En esta ocasión, desde una postura didáctica, Pilar Gonzalbo Aizpuru decidió hablarnos sobre cómo estudiar la historia de la vida cotidiana y las muchas formas y caminos para hacerlo. Desde un inicio advierte claramente que no existe un solo método para llevar esta tarea a cabo. Lejos de dictar una cátedra o una serie de clases, la autora busca entablar un diálogo con el lector.
Es necesario destacar el origen de este volumen, que responde a su compromiso asumido en enero de 2018, como directora del seminario de Historia de la Vida Cotidiana, en un coloquio en el que se propuso mostrar las distintas formas en que se puede hacer historia de lo cotidiano. Como era previsible, estos espacios y tiempos fueron insuficientes ante la curiosidad de los asistentes y lectores, y, al concluir el encuentro, muchas preguntas quedaron sin responder. La respuesta a esas preguntas, clasificadas según su criterio, sirve para generar nuevas dudas e inquietudes que aviven la perspicacia y el interés por investigar, pues formulando preguntas es como se lleva a cabo una investigación en todos los ámbitos del conocimiento, y, en concreto, en la Historia.
Cada parte que compone esta obra fue destinada precisamente a responder, dentro de lo posible, las preguntas planteadas durante y después del coloquio; pero cualquiera que se precie de ser un lector dedicado descubrirá que al final de cada capítulo terminará con más preguntas de aquellas con las que empezó, no por falta de habilidad de nuestra autora ni por las limitaciones del espacio para respondernos, sino porque es ésa la intención de la autora.
Pero para centrarme en el tema debo preguntar: ¿por qué historia de la vida cotidiana?, ¿qué nos puede aportar al conocimiento histórico? Si nuestro interés radica en los grandes procesos políticos y los clásicos relatos de batallas, este tipo de historia no es la adecuada. En esa historia, se desdeñan multitud de preguntas que pueden considerarse banales o irrelevantes como ¿qué hay de las personas detrás o al margen de estos procesos?, ¿cómo percibían su propia realidad?, ¿qué comían?, ¿qué leían?, ¿cómo era el amor hace cincuenta años o hace cinco siglos?, ¿por qué los conquistadores españoles imaginaban que en América encontrarían las puertas del Paraíso Terrenal?, ¿por qué en la Modernidad Temprana los marineros portugueses imaginaban que el mar hervía a partir del Ecuador y no se atrevían a navegar hacia el sur de África?
La historia cultural, y en concreto, la historia de la vida cotidiana, ofrece una perspectiva diferente a los procesos históricos sobre los cuales se creía que ya se había escrito todo, busca darle un sentido a estos relatos que nos resultan curiosos, nos acerca ya no sólo al “qué pensaba y cómo pensaba” el hombre en sociedad, sino también al cómo actuaban, sentían y vivían su día a día.
De esta forma, lejos del sueño de la Historia positivista, en donde ya todo estaba dicho y los historiadores sólo debían actualizar el relato adecuado a cada cierto tiempo, la perspectiva de la vida cotidiana representa un acercamiento fresco, nos dice nuevas cosas sobre quiénes fuimos, de cómo nos hemos ido transformando.
Pero entonces, ¿qué es la vida cotidiana?, ¿cómo podemos definirla? Para la autora la vida cotidiana es el estudio del hombre en sociedad, en todos aquellos aspectos que lo dotan de su condición como tal, todos sus gustos, temores, prácticas, pensamientos, aquello con lo que hoy en día también tenemos que lidiar y que nos hace humanos. Al ser elementos tan comunes o familiares, muchos historiadores los han pasado por alto o simplemente han considerado que son detalles que no merecen su atención, y eso en el caso de que haya vestigios de lo cotidiano con los que se pueda trabajar. Por este motivo es que la historia de la vida cotidiana resulta tan novedosa, porque apenas hace unas décadas empezamos a formularnos este tipo de preguntas y a acercarnos al hombre en sus prácticas diarias, de una forma íntima con la que incluso nos podamos identificar.
Al hablar de metodologías para la investigación, no es posible evitar el tema de los caminos que ofrecen la heurística y la hermenéutica y de cómo ambos se entrelazan durante el proceso de investigación. No podemos optar por uno de ellos y evitar el otro, puesto que no hay investigación sin recolección de fuentes e ideas previas; y mucho menos podemos optar por una investigación carente de una comprensión de lo que estamos leyendo en un contexto, porque sólo estaríamos copiando testimonios.
Dentro de todo método de reflexión e investigación, es necesario expresar nuestros hallazgos y conclusiones en un lenguaje tan preciso como comprensible para nuestro público lector. Al final de cuentas no hay duda de que nuestros lectores disponen de conocimientos e ideas previas.
Todo lo anterior va ligado a la existencia de una gran variedad de fuentes que el historiador tiene a su alcance, y de cómo cada tipo de ellas nos puede dar nueva información. Desde los relatos orales que han sobrevivido al paso del tiempo hasta los relieves tallados en piedra de palacios virreinales, todos tienen algo que decirnos si sabemos cómo abordarlos. Es decir, el historiador ya no se limita únicamente a los documentos, pues cuenta con una variedad de vestigios que nos pueden decir algo de cómo vivía la gente del pasado, sólo que para poder hacerles las preguntas pertinentes requiere de un método adecuado.
Por otro lado, vale la pena destacar que, para Pilar Gonzalbo, lo cotidiano se vive de manera indistinta tanto en el ámbito público como en el privado, porque si bien todo lo privado nos es cotidiano, también tenemos un comportamiento cotidiano en los espacios en donde vivimos como sociedad, es decir, en los lugares públicos en donde interactuamos con personas.
Lo anterior abre paso a un apartado que es cautivador: la cuestión de los sentimientos, ¿cómo historiar algo que es tan íntimo y sobre lo cual no suele haber muchos vestigios con los cuales podamos trabajar?, ¿cómo comprender la forma en que en el pasado se expresaban los sentimientos cuando hoy en día nos es difícil entender el cómo lo hacemos nosotros? En primera instancia, hay que aclarar que en la historia de la vida cotidiana no se estudian los sentimientos en sí sino la forma en que fueron expresados en el pasado, y es por medio de estas formas como podemos comprender mejor algunos momentos de tensión, de conflicto, de gozo, alegría o pesadumbre en determinados contextos. Sin embargo, hay que insistir en que, al ser los sentimientos y sus expresiones algo tan íntimo y privado, de lo que difícilmente quedan vestigios, el historiador debe hacer uso de todas sus habilidades, métodos y de las preguntas adecuadas para poder detectar esas expresiones de sentimientos en los documentos más insospechados.
Importa tomar en cuenta la advertencia de la autora en cuanto a la forma en que los sentimientos se expresan hoy, que difiere mucho de la que se empleaba en el pasado, en el supuesto de que los sujetos que estudiamos se lo permitiesen. Si reflexionamos, nuestros abuelos expresaban sus sentimientos de una manera muy diferente a como lo hacen los adolescentes de hoy. Si encontramos un cambio tan notorio entre dos grupos de personas que se encuentran divididos por apenas dos generaciones, ¿qué diferencias encontraríamos con gente que vivió hace 300 o 500 años?
Y aunque las expresiones de los sentimientos han variado con el paso del tiempo, es innegable la presencia de los mismos y su intervención en el relato histórico: el amor, el desamor, el miedo, la tristeza y el odio se han hecho presentes en distintos momentos, tanto en reyes como en obreros; la cuestión radica en identificar esas expresiones y situarlas en sus contextos para comprenderlas.
Otro concepto que aborda ampliamente Pilar Gonzalbo en varias partes de esta obra es el de las representaciones, concepto con el cual están familiarizados quienes investigan desde la historia cultural. De este texto, hay que mencionar una advertencia que se nos hace: en los testimonios que recogemos no encontraremos realidades, sino representaciones de las realidades de los sujetos, quienes la percibieron y reconstruyeron de acuerdo a los cánones de su sociedad. Dichos cánones son aquellos modelos generados por medio de las costumbres, la educación, la vestimenta, la alimentación, los códigos de conducta, etc. Todos estos elementos que construyeron a los sujetos del pasado son los que nos ayudarán a entender qué hay detrás de sus palabras, los mensajes “que no son explícitos”.
Son muy variados los temas que explica Pilar Gonzalbo en esta obra, sin embargo, esta reseña busca ser sólo una invitación, razón por la cual únicamente me queda agregar que el texto Hablando de historia cumple con su cometido, responde preguntas, pero también hace que nos planteemos nuevas; ofrece caminos para la investigación, para que nosotros decidamos cómo forjar el propio.