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Relaciones. Estudios de historia y sociedad

versión On-line ISSN 2448-7554versión impresa ISSN 0185-3929

Relac. Estud. hist. soc. vol.35 no.138 Zamora mar./may. 2014

 

Reseñas

 

Milagros León Vegas, Dos siglos de calamidades públicas en Antequera: Crisis epidémicas y desastres naturales (1599-1804)

 

Manuel Esparza*

 

Antequera, Ayuntamiento de Antequera, Fundación Municipal de Cultura, 2007, 366 p.

 

* Centro INAH Oaxaca, Correo e: esparzacamargo@hotmail.com

 

En la literatura de la sociología de los desastres se suele afirmar que no hay desastres naturales, todos se deben a causas humanas. La falta de medidas preventivas es el principal señalamiento que se nos ocurre para explicar las causas de los efectos de una inundación o un temblor. Uno se pregunta, sin embargo, qué tanto se pudo prevenir dentro de las posibilidades de desarrollo tecnológico y de recursos económicos el tsunami de 2011 en Japón.

Otra afirmación complementaria a la anterior y de gran relevancia sociológica es la que sostiene que después de un evento mayor la estructura de la sociedad afectada queda patente: el funcionamiento de las instituciones; el grado de autonomía entre ellas; las políticas de salud pública; la distribución de recursos para la salud, para la prevención de epidemias; la falta de transparencia en el gasto de los ingresos, etcétera.

 

I

Quisiera en una primera parte abundar un poco en algunas maneras de analizar los efectos de los desastres y sus causas con el fin de dar contexto, en una segunda parte, al tipo de análisis que la Dra. León utiliza en el libro que hoy se presenta.

Ya se lleva tiempo en las ciencias sociales de tratar de investigar los efectos de los desastres y las respuestas humanas a los mismos. Cualquiera que sea el fin de cada investigación, es necesario casi siempre tener algún criterio que mida el grado del impacto en una unidad humana que se escoja para la investigación, ésta puede ser un pueblo aislado, una comarca y hasta una nación.1

Aquí, en el medio de México, y siguiendo la influencia francesa de la escuela económica, se hizo énfasis en la asociación de las calamidades como el hambre, desnutrición, epidemias, causados por las crisis agrícolas de las regiones estudiadas. Si bien, la crítica a esta escuela por el determinismo geográfico que implicaba la hizo decaer en importancia, ha vuelto a tomar vuelo en un "redescubrimiento del ciclo agrícola" en los estudios históricos del último tercio del siglo pasado que ven en los siglos XVI al XVIII cómo el ciclo económico principal era el ciclo agrícola. Así, las grandes crisis de subsistencia se veían precedidas de perturbaciones meteorológicas, hoy diríamos generalizando "climáticas". Esas crisis se sucedieron en Europa y Mesoamérica cada 10 años en promedio durante el siglo XVIII y hasta el principio del XIX. Al sobrevenir el desastre que afectaba las cosechas venían otros efectos muchas veces relacionados entre sí: hambres, carestía, epidemias, disminución de matrimonios y nacimientos, emigraciones masivas, desempleo, conflictos políticos, etcétera. Un instrumento para medir esas crisis eran las fluctuaciones en los precios de los cereales, trigo en Europa, el maíz en la Nueva España.2 El vínculo entre crisis agrícola y epidemia, lo encuentra confirmado Florescano en 10 grandes pestes que asolaron la ciudad de México en el XVIII.

Estudios más recientes cuestionan esa causalidad entre crisis agrícola y epidemias, pues documentan casos en que la desnutrición se dio sin que precediera una crisis en la agricultura.3 Se opta más bien por un modelo en que intervienen varios factores. El caso del matlazahuatl (fiebre amarilla) en México en la primera mitad del siglo XVIII se debió a una crisis mixta, en la que convergieron "varios años de escasez, carestía, hambre, enfermedades y muertes".4 En el caso de España, Pérez Moreda halla que "lo frecuente no será el hallazgo de una crisis de mortalidad puramente epidémica o de subsistencia, sino la presencia de la crisis mixta, en que combinan los dos tipos de factores básicos".5 Este autor propone, más que la relación causal entre crisis agrícola y epidemia, estudiar el mecanismo por el que se da el proceso de crisis de subsistencia-epidemia-crisis de subsistencia. En este modelo, las epidemias disminuyen a la población afectando el número de mano de obra en el campo y aumentando así la posibilidad de una nueva hambruna.

Y ya puestos a hablar de procesos de los efectos que se desencadenan por los desastres y las fallas o aciertos de las respuestas humanas ante esos eventos, hay que tener en cuenta las aportaciones al tema de parte de los geógrafos y demás profesionales neoevolucionistas. Después de todo, las enfermedades y epidemias que sufren los humanos provinieron en su mayoría de los animales domésticos. En el largo peregrinar de la evolución humana lo que hizo posible la enfermedad fue precisamente la abundancia de plantas domesticadas y especies de animales. Así, la devastadora viruela, sarampión, paperas, la influenza, la tuberculosis, que vuelve por sus fueros últimamente por ejemplo en Perú, la malaria, el cólera, la peste, son enfermedades infecciosas de enorme poder destructor que se desarrollaron primero de enfermedades en los animales y que ahora son en gran parte sólo enfermedades de los hombres. Hay que recordar que para que sigan activos y se puedan propagar los microbios necesitan de una población humana suficientemente numerosa y distribuida densamente, y para que eso fuera posible se necesitó que se inventara la agricultura y la domesticación de animales.

Ahora bien, la flora y la fauna tienen límites geográficos que tienden en su desarrollo natural a estar confinados en ciertas latitudes. Jared Diamond ve como el continente americano y el africano están orientados en sus ejes en dirección norte-sur, en cambio el eje mayor, el de Eurasia es oriente-poniente. Es en este eje donde se da la agricultura y de donde se extiende la producción de comida a otras partes hasta alcanzar el lejano oriente y por el lado contrario hasta Europa. Es en ese eje donde se avanza primero en las técnicas agrícolas y técnicas de guerra. La razón de esa rápida distribución inicial de los cultivos se debió a la posición de las localidades a lo largo del eje en la misma latitud, los cuales comparten la misma duración del día y sus variaciones estacionales. Pero también, aunque en menor escala, tienden a compartir enfermedades semejantes, cambios de temperatura, de precipitación pluvial y los tipos de vegetación.6

 

II

Ahora toca ver de qué trata el libro que se reseña, en qué corriente historiográfica cabe. El mismo título indica ya que es un estudio histórico de una región concreta de Andalucía, Antequera de la provincia de Málaga. El periodo que cubre es de dos siglos, el del XVII y XVIII.

Cuando hay que dar cuenta de las respuestas de las poblaciones humanas a los efectos de los desastres, es cuando se introducen otras variables en los modelos teóricos. Así, la falta de prevención higiénica, del acopio de semillas, de fondos extraordinarios de recursos para hacer frente a las eventualidades, pueden ser causas del agravamiento del desastre y de facilitadores de las condiciones para que aquel se repita. Este modelo multicausal, que se menciona en el texto que comentamos como "mixto", es el que integra los ejes de la investigación de la Dra. León.

Si se hacen dos apartados: uno que haga énfasis en las causas que originaron los desastres, y otro que estudie las respuestas humanas a esos desastres, se ve que los apartados con los que se van analizando una media docena de crisis epidémicas tienen más información sobre las medidas que se tomaron para hacer frente a los efectos: lazaretos, higiene pública, cuarentenas, prohibir la entrada y salida de los límites amurallados de la ciudad, prohibición de entierros en las iglesias, quema de ropa, respuestas religiosas, procesiones, etcétera.

La información histórica que tuvo la autora es privilegiada: fuentes primarias tanto civiles como registros parroquiales, varios documentos, si no es que muchos, inéditos: además una amplia literatura especializada en desastres de la región, en gran parte de investigadores españoles. Y de regalo una pintura del XVII que ilustra lo que la autora documenta. Ése era su material para comenzar, pero ella con su talento debió seleccionar lo relevante para armar la información de media docena de crisis epidémicas mayores bajo características que les fueran comunes.

De todos modos, las fluctuaciones climáticas que afectaban la producción de trigo y propiciaban el hambre y la infección viral están presentes en cada uno de los desastres que la autora analiza.

• En el caso de la peste atlántica (1596-1603), ella señala la fuerte sequía que la precedió.

• Para el problema epidémico de 1637 se indica como origen de la carestía de cereal una "climatología adversa".

• En 1649: las malas cosechas, sequía y grandes precipitaciones.

• Para 1679 (la "Peste de Cartagena"): la carestía, gran precipitación.

• Otros desastres de este periodo son debidos de nuevo a las sequías e inundaciones, a las plagas de gorriones y langostas que hallaban el régimen de estaciones propicio para la incubación, fecundación y diseminación sobre todo en el mes de agosto.

• Para el periodo 1700-1804 se mencionan: "depresiones agrarias cíclicas". Aquí la autora se refiere a la crisis de 1709 en que se juntaron la guerra de sucesión, tabardillos y hambrunas además de sequía y la plaga de langostas: "la explicación a una coyuntura agrícola tan adversa la encontramos en las acusadas oscilaciones climáticas del siglo, caracterizado por estaciones muy cálidas y otras de intenso frío".7 Las pésimas cosechas se dieron en toda Europa y por eso se le llamó la primera "crisis universal" de la centuria.

En una comparación superficial entre las epidemias que Florescano asocia a las crisis agrícolas en el Valle de México y las que se mencionan en el libro, no menos de seis coinciden en fechas con las sufridas en Antequera. Florescano halla semejanzas en las curvas de fluctuaciones de los precios del trigo en Europa, Francia y del maíz en México, sin embargo, acepta que en casos particulares como el de España "cuyas crisis y movimientos cíclicos difieren sensiblemente de los del resto de Europa muestran que puede haber otras explicaciones".8

 

III

Finalmente algunas observaciones:

a) Se echa de menos una introducción geográfica que dé cuenta de la localización privilegiada de la vega de Antequera irrigada por dos ríos, uno el río Guadalhorce, que la hace en la actualidad tener el primer lugar en la producción de papas, al menos un mapa hubiera ayudado mucho sobre todo para entender la relación con el puerto de Málaga a escasos 50 km y que tanto significó esa relación del litoral con el interior por la introducción de semillas contaminadas, por las medidas contra el desabasto de semillas, a veces violentas como cuando se rompieron las puertas del almacén de semillas de los diezmos eclesiásticos de la sede episcopal, precisamente en Málaga.

b) Sin embargo, al principio del texto se hace una descripción histórica de la situación higiénica de la ciudad que ayuda mucho a entender la propagación de las epidemias. Por cierto se describen los "arroyones" o canales que corrían a lo largo de las calles y donde se arrojaban las aguas negras. Estos canales, primero zanjas, se convertían en lodazales o tolvaneras según las estaciones. Se mandaron recubrir después de piedra y se ordenó que las casas tuvieran caños que desembocaran en el caño madre de la mitad de la calle, pues antes, al grito de "agua va", se vaciaban bacinicas y cubetas desde las ventanas y puertas. Aquí en la Verde Antequera también se hicieron esos caños sólo que han pasado a la tradición inventada como receptores de aguas limpias pluviales...

c) No se da ninguna explicación, entre las medidas preventivas que se tomaron a fines del XVIII, por la falta de mención de la vacuna contra la viruela que ya estaba siendo usada en lugares distantes como aquí en Oaxaca aun antes de 1800.9

A todos los interesados en la historia de los desastres les será muy útil la información aquí recogida para fines comparativos, y el análisis de esa información como modelo que pueda ayudar a la selección de información documental en los archivos sobre algún estado de México.

 

Notas

1 F. Bates y W. Peacock, Living Conditions, Disasters, and Development, The University of Georgia Press, 1993,         [ Links ] 1. Estudio que propone una escala que mida cuantitativamente el precio de los daños causados por un evento a las posesiones de los afectados.

2 E. Florescano, Precios del maíz y crisis agrícolas en México (1708-1810), México, El Colegio de México, 1969,         [ Links ] passim.

3 D. Brading, Haciendas y ranchos del Bajío. León 1700-1860, México, Grijalvo, 1989;         [ Links ] Cecilia Rabell, La población novohispana a la luz de los registros parroquiales: avances y perspectivas de investigación, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Sociales, 1990.         [ Links ]

4 América Molina del Villar, La Nueva España y el matlazahuatl 1736-1739, México, Ciesas, El Colegio de Michoacán, 2001, 179.         [ Links ]

5 V. Pérez Moreda, Las crisis de mortalidad en la España interior, siglos XVI-XIX, Madrid, Siglo XXI, 1980, 82,         [ Links ] citado en Molina del Villar, Ibid., n. 17.

6 J. Diamond, Guns, Germs, and Steel, The Fates of Human Societies, W. W Norton & Company, 1997.         [ Links ]

7 Florescano, Precios del maíz... p. 275.         [ Links ]

8 Ibid. p. 127.

9 Edward Jenner, inglés que descubrió la vacuna contra la viruela y se empezó a aplicar en Europa en 1796. Se debe a Carlos IV el lanzar la Expedición Filantrópica de la vacuna para todo el Imperio (1803-1814).

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