Introducción
Es indudable el valor de la producción historiográfica de Silvio Zavala. Múltiples ensayos dan muestra del interés que hasta nuestros días ha provocado su estudio del Nuevo Mundo, del proceso de colonización y la Conquista, así como sobre los efectos del mestizaje cultural. Obras como la temprana La encomienda indiana, de 1935, siguen constituyendo un referente imprescindible de la historiografía colonial.1 Sin embargo, no podemos olvidar la faceta de Zavala como activo intelectual y representante de México ante organizaciones internacionales y otros gobiernos. En cumplimiento de sus funciones diplomáticas y culturales, Zavala fue invitado a escribir reportes y ensayos sobre la historia de México y compartir, en consecuencia, su perspectiva sobre el México Contemporáneo. De igual forma, su prestigio entre la comunidad académica mexicana le convirtió en participante de obras historiográficas de gran talla. En todo caso, los requerimientos de su labor obligaron a Zavala a escribir sobre una serie de temas que, si bien no eran su área de especialidad, sí correspondían a la observación de contexto de un hombre de conocimiento enciclopédico, proveniente de una corriente historiográfica que se preciaba de ser científica y objetiva.2 En este ensayo pretendemos conocer cuál era la visión del México Contemporáneo que defendía Silvio Zavala, resultado en todo caso de su interpretación de la Historia de México en general -es decir, desde el mundo prehispánico hasta el siglo XX-. Para ello, recurrimos en particular a algunos ensayos escritos por Silvio Zavala entre 1946 y 1955 -incluimos también algunas adiciones hechas posteriormente-, cuya característica principal es ser interpretaciones de largo plazo sobre México y sobre lo mexicano. Se trata de un corpus historiográfico que, dentro de la vasta producción de Zavala, ha sido poco estudiado, pero cuya significación -dadas las circunstancias de difusión internacional- justifican un análisis propio. En primer lugar revisamos su “Síntesis de la historia del pueblo mexicano”, que formó parte del trabajo colectivo intitulado México y la cultura, de 1946. Asimismo, incluimos algunos de los reportes que Zavala escribió por solicitud de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (en adelante UNESCO) y como parte de sus tareas como director del Museo Nacional de Historia y presidente de la Comisión de Historia del Instituto Panamericano de Historia y Geografía.3 El más extenso es el escrito originalmente en francés en 1949, “Enquête sur les relations entre les cultures. Le Contact des Cultures dans l’Histoire mexicaine”, así como los breves reportes “Le Museo Nacional de Historia au château de Chapultepec, Mexico” de 1951 y “Musées d’Histoire et Compréhension internationale” de 1954. Posteriormente, abordamos el ensayo “El mexicano en sus contactos con el exterior”, resultado de sus conferencias dictadas en la Facultad de Filosofía y Letras en 1952, y cerramos con el artículo escrito en francés para la revista Nouvelles du Mexique con el título “Aperçu sur l’histoire du Mexique”, publicado en 1955.4 Más aún, si bien analizamos ensayos y no obras historiográficas eruditas -como las que Zavala escribió sobre la historia colonial- consideramos que su difusión en Europa les dio resonancia considerable y, en cierta medida, representaron la voz intelectual mexicana ante organismos internacionales.5 En cualquier caso, no debemos olvidar que Silvio Zavala organizó el Primer Congreso de Historiadores de México y Estados Unidos, y fue el representante de México en encuentros internacionales de Historia, como el Noveno y Décimo Congresos Internacionales de Ciencias Históricas en París (1950) y en Roma (1955), así como durante las reuniones del Instituto Panamericano de Historia y Geografía en las que tuvo un papel fundamental durante las discusiones sobre la enseñanza de la Historia y los libros de texto. Ante una figura de tal importancia, cabe preguntarnos sobre su visión del México Contemporáneo, así como los problemas que Zavala preveía como estudioso del devenir humano. Nos interesa conocer su perspectiva sobre la política cultural del régimen posrevolucionario, la cual, en cierta medida, se vio obligado a ejecutar. Así, es posible anticipar una defensa de la importancia de la dominación española en la conformación de la identidad mexicana, así como en los proyectos políticos y culturales de largo plazo. De igual forma, consideramos que, como auténtico representante de una corriente historiográfica objetiva y erudita, Zavala mantuvo una posición crítica respecto a los verdaderos logros del régimen posrevolucionario, cuyos propósitos esenciales -como la conformación de un Estado liberal- se encuentran ya anunciados desde el México decimonónico.
Síntesis del pasado mexicano
Comenzaremos con el documento preparado por Zavala para la obra coordinada en 1946 por el entonces secretario de Educación Pública, Jaime Torres Bodet, México y la cultura, en donde también participaron otros estudiosos de gran talla de su época.6 En su función de director del Museo de Historia Nacional, Zavala preparó su “Síntesis de la historia del pueblo mexicano”, la que sirvió esencialmente de larga introducción a la obra de más de mil páginas. En la “Síntesis…”, Zavala logra una explicación de largo plazo sobre los mexicanos. En suma, la historia del pueblo mexicano se resume en la búsqueda de su propia identidad, pero también en una lucha por su libertad. Profundicemos.
En la primera parte se presenta la antesala del encuentro entre la cultura europea y la cultura indígena. Zavala hace énfasis en el enorme desarrollo del México indígena con anterioridad a la llegada de los españoles: “El pobre legado traído de Asia se había transformado en una economía agrícola que sustentaba complejas culturas ritualistas”.7 No obstante, concede mayor espacio al estudio de la sociedad resultante del proceso de Conquista. En todo caso, Zavala muestra cómo de ese encuentro -y desencuentro- surge lo que hoy llamamos México, una reflexión constante en los textos revisados y en la que, por supuesto, se refleja su conocimiento profundo de la época.8 Sin embargo, en la “Síntesis…”, Zavala también se ve obligado a referir el concepto de Revolución, mismo que funge como una suerte de hilo conductor que engarza la Historia del México Colonial con el Independiente y Contemporáneo. En concreto, nuestro autor identifica al menos cuatro revoluciones: la de 1810, la fallida de Gómez Farías en 1833, la de Ayutla que desemboca en la de Reforma en 1857 y la última en 1910. ¿Qué es lo que caracteriza a todas estas revoluciones? Se trata de un proceso cuyas etapas conforman la emancipación legal, religiosa e identitaria con respecto a Europa. Por lo tanto, podemos hablar de una historia mexicana que es esencialmente una reacción al proceso de Colonización iniciado en el siglo XVI. Una respuesta cuya pregunta se relaciona con el propio ser y su proyecto a futuro: “En suma, la etapa revolucionaria pone de relieve el interés de México por superar la situación semicolonial creada con motivo de la invasión de los capitales extranjeros, y por recobrar el acceso a sus propios recursos naturales”.9 Encontramos pues, un México abocado a construirse a sí mismo, a encontrar sus elementos originales, tanto como a reconocer aquello que le une irremediablemente con la cultura occidental.
Por tal motivo, Zavala encuentra que la última revolución, la de 1910, es todavía una etapa aún abierta y en desarrollo, un proceso claramente inacabado. Es enfático sobre la falta de una democracia plena; reconoce que hay elecciones y ningún gobernante permanece más tiempo del que le corresponde: “tal circunstancia ha mantenido despiertas las aspiraciones democráticas y la esperanza de llegar al ejercicio de un verdadero régimen de instituciones políticas, de acuerdo con los principios doctrinales aceptados en la Constitución”.10 En ese sentido, es evidente su objeción respecto a la permanencia de un sólo partido político en el poder.11 Un balance que, pese a su propia vinculación con los avances culturales y diplomáticos del país, busca ser objetivo. Zavala no asevera que México es ya un país democrático, por lo que su omisión da muestra de su imparcialidad al analizar el régimen al que él mismo ha representado.
Sin embargo, Zavala considera que la Revolución de 1910 ha provocado cambios profundos tanto en el territorio de México, como en el mexicano, que después del cambio político tuvo la oportunidad de reflexionar sobre sí mismo y su identidad. El regreso al arte y estética que Zavala llama “autóctonos” es una muestra de dicha búsqueda, así como del interés por mostrar al mundo la esencia del pueblo mexicano: “Puede decirse que el mexicano comienza a descubrirse a sí mismo y que ha encontrado temas propios dignos de ser tratados... Es claro que la creación mexicana no prescinde de las aportaciones universales, pero dentro de ellas busca aspectos de consciente y valiosa originalidad”.12 Se trata de un historiador que muestra el proyecto mexicano más que la consumación del mismo. Y en ese sentido, nuestro autor encuentra que, si bien la lengua y las aspiraciones democráticas provienen de la herencia española, la estética y la cultura popular son indígenas y han sido vinculadas al proyecto gubernamental de cultura y educación. En suma, se trata de la incorporación de la mayoría en la conformación del presente y futuro nacionales. Líneas atrás, Zavala ya había enfatizado:
La perduración biológica y cultural del indígena… ha sido enjuiciada a menudo… como un lastre para la civilización de México y como fuente inagotable de sus problemas sociales. Pero la cuestión ofrece otro cariz más optimista, ya que los críticos, por más severos que sean, no pueden desconocer que esa realidad histórica imprime carácter al país y constituye una reserva que sirve de apoyo a sus diversas creaciones.13
Fue sin duda “Síntesis de la historia del pueblo mexicano” el documento de Zavala -sobre la Historia de México en su conjunto- que tuvo más difusión y cuya influencia es evidente en los siguientes ensayos aquí revisados. Fue publicado en 1946, luego en 1947 como ensayo independiente y en 1953 como parte del libro editado por Porrúa Aproximaciones a la Historia de México,14 así como en la segunda edición de México y la cultura en 1961, sin sufrir cambios. Cuatro años después, la “Síntesis…” fue traducida al alemán y publicada por la Embajada de México en Alemania a manera de libro breve. Para esta cuarta ocasión, Zavala decidió finalmente actualizar su interpretación del devenir histórico mexicano. En un par de páginas, proporciona al lector una serie de cifras sobre los que podrían considerarse “éxitos” del régimen posrevolucionario: el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) protege a más de 3 millones de personas, el analfabetismo ha disminuido, si bien todavía 38% de la población no sabe leer y escribir. La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) reporta más de 67 mil estudiantes, sin contar los nuevos museos y la proyección cultural de México en el escenario internacional.15 Un resumen sucinto para el lector de habla alemana sobre los avances del proyecto posrevolucionario. Para referirse al aspecto político-electoral, Zavala nuevamente es puntual: “en los años de 1946 hasta hoy [1965] México ha gozado de elecciones pacíficas y ordenadas”.16 Respecto al exterior, México puede presumir su política de no intervención y respeto a la soberanía.17 Veinte años después de la primera edición, Zavala sigue sin utilizar la palabra “democracia”; más aún, decide mantener intacta la conclusión redactada originalmente en 1946. Se presenta la relación entre el pasado nacional y la oportunidad de proyección internacional, una dicotomía que, como veremos, se encuentra también en los reportes presentados ante la UNESCO:
Nuestra historia no ha sido la de una nación llamada fácilmente al goce general de la riqueza y al poderío. Han surgido a menudo contiendas trágicas y desigualdades profundas… Creemos que tales complicaciones conceden a esta historia un vivo interés humano. Ella ha preparado al espíritu mexicano para enfrentarse a la vida con valor y resistencia; a veces, también, con dotes creadoras que otorgan a este pueblo algún derecho a ser estimado como miembro apto de la gran familia universal.18
La tesis revela al Zavala representante de nuestro país ante el mundo: en suma, el pasado reciente -violento y a la vez, catalizador- ha conformado un México singular que puede y debe hacer aportes significativos a la cultura universal. De igual forma, encontramos por primera vez la importancia que Zavala le dará al patrimonio cultural, idea que, como activo representante de México ante el mundo y a través del Instituto Panamericano de Geografía e Historia, no tardará en defender.
La historia de México para la UNESCO
Tan sólo tres años después, la UNESCO solicitó a Zavala un reporte sobre la cultura mexicana, mismo que escribió originalmente en francés con el título “Enquête sur les relations entre les cultures. Le Contact des Cultures dans l’Histoire mexicaine” y el cual formó parte del libro L’originalité des cultures,19 de 1953.20 Recordemos que en 1949 Zavala era no sólo director del Museo Nacional de Historia, sino también presidente de la Comisión de Historia del Instituto Panamericano de Geografía e Historia. El reporte, conformado en su versión mecanográfica por 26 páginas, hace énfasis en el concepto de “Encuentro”, más aún, en su plural, “Encuentros” para referirse a la Conquista y Colonización. Su visión, en muchos sentidos opuesta a la de O’Gorman -cuya tesis central al respecto era la de “Invención de América”21-, ponía énfasis en las transformaciones mutuas de las culturas indígena y europea, así como en el aprendizaje “sobre la marcha” para relacionarse entre sí. De tal suerte que no se trata de una imposición de culturas, sino de un diálogo en el que cada participante creó una imagen de sí mismo y del otro.22 Por ello, no extraña que el reporte escrito para la UNESCO muestre la erudición de Zavala respecto al periodo del Descubrimiento y Conquista de América. Nuestro autor narra el encuentro de dos culturas poderosas, de ricos y complejos antecedentes. En cualquier caso, comprende como un momento crucial en la historia mundial el momento en que Cristóbal Colón puso en el “radar” europeo la existencia de una serie de pueblos y tierras que, eventualmente, demostrarían ser un continente ajeno a los entonces conocidos. De hecho, considera que más que un encuentro es una amalgamación “que aun en nuestros días podemos calificar de reciente, inacabado y penoso”.23 Por lo tanto, Silvio Zavala señala las diferencias importantes entre los distintos pueblos indígenas, tanto en su relación con los conquistadores, como en el proceso de asimilación y aculturación. Mientras que en algunos sitios el idioma español se impuso casi de forma inmediata, en otros se mantienen vivas múltiples lenguas indígenas. Lo mismo sucede con la religión, puesto que no es posible identificar la misma forma de catolicismo en el norte o en el sur de México. En todo caso, es congruente con otros ensayos, como el intitulado “Formación de la Historia Americana”24, en donde puntualiza las diversas “colonizaciones”, en plural, acontecidas en todo el continente americano. Sólo que aquí, Zavala ensaya un ejercicio historiográfico de largo alcance; por lo tanto, se refiere al Estado Nacional decimonónico el cual, en cierta forma y desde su nacimiento, contribuyó en parte a la colonización cultural, al imponer el español como la lengua oficial del país recién conformado. De tal suerte que el proceso de transformación de los indígenas por el contacto con los españoles se mantiene vigente hasta el México Contemporáneo y repercute aún en el proyecto posrevolucionario.
Por consiguiente, Zavala muestra que la influencia de las culturas indígenas se encuentra matizada y en evidente desventaja respecto a la influencia de la cultura occidental. Así, Zavala explica la realidad mexicana a través de la dicotomía europeo-indígena como par de formas de ser que se encuentra, lucha, se adapta y en algunas ocasiones fusiona hasta dar como resultado la cultura mestiza del siglo XX. Y en ese proceso de largo alcance, la Revolución de 1910 resulta en un reconocimiento de la población indígena por largo tiempo ignorada: “La revolución iniciada en 1910 corrige violentamente ese curso de ideas y de hechos. Vuelve a experimentarse la movilidad de la lucha que rompe las estratificaciones de las clases sociales durante la paz de la dictadura”.25
Este balance es fundamental para comprender lo que Zavala desea mostrar hacia el exterior: una nación sin diferencia de razas, una nación mestiza. En todo caso, es aquí donde comienza a desplegarse la visión optimista que Zavala tenía del futuro de México, pues advierte que el proceso de mestizaje podía haber resultado en una auténtica guerra de castas o bien en un país dividido por el origen. Pero he aquí que nuestro autor encuentra, por el contrario, un país con una identidad propia, cuyo fundamento es precisamente ese mestizaje: “Junto a los pies descalzos alterna algún par de zapatos que denota en el propietario un acercamiento a la cultura mestiza, que día a día se va haciendo más natural, menos engorrosa”.26 Y ese desarrollo natural hacia el mestizaje encuentra su fundamento precisamente en la tradición española, de donde se ha tomado la ideología liberal que permitirá construir el nuevo país donde el indígena es finalmente reconocido:
Es aquí donde importa y cuenta la unión del proceso ideológico con el proceso social, que es uno de los rasgos más valiosos del fenómeno de formación del pueblo mexicano. Porque no sólo importa a una nación su ser físico, sino el ganar una idea moral que concuerde con su realidad biológica. En esta lucha sólo puede esperarse el triunfo si los elementos formativos en el orden de la cultura son propicios y de signo liberal. Tal ha sido, según creo, el caso histórico de México.27
Así, para Zavala, el liberalismo -y adelantamos, el humanismo, según el ensayo “El mexicano en sus contactos con el exterior”- son las cartas fuertes de la herencia europea en el proceso de mestizaje. Pero por su naturaleza, estas mismas ideas son las que impiden una simple asimilación o eliminación del indígena -como asegura que sucedió con los nativos estadounidenses- y logran su reivindicación social: “…sobre un fondo humano que conserva racial y culturalmente los rasgos que caracterizaron a los pueblos que se venían desarrollando en el Nuevo Mundo… se registran las alteraciones constantes y crecientes que obedecen al contacto inevitable con el mundo de origen europeo”.28
A pesar de este panorama y de la dificultad que entraña hablar del presente propio y del régimen en el que se habita, Zavala demuestra la tradición historiográfica de la que proviene y logra articular un juicio severo, pero acorde con la situación mexicana: “Hay grandes abismos de miseria, de ignorancia, de primitivismo. Es un proceso en marcha, una orientación correcta, pero los medios y las flaquezas humanas no logran todavía imponerse a la inmensidad de la obra”.29 A diferencia de lo escrito en la “Síntesis…”, Zavala hace mayor énfasis en las carencias económicas y educativas en las que todavía se encuentra gran parte de la población, respondiendo así a los propósitos anunciados por la UNESCO al solicitar este reporte: “L’objet commun à ces études n’est pas seulement d’ordre scientifique ou spéculatif. Il intéresse d’une manière très concrète plusieurs des entreprises les plus urgentes de l’Unesco”.30
El problema de la identidad nacional
De 1952 datan las Conferencias dictadas en la UNAM bajo el título “El mexicano en sus contactos con el exterior”, mismas que fueron publicadas en Cuadernos americanos ese mismo año y en 1953 en la recopilación hecha por Porrúa, las ya mencionadas Aproximaciones a la Historia de México. La problemática académica del momento se encuentra presente en dicho ensayo por diversos motivos. En primer lugar, las conferencias fueron dictadas bajo el vasto programa de búsqueda del ser mexicano impulsado por el Grupo Hiperión, que contaba entre sus participantes a Leopoldo Zea. Además, no podemos olvidar que, en 1947, Zavala propuso la creación del Comité de Historia de las Ideas en América dentro de la Comisión de Historia del Instituto Panamericano de Geografía e Historia, proyecto que quedaría precisamente bajo la batuta de Zea, por lo que ambos compartían el interés por la reflexión de la cultura y pensamiento mexicanos.31 Más aún, en 1950 se había llevado a cabo en la UNAM el Tercer Congreso Interamericano de Filosofía. Entre los principales temas de discusión se encontraban la posibilidad de una filosofía original proveniente de Latinoamérica, así como la posible función social de dicho pensamiento.32
En “El mexicano en sus contactos con el exterior” se hace un análisis puntual de la relación de México con distintas culturas, según los antecedentes históricos y las diferencias culturales. Grosso modo, Zavala señala cuatro culturas con las que México se ha relacionado: la estadounidense, la europea, la asiática y la africana.33 A estas dos últimas, Zavala les dedica poco espacio, pues asegura que se trata, en realidad, de una relación mediada por las culturas europea y estadounidense.34 Respecto al Vecino del Norte, aclara que la relación ha sido tirante, pero que los eventos mundiales recientes han acercado a ambos pueblos. Asimismo, las actividades intelectuales han mostrado más similitudes que diferencias, pues en ambos lados del Río Grande, los científicos sociales se interesan por los mismos problemas, si bien sus perspectivas y posibles soluciones son diferentes. Sin embargo, es al contacto con Europa al que Zavala da más importancia, no sólo porque se trata de una relación que comenzó durante la Conquista, sino también porque le parece que la influencia recíproca es vital para comprender el presente nacional. Más aún, Zavala prevé un futuro prometedor para México y América Latina, pero siempre en relación con la cultura occidental. La razón es simple: México ha bebido de la cultura europea; por el tamiz histórico han pasado el humanismo35 y el liberalismo y es así que, sin buscarlo, nuestro país es heredero y salvaguarda de la tradición del Viejo Continente: “La juventud de América es, por lo tanto, relativa, pues lo propiamente americano consiste en el descubrimiento y circulación de los valores indígenas, en la adaptación de los europeos al medio extraño, en la solución de problemas de frontera que ofrecen matices propios”.36 De tal suerte que, en el mundo de la Posguerra, América será la encargada de mostrar al mundo lo mejor: “Y en el caso de un hundimiento próximo de Europa, no olvidemos a quienes miran a Hispanoamérica como una esperanza… de salvar la herencia de ese espíritu humanista… Entonces nuestro papel en el Nuevo Mundo será más difícil, pero también de mayor importancia para el destino de la cultura universal”.37 Encontramos aquí a un Zavala, quien inmerso en las discusiones de su tiempo sobre la originalidad de la cultura y el pensamiento americanos, defiende nuevamente la importancia del mestizaje como la carta fuerte de América para el mundo. En todo caso, encuentra en el Porfiriato un momento álgido de nuestra historia nacional dado que se trata de una historia de negación, precisamente por ello destinada al fracaso.38 Enfático, asegura:
Y lo sensible no era tan sólo que anduviéramos mendigando un ‘alma mater’… sino que mediante esa renuncia a la historia de nuestro espíritu se menoscabaran valores permanentes y afirmativos que hoy reconocemos como el mejor patrimonio y el más firme sostén de nuestras actitudes culturales; porque no son un legado que recibimos o perdemos con las escuelas o modas intelectuales que pasan, sino consecuencia de una actitud madura y constante ante los problemas que la historia nos depara.39
Hacemos referencia a esta interpretación sobre el Porfiriato porque la noción precisa de patrimonio cultural influye en su reflexión sobre el pasado mexicano. No se trata de una simple defensa del legado material que posee México, sino también de una visión que defiende como propio el legado cultural formado como producto del encuentro de culturas, el cual, es necesario proteger activamente a través de políticas educativas en las que él mismo se involucró, en específico, sobre la enseñanza de la Historia.
Por lo tanto, es necesario reconocer la importancia que el mismo Zavala daba no sólo al estudio científico y puntual del pasado, sino también a su difusión a través de diversos medios, como libros de texto o museos. Ese interés se refleja en la organización del reporte sobre la enseñanza de la Historia en México desde su papel de presidente de la Comisión de Historia del Instituto Panamericano de Geografía e Historia40, así como su contribución a la mejora de los libros de texto y por supuesto, su labor al frente del Museo Nacional de Historia. Al igual que la Historiografía, Silvio Zavala encontraba que la Museografía daba cuenta de la historia general de México, por lo que echó mano de una serie de recursos visuales para mostrar a nacionales y extranjeros el pasado mexicano. Así nos lo dejan ver los breves escritos de Zavala sobre los museos en México y publicados en francés en la revista Museum por la UNESCO, mismos que reflejan la perspectiva de la función social y educativa de la Historia en un país en reconstrucción: “L’exposition que le Musée national d’histoire offre au public est le résultat d’un effort constant d’harmonisation entre le cadre historique et la mise en valeur des œuvres d’art…les objets sont présentés selon un plan historique… pour permettre au musée de remplir sa fonction didactique”.41
Sus escritos lograron mostrar cómo se construía un discurso museográfico e historiográfico del pasado reciente, vinculado con una historia general de México basada en el mestizaje y cuyo punto culminante se encontraba en la Revolución de 1910. Y de esta forma, el estudio del pasado en sí mismo contribuye a conformar la identidad nacional, a través de la exposición -escrita y visual- de lo que ha sido y es México. Sin embargo, es de advertir que toda esta labor se completa sólo hasta que se proyecta hacia el exterior. Como el mismo Zavala lo había enfatizado, la tarea del historiador americano consistía en estudiar el Nuevo Mundo para comprender lo similar y lo distinto en cada una de las historias nacionales; en suma, el conocimiento del continente para resolver los problemas particulares que aquejan a cada región.42 Y es en ese marco de ideas que los ensayos de historia general adquieren sentido tanto para el lector mexicano como para el extranjero.43
Fue así como en 1955 Jaime Torres Bodet, ya entonces embajador de México en Francia, pidió a Zavala escribir un ensayo para el primer número de la revista Nouvelles du Mexique, cuyo propósito era dar a conocer no solamente las noticias, sino también la historia y la cultura mexicanas a Europa.44 El texto fue rápidamente traducido al español y publicado un año después por el Colegio de México en Historia mexicana con el título de “Ojeada a la Historia de México”.45 El artículo muestra similitudes con el reporte entregado a la UNESCO, aunque aquí, Zavala decide iniciar su recuento de la historia de México desde la llegada del hombre al continente americano, haciendo énfasis en la larga tradición de la que proviene la cultura nacional. Pero de nueva cuenta, insiste en que existen dos “corrientes de hombres” que conformaron al pueblo mexicano. Así como Mesoamérica legó a México una vasta y diversa civilización, lo mismo se puede aplicar a Europa, pues los españoles tenían tras de sí otra conquista y otras culturas; en cierta forma, también eran un pueblo guerrero. Zavala también hace referencia, si bien somera, a la población de origen africano que llegó a México. Coloca de nueva cuenta el mestizaje en el centro del origen del mexicano, cuyo desarrollo natural ya anunciaba la Independencia, aunque: “la Invasión de la Península Ibérica por las tropas de Napoleón en 1808, avivó el ritmo de los acontecimientos”.46 Sin embargo, también advierte que ese pueblo nacido como fruto del mestizaje tenía por delante la tarea de la igualdad y la democracia, que tardaron al menos un siglo más en llegar. Su visión hace énfasis en los aspectos positivos: en México no hay racismo ni discriminación y se “renueva periódicamente a sus mandatarios”.47 Se trata a la vez de un pueblo antiguo y “en proceso de transformación”.48 La frase “el viajero encuentra, sin duda, muchos aspectos que los mexicanos quisieran que fuesen mejores”49 delata al público al que va dirigido. Se trata de un recuento somero para aquél que quiera conocer México, una anticipación de lo que podrá encontrar. Años después, Zavala explicaba sus razones para participar en el proyecto Nouvelles du Mexique: trataba de mostrar a Europa una cara positiva de México, menos centrada en los conflictos y desgracias que un siglo de conflictos internos habían sido noticia en el Viejo Continente.50
Conclusiones
Como hemos podido constatar, el análisis de la historia general de México se mantuvo como una preocupación constante en la obra ensayística del Doctor Silvio Zavala. En buena medida, significa una parte sustancial de su labor como representante de México ante organismos internacionales, constituye el encuentro del Zavala historiador con el Zavala funcionario e intelectual.
En primer lugar, es innegable la enorme importancia que Zavala da a la etapa colonial en la conformación de lo que llamamos México, tres siglos de encuentros y desencuentros que dan como resultado la formación de una cultura singular. Sin embargo, en el balance sobre el peso de la cultura indígena y la cultura europea, Zavala no duda en asegurar que dos pilares del México moderno -el liberalismo y el humanismo- se deben únicamente a la cultura europea. De tal suerte que, como resultado del proceso de mestizaje, México ha quedado en la esfera de la cultura occidental, cuya renovación -después de la Segunda Guerra Mundial- le corresponde ejecutar, acompañada del resto de América Latina. En cuanto al mundo indígena, Zavala subraya la diversidad de culturas presentes en México, pero asegura que la reivindicación del pueblo indígena es aún más importante que el reconocimiento de su legado cultural y artístico y es, en esencia, un proceso inacabado.
Así, el estudio del pasado sirve al propósito de comprender los problemas de su tiempo. Su interés por la historia nacional se refrendaba en su lucha por hacer de México un protagonista de la historia regional e incluso universal. Sus ideas sobre la potencialidad de la cultura mestiza, fruto auténtico de la mezcla de los indígenas y los españoles, le permitían augurar un futuro en el que toda América Latina actuaría en concordancia con su legado humanista y mostraría al mundo las pautas de la convivencia pacífica. A su vez, reconocía que México tenía todavía un largo camino por recorrer respecto al ejercicio de la auténtica democracia y la igualdad social, pero veía con entusiasmo los proyectos del régimen posrevolucionario.
En todo caso, Zavala hacía énfasis en la importancia de la Historia como vía para consumar el México planeado; ya fuese a través del juicio crítico y ponderado, a través de la enseñanza -escrita o visual- del pasado o a través de la participación en organismos internacionales. En fin, una larga y prolífica trayectoria académica nos muestra que Zavala decidió contribuir con acciones concretas a la realización plena de ese México humanista y liberal tantas veces por su pluma proyectado.