Ocurre cada vez más a menudo y ya deberíamos ir acostumbrándonos: a un investigador se le ocurre buscar algo en algún sitio y lo encuentra. Pero el sitio ha sido estudiado repetidas veces, y se daba por hecho que ese algo no estaba. Pero no acabamos de aprender, seguimos dando por hecho lo que ya está hecho y no nos molestamos en practicar “algo de ciencia”, que en este caso quiere decir formular hipótesis y contrastarlas por la experimentación o por la documentación.
En el caso que nos ocupa el sitio es Quito en el siglo XVII principalmente, pues como es costumbre los acontecimientos no gustan de ceñirse a nuestros marcos temporales. Y el algo es la presencia de los indígenas en la ciudad y su papel en la misma, no como un mero relleno, sino como artífices de sus destinos, como protagonistas de sus vidas. Todo dentro de un orden claro, pues no podría ser de otra manera. Con una bibliografía muy completa y un trabajo de archivo de mérito, Carlos Ciriza-Mendívil construye un cuerpo de cinco capítulos, una introducción y unas conclusiones. En el capítulo 1, “En esta república”, se presenta el tema del libro y se hace un repaso historiográfico sobre el desarrollo del mismo, con especial atención a los trabajos que se han venido haciendo en otras regiones, preferentemente la Nueva España, sobre el papel de los indios urbanos en diferentes ciudades. El capítulo 2, “El movimiento de una sociedad”, presenta una nueva caracterización de la sociedad quiteña, en la que los indios son mayoría y actúan por sí mismos y en su beneficio propio. La lectura de los diferentes epígrafes en los que se divide el capítulo deja muy claro el contenido del mismo. No podemos dejar pasar aquí la sugerencia de que estos epígrafes se hubieran desglosado en el índice para mayor facilidad e información del lector, además de que los duendes editoriales han hecho desaparecer del mismo el capítulo 1. Cosas de la imprenta. Pero volvamos al capítulo: “Punto de partida. De las dos repúblicas, de la identidad a la identificación”, en el que vemos que algo aparentemente claro, como es quién es un indio, no lo es en absoluto. De especial relevancia es la diferenciación entre identidad e identificación y es que resulta que hay identidades múltiples e identidades cambiantes y eso nos lleva al siguiente epígrafe, “Estrategias de cambio y utilización”, en el que una pequeña muestra espero que sirva de ánimo para emprender la lectura. Se dice en la p. 99:
Pronto los naturales advirtieron las posibilidades que la modificación de las calidades otorgaba a sus estrategias sociales, colectivas e individuales. Consecuentemente transformaron una sociedad de barreras étnicas inmutables en un espacio de fronteras étnicas porosas y cambiantes.
Nada más y nada menos. Habla de Quito, pero tiene puesto un ojo en otras regiones, y afirmaciones como ésta ameritan que especialistas de todas regiones se apresuren a aprovechar las enseñanzas que este libro propone. A partir de ahí se va desenrollando la madeja o intrincando la trama: “Presentación o ‘los hábitos de’; percepción o ‘ser tomado por’”, donde vemos que va de cómo se ve uno a cómo lo ven. “El ocultamiento de la calidad: ¿etnias diversas o indios ‘barrocos’?”; “La familia: una realidad compleja, una institución multiétnica” y ya nos vamos complicando, aunque sean complicaciones anunciadas, pues si cada uno maneja su propia identidad a su gusto, conveniencia o posibilidad, no debe extrañarnos que los miembros de una familia opten por posturas diferentes y no puedo dejar de mencionar aquí algo que está presente en varias partes del libro: los indios de “ida y vuelta”, y es que los cambios no tienen por qué ser definitivos. A esta dinámica obedecen los epígrafes “¿La familia indígena una tipología?” y “Mestizaje en la familia, la familia pluriétnica”. Tras un cúmulo de ejemplos que son los que van armando el discurso llegamos a un punto de reflexión: “La vecindad indígena en la ciudad”.
El capítulo 3, “En el largo camino hacia la urbe”, aparece en primera línea (para gran satisfacción mía) el concepto de “indio evanescente” que “se presenta hasta el momento como un individuo difícil de aprehender y de analizar” (p. 157). Se trata en este capítulo de analizar las procedencias de estos indígenas, pues Quito fue fundación española y no sobre una metrópolis prehispánica precisamente. De nuevo los epígrafes nos guían por este intrincado camino, en el que el factor tiempo es muy importante; “Del campo a la ciudad”, “La salida hacia la urbe, natural y forastero/ayllu o desnaturalizado”, “El tránsito: víncu los campo-ciudad”, “La llegada a la urbe. Pertenencias y micropertenencias”, “Trabajadores, trabajo, cofradías y prácticas cotidianas”, “Construcción”, “Textil”, “La ‘Fábrica’ Iglesia: artes y profesiones”, “Las cofradías”. Y echamos en falta un epígrafe dedicado a los gremios, aunque están presentes por todas partes. El capítulo termina poniendo en conjunto lo anterior en “Multietnicidad, espacios y vínculos”.
El capítulo 4 responde plenamente a los resultados de la investigación que dejaron clara la necesidad de resaltar un aspecto generalmente dejado de lado (para gran vergüenza nuestra, por cierto), “Las mujeres indígenas dentro y fuera del hogar”, en el que varios estereotipos saltan por los aires, pues la actividad de esas mujeres quiteñas es, yo diría, espectacular. Veamos las distintas etapas: “Una presencia problemática, las indígenas en el papel”, “La mujer indígena del papel a la práctica social”, “Poder simbólico, presencia jurídica y familia”, “Con nuestra maña e industria”, donde leemos: “Se ha observado que las indígenas compran, venden, donan y poseen propiedades” (p. 273), lo que no debería ser ninguna sorpresa, pues muchas de esas propiedades son fruto de su trabajo y por eso disponen de ellas y gracias a que lo hicieron de forma “legal” tenemos noticia de ello. El papel de los escribanos también está presente a lo largo de todo el trabajo: “La herencia como base. ¿Una realidad colonial o prehispánica?”, “No son bienes todo lo que se hereda, no es dinero todo lo que se consigue”. Y todo esto conduce al último tramo del capítulo, “El ordenamiento negociado, la indígena en la urbe”.
El capítulo 5 está dedicado a un tipo especial de indios, también surgido de la profundidad de la investigación y en gran medida una novedad historiográfica, “Caciques urbanos, una elite diferente”, en que no se trata de caciques que vivan en la ciudad sino de caciques cuyo título proviene y se asienta en la misma. “Caciques en Quito”, “La doble lealtad y las injerencias relativas”, “Ciudad, espacio de vincu lación, forja de alianzas”, “Los caciques de la ciudad, una problemática”, “Quito, ciudad de caciques”, “Origen prehispánico o respuesta colonial”, y todo desemboca en “El cacicazgo urbano quiteño” como una realidad del siglo XVII.
Y terminamos con las conclusiones, que no tienen epígrafes y recogen y resaltan lo que se ha leído en las páginas anteriores. Citemos las últimas palabras:
De esta manera, una urbe quiteña que para el siglo XVII no era una ciudad netamente hispana, sino una de “españoles e indios”, donde ambos, compartiendo espacios, dinámicas e intereses, se convirtieron en sujetos activos por igual, transformados y trasformadores del espacio que habitaron. Al fin y al cabo, una ciudad y una sociedad urbana cuyo análisis histórico se torna incomprensible sin los naturales que la habitaron y cuyos descendientes la siguen poblando (p. 386).
Y vamos a rematar. La información contenida en este trabajo es enorme. Y de ella sale el mismo. Tras un planteamiento inicial, la investigación echó a andar y las evidencias forzaron la presencia de unos y otros temas. Podría haber, más claro está, pero esperemos que haya quien siga la senda. Lo que tenemos que pensar los que trabajamos otros ámbitos es cómo nos afecta esto, y vernos obligados a buscar información y pensar contenidos que antes no contemplábamos, lo que da una importancia mayor a este estudio. No queremos decir que el modelo quiteño se dé tal cual en otros lugares, pero sí que merece la pena comprobarlo. Y dejar claro que aunque las fronteras étnicas fueran porosas y las identidades sufrieran flujos y reflujos, las categorías tenían su significado en el pasado. No se trata de eliminarlas, sino de ver cómo las manejaban los que convivían con ellas. En algún momento nos dará por estudiar las identidades cambiantes de los españoles, por ejemplo.