios, el crecimiento de los inversores particulares en paralelo a la gran expansión de las plataformas e instrumentos digitales de inversión orientados a los individuos desde 2020, sin dejar de lado el singular contexto económico de la Argentina. En la tercera sección, principalmente a través de la producción de datos cuantitativos primarios, se analiza el perfil sociodemográfico de quienes realizan inversiones mediante las plataformas financieras digitales. Los datos evidencian la creciente participación de los inversores amateurs (Harrington, 2008) en los mercados: inversores que no poseen educación formal en economía o finanzas, ni componen los grupos sociales más privilegiados. En la última sección, se analizan tanto las infraestructuras sociotécnicas digitales, las estrategias comerciales y publicitarias como los conocimientos, ideas y valoraciones desplegadas por las plataformas de inversión (y sus ejecutivos) que se orientan activamente hacia la captación de los inversores no expertos, en un contexto de amplia circulación social de discursos y programas orientados a la inclusión y la educación financiera de la población.

En su recorrido, el texto argumenta que, en la popularización de las inversiones financieras en la Argentina reciente, se enlazan condicionantes económicos, cambios en las organizaciones financieras y los instrumentos de inversión a partir de su digitalización, así como la difusión de marcos interpretativos y conocimientos que hacen de las inversiones prácticas disponibles, accesibles y comprensibles para nuevos individuos y grupos sociales.

Diseño metodológico

En la Argentina, resulta un desafío caracterizar el mundo de los inversores y sus transformaciones recientes, en tanto el conocimiento estadístico sobre las prácticas financieras de los individuos y los hogares es todavía escaso. A diferencia de lo que acontece en otros países de la región, que desa­rrollan de modo periódico encuestas financieras de hogares, carecemos de información pública sistemática sobre la situación y las decisiones financieras de las personas y las familias que permitan caracterizar la participación de los individuos en los mercados financieros, el uso de instrumentos de inversión y sus cambios en el tiempo.

Si bien en 2017 el Banco Central de la República Argentina (BCRA) realizó una “Encuesta de medición de las capacidades financieras” (BCRA, 2018), donde se recopiló información valiosa sobre el uso de instrumentos financieros (como acciones, bonos y títulos públicos) por parte de individuos de diversas regiones del país, la iniciativa no tuvo continuidad. Aunque otros organismos públicos nacionales -como la Comisión Nacional de Valores (CNV), el ente que regula y supervisa el mercado de capitales- publican datos agregados sobre la evolución de las cuentas de inversión de los particulares o de su participación en fondos comunes de inversión, la información es, por un lado, fragmentaria (en especial porque, al encontrarse fuera de sus alcances normativos, no contempla instrumentos como las criptomonedas, centrales en la actualidad para comprender la participación de los individuos, en particular los legos, en el mundo de las inversiones) y, por el otro, no incluye una caracterización en términos sociodemográficos de los inversores particulares. Lo mismo acontece con las diversas organizaciones financieras privadas que divulgan -aunque de modo infrecuente- datos agregados sobre sus clientes.

Teniendo en cuenta estas limitaciones, la investigación se apoya en la evidencia construida a partir de la articulación de tres tipos de fuentes. Por un lado, se recurre al análisis de un corpus de informes y documentos producidos por plataformas financieras digitales que ofrecen servicios de inversión (ya sea en el mercado de capitales y/o de las criptomo­nedas), por las entidades corporativas que las agrupan (como la Cámara Argentina de Fondos Comunes de Inversión y la Cámara Argentina de Fintech), por los organismos estatales encargados de su regulación o control (el Banco Central y la Comisión Nacional de Valores), así como por consultoras financieras privadas (como Finder). La reconstrucción del conjunto de datos secundarios, hoy fragmentados, nos permite describir tanto el veloz crecimiento de las plataformas e instrumentos de inversión, como de los inversores particulares en el mercado de capitales y en el de las criptomonedas a partir del año 2020, impulsados por la digitalización.

Por otro lado, ante la ya mencionada ausencia de datos públicos, la investigación se propuso producir una primera aproximación al perfil sociodemográfico de los inversores individuales a partir de la realización de una encuesta telefónica de 820 casos a personas mayores de 18 años residentes en el Área Metropolitana de Buenos Aires (que engloba la ­Ciudad de Buenos Aires y los municipios que la rodean) en mayo de 2022. Como parte de un proyecto de mayor aliento que busca caracterizar el impacto de la digitalización del dinero en las prácticas de pago, endeudamiento e inversión en la Argentina, la encuesta se propuso caracterizar el acceso y los usos de las plataformas financieras ­digitales3 por parte de los individuos. Entre otros datos (Sánchez, 2022), se logró estimar la participación de los individuos en prácticas de inversión (ya sea en el mercado de capitales y/o de las criptomonedas) por medio de aplicaciones digitales y caracterizarlos según género, edad, nivel educativo y condición ocupacional. La encuesta, realizada por el Programa Pascal y la Escuela IDAES de la Universidad Nacional de San Martín (Buenos Aires, Argentina), utilizó una muestra aleatoria estratificada (sobre 401 casos del Gran Buenos Aires y 419 de la Ciudad de Buenos Aires), que fue ponderada para que el resultado final refleje la distribución poblacional de la región metropolitana de Buenos Aires según género, edad, nivel educativo y región. La muestra final se calibró en función de los datos paramétricos del Censo de Población y Viviendas 2010 realizado por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC). La interrogación sobre diversos aspectos de la vida económica y financiera supone límites y/o alteraciones que se derivan de la voluntad o capacidad de los entrevistados de responder al instrumento de recolección (Salvia, & Doza, 1999) y esas dificultades pueden acrecentarse con relevamientos no presenciales, donde no hay contacto directo entre encuestador y encuestado para explicar, clarificar o resolver inquietudes. Para atender a esas limitaciones, y teniendo en cuenta la propia complejidad y dificultad técnica de un fenómeno reciente como el de las plataformas o aplicaciones financieras digitales, se incluyeron en las preguntas del cuestionario ejemplos con nombres propios de las plataformas financieras más utilizadas en el país, para minimizar las divergencias o falta de respuesta que podrían derivarse del hecho de que los entrevistados efectivamente posean y/o utilicen diversas plataformas, pero no se encuentren familiarizados con las denominaciones formales o técnicas para identificarlas. Al mismo tiempo, considerando que la encuesta tiene un alcance limitado tanto por la cantidad de casos relevados como por su delimitación geográfica, los datos primarios de la encuesta fueron, además, contrastados con una serie de datos secundarios (aunque fragmentarios) divulgados por las organizaciones financieras y los organismos regulatorios sobre el perfil de los inversores locales.

Por último, la investigación se apoya en un relevamiento centrado en algunas de las plataformas digitales de inversión más utilizadas a nivel local, tanto en el mercado de capitales (Invertir Online, Banza, Mercado Pago) como en el de las criptomonedas (Binance, Lemon Cash). El relevamiento consistió en un conjunto de observaciones digitales sobre el funcionamiento de las plataformas de inversión: la configuración, diseño y uso de sus aplicaciones móviles, sus sitios web y sus publicaciones en redes sociales como Instagram. Esto incluyó la experiencia de convertirme en usuaria de dichas plataformas: descargar las aplicaciones al celular, crear las cuentas, explorar la utilización de algunos instrumentos de inversión y recibir las comunicaciones de las empresas con sus clientes -una forma de observación digital que se consolida entre quienes estudian mundos digitales (Pink et al., 2015), incluso los financieros (Hayes, 2021), desde perspectivas cualitativas-. La observación de las plataformas digitales permite analizar la forma en la que las empresas se orientan activamente hacia públicos específicos (en este caso, los inversores legos) mediante sus estrategias comerciales y publicitarias, así como la divulgación de ideas y conocimientos entre sus clientes (a través de correos electrónicos, mensajes pop-up en los celulares, publicaciones en redes sociales). A la vez, se incluyó en el relevamiento la asistencia virtual al Argentina Fintech Forum, organizado por la Cámara Argentina de Fintech en 2021, en el que participaron ejecutivos y referentes de las plataformas, los cuales brindaron especificaciones sobre sus clientes, las estrategias que llevan adelante y las ideas que las orientan.

El mercado financiero en la pantalla del celular. El ascenso de las plataformas financieras digitales y el crecimiento de los inversores particulares en un contexto inflacionario

En las últimas décadas, la vida cotidiana de las personas y las familias se ha visto transformada por la presencia creciente de dispositivos e instituciones financieras a nivel global. Aunque parte de transformaciones más amplias vinculadas a la financierización de las sociedades contemporáneas, la penetración de los servicios financieros en la vida de millones de personas y hogares es uno de los aspectos centrales destacados por la literatura para comprender dicho proceso (Van der Zwan, 2014; Pellandini-Simányi, 2021; Ossandón et al., 2022). En la Argentina, la creciente incorporación de los individuos y los hogares al sistema financiero es un proceso de mediano plazo que toma fuerza a partir de los años de 1990, con la progresiva banca­rización de los salarios y de los beneficios sociales, y luego, con la multiplicación de instrumentos financieros como los créditos personales y las tarjetas de crédito, vinculados al mercado del consumo (del Cueto, & Luzzi, 2016; Luzzi, & Wilkis, 2018a; Luzzi, 2021). En las últimas décadas, las instituciones financieras y dispositivos como las tarjetas de débito y de crédito se volvieron habi­tuales en la economía de gran parte de los hogares argentinos.

En años recientes, en concomitancia con un conjunto de cambios regulatorios que promovieron una mayor digitalización de las organizaciones y de las transacciones financieras,4 las plataformas financieras digitales que ofrecen servicios de pago, inversión y/o crédito a los individuos experimentaron, al igual que en otras partes del mundo, un fuerte crecimiento en la Argentina. Gracias a su rápida difusión a través de tecnologías como los smartphones, las aplicaciones financieras en los celulares se han convertido en infraestructuras fundamentales para explicar cómo las personas se incorporan o bien se relacionan día a día con los servicios financieros en la actualidad. Si bien la emergencia y el desarrollo del ecosistema de finanzas digitales le antecede, el contexto impuesto por la pandemia del covid-19 a partir de 2020 le imprimió, como en el resto del mundo, un nuevo ritmo a la digitalización del dinero y de las organizaciones. A modo de referencia, el sector Fintech duplicó su tamaño en los últimos cinco años, superando las 300 empresas (BID, 2022).

El crecimiento de las organizaciones digitales se traduce en la presencia que alcanzaron en la población. Según los resultados de la encuesta realizada, el 57% de los encuestados poseía en 2022 alguna plataforma financiera digital (ya fueran billeteras virtuales u otras aplicaciones financieras) (gráfico 1), ubicándose luego de las tarjetas de débito pero por encima de las tarjetas de crédito bancarias.

Fuente: Elaboración propia. 820 casos.

Gráfico 1 Medios de pago. Respuesta múltiple. Total de encuestados. AMBA, 2022  

Los datos muestran que el acceso a las plataformas digitales no sólo está ampliamente extendido, sino que su presencia es socialmente transversal (gráfico 2). Aunque especialmente presentes entre los más jóvenes (un 80% de quienes tienen entre 18 y 25 años posee alguna), la amplia presencia en los diversos grupos y estratos indica que el acceso a las plataformas presenta una mayor autonomía de las variables orientadas a estimar el nivel socio­económico, en comparación a otros relevamientos realizados sobre el acceso a los servicios bancarios tradicionales -donde el nivel de ingresos, el nivel educativo y el tipo de inserción laboral constituían predictores de la inserción bancaria (Luzzi, & Wilkis, 2018a). Aunque el nivel educativo y la inserción laboral estable tienen una incidencia positiva, los datos muestran que la participación en el sistema financiero por medio de las plataformas digitales no está determinada por la posición que los individuos ocupan en la estructura ocupacional y/o de ingresos (Sánchez, 2022).

Fuente: Elaboración propia. 471 casos.

Gráfico 2 Usuarios de plataformas financieras digitales, según sexo, edad, nivel educativo y condición ocupacional. AMBA, 2022 

A la hora de indagar sobre una serie de usos efectivos de las plataformas financieras digitales, la encuesta mostró que los pagos, cobros y/o transferencias de dinero constituyen los servicios financieros más utilizados (gráfico 3) por los encuestados. Impulsadas por un contexto sanitario que interrumpió o dificultó por largo tiempo la circulación del dinero en efectivo -en una economía donde antes de la pandemia cerca del 70% de los gastos que realizaban los hogares eran en efectivo (INDEC, 2019, pp. 75-76)-, así como por un conjunto de iniciativas de gobierno destinadas a digitalizar los pagos y a promover la “inclusión financiera de la población” -en un país donde cerca de un 20% de la población adulta carecía de alguna cuenta antes de la pandemia (BCRA, 2022)-, el uso de las billeteras virtuales (tanto bancarias como de empresas Fintech) mostró un fuerte crecimiento en los últimos años (BCRA, 2023).

Fuente: Elaboración propia. 471 casos.

Gráfico 3 Usos de las plataformas financieras digitales. Respuesta múltiple. AMBA, 2022 

Si bien las plataformas han producido una transformación radical en los medios y las prácticas de pago de los individuos, los cambios que la digitalización del dinero impulsó en el mundo de las inversiones no fueron menos relevantes. Los resultados de la encuesta señalan que un 19% de los encuestados utilizó las plataformas digitales para realizar inversiones financieras, ya sea en el mercado de las criptomonedas o en el mercado de capitales (gráfico 3). Hace pocos años, los resultados de la “Encuesta de medición de las capacidades financieras”, realizada por el Banco Central por única vez en 2017, señalaron que menos del 1% de los encuestados poseía inversiones en títulos públicos, en fondos comunes de inversión y en acciones (BCRA, 2018). Aunque los relevamientos no son comparables, nos permiten situar los datos actuales en un ­proceso de crecimiento de los inversores particulares. Este crecimiento puede verificarse a través de los diversos datos difundidos tanto por las empresas del sector como por los organismos públicos destinados a su regulación y control. Impulsadas por la incorporación de inversores particulares, tanto las plataformas para operar criptomonedas como las aplicaciones para realizar operaciones bursátiles y/o financieras en el mercado de capitales han tenido un crecimiento exponencial en el país, en especial desde 2020.

Por un lado, el interés local por las criptomonedas ha sido uno de los fenómenos que ha impulsado el crecimiento de las plataformas de inversión y de los inversores particulares. El mercado de criptomonedas local se ha convertido, en muy pocos años, en uno de los más grandes de la región (Finder, 2022) y en el 13° a nivel global (Chainalysis, 2022), al mostrar un crecimiento exponencial de sus usuarios desde la pandemia. Si bien el crecimiento aminoró su ritmo frente a la crisis global del mercado de criptomonedas que tuvo lugar en 2022 (que supuso una fuerte depreciación de las cotizaciones y el cierre de empresas globales), estudios privados estiman que hoy más de cuatro millones de personas (lo que equivale a un 15% de los adultos) poseen criptomonedas en el país, cuando a comienzos de 2020 eran sólo 400 mil (Finder, 2022). El crecimiento de los usuarios es inescindible del de las plataformas para operar con criptomonedas, que se han multiplicado y expandido en el periodo (AMI, 2022). Además de que los exchanges locales más antiguos del mercado local (como las pioneras Ripio o Satoshi) crecieron, se crearon nuevas plataformas locales (como la billetera Lemon Cash, que es hoy la app con mayor cantidad de usuarios), se incorporaron empresas globales de relevancia al mercado local (como Binance, una de las plataformas de activos digitales más importantes a nivel global, o Bitso, a nivel regional, que comenzaron a operar en el país en 2020). Incluso algunas billeteras virtuales (como Ualá) incorporaron transitoriamente la operación con criptomonedas a sus aplicaciones (aunque fue revocada por las autoridades en mayo de 2023). Además, se introdujeron nuevos productos orientados a ampliar los usos de las criptomonedas, como las “tarjetas cripto” (que permiten su uso como medio de pago) y las cuentas remuneradas de saldos.

Por otro lado, también los inversores particu­lares en el mercado de capitales (aquellos que operan en fondos comunes de inversión, o bien con bonos, acciones, títulos públicos, entre otros activos) se multiplicaron en los últimos años. Datos oficiales sostienen que las cuentas comitentes crecieron un 60% entre 2019 y 2022, pasando de 330 a 530 mil cuentas (CNV, 2022), y un 90% entre 2022 y 2023, al superar el millón de cuentas (CNV, 2023). También la participación de los individuos en la industria de los Fondos Comunes de Inversión ha crecido. Según datos públicos, si en 2019 menos de 1.2 millones de inversores particulares operaban en Fondos Comunes de Inversión, en 2022 alcanzaron 7 millones (CNV, 2022) y en 2023 superaron los 10 millones (CNV, 2023). Según los datos disponibles, la abrumadora mayoría de los inversores particulares acceden a estos instrumentos por medio de billeteras digitales (CNV, 2022; CAFCI, 2022; CNV, 2023). En resumen, la participación en fondos se multiplicó por nueve en sólo tres años, impulsada por los “pequeños inversores”5 que se incorporan digitalmente, sobre todo, a aquellos que ofrecen remuneración de saldos sin plazo de permanencia (y que constituyen el 49% de la industria). Así pues, el tradicional mercado de capitales se vio transformado por la proliferación de un conjunto de plata­formas digitales de inversiones bursátiles y financieras, que complejizaron las opciones ya disponibles en las instituciones bancarias. Además de que actores tradicionales del mercado se reconvirtieron al mundo digital (como las sociedades de Bolsa Invertir Online, Cocos Capital, Banza o Bull Market Brokers, por mencionar algunas de las más utilizadas en el país), las billeteras virtuales (como Mercado Pago o Ualá) incorporaron progresivamente una diversidad de opciones de inversión en sus plataformas (participación en fondos de inversión y compra de acciones, entre otros) originalmente destinadas a los pagos y los préstamos.

El rápido crecimiento de las “bajas finanzas” digitales (en un periodo en buena parte marcado por el aislamiento resultante de la pandemia del covid-19) favoreció la incorporación de individuos legos al mundo de las inversiones. Como lo han mostrado extensamente los estudios sociales de las finanzas, el desarrollo tecnológico es un elemento imprescindible para comprender no sólo la reconfiguración de las “altas finanzas” y el desarrollo de los mercados financieros globales en las últimas décadas (Knorr Cetina, & Preda, 2005; Knorr Cetina, & Bruegger, 2002; Callon, 1998; MacKenzie, 2009; Zaloom, 2006), sino también la expansión de las finanzas “por abajo”. La creación de nuevas infraestructuras y dispositivos técnicos (desde las tarjetas de crédito hasta las más recientes plataformas digitales) convirtieron a las organizaciones e instrumentos financieros en una presencia cotidiana (y casi inevitable) en la vida de las personas (Rona Tas, & Guseva, 2014; Hayes, 2021; Maurer, 2015; Ossandón et al., 2022). Con la revolución producida por la aparición de las plataformas financieras digitales, el mercado financiero se hizo accesible a través de la pantalla del celular de cualquier hombre o mujer ordinaria -y ya no sólo en las pantallas de los trading floors globales y de los traders. Las nuevas infraestructuras digitales promovieron la incorporación del público ordinario al mundo de las inversiones al simplificar la apertura y el uso de cuentas, facilitar el acceso a los productos y pro­piciar un contacto directo entre los individuos y los instrumentos de inversión (sin necesidad de otros intermediarios, como los brokers).6

Sin embargo, aunque invertir nunca fue tan fácil y accesible gracias a los cambios tecnológicos, ello no explica per se su creciente popularidad. El crecimiento de los inversores particulares en la Argentina se produjo en un contexto socioeconómico signado por la aceleración de los niveles inflacionarios. Si bien la inflación ya venía en ascenso desde la década previa (Luzzi, & Hernández, 2023), experimentó un salto tanto cuanti como cualitativo en los últimos años -considerado por los especialistas como el relanzamiento de un régimen de alta inflación (Frenkel, 1989). Si entre 2018 y 2021 la inflación se ubicó en torno al 50% anual, en 2022 se aproximó al 100% y a fines de 2023 superó el 210% interanual (INDEC, 2024), lo que convirtió a la Argentina en uno de los países con mayor inflación en el mundo. El fuerte y rápido aumento generalizado de los precios se tradujo en la pérdida del poder de compra de los salarios de la población (Benza; Dalle, & Maceira, 2022), y estimuló entre los individuos la búsqueda de alternativas que morigerasen el deterioro de los ingresos. Al mismo tiempo, en un contexto de escasez de dólares y desequilibrio en la balanza de pagos del país, el acceso al dólar a través del mercado de cambios se encontró fuertemente restringido por un conjunto de normativas oficiales que imposibilitaron y/o limitaron su compra para atesoramiento desde 2019.7 Teniendo en cuenta que el dólar se ha convertido, en especial en las últimas cuatro décadas, en la moneda de reserva de valor y el instrumento de ahorro preferido por los argentinos de diversos grupos y estratos sociales (Luzzi, & Wilkis, 2019), estas medidas impactan de modo directo sobre las prácticas cotidianas de ahorro e inversión de buena parte de la población. En síntesis, un complejo contexto económico que combina un salto significativo en los niveles inflacionarios y las restricciones a la compra de dólares para su atesoramiento ha estimulado el desarrollo de nuevos repertorios financieros (orientados a la especulación sobre valores, plazos y tasas) y el recurso a otros instrumentos, incluso de riesgo (Luzzi, & Sánchez, 2023).8 En los últimos tres años, los diversos instrumentos de inversión en los mercados de capitales y/o de las criptomonedas se convirtieron ya sea en vías de acceso a la compra legal de dólares (en un país donde el mercado ­paralelo del dólar tiene un gran protagonismo [Sánchez, 2017]), ya sea en instrumentos con una mayor capacidad y mejores plazos para conservar el valor de los pesos frente a la acelerada inflación, ya sea en la posibilidad de generar ganancias complementarias que mejoren (al menos marginalmente) los ingresos.

Los inversores amateurs en el mundo financiero digital: varones, jóvenes y sin educación formal en finanzas

En la sociohistoria de los repertorios de ahorro e inversión del gran público en la Argentina, los instrumentos de inversión de los mercados bursátiles y financieros parecen reservarse un papel de segundo orden en comparación al prota­gonismo que el dólar, pero también las inversiones inmobiliarias y los plazos fijos bancarios, adquirieron en las prácticas financieras de hombres y mujeres ordinarios, de diversas clases sociales, a lo largo de las últimas décadas (Luzzi, 2010; Luzzi, & Wilkis, 2018b, 2019; Neiburg, 2005, 2008; D’Avella, 2019; Muir, 2015). A diferencia de lo que acontece hace ya largas décadas en el mercado de cambios, donde la participación masiva del “pequeño aho­rrista” (denominación localmente utilizada para referir a quienes compran o atesoran dólares por bajos montos) resulta determinante para entender su dinámica e incluso sus fuertes vaivenes (Luzzi, & Wilkis, 2019; Gaggero; Rúa, & Gaggero, 2015). En el mercado de capitales la participación extensiva y generalizada de los individuos no se replica con el mismo alcance ni persistencia a lo largo del tiempo.9 Aunque el peso de los inversores particulares en el mercado de capitales a lo largo del tiempo no puede estimarse con certeza ante la ausencia de series históricas oficiales, el bajo nivel de participación de los individuos en el mercado es un argumento con frecuencia esgrimido públicamente por economistas, funcionarios y referentes del sector para describir la potencialidad de su desarrollo (Heredia, 2008) -algo que se confirma con los datos oficiales recientes que retratan la baja tenencia de productos financieros (como títulos públicos, en fondos comunes de inversión y en acciones) entre los individuos (BCRA, 2018).

Como consecuencia de los importantes cambios en la participación de los individuos en los mercados, retratados en el apartado precedente, entendemos que puede hablarse de un proceso de popularización de las inversiones financieras en los últimos años. Esto supone señalar no sólo un crecimiento cuantitativo de los inversores particulares sino también un cambio cualitativo en el perfil social del público inversor. Como señala Brooke Harrington (2008) en su análisis sobre la popularización del mercado bursátil en los Estados Unidos durante los años de 1990, la masiva incorporación de individuos al mercado supone un cambio sociodemográfico en la composición del público inversor. La popularización de las inversiones implica que aquellas prác­ticas dejan de ser prerrogativa de élites económicas, políticas o culturales, para ser incorporadas en los repertorios financieros de nuevos grupos sociales, lo que da lugar a la emergencia de un nuevo tipo de inversores: los inversores amateurs (Harrington, 2008). A diferencia de los inversores profesionales y traders analizados en profundidad por la literatura, los amateurs son inversores legos, que no poseen educación formal en finanzas ni componen los grupos más privilegiados en términos de ingresos, pero que se incorporan activamente al mercado financiero.

Asimismo, a nivel local, el perfil social del público inversor, tradicionalmente limitado a los ­profesiona­les o agentes con cierta expertise en el mercado, parece asistir a una transformación. Los resultados de la encuesta muestran la amplia participación de los in­versores amateurs en el mundo de las inversiones financieras a través de medios digitales: varones, jóvenes, que no poseen niveles educativos elevados, ni necesariamente altos ingresos (gráfico 4).

Fuente: Elaboración propia. 91 casos.

Gráfico 4 Inversores digitales (todo tipo de instrumentos y plataformas), según sexo, edad, nivel educativo y condición ocupacional. AMBA, 2022. 

Los datos de la encuesta reflejan que el 68% de quienes realizan inversiones a través de plataformas digitales son varones y el 59% son jóvenes (entre 18 y 35 años). Los datos difundidos por las propias plataformas de inversión señalan la misma tendencia entre sus clientes: una mayoría abrumadora de varones jóvenes.10 A modo de referencia, según los datos de Banza, una de las plataformas de inversión bursátil más grandes del país, el 70% de sus clientes tienen entre 18 y 35 años,11 y el 80% son varones.12 También los pocos datos oficiales muestran la mayor participación de los varones: cuando se analizan por género los accionistas individuos de las empresas con oferta pública en el mercado local, el 69% son varones (CNV, 2021). Lo mismo ocurre en el mercado de las criptomonedas: las estimaciones privadas sobre el país sostienen que el 50% de los propie­tarios de criptomonedas tienen menos de 34 años, y más del 60% son varones (Finder, 2022).

El predominio de los jóvenes entre los inversores digitales replica lo que acontece en el conjunto del ecosistema financiero digital (véase gráfico 2). Más familiarizados con el uso de tecnologías digitales (y en particular con los smartphones, que tienen muy elevada penetración incluso en los niveles socio­educativos más bajos) (INDEC, 2021), los jóvenes muestran preferencia por las organizaciones y las transacciones financieras digitales (BCRA, 2021). En cambio, la preeminencia de los varones entre los inversores digitales es un dato diferencial con respecto al conjunto de usuarios del ecosistema, donde el acceso a aplicaciones como las billeteras virtuales no presenta diferencias significativas por género, o bien lo hace a favor de las mujeres (BCRA, 2023).

Por su parte, a la hora de analizar el nivel educativo de quienes realizaron inversiones a través de aplicaciones financieras, se observa que un 50% son individuos con bajos niveles educativos (hasta primario completo y secundario incompleto) (gráfico 4). Los datos evidencian que la mayoría de quienes invierten por medio de las aplicaciones no poseen educación formal en economía o finanzas -aunque esto no implica que los individuos no recurran a otras instancias de aprendizaje para obtener información sobre inversiones o “educarse financieramente”, donde los recursos en redes sociales como YouTube, Instagram y Twitter tienen protagonismo (Luzzi, & Sánchez, 2023). En relación con la condición ocupacional de los inversores digitales, los resultados muestran que la mayor parte son empleados públicos o privados (un 45%); otro 17%, trabajadores autónomos o monotributistas; un 16% están desempleados; un 19% inactivos o casos semejantes, y un 6% son empleadores (gráfico 4). Los datos reflejan una gran heterogeneidad en términos de niveles y de regularidad de ingresos, lo cual evidencia que la participación en el mundo de las inversiones no se reduce a los sectores económicos más privile­giados.13

De acuerdo entonces con los datos sobre los niveles educativos y las inserciones ocupacionales, y al ser estas variables proxy del nivel socioeconómico de los encuestados, puede concluirse que los sectores bajos y medios de la sociedad tienen en la actualidad una amplia participación en las inversiones digitales.

Cualquiera puede ser inversor.” Los inversores amateurs entre las infraestructuras digitales y la circulación social de la educación financiera

Nuestra idea es llegar a todos, inversores y potenciales inversores. Porque entendemos que mucha gente hoy por hoy no se siente inversor o piensa que eso es para un segmento muy específico y muy reducido. Y nosotros juntamente venimos a romper esa barrera, que lo estamos haciendo hace años. Cual­quiera puede invertir; cualquiera puede ser inversor en el mercado de capitales (…) Nuestro máximo objetivo es poder llevar el mundo de las inversiones a los usuarios con más y con menos experiencia [cursivas son propias].

En un encuentro sobre el mercado de capitales realizado en noviembre de 2021, en el marco del Argentina Fintech Forum,14 las palabras de Christel Sasse, la CEO de la plataforma Invertir Online, una de las apps de inversión con mayor cantidad de usuarios en el país, sintetizaban con claridad que la incorporación de los inversores legos al mercado financiero a través de instrumentos de inversión constituye la política nodal de la empresa. Estas ideas se replican en las declaraciones públicas de los referentes del sector: por entonces, también Alejandro Melhem, vicepresidente de Mercado Pago, declaraba públicamente que el objetivo de Mercado Fondo era poner las inversiones “al alcance de todos” y que el instrumento estaba especialmente destinado a “los pequeños comerciantes y personas no bancarizadas”.15 Más recientemente, el CEO de la misma compañía, Marcos Galperín, interpretaba el crecimiento de este fondo de inversión como un proceso de “democratización de las finanzas”.16 En el marco más amplio de la expansión global de las denominadas políticas de “inclusión financiera” de las poblaciones impulsadas por organismos internacionales, programas estatales y empresas privadas tanto a nivel global como local (Gabor, & Brooks, 2017; Müller, 2015; Cavallero; Gago, & Perosino, 2021), que buscan promover un mayor acceso a los servicios financieros mediante la apertura de cuentas (en especial para aquellas personas y grupos tradicionalmente excluidos de los servicios bancarios formales), las organizaciones digitales se proponen producir como nuevos “inversores” a aquellos individuos que no cuentan con formación en finanzas ni experiencias previas en el mercado. Tal como es entendida por las empresas, la llamada “democratización de las finanzas”17 se trataría de incorporar a sus plataformas a los inversores no expertos y, en especial, a aquellos que son parte de los sectores sociales medios y bajos. Son precisamente a estos inversores legos a quienes las plataformas digitales se orientan activamente tanto a través de la propia configuración sociotécnica de las aplicaciones y de los productos que ofrecen, como de las diversas estrategias comerciales y publicitarias que llevan adelante.

El mundo de las inversiones financieras se encuentra en la actualidad configurado por un conjunto de ensamblajes sociomateriales (Hayes, 2021) que conectan inversores, mercados y tecnologías digitales. Las plataformas de inversión, y en particular las aplicaciones para los smartphones, son las infraestructuras que nos permiten comprender cómo los individuos acceden, se relacionan y utilizan los instrumentos de inversión. Distintos elementos evidencian la orientación activa de estas infraestructuras hacia los inversores amateurs. Por un lado, las políticas de acceso de las aplicaciones de inversión tienen por objetivo ampliar la cantidad de usuarios ofreciendo la apertura de cuentas de forma gratuita y sin costo de mantenimiento, por medio de un registro digital (con procesos de validación en que se requiere únicamente el documento de identidad y una fotografía). Aunque con variaciones según los instrumentos, las aplicaciones no suelen exigir mínimos de inversión (o bien establecen montos muy bajos),18 para no restringir sus servicios a los grupos de mayores ingresos.

Por otro lado, las propias interfaces de las aplicaciones, donde la configuración técnica y el diseño se proponen traducir operaciones complejas en acciones simples para sus usuarios: invertir “con pocos y simples pasos” o “con sólo un clic”. Con una estética y un vocabulario orientados hacia un público joven, las empresas promocionan un servicio que se distinguiría por ser rápidamente accesible, fácil de utilizar y poco burocrático: “La plataforma que viene a hacértela fácil, simple, sin vueltas” (Banza), “Hacemos que crypto sea muy fácil de usar” (Lemon Cash), “Es simple, porque lo hacés en IOL” (Invertir Online). Al mismo tiempo, las plataformas desarrollaron nuevos productos e instrumentos, especialmente diseñados para inversores no profesionales, a partir de la premisa de que la mayor parte de los usuarios no dispone de los conocimientos técnicos (o el interés) para desarrollar estrategias de inversión propias. Las apps de inversión ofrecen “instrumentos simplificados” a los que se accede en un clic, entre los que se destacan por su extensión el denominado “dólar MEP” (una operatoria bursátil para hacerse de dólares, sin las restricciones del mercado de cambios)19 y los llamados “portafolios de inversión” (paquetes diseñados por los analistas de research de las empresas e integrados por productos como acciones y bonos, entre otros, que son clasificados según el nivel de riesgo buscado por el usuario y se ofrecen incluso de forma personalizada).

La búsqueda de nuevos clientes entre el público no experto va más allá de la configuración socio­técnica de las aplicaciones y sus productos. Se refleja asimismo en las publicidades, que se dirigen a hombres y mujeres ordinarios, que afirman que cualquier individuo, independientemente de la formación, profesión o nivel de ingresos, puede convertirse en un inversor. “Inversor de noche, enfermero de día” y “Maestra jardinera de día, inversora de noche” fueron algunas de las gráficas que inundaron las calles y el transporte público de Buenos Aires desde finales de 2020, con la llegada al país de uno de los mayores exchanges globales de criptomonedas (Binance) (imagen 1). “Todos podemos invertir”, afirma en su publicidad Mercado Fondo (el ya mencionado Fondo Común de Inversión de la billetera Mercado Pago), donde puede verse a una mujer joven sonriendo frente a su smartphone (imagen 2).

Imagen 1 Binance. Publicidad en la vía pública. Ciudad de Buenos Aires, 2021 

Imagen 2 Mercado Fondo. Publicidad digital, 2022 

La multiplicación de los espacios en que son publicitadas las plataformas -que van desde espacios en diarios y radios de popularidad, carteles en la vía pública en barrios de distinto nivel socio­económico, la promoción a través de influencers, al sponsoreo en deportes de gran popularidad (como el futbol) y actividades culturales de participación masiva- también da cuenta del direccionamiento hacia públicos no especializados y con niveles de ingreso diversos.

La comunicación directa con los usuarios también se distingue por el uso de un lenguaje pedagógico orientado a los inversores no expertos. El contenido de las piezas de difusión o de comunicación con sus usuarios en redes sociales (como Twitter o Instagram), newsletters y en las notificaciones de las apps en el celular se caracterizan por ofrecer información, consejos o recomendaciones de inversión, en un lenguaje comprensible para un público sin conocimientos técnicos. Las plataformas difunden, en especial mediante sus redes sociales, placas y/o videos con información breve en la que se explican qué son y cómo funcionan determinados instrumentos (“¿Qué es bitcoin?”, “¿Escuchaste hablar de las obligaciones negociables?”, “¿Qué son los NFTs?”, “¿Cómo comprar dólar MEP?”), o bien, se brindan recomendaciones al utilizar preguntas que interpelan a un público amplio (“¿Cómo invertir frente a la inflación?”, “¿Cómo hacer que tus pesos rindan?”, “¿Cómo dolarizar tus ahorros?”). También en la producción y difusión de “memes”, piezas de humor que las plataformas difunden a través de sus redes sociales, se hace visible el interés de las empresas por convocar a un público amplio y, en especial, a los más jóvenes.

La difusión de información y recomendaciones de inversión a través de sus diversos canales de comunicación y redes sociales es parte de una política más amplia de las plataformas, orientada a brindar “educación financiera” a sus usuarios y, en especial, a los inversores legos. A partir de la premisa de que para incorporar nuevos “inversores” al mercado se requiere un cambio “cultural” en el que la educación financiera de la población tiene un rol preponderante,20 las plataformas difunden contenidos técnicos y prácticos para que los no profesionales “aprendan a invertir” mediante diversos formatos. Suelen ofrecer el dictado de cursos y capacitaciones sobre inversión, muchos de ellos gratuitos, con contenidos introductorios sobre los instrumentos (criptomonedas y otros activos bursátiles y financieros) o sobre análisis técnico de mercado, que no requieren conocimientos previos. Algunas de ellas incluso desarrollaron sus propias “academias” de inversión, con una oferta más amplia de cursos, conferencias y charlas, ofreciendo además certificaciones.21 Los contenidos con vocación pedagógica son también difundidos a través de webinars, canales de YouTube y grupos de Telegram de las empresas, así como en notas de análisis del mercado y de la coyuntura económica local elaboradas para sus sitios web o newsletters, con la premisa compartida de que “un buen inversor está siempre informado”.

Sin embargo, la circulación social de los discursos y acciones pedagógicas destinadas a difundir conocimientos y prácticas financieras entre los individuos excede con mucho a las acciones de las plataformas de inversión y a las ideas de sus ejecutivos. Promovida por organismos multilaterales desde hace ya dos décadas y progresivamente transformada en una preocupación política de primer orden para los Estados (Lazarus, 2016), la educación financiera es hoy parte de los programas de empresas y organizaciones de la sociedad civil, además de una tarea llevada adelante por expertos e influencers financieros.22 Al emplear la incorporación de conocimientos, herramientas e instrumentos de cálculo, los programas de educación financiera postulan que los individuos podrían mejorar el manejo de sus finanzas personales y alcanzar lo que se define como un “buen uso” de los servicios e instrumentos financieros. En ese sentido, la transformación promovida por estos programas no es sólo técnica sino también moral: que los individuos incorporen prácticas y hábitos considerados virtuosos y deseables, como la práctica del ahorro, un uso apropiado del crédito o una correcta planificación de inversiones que les aseguren ingresos en el futuro (Lazarus, 2016; Müller, 2015; Fridman, 2019).

El creciente interés público por las inversiones financieras es una dimensión imprescindible del proceso de popularización y opera como el contexto más amplio en que tienen lugar las acciones de las plataformas digitales de inversión. Que un repertorio financiero se popularice implica no sólo que se expanda entre el público ordinario, incorporando nuevos tipos de inversores en términos de su perfil sociodemográfico (y sus experiencias previas en el mercado), sino también que se multiplique y amplíe la circulación social de tecnologías, discursos, interpretaciones, valoraciones que vuelven disponibles, comprensibles y realizables ciertas prácticas monetarias para una mayor cantidad de personas (Preda, 2001; Luzzi, & Wilkis, 2019). Si bien las organizaciones financieras aquí analizadas ejercen un papel preponderante en la producción de los dispositivos sociotécnicos y también en la circulación de ideas y valores sobre las inversiones y los inversores, no son las únicas organizaciones que participan activamente en su difusión y divulgación: expertos que hacen recomendaciones en diarios, radio y televisión; organismos y funcionarios que promueven políticas públicas de educación financiera; influencers que promocionan instrumentos, aplicaciones y brindan consejos de inversión en redes sociales, e incluso las infinitas conversaciones sociales que tienen lugar cotidianamente a través de grupos de WhatsApp son todos ellos espacios que familiarizan a los inversores amateurs con las nuevas organizaciones, dispositivos e instrumentos financieros digitales para invertir (Luzzi, & Sánchez, 2023).

Conclusiones

En los últimos años, la economía argentina se carac­terizó por el crecimiento acelerado de los niveles inflacionarios -hasta superar el 100% anual en 2023- y por la implementación de estrictas regulaciones sobre el mercado de cambios que limitan o imposibilitan la compra de dólares -el instrumento de ahorro e inversión más extendido y generalizado en las últimas décadas- para buena parte de la población. En ese contexto, donde los ingresos reales de los hogares se ven afectados, las prácticas de inversión a través de plataformas financieras digitales tuvieron un fuerte crecimiento entre el público no experto, en especial desde 2020. Mientras que las organizaciones y ­dispositivo­s financieros digitales orientados a los individuos multiplicaron su presencia a lo largo y ancho del campo social por medio de los smartphones, hombres y mujeres comunes ingresaron masivamente al mercado financiero, poniéndose en contacto con instrumentos financieros. En un país donde el dólar, los depósitos a plazo fijo y las inversiones inmobiliarias fueron los instrumentos de ahorro e inversión más difundidos entre las clases media y media-baja durante largas décadas, la reciente incorporación de instrumentos financieros de riesgo (como acciones, bonos, fondos comunes de inversión o criptomonedas) a los repertorios financieros de millones de individuos constituyen un proceso novedoso.

Ante la ausencia de información pública sistemática sobre las decisiones de inversión de las personas y las familias, y la falta de acceso a los datos privados que permitirían caracterizar al público inversor, una encuesta nos permitió producir una primera caracterización de los individuos que realizan inversiones financieras mediante plataformas digitales. Estos datos revelaron que las prácticas de inversión están presentes entre individuos y grupos socialmente heterogéneos y que la mayor parte de los inversores digitales son inversores amateurs: varones, jóvenes, con bajos niveles educativos y posiciones heterogéneas en el mundo del empleo. A medida que los instrumentos de inversión se vuelven más accesibles, se constata una creciente participación en los mercados financieros de individuos que no poseen educación formal en finanzas, ni pertenecen a los grupos de mayores ingresos.

Entender este proceso de expansión de las inversiones a partir de la noción de popularización permite además considerar que, si bien las condiciones y dinámicas macroeconómicas son fundamentales para entender la expansión o genera­lización de un repertorio financiero, no hay una relación causal simple y directa entre contextos y prácticas económicas. Aunque condición necesaria, la profunda crisis que caracteriza a la economía argentina al menos en la última década, y que se profundiza en los últimos años, no puede explicar de forma mecánica ni acabada la multiplicación de los inversores particulares en los años recientes. Como señalan Luzzi, & Wilkis (2019), siguiendo los aportes de Viviana Zelizer (2011), entre los contextos económicos, las organizaciones financieras y las prácticas monetarias de las personas existen distintos tipos de mediaciones, tanto sociotécnicas como culturales que nos permiten entender de qué modo se difunden, incorporan o generalizan ciertas monedas, instrumentos o repertorios financieros. Para comprender la expansión de las inversiones financieras entre los individuos comunes en los años recientes debemos considerar no sólo el contexto económico que propicia la búsqueda de repertorios financieros alternativos, sino también los cambios en las organizaciones y los dispositivos financieros a partir de su digitalización, así como la creciente circulación social de discursos y acciones orientadas a la “educación financiera” de los individuos que han convertido las inversiones financieras en una práctica disponible, accesible e inteligible para una mayor cantidad de personas, especialmente para los inversores legos o amateurs.

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2Siguiendo a Hayes (2021), el término “bajas finanzas”, como opuesto al de “altas finanzas”, refiere al conjunto de servicios financieros orientados a inversores particulares y, en especial, a inversores legos: aquellos que tienden a poseer niveles promedio o bajos de conocimientos financieros y niveles de ingresos y/o activos de bajos a moderados.

3Por plataformas financieras digitales entendemos el conjunto de aplicaciones destinadas a ofrecer productos y servicios financieros de pago, de crédito y/o de inversión a través de medios digitales. Aunque algunas de estas plataformas fueron desarrolladas por entidades financieras tradicionales (como las billeteras virtuales de bancos públicos y privados o las plataformas de inversión de las organizaciones bursátiles), buena parte de ellas fueron desarrolladas por empresas FinTech y no dependen de la posesión de una cuenta bancaria.

4En especial a partir de 2018, el Estado ejecutó cambios regulatorios con el objetivo de promover la digitalización de los pagos y la “inclusión financiera” de la población. Entre ellos, puede destacarse la creación de las cuentas de pago, la regulación de los proveedores de servicios de pago y el on-boarding digital para la creación de cuentas en el sistema financiero. En el caso de las criptomonedas, si bien no existe hasta el momento un marco regulatorio integral y las entidades financieras como los bancos no están autorizadas para comercializarlos, es posible operar monedas y activos digitales a través de billeteras y exchanges locales e internacionales.

5Esto se refleja en los montos promedio de inversión. Para 2022, el promedio de inversión era cercano a los 16 mil pesos por cuenta (menos de 50 dólares al tipo de cambio financiero de fines de 2022) (CNV, 2022). Para 2023, había ascendido a 49 mil pesos (100 dólares al tipo de cambio financiero de junio de 2023) (CNV, 2023).

6Es importante destacar que fue posible gracias a los cambios regulatorios que digitalizaron y simplificaron los requisitos para la apertura de cuentas de inversión -al igual que las cuentas de pago y las cuentas bancarias-, que pueden gestionarse de forma remota, a través de medios digitales, y con la sola presentación del documento de identidad desde 2018 (Resolución UIF 21/2018). En el caso argentino, el Estado ha sido un activo impulsor de la participación de los individuos en el sistema finan­ciero y, en los últimos años, en su inclusión por intervención de medios digitales (Luzzi, 2021).

7La recurrente escasez de dólares de la economía argentina -la llamada “restricción externa”- suele ser compensada por medio de devaluaciones y/o políticas de control de cambios. Aunque el gobierno de Mauricio Macri había liberado el mercado de cambios tras asumir el gobierno a fines de 2015, decidió, ante un contexto turbulento, implementar nuevos controles cambiarios en 2019, que limitaron la compra para atesoramiento a 200 dólares mensuales. En los años siguientes, ya en el gobierno de Alberto Fernández (2019-2023), las restricciones se profundizaron para reducir drásticamente el número de individuos autorizados a comprar dólares en el mercado de cambios.

8Esto se diferencia de lo que Luzzi, & Hernández (2023) identificaron en su investigación sobre las prácticas económicas de los hogares en el periodo precedente (2017-2020), donde las estrategias económicas de los individuos y las familias frente a la inflación (que por entonces fluctuó entre un 25 y un 50%) eran mayormente adaptativas, orientadas a preservar los consumos.

9Aunque excede con mucho los alcances de este tra­bajo, pueden identificarse coyunturas históricas (en general, signadas por altos niveles de inflación) en las que la mayor participación del “pequeño inversor” en el mercado de capitales adquirió repercusión pública desde los años de 1970 -al convertir las inversiones bursátiles y financieras en repertorios disponibles, en el sentido de Guyer (2004): que pueden reactualizarse en contextos históricos diversos-. Entre 1974 y 1975, en un contexto de control de cambios y de aumento inédito de los precios, los Valores Nacionales Ajustables (un título público indexado por la inflación) se convirtieron en un instrumento que ganó popularidad, en especial entre los sectores medios (Restivo, & Dellatorre, 2005), aunque en los años posteriores, tras la liberalización del mercado financiero y cambiario sancionada por la dictadura militar, la compra y venta de dólares en el mercado de cambios, así como los depósitos a plazo fijo, de muy corto plazo y altas tasas, se convirtieron en los preferidos de los “pequeños ahorristas” para protegerse de la inflación. También entre 1985 y 1989, los títulos o bonos públicos ­nominados o ajustados en dólares (como Bonex, Tidol o Bagón) desplazaron por un tiempo al dólar de su centro indiscutido, ganando protagonismo en las prácticas de inversión de diversos sectores, con una inflación en rápido ascenso (Luzzi, & Wilkis, 2019). Ya en los años de 1990, el mercado bursátil experimentó una época febril (Schvarzer, 1998) con la gran ex­pansión de los Fondos Comunes de Inversión (Fanelli, 2010) y la creación de las Administradoras de Fondos de Jubilación y Pensión; tras la privatización de la seguridad social se amplió la participación del “pequeño inversor” a través de esos intermediarios institucionales (aunque el proceso se revirtió en 2008, con la reestatización del sistema). A partir de 2018, cuando la inflación comienza a acelerar su crecimiento, las LEBACS (letras emitidas por el Banco Central) se convirtieron también, por un periodo breve, en una alternativa utilizada por los pequeños inversores minoristas.

10Fintech Webinars, “Tecnología e inversiones”, Cámara Argentina de Fintech. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=ENvNxQDVDTU

11Pablo Juanes Roig: “Los jóvenes invierten en las compañías del futuro”. Diario Ámbito Financiero, 30 de agosto de 2021. https://www.ambito.com/economia/fintech/pablo-juanes-roig-los-jovenes-invierten-las-companias-del-futuro-n5264671

12Entrevista a Pablo Juanes Roig, CEO y co-fundador de Banza, en Nuevo Dinero, octubre 2021. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=IskpXWrnH20

13Los pocos datos sobre los promedios de inversión -que, en el caso de los fondos comunes de inversión de billeteras digitales, uno de los instrumentos más utilizados, no superaban los 50 dólares al tipo de cambio financiero en 2022, según la CNV (2022)- abonan esta lectura.

14Argentina Fintech Forum 2021. Encuentro “Mercado de Capitales y Tecnología”, 24 de noviembre de 2021. Disponible en https://www.youtube.com/watch?v=iM1QyF2bxDA

15“Mercado Fondo: la herramienta de inversión más utilizada en Argentina”. 22 de septiembre de 2022. Disponible en https://blog.bind.com.ar/inclusion-financiera-todos-podemos-invertir-con-mercado-pago-y-bind/

17Al igual que acontece con las nociones de “inclusión financiera” y “educación financiera” (Lazarus, 2016; Gabor, & Brooks, 2017; Müller, 2015; Cavallero; Gago, & Perosino, 2021), el concepto de democratización es parte del lenguaje utilizado por las propias empresas financieras y ejecutivos, así como por diversos organismos internacionales (como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial) y expertos del ámbito público y privado para promover la participación de los individuos en los mercados (especialmente los de bajos recursos y los no bancarizados). Además de que sus múltiples reapropiaciones dificultan la atribución de un sentido espe­cífico a la idea de “democratización de las finanzas”, consideramos que dicha noción puede invisibilizar que las formas de incorporación y los efectos de la participación de los individuos en el mercado financiero están atravesadas por múltiples formas de la desigualdad social. Es por ello que este trabajo se in­clina, en cambio, por la noción de popularización para analizar el proceso por el cual los productos y servicios de inversión se vuelven disponibles y se incorporan a los repertorios de sectores cada vez más amplios de la población.

18Ciertos productos pueden requerir mínimos de inversión (como los fondos de inversión que establecen montos mínimos para las cuotapartes). Además, pueden tener otro tipo de requisitos adicionales como condición para operar (por ejemplo, tener una cuenta en dólares en un banco o realizar un depósito por un monto determinado en la cuenta de la aplicación, entre otros).

19El caso más sobresaliente es el del “dólar MEP”, también denominado “dólar Bolsa”, por tratarse de una estrategia ampliamente utilizada para comprar dólares. Refiere a la compra de bonos en pesos y su posterior venta en dólares, operación que permite el acceso a dólares por fuera de las restricciones del mercado oficial de cambios. Al tratarse de una operatoria bursátil de relativa complejidad para usuarios sin experiencia, las plataformas ofrecen el “dólar MEP simplificado”, donde la plataforma (y no el inversor individual) gestiona la compra y venta del bono en el mercado bursátil para que el usuario obtenga los dólares acreditados en su cuenta.

20Argentina Fintech Forum 2021. Encuentro “Mercado de Capitales y Tecnología”, 24 de noviembre de 2021. Disponible en https://www.youtube.com/watch?v=iM1QyF2bxDA

21Como IOL Academy (Invertir Online); Aula Ualá; Binance Academy o Balanz University, entre muchas otras.

22La emergencia y ascenso de los influencers financieros es parte de un proceso de mayor alcance, en el que los ­influencers -actores que participan del espacio público digital a través de cuentas con miles de seguidores- han ganado protago­nismo en la difusión de ideas y en los debates públicos a nivel global y en América Latina en particular (Kessler; Vommaro, & Paladino, 2022). Aunque los influencers especializados en finanzas no son los primeros en orientarse hacia la divulgación de conocimiento económico para el gran público en medios de comunicación ni en espacios digitales (Neiburg, 2005; Fridman, 2019), presentan características novedosas. A diferencia de otros divulgadores económicos, los influencers son en su mayoría jóvenes no profesionales, que se dirigen a un público joven (en especial, varones) a través de la difusión de materiales audiovisuales (videos editados, tutoriales, transmisiones en vivo y “memes”) en plataformas y redes sociales, utilizando un lenguaje pedagógico y un estilo descontracturado.

Recibido: 22 de Agosto de 2023; Aprobado: 16 de Enero de 2024; Publicado: 29 de Febrero de 2024

Acerca de la autora

María Soledad Sánchez es investigadora adjunta del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) con sede en la Escuela IDAES de la Universidad Nacional de San Martín (Argentina). En dicha institución, co-dirige el Centro de Estudios Sociales de la Economía y se desempeña como coordinadora académica de la maestría en Sociología Económica. Es doctora en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires. Sus temas de investigación comprenden a los mercados e instituciones financieras (formales e informales), la digitalización del dinero y las finanzas, y las prácticas financieras de los individuos y los hogares en la Argentina. Dos de sus últimas publicaciones son:

1. Figueiro, Pablo, & Sánchez, María Soledad (2023). Plataformas financieras digitales, dinero propio y autonomía. Un análisis sobre los usos y sentidos del dinero digital en un contexto de encierro. Revista Uruguaya de Antropología y Etnografía, VIII (2), 1-30.

2. Sánchez, María Soledad (2022). Siguiendo a los cheques. Prácticas financieras entre lo legal y lo ilegal en las financieras de la ciu­dad de Buenos Aires. Etnográfica, 26(1), 149-164.

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