Si hay un territorio del ingenio especialmente difícil de descifrar es el de la literatura burlesca del Siglo de Oro, y muy particularmente el de la poesía clandestina de crítica política y social1. Ya Vega Madroñero (1998, p. 731) apunta el obstáculo que suponen las “continuas referencias a personajes y situaciones que en muchas ocasiones son difíciles de identificar en la actualidad, pues sucesos que en su momento estuvieron revestidos de cierta importancia quedaron luego olvidados”. Pero esta dificultad -esencial- representa solamente una de las categorías posibles que merecen algún comentario.
Ecdótica y hermenéutica. El concepto de error y la crítica neolachmaniana
Sabido es que ecdótica y hermenéutica son dos caras de la misma moneda. Mal se puede establecer un texto que no se entiende y poco puede entenderse un texto mal fijado. Es comprensible que los estudiosos reclamen una edición crítica sistemática del corpus de la sátira política y clandestina del Siglo de Oro, y que insten a la aplicación de las técnicas usualmente aceptadas por la metodología ecdótica, máxime, del método neolachmaniano. Vega Madroñero, por ejemplo, considera imprescindible “fijar el texto de los poemas y establecer las variantes” (p. 735) junto con el rastreo de las autorías (p. 733). Castro Ibaseta (2008, p. 359) aplica a una serie de sátiras de Villamediana, o atribuidas, los conceptos de original y versión corrupta. Bolaños (2020) edita una sátira sobre Valenzuela (privado de la reina regente en la minoridad de Carlos II), orientada por la idea de original más “auténtico”2, y Montero y Sánchez Jiménez (Beltraneja 2020) proclaman su metodología neolachmaniana a la hora de editar la Beltraneja o La victoria peruntina, poema que satiriza la victoria de la escuadra española mandada por don Beltrán de Castro, cuñado del virrey del Perú don García Hurtado de Mendoza, sobre los maltrechos barcos de Richard Hawkins en 1594.
El citado método pretende, en efecto, acercarse lo más posi ble al texto auténtico original, estableciendo un estema lo más preciso posible, remontándose a su través, depurando las corrupciones producidas en la transmisión, y aplicando una serie de técnicas que han dado excelentes resultados en las tareas de crítica textual, pero que se enfrentan a singulares dificultades en el caso de la poesía clandestina.
El primer problema con las anónimas3 composiciones de sátira clandestina es que vive, como el Romancero, en las variantes, y no es posible en muchos casos establecer cuál pudiera considerarse el original auténtico. Otra dificultad es que para los estemas neolachmanianos es fundamental la noción del error común, pero precisar lo que es error, en textos que exploran muchas veces distintas dimensiones del absurdo, no es algo inmediato. Y además en los casos en que proliferan las lecturas equipolentes (o cuando menos posibles) resulta inviable determinar qué lectura habría de ser privilegiada en la reconstrucción “neolachmaniana” de un texto.
Si se observa el ejemplo de la Beltraneja4 se advertirá la frecuencia de adjetivos absurdos, a veces contradictorios, que impugnan -aunque no del todo- los límites de “lo correcto”: odorífera voz (v. 85), resonante faz (v. 150), mal agudo y lento (v. 168), orbe esdrujulante (v. 199), triangulares voces (v. 206), enmudecido brama (vv. 210-211), el río repercute blandamente con furia (vv. 219-220), tono arquitectónico (v. 308), gusto onfacino [‘amargo’] almibarado (v. 318), sáficos cabellos (v. 410)…, etcétera.
La cuestión se complica porque algunos aparentes absurdos son en realidad juegos conceptistas: Neptuno teme a la “milicia distilada” (v. 425), sintagma que parece ejemplo semejante a algunos aducidos, ya que el adjetivo distilada no tiene sentido aplicado a milicia. Pero el juego se revela en el verso siguiente, que explica que lo que teme Neptuno es que “se le alce con el reino de las aguas”: es decir, si se le alza con el reino de las aguas (se rebela y se apodera del reino acuático), bien se le pudiera llamar milicia distilada, porque mediante la destilación se consiguen muchas aguas ‘perfumes’; comp. Covarrubias: “En lugar destos ungüentos se han sustituido las aguas de olor y particularmente una que llaman agua de ángeles, por estar conficionada de diversos olores, así de las flores como del ámbar distilado” (2006, s.v.).
Lo que quiero apuntar es que no es tan fácil discernir qué lecturas son propiamente errores y qué lecturas son absurdos de función estilística. Los principales errores que identifican los editores de la Beltraneja resultan muy dudosos: para el v. 85 no pueden decidir si odorífera voz es error del arquetipo o parodia; en el 94 no pueden decidir si fecunda mi cerviz es error del arquetipo o parodia; en el 181 consideran error la lectura común recomenda y enmiendan en recomienda, con lo que borran un macarronismo italiano de valor cómico5; en el 437 consideran error la lectura centésimo, centísimo, predominante en los testimonios, y aceptan certísimo, explicando que “Probablemente, la lección del arquetipo y la de α era centísimo. O sea, que el copista de R (o su modelo) pudo detectar el error y corregirlo por conjetura, seguramente porque la iunctura fruto cierto era bastante frecuente” (p. 110). Pero centésimo no es error; significa ‘céntuplo’, y alude al pasaje evangélico del sembrador que consigue ciento por uno (Mt 19:29); como lo usa Arce de Otálora, por ejemplo: “el estado de las vírgines es el que da el fructo centésimo que dice el Evangelio, y el de las casadas el trigésimo” (CORDE), etc. Es decir que buena parte de los que consideran errores pueden perfectamente no serlo, y el método neolachmaniano requiere mucha mayor precisión de la que muestran los aludidos editores.
En el caso de la Beltraneja es la defectuosa aplicación del método lo que lo hace inservible, pero, en realidad, aunque se aplique rigurosamente, la mayoría de estos poemas no es susceptible de seguimiento estemático en busca de un “original” más “legítimo”, porque la poesía de sátira clandestina vive, como se ha dicho, en las variantes: se copia, se modifica, se recicla, se adapta… y se corrompe, desde luego. Es necesario enmendar las malas lecturas, pero casi nunca es posible establecer un modelo original privilegiado sobre el resto. Y en la multiplicación de los anónimos transmisores-autores ninguno de ellos -hablando en términos generales- es más legítimo que otro. Incluso cuando una lectura es mejor que otra no se puede desechar la que, aun siendo peor, es aceptable, porque la variante en estos casos ofrece visiones o connotaciones distintas de las perspectivas satíricas.
El editor/ lector se enfrenta, por tanto, a un corpus fluctuante, anónimo y complejo, abundante en variaciones, y debe distinguir cuáles son meras corrupciones y cuáles implican otro tipo de alteraciones propias del mecanismo de transmisión clandestino y “colectivo”. Las posibilidades son muy diversas y no admiten una regla general.
Hay ciertamente lecturas deturpadas. El soneto satírico de Villamediana que empieza anacolúticamente en la edición de Ruiz Casanova “No sé por qué Fortuna no socorre / de los trágicos actos de esta hiena” (1990, p. 368) debe enmendarse por la buena lectura que trae el ms. 4101 de la Biblioteca Nacional de España6, f. 7r: “No sé por qué Fortuna no se corre”, donde correrse es ‘avergonzarse’. En el poema “Hijo de puta nací”, contra el hijo bastardo de Olivares, el llamado Julianillo el jacarero, habla el mismo Julián y proclama, según distintos manuscritos: “toda la Blibia [sic] aprendí” (ms. 17669, f. 34r-v); “toda la Biblia” (ms. 17683, f. 194v); “toda la breuia” (ms. 2244, f. 58v)… La buena lectura ha de ser toda la bibria o briba (como imprime Cohen 2019, p. 109), esto es ‘vida hampesca, holgazana y picaresca’. La lectura toda la Biblia (Blibia con errata) pudiera ser irónica, aunque proceda de una corrupción, y resultar por tanto de cierto interés (pero ya totalmente estropeada en el ms. 2244, que se hace ininteligible).
Igualmente deturpadas son las lecturas de distintas versiones del soneto “Empreñó a mi señora la condesa”, que se burla del fallido embarazo de la mujer de Olivares, y cuyo segundo terceto aparece de distintos modos, respectivamente, en el ms. 20355, f. 195v, y en Egido 1973, p. 127:
Teresa: no fue duende, sino pomo
de Sodoma el preñado, y su excelencia
al yerno y concuñado les dio como.
Dinero fue de duendes, si no ¿cómo
de Sodoma el preñado, y su Excelencia
al yerno y concuñado les dio?, ¿cómo?
Sin entrar en análisis demorados, apuntaré que el ms. 20355 supone la posibilidad extraña de que el preñado sea duende, y el texto de Egido daña completamente el sentido. La buena lectura es la que trae el ms. 3797, f. 104r:
tesoro fue de duendes, si no pomo
de Sodoma el preñado, y su excelencia7
al yerno y concuñado les dio como.
Esto es, el preñado de la condesa, que resultó falso, se compara al tesoro de duende, que, según decían, se convertía en carbón, y si esa comparación no cuadra, puede entonces compararse a los pomos o manzanas de Sodoma, que por fuera eran hermosas y por dentro ceniza y podredumbre, como se lee en el romance anónimo: “Oh manzanas de Sodoma / que al exterior todas muestran / particular hermosura / y en lo interior cenicientas”; o en el P. Feijoo: “Las manzanas de Sodoma son una maravilla de la Tierra Santa… Su singularidad es, que siendo muy hermosas a la vista, abriéndose, nada se halla dentro sino ceniza” (CORDE). Y en el v. 14 dar como es ‘dar chasco, burlarse’.
Un copista algo alejado de las circunstancias concretas que dan pie a un poema puede desviarse por caminos imprevisibles. Una de las décimas atribuidas a Villamediana empieza: “Salazarillo sucede”, en el ms. 10573, ff. 8r-9r, con alusión a Juan de Salazar, secretario del duque de Uceda, que sucede en el oficio a don Rodrigo Calderón a la caída de éste. Otros testimonios presentan numerosas metamorfosis: en el ms. 4101, “Ya Lazarillo” (f. 50r) y “Solo Carrillo sucede” (f. 129r); en la copia del f. 143v, “Salazarillo sucede”; en el ms. 17536, f. 26r, “Sal a Carrillo” (por mal análisis de salaçarillo, sal-a-carillo, seguramente por falta de la cedilla), y debajo con otra letra “Salaçarillo”; en el f. 77v, “Sal a Carrillo”, mal corregido en “Salas Carrillo”; en ms. 7046, f. 44r, “En fin Carillo sucede / en lugar de Calderón”… Si no se dispone de un buen texto o de un preciso conocimiento de los sucesos puede resultar incomprensible una referencia del tipo “Ya Lazarillo”, que puede ser entendida como referencia a la ‘picardía’ del personaje aludido, o “Salas Carrillo”, imposible de dilucidar.
Un ejemplo de las conclusiones infundadas a que puede arrastrar una mala fijación del texto sería el comentario de Castro Ibaseta a propósito de un soneto contra Olivares en el ms. 3797, f. 29v:
Ya sanó del incordio y las heridas
su majestad. ¡Albricias, Olivares!
Milagro es tuyo, santo de Pajares8,
que te arrobas y azumbras a escondidas.
Para el v. 4 las ediciones modernas transmiten un texto corrompido. Egido (1973, p. 125) imprime “ahúmas a escondidas”9; y Castro Ibaseta (2008, p. 405) “alumbras a escondidas”, lo que provoca poco pertinentes disquisiciones sobre la supuesta calidad de alumbrado de Olivares:
Precisamente estas enigmáticas alusiones genéricas a la dudosa ortodoxia religiosa del conde duque, y más particularmente a su supuesto alumbradismo (“que te arrobas y alumbras a escondidas”), son del máximo interés. Estas insinuaciones, junto con un misterioso informe de la misma época (julio de 1627) que analizaremos más adelante, en que se sugería que Olivares pudiese estar dándole hechizos al rey, están en el origen de la leyenda nigromántico-grotesca del conde duque (pp. 405-406).
Pero en el ms. 3797, f. 59v, se lee claramente açumbras, ‘te emborrachas’, pues azumbre es medida de líquidos, de unos dos litros, usada sobre todo con el vino. Comp. el baile de Quevedo “Las valentonas y destreza” (Parnaso español, núm. 353, vv. 69-72):
Entró de capa caída,
como los valientes andan,
azumbrada la cabeza
y bebida la palabra.
El texto, en suma, no se refiere al iluminismo, sino a la embriaguez. Pero hay otros casos en que la elección es más dudosa. Ejemplar es el soneto contra los gentileshombres de cámara, atribuido muy inseguramente a Villamediana, cuyo v. 9, referido a Olivares, tiene muchas variantes en los testimonios (cochillo, cochilla, condillo, conchillo) que no es posible discutir aquí. Una de las lecturas es “Grande celo se ve en un Conchillo atún” (mss. 7046, f. 8r; 17666, p. 539; 20355, f. 54r; véase Campa 1991, pp. 73-74), que podría aludir al apellido Conchillos, de los antepasados de Olivares. Otra posibilidad es un condillo (ms. 10573, f. 43v; ms. 4101), que puede ser referencia despectiva al título de conde que tiene Olivares en esta fecha de 1621; otra variante es cochillo (ms. 5913, f. 7v), que parece menos aceptable… En la sátira de Villamediana “A un convite que dio el Patriarca al duque de Uceda y al confesor y a otros” (“Convidó el confesador”)10, uno de los que asiste al convite es don Fernando Verdugo, teniente de la guarda, al que se llama despectivamente “Chirlillo de Verduguete” en los mss. 4101 y 5913; en el ms. 4101, f. 136r (segunda copia del pasaje), Chorlillo; en otros testimonios, Chorrillo (ms. 5913, f. 89r, segunda copia del pasaje; Villamediana, ed. Ruiz Casanova, 1994; Rouached 2009) o Chorlitos (ms. 17666)…
Creo que todas, salvo Chirlillo, son malas lecturas, pero significativas: la lectura Chorlillo o Chorlito puede haber sido provocada por la idea de tontería y charlatanería implicada en la comparación con el pájaro chorlito (en el poema “La reverenda ambición” llama Villamediana a fray Plácido Tosantos “fray monacal chorlito”); Ruiz Casanova explica la de Chorrillo, si bien forzadamente, como alusión a los soldados desertores llamados “corrilleros”, “churrilleros”, o “soldados de chorrillo”. Pero es mucho mejor lectura chirlillo, ya que chirlo es ‘herida o cortada’, muy acorde con el oficio y el apodo de verduguete o verduguillo ‘arma blanca, puñal, cuchillo’, que le corresponde ingeniosamente a quien se apellida Verdugo.
En el poema “Uceda, que fue cambista / sin sumas, y lo que es más / que sin seguir a Tomás / fue grandísimo tomista…” (ms. 10573, ff. 10r-11r), el primer verso muestra una variante notable en otros testimonios: “Uceda, que fue casuista” (ms. 17545, f. 19r), que es quizá lectura más ingeniosa, alusiva a cuestiones filosóficas (casuista ‘escritor de teología moral, moralista’; suma ‘tratado que resume lo fundamental de algún estudio’), que juegan con las referencias al tomismo, etc. La lectura cambista ‘el que trata en cambios de dinero’, puede ser en este caso una lectio facilior, aunque también pudiera ser lectura aceptable en su relación con el dinero. En ms. 4101, f. 55v, casuista; f. 128r, casista; ms. 17536, casista, y de otra mano, casuista…
En un Padre Nuestro glosado (ms. 2100, ff. 35r-38v; ms. 7764, ff. 300r-308r, y otras muchas copias) se lee en un verso “la plata al cielo encumbraron” (por ejemplo, en el 2100), o “la sal al cielo encumbraron” (ms. 7764): cada una de esas referencias alude a medidas económicas distintas, sobre el valor de la moneda de plata o sobre el impuesto a la sal (el 17 de septiembre de 1631 se formó la Junta de la sal para administrar el estanco sobre ese producto).
En casos como el del romance contra Fernando Valenzuela, atribuido al padre Damián Cornejo, lo más interesante es el tejido de variaciones intertextuales que se produce y la articulación de las alteraciones y contaminaciones. El texto modelo es un romance del ciclo de Inés de Castro (Durán 1877, núm. 1238):
Don Pedro, a quien los crueles
llaman sin razón cruel11.
En una de las variaciones contra Valenzuela se conserva un texto muy cercano, pero cambiando “sin razón” por “con razón”, ya que es un ataque y no una defensa, e interesa afirmar la crueldad del personaje satirizado (mss. 2022, f. 55v; Hispanic Society, MB2543, f. 147r y HC 380,144, f. 79r):
Fernando, a quien los crueles
llaman con razón cruel…
Para mejor justificación, se formula en otros testimonios con un adjetivo más aceptable para los acusadores, que pasan de crueles a leales (mss. 2733, f. 214r; British Museum, EG 554, f. 14v):
Fernando, a quien los leales
llaman con razón cruel…
Hay una segunda rama de la parodia, que cambia los elementos satíricos, introduciendo el pecado de soberbia, que permite comparar a Valenzuela con Luzbel (mss. 1821, f. 203r; 2034, f. 79r; 2245, f. 123v; 2543, f. 145; 4135, f. 124v; Hispanic Society, B2535, f. 247r):
Fernando, a quien por soberbio
llaman con razón Luzbel…12
Variante de poca importancia (cambia la colocación de alguna palabra) muestra el ms. 3926, f. 65r, con el epígrafe “A don Fernando de Valenzuela, llamado El duende, trovando segunda vez don Pedro a quien los crueles. Romance”:
Fernando, a quien por soberbio
con razón llaman Luzbel…
Algunos copistas que sin duda conocen el romance del ciclo de doña Inés, y que recuerdan la presencia de los crueles en el primer verso, lo sustituyen por soberbios, que es vocablo que corresponde al apodo de Luzbel, pero que aplican a la rama de cruel (no a la de Luzbel), como cuasi sinónimo de crueles, con lo que rompen las correspondencias ingeniosas mediante un fenómeno de contaminación deturpadora (mss. 2202, f. 53v; 17669, f. 135r; Bibl. Real Ms. II/1145, f. 53r; Egido 1973, p. 180):
Fernando a quien los soberbios
llaman con razón cruel.
El proceso integra, sin duda, varias contaminaciones, elemento este (las contaminaciones) que el método neolachmaniano pretende evitar, sin mucho éxito, desde luego, en este corpus, en el que resulta ocioso la mayor parte de las veces el intento de establecer un estema para remontarse al texto “original”.
Motivos generales reiterados. De las referencias indiscernibles a la precisión extrema
La sátira política posee una clara dimensión pragmática muy ligada a las circunstancias históricas concretas, lo que no impide muchas generalizaciones.
Por un lado, numerosas acusaciones se reciclan al aplicarse a personajes y sucesos de épocas distintas, haciendo difícilmente discernibles muchas referencias por su poca especificidad, lo que se agrava con las constantes menciones por sus títulos de los personajes de la corte y del gobierno -la mayoría miembros de la élite nobiliaria que prácticamente monopoliza los altos cargos-, de manera que resulta complicado identificar qué personas mencionadas en un poema son las que ostentan dichos títulos, a menos que la datación de un texto sea nítida.
Por el lado opuesto, proliferan las referencias muy precisas a sucesos bien conocidos en su tiempo, pero sumamente recónditos para un lector hodierno, por lo que es fácil pasar por alto una alusión, o resultar ésta indescifrable.
Quien maneje el ms. 2034, f. 90r-v, hallará un poema “A Valenzuela”:
En jaula está el ruiseñor
con pigüelas que le hieren,
y sus amigos le quieren
antes mudo que cantor.
Puesto que Valenzuela fue destituido por Juan José de Austria, apresado, acusado de prevaricación, de venta de cargos públicos y de robo, y desterrado a Filipinas por diez años, la imagen de un pájaro enjaulado que puede cantar, ‘confesar’ delitos incriminatorios para sus amigos, se comprende perfectamente. Pero el que además haya manejado otros textos de época anterior reconocerá el poema atribuido a Villamediana contra don Rodrigo Calderón, el protegido de Lerma, que acabó ajusticiado en patíbulo público (ms. 3987, f. 14r; ms. 7046, f. 90r; ms. 10293, f. 92r; ms. 17536, f. 21v; Villamediana, ed. Ruiz Casanova, 1990, p. 1067):
En jaula está el ruiseñor
con pihuelas que le hieren,
y sus amigos le quieren
antes mudo que cantor.
Aquí la referencia a la jaula (que pierde su calidad de alusión concreta en la aplicación a Valenzuela) evoca una especie de armazón cerrada en que efectivamente metieron a Calderón durante su arresto domiciliario, como recoge el ms. 17858, f. 92r: “teníanle hecha una jaula en medio de una sala grande, que por todas partes hacía callejón, y éste con poca luz que por una reja pequeña le entra al sesgo de otra”. O Quevedo, en Grandes anales de quince días: “con guardas para que le llevasen a la fortaleza de Montánchez, de donde vino a la de Santorcaz, y de allí a una jaula fabricada en una sala de su casa” (p. 95).
Un paradigma que presenta excepcional capacidad de adaptación con pocos cambios es el de las oraciones13. La glosa del Ave María “Al rey Felipe IV empezando a reinar” (ms. 17522, ff. 176r-179v) empieza denunciando a los ladrones y usurpadores, cuyo castigo se solicita del nuevo rey:
Ya que con acuerdo santo
vas castigando ladrones
hasta apurar sus bolsones
de su hechizo y de su encanto
Dios te salve.
Mil castigos intentar
puedes, Felipe divino,
que ya te enseña el camino
y siempre te ha de ayudar
María.
…………………………
No dilates el consuelo
deshágase el Calderón,
mira que en esa ocasión
supremo poder del cielo
y el Señor es contigo.
La misma glosa se aplica al reinado de Carlos II (ms. 8456, ff. 44r-45r), sin más cambios que los necesarios para la reasignación, como es el de los nombres de los reyes o la sustitución de la cita de don Rodrigo Calderón por el genérico “tanto ladrón”:
Tú, que con acuerdo santo
has de castigar ladrones
hasta apurar sus bolsones
de su hechizo y de su encanto,
Dios te salve.
Mil castigos intentar
puedes tú, Carlos divino,
que ya te enseña el camino
y siempre te ha de ayudar,
María.
………………………….
No dilates el consuelo,
destruye tanto ladrón,
mira que en esta ocasión
supremo poder de el cielo,
es contigo.
Lo mismo se documenta con ciertas glosas del Padre Nuestro, como la aplicada “Al rey nuestro señor Felipe cuarto comenzando a reinar. Glosando el Padre Nuestro”, y que empieza “Prudente rey a quien aman” (ms. 4144, ff. 56r-58r), que se recicla para Carlos II: “Carlos Segundo a quien aman” (ms. 8456, ff. 42v-43v).
En este tipo de adaptaciones, la relación del momento histórico con las críticas es muy general y reitera las quejas universales por la codicia, ineptitud, necedad o crueldad de los gobernantes, que pueden aplicarse a cualquier momento o circunstancia, sin perjuicio de que en ocasiones -como la del ruiseñor enjaulado Valenzuela/ Calderón- disimulen una alusión precisa que puede quedar opaca por la misma aparente claridad del texto. Si se suma la práctica citada de mencionar a los criticados por sus títulos nobiliarios se comprenden los obstáculos que plantean estos poemas para identificar el objeto de una sátira cuando las dataciones son imprecisas. En realidad, la falta de más detalles o contextos alusivos en muchos casos hacen muy poco productivas tales identificaciones, pero en otros encubren la clave de una alusión.
Tómese, por ejemplo, un soneto como el siguiente (ms. 3985, f. 215r; ms. 17666, pp. 538-539; ms. 10293, f. 89v; ms. 20355, f. 71v): la lectura que acepto para el v. 14 permite fecharlo en torno a 1635, lo que da pistas para las identificaciones de los personajes, pero sin ese detalle la tarea hubiera resultado imposible. Por lo demás, las acusaciones no tienen por qué responder a conductas corruptas o vicios; pudieran sólo expresar la rivalidad o enemistad política14:
Cierto que es buen hombre el Almirante15;
el Infantado hijo de vecino16;
es sastre Peñaranda a lo divino17;
y el Condestable pobre vergonzante18.
5
A Lemos le va bien con la menguante19;
Pastrana se la apuesta al más pollino20;
figura es de cartón Híjar mezquino21
y Altamira oficial de pujavante22;
10
Lechuza es Sesa, carbonero Osuna23;
brasero es de Jimena Villahermosa24;
Oropesa y Veraguas en la cuna25;
estatua es Santa Cruz, aquí reposa26;
dio garnacha a los Vélez la Fortuna27;
hija a Medinaceli: poca cosa28.
Las identificaciones de los títulos mencionados dependen, pues, de las posibles fechas del soneto. El esfuerzo requerido para las identificaciones resulta en general poco productivo para una comprensión más profunda de esta clase de textos.
A menudo es imposible una identificación sin ayuda externa, bien de una nota al margen (no son raras en los manuscritos), bien de una aclaración proporcionada por otra copia más explícita o por una red de motivos asociados que se iluminan mutuamente. El soneto del ms. 3921, f. 244v, empieza con expresiones cifradas -“Ya se ha dicho que el qdx es un pobrete, / que la qdxm+ es sobrina de su tío…”-, con una burla genérica, pobrete, y una perogrullada, sobrina de su tío, además de una pista en el mismo hecho de disimular la burla, lo que apunta a muy altos personajes que es peligroso mencionar. Dos notas del ms. lo aclaran: “rey” y “reina”, lo mismo que la copia (sin cifra) del ms. 17683, f. 7v: “Hase dicho que el rey es un pobrete, / que la reina es sobrina de su tío”.
La reconstrucción de los hechos puede ser fundamental. En la aplicación ingeniosa de títulos de comedias29, como los de Peor está que estaba, o Cada uno para sí, de Calderón, pueden quedar aludidos muchos personajes y situaciones, pero que se apropie a José Mallada El garrote más mal dado, con inversión del título alternativo de El alcalde de Zalamea (El garrote más bien dado), no se entiende sin conocer el caso30. Mallada, acusado de un intento de asesinar a Nithard, fue agarrotado el 2 de junio de 1668 en un oscuro episodio de conjuras.
En la “Canción a Ramírez de Prado y al conde de Villafranqueza”, hay unos versos crípticos contra Pedro Franqueza, que fue secretario de los Consejos de Aragón, de Castilla, de la Inquisición y de Estado, procesado por corrupción y condenado a prisión perpetua:
Hallose en la manida de unos lobos31
una secreta publicando robos…
La lección secreta publicando parece buena, ya que implica una agudeza de contrariedad en el hecho de que algo “secreto” dé publicidad, estructura que responde a uno de los conceptos que examina Gracián en su Agudeza y arte de ingenio, pero es díficil apurar la alusión, que integra una dilogía32, aclarada por el detalle que comenta el ms. 17502, ff. 1r-4v, Relación de lo ejecutado en la prisión de don Pedro Franqueza, conde de Villalonga… en enero del año 1619:
En una necesaria [‘letrina, secreta’] de su casa, que limpiaron unos mozos de orden de la justicia, hallaron un cestón grande con ropa blanca muy rica y en el fondo algunas joyas de valor de más de 220 mil ducados, y entre ellas una cruz muy rica… y otras cosas de gran valor (f. 1r-v).
Sin estar al cabo de las informaciones atingentes a las alusiones multiplicadas, la lectura de estos textos satíricos clandestinos es una carrera de obstáculos.
Apéndice: un ejemplo ilustrativo
¿Qué puede entender el lector que se asome al ms. 17683 de la Biblioteca Nacional de España, f. 309r, y se tope con un poema que empieza con un estribillo: “Señor teatí, / ¿ha visto al doctor Spi?”? El poema forma parte de un breve ciclo de cuatro, todos de la misma letra, que se dirigen fundamentalmente contra la Compañía de Jesús, de los cuales los dos primeros33 son especialmente enigmáticos.
Las claves estriban en las evocaciones de una serie de sucesos en torno a conflictos religiosos y de poder en la privanza de Olivares, y en los que participan el jesuita padre Juan Bautista Poza, los investigadores de su conducta (Espino y Roales o Rosales) y Olivares mismo, en un buen ejemplo tanto de las rivalidades y enfrentamientos en los círculos intelectuales y políticos, como de las dificultades de comprensión que ofrece este tipo de literatura a los lectores alejados de las circunstancias concretas que provocan su misma existencia.
Como apuntan Moreno Martínez y Peña Díaz sobre Poza:
La censura de su obra Elucidarium Deiparae en 1628 por la Congregación del Índice romano fue el detonador de un complejo conflicto, un tapiz en cuya trama se entretejió la Compañía de Jesús, la Inquisición española y romana y las más altas instancias del poder de la monarquía con hilos de colores diversos… Es en esta trama compleja en la que se inserta Juan Bautista Poza (2011, p. 159).
En 1629, el excarmelita Juan de Espino asistió a algunas clases de Poza y enunció a la Inquisición ciertas enseñanzas del jesuita. En 1632, un sermón de Poza provocó notable escándalo, que comenta la nota 34 del ms. coruñés34 de La cueva de Meliso:
El padre Poza dijo en la Capilla Real de Palacio, por la Pascua del Espíritu Santo, año de 1632, que el mentir alguna vez en tiempo antiguo era afrenta, pero ya, gloria a Dios, desde que vino el Espíritu Santo, el mentir mucho se tolera; y ya, gracias a Dios, se toleran los adulterios, y ya, gracias a Dios, se tolera el Alcorán. Delatole el doctor Juan Espino y hizo la averiguación el doctor Vellón, comisario de esta corte, y se respondió diciendo lo había dicho irónicamente…
En estas circunstancias se produce una campaña contra Poza y la Compañía de Jesús en la que Espino y Francisco Roales, profesor en la Universidad de Salamanca y tutor del infante don Fernando35, desempeñan un papel protagonista, evocado también en La cueva de Meliso, contra Olivares36. El Santo Oficio ordena la detención de Poza, que fue encarcelado en Toledo en 1633, y no se vería libre del proceso inquisitorial hasta 1637. Ése es el marco de los poemas contemplados. Puede ser útil copiar otra nota anónima (la núm. 37) del citado ms. de La cueva de Meliso:
El doctor Francisco Rosales que fue de España a Roma donde estuvo un año, actor en la causa de fe contra Juan Bautista Poza y sus secuaces, y todo el tiempo hizo el gasto el papa Urbano octavo; pasó a Bolonia donde había sido colegial año de 1635, murió en Madrid loco, con sospechas de veneno. El doctor Juan Espino, hombre admirable de estos tiempos, con tan continuados trabajos murió en Granada en prosecución de la misma causa. Las causas de éstos quieren un libro dilatado.
Ofrezco aquí una edición provisional de los dos primeros poemas con una anotación básica.
La técnica burlesca del primer poema consiste en cortar las palabras, en una especie de adaptación de los versos de cabo roto.
[CONTRA EL PADRE POZA Y LOS JESUITAS]
-En la Inquisició lo entrá
porque afir per caso ciert
5
que el sigil tienen abiert
y los pecad declarat.
Cosa es ciert de gran verdat
y me la ha dic un amí,
hombre honrá, que no mentí.
10
-Guarda, Pab, que allá no vo,
pues sabrá todos quién so
y es cosa que no está bi39.
Señor teatí,
¿ha visto al doctor Spi?
15
Anti teatí yo los lla
porque sepa el mundo tod
que le engaña de tal mod
pensando que son muy sa,
siendo así que son bellá
20
y nada buen por mi vi.
Una cos les sé decí
que con grande disimú
a la doncella hacen pu
y también cornú al marí.
25
Señor teatí,
¿ha visto al doctor Spi?
Aquesto de la ambició
es cosa que no la entiend,
que son pob están diciend,
30
y tienen mucho dobló.
¿Para qué tanto bolsó?
Sin duda engañ a lo ri
pillándoles la hací.
La treta está descubiert,
35
todo el mundo el ojo alert
y cada cual guarde el di.
Señor teatí,
¿ha visto al doctor Spi?
(ms. 17683, f. 309r)
[OTRA A LO MISMO]
Inocente teatino,
¿por qué con tu ciencia vana
cuando te vistes de lana
embistes con un espino?
5
Huye de él, que es desatino
llegarte a su filo agudo
porque de su ardid no dudo
que si en sus puntas te enredas
es imposible que puedas
10
salir menos que desnudo.
Aunque a tantos desnudaste
para vestir tu ambición
y por guardar tu opinión
ninguna opinión guardaste,
15
cuando este espino encontraste
huir te fuera mejor
con un prudente temor,
porque el espino a quien topa
le tira luego la ropa
20
y descubre lo interior.
¿No has visto entre los zarzales
repelarse las ovejas?
¿Pues así pelar te dejas
de un espino y de un rosales?40
25
Mal con tu opinión te sales
si el vestido es la opinión
pues con tanto repelón
estás ya tan mal vestido
que todos te han conocido
30
lo oculto del corazón.
Ya su mónita secreta41
que al más torpe ingenio avisa
es pública inquieta ris
aun de la gente más quieta.
35
Mucho este espino te aprieta;
no sé cómo has de salir
que aun oigo a muchos decir
según tu vida se aprecia
que saldrás como en Venecia
40
sin polvo que sacudir42.
Este espino te espinó,
y apretando tú la mano
fue el dolor más inhumano
porque más te lastimó.
45
Tu potencia lo encerró
y fue peor este encuentro,
porque entrando más adentro
como este espino te espina
hace llaga más sanguina
50
cuanto más se llega al centro.
Poco tu mucha cautela
en esta ocasión te salva,
pues que te miran con calva
después que espino te pela.
55
Él tu confesión revela;
avisa de esta traición
que si él te hace objeción
por las que tú has revelado,
también es en él pecado
60
revelar tu confesión.
(ms. 17683, f. 309r-v)
Final
El panorama observado, que pudiera ampliarse con muchos ejemplos, aconseja emprender la edición del corpus poético clandestino con la flexibilidad que su mecanismo de transmisión impone, optando por ediciones conflacionadas en muchos casos, señalando las variantes significativas, bien por ofrecer lecturas equipolentes, bien por reflejar importantes aspectos de la misma transmisión o adaptación de los motivos satíricos, pero sin la pretensión de establecer estemas neolachmanianos perturbados por la proliferación de contaminaciones. El límite entre errores y lecturas aceptables desde el punto de vista de las adaptaciones aludidas, y entre las lecturas totalmente deturpadas o las posibles en diversos grados, resulta borroso en ocasiones, lo que aumenta las dificultades de la tarea hermenéutica. La idea de “original auténtico” se difumina, pero no debilita el rigor de la técnica conceptista ni la precisión de muchas alusiones a sucesos concretos que pueden ser la misteriosa clave de una referencia.
La poesía satírica clandestina constituye, en fin, el más complicado laberinto de la literatura áurea, y convendría examinarlo con la atención que su abundancia y desconocimiento solicitan. A esa tarea estamos dedicando el proyecto mencionado (cf. supra, nota 1), del que este trabajo es un avance parcial y reducido, que se ampliará con los sucesivos tomos de la antología esencial de poesía clandestina, de la que acaba de aparecer, mientras corrijo estas pruebas, el primer tomo, Poesía de sátira política y clandestina del Siglo de Oro. Antología esencial. Dir. I. Arellano, IDEA, New York, 2023.