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Relaciones. Estudios de historia y sociedad

versión On-line ISSN 2448-7554versión impresa ISSN 0185-3929

Relac. Estud. hist. soc. vol.45 no.177 Zamora ene./mar. 2024  Epub 05-Abr-2024

https://doi.org/10.24901/rehs.v45i177.1095 

Sección temática

Presentación. Juventudes y espacios: miradas interdisciplinarias

Sara Minerva Luna Elizarrarás1 
http://orcid.org/0000-0002-8818-6836

Ivonne Meza Huacuja2 
http://orcid.org/0000-0002-7311-8857

1El Colegio de México, Centro de Estudios de Género sluna@colmex.mx

2Cátedras Conahcyt-Instituto Mora imeza@institutomora.edu.mx


En noviembre de 2022 tuvo lugar en el Instituto de Investigaciones José María Luis Mora en la Ciudad de México el III Coloquio de Historia de las Juventudes. Juventudes y espacios: miradas desde la Historia. Fruto de este encuentro, y de la impronta interdisciplinar de varias de las intervenciones presentadas, surgió el interés de realizar un número temático que, además, explorara la intersección entre juventudes y espacios, prestando especial atención en la historicidad de dichos entrelazamientos.

Consideramos que la relevancia de analizar este entrecruce reside en la necesidad de mirar críticamente algunas premisas contenidas en estudios clásicos de las ciencias sociales sobre la juventud. En ese sentido, uno de los primeros desafíos ha sido precisamente observar críticamente, a través de los artículos de este número, el dejo de determinismo espacial patente en las explicaciones sociológicas clásicas de la Escuela de Chicago. Baste mencionar los reconocidos trabajos sobre las bandas de Frederic Trasher (2021), publicado por primera vez en 1927, la propuesta de la “sociedad de las esquinas” de William Foote Whyte (1943) desarrollado en la década de 1940 y otras explicaciones sobre la delincuencia juvenil, en donde las condiciones de vida, incluyendo el espacio habitado, jugaban un papel fundamental. En esta línea se pueden citar los trabajos del sociólogo mexicano Héctor Solís Quiroga (1964).

Los artículos aquí planteados sostienen que, la relación entre la producción social de espacios, lugares, paisajes urbanos, contrastes de lo rural y lo urbano y la configuración de representaciones y discursos sobre las juventudes, así como las experiencias situadas de los jóvenes en momentos y escenarios concretos está llena de complejidades y singularidades que vale la pena explorar con minuciosidad. Asimismo, consideramos fundamental visibilizar la manera en que las experiencias situadas de jóvenes en diferentes espacios y temporalidades han sido y son atravesadas por elementos de clase, género, etnicidad, preferencias culturales, pertenencia etaria, entre muchas otras. Esto implica reflexionar sobre las experiencias diferenciadas que grupos etarios diversos tienen en las mismas espacialidades, e incluso sobre cómo cambian las relaciones entre jóvenes y los parajes que transitan y habitan a través de las generaciones.

A su vez, las contribuciones de este número subrayan cómo la espacialidad participa en la configuración de la inclusión o exclusión social de los y las jóvenes a partir de sus identidades sexo-genéricas, clase social, etnicidad y origen nacional. De esta suerte, se señala cómo los usos, las representaciones, y regularización de algunos espacios urbanos, rurales y turísticos, incidieron en las formas como los individuos y comunidades fueron vigiladas, orientadas, protegidas, corregidas, controladas por diversos grupos o instituciones. En más de una ocasión, dichas medidas llevaron consigo estigmas y violencias que contribuyeron a la reproducción de esas diferencias sociales, como se observa en trabajos ahora clásicos, incluidos los de Pierre Bourdieu (1999) y Löic Wacquant (2007). En pocas palabras, un elemento medular de todas las investigaciones ha sido considerar al espacio no solo como una escenografía en la que concurren los acontecimientos, sino, siguiendo los planteamientos del filósofo francés Henri Lefebvre (2013 [1974], pp. 92-93), destacar que es un producto social, que se planifica, se simboliza y se practica. Así, los textos de este número buscan resaltar la dimensión social de los espacios y lugares, la construcción de significados en torno a ellos, las implicaciones que esto conlleva en los sujetos jóvenes o comunidades que los habitan, su papel determinante en las prácticas de territorialización y en aquellas acciones retóricas y normativas que refieren permanecer, ocupar, o cruzar un espacio determinado (Juncosa, 2020, p. 41).

Así como las representaciones, discursos y acciones estatales, las experiencias espaciales de los y las jóvenes han estado atravesadas por la clase social, otro tanto sucede con el género. Como han señalado geógrafas feministas como Doreen Massey (1994) o Linda McDowell (1999), el espacio y sus lugares son constituidos por relaciones sociales, entre las que las relaciones de género juegan un papel central. De este modo, algunos de los artículos aquí contenidos ofrecen pensar la relación de espacialidad y género como la piedra de toque de la diferenciación de las formas de habitar, transitar y percibir distintos lugares: la calle, el domicilio familiar, la playa. A su vez, dejan ver los componentes discursivos y normativos que dan sentido a los espacios y a la pertinencia de la presencia de jóvenes de distinto género en ellos. Finalmente, estas narrativas sobre la significación de las espacialidades permiten observar que una carga importante en ellos es de índole moral, de lo cual se desprende que comportamientos juveniles no normativos, consumos culturales o la oferta de productos que transgreden la normativa social de género y del buen comportamiento, puedan convertirse en detonantes de expresiones de pánico moral.

Otro denominador común es la ubicación temporal de las investigaciones. Todas ellas se centran en el siglo XX, es decir, en la modernidad tardía (Berman, 1988). Con ello, las y los autores exponen sus efectos en la resignificación de las funciones de determinados espacios. Descubren el papel preponderante de la modernidad encarnada en diversos planos. Arquitectónicamente, en la construcción de grandes y complejas construcciones que, a su vez, confieren nuevos significados de ser moderno e impulsan nuevas formas de socialización o en la introducción de infraestructura urbana, alumbrado público, cableado eléctrico, construcción de calles y carreteras. Institucionalmente con el establecimiento de instancias, organizaciones o corporaciones, principalmente gubernamentales, con sus correspondientes legislaciones y códigos explícitos e implícitos sobre el actuar y habitar juvenil en las espacialidades. También muestran la introducción de cultura material e industria cultural, lo que lleva a reflexionar cómo las prácticas ligadas a ciertos objetos (modernidad tecnológica) transforman los usos de los espacios y codifican el acceso a ellos. No deja de ser interesante el señalamiento de los autores sobre el efecto de la globalización de la industria cultural, considerándola un factor de transformación en el empleo de los espacios y en particular en su apropiación por parte de los jóvenes, en muchas ocasiones, observados como emisarios y símbolos de transformación y modernización.

Un ejemplo de ello es el artículo Cuerpos juveniles y playa: Una historia del decoro y la sexualidad en México (1928-1964) de Ivonne Meza Huacuja, en donde analiza los espacios en sus distintas dimensiones, con miras a explicar su efecto en la transformación de las sociabilidades, las normativas emocionales y los usos y representaciones de los cuerpos juveniles, principalmente femeninos. Centrándose en la historicidad de la configuración de la playa como lugar turístico y de sociabilidad juvenil, particularmente en el puerto de Acapulco, Meza expone el proceso de modernización de una comunidad pesquera en un destino vacacional internacional. También da cuenta del efecto de la interacción turística en los cambios de las conductas y emociones en torno a los cuerpos semidesnudos entre algunos sectores de la población mexicana durante cuatro décadas. De esta manera la autora resalta cómo el significado de los usos del espacio tiene incidencia en la variación de prácticas y emocionalidades, así como en la forma en que observamos, sentimos y mostramos nuestros cuerpos.

En el segundo texto “Jóvenes de antes” y televisiones públicas en el Jalisco rural (1950-1990) Rubén Cruz Díaz Ramírez realiza un recorrido sobre los efectos de la introducción de la televisión en el uso de los espacios en la comunidad de Poncitlán, Jalisco. En un esfuerzo por reconstruir la historia de la población, Díaz recurre a los testimonios de algunos de sus habitantes, lo que le permite observar los estrechos vínculos entre los recuerdos de la infancia y juventud con la transformación y utilización de la programación televisiva, y de los propios telerreceptores, como nodos en torno a los cuales se configuraron lugares de sociabilidad juvenil. El autor, además de estudiar el crecimiento de Poncitlán en una pequeña ciudad, se da a la tarea de exponer el cambio de dinámicas familiares y sociales y las transiciones en los lugares donde se miraba la televisión como práctica colectiva. Esto visibiliza la delgada línea divisoria entre lo público y lo doméstico, las tensiones entre ambos espacios, así como la reafirmación de lazos de pertenencia local y etaria al compartir un mismo espacio físico, donde el televisor jugó un papel central de cohesión grupal.

Sara Luna Elizarrarás en Irregularidades de conducta: género, sexualidad y espacio urbano. Ciudad de México a mediados del siglo XX, a partir de una revisión exhaustiva de expedientes del Tribunal de Menores Infractores, en particular de los clasificados como irregularidades de conducta, percibe una diferenciación en las normativas impuestas a los comportamientos de mujeres y hombres detenidos entre 1957 y 1970. Luna ubica que la espacialidad juega un papel importante en dicha clasificación, pues se normalizaba la presencia de las jóvenes en su domicilio familiar, aunque la idoneidad de este estaba atravesada por expectativas de clase y de género. A su vez, de modo relacional, subraya la significación de otros lugares ajenos al domicilio como espacios amenazantes para estas menores, amenaza articulada a las prescripciones morales sobre la sexualidad y sus normas diferenciadas por género. De este modo, la sexualidad prematrimonial (o la simple sospecha de su práctica), consensuada o no, era sancionada de modo muy diferente al de los jóvenes varones.

En Otros revolucionarios: Debates sobre juventud y sexualidad en la Ciudad de México 1960-1984, Martín H. González Romero realiza un recuento sobre las miradas, temores y expectativas sobre las juventudes urbanas en el marco de una ciudad que crece aceleradamente. Los discursos sociales en torno a la ciudad como entidad corruptora y peligrosa del siglo XIX y principios del XX, se renuevan, desde la perspectiva juvenil y clase mediera, para crear un espacio de renovación que da pie a las protestas políticas y sociales, debido, entre otros hechos, a la presencia múltiple de expendios de revistas consideradas inapropiadas para la moral. El texto visibiliza también los recovecos para la denuncia y la lucha por los derechos por el reconocimiento de la diversidad sexual y la ruptura de viejos tabúes como el ejercicio de la sexualidad posteriores a la década de 1960.

Manuel Cardoso Sánchez y Bianca Ramírez Rivera, abordan un tema pendiente en los estudios de la contracultura en México: la historia de la llegada de la cultura punk al país. Los autores parten de señalar a los jóvenes clase medieros como los introductores de dicho género en lo musical; sin embargo, resaltan que fueron algunos grupos de jóvenes de las periferias urbanas marginadas de la Ciudad de México y el Estado de México, quienes adoptaron su estética y prácticas, entre ellas, la organización y disputa territorial de sus pandillas. En su artículo Es delito ser Punk”: marginación, razzias y control al movimiento Punk mexicano, Sánchez y Ramírez, por medio de la historia oral, rescatan las prácticas urbanas de dichas agrupaciones juveniles entre 1979 y 1984, periodo al que denominan proto-punk, así como los estigmas territoriales que marcaron las acciones policiales contra los jóvenes identificados como parte de dichas manifestaciones culturales.

En Hacia una configuración del espacio nocturno: Juventudes, trabajo y desigualdades, Julio Becerra Pozos, presenta una serie de reflexiones sobre la noche, noctem, en su dimensión como espacio juvenil. La complejidad que los estudios del espacio-tiempo como la nocturnidad puede ser constatada por las múltiples significaciones que un mismo lugar tiene a distintas horas del día y por la diversidad de actores juveniles involucrados. Al igual que todos los artículos presentados en este número temático, Becerra señala la implicación de la modernización en la sociedad, entre ellos la oferta amplia y la multiplicación de los espacios urbanos nocturnos, plasmado, por ejemplo, en la diversidad de actividades, en usos y formas en que la noche es experimentada por diferentes actores (desde laborales hasta consumidores), en inclusive, en la distinta codificación de comportamientos durante la oscuridad. El autor centra su análisis en los espacios lúdicos, como los bares, antros, foros de espectáculos en la actualidad, sin olvidar los usos de la calle.

Las contribuciones contenidas en este número temático son solo un pequeño ejemplo de la versatilidad de temas que pueden ser abordados dentro de esta dupla espacios y juventud. Constatan el papel primordial de las juventudes sobre los espacios, ya sea como apropiación, transformación de sus usos y significados u ordenación, e incluso, de su misma configuración materializada (arquitectónica o estética). Y, por otro lado, el papel de la espacialidad en la constitución de identidades. El enclave del género, de la clase social, de la pertenencia nacional, de la condición juvenil son elementos distintivos que señalan formas varias de experimentar la espacialidad, ya sea normadas, transgredidas o (re)formuladas. Todas ellas, además, salpicadas con aportaciones multidisciplinarias, cuya metodología ha respondido a nuestro interés por comprender realidades complejas.

Sin duda quedan aún múltiples vetas por explorar. Los contrastes entre espacialidades urbanas y rurales en diferentes temporalidades es una de ellas. El modo en que la espacialidad de lugares laborales y escolares contribuye a la reproducción de diferencias de clase y género que limitan el acceso a determinados sectores de jóvenes es otra. La aparición y transformación de otros espacios de sociabilidad juvenil, además de la playa, las diversiones nocturnas o los espacios donde se mira la televisión, puede ser una veta más. Esperamos que los artículos contenidos en este número temático estimulen la realización y discusión de nuevas investigaciones sobre juventudes y espacialidad.

Bibliografía

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